Arturo Bloqueduro
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El Brexit, desde el punto de vista de una española en Londres | GQ
El Brexit, desde el punto de vista de una española en Londres
En los últimos años, amigos y personas normales por igual me han preguntado en numerosas ocasiones que por qué me fui de España a Inglaterra. Algunos con genuina curiosidad, otros socarrones y despectivos, pero todos desatinados. Es imposible definir una respuesta a esa pregunta, y normalmente se me quedan mirando como si yo fuera un establecimiento de comida rápida y me hubieran pedido un menú mctopper y no entendieran por qué no se lo sirvo ya, rápido, caliente y barato.
Mis razones para emigrar
No existe una razón única, y las pocas que tengo van mutando con el paso del tiempo. En un principio era una aventura. Fui erasmus en el 99, cuando Europa molaba, y viví en Londres una de las mejores épocas de mi vida. Sí, era imposible conseguir pan decente, las aceitunas eran algo desconocido, y los padres tenían que traernos el aceite de oliva bueno en la maleta porque tampoco había manera de conseguirlo. Ya despuntaban las low cost (Go, te echamos de menos) y aquel chollo de que costara menos, literalmente, ir a Londres que visitar cualquier otra capital española era muy guay. Lo de que te permitieran estudiar en otra universidad sin tener que pagar matrícula tampoco estaba nada mal.
Llegó 2008, le vimos las orejas a ese invento que se marcaron entre todos llamado “La Crisis” con el que destrozaron de pleno a varios estratos sociales y un par de generaciones, y me vine a Londres. No sabía si para siempre pero al cabo de un tiempo tuve la sensación casi física de que la puerta se había cerrado y ya no podía volver. Estudié un máster gracias a la última remesa de Préstamos Universidad que dio el ICO, encontré trabajo, me casé y me quedé embarazada. Mi título, mi contrato, mi casa y mis hijos son de y están en Londres.
Cómo me veis desde España
Cuando vuelvo a España recibo comentarios de todo tipo. Hay gente que piensa que me regalan dinero cuando salgo a la calle, que tomo el té con la reina a las 5 cada día, que las casas nos las da el gobierno... Otros no alcanzan a entender que no tenga intención alguna de volver a mi país, y que no es sólo porque esté a gusto en Reino Unido. También es porque sé que en España no sería feliz.
Si intento aislar los motivos, sin duda son laborales. No es sólo que en Reino Unido dimitan ministros de empleo porque se han pasado del 8% de paro o porque consideran los recortes "indefendibles". No es sólo que la ética laboral sea por lo general mucho mejor. La proyección que puedes darle a tu carrera en un país con una mentalidad mucho más en paz con lo comercial no tiene nada que ver con lo que conocía en España: aquí se entiende que la gente pueda ser ambiciosa o que pueda exigir sus condiciones en el puesto de trabajo. Todo esto son lacras en el mercado laboral español actual. Que sí, que los contratos de cero horas ingleses son iguales o peores. Partamos de la base de que nadie es perfecto.
Aquí se entiende que la gente pueda ser ambiciosa o que pueda exigir sus condiciones en el puesto de trabajo
La nostalgia
Pero no todo son vino y rosas. Personalmente, es durísimo estar sin tu familia tan lejos. Criar a tus hijos sin sus abuelos. A efectos prácticos, los que seáis padres o tengáis niños cerca sabréis del infierno logístico del que estoy hablando. Y a efectos sentimentales, perderte de manera sistemática no sólo los momentos especiales, sino la cotidianidad de la gente que quieres es muy doloroso.
Ahora no es como antes, porque con Internet es muy fácil mantener el contacto con la gente que realmente te importa. Pero nunca va a ser lo mismo. Tus amigas expats o locals jamás conseguirán remplazar a tus amigas de toda la vida. Tus lugares queridos, tu idioma, tus costumbres, tus hábitos, todo lo que te define culturalmente en tus primeros años de repente no vale para nada.
Supervivencia
Y vivir en Londres en concreto es un auténtico ejercicio de supervivencia. Aquí no hay prestaciones por desempleo. Si me echan mañana, cosa que pueden hacer perfectamente con razones fundamentadas, no tengo ningún tipo de indemnización. Las pensiones las crearon en abril de 2014, pero las empresas sólo están obligadas a igualar el 1% de tu contribución: es decir, sarama espacial. Los nueve años que coticé en España los podré recuperar cuando me jubile, pero no he querido ni calcular el año, porque creo que me puedo desmayar y dudo mucho que el Sistema Solar siga existiendo para entonces.
Las dos bajas de maternidad que he tenido que coger han sido a costa de los ahorros familiares, pero durante ambas he cobrado el mínimo estipulado por el gobierno, es decir unas 450 libras al mes [algo menos de 600 euros]. Teniendo en cuenta que eso no es ni la tercera parte de lo que cualquier familia con hijos paga por un alquiler, no da ni para empezar. Y las madres no podemos volver a trabajar antes por el simple hecho de que las guarderías cuestan entre 1.000 y 1.500 libras al mes. No merece la pena, por lo cual muchas mujeres de mi edad dejan de trabajar durante años. Cuando los niños ya están en el colegio dichas madres han perdido tanta experiencia y son tan mayores que conseguir la reincorporación al mercado laboral es un milagro.
Pero no somos sólo los particulares. La policía metropolitana acaba de sacar un informe alertando al gobierno de que con los salarios de los policías urbanos es imposible vivir en Londres. Ni siquiera los servicios públicos se pueden permitir vivir aquí. El sueldo mínimo anual para poder llevar una existencia digna en la capital inglesa sube por minutos. Y si me preguntáis a mí, yo creo que ganando menos de seis cifras al año, las familias en esta ciudad están vendidas.
He perdido la cuenta ya de las veces que me han preguntado si soy la au pair de mis hijos
El problema de la sanidad
La sanidad es gratis, sí. Y es maravillosa, yo que he tenido que utilizarla infinidad de veces puedo decir que la NHS es la verdadera joya de la corona. Pero se la están cargando. Ahogándola con deudas, reduciendo presupuestos de servicios vitales, realizando obras gallardonianas que luego no sirven para lo que realmente importa. Uno de los argumentos del “No a Europa” es que los 300 millones de libras que se pagan a la UE volverían a canalizarse a la sanidad inglesa. Pero ni ésa es la solución, ni está ahí el problema.
Los créditos
Y prefiero no entrar en el tema del credit rating, ese invento demoníaco -que tan bien conocen en Estados Unidos- mediante el cual tienes que sacar una nota sobresaliente en un examen sobre tu solvencia y tu eligibilidad crediticia para poder hacer algo tan absurdo como solicitar una tarjeta de crédito o algo tan vital como adquirir una hipoteca. Basta con decir que las personas sin deudas son la oveja de color: cuanto más debas y más devuelvas mejor, ya que así demuestras tu capacidad de doblegarte al sistema. Sacarás una mejor nota y más posibilidades tendrás de que te concedan la gracia de dejarte comprarte una casa.
En fin, que llegas tú con tus ínfulas y tus másters creyéndote supereuropea y superblanca y te llevas el bofetón de darte cuenta de que eres viajero. He perdido la cuenta ya de las veces que me han preguntado si soy la au pair de mis hijos. Gente de todo tipo está convencida de que porque soy española y voy con niños por una zona residencial de Londres, lo más probable es que sea su cuidadora. Eres la machupicchu de su 'Aída'. No vales tanto. Eres menos.
No puedo votar en el referéndum
Una de las desventajas de estar-pero-no-ser es que no puedo votar en el referendum europeo. Como dice Elena Ferrante en The Guardian, no soy muy amiga de Europa últimamente, pero es verdad que unidos estamos mejor. Y no sólo eso: la salida de la Unión Europea validaría los argumentos de la derecha moderada y radical liderada por personajes tan maquiavélicos como Boris Johnson, cuya intención última es escorar a los Conservadores para ser el próximo cabeza de cartel cuando a Cameron le den boleto, o Nigel Farage, que no fue capaz siquiera de reunir los votos suficientes para ser diputado en las últimas elecciones.
El problema que de verdad importa
Ver en estos días las portadas de los periódicos copadas por el Brexit y el fútbol me parte el corazón porque ninguna de estas dos cosas son vitales ahora mismo. Lo realmente terrible ahora mismo es la pobreza. En este sistema estás a dos nóminas de quedarte sin casa. Y los que caen en la dinámica de vivir de los famosos benefits o prestaciones sociales van descendiendo peldaños sociales casi sin darse cuenta, y volver a subirlos, como muestra el último informe de Intermón-Oxfam, es prácticamente imposible.
Dudas que surgen
Reino Unido es una isla, y como tal tiene una economía muy particular, por su herencia histórica, por su idiosincrasia y por su identidad como capital del imperio europeo. Pero ellos no se consideran europeos. Hablan siempre de Europa como una entidad ajena, o sea que la ruptura emocional no sería tan dolorosa. Pero las preguntas prácticas son:
¿Saldría más caro ir por libre? El problema es que nadie lo sabe. Algunos profetas de medio pelo se suben a su speaker’s corner particular a advertirnos a todos que los impuestos se dispararían porque ya no podríamos depender de la berza europea.
¿Merecería la pena seguir viviendo aquí como viajero? Incluso UKIP [partido xenófobo] ha afirmado que los extranjeros que ya residieran aquí y tengan sus papeles en regla no tendrán problema alguno para quedarse, pero la realidad social a medio y largo plazo puede ser muy distinta.
¿Volvería a España si el jueves sale el no? No lo creo, pero nunca diré nunca.
El Brexit, desde el punto de vista de una española en Londres
En los últimos años, amigos y personas normales por igual me han preguntado en numerosas ocasiones que por qué me fui de España a Inglaterra. Algunos con genuina curiosidad, otros socarrones y despectivos, pero todos desatinados. Es imposible definir una respuesta a esa pregunta, y normalmente se me quedan mirando como si yo fuera un establecimiento de comida rápida y me hubieran pedido un menú mctopper y no entendieran por qué no se lo sirvo ya, rápido, caliente y barato.
Mis razones para emigrar
No existe una razón única, y las pocas que tengo van mutando con el paso del tiempo. En un principio era una aventura. Fui erasmus en el 99, cuando Europa molaba, y viví en Londres una de las mejores épocas de mi vida. Sí, era imposible conseguir pan decente, las aceitunas eran algo desconocido, y los padres tenían que traernos el aceite de oliva bueno en la maleta porque tampoco había manera de conseguirlo. Ya despuntaban las low cost (Go, te echamos de menos) y aquel chollo de que costara menos, literalmente, ir a Londres que visitar cualquier otra capital española era muy guay. Lo de que te permitieran estudiar en otra universidad sin tener que pagar matrícula tampoco estaba nada mal.
Llegó 2008, le vimos las orejas a ese invento que se marcaron entre todos llamado “La Crisis” con el que destrozaron de pleno a varios estratos sociales y un par de generaciones, y me vine a Londres. No sabía si para siempre pero al cabo de un tiempo tuve la sensación casi física de que la puerta se había cerrado y ya no podía volver. Estudié un máster gracias a la última remesa de Préstamos Universidad que dio el ICO, encontré trabajo, me casé y me quedé embarazada. Mi título, mi contrato, mi casa y mis hijos son de y están en Londres.
Cómo me veis desde España
Cuando vuelvo a España recibo comentarios de todo tipo. Hay gente que piensa que me regalan dinero cuando salgo a la calle, que tomo el té con la reina a las 5 cada día, que las casas nos las da el gobierno... Otros no alcanzan a entender que no tenga intención alguna de volver a mi país, y que no es sólo porque esté a gusto en Reino Unido. También es porque sé que en España no sería feliz.
Si intento aislar los motivos, sin duda son laborales. No es sólo que en Reino Unido dimitan ministros de empleo porque se han pasado del 8% de paro o porque consideran los recortes "indefendibles". No es sólo que la ética laboral sea por lo general mucho mejor. La proyección que puedes darle a tu carrera en un país con una mentalidad mucho más en paz con lo comercial no tiene nada que ver con lo que conocía en España: aquí se entiende que la gente pueda ser ambiciosa o que pueda exigir sus condiciones en el puesto de trabajo. Todo esto son lacras en el mercado laboral español actual. Que sí, que los contratos de cero horas ingleses son iguales o peores. Partamos de la base de que nadie es perfecto.
Aquí se entiende que la gente pueda ser ambiciosa o que pueda exigir sus condiciones en el puesto de trabajo
La nostalgia
Pero no todo son vino y rosas. Personalmente, es durísimo estar sin tu familia tan lejos. Criar a tus hijos sin sus abuelos. A efectos prácticos, los que seáis padres o tengáis niños cerca sabréis del infierno logístico del que estoy hablando. Y a efectos sentimentales, perderte de manera sistemática no sólo los momentos especiales, sino la cotidianidad de la gente que quieres es muy doloroso.
Ahora no es como antes, porque con Internet es muy fácil mantener el contacto con la gente que realmente te importa. Pero nunca va a ser lo mismo. Tus amigas expats o locals jamás conseguirán remplazar a tus amigas de toda la vida. Tus lugares queridos, tu idioma, tus costumbres, tus hábitos, todo lo que te define culturalmente en tus primeros años de repente no vale para nada.
Supervivencia
Y vivir en Londres en concreto es un auténtico ejercicio de supervivencia. Aquí no hay prestaciones por desempleo. Si me echan mañana, cosa que pueden hacer perfectamente con razones fundamentadas, no tengo ningún tipo de indemnización. Las pensiones las crearon en abril de 2014, pero las empresas sólo están obligadas a igualar el 1% de tu contribución: es decir, sarama espacial. Los nueve años que coticé en España los podré recuperar cuando me jubile, pero no he querido ni calcular el año, porque creo que me puedo desmayar y dudo mucho que el Sistema Solar siga existiendo para entonces.
Las dos bajas de maternidad que he tenido que coger han sido a costa de los ahorros familiares, pero durante ambas he cobrado el mínimo estipulado por el gobierno, es decir unas 450 libras al mes [algo menos de 600 euros]. Teniendo en cuenta que eso no es ni la tercera parte de lo que cualquier familia con hijos paga por un alquiler, no da ni para empezar. Y las madres no podemos volver a trabajar antes por el simple hecho de que las guarderías cuestan entre 1.000 y 1.500 libras al mes. No merece la pena, por lo cual muchas mujeres de mi edad dejan de trabajar durante años. Cuando los niños ya están en el colegio dichas madres han perdido tanta experiencia y son tan mayores que conseguir la reincorporación al mercado laboral es un milagro.
Pero no somos sólo los particulares. La policía metropolitana acaba de sacar un informe alertando al gobierno de que con los salarios de los policías urbanos es imposible vivir en Londres. Ni siquiera los servicios públicos se pueden permitir vivir aquí. El sueldo mínimo anual para poder llevar una existencia digna en la capital inglesa sube por minutos. Y si me preguntáis a mí, yo creo que ganando menos de seis cifras al año, las familias en esta ciudad están vendidas.
He perdido la cuenta ya de las veces que me han preguntado si soy la au pair de mis hijos
El problema de la sanidad
La sanidad es gratis, sí. Y es maravillosa, yo que he tenido que utilizarla infinidad de veces puedo decir que la NHS es la verdadera joya de la corona. Pero se la están cargando. Ahogándola con deudas, reduciendo presupuestos de servicios vitales, realizando obras gallardonianas que luego no sirven para lo que realmente importa. Uno de los argumentos del “No a Europa” es que los 300 millones de libras que se pagan a la UE volverían a canalizarse a la sanidad inglesa. Pero ni ésa es la solución, ni está ahí el problema.
Los créditos
Y prefiero no entrar en el tema del credit rating, ese invento demoníaco -que tan bien conocen en Estados Unidos- mediante el cual tienes que sacar una nota sobresaliente en un examen sobre tu solvencia y tu eligibilidad crediticia para poder hacer algo tan absurdo como solicitar una tarjeta de crédito o algo tan vital como adquirir una hipoteca. Basta con decir que las personas sin deudas son la oveja de color: cuanto más debas y más devuelvas mejor, ya que así demuestras tu capacidad de doblegarte al sistema. Sacarás una mejor nota y más posibilidades tendrás de que te concedan la gracia de dejarte comprarte una casa.
En fin, que llegas tú con tus ínfulas y tus másters creyéndote supereuropea y superblanca y te llevas el bofetón de darte cuenta de que eres viajero. He perdido la cuenta ya de las veces que me han preguntado si soy la au pair de mis hijos. Gente de todo tipo está convencida de que porque soy española y voy con niños por una zona residencial de Londres, lo más probable es que sea su cuidadora. Eres la machupicchu de su 'Aída'. No vales tanto. Eres menos.
No puedo votar en el referéndum
Una de las desventajas de estar-pero-no-ser es que no puedo votar en el referendum europeo. Como dice Elena Ferrante en The Guardian, no soy muy amiga de Europa últimamente, pero es verdad que unidos estamos mejor. Y no sólo eso: la salida de la Unión Europea validaría los argumentos de la derecha moderada y radical liderada por personajes tan maquiavélicos como Boris Johnson, cuya intención última es escorar a los Conservadores para ser el próximo cabeza de cartel cuando a Cameron le den boleto, o Nigel Farage, que no fue capaz siquiera de reunir los votos suficientes para ser diputado en las últimas elecciones.
El problema que de verdad importa
Ver en estos días las portadas de los periódicos copadas por el Brexit y el fútbol me parte el corazón porque ninguna de estas dos cosas son vitales ahora mismo. Lo realmente terrible ahora mismo es la pobreza. En este sistema estás a dos nóminas de quedarte sin casa. Y los que caen en la dinámica de vivir de los famosos benefits o prestaciones sociales van descendiendo peldaños sociales casi sin darse cuenta, y volver a subirlos, como muestra el último informe de Intermón-Oxfam, es prácticamente imposible.
Dudas que surgen
Reino Unido es una isla, y como tal tiene una economía muy particular, por su herencia histórica, por su idiosincrasia y por su identidad como capital del imperio europeo. Pero ellos no se consideran europeos. Hablan siempre de Europa como una entidad ajena, o sea que la ruptura emocional no sería tan dolorosa. Pero las preguntas prácticas son:
¿Saldría más caro ir por libre? El problema es que nadie lo sabe. Algunos profetas de medio pelo se suben a su speaker’s corner particular a advertirnos a todos que los impuestos se dispararían porque ya no podríamos depender de la berza europea.
¿Merecería la pena seguir viviendo aquí como viajero? Incluso UKIP [partido xenófobo] ha afirmado que los extranjeros que ya residieran aquí y tengan sus papeles en regla no tendrán problema alguno para quedarse, pero la realidad social a medio y largo plazo puede ser muy distinta.
¿Volvería a España si el jueves sale el no? No lo creo, pero nunca diré nunca.