El boom global de la vivienda rompe el sueño de millones de familias y pone en jaque a los gobiernos

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  • El precio de la vivienda ha subido mucho más que los salarios desde 1995
  • La vivienda empieza a ser una causa de la división política de la sociedad
  • La próxima gran revuelta podría estar propiciada por la falta de acceso a la vivienda
El fuerte alza de los precios de la vivienda está rompiendo el sueño de millones de familias: tener una vivienda en propiedad. Una de las particularidades de esta crisis ha sido, precisamente, que la vivienda no ha parado de subir en buena parte del mundo desarrollado, mientras que las familias se enfrentaban a una mayor incertidumbre laboral. Las consecuencias de este ‘sueño roto’ podrían terminar pagándolas los gobiernos en el poder que se enfrenta a un aumento de las críticas por la dificultad para acceder a una vivienda.


Es un fenómeno al que la esa época en el 2020 de la que yo le hablo ha dado alas, señalan desde la agencia Bloomberg. Y no se trata solo de compradores, los alquileres también se están disparando en muchas ciudades. El resultado es que el problema perenne de los costes de la vivienda se ha convertido en uno de aguda desigualdad en la vivienda, y toda una generación corre el riesgo de quedarse atrás.

“Estamos siendo testigos de cómo una pater de la sociedad está siendo excluida de partes de nuestra ciudad porque ya no pueden pagar los apartamentos”, comenta el alcalde de Berlín, Michael Mueller. “Ese es el caso en Londres, en París, en Roma y ahora, lamentablemente, cada vez más en Berlín”.
Esa exclusión está convirtiendo rápidamente a la vivienda en una nueva línea divisoria en la política, una con repercusiones impredecibles. El líder del sindicato alemán Ver.di explica que los alquileres hoy son el equivalente del precio del pan en el siglo XXI, el desencadenante histórico de la agitación social.

Ideas que no terminan de funcionar
Los políticos están promoviendo todo tipo de ideas para solventar el problema, desde topes a los alquileres hasta impuestos especiales a los propietarios, nacionalizar la propiedad privada o convertir oficinas vacías en viviendas. En ninguna parte hay evidencia de una solución fácil o sostenible.
En Corea del Sur, el partido del presidente Moon Jae-in sufrió una dolorosa derrota en las elecciones a la alcaldía de este año después de no hacer frente a un aumento del 90% en el precio medio de los pisos en Seúl desde que asumió el cargo en mayo de 2017.

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Por otro lado, China ha intensificado las restricciones sobre el sector inmobiliario este año y se especula con la creación de un impuesto a la propiedad. El coste de un apartamento en Shenzhen, la respuesta de China a Silicon Valley, equivalía a 43,5 veces el salario medio de un residente en julio, una disparidad que ayuda a explicar el impulso del presidente Xi Jinping por la “prosperidad común”.
En Canadá, el primer ministro Justin Trudeau ha prometido una prohibición de dos años a las compras de los inversores extranjeros si es reelegido para reducir la presión compradora.
La esa época en el 2020 de la que yo le hablo ha avivado la tendencia al alza del mercado inmobiliario mundial a nuevos récords en los últimos 18 meses. Una confluencia de factores explica esta tendencia: tipos de de interés ultrabajos, una escasez de construcción de viviendas, cambios en el gasto familiar y menos viviendas en venta. Aunque eso es una bendición para los propietarios existentes, a los posibles compradores les resulta cada vez más difícil entrar en el mundo de los propietarios.

Lo que estamos presenciando es “un evento importante que no debe ser ignorado”, asegura Don Layton, ex director ejecutivo del gigante hipotecario estadounidense Freddie Mac, en un comentario para el Centro Conjunto de Estudios de Vivienda de la Universidad de Harvard.
En EEUU, donde los precios nominales de las viviendas están más de un 30% por encima de sus picos anteriores a mediados de la década de 2000, las políticas gubernamentales destinadas a mejorar la asequibilidad y promover la propiedad de viviendas siguen estimulando los precios, dejando a los nuevos compradores a la deriva. En Europa y EEUU cada nueva generación sufre más para tener una vivienda en propiedad.
El resultado, tanto en EEUU como en otros lugares del mundo, es una brecha generacional cada vez mayor entre los baby boomers, que estadísticamente son más propensos a ser propietarios de una casa, y los millennials y la Generación Z, que están viendo cómo sus sueños de comprar una se esfuman.

La deuda inmobiliaria crece
La deuda inmobiliaria existente puede estar sembrando las semillas de la próxima crisis económica si los costes de los préstamos comienzan a aumentar. Niraj Shah de Bloomberg Economics ha recopilado un conjunto de países con mayor amenaza de una burbuja inmobiliaria y dice que los indicadores de riesgo son “advertencias intermitentes” con una intensidad no vista desde el período previo a la crisis financiera de 2008.
En la búsqueda de soluciones, los gobiernos deben tratar de evitar penalizar a los inquilinos o propietarios de viviendas. Es una tarea nada sencilla, puesto que encontrar la política adecuada que no interfiera en el mercado y que a la vez ayude a los inquilinos y los propietarios parece casi una misión imposible.
El Gobierno de Suecia colapsó en junio después de proponer cambios que buscan abandonar los controles tradicionales de los alquileres, para permitir que las fuerzas del mercado dictasen los precios. Aunque Suecia lleva años implementando controles de alquileres, su mercado tampoco funciona bien. Los suecos tienen que esperar incluso años para acceder a un alquiler de estas condiciones.
En Berlín, un tribunal anuló un intento de controlar los aumentos de alquiler. Los activistas han recogido suficientes firmas para forzar un referéndum sobre la expropiación de vivienda a grandes propietarios privados. La moción se someterá a votación el 26 de septiembre. El gobierno de la ciudad anunció el viernes que compraría cerca de 15.000 apartamentos de dos grandes propietarios corporativos por 2.460 millones de euros para expandir la oferta.
Anthony Breach, del grupo de expertos del Centro para las Ciudades, incluso ha defendido un vínculo entre la vivienda y la votación del Brexit en Reino Unido en 2016. La desigualdad en la vivienda, concluyó, está “alterando nuestra política”. Como muestran estas historias de todo el mundo, esa es una receta para la agitación.

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Darle sin freno a la impresora creando mares de liquidez es lo que tiene: crea burbujas. Y las burbujas tienen efectos desagradables para los que no están dentro.

La solución: crear inflación para intentar normalizar la situación ( en ello estamos)
Buena, más bien el problema es una legislación restrictiva a la creación de pisos por parte de los ayuntamientos y el estado (pisos menos altos, zonas verdes o protegidas, más normativa que encarece la construcción, más impuestos...)
Y todo eso sumado a la concentración de trabajo, capital y por tanto personas en las grandes urbes.

Solo han funcionado dos medidas. La de Viena, que es la construcción por parte pública de tropecientas viviendas, o la de Sidney, que es la liberalización total del suelo. Las dos se basan en construir más. Cualquier otra medida va a ser un fracaso y provocará el efecto contrario.
 
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