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✟ Católico converso ✟
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Los temas sobre economía parece que no interesan a nadie, pero eso necesita mencionarse aquí
Tenemos miles de personas con intelecto promedio que, a base de estudio, sacan carreras, másteres, doctorados, etc, y, a menudo ayudados también a otros factores (don de gentes, atractivo físico, cuotas) pasan al mercado laboral y, en dos años, ya están ocupando una posición importancia dentro de la empresa que los eligió. Su productividad es promedio, y el promedio es tal porque es a lo que el empresario y los supervisora están acostumbrados: mediocridad.
En el otro lado, tenemos gente con una inteligencia significativamente por encima del promedio que no tienen títulos de másters, pues los consideran una estafa. A veces, ni carrera tienen, pues, con todos los contenidos disponibles en internet, son autodidactas, ahorrando así dinero y horas de perder el tiempo en las aulas. Estos están mucho más preparados que los primeros para realizar el mismo trabajo con una mayor eficiencia, pero dado que carecen de las credenciales exigidas, su entrada en el mercado laboral es más difícil, generalmente más progresiva, comenzando desde muy abajo en la empresa, hasta que su inteligencia y conocimientos resultan tan obvios que los ascienden. Sin embargo, muchas veces, esto no ocurre, y se exige al trabajador que haga cursos cuyo contenido conoce de pe a pa. Necesitas la credencial. El papel que siga que eres apto. Ser apto no es suficiente. Necesitas un papel que lo diga. Y perder tiempo y dinero consiguiéndolo.
Cualquier empresario o gente de RRHH debería saber que, a día de hoy, solo los orates pierden seis años de su vida haciendo una carrera y un máster, cuando los inteligentes aprenden todos esos conocimientos en un año y ya están listos para trabajar.
El credencialismo daña la economía, bajando sustancialmente la productividad frente a su potencial.
Hemos llegado a una situación donde los mediocres ocupan posiciones de importancia en las empresas, mientras que la gente más capacitada hacen trabajos que un mono podría hacer, mientras convencen a la empresa de su talento o, directamente, están fuera del mercado laboral.
Así nos va.
Tenemos miles de personas con intelecto promedio que, a base de estudio, sacan carreras, másteres, doctorados, etc, y, a menudo ayudados también a otros factores (don de gentes, atractivo físico, cuotas) pasan al mercado laboral y, en dos años, ya están ocupando una posición importancia dentro de la empresa que los eligió. Su productividad es promedio, y el promedio es tal porque es a lo que el empresario y los supervisora están acostumbrados: mediocridad.
En el otro lado, tenemos gente con una inteligencia significativamente por encima del promedio que no tienen títulos de másters, pues los consideran una estafa. A veces, ni carrera tienen, pues, con todos los contenidos disponibles en internet, son autodidactas, ahorrando así dinero y horas de perder el tiempo en las aulas. Estos están mucho más preparados que los primeros para realizar el mismo trabajo con una mayor eficiencia, pero dado que carecen de las credenciales exigidas, su entrada en el mercado laboral es más difícil, generalmente más progresiva, comenzando desde muy abajo en la empresa, hasta que su inteligencia y conocimientos resultan tan obvios que los ascienden. Sin embargo, muchas veces, esto no ocurre, y se exige al trabajador que haga cursos cuyo contenido conoce de pe a pa. Necesitas la credencial. El papel que siga que eres apto. Ser apto no es suficiente. Necesitas un papel que lo diga. Y perder tiempo y dinero consiguiéndolo.
Cualquier empresario o gente de RRHH debería saber que, a día de hoy, solo los orates pierden seis años de su vida haciendo una carrera y un máster, cuando los inteligentes aprenden todos esos conocimientos en un año y ya están listos para trabajar.
El credencialismo daña la economía, bajando sustancialmente la productividad frente a su potencial.
Hemos llegado a una situación donde los mediocres ocupan posiciones de importancia en las empresas, mientras que la gente más capacitada hacen trabajos que un mono podría hacer, mientras convencen a la empresa de su talento o, directamente, están fuera del mercado laboral.
Así nos va.
