fausal
Madmaxista
El pasado 9 de noviembre se cumplió el 25 aniversario de uno de los acontecimientos más importantes de la Historia contemporánea, uno de esos momentos que marcan el final de una época y el comienzo de otra nueva. Nos referimos a la caída del muro de Berlín, que significó el final del dominio soviético de toda la Europa oriental, y el colapso definitivo del sistema comunista ruso, con la consecuente disolución de la URSS y la aparición de distintas republicas, tanto europeas como asiáticas.
Vista aérea de la central nuclear de Chernóbil tras el accidente
Vista aérea de la central nuclear de Chernóbil tras el accidente
Pero tampoco hay que olvidar otra de las fechas más importantes de este proceso de disolución soviético, que marcó un hito en su momento, el 26 de abril de 1986. En este día se registró el mayor accidente nuclear de la Historia, en la región ucraniana de Chernóbil, con un poder de destrucción y contaminación nuclear solo comparable a los lanzamientos de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki 40 años antes, o al accidente nuclear de Fukushima en 2011, todos acaecidos en Japón.
Una de las notas predominantes del desastre de Chernóbil fue la continua falta de información y coordinación entre las distintas autoridades soviéticas al principio de la crisis. El Kremlin no sabía exactamente qué había pasado, y los habitantes de las ciudades cercanas, como Prípiat, seguían realizando una vida relativamente normal, a pesar de los alarmantes niveles de radiación que existían desde el comienzo del desastre. Finalmente más de 30 horas después del accidente comenzó el traslado de los civiles, mintiéndoles sobre el periodo exacto de evacuación, las autoridades decían que sería por unos días cuando en realidad jamás se podría volver a vivir allí, el objetivo era evitar el pánico entre la población.
Pero lo realmente llamativo es que la misma población civil no se fiaba de las autoridades soviéticas. No olvidemos que estamos en Ucrania, donde el régimen soviético gobernó con mano dura durante décadas, estando la población más que acostumbrada a las mentiras de su propio gobierno. Las alternaciones metabólicas que sufrieron estas personas si fueron reales, ya que con el tiempo sufrirían todo tipo de cánceres.
Nada más que se confirmaron las primeras lecturas astronómicas de radiación, el Kremlin, con Gorbachov al frente, y los mejores expertos de la URSS, encabezados por el científico Legasov, se pusieron a trabajar para solucionar el problema, pero realmente se vieron superados por la situación, totalmente novedosa y a la vez terrible de Chernóbil.
A pesar de los intentos soviéticos por silenciar ante el resto del mundo lo ocurrido en Chernóbil, una nube radioactiva producida por la explosión del reactor tomó rumbo noroeste, atravesando Bielorrusia y los Estados bálticos, hasta tocar las costas suecas. Las autoridades de Estocolmo midieron las altas cotas de radiación en el ambiente y concluyeron que en algún lugar de Europa había habido un accidente nuclear importante, pero el aislamiento informativo habitual en la URSS impidió que sus vecinos capitalistas más próximos supieran exactamente qué estaba pasando para ayudar al gigante ruso a solucionarlo.
Pero lo realmente llamativo era que ni las mismas autoridades soviéticas sabían de la existencia de la nube radiactiva, se enteraron de lo que sucedía a través de Suecia. Esto es una muestra de la colaboración entre las principales autoridades científicas del mundo y la Unión Soviética en este asunto, tendiendo unos de los primeros puentes entre el mundo occidental y el oriental, que colaboraron más allá de ideologías para intentar solucionar una catástrofe que no tenía paragón en la Historia de la Humanidad, y que amenazaba directamente la supervivencia de toda Europa.
Mijail Gorbachov, presidente de la URSS por aquellos años
Aunque estos síntomas de aperturismo no quieren decir que la Unión Soviética fuera totalmente tras*parente en todo lo relacionado con el desastre de Chernóbil. El gobierno y el partido ocultaron y manipularon datos a su antojo para minimizar los efectos de la catástrofe o directamente hacerlos desaparecer.
En abril de 1996, diez años después del desastre, se celebró en Viena una Conferencia Internacional para investigar las causas y consecuencias del accidente. La razón principal de esta reunión era conocer el nivel que alcanzó la catástrofe de Chernóbil, pero también influyó en su celebración la nueva política que se instauró en el Kremlin tras la marcha de Gorbachov y de las políticas popularmente conocidas como glasnost y perestroika, claros antecedentes del aperturismo democrático ruso.
En dicha conferencia, celebrada a puerta cerrada, se hicieron bailar números sin ningún tipo criterio para minimizar el alcance devastador de Chernóbil de manera teórica, a pesar que detrás ellos habían personas de carne y hueso. En esta conferencia, la Rusia postsoviética trató de no ocultar ningún dato ni previsión y el resultado escandalizó al resto de participantes occidentales, produciendo una verdadera y vergonzosa negociación en asuntos tan delicados como en el número total de afectados por la radiación.
Como conclusión se puede decir que el desastre de Chernóbil fue la última gran batalla que libró la Unión Soviética, aunque fuera contra un enemigo invisible y devastador, y que cambió para siempre todas las concepciones existentes dentro del sistema soviético, dejando al mundo cara a cara con la cruda realidad que significaba la energía nuclear fuera de todo control humano. Todavía sigue sin saberse con exactitud el número de personas afectadas directa o indirectamente por la radiación, pero se puede decir que el desastre de Chernóbil significó el principio del fin del aislamiento soviético, que finalmente acabaría con el propio sistema un lustro después
Vista aérea de la central nuclear de Chernóbil tras el accidente
Vista aérea de la central nuclear de Chernóbil tras el accidente
Pero tampoco hay que olvidar otra de las fechas más importantes de este proceso de disolución soviético, que marcó un hito en su momento, el 26 de abril de 1986. En este día se registró el mayor accidente nuclear de la Historia, en la región ucraniana de Chernóbil, con un poder de destrucción y contaminación nuclear solo comparable a los lanzamientos de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki 40 años antes, o al accidente nuclear de Fukushima en 2011, todos acaecidos en Japón.
Una de las notas predominantes del desastre de Chernóbil fue la continua falta de información y coordinación entre las distintas autoridades soviéticas al principio de la crisis. El Kremlin no sabía exactamente qué había pasado, y los habitantes de las ciudades cercanas, como Prípiat, seguían realizando una vida relativamente normal, a pesar de los alarmantes niveles de radiación que existían desde el comienzo del desastre. Finalmente más de 30 horas después del accidente comenzó el traslado de los civiles, mintiéndoles sobre el periodo exacto de evacuación, las autoridades decían que sería por unos días cuando en realidad jamás se podría volver a vivir allí, el objetivo era evitar el pánico entre la población.
Pero lo realmente llamativo es que la misma población civil no se fiaba de las autoridades soviéticas. No olvidemos que estamos en Ucrania, donde el régimen soviético gobernó con mano dura durante décadas, estando la población más que acostumbrada a las mentiras de su propio gobierno. Las alternaciones metabólicas que sufrieron estas personas si fueron reales, ya que con el tiempo sufrirían todo tipo de cánceres.
Nada más que se confirmaron las primeras lecturas astronómicas de radiación, el Kremlin, con Gorbachov al frente, y los mejores expertos de la URSS, encabezados por el científico Legasov, se pusieron a trabajar para solucionar el problema, pero realmente se vieron superados por la situación, totalmente novedosa y a la vez terrible de Chernóbil.
A pesar de los intentos soviéticos por silenciar ante el resto del mundo lo ocurrido en Chernóbil, una nube radioactiva producida por la explosión del reactor tomó rumbo noroeste, atravesando Bielorrusia y los Estados bálticos, hasta tocar las costas suecas. Las autoridades de Estocolmo midieron las altas cotas de radiación en el ambiente y concluyeron que en algún lugar de Europa había habido un accidente nuclear importante, pero el aislamiento informativo habitual en la URSS impidió que sus vecinos capitalistas más próximos supieran exactamente qué estaba pasando para ayudar al gigante ruso a solucionarlo.
Pero lo realmente llamativo era que ni las mismas autoridades soviéticas sabían de la existencia de la nube radiactiva, se enteraron de lo que sucedía a través de Suecia. Esto es una muestra de la colaboración entre las principales autoridades científicas del mundo y la Unión Soviética en este asunto, tendiendo unos de los primeros puentes entre el mundo occidental y el oriental, que colaboraron más allá de ideologías para intentar solucionar una catástrofe que no tenía paragón en la Historia de la Humanidad, y que amenazaba directamente la supervivencia de toda Europa.
Mijail Gorbachov, presidente de la URSS por aquellos años
Aunque estos síntomas de aperturismo no quieren decir que la Unión Soviética fuera totalmente tras*parente en todo lo relacionado con el desastre de Chernóbil. El gobierno y el partido ocultaron y manipularon datos a su antojo para minimizar los efectos de la catástrofe o directamente hacerlos desaparecer.
En abril de 1996, diez años después del desastre, se celebró en Viena una Conferencia Internacional para investigar las causas y consecuencias del accidente. La razón principal de esta reunión era conocer el nivel que alcanzó la catástrofe de Chernóbil, pero también influyó en su celebración la nueva política que se instauró en el Kremlin tras la marcha de Gorbachov y de las políticas popularmente conocidas como glasnost y perestroika, claros antecedentes del aperturismo democrático ruso.
En dicha conferencia, celebrada a puerta cerrada, se hicieron bailar números sin ningún tipo criterio para minimizar el alcance devastador de Chernóbil de manera teórica, a pesar que detrás ellos habían personas de carne y hueso. En esta conferencia, la Rusia postsoviética trató de no ocultar ningún dato ni previsión y el resultado escandalizó al resto de participantes occidentales, produciendo una verdadera y vergonzosa negociación en asuntos tan delicados como en el número total de afectados por la radiación.
Como conclusión se puede decir que el desastre de Chernóbil fue la última gran batalla que libró la Unión Soviética, aunque fuera contra un enemigo invisible y devastador, y que cambió para siempre todas las concepciones existentes dentro del sistema soviético, dejando al mundo cara a cara con la cruda realidad que significaba la energía nuclear fuera de todo control humano. Todavía sigue sin saberse con exactitud el número de personas afectadas directa o indirectamente por la radiación, pero se puede decir que el desastre de Chernóbil significó el principio del fin del aislamiento soviético, que finalmente acabaría con el propio sistema un lustro después