Epic Failer
Madmaxista
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¿Por qué se reducen las asociaciones vecinales en Cáceres?
<strong>Aguas Viva</strong>s ha cesado, <strong>El Arco </strong>entrega las llaves y zonas como <strong>Los Fratres o Nuevo Cáceres</strong> carecen de representación vecinal.
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Francisco Moreno y José Luis Rodríguez acaban de regresar de una entidad bancaria y del Múltiples para disolver la Asociación de Vecinos El Arco. «Uno no puede imaginar la cantidad de trámites que hay que cumplir, solo para cancelar la cuenta hemos necesitado quince días laborables». Lo comentan apesadumbrados, porque son los últimos coletazos de un colectivo que vieron nacer y crecer hace más de veinticinco años, cuando la zona del R-66-A bullía de parejas recién llegadas y familias jóvenes con hijos. La falta de relevo vecinal en la directiva y la escasa oferta de actividades municipales en la urbanización les han hecho perder las fuerzas que aún tenían. Estos días entregarán las llaves de la sede.
Otros colectivos han seguido el mismo camino. Aguas Vivas se ha disuelto, en Nuevo Cáceres no hay representación vecinal, tampoco en Las 232, Los Fratres, Angelita Capdevielle ni en el barrio de Charca Musia. Alguno más se lo está pensando porque la ecuación final trae más problemas que avances. «Nosotros trabajamos de forma altruista para que la ciudad mejore, pero si los inconvenientes se van acumulando, al final es lógico que la gente se desgaste y vea conveniente dejarlo», afirma José Antonio Ayuso, presidente de la Agrupación de Asociaciones de Vecinos de Cáceres. Entre las principales causas de estos ceses están sobre todo el escaso interés de los ciudadanos por relevar a las directivas, la falta total de escucha de los problemas por parte del ayuntamiento, y la reducción de talleres y actividades en los barrios desde que la organización recae en exclusiva en una empresa contratada por el consistorio.
El Arco es el último ejemplo. Paco Moreno y José Luis Rodríguez recuerdan con ilusión los primeros años, aquellas reuniones en la cafetería del V Centenario a falta de sede, la fuerza del asociacionismo cuando los vecinos querían luchar por un barrio nuevo, las fiestas «impresionantes» con la participación de casi todos los residentes y con orquestas y regalos financiados por cajas de ahorro y empresas locales. «La implicación ha ido menguando, los que tenían 30 años ahora tienen 60 y no hay una sucesión. Con el tiempo, formar una junta directiva cada vez ha sido más difícil», explican Francisco y José Luis.
Tal es así, que hace unos meses convocaron a los vecinos de las 320 viviendas que forman el R-66-A, fueran o no socios, para anunciar la dimisión de los tres directivos que aún resistían, Juan Amarilla, José Luis Rodríguez y Paco Moreno, los tres con largos años de dedicación al barrio. Acudieron unos 25 residentes, a los que conminaron a tomar el relevo para evitar la desaparición del colectivo. Algunos mostraron su pesar, pero nadie levantó la mano. Han tenido que cerrar, y además disolver la asociación.
Junto con el ‘enfriamiento’ del ímpetu vecinal, que en los barrios más tradicionales de Cáceres comenzó con fuerza en los años 70 y logró tantos avances para los distritos (pistas, parques, casas de cultura, sedes vecinales, tras*porte público, mejoras viarias, accesibilidad…), otros factores han contribuido a esta situación. Desde la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, la desaparición de las actividades que reunían a los residentes y fomentaban el sentimiento vecinal, ha pesado mucho en el ánimo y el espíritu de convivencia. Es una denuncia que llega desde varias zonas, entre ellas El Arco.
«Comprendemos que con la crisis del el bichito tuvieron que paralizarse todas las actividades en los barrios, también aquí. Después se vio la necesidad de regularizar estas iniciativas, porque parece ser que no todas cumplían con la legalidad, algo que comprendimos perfectamente», señala José Luis. El problema llegó con la solución elegida: el ayuntamiento adjudicó a una empresa la organización de todas estas propuestas, pero se han quedado escasas. «Al Arco sólo le concedieron en septiembre una actividad de expresión corporal, una hora los lunes al mediodía. El primer día acudieron 2 adultos y 5 niños», precisa Francisco.
Al no permitir a las asociaciones poner en marcha sus propios talleres, cumpliendo los requisitos que fueran precisos, «se ha perdido esa convivencia vecinal que teníamos, porque esto era un punto de encuentro con las gentes de los barrios cercanos. Nosotros a la vez hemos perdido la ilusión, ya no sabemos qué hacemos aquí si con nuestros medios ya no podemos organizar nada por mucho interés que pongamos», lamentan Francisco y José Luis. Dejan por tanto la sede esta misma semana, una sede reformada hace pocos años donde los vecinos han puesto fondos para algunos arreglos.
Desde El Arco entienden que generalmente se han escuchado sus quejas, «aunque tuviéramos que insistir con las llamadas, y aunque tardaran las respuestas desde el ayuntamiento y las empresas concesionarias de los servicios públicos». Se marchan con la pena de no ver ejecutada la obra de sustitución de las antiguas tuberías de fibrocemento, «que están reventando por muchos puntos». El anterior alcalde les prometió resolverlo con unos fondos disponibles de la concesión del agua, «pero no hemos sabido nada más, por eso nos vamos con la lastima de que no exista un relevo». Por cierto que, a modo de ‘último deseo’, piden a la nueva corporación municipal que relance el movimiento vecinal.
Ese mismo camino lo tomó en 2021 la Asociación de Vecinos de Aguas Vivas. José María Patrón fue su último presidente durante doce años, hasta que tuvo que disolverse el colectivo. «Antes, las asociaciones de vecinos y las administraciones guardábamos una buena relación porque se entendía que nuestras peticiones eran mejoras para los barrios, en realidad para Cáceres. Pero he visto que ese espíritu se perdía, sobre todo en los últimos cuatro con el PSOE, lo digo así porque nunca he tenido ninguna intención política y sí la defensa de los vecinos. Al final parecía que éramos enemigos políticos y cualquier problema que comunicábamos sentaba mal. Comprendo que no se puede arreglar todo pero al menos antes te escuchaban y te entendían».
José María Patrón asegura que sus peticiones al ayuntamiento eran «tan sencillas y coherentes como las carencias de luz y pavimentación de la pista de fútbol sala o la necesidad de asfaltar las calles más antiguas, pero cuando lo demandábamos por enésima vez notábamos que molestaba. Llegó un momento en que teníamos que hablar sólo a través de WhatsApp y directamente no contestaban». Al final, «todo eran pegas, todo eran piedras en el camino, y nos pasaba a varias asociaciones».
Tampoco lo tienen fácil las asociaciones vecinales a la hora de formalizar trámites. «El ayuntamiento cada vez pone más requisitos, todo informatizado a través de la sede electrónica. Debes tener una gestoría para mover un dedo. Recuerdo cuando planteamos un cambio de aparcamientos y nos pidieron un plano digitalizado firmado por un arquitecto urbanista», relata José María.
Luego hay que sumar la menor implicación de la ciudadanía. «Nosotros estábamos orgullosos del apoyo que recibíamos de muchos vecinos de Aguas Vivas porque sabían que trabajábamos por el barrio, sin ánimo de lucro, y ese apoyo nos permitía subsanar los problemas económicos. Pero la mayoría eran personas de edad avanzada y a la hora de pedir un relevo la gente joven no dio el paso».
José María lamenta la falta absoluta de participación social de las generaciones que deben tirar del carro de los barrios. «Y si a eso le unes las redes sociales con críticas diarias e indiscriminadas a los que estamos en el movimiento vecinal de gente que luego no ayuda en nada, pues te vas quemando y después de doce años de trabajo te ves obligado a marcharte. Nos dimos seis meses para que entrara otra directiva y al final hubo que disolver la asociación».
Por otro lado, desde el colectivo Castellanos-Macondo, su presidenta, Esperanza Terón, también lamenta el vacío de iniciativas que se ha generado en las asociaciones vecinales durante los últimos años. «En la esa época en el 2020 de la que yo le hablo tuvimos que cerrar, es lógico, pero desde la reapertura no nos han permitido programar nuestras propias actividades, tan solo el ayuntamiento ha organizado aquí ajedrez y un curso de portugués, sin preguntar siquiera qué demandábamos, porque nosotros podríamos haber preguntado las preferencias a los vecinos», indica.
Esto tiene su parte negativa: «Antes teníamos pilates, zumba…, actividades que suponían el punto de encuentro de muchos vecinos y vecinas del barrio, que les venían muy bien no solo para mantenerse en forma, también para relacionarse, sobre todo a las personas mayores: se veían, charlaba, incluso les servía de terapia. Desde que no hay estas clases, la gente no socializa tanto como antes».
La presidenta considera que el ayuntamiento debería volver a permitir que cada barrio organice libremente su propia agenda, eso sí, cumpliendo con la legalidad. «Reforzaría el movimiento vecinal porque, de lo contrario, la directiva queda para poca cosa, para advertir de las deficiencias (en este sentido sí se han sentido escuchados) y poco más. La gente no se reúne, no hace barrio».
Quien maneja muchas de las claves de la situación es José Antonio Ayuso, miembro del movimiento vecinal desde hace largos años, presidente de Llopis-Espíritu Santo y presidente de la Agrupación de Asociaciones de Vecinos de Cáceres, que reúne a 33 colectivos en un amplio frente para defender los derechos de los vecinos. «Una lástima que no haya representación en algunas barriadas grandes, antiguas, con necesidades...», señala. ¿Las razones? En realidad apunta varias.
La primera radica en la distancia enorme que se abre entre los políticos locales y las asociaciones de vecinos. Ayuso afirma que la Concejalía de Participación Ciudadana necesita más respeto por parte de los dirigentes locales. «Entiendo que es la que mayores problemas da, por ahí entran todas nuestras peticiones y los políticos muchas veces tratan de quitarnos protagonismo. Deberíamos tener una relación más fluida porque a nosotros sólo nos mueve lo mejor para los vecinos», destaca.
De hecho, José Antonio Ayuso tiene claro que si las distintas asociaciones no denuncian las aceras en mal estado o los peligros de las pistas deportivas, «se quedarían así eternamente». Pone como ejemplo el estado de algunos barrios que carecen de junta vecinal: «sin asfaltar, con las aceras levantadas sin arreglo...».
Otro problema estriba en la falta de actividades organizadas desde las propias asociaciones, como también advierten distintos dirigentes vecinales. «Ahora lo hace todo una empresa de fuera que no admite propuestas de los residentes y eso ha arrestado creatividad y diversidad a la oferta de los barrios, nos deja con las manos atadas y priva a los vecinos de lo que les ha unido en la convivencia».
Por otro lado, el sistema de subvenciones está «asfixiando» a los barrios. El ayuntamiento concede 36.000 euros anuales a repartir entre todos los colectivos vecinales y 4.000 a la agrupación. El primer pago sólo incluye el 35% de la ayuda y el resto se abona cuando se haya realizado ya el gasto o el servicio, y se debe justificar con facturas, de modo que han de anticipar un dinero que muchas veces no tienen. Ocurre lo mismo con el arreglo de las sedes, «cuando debería ser al contrario, adelantar la cuantía».
Así, los colectivos vecinales están viendo «ahogada» su economía y además desaparecen los bares de las sedes por constantes trabas legales, que suponían un espaldarazo. La alternativa son las cuotas de los socios, pero en Cáceres se suele cobrar la mínima (unos 7 €/año). Pocos barrios llegan a los 20 €/año.
No toda la culpa es de la gestión municipal, también de los propios vecinos. José Antonio Ayuso reconoce que cada vez menos ciudadanos forman parte de las asociaciones. Luego, eso sí, las críticas llegan rápido en bares y supermercados. «A veces las directivas están bastante solas, con el presidente y dos o tres personas tirando del barrio, no más, personas que luego sienten una continua ingratitud en la calle. No obstante, muchos pensamos que la satisfacción de luchar por el bienestar de la gente supera la injusticia de las críticas, y que al fin y al cabo los que hablan mal son la minoría, aunque hagan mucho ruido».
Por último, el presidente de los barrios cacereños pide al nuevo Gobierno local, liderado por Rafael Mateos, que se reúna lo antes posible con ellos para abordar los temas que preocupan a los vecinos. «Entre todos podemos hacer una buena labor para que la ciudad mejore día a día. Si el nuevo alcalde quiere beneficios para los barrios, nos tendrá a su lado, pero de lo contrario, reivindicaremos lo que consideramos justo», concluye José Antonio Ayuso.