El agotador dia a dia de las trabajadoras en pluriempleo en el estado español

Solidario García

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Los lunes Gladys Quezada se despierta muy temprano, en torno a las 5.00 de la mañana. A eso de las 6.30 empieza su jornada limpiando portales, actividad que desarrolla hasta poco antes de las 9.00. Entonces se tras*forma en trabajadora de ayuda a domicilio: cuida a personas mayores hasta las 14.00. A las 17.00 vuelve al trabajo y prosigue su jornada hasta las 20.00. “La verdad es que es cansado”, explica esta ecuatoriana de 48 años, que vive en España desde el año 2000. Sus días laborales menos fatigosos, dos a la semana en los que no limpia escaleras, trabaja una jornada completa, pero a veces echa horas sueltas esos días. “Lo hago porque necesito el dinero. Estoy divorciada y en el alquiler se me va la mitad del sueldo”, dice Quezada, esperanzada ante la posibilidad de que su hija, de 21 años, encuentre un empleo para “poder trabajar menos horas” ahora que ha conseguido un título de Formación Profesional. Una semana normal trabaja en torno a 50 horas semanales.

Laura López también está pluriempleada: trabaja a jornada completa en el hospital público de Toledo y, varias tardes a la semana, está empleada en un centro sanitario privado de la capital castellanomanchega. “Al final son entre 50 y 55 horas a la semana. Es bastante cansado. Hago lo que puedo por echar la siesta entre cada trabajo”, comenta esta especialista en el aparato digestivo. Con el salario de su empleo principal cubre los gastos básicos, “pero si quiero hacer algo más necesito un extra”. Por eso está pluriempleada, como muchos de sus compañeros. “Quiero comprar una casa y el año que viene me caso, así que tengo que ahorrar”. Por lo que ha podido conocer en su entorno laboral, es habitual que otros sanitarios en la misma situación sigan pluriempleados una vez se deshacen de esos gastos.

Estas dos mujeres forman parte del heterogéneo colectivo de pluriempleados españoles, compuesto de 588.300 personas. Son más mujeres (52,1%) que hombres, a pesar de que en el total de la ocupación ellos son más (53,5%). Los expertos indican que este grupo encierra muchas realidades: desde empleados públicos como Laura, que complementan sus ingresos en la sanidad privada, a trabajadores con retribuciones bajísimas que echan horas de más para llegar a fin de mes, como Gladys. También hay empleados precarios que encadenan jornadas parciales, asalariados con estudios universitarios con proyectos por cuenta propia, falsos autónomos en empleos con nómina...


Raúl Olmos, adjunto a la secretaría de Acción Sindical y Empleo de CC OO, afirma que el pluriempleo en España no tiene esencialmente que ver “con la insuficiencia salarial del empleo principal”. Defiende esta posición con un argumento contundente: “Cuando el empleo principal es a tiempo completo, el peso principal lo tienen actividades de alta cualificación. Sin embargo, cuando el empleo principal es a tiempo parcial suele estar relacionado con empleadas de hogar o actividades de limpieza”.

El primer escenario que describe Olmos (un indefinido con jornada completa que se complementa con unas pocas horas) es el mayoritario entre los pluriempleados asalariados. Según los cálculos de CC OO, hay 204.322 en esa situación. Estas personas trabajan 49,2 horas semanales de media, dedicando 38,9 al empleo principal y 10,3 al secundario. El siguiente panorama más común es el de los indefinidos parciales con otro contrato parcial: son 158.473 personas y trabajan 29,6 horas: 19 en el empleo principal y 10,6 en el secundario. Además, hay 76.826 con un contrato temporal y en torno a otros 150.000 que mezclan con actividades autónomas. Estas cifras conducen a Olmos a la siguiente conclusión: “El pluriempleo tiene otros problemas derivados, pero el principal que señala dificultades salariales es la parcialidad”. El 47,6% de los trabajadores parciales lo son por obligación. Y entre esos parciales forzados, el 72,1% son mujeres.

Un análisis de CC OO, buceando en los microdatos de la Encuesta de Población Activa, indica que la mayor proporción de pluriempleo se da entre técnicos y profesionales científicos e intelectuales, con un 4,2% del total de la ocupación en esa categoría. También es reseñable la porción de asalariados privados con más de un empleo en las ocupaciones elementales (3,7%) o entre directores y gerentes (3,3%). “No estoy pluriempleado por dinero, sino por tener una perspectiva más amplia. Es algo que me apetece”, explica Luis García (56 años), director de un instituto de Formación Profesional en la Comunidad de Madrid y profesor asociado de universidad. “A veces es cansado, pero son dos faenas complementarias”. Trabaja tres horas a la semana en la universidad y unas 30 en el instituto, que a veces se alargan hasta 40.

Otro argumento contra el prejuicio que relaciona todo el pluriempleo con precariedad es un vistazo a su peso en Europa. Entre los países con mayor número de trabajadores con más de un empleo están Países Bajos (10,2%), Dinamarca (8%) o Finlandia (7,6%), más avanzados que los situados al otro lado de la balanza, como Italia (1,2%), Rumanía (0,6%) y Bulgaria (0,4%). La media europea es del 3,9%, algo más que en España (2,6%), según datos de Eurostat de 2022 recopilados por el investigador de Fedea Florentino Felgueroso. “En los países con más pluriempleo la parcialidad es más voluntaria que aquí, es elegida. Esto es importante para entender el fenómeno”, dice Felgueroso. Asimismo, recuerda la tasa de desempleo española, del 11,6% (el doble que la media europea), lo que complica que haya trabajadores que acumulen más de un empleo.

Con todo, el especialista de Fedea cree que el golpe que ha sufrido el poder adquisitivo de la clase trabajadora (especialmente en 2022, cuando los salarios reales retrocedieron más de un 5%) puede impulsar el pluriempleo, aunque los datos oficiales, de momento, no dejan clara esa tendencia. En el segundo trimestre era del 2,79% (máximo histórico), frente al 2,62% del trimestre anterior. Pero en el cuarto trimestre de 2021, antes del acelerón de los precios, era del 2,71%, en términos muy similares a los actuales. “No ha cambiado mucho, es un valor estable”, dice Felgueroso. Sí se aprecia un crecimiento mayor respecto a 2019, antes de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, cuando rondaba el 2,3%. El experto de Fedea señala que el aumento en el uso del fijo discontinuo también puede estar influyendo en el repunte del pluriempleo.

Patricia Ruiz, secretaria confederal de UGT, pone el foco en los pluriempleados precarios: “Hay claramente una necesidad de pluriempleo por la dificultad para llegar a fin de mes. Muchas personas necesitan un segundo empleo para complementar su salario principal, dada la pérdida de poder adquisitivo y el golpe de los tipos de interés. Estamos advirtiendo un cambio, con un aumento del pluriempleo en actividades como los servicios”.

Un 40% de los pluriempleados encuestados en un reciente estudio del portal especializado Infojobs señala que se encuentra en esa situación porque “si no, el sueldo no sería suficiente”. Otro 32% también da una razón económica, pero en una respuesta que no denota insuficiencia: “Supone una ventaja, ya que puedo obtener ingresos extra”. El otro grupo principal es el 25%, que dice estar contento en ambas empresas, seguido del 12% que acusa un cambio de contrato y el 11% que siente inseguridad en su sector.

Algunos pluriempleados llegan sin problemas a fin de mes, otros no, los hay que trabajan muchas horas y otros con una jornada completa al uso sumando parcialidades. Pero lo que parece común, al menos entre los consultados por EL PAÍS, es que consideran el pluriempleo “cansado”.


Rita Alarcón, psicóloga de 68 años, pasó buena parte de su vida laboral pluriempleada. Tuvo etapas en las que su jornada era de 40 horas, con unas 20 horas en cada empleo, pero las complicaciones derivadas de compaginar cada puesto se lo ponían más difícil. “El coche era mi segunda casa”, recuerda Alarcón, ya jubilada. “Terminaba mi trabajo de mañana a las 15.00, comía en 15 minutos y me iba corriendo al siguiente. Entre unas cosas y otras pasaba 12 horas fuera de casa”. Lamenta lo mucho que este ritmo afectó a su vida privada: “Claro que hubiera preferido una jornada completa normal y tener tiempo para mí. No he tenido apenas vida familiar, ni de ocio, ni personal. Ha sido duro”. En uno de sus empleos era falsa autónoma y tuvo que esperar varios años a que la regularizasen.

“He tenido etapas de trabajar 60 u 80 horas a la semana. Ojalá hubiera cotizado todo”, indica Gema Écija, administrativa de 48 años. Cree que el principal motivo por el que ha trabajado tantas horas no es el dinero, sino “la falta de estabilidad”. “Siempre he tenido la sensación de que muchos de mis trabajos podían desaparecer. Por eso siempre he cogido todo lo que me iba viniendo. Y te quedas fundida, totalmente agotada”, añade. Ahora trabaja 40 horas, una vez ha conseguido un empleo en el que no teme vaivenes: “Me da para vivir y no necesito nada más”.

Miriam Quesada (37 años) también ha estado pluriempleada a causa de la estabilidad y las condiciones de los puestos. “Tenía un trabajo fijo de noche, pero lo que me ofrecían eran contratos temporales. Los cogía con la esperanza de que se hicieran fijos, pero no podía dejar el otro porque era el más estable. Me ha costado mucho esfuerzo conseguir un empleo que me permita conciliar”, explica esta trabajadora social, que ha sufrido “mucha ansiedad” por esta circunstancia.

La salud mental de Almudena García, también trabajadora social, de 46 años, ha sufrido por el exceso de trabajo: “He llegado a estar con lorazepam por el estrés que llevaba. La médica me dejó clarísimo que tenía que elegir: o dejaba uno de mis trabajos o tendría que estar medicada constantemente”. Se siente atrapada en un círculo vicioso, por el cual tiene que optar entre ganar lo justo para sobrevivir o ingresar algo más y no tener vida. “Vivo en Madrid y pago un alquiler de 800 euros. En invierno con las facturas se me van 1.200 euros en gastos fijos. He estado mirando para vivir en un pueblo o volver a Salamanca, pero luego tendría que hacer muchas horas de coche para trabajar. Es muy triste”.
 
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Yo trabajé así los veranos en la costa cuando era joven. En un bar de tapas por el día, y en una discoteca por la noche. En 1987 que fué el último año que lo hice me llevaba 140.000 ptas limpias al mes (840 euros), que serían hoy 2.525 euros, más o menos el doble de lo que cobra un camarero hoy. Pero currando los 7 días. En temporada no se paraba.

No me arrepiento, me hacía falta la pasta y así salí adelante.

Asi es. Un hombre con bemoles durante X años en su vida.
Lo que no hay que hacer eso para comprarte tonterías pero para tu primera casa siendo jóven… es lo que deberían hacer todos los de la generación de cristal.
 
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