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El aberrante Milei | Fundación para la Libertad
JUAN MANUEL DE PRADA-ABC Nada favorece tanto el ascenso de los demagogos, sin embargo, como estas machadas aberrantes de la derechita valiente Con ese tonito orate y baladrón que lo caracteriza, Milei ha afirmado durante su visita reciente a España que «la idea de la justicia social es de...
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El aberrante Milei
20/05/2024
JUAN MANUEL DE PRADA-ABC
- Nada favorece tanto el ascenso de los demagogos, sin embargo, como estas machadas aberrantes de la derechita valiente
Con ese tonito orate y baladrón que lo caracteriza, Milei ha afirmado durante su visita reciente a España que «la idea de la justicia social es de resentidos, envidiosos, algo aberrante, porque implica un trato desigual ante la ley, porque implica violencia, porque para hacer una política redistributiva se lo tienen que robar a otro». Son afirmaciones da repelúsntes que, al parecer, triunfan entre la derechita valiente. Pero la justicia social es un instrumento necesario para alcanzar el bien común, que es el fin y la razón de ser de la política verdadera. Y el bien común –que no debe confundirse, por supuesto, con el bien de la mayoría, ni con el «interés general»– exige la conservación de la armonía social; exige la búsqueda constante del bien de los demás como si fuese el bien propio. Por ello, como señala Pío XI en su encíclica Quadragesimo Anno, es «necesario que la partición de los bienes creados se revoque y se ajuste a las normas del bien común o de la justicia social, pues cualquier persona sensata ve cuán gravísimo trastorno acarrea consigo esta enorme diferencia actual entre unos pocos cargados de fabulosas riquezas y la incontable multitud de los necesitados». Y, por supuesto, cuando se dan circunstancias de injusticia, el Estado tiene la obligación de intervenir allá donde el principio de subsidiariedad no alcance, para asegurar una justa distribución de los recursos que atienda a los méritos y necesidades de cada uno, incluido la recaudación de impuestos, que debe regirse por los criterios de solidaridad, racionalidad y equidad , así como por el rigor e integridad en la administración y en el destino de los mismos (algo que, desde luego, en regímenes políticos inicuos como el que padecemos no está garantizado).
Naturalmente, la justicia social no justifica el intervencionismo enfermo del Estado, que disminuye la iniciativa creadora y, aunque pueda parecer favorable a la masa, es a la postre contrario al bien común, por condenar a la ruina a las generaciones venideras. La justicia social deja de serlo cuando pretende extender la igualdad en aquello que los hombres son naturalmente desiguales; pues, además de desanimar la iniciativa privada, produce una mentalidad mezquina y perezosa entre sus beneficiarios. La justicia social, a la postre, sólo la pueden llevar a cabo gobernantes que dan ejemplo de justicia en todas sus actuaciones; pues de lo contrario se llega a esa situación propia de nuestro inicuo régimen político, en donde todos reclaman justicia sin que nadie tenga la obligación de ser justo (exactamente la situación que favorece a los demagogos).
Nada favorece tanto el ascenso de los demagogos, sin embargo, como estas machadas aberrantes de la derechita valiente. «Estamos incomodando a los rojitos de todo el mundo», ha aseverado petulantemente Milei; no, pobre bocazas, lo que estáis haciendo es fabricarlos en serie, lo mismo que a resentidos y envidiosos, con vuestras machadas.
No me conmueve mucho, la verdad. Seguramente Milei se refería no a la justicia social cristiana sino al concepto que le han dado los gente de izquierdas de fruta, pero no tengo pruebas de ello.
La demostración definitiva de que el escritor pasaba por un mal día es lo de la fábrica de gente de izquierdas.
Pues no.
El escritor nos pide que apliquemos la táctica fabiana a Catilina. Y no es eso, puesto que hay muchas diferencias substanciales entre éste y Aníbal.
Los gente de izquierdas de fruta han estado ocupando, poco a poco, parcelas de terreno público que no les son propias sino que pertenecen al comun. Hay que arrebatárselas ahora, y por las buenas no van a ceder, lo mismo que no ceden los okupas o las razas subsidiadas. Y eso es lo que Milei viene a proclamar: que se acabó de tolerancia con los gente de izquierdas, que han poco equilibrado en híbrido de charlatanes y delincuentes.