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Madmaxista
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Las vasconas eran las concubinas favoritas de los motetes cuando eran poderosos y exigían cachopíns blancos a los reinos cristianos para que no les atacasen.
De todos los reinos cristianos se ve que las vascas eran las que más les gustaban.
Muchas dieron a luz a califas importantes
Y lo más huevonudo es que este artículo lo escribe una mujer, seguramente feminista, y lo cuenta casi como si fuese un mérito el que un jovenlandés te preñe.
Las vasconas que engendraron emires y califas andalusíes
La España medieval se caracteriza por la mezcla de culturas: hay quien habla de coexistencia –no tanto de convivencia- entre judíos, fiel a la religión del amores y cristianos, cuyo primer núcleo de resistencia contra el Islam sería Covadonga (722)[1], donde habitantes del norte demostraron su arrojo como hicieron siglos antes al enfrentarse a Roma.
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Desde que los fiel a la religión del amores vencieron en Guadalete (711) recurrieron a pactos económicos y dinásticos con la aristocracia visigoda, convirtiéndose las mujeres peninsulares en moneda de cambio, según la leyenda del Tributo de las Cien Doncellas, instaurado por Mauregato (783-789). Anualmente enviaba cien vírgenes a Abderramán I en gratitud por la ayuda brindada para ocupar el trono asturiano, destinándolas al servicio, esclavitud o al harén del emir cordobés.
Las vasconas que engendraron emires y califas andalusíes
Aparte de este censurable tributo, los gobernantes andalusíes hicieron cautivos a los herederos de los recién creados reinos cristianos, a quienes se trató de acuerdo a su alcurnia. Fortún (quien sería el tercer monarca de Pamplona), fue retenido unos veinte años en Córdoba junto a su hija Onneca,[2] apodada Durr (Perla en árabe), que se unió al emir Abdalá I -hijo a su vez de la vascona Ushar-. Con él tuvo dos hijas y un hijo (Mohamed), progenitor del célebre Abderramán III, quien fue criado por su abuelo Abdalá al quedar huérfano al poco de nacer. Se convirtió en emir en 912 y se intituló califa (“príncipe de los creyentes”) en 929, evidenciando la debilidad del Califato de Oriente al concentrar en su persona el poder político y el religioso
Este primer califa andalusí era pelirrojo, de piel muy blanca y ojos azules, por lo que justificar el parentesco de los Omeyas con Mahoma no fue tarea fácil. Como relató Ibn Hazam en El Collar de la Paloma (1030), Abderramán III oscurecía con alheña su cabello, pero no podía disfrazar el tonalidad cielo de sus pupilas. Y es que su progenitora, una concubina cristiana denominada Muzna o Muzayna (Lluvia o Nube), procedía de los reinos septentrionales, al igual que su abuela Onneca y su bisabuela Ushar.
Durante varias generaciones fueron mujeres del norte peninsular –de posiciones sociales diversas- las que engendraron a los futuros emires o califas, adquiriendo el rango de “progenitora de infante” (umm walad). Aparte de las ya mencionadas, destaca Maryam, una esclava de origen cristiano que logró que el mayor de los cinco hijos habidos con el califa pelirrojo fuera el sucesor.[4] Alhakén II subió al poder con 46 años (en 961) y sin descendencia, pues prefería cultivar el conocimiento y relacionarse con efebos a yacer con mujeres, consideradas dañinas por su padre
De grandes ojos neցros y con el pelo rubio rojizo (Ibn Idari, La Historia de los Reyes de al-Ándalus y de jovenlandia, 1306), el segundo califa Omeya tuvo un hijo con la concubina esclava Subh (Aurora la Vascona), tras un año gobernando. En agradecimiento, le regaló el Bote de Alhakén II o de Zamora (964), recipiente de marfil con la siguiente inscripción:
¿Cómo consiguió la Vascona conquistar a un califa poco interesado en las mujeres? Las féminas de elevado rango social y también las esclavas -por paradójico que resulte-, tuvieron acceso a la cultura, por lo que Subh sabía de derecho o astronomía, recitaba poemas y brillaba por sus dotes musicales (era una esclava cantora: gawari), lo que pudo atraer a Alhakén II. El hecho de vestir como un efebo, siguiendo la moda de las mujeres poderosas de Bagdad, también le abriría las puertas del lecho del califa, que le dio el nombre masculino de Yafar.
Como sayyida al-qubra (princesa grande) y, con el tiempo, sayyida al-walida (sultana progenitora), Subh fue regente de su hijo Hisham, de apenas 11 años cuando se alzó con el título califal. Almanzor, general de origen yemení que pudo ser su amante, se encargó de las cuestiones militares mientras ella atendía los asuntos de la corte. [6] Pero el dictador amirí –como también se conoce al ambicioso caudillo- terminó por desplazarla y usurpó el poder de un califa al que consideraba incapaz, motivando la ira de la Vascona, que conspiró contra él sin éxito
En definitiva, el papel desempeñado por estas féminas del norte en la corte andalusí fue fundamental para la historia de la España fiel a la religión del amora, pues cinco generaciones de gobernantes (desde el bisabuelo hasta el nieto de Abderramán III) nacieron de mujeres vasconas.[7] Algunas habían sido cedidas como mercancía, otras formaban parte de alianzas matrimoniales, sin olvidar a aquellas con condición de rehenes o esclavas.
Lo que está claro es que hubo cinco mujeres de origen septentrional, concretamente vasconas, a las que se les concedió el título de umm walad y, posteriormente, el de sultana o reina progenitora, las cuales lucharon por los derechos de sus vástagos y, en consecuencia, los suyos propios.[8]
Autora: Blanca Navarro Gavilán
De todos los reinos cristianos se ve que las vascas eran las que más les gustaban.
Muchas dieron a luz a califas importantes
Y lo más huevonudo es que este artículo lo escribe una mujer, seguramente feminista, y lo cuenta casi como si fuese un mérito el que un jovenlandés te preñe.
Las vasconas que engendraron emires y califas andalusíes - Revista de Historia
Durante generaciones fueron mujeres del norte peninsular las que engendraron a los futuros emires o califas con el rango de “progenitora de infante” (umm walad)
revistadehistoria.es
Las vasconas que engendraron emires y califas andalusíes
La España medieval se caracteriza por la mezcla de culturas: hay quien habla de coexistencia –no tanto de convivencia- entre judíos, fiel a la religión del amores y cristianos, cuyo primer núcleo de resistencia contra el Islam sería Covadonga (722)[1], donde habitantes del norte demostraron su arrojo como hicieron siglos antes al enfrentarse a Roma.
Si quieres leer el artículo mas tarde, guárdatelo en PDF y léelo cuando te plazca: Descárgalo Aquí
Desde que los fiel a la religión del amores vencieron en Guadalete (711) recurrieron a pactos económicos y dinásticos con la aristocracia visigoda, convirtiéndose las mujeres peninsulares en moneda de cambio, según la leyenda del Tributo de las Cien Doncellas, instaurado por Mauregato (783-789). Anualmente enviaba cien vírgenes a Abderramán I en gratitud por la ayuda brindada para ocupar el trono asturiano, destinándolas al servicio, esclavitud o al harén del emir cordobés.
Las vasconas que engendraron emires y califas andalusíes
Aparte de este censurable tributo, los gobernantes andalusíes hicieron cautivos a los herederos de los recién creados reinos cristianos, a quienes se trató de acuerdo a su alcurnia. Fortún (quien sería el tercer monarca de Pamplona), fue retenido unos veinte años en Córdoba junto a su hija Onneca,[2] apodada Durr (Perla en árabe), que se unió al emir Abdalá I -hijo a su vez de la vascona Ushar-. Con él tuvo dos hijas y un hijo (Mohamed), progenitor del célebre Abderramán III, quien fue criado por su abuelo Abdalá al quedar huérfano al poco de nacer. Se convirtió en emir en 912 y se intituló califa (“príncipe de los creyentes”) en 929, evidenciando la debilidad del Califato de Oriente al concentrar en su persona el poder político y el religioso
Este primer califa andalusí era pelirrojo, de piel muy blanca y ojos azules, por lo que justificar el parentesco de los Omeyas con Mahoma no fue tarea fácil. Como relató Ibn Hazam en El Collar de la Paloma (1030), Abderramán III oscurecía con alheña su cabello, pero no podía disfrazar el tonalidad cielo de sus pupilas. Y es que su progenitora, una concubina cristiana denominada Muzna o Muzayna (Lluvia o Nube), procedía de los reinos septentrionales, al igual que su abuela Onneca y su bisabuela Ushar.
Durante varias generaciones fueron mujeres del norte peninsular –de posiciones sociales diversas- las que engendraron a los futuros emires o califas, adquiriendo el rango de “progenitora de infante” (umm walad). Aparte de las ya mencionadas, destaca Maryam, una esclava de origen cristiano que logró que el mayor de los cinco hijos habidos con el califa pelirrojo fuera el sucesor.[4] Alhakén II subió al poder con 46 años (en 961) y sin descendencia, pues prefería cultivar el conocimiento y relacionarse con efebos a yacer con mujeres, consideradas dañinas por su padre
De grandes ojos neցros y con el pelo rubio rojizo (Ibn Idari, La Historia de los Reyes de al-Ándalus y de jovenlandia, 1306), el segundo califa Omeya tuvo un hijo con la concubina esclava Subh (Aurora la Vascona), tras un año gobernando. En agradecimiento, le regaló el Bote de Alhakén II o de Zamora (964), recipiente de marfil con la siguiente inscripción:
el único heredero entonces.[5] Como umm walad aumentó sobremanera su poder, consolidado en 965 con el nacimiento de otro vástago: Hisham, segundogénito del califa que ocupó el primer puesto en la sucesión tras la fin de su hermano mayor.“se ha ordenado hacer para la señora progenitora del Príncipe Abderramán”,
¿Cómo consiguió la Vascona conquistar a un califa poco interesado en las mujeres? Las féminas de elevado rango social y también las esclavas -por paradójico que resulte-, tuvieron acceso a la cultura, por lo que Subh sabía de derecho o astronomía, recitaba poemas y brillaba por sus dotes musicales (era una esclava cantora: gawari), lo que pudo atraer a Alhakén II. El hecho de vestir como un efebo, siguiendo la moda de las mujeres poderosas de Bagdad, también le abriría las puertas del lecho del califa, que le dio el nombre masculino de Yafar.
Como sayyida al-qubra (princesa grande) y, con el tiempo, sayyida al-walida (sultana progenitora), Subh fue regente de su hijo Hisham, de apenas 11 años cuando se alzó con el título califal. Almanzor, general de origen yemení que pudo ser su amante, se encargó de las cuestiones militares mientras ella atendía los asuntos de la corte. [6] Pero el dictador amirí –como también se conoce al ambicioso caudillo- terminó por desplazarla y usurpó el poder de un califa al que consideraba incapaz, motivando la ira de la Vascona, que conspiró contra él sin éxito
En definitiva, el papel desempeñado por estas féminas del norte en la corte andalusí fue fundamental para la historia de la España fiel a la religión del amora, pues cinco generaciones de gobernantes (desde el bisabuelo hasta el nieto de Abderramán III) nacieron de mujeres vasconas.[7] Algunas habían sido cedidas como mercancía, otras formaban parte de alianzas matrimoniales, sin olvidar a aquellas con condición de rehenes o esclavas.
Lo que está claro es que hubo cinco mujeres de origen septentrional, concretamente vasconas, a las que se les concedió el título de umm walad y, posteriormente, el de sultana o reina progenitora, las cuales lucharon por los derechos de sus vástagos y, en consecuencia, los suyos propios.[8]
Autora: Blanca Navarro Gavilán