Asurbanipal
Será en Octubre
El conflicto en Ucrania precipita el fin de la dominación occidental
El conflicto en Ucrania, presentado en los medios como una agresión rusa, es de hecho la aplicación de la resolución 2202, adoptada el 17 de febrero de 2015 en el Consejo de Seguridad de la ONU. Francia y Alemania no cumplieron los compromisos que habían contraído en el Acuerdo Minsk II pero Rusia se preparó durante 7 años para hacerlo, lo cual significaba asumir este enfrentamiento. Y también previó con mucha antelación las sanciones occidentales, tanto que en sólo 2 meses ha sabido contrarrestarlas. Las sanciones de Occidente contra Rusia están dando al traste con la globalización estadounidense ya que desorganizan las economías occidentales al interrumpir las cadenas de aprovisionamiento, haciendo rebotar los dólares hacia Estados Unidos y desatando una inflación generalizada, además de provocar en Occidente una grave crisis energética. Estados Unidos y sus aliados se ven en la situación del “cazador cazado”, están cavando su propia tumba. Mientras tanto, los ingresos del Tesoro ruso han crecido en un 32% en sólo 6 meses.
Red Voltaire | París (Francia) | 30 de agosto de 2022
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Los jefes de Estado y/o de gobierno presentes en el Acuerdo de Minsk II.
Durante los 7 últimos años, las potencias firmantes del Acuerdo Minsk II (Alemania, Francia, Ucrania y Rusia) tuvieron en sus manos la responsabilidad de garantizar la aplicación de los compromisos inscritos en ese documento, avalado y legalizado el 17 de febrero de 2015 por el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, a pesar de los discursos sobre la necesidad de proteger a los ciudadanos amenazados por su propio gobierno, ninguno de esos Estados actuó para garantizar la aplicación de lo pactado en Minsk II.
El 31 de enero de 2022, mientras se hablaba de una posible intervención militar rusa, el secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa ucraniano, Oleksiy Danilov, lanzaba un desafío a Alemania, Francia, Rusia y al propio Consejo de Seguridad de la ONU al declarar:
Sólo entonces, Moscú inició una «operación militar especial» contra los elementos ucranianos que se identifican a sí mismos como «nacionalistas integristas», mientras que el gobierno ruso los señala como «neonazis».
Desde el inicio de su operación especial, Moscú precisó que las tropas rusas se limitarían a socorrer a los pobladores del Donbass y a «desnazificar» Ucrania, no a ocuparla.
A pesar de esa clarificación sobre los objetivos rusos, las potencias occidentales acusaron a Rusia de tratar de tomar Kiev, de querer derrocar al presidente Volodimir Zelenski y de proponerse anexar Ucrania. Ya hoy es evidente que las fuerzas rusas no han hecho absolutamente nada de eso. Sólo después de que uno de los negociadores ucranianos, Denis Kireev, fue ejecutado por el SBU –el servicio de seguridad de Ucrania– y de que el presidente Zelenski suspendiera las negociaciones con Moscú, el presidente ruso Vladimir pilinguin anunció un endurecimiento de las exigencias rusas. Desde aquel momento, la Federación Rusa reclama la «Novorossia», o sea el sur de Ucrania –territorio históricamente ruso desde los tiempos de la zarina Catalina II (Catalina la Grande), con excepción de un periodo de 33 años.
Es importante entender que si Rusia esperó 7 años antes de tomar la iniciativa, no fue porque Moscú fuese insensible a la masacre contra los pobladores rusoparlantes del Donbass sino porque estaba preparándose para enfrentar la previsible respuesta occidental. Según la citación clásica del ministro de Exteriores del zar Alejandro II, el príncipe Alexander Gorchakov:
Ahora, los servicios secretos occidentales corren en auxilio de los «nacionalistas integristas» ucranianos (los «neonazis», según la terminología rusa) y, en vez de buscar una solución pacífica, lo que hacen es tratar de destruir la Federación Rusa desde adentro [2].
A la luz del Derecho Internacional, Moscú no hace otra cosa que aplicar la resolución que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó en 2015. Puede reprochársele lo brutal de sus medios, pero ciertamente no puede decirse que haya actuado con precipitación (después de una espera de 7 años) ni que su actuación sea ilegítima (tiene el respaldo de la resolucion 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU).
De hecho, los presidentes Petro Porochenko, Francois Hollande, Vladimir pilinguin y la canciller alemana Angela Merkel se habían comprometido, en una declaración común anexa a la resolución, a hacer lo mismo. Si alguna de las potencias representadas por esos dirigentes hubiese intervenido antes, habría podido elegir otras formas de actuación… pero ninguna lo hizo.
El 24 de agosto de 2022, el presidente ucraniano hace su cuarta intervención por videoconferencia ante el Consejo de Seguridad de la ONU… a pesar de que el reglamento interno de ese órgano estipula que, fuera de los funcionarios de la ONU en misión, cualquier otro orador tiene que estar físicamente presente en la sala para hacer uso de la palabra ante el Consejo. El secretario general de la ONU y la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad han aceptado –en 4 ocasiones– esa violación del reglamento interno, rechazada por Rusia.
Si hubiese actuado de manera lógica, el secretario general de la ONU habría tenido que llamar al orden a los miembros del Consejo de Seguridad para que no condenaran la operación rusa, cuyo principio habían aceptado 7 años antes –cuando aprobaron la resolución 2202. Tendría que haberlos exhortado más bien a determinar las modalidades de la intervención. Pero no lo hizo sino que, por el contrario, saliéndose de su papel y poniéndose del lado del sistema unipolar, el secretario general acaba de impartir a todos los altos funcionarios de la ONU en teatros de operaciones una instrucción oral para que no se reúnan con diplomáticos rusos.
No es la primera vez que el secretario general de la ONU infringe los estatutos de las Naciones Unidas. Durante la guerra contra Siria, el secretario general de la ONU redactó unas 50 páginas sobre una renuncia del gobierno sirio, dando por sentado que habría que privar a los sirios de su soberanía popular y “desbaasificar” el país. Aquel texto del secretario general de la ONU nunca llegó a publicarse, pero nosotros lo analizamos con espanto en este sitio web.
En definitiva, el enviado especial del secretario general de la ONU en Damasco, Staffan de Mistura, se vio obligado a firmar una declaración donde reconocía que aquel texto carecía de valor legal. Pero la instrucción del secretariado general de la ONU que prohíbe a los funcionarios de Naciones Unidas participar en la reconstrucción de Siria [3] sigue estando en vigor. Es precisamente esa instrucción lo que mantiene paralizado el regreso de los refugiados sirios a su tierra natal, en contra de la voluntad no sólo de Siria sino también de Líbano, Jordania y Turquía.
Durante la guerra de Corea, Estados Unidos aprovechó la política soviética del escaño vacío para imponer su guerra bajo la bandera de la ONU (en aquella época la República Popular China no era miembro del Consejo de Seguridad). Hace 10 años, Estados Unidos utilizó el personal de la ONU para desarrollar una guerra total contra Siria. Actualmente, Estados Unidos va todavía más lejos haciéndola tomar posición contra un miembro permanente del Consejo de Seguridad.
Después de haberse convertido, en tiempos de Kofi Annan, en un ente al servicio de las tras*nacionales, la ONU de Ban Ki moon y de Antonio Guterres es simplemente un anexo del Departamento de Estado.
Rusia y China saben, como los demás Estados, que la ONU ya no cumple sus funciones. Al contrario, la ONU está agravando las tensiones y participa en guerras –al menos en Siria y en el Cuerno Africano. Ante ese nuevo contexto, Moscú y Pekín están desarrollando nuevas instituciones.
Rusia ya no dirige sus esfuerzos hacia las estructuras heredadas de la Unión Soviética, como la Comunidad de Estados Independientes (CEI) o la Comunidad Económica Euroasiática, ni siquiera hacia la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, tampoco hacia las heredadas de los tiempos de la guerra fría, como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). La Federación Rusa se concentra actualmente en lo que puede definir los contornos de un mundo multilateral.
En primer lugar, la Federación Rusa está poniendo de relieve las acciones económicas de los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), acciones que Rusia no reivindica como propias sino como esfuerzos comunes en los que participa. Trece Estados ya esperan unirse al BRICS, aunque ese grupo no se ha declarado abierto a adhesiones. A pesar de ello, el poder del BRICS ya es superior al del G7. La razón es muy simple, el BRICS actúa mientras que el G7 lleva años haciendo declaraciones sobre las grandes cosas que va a hacer, pero que no acaban de concretarse, mientras que sus dirigentes se dedican a criticar a quienes no están presentes para defenderse.
Lo más importante es que Rusia está estimulando una mayor apertura y una profunda tras*formación de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Hasta ahora, la OCS era sólo una estructura de contacto entre los países del Asia Central, alrededor de Rusia y China, creada en aras de contrarrestar y prevenir los desórdenes que los servicios secretos anglosajones trataban de fomentar en esa parte del mundo. Poco a poco esa estructura ha permitido que sus miembros se conozcan mejor entre sí y estos han extendido sus trabajos a otras cuestiones comunes. Además, la OCS se ha ampliado, concretamente con la adhesión de la India, Pakistán e Irán. De hecho, la OCS encarna actualmente los principios enunciados en Bandung, basados en la soberanía de los Estados y en la negociación, frente a los que propugna Occidente, basados en la conformidad con la ideología anglosajona.
La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) representa dos terceras partes de la población mundial –cuatro veces más habitantes que el G7 y la Unión Europea. Así que ahora es en el seno de la OCS donde se toman las decisiones internacionales realmente importantes.
(continúa en el siguiente post de abajo):
El conflicto en Ucrania, presentado en los medios como una agresión rusa, es de hecho la aplicación de la resolución 2202, adoptada el 17 de febrero de 2015 en el Consejo de Seguridad de la ONU. Francia y Alemania no cumplieron los compromisos que habían contraído en el Acuerdo Minsk II pero Rusia se preparó durante 7 años para hacerlo, lo cual significaba asumir este enfrentamiento. Y también previó con mucha antelación las sanciones occidentales, tanto que en sólo 2 meses ha sabido contrarrestarlas. Las sanciones de Occidente contra Rusia están dando al traste con la globalización estadounidense ya que desorganizan las economías occidentales al interrumpir las cadenas de aprovisionamiento, haciendo rebotar los dólares hacia Estados Unidos y desatando una inflación generalizada, además de provocar en Occidente una grave crisis energética. Estados Unidos y sus aliados se ven en la situación del “cazador cazado”, están cavando su propia tumba. Mientras tanto, los ingresos del Tesoro ruso han crecido en un 32% en sólo 6 meses.
Red Voltaire | París (Francia) | 30 de agosto de 2022
عربي Deutsch ελληνικά English français italiano Nederlands norsk Português русский
Los jefes de Estado y/o de gobierno presentes en el Acuerdo de Minsk II.
Durante los 7 últimos años, las potencias firmantes del Acuerdo Minsk II (Alemania, Francia, Ucrania y Rusia) tuvieron en sus manos la responsabilidad de garantizar la aplicación de los compromisos inscritos en ese documento, avalado y legalizado el 17 de febrero de 2015 por el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, a pesar de los discursos sobre la necesidad de proteger a los ciudadanos amenazados por su propio gobierno, ninguno de esos Estados actuó para garantizar la aplicación de lo pactado en Minsk II.
El 31 de enero de 2022, mientras se hablaba de una posible intervención militar rusa, el secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa ucraniano, Oleksiy Danilov, lanzaba un desafío a Alemania, Francia, Rusia y al propio Consejo de Seguridad de la ONU al declarar:
Siete años después de aquella firma, la cifra de ucranianos muertos a manos del gobierno de Kiev ya era de 12 000 personas (según Kiev) mientras que la Comisión Investigadora rusa contabilizaba más de 20 000 muertos.«El respeto de los acuerdos de Minsk significa la destrucción del país. Cuando se firmaron, bajo la amenaza armada de los rusos –y bajo la mirada de los alemanes y los franceses– ya estaba claro para todas las personas racionales que era imposible poner en aplicación esos documentos.» [1]
Sólo entonces, Moscú inició una «operación militar especial» contra los elementos ucranianos que se identifican a sí mismos como «nacionalistas integristas», mientras que el gobierno ruso los señala como «neonazis».
Desde el inicio de su operación especial, Moscú precisó que las tropas rusas se limitarían a socorrer a los pobladores del Donbass y a «desnazificar» Ucrania, no a ocuparla.
A pesar de esa clarificación sobre los objetivos rusos, las potencias occidentales acusaron a Rusia de tratar de tomar Kiev, de querer derrocar al presidente Volodimir Zelenski y de proponerse anexar Ucrania. Ya hoy es evidente que las fuerzas rusas no han hecho absolutamente nada de eso. Sólo después de que uno de los negociadores ucranianos, Denis Kireev, fue ejecutado por el SBU –el servicio de seguridad de Ucrania– y de que el presidente Zelenski suspendiera las negociaciones con Moscú, el presidente ruso Vladimir pilinguin anunció un endurecimiento de las exigencias rusas. Desde aquel momento, la Federación Rusa reclama la «Novorossia», o sea el sur de Ucrania –territorio históricamente ruso desde los tiempos de la zarina Catalina II (Catalina la Grande), con excepción de un periodo de 33 años.
Es importante entender que si Rusia esperó 7 años antes de tomar la iniciativa, no fue porque Moscú fuese insensible a la masacre contra los pobladores rusoparlantes del Donbass sino porque estaba preparándose para enfrentar la previsible respuesta occidental. Según la citación clásica del ministro de Exteriores del zar Alejandro II, el príncipe Alexander Gorchakov:
Esta operación policial ha sido calificada de «agresión» por las potencias occidentales. Subiendo de tono, se ha descrito a Rusia como una «dictadura» y su política exterior se tacha de «imperialismo». Parece que nadie ha leído el Acuerdo de Minsk II, a pesar de que ese documento recibió la validación del Consejo de Seguridad de la ONU. En una conversación telefónica entre el presidente pilinguin y el presidente de Francia Emmanuel Macron –conversación divulgada por los servicios de la presidencia francesa– el jefe de Estado francés expresa abiertamente su desinterés por la suerte de la población del Donbass, o sea su desprecio por el Acuerdo de Minsk II. «El Emperador está decidido a dedicar, preferentemente, sus esfuerzos al bienestar de sus súbditos y a concentrar, en el desarrollo de los recursos internos del país, una actividad que sólo iría más allá de las fronteras cuando los intereses positivos de Rusia así lo exijan absolutamente. A Rusia se le reprocha aislarse y guardar silencio ante hechos que no se corresponden con el derecho ni con la equidad. Rusia nos pone mala cara, dicen. Rusia no pone mala cara. Rusia se recoge.»
Ahora, los servicios secretos occidentales corren en auxilio de los «nacionalistas integristas» ucranianos (los «neonazis», según la terminología rusa) y, en vez de buscar una solución pacífica, lo que hacen es tratar de destruir la Federación Rusa desde adentro [2].
A la luz del Derecho Internacional, Moscú no hace otra cosa que aplicar la resolución que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó en 2015. Puede reprochársele lo brutal de sus medios, pero ciertamente no puede decirse que haya actuado con precipitación (después de una espera de 7 años) ni que su actuación sea ilegítima (tiene el respaldo de la resolucion 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU).
De hecho, los presidentes Petro Porochenko, Francois Hollande, Vladimir pilinguin y la canciller alemana Angela Merkel se habían comprometido, en una declaración común anexa a la resolución, a hacer lo mismo. Si alguna de las potencias representadas por esos dirigentes hubiese intervenido antes, habría podido elegir otras formas de actuación… pero ninguna lo hizo.
El 24 de agosto de 2022, el presidente ucraniano hace su cuarta intervención por videoconferencia ante el Consejo de Seguridad de la ONU… a pesar de que el reglamento interno de ese órgano estipula que, fuera de los funcionarios de la ONU en misión, cualquier otro orador tiene que estar físicamente presente en la sala para hacer uso de la palabra ante el Consejo. El secretario general de la ONU y la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad han aceptado –en 4 ocasiones– esa violación del reglamento interno, rechazada por Rusia.
Si hubiese actuado de manera lógica, el secretario general de la ONU habría tenido que llamar al orden a los miembros del Consejo de Seguridad para que no condenaran la operación rusa, cuyo principio habían aceptado 7 años antes –cuando aprobaron la resolución 2202. Tendría que haberlos exhortado más bien a determinar las modalidades de la intervención. Pero no lo hizo sino que, por el contrario, saliéndose de su papel y poniéndose del lado del sistema unipolar, el secretario general acaba de impartir a todos los altos funcionarios de la ONU en teatros de operaciones una instrucción oral para que no se reúnan con diplomáticos rusos.
No es la primera vez que el secretario general de la ONU infringe los estatutos de las Naciones Unidas. Durante la guerra contra Siria, el secretario general de la ONU redactó unas 50 páginas sobre una renuncia del gobierno sirio, dando por sentado que habría que privar a los sirios de su soberanía popular y “desbaasificar” el país. Aquel texto del secretario general de la ONU nunca llegó a publicarse, pero nosotros lo analizamos con espanto en este sitio web.
En definitiva, el enviado especial del secretario general de la ONU en Damasco, Staffan de Mistura, se vio obligado a firmar una declaración donde reconocía que aquel texto carecía de valor legal. Pero la instrucción del secretariado general de la ONU que prohíbe a los funcionarios de Naciones Unidas participar en la reconstrucción de Siria [3] sigue estando en vigor. Es precisamente esa instrucción lo que mantiene paralizado el regreso de los refugiados sirios a su tierra natal, en contra de la voluntad no sólo de Siria sino también de Líbano, Jordania y Turquía.
Durante la guerra de Corea, Estados Unidos aprovechó la política soviética del escaño vacío para imponer su guerra bajo la bandera de la ONU (en aquella época la República Popular China no era miembro del Consejo de Seguridad). Hace 10 años, Estados Unidos utilizó el personal de la ONU para desarrollar una guerra total contra Siria. Actualmente, Estados Unidos va todavía más lejos haciéndola tomar posición contra un miembro permanente del Consejo de Seguridad.
Después de haberse convertido, en tiempos de Kofi Annan, en un ente al servicio de las tras*nacionales, la ONU de Ban Ki moon y de Antonio Guterres es simplemente un anexo del Departamento de Estado.
Rusia y China saben, como los demás Estados, que la ONU ya no cumple sus funciones. Al contrario, la ONU está agravando las tensiones y participa en guerras –al menos en Siria y en el Cuerno Africano. Ante ese nuevo contexto, Moscú y Pekín están desarrollando nuevas instituciones.
Rusia ya no dirige sus esfuerzos hacia las estructuras heredadas de la Unión Soviética, como la Comunidad de Estados Independientes (CEI) o la Comunidad Económica Euroasiática, ni siquiera hacia la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, tampoco hacia las heredadas de los tiempos de la guerra fría, como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). La Federación Rusa se concentra actualmente en lo que puede definir los contornos de un mundo multilateral.
En primer lugar, la Federación Rusa está poniendo de relieve las acciones económicas de los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), acciones que Rusia no reivindica como propias sino como esfuerzos comunes en los que participa. Trece Estados ya esperan unirse al BRICS, aunque ese grupo no se ha declarado abierto a adhesiones. A pesar de ello, el poder del BRICS ya es superior al del G7. La razón es muy simple, el BRICS actúa mientras que el G7 lleva años haciendo declaraciones sobre las grandes cosas que va a hacer, pero que no acaban de concretarse, mientras que sus dirigentes se dedican a criticar a quienes no están presentes para defenderse.
Lo más importante es que Rusia está estimulando una mayor apertura y una profunda tras*formación de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Hasta ahora, la OCS era sólo una estructura de contacto entre los países del Asia Central, alrededor de Rusia y China, creada en aras de contrarrestar y prevenir los desórdenes que los servicios secretos anglosajones trataban de fomentar en esa parte del mundo. Poco a poco esa estructura ha permitido que sus miembros se conozcan mejor entre sí y estos han extendido sus trabajos a otras cuestiones comunes. Además, la OCS se ha ampliado, concretamente con la adhesión de la India, Pakistán e Irán. De hecho, la OCS encarna actualmente los principios enunciados en Bandung, basados en la soberanía de los Estados y en la negociación, frente a los que propugna Occidente, basados en la conformidad con la ideología anglosajona.
La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) representa dos terceras partes de la población mundial –cuatro veces más habitantes que el G7 y la Unión Europea. Así que ahora es en el seno de la OCS donde se toman las decisiones internacionales realmente importantes.
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