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El consentimiento sensual
PUBLICADO POR 25 JUNIO, 2018POR FUNDACIÓN SEXPOLEN EDUCACIÓN sensual
Natalia Devesa Moreno
Máster Terapia sensual y de Pareja
Como educadora sensual me parece esencial en todos los talleres que imparto hablar de ciertos conceptos. Uno de los que más cansado tiene al alumnado es el de consentimiento sensual (CS de ahora en adelante). Debe ser que todos los años que tienen charlas sobre sexualidad el monitor encargado trata el tema. Sin embargo, cuando cambiamos de tema me encuentro con actitudes que me muestran que, por muy bien que conozcan la teoría, no la ponen en práctica. Es algo que me sorprendió en su momento, pero me asombra mucho más seguir viendo el mismo problema en adultos.
En verdad entiendo que haya tantas personas que no sepan ni dar ni pedir CS. De niños no aprendemos que nuestro cuerpo es nuestro y que somos nosotros quienes debemos decidir sobre él, ya que son los adultos que nos rodean quienes toman el control sobre el mismo. Del Barrio(2016) pone algunos ejemplos de esto, como obligar a los niños y niñas a vestirse de cierta manera o forzarles a que saluden a desconocidos cuan*do no les apetece. De esta manera, ¿cómo podemos esperar que de adultos aprendan a expresar sus deseos y a negarse a ciertos contactos físicos?
Además, para la población general, hablar sobre las prácticas sensuales que queremos y sobre cómo las queremos se entiende como algo poco erótico (Andino, 2013; del Barrio, 2016; Pérez Hernández, 2016; Wong, 2016). Esto está relacionado con que tenemos romantizadas y sexualizadas las relaciones basadas en el poder y la violencia (del Barrio, 2016; Pérez Hernández, 2016; Ramírez, 2017; Wong, 2016). Ver a un hombre insistiendo o forzándose a una mujer es algo muy común en la cultura popular, y no estoy hablando de agresiones físicas ni de desconocidos en callejones oscuros, sino de jóvenes protagonistas guaperas que saben que la chica, por mucho que diga que no realmente está deseando que la bese. Es cierto que cada vez pueden verse más películas, series y novelas que relatan relaciones en las que el CS es explícito y se respeta. No obstante, aún nos queda mucho por andar en ese aspecto (del Barrio, 2016) y no podemos hacerlo únicamente desde la educación sensual en los institutos.
Por ello me parecía importante que desde terapia sensual volvamos a darle al CS la importancia que tiene, ya que nuestro trabajo es educar, pero no solo a adolescentes, sino también a población adulta.
Sé que hay profesionales de la terapia sensual que no hablan de violación cuando una pareja tiene relaciones sensuales sin que uno de los miembros quiera. Muchas veces se culpa a la persona por no saber qué pedir ni saber decir que no, incluso en ocasiones se dice que es una simple falta de deseo. Creo que la principal razón por la que preferimos no utilizar ese término es que tenemos una idea muy fija de lo que es una violación: una agresión clara por parte de un desconocido de la cual la persona forzada intenta librarse por todos los medios. Yo, personalmente, considero que no es así. A mi parecer, cuando no hay CS nos encontramos ante una violación. Esto es independiente de si hay un daño físico, de quien lo haga o de si la persona amada sin consentimiento intenta o no huir de la situación. Como Clara F. del Barrio dice “No existe el «sesso no consensuado», igual que no existe el «nadar sin poder respirar». Se dice ahogarse, y se dice violación.” (2016).
Como la anterior, se han utilizado muchas metáforas para dar a entender la importancia que tiene el CS. Una de las más conocidas es la del té, donde preparar y beber té representan cualquier acto sensual (May, Emmeline & Blue Seat Studios, 2015). El vídeo que muestra esta metáfora explica cómo en distintas situaciones resultaría absurdo, irrisorio o simplemente de mal gusto forzar a una persona a beber té. Se centran mucho en cuatro: cuando la persona accede y luego cambia de opinión, cuando hay un “no” directo, cuando la persona que va a beber no está consciente y porque en el pasado sí se quiso té (si anoche querías té, ¿por qué no lo quie*res hoy?). Al final del vídeo hay un mensaje que dice “tanto en el té como en el sesso, el consentimiento lo es todo” (minuto 2:39). El mensaje es sencillo y claro y es capaz de mostrar como el CS es más importante que el propio té (sesso en sí) ya que sin él no siempre quienes estén involucrados van a disfrutar.
Lo que más me gusta de esta metáfora es que trata los dos elementos esenciales que ha de poseer el CS para poder llamarlo así. El primero de ellos es que la persona sea capaz de dar su consentimiento durante todo el acto sensual. Esto hace referencia a que la persona tenga la oportunidad y las habilidades suficientes durante el encuentro sensual para dar su CS. Concretamente la persona ha de:
Estar consciente: si la persona está dormida o inconsciente no puede dar su consentimiento, y no, si lo ha dado antes de perder el conocimiento tampoco hay un CS ya que no puede darlo durante todo el acto sensual.
No estar borracha o drojada de cualquier manera: como dice Laci Green “si la persona no es capaz de conducir tampoco es capaz de dar su CS”(2014, min. 3:37). Sobre este punto suele haber muchas dudas, y una de las más comunes cuál es el punto exacto en el que una persona deja de ser capaz de dar su CS. En verdad es mucho más sencillo de lo que parece: si tienes dudas sobre si alguien puede o no dar CS, actúa como si no pudiera. Por supuesto,esto no pierde validez si todas las personas involucradas están en el mismo estado.
No tener un trastorno mental y tener la edad mínima de consentimiento: estos son dos aspectos imprescindibles a nivel legal. Según la ley española (Ley Orgánica 1/2015), tener relaciones sensuales con menores de 16 años es un acto delictivo. Esto no quiere decir que una persona menor de 16 tenga que pedir a sus tutores legales una autorización para tener sesso. Los menores de dicha edad pueden tener relaciones sensuales con personas de una edad y madurez similares a la suya, siempre que sean consentidas. Y no, no estás leyendo mal, la propia ley es redundante, y más aún lo parece cuando ni siquiera explica qué es el CS. Algo similar sucede con las personas que tienen un trastorno mental que les deja indefensos.
El segundo elemento es que la persona ha de ser libre para dar su CS. Aquí quiero pararme de nuevo a explicar ciertos detalles:
El CS, para ser dado libremente ha de ser explícito.Ya que es un elemento fundamental para tener una relación sensual, tiene que ser buscado activamente, incluso varias veces dentro de cada encuentro sensual (Andino, 2013). Nunca ha de asumirse y tampoco podemos pensar que es algo que se intuye. Esto quiere decir que un silencio jamás significa sí y que si hay gestos que causen una mínima duda ha de buscarse una confirmación verbal. Pero tampoco significa que haya que sentarse en una mesa y redactar un acuerdo que cada una de las partes deba firmar. Un consenso explícito puede darse por un gesto se asentimiento, por un gemido, un susurro, simplemente, actuando en consecuencia (ej.: si pido besar que me besen). Puede ser tan erótico y sexy como se quiera, tan solo hay que aprenderlo.
También ha de darse sin coacciones. Esto es imposible si hay una figura de autoridad involucrada o si hay amenazas. Ejemplos de esto son fáciles de encontrar en los centros escolares, donde las alumnas (normalmente son ellas las amenazadas) se sienten obligadas a llevar a cabo ciertas prácticas sensuales por miedo a perder sus parejas(Ramírez, 2017). También podríamos encontrarnos ante una coacción en los casos en los que la persona accede por hartazgo, en otras palabras, cuando dice “sí” únicamente para que la persona que pregunta insistentemente deje de hacerlo (Moen & Nolan, 2015). Este punto está relacionado con una de las ideas iniciales de este artículo, la de que la violencia está romantizada y se busca (hasta cierto punto) en las relaciones sensuales. Nuestra cultura fomenta las relaciones en las que una persona (normalmente varón) ha de perseguir a otra (normalmente mujer) hasta conseguir lo que quiere, muchas veces sin tener en cuenta nada más que su propio deseo.Estamos ante el juego de la conquista, el cual únicamente dificulta y afianza el poco uso del CS (Andino, 2013; Pérez Hernández, 2016; Wong, 2016).
Si lo anterior se cumple, veremos que el CS se da de forma entusiasta, mostrando las ganas que tiene la persona de realizar lo que quiera que esté consintiendo. La única manera de que el CS sea entusiasta es que la persona sea libre de decir qué quiere y cómo lo quiere (Andino, 2013; del Barrio, 2016; Russell, 2015; Saunders, 2015).
De la misma manera, si realmente hay libertad para dar CS también ha de haberla para quitarla, es decir, el CS es retirable. Da igual el momento, situación o práctica sensual que se esté llevando a cabo; si alguien quiere parar o cambiar lo que se está haciendo ha de hacerse así, ya que está retirando su CS.
Aquí entra en juego otro elemento: el CS es específico. Puede darse para ciertos juegos, pero no para otros, para ciertos lugares y no otros, para ciertas personas y no otras… Esto puede parecer obvio, pero en la anterior metáfora del té ponen un ejemplo en el que esto no se cumple: aquellas personas que, por haber tenido relaciones sensuales por la noche, se sienten con la libertad de tenerlas de nuevo por la mañana sin preguntar. En definitiva, una persona no consiente tener sesso con alguien sin más; consiente algo específico como puede ser besarse con lengua, en la parte de detrás de su coche, esa noche.
Quiero remarcar que en ningún momento he hablado de tipo de relación, tiempo en esta, ropa que tengan las personas en el momento, vida sensual ante*rior, profesión, género… Son elementos que cómo mucho pueden facilitar la comunicación necesaria para dar CS, pero no lo asumen, no lo otorgan. Si yo tengo una pareja sensual desde hace más tiempo puedo pedirle “lo de siempre” y estoy dando mi CS a ciertas cosas que ella ya conoce, pero eso no podría hacerlo con una desconocida (Russell, 2015; Vernacchio, 2012). Pero por llevar una camiseta ajustada y pantalones cortos, ser stripper y hombre no quiere decir que quiera irme a la cama con cualquiera que se cruce por mi camino.
Para terminar, quiero recuperar otra metáfora sensual, ésta de parte de Al Vernaccio (2012). Este profesor propone una nueva manera de hablar de sesso, comparándolo con la comida, concretamente con la pizza. Habla del deseo como algo personal, no impuesto desde fuera, y que ha de complacerse cuando cada persona quiera, de forma individual (comemos pizza cuando nosotros tenemos hambre, no cuando otro tiene hambre). Igualmente, si quienes están involucrados quieren compartir su sexualidad han de participar ambos de forma activa y decidir de forma explícita qué quieren hacer y cómo quieren hacerlo (no dejamos que otro elija qué queremos en nuestra pizza y hablamos sobre lo que nos apetece cada vez, aunque sea para decir “lo de siempre”). Y por supuesto, si alguien no quiere hacer algo, no debería hacerlo, así de simple (si no quiero piña en mi pizza no la como y si directamente no quiero pizza preparo otra cosa para cenar)
PUBLICADO POR 25 JUNIO, 2018POR FUNDACIÓN SEXPOLEN EDUCACIÓN sensual
Natalia Devesa Moreno
Máster Terapia sensual y de Pareja
Como educadora sensual me parece esencial en todos los talleres que imparto hablar de ciertos conceptos. Uno de los que más cansado tiene al alumnado es el de consentimiento sensual (CS de ahora en adelante). Debe ser que todos los años que tienen charlas sobre sexualidad el monitor encargado trata el tema. Sin embargo, cuando cambiamos de tema me encuentro con actitudes que me muestran que, por muy bien que conozcan la teoría, no la ponen en práctica. Es algo que me sorprendió en su momento, pero me asombra mucho más seguir viendo el mismo problema en adultos.
En verdad entiendo que haya tantas personas que no sepan ni dar ni pedir CS. De niños no aprendemos que nuestro cuerpo es nuestro y que somos nosotros quienes debemos decidir sobre él, ya que son los adultos que nos rodean quienes toman el control sobre el mismo. Del Barrio(2016) pone algunos ejemplos de esto, como obligar a los niños y niñas a vestirse de cierta manera o forzarles a que saluden a desconocidos cuan*do no les apetece. De esta manera, ¿cómo podemos esperar que de adultos aprendan a expresar sus deseos y a negarse a ciertos contactos físicos?
Además, para la población general, hablar sobre las prácticas sensuales que queremos y sobre cómo las queremos se entiende como algo poco erótico (Andino, 2013; del Barrio, 2016; Pérez Hernández, 2016; Wong, 2016). Esto está relacionado con que tenemos romantizadas y sexualizadas las relaciones basadas en el poder y la violencia (del Barrio, 2016; Pérez Hernández, 2016; Ramírez, 2017; Wong, 2016). Ver a un hombre insistiendo o forzándose a una mujer es algo muy común en la cultura popular, y no estoy hablando de agresiones físicas ni de desconocidos en callejones oscuros, sino de jóvenes protagonistas guaperas que saben que la chica, por mucho que diga que no realmente está deseando que la bese. Es cierto que cada vez pueden verse más películas, series y novelas que relatan relaciones en las que el CS es explícito y se respeta. No obstante, aún nos queda mucho por andar en ese aspecto (del Barrio, 2016) y no podemos hacerlo únicamente desde la educación sensual en los institutos.
Por ello me parecía importante que desde terapia sensual volvamos a darle al CS la importancia que tiene, ya que nuestro trabajo es educar, pero no solo a adolescentes, sino también a población adulta.
Sé que hay profesionales de la terapia sensual que no hablan de violación cuando una pareja tiene relaciones sensuales sin que uno de los miembros quiera. Muchas veces se culpa a la persona por no saber qué pedir ni saber decir que no, incluso en ocasiones se dice que es una simple falta de deseo. Creo que la principal razón por la que preferimos no utilizar ese término es que tenemos una idea muy fija de lo que es una violación: una agresión clara por parte de un desconocido de la cual la persona forzada intenta librarse por todos los medios. Yo, personalmente, considero que no es así. A mi parecer, cuando no hay CS nos encontramos ante una violación. Esto es independiente de si hay un daño físico, de quien lo haga o de si la persona amada sin consentimiento intenta o no huir de la situación. Como Clara F. del Barrio dice “No existe el «sesso no consensuado», igual que no existe el «nadar sin poder respirar». Se dice ahogarse, y se dice violación.” (2016).
Como la anterior, se han utilizado muchas metáforas para dar a entender la importancia que tiene el CS. Una de las más conocidas es la del té, donde preparar y beber té representan cualquier acto sensual (May, Emmeline & Blue Seat Studios, 2015). El vídeo que muestra esta metáfora explica cómo en distintas situaciones resultaría absurdo, irrisorio o simplemente de mal gusto forzar a una persona a beber té. Se centran mucho en cuatro: cuando la persona accede y luego cambia de opinión, cuando hay un “no” directo, cuando la persona que va a beber no está consciente y porque en el pasado sí se quiso té (si anoche querías té, ¿por qué no lo quie*res hoy?). Al final del vídeo hay un mensaje que dice “tanto en el té como en el sesso, el consentimiento lo es todo” (minuto 2:39). El mensaje es sencillo y claro y es capaz de mostrar como el CS es más importante que el propio té (sesso en sí) ya que sin él no siempre quienes estén involucrados van a disfrutar.
Lo que más me gusta de esta metáfora es que trata los dos elementos esenciales que ha de poseer el CS para poder llamarlo así. El primero de ellos es que la persona sea capaz de dar su consentimiento durante todo el acto sensual. Esto hace referencia a que la persona tenga la oportunidad y las habilidades suficientes durante el encuentro sensual para dar su CS. Concretamente la persona ha de:
Estar consciente: si la persona está dormida o inconsciente no puede dar su consentimiento, y no, si lo ha dado antes de perder el conocimiento tampoco hay un CS ya que no puede darlo durante todo el acto sensual.
No estar borracha o drojada de cualquier manera: como dice Laci Green “si la persona no es capaz de conducir tampoco es capaz de dar su CS”(2014, min. 3:37). Sobre este punto suele haber muchas dudas, y una de las más comunes cuál es el punto exacto en el que una persona deja de ser capaz de dar su CS. En verdad es mucho más sencillo de lo que parece: si tienes dudas sobre si alguien puede o no dar CS, actúa como si no pudiera. Por supuesto,esto no pierde validez si todas las personas involucradas están en el mismo estado.
No tener un trastorno mental y tener la edad mínima de consentimiento: estos son dos aspectos imprescindibles a nivel legal. Según la ley española (Ley Orgánica 1/2015), tener relaciones sensuales con menores de 16 años es un acto delictivo. Esto no quiere decir que una persona menor de 16 tenga que pedir a sus tutores legales una autorización para tener sesso. Los menores de dicha edad pueden tener relaciones sensuales con personas de una edad y madurez similares a la suya, siempre que sean consentidas. Y no, no estás leyendo mal, la propia ley es redundante, y más aún lo parece cuando ni siquiera explica qué es el CS. Algo similar sucede con las personas que tienen un trastorno mental que les deja indefensos.
El segundo elemento es que la persona ha de ser libre para dar su CS. Aquí quiero pararme de nuevo a explicar ciertos detalles:
El CS, para ser dado libremente ha de ser explícito.Ya que es un elemento fundamental para tener una relación sensual, tiene que ser buscado activamente, incluso varias veces dentro de cada encuentro sensual (Andino, 2013). Nunca ha de asumirse y tampoco podemos pensar que es algo que se intuye. Esto quiere decir que un silencio jamás significa sí y que si hay gestos que causen una mínima duda ha de buscarse una confirmación verbal. Pero tampoco significa que haya que sentarse en una mesa y redactar un acuerdo que cada una de las partes deba firmar. Un consenso explícito puede darse por un gesto se asentimiento, por un gemido, un susurro, simplemente, actuando en consecuencia (ej.: si pido besar que me besen). Puede ser tan erótico y sexy como se quiera, tan solo hay que aprenderlo.
También ha de darse sin coacciones. Esto es imposible si hay una figura de autoridad involucrada o si hay amenazas. Ejemplos de esto son fáciles de encontrar en los centros escolares, donde las alumnas (normalmente son ellas las amenazadas) se sienten obligadas a llevar a cabo ciertas prácticas sensuales por miedo a perder sus parejas(Ramírez, 2017). También podríamos encontrarnos ante una coacción en los casos en los que la persona accede por hartazgo, en otras palabras, cuando dice “sí” únicamente para que la persona que pregunta insistentemente deje de hacerlo (Moen & Nolan, 2015). Este punto está relacionado con una de las ideas iniciales de este artículo, la de que la violencia está romantizada y se busca (hasta cierto punto) en las relaciones sensuales. Nuestra cultura fomenta las relaciones en las que una persona (normalmente varón) ha de perseguir a otra (normalmente mujer) hasta conseguir lo que quiere, muchas veces sin tener en cuenta nada más que su propio deseo.Estamos ante el juego de la conquista, el cual únicamente dificulta y afianza el poco uso del CS (Andino, 2013; Pérez Hernández, 2016; Wong, 2016).
Si lo anterior se cumple, veremos que el CS se da de forma entusiasta, mostrando las ganas que tiene la persona de realizar lo que quiera que esté consintiendo. La única manera de que el CS sea entusiasta es que la persona sea libre de decir qué quiere y cómo lo quiere (Andino, 2013; del Barrio, 2016; Russell, 2015; Saunders, 2015).
De la misma manera, si realmente hay libertad para dar CS también ha de haberla para quitarla, es decir, el CS es retirable. Da igual el momento, situación o práctica sensual que se esté llevando a cabo; si alguien quiere parar o cambiar lo que se está haciendo ha de hacerse así, ya que está retirando su CS.
Aquí entra en juego otro elemento: el CS es específico. Puede darse para ciertos juegos, pero no para otros, para ciertos lugares y no otros, para ciertas personas y no otras… Esto puede parecer obvio, pero en la anterior metáfora del té ponen un ejemplo en el que esto no se cumple: aquellas personas que, por haber tenido relaciones sensuales por la noche, se sienten con la libertad de tenerlas de nuevo por la mañana sin preguntar. En definitiva, una persona no consiente tener sesso con alguien sin más; consiente algo específico como puede ser besarse con lengua, en la parte de detrás de su coche, esa noche.
Quiero remarcar que en ningún momento he hablado de tipo de relación, tiempo en esta, ropa que tengan las personas en el momento, vida sensual ante*rior, profesión, género… Son elementos que cómo mucho pueden facilitar la comunicación necesaria para dar CS, pero no lo asumen, no lo otorgan. Si yo tengo una pareja sensual desde hace más tiempo puedo pedirle “lo de siempre” y estoy dando mi CS a ciertas cosas que ella ya conoce, pero eso no podría hacerlo con una desconocida (Russell, 2015; Vernacchio, 2012). Pero por llevar una camiseta ajustada y pantalones cortos, ser stripper y hombre no quiere decir que quiera irme a la cama con cualquiera que se cruce por mi camino.
Para terminar, quiero recuperar otra metáfora sensual, ésta de parte de Al Vernaccio (2012). Este profesor propone una nueva manera de hablar de sesso, comparándolo con la comida, concretamente con la pizza. Habla del deseo como algo personal, no impuesto desde fuera, y que ha de complacerse cuando cada persona quiera, de forma individual (comemos pizza cuando nosotros tenemos hambre, no cuando otro tiene hambre). Igualmente, si quienes están involucrados quieren compartir su sexualidad han de participar ambos de forma activa y decidir de forma explícita qué quieren hacer y cómo quieren hacerlo (no dejamos que otro elija qué queremos en nuestra pizza y hablamos sobre lo que nos apetece cada vez, aunque sea para decir “lo de siempre”). Y por supuesto, si alguien no quiere hacer algo, no debería hacerlo, así de simple (si no quiero piña en mi pizza no la como y si directamente no quiero pizza preparo otra cosa para cenar)