El Banco de España pide un plan con subidas de impuestos y ajustes de gasto para contener la deuda

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El Banco de España desvela su recetario de soluciones ante las debilidades de la economía española. El supervisor ha aconsejado este martes a las autoridades que elaboren un plan fiscal a medio plazo con medidas de ajuste para encauzar la elevada deuda —”la mayor en muchas décadas”— que dejará tras de sí la crisis sanitaria. El organismo comandado por Pablo Hernández de Cos propone subir los tipos reducidos del IVA y los impuestos especiales (con foco especial en los tributos ambientales, donde hay mucho margen de acción), así como revisar los agujeros en el impuesto de sociedades para recaudar más. También recomienda adoptar las propuestas de revisión de gasto público elaboradas por la Autoridad Fiscal (Airef) y reformar la Seguridad Social para garantizar la sostenibilidad del sistema público de pensiones, que ahora registra déficits elevados. “Se requiere un ambicioso programa de reconstrucción del margen fiscal plurianual que se enmarque dentro de una estrategia de crecimiento y de forma gradual”, dice el supervisor en su informe anual. “Incorporar las recomendaciones de la revisión del gasto público que está llevando a cabo la Airef y recalibrar la cesta de impuestos al objeto de hacerla más favorecedora del crecimiento”.

El contundente “gasten cuanto puedan” de la jefa del FMI, Kristalina Georgieva, se convierte en un más tímido “la retirada prematura de los estímulos aumentaría el riesgo de daños más duraderos”, en boca del gobernador Pablo Hernández de Cos. La línea es la misma, aunque en un tono notablemente más cauto: la austeridad expansiva, el oxímoron acuñado una década atrás, ha quedado relegado al cajón de los grandes desastres de la historia económica europea y la lección parece aprendida: todavía no es el momento de ejecutar recortes o subidas drásticas de impuestos. Aún no, pero ese día llegará y ya hay que ir definiendo (y enseñando a la Unión Europea y a los mercados de deuda) por dónde deben ir los tiros.

“Una vez afianzada la recuperación será necesario implementar un programa de consolidación fiscal para reconducir la dinámica de la ratio de deuda pública sobre PIB”, ha subrayado el director del servicio de estudios del organismo, Óscar Arce, en la presentación de un informe anual convertido en monográfico sobre las consecuencias económicas de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. “En ausencia de un esfuerzo fiscal”, la ratio se situará, “incluso en el mejor escenario”, por encima del 110% del PIB en 2030 tras alcanzar el 120% este año. Si, por el contrario, España se embarca en un “esfuerzo fiscal estructural” y cumple el Pacto de Estabilidad y Crecimiento europeo (déficit anual inferior al 3%), los pasivos públicos bajarían del 100% del PIB a una década vista, un nivel similar al anterior a la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.


pib-movil.jpg

Escenarios de deuda pública
sin ajuste fiscal
En porcentaje del PIB
140
Recuperación
gradual
120
Recuperación
temprana
100
Pre-el bichito
80
60
40
20
0
2016
2018
2020
2022
2024
2026
2028
2030
Previsión
Escenarios de recuperación
con supuestos alternativos
En porcentaje del PIB
140
Política
fiscal
neutral
120
Cumplimiento
PEC
100
Pacto de
Estabilidad y
Crecimiento
(PEC)
+ reformas
80
60
40
20
0
2016
2018
2020
2022
2024
2026
2028
2030
Previsión
Fuente: Banco de España, INE e IGAE.
EL PAÍS
“En este momento no caben dudas: la política fiscal tiene que actuar de forma contundente para salvar empleos y empresas, y evitar así enormes costes sociales y económicos a medio y largo plazo”, apunta Hernández de Cos. “Pero una vez superada la crisis, nos encontraremos con el mayor nivel de deuda pública en muchas décadas. Tendremos entonces que embarcarnos en reformas presupuestarias profundas que reduzcan el endeudamiento y den margen para afrontar posibles dificultades futuras”.

Ese esfuerzo futuro, escriben los economistas del organismo, sería “más eficiente” si fuera acompañado por reformas estructurales que eleven el crecimiento y hagan “menos costosa” la digestión de la deuda. El programa de reconducción de la senda fiscal de largo plazo, zanja Arce, “debe ser gradual y ser comunicado con claridad y prontitud tanto a los socios europeos como a los mercados de capitales. Todo lo que sea ganar confianza y recuperación en los mercados de capitales es bueno: que se entienda que después de este esfuerzo temporal hay planes de volver a niveles más bajos de deuda sobre PIB”.



El gobernador del Banco de España. En vídeo, Hernández de Cos actualiza las previsiones. FOTO: EFE / VÍDEO: EUROPA PRESS
Los técnicos del Banco de España atisban un ajuste fiscal “importante” para España. “Nos va a llevar a tocar varias palancas, con un mix de impuestos y gastos lo menos perjudicial posible para el crecimiento económico”, desliza el jefe de estudios del Banco, que ve margen en dos ámbitos: elevar los tipos de IVA reducidos y superreducidos, y elevar los gravámenes ambientales. “Pero en ningún momento estamos hablando de subir estos impuestos ahora mismo: toca mantener el impulso fiscal y solo una vez que esa recuperación esté bien asentada, llevar a cabo ese proceso”, enfatiza. “Es absolutamente factible devolver la deuda pública a niveles más manejables”.

¿Cuándo debe producirse el ajuste? “No hemos hecho el ejercicio sobre el timing preciso. Hay que tocar muchas cosas. Cuándo y cómo hacerlo va a depender de muchos factores difíciles de anticipar en este momento”, remarca Arce. Sobre la posibilidad de acudir al Mede, el mecanismo europeo de rescate, el director general de Economía y Estadística del Banco de España no tiene dudas: “Si las condiciones que ofrece son mejores que las de mercado, sin duda iría. En ocasiones se comete el error de estigmatizar el acceso a los recursos europeos: es el momento de desinflar esa esquizofrenia y si los números salen, ahí está el Mede. Igual que el BCE. Desde un punto de vista económico, son argumentos que no son sensatos”. El jefe de estudios del Banco de España también llama a cerrar “cuanto antes” el enorme plan europeo de inversión para la reactivación económica.

La sacudida económica derivada de la crisis sanitaria será tras*itoria, no estructural, y la recuperación llegará en la segunda mitad de este mismo año. 2021 será un ejercicio de crecimiento “a tasas relativamente elevadas” —aunque a años luz del desplome del PIB en 2020, que será de doble dígito— y el rebote debería continuar en años sucesivos, pero el regreso a los niveles de actividad previos al cobi19 no se producirá hasta, como pronto, finales de 2022. “Sobre la dirección de la recuperación no hay dudas, sobre la intensidad sí: aún no tenemos información fidedigna como para ir mucho más allá con cifras. Serán muy importantes los datos sobre reactivación de los ERTE”, completa Arce. La vuelta a la vida irá por barrios: los sectores más golpeados (tras*porte, turismo, hostelería, servicios en general) serán también los que más les costará regresar a los niveles previos al desplome. Y eso ensanchará la brecha de la desigualdad, con las mujeres y los menores de 35 años como grandes damnificados en un mercado laboral en el que el Banco de España llama a cerrar la histórica dualidad entre contratos fijos y temporales, incentivar los mecanismos de flexibilidad interna en las empresas y poner en marcha la ya famosa mochila austriaca (una cuenta personal del trabajador en la que la empresa abonaría una parte del despido por adelantado).

El fantasma de la jovenlandesesidad bancaria
Toda caída del PIB tiene un efecto directo sobre la jovenlandesesidad de hipotecas y créditos. Los cálculos del Banco de España apuntan a que, por cada descenso de un punto porcentual en el PIB español los impagos crecen un 0,7%, “aunque no se puede descartar un posible efecto no lineal, que diera lugar a un mayor aumento de los impagos”. Pero también a un “ajuste mucho más rápido que en anteriores crisis” dado el rebote previsto para 2021, los programas de avales y apoyo a la renta de hogares y empresas, y la acción del BCE —más ágil que una década atrás: otra lección aprendida—. Con todo, el supervisor cree que este revés para la banca forzará a las entidades a “mejorar su eficiencia y reducir costes: a medio plazo, una vez que la recuperación esté perfectamente asentada, será el momento de pensar de nuevo en la construcción de nuevos colchones de capital. “Su posición de partida es más sólida, pero debemos estar vigilantes”.

La jovenlandesesidad ha mejorado notablemente en el último lustro, pero incluso antes de que llegase el cobi19 seguía por encima del nivel previo a la crisis financiera. “La exposición de la banca a los sectores que lo van a pasar peor en esta crisis es más elevada que en 2008″, cierra Arce. “Va a ser crucial el ritmo de recuperación de la economía. Hay que evitar que esta crisis, que en origen no es financiera, acabe siéndolo: la experiencia histórica dice que estas acaban siendo más profundas y más prolongadas”. En plata: lo inmediato será evitar un arreón financiero que complique aún más las cosas; lo siguiente, aumentar la recaudación fiscal para que la deuda pública sea sostenible a medio y largo plazo.

El Banco de España pide un plan con subidas de impuestos y ajustes de gasto para contener la deuda
 
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Las élites “extractivas”› 2/2
Tribuna | Una teoría de la clase política española

Termino aquí la parte descriptiva de este artículo en la que he resumido unos pocos “hechos estilizados” que considero representativos del comportamiento colectivo, no necesariamente individual, y esto es importante recordarlo, de los políticos españoles. Paso ahora a formular una teoría de la clase política española como grupo de interés.

El enunciado de la teoría es muy simple. La clase política española no sólo se ha constituido en un grupo de interés particular, como los controladores aéreos, por poner un ejemplo, sino que ha dado un paso más, consolidándose como una élite extractiva, en el sentido que dan a este término Acemoglu y Robinson en su reciente y ya célebre libro Por qué fracasan las naciones. Una élite extractiva se caracteriza por:

"Tener un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población en beneficio propio".

"Tener el poder suficiente para impedir un sistema institucional inclusivo, es decir, un sistema que distribuya el poder político y económico de manera amplia, que respete el Estado de derecho y las reglas del mercado libre. Dicho de otro modo, tener el poder suficiente para condicionar el funcionamiento de una sociedad abierta -en el sentido de Popper- u optimista -en el sentido de Deutsch".

"Abominar la 'destrucción creativa', que caracteriza al capitalismo más dinámico. En palabras de Schumpeter "la destrucción creativa es la revolución incesante de la estructura económica desde dentro, continuamente destruyendo lo antiguo y creando lo nuevo". Este proceso de destrucción creativa es el rasgo esencial del capitalismo.”Una élite extractiva abomina, además, cualquier proceso innovador lo suficientemente amplio como para acabar creando nuevos núcleos de poder económico, social o político".

Con la navaja de Occam en la mano, si esta sencilla teoría tiene poder explicativo, será imbatible. ¿Qué tiene que decir sobre las cuatro preguntas que se le han planteado al principio del artículo? Veamos:
  1. La clase política española, como élite extractiva, no puede tener un diagnóstico razonable de la crisis. Han sido sus mecanismos de captura de rentas los que la han provocado y eso, claro está, no lo pueden decir. Cierto, hay una crisis económica y financiera global, pero eso no explica seis millones de parados, un sistema financiero parcialmente quebrado y un sector público que no puede hacer frente a sus compromisos de pago. La clase política española tiene que defender, como está haciendo de manera unánime, que la crisis es un acto de Dios, algo que viene de fuera, imprevisible por naturaleza y ante lo cual sólo cabe la resignación.
  2. La clase política española, como élite extractiva, no puede tener otra estrategia de salida de la crisis distinta a la de esperar que escampe la tormenta. Cualquier plan a largo plazo, para ser creíble, tiene que incluir el desmantelamiento, por lo menos en parte, de los mecanismos de captura de rentas de los que se beneficia. Y eso, por supuesto, no se plantea.
  3. ¿Pidieron perdón los controladores aéreos por sus desmanes? No, porque consideran que defendían su interés particular. ¿Alguien ha oído alguna disculpa de algún político por la situación en la que está España? No, ni la oirá, por la misma razón que los controladores. ¿Cómo es que, como medida ejemplarizante, no se ha planteado en serio la abolición del Senado, de las diputaciones, la reducción del número de ayuntamientos…? Pues porque, caídas las Cajas de Ahorro -y ante las dificultades presentes para generar nuevas burbujas- la defensa de las rentas capturadas restantes se lleva a ultranza.
  4. Tal y como establece la teoría de las élites extractivas, los partidos políticos españoles comparten un gran desprecio por la educación, una fuerte animadversión por la innovación y el emprendimiento y una hostilidad total hacia la ciencia y la investigación. De la educación sólo parece interesarles el adoctrinamiento: las estridentes peleas sobre la Educación para la Ciudadanía contrastan con el silencio espeso que envuelve las cuestiones verdaderamente relevantes como, por ejemplo, el elevadísimo fracaso escolar o los lamentables resultados en los informes PISA. La innovación y el emprendimiento languidecen en el marco de regulaciones disuasorias y fiscalidades punitivas sin que ningún partido se tome en serio la necesidad de cambiarlas. Y el gasto en investigación científica, concebido como suntuario de manera casi unánime, se ha recortado con especial saña sin que ni un solo político relevante haya protestado por un disparate que compromete más que ningún otro el futuro de los españoles.
La teoría de las élites extractivas, por lo visto hasta aquí, parece dar sentido a bastantes rasgos llamativos del comportamiento de la clase política española. Veamos qué nos dice sobre el futuro.
La crisis ha acentuado el conflicto entre el interés particular de la clase política española y el interés general de España. Las reformas necesarias para permanecer en el euro chocan frontalmente con los mecanismos de captura de rentas que sostienen dicho interés particular. Por una parte, la estabilidad presupuestaria va a requerir una reducción estructural del gasto de las Administraciones públicas superior a los 50 millardos de euros, un 5% del PIB. Esto no puede conseguirse con más recortes coyunturales: hacen falta reformas en profundidad que, de momento, están inéditas. Se tiene que reducir drásticamente el sector público empresarial, esa zona gris entre la Administración y el sector privado, que, con sus muchos miles de empresas, organismos y fundaciones, constituye una de las principales fuentes de rentas capturadas por la clase política. Por otra parte, para volver a crecer, la economía española tiene que ganar competitividad. Para eso hacen falta muchas más reformas para abrir más sectores a la competencia, especialmente en el mencionado sector público empresarial y en sectores regulados. Esto debería hacer más difícil seguir creando burbujas en la economía española.

La infinita desgana con la que nuestra clase política está abordando el proceso reformista ilustra bien que, colectivamente al menos, barrunta las consecuencias que las reformas pueden tener sobre su interés particular. La única reforma llevada a término por iniciativa propia, la del mercado de trabajo, no afecta directamente a los mecanismos de captura de rentas. Las que sí lo hacen, exigidas por la UE como, por ejemplo, la consolidación fiscal, no se han aplicado. Deliberadamente, el Gobierno confunde reformas con recortes y subidas de impuestos y ofrece los segundos en vez de las primeras, con la esperanza de que la tempestad amaine por sí misma y, al final, no haya que cambiar nada esencial. Como eso no va a ocurrir, en algún momento la clase política española se tendrá que plantear el dilema de aplicar las reformas en serio o abandonar el euro. Y esto, creo yo, ocurrirá más pronto que tarde.

La teoría de las élites extractivas predice que el interés particular tenderá a prevalecer sobre el interés general. Yo veo probable que en los dos partidos mayoritarios españoles crezca muy deprisa el sentimiento “pro peseta”. De hecho, ya hay en ambos partidos cabezas de fila visibles de esta corriente. La confusión inducida entre recortes y reformas tiene la consecuencia perversa de que la población no percibe las ventajas a largo plazo de las reformas y sí experimenta el dolor a corto plazo de los recortes que, invariablemente, se presentan como una imposición extranjera. De este modo se crea el caldo de cultivo necesario para, cuando las circunstancias sean propicias, presentar una salida del euro como una defensa de la soberanía nacional ante la agresión exterior que impone recortes insufribles al Estado de bienestar. También, por poner un ejemplo, los controladores aéreos presentaban la defensa de su interés particular como una defensa de la seguridad del tráfico aéreo. La situación actual recuerda mucho a lo ocurrido hace casi dos siglos cuando, en 1814, Fernando VII – El Deseado- aplastó la posibilidad de modernización de España surgida de la Constitución de 1812 mientras el pueblo español le jaleaba al grito de ¡vivan las “caenas”! Por supuesto que al Deseado actual –llámese Mariano, Alfredo u otra cosa- habría que jalearle incorporando la vigente sensibilidad autonómica, utilizando gritos del tipo ¡viva Gürtel! ¡vivan los ERE de Andalucía! ¡visca el Palau de la Música Catalana! Pero, en cualquier caso, las diferencias serían más de forma que de fondo.

Una salida del euro, tanto si es por iniciativa propia como si es porque los países del norte se hartan de convivir con los del sur, sería desastrosa para España. Implicaría, como acertadamente señalaron Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos en EL PAÍS el pasado mes de junio, no sólo una vuelta a la España de los 50 en lo económico, sino un retorno al caciquismo y a la corrupción en lo político y en lo social que llevaría a fechas muy anteriores y que superaría con mucho a la situación actual, que ya es muy mala. El calamar vampiro, reducido a chipirón, sería cabeza de ratón en vez de cola de león, pero eso nuestra clase política lo ve como un mal menor frente a la alternativa del harakiri que suponen las reformas. Los liberales, como en 1814, serían masacrados –de hecho, en los dos partidos mayoritarios, ya se observan movimientos en esa dirección.

El peligro de que todo esto acabe ocurriendo en un plazo relativamente corto es, en mi opinión, muy significativo. ¿Se puede hacer algo por evitarlo? Lamentablemente, no mucho, aparte de seguir publicando artículos como éste. Como muestran todos los sondeos, el desprestigio de la clase política española es inmenso, pero no tiene alternativa a corto plazo. A más largo plazo, como explico a continuación, sí la tiene.
La clase política española, como hemos visto en este artículo, es producto de varios factores entre los que destaca el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas confeccionadas por las cúpulas de los partidos políticos. Este sistema da un poder inmenso a los dirigentes de los partidos y ha acabado produciendo una clase política disfuncional. No existe un sistema electoral perfecto -todos tienen ventajas e inconvenientes- pero, por todo lo expuesto hasta aquí, en España se tendría que cambiar de sistema con el objetivo de conseguir una clase política más funcional. Los sistemas mayoritarios producen cargos electos que responden ante sus electores, en vez de hacerlo de manera exclusiva ante sus dirigentes partidarios. Como consecuencia, las cúpulas de los partidos tienen menos poder que las que surgen de un sistema proporcional y la representatividad que dan de las urnas está menos mediatizada. Hasta aquí todo son ventajas. También hay inconvenientes. Un sistema proporcional acaba dando escaños a partidos minoritarios que podrían no obtener ninguno con un sistema mayoritario. Esto perjudicaría a partidos minoritarios de base estatal, pero beneficiaría a partidos minoritarios de base regional. En cualquier caso, el rasgo relevante de un sistema mayoritario es que el electorado tiene poder de decisión no solo sobre los partidos sino también sobre las personas que salen elegidas y eso, en España, es ahora una necesidad perentoria que compensa con creces los inconvenientes que el sistema pueda tener.

Un sistema mayoritario no es bálsamo de Fierabrás que cure al instante cualquier herida. Pero es muy probable que generase una clase política diferente, más adecuada a las necesidades de España. En Italia es inminente una propuesta de ley para cambiar el actual sistema proporcional por uno mayoritario corregido: dos tercios de los escaños se votarían en colegios uninominales y el tercio restante en listas cerradas en las que los escaños se distribuirían proporcionalmente a los votos obtenidos. Parece ser que el Gobierno “técnico” de Monti ha llegado a conclusiones similares a las que defiendo yo aquí: sin cambiar a una clase política disfuncional no puede abordarse un programa reformista ambicioso. Y es que, como le oí decir una vez a Carlos Solchaga, un “técnico” es un político que, además, sabe de algo. ¿Para cuándo una reforma electoral en España? ¿Habrá que esperar a que lleguen los “técnicos”?
 
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