Vegeta con mostacho
Cuñado nija
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- 18 Oct 2024
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Es un mensaje claro. Por un lado tenemos a Vinicius, de largo el jugador más desequilibrante del mundo, y por el otro tenemos a Rodri, un jugadorcillo mediocre.
La diferencia entre uno y otro es que el brasileño es activista, valiente, dice lo que piensa y no tiembla a la hora de desafiar al stablishment. Lo de decir que no se le debía dar el mundial a España fue un golpe brutal que aún escuece entre la casta política y empresarial de este país corrupto. La imagen de Almeida lloriqueando y diciendo que Vinicius debería centrarse sólo en jugar al fútbol es para guardarla en la hemeroteca de por vida.
Rodri, en cambio, representa aquello en lo que se ha convertido al pueblo español. "Educado", "cortés", "con buenos modales"... dice la prensa comprada (incluso la madridista). Sumiso, dócil, callado, que nunca se mete en asuntos de alto calibre. Por eso le dan el Balón de Oro a él. Rodri es el típico estudiante mediocre pero pelota al que le ponen mejores notas que al estudiante inteligente pero que se atreve a hablar sin levantar la mano primero, y, encima, para decir cosas que incomodan a la seño. A esa clase de estudiantes hay que castigarles para que aprendan cuál es su lugar dentro del sistema. Eso le han hecho a Vinicius.
La cuestión aquí no es si Vinicius tiene o no razón en sus críticas contra el racismo que, según él, impera en nuestra sociedad. La cuestión es que Vinicius no se conforma con ser un simple futbolista. Él es como es, y no se deja coartar por árbitros comprados ni por instituciones mercantilistas.
Esto se ve también en su forma de jugar. Su manera de ver el fútbol es igual que su forma de ver la vida. Busca divertirse y ser él mismo a toda costa. Esa es la forma brasileña de ser y de vivir. Juega en un equipo, pero no por ello está dispuesto a renunciar a su identidad como persona ni como futbolista. Todo lo opuesto al fútbol "de equipo", calculador y aburrido de la Selección Española. Vinicius, como el Real Madrid, busca ganar mediante arreones de rabia y de gallardía. Ese es el fútbol puramente masculino, el cual, por supuesto, no gusta en este sistema ginocéntrico.
Vinicius es el jugador más sancionado de la Liga Española, cosa realmente sorprendente teniendo en cuenta que es delantero y que no es, ni de lejos, uno de los jugadores que más faltas hacen. Le sancionan por ser natural y por divertirse a costa de los rivales que tienen menos talento que él. Le sancionan y le roban el Balón de Oro.
Pero no importa, porque el sábado Vinicius volverá a jugar, esta vez en Mestalla, el estadio en el que más problemas le han dado. Y, pese a todo, Vinicius volverá a ser él mismo en un país en el que no está bien visto ser uno mismo.
¡Baila, Vinicius! ¡Sigue bailando!
La diferencia entre uno y otro es que el brasileño es activista, valiente, dice lo que piensa y no tiembla a la hora de desafiar al stablishment. Lo de decir que no se le debía dar el mundial a España fue un golpe brutal que aún escuece entre la casta política y empresarial de este país corrupto. La imagen de Almeida lloriqueando y diciendo que Vinicius debería centrarse sólo en jugar al fútbol es para guardarla en la hemeroteca de por vida.
Rodri, en cambio, representa aquello en lo que se ha convertido al pueblo español. "Educado", "cortés", "con buenos modales"... dice la prensa comprada (incluso la madridista). Sumiso, dócil, callado, que nunca se mete en asuntos de alto calibre. Por eso le dan el Balón de Oro a él. Rodri es el típico estudiante mediocre pero pelota al que le ponen mejores notas que al estudiante inteligente pero que se atreve a hablar sin levantar la mano primero, y, encima, para decir cosas que incomodan a la seño. A esa clase de estudiantes hay que castigarles para que aprendan cuál es su lugar dentro del sistema. Eso le han hecho a Vinicius.
La cuestión aquí no es si Vinicius tiene o no razón en sus críticas contra el racismo que, según él, impera en nuestra sociedad. La cuestión es que Vinicius no se conforma con ser un simple futbolista. Él es como es, y no se deja coartar por árbitros comprados ni por instituciones mercantilistas.
Esto se ve también en su forma de jugar. Su manera de ver el fútbol es igual que su forma de ver la vida. Busca divertirse y ser él mismo a toda costa. Esa es la forma brasileña de ser y de vivir. Juega en un equipo, pero no por ello está dispuesto a renunciar a su identidad como persona ni como futbolista. Todo lo opuesto al fútbol "de equipo", calculador y aburrido de la Selección Española. Vinicius, como el Real Madrid, busca ganar mediante arreones de rabia y de gallardía. Ese es el fútbol puramente masculino, el cual, por supuesto, no gusta en este sistema ginocéntrico.
Vinicius es el jugador más sancionado de la Liga Española, cosa realmente sorprendente teniendo en cuenta que es delantero y que no es, ni de lejos, uno de los jugadores que más faltas hacen. Le sancionan por ser natural y por divertirse a costa de los rivales que tienen menos talento que él. Le sancionan y le roban el Balón de Oro.
Pero no importa, porque el sábado Vinicius volverá a jugar, esta vez en Mestalla, el estadio en el que más problemas le han dado. Y, pese a todo, Vinicius volverá a ser él mismo en un país en el que no está bien visto ser uno mismo.
¡Baila, Vinicius! ¡Sigue bailando!
