El cuento de Caperucita y La Manada.

Profesor Bacterio

Madmaxista
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Miren el cuento que nos cuenta Enrique de Diego, en Rambla Libre. Lean atentamente porque no tiene desperdicio. Las 2 orejas y el regazo para el maestro segoviano. Esta es la versión infantil del cuento de la Manada, porque la versión para adultos (que diga para indigentes mentales, perroflautas y mononeuronales varios) ya la han contado los massmierda.

No se pierdan la jovenlandesaleja al final.

Venga perroflautas, a rabiar. Franco, de derechas, pedo, ojo ciego, ocre pis.


El cuento de Caperucita y La Manada.

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Enrique de Diego.


Érase que se era una niña…Bueno, tenía 18 años, pero algunos la consideraban tal. Era muy buena y muy estudiosa y quería mucho a su mamá y a sus amigas reptilineas. No la llamaremos ni Claro de Luna ni Luz de Sol, sino simplemente Caperucita. No era muy alta y algo gordita, pero era muy buena y muy estudiosa.


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Pues esta niña tan buena y estudiosa que amaba mucho a su mamá quiso ir a ver las fiestas de Pamplona porque era muy devota de San Fermín. Cogió su coche y lo llenó de bebidas alcohólicas para dárselas a los pobres y que no pasaran frío, pues aunque era el 7 de julio, pensó que en el Norte suele hacer más frío que en Madrid.


Caperucita empezó a darle pequeños sorbos al ron, a la ginebra y al whisky y se puso a hacer unos mojitos muy ricos, de forma que pensó, como era muy buena, que esas bebidas espirituosas no les convenían a los pobres pamplonicas y como era tan buena hizo una gran obra de caridad y se lo bebió todo, así nadie se emborracharía.


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Caperucita estaba muy contenta porque había mucha gente allí y todos eran como amigos, y conoció a muchos chicos de Palencia, de Burgos y de Madrid, pero ninguno de Pamplona, lo cual es raro siendo las fiestas de la capital navarra. Bailaba y cantaba; cantaba y bailaba. Vio sentado en un banco a un prenda, a un chico. Y le preguntó de dónde era y le dijo que de Sevilla. Y ella, tan modosita, no había conocido nunca a un sevillano, ni en el sentido bíblico ni en ninguno. Resultó que el prenda era, además, del Sevilla y ella del Atleti. Y estuvieron todo el tiempo hablando de fútbol, que es lo que todo el mundo hace en Pamplona en las fiestas del Santo patrón tras el chupinazo, porque no van a hablar de toros y mucho menos de sesso, y menos en la primera conversación y sin que nadie les hubiera presentado.


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Y el prenda tenía varios amigos y, cosa curiosa, todos eran de Sevilla e iban y venían, y quillo, quillo. Y a todos los quillos les gustaban los toros, porque es sabido que a todos los quillos les gustan los toros. A Caperucita le parecieron muy simpáticos los quillos, quillos, pero le entró un sueño muy fuerte, como un encantamiento, y quiso irse al coche, porque para no gastar el dinero de mamá, dormía en el coche, donde ya no quedaban botellas de bebidas alcohólicas, porque si hubieran quedado se las hubiera bebido también para que nadie sufriera daño.


Y los quillos también se iban a dormir a su coche, al suyo de ellos, así que los simpáticos quillos se ofrecieron a acompañarla y así seguirían hablando de fútbol, que es de lo que se habla en los sanfermines a altas horas. Los chicos y las chicas hablan de fútbol, es cosa sabida. Empezaron a andar e iban por unas calles que la alejaban de su coche, pero ella como era tan buena, no le dio importancia y eso que de niña –ya no era una niña, aunque la llamaran así algunos de Tele 5- su mamá le dijo que no hablara con extraños. Y hete aquí que allí iba con cuatro quillos que acababa de conocer; bueno, eran cinco, pero uno era invisible por un extraño sortilegio o porque ella quizás se había pasado bastante con las bebidas espirituosas. No eran, pues, siete ni enanitos como algunos se han empeñado en decir; sino que eran altos y fornidos y muy simpáticos.


Esa chica tan buena, tan estudiosa y que quería mucho a su mamá, vio que los quillos se pararon ante un Hotel y empezaron a hablar con el recepcionista y ella no le dio importancia, porque dormir en un coche es molesto y mucho mejor en una buena cama. Y como era buena no le importó que se fueran a dormir todos en una sola habitación, para ahorrar, y que ella se fuera sola al coche que cada vez estaba más lejos. Caperucita tenía una sordera selectiva y oyó todo, menos que querían una habitación “por horas para amar”, porque de haberlo escuchado hubiera salido corriendo o hubiera gritado socorro o se hubiera puesto detrás del recepcionista. ¡Vamos! Pero no lo oyó, la verdad es que Caperucita no lo oyó. De hecho, como era muy buena y muy educada, oyó todo menos esas palabrotas.


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Y siguió con los quillos y uno la tocó el hombro y la cadera y eso la molestó, pero para el quillo no se molestara, como Caperucita era muy considerada le dio un prolongado beso en la boca, como había visto en las películas, y por si acaso era un príncipe emérito al que volviera a su verdadero estado. Y él la llevaba de la mano, y otro la cogió por la muñeca, pero no fuerte, no como para dejar marca. Le dijeron: silencio. Y como Caperucita era muy buena y muy educada pensó:


  • Estos quillos seguro que se van a fumar un porro y por eso entran en este cubículo. Hubiera sido mejor que buscaran un parque y no hacerlo tan complicado.

Y Caperucita se llevó una gran sorpresa cuando la quitaron la riñonera, la bajaron los leguis y las ropa interior y entonces pensó que no se iban a fumar ningún porro. Y como estaba muy sorprendida con los quillos con los pantalones bajados, por instinto le agarró el miembro viril a uno para no caerse, por puro instinto, no por lascivia, y con tal de no caerse le hacía movimientos mecánicos que podría pensarse que lo masturbaba, pero no era verdad, era solo para mantener el equilibrio. Entonces ella tuvo mucha ansiedad y se sometió, porque era muy buena. Y no podía hablar porque tenía todo el tiempo la boca llena. Ella sólo quería que aquello pasara cuanto antes porque si entraba alguien iba a pensar que estaba haciendo sesso en grupo con desconocidos, y eso no le gustaba a su mamá. Y los quillos grababan las cochinadas que estaban haciendo Caperucita y ellos.


Déjamos los detalles y el beso neցro, porque no es propio de un cuento infantil de una niña tan buena y estudiosa
. El caso es que los quillos cuando eyaculaban iban saliendo. Uno tras otro. Hay que insistir en que no eran siete ni enanitos, lo cual hubiera cambiado mucho la historia en lo que queda por venir. Si hubieran sido enanitos no habría habido prevalimiento, pues los enanitos nunca se prevalen. Y, por fin, respiró y se subió las ropa interior y los leguis, pero en la riñonera no estaba su móvil que era mágico y había convertido a un guardia civil en un ladrón, lo cual no es poco misterio.


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Entonces fue cuando Caperucita vio que los quillos eran una manada y no sabía cómo le iba a decir a su mamá que había vuelto a perder el móvil y todo lo que había hecho con aquellos quillos: felaciones, penetraciones vaginales y anales. ¡Demasiado para cualquier progenitora! ¡Qué pensaría su mamá, deformada por décadas de heteropatriarcado, de su hija! Entonces vinieron una pareja de hadas y mucha gente buena como si fuera un castillo encantado y no eran del Sevilla, ni del Atleti, sino de otros equipos, de Bildu y Podemos y algo así como Geroa bai: policías municipales, policías forales, trabajadoras sociales, médicos, enfermeras, psicólogas. Y todos aquellos duendecillos pamplonicas la comprendían mucho, que ella era muy buena y muy estudiosa y quería mucho a su mamá, que comprendería lo que la había pasado cuando ellos se lo contaran. Y le hacían las preguntas de forma de que le bastaba responder con un sí y era todo muy sencillo y muy claro porque decían que la habían forzado; sí, eso, forzado, cuando ella solo quería ir a dormir al coche y hablar de fútbol.


Entonces metieron en la guandoca a La Manada, para que no volvieran a hacer guarradas a las niñas buenas como ella que van a San Fermín por devoción. Y la iban a dar 50.000 euros para un pasar, que con eso podría superar el shock postraumático. Y todas las brujas de España, digo las feministas, decían que la creían y que era su hermana.


Vinieron unos jueces y la dijeron que lo suyo había sido abuso sensual con prevalimiento porque no eran enanitos y porque habían oído unos gritos de dolor que nunca existieron. Y sólo un juez malo dijo que ella había participado en el jolgorio con manifiesta soltura y que estaba a lo que estaba y que no hablaba porque tenía la boca llena. Pero las brujas y el mago Catalá dijeron que lo que le pasaba a ese hombre es que estaba loco y, de hecho, tenía alucinaciones como creer en que la Justicia tiene que ser independiente. ¡Qué locura!


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A Caperucita le dijeron que aunque tenía un shock postraumático que hiciera vida normal y es lo que hizo, siguiendo muy bien el consejo, no perdiéndose una fiesta, porque era muy buena y muy estudiosa. Y hoy todos los de La Manada están en la guandoca porque no la acompañaron al coche que es lo que ella quería que hicieran y hablar de fútbol. Mucho fútbol.


jovenlandesaleja: Todo este cuento espurio es el que nos ha contado un sistema depredador y expoliador, que se impone mediante el terror y la tiranía mediática. Se ha llegado al nivel de la trágala con una narrativa para indigentes mentales y para feministas ultrasubvencionadas en una destructiva guerra de sexos.



El cuento de Caperucita y La Manada - Rambla Libre
 
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