Eibar contra el fútbol moderno

Apolodoro

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ὀχλοκρατία
Prólogo

«¿La clave del Eibar? Nunca se ha gastado más de lo que se necesitaba gastar. Nunca se han hecho saraos, ni palos. Los directivos siempre han mirado la economía como si fuera la de su casa. Y por eso las cosas van saliendo. Con paciencia, pero van saliendo». En realidad el reportaje podría acabar aquí mismo, con la síntesis apresurada de un vecino de Eibar que se toma un café a unos cincuenta metros de Ipurua, el estadio de la Sociedad Deportiva Eibar. Pero vamos a continuar un poco, a extender el texto para explicar por qué el Eibar, un modesto equipo de una ciudad de veintisiete mil habitantes (la mitad del aforo del nuevo San Mamés) encajonada entre montañas, es un ejemplo titánico contra el despilfarrador y deshumanizado fútbol moderno. He aquí la fábula —sin pretensiones ni jovenlandesaleja— del pequeño contra los grandes.

Capítulo uno: Llegar de jugar e irse a trabajar

«El Eibar tiene fama en España por jugar al patadón», afirma José Antonio Rementeria, periodista del Diario Vasco encargado de narrar las desventuras del club que también ama. «Ipurua siempre fue un estadio rocoso, difícil, donde en los ochenta y los noventa en Segunda División, los rivales venían y se encontraban a diez chavales cerrados atrás y otro arriba peleando los balones que le llovían. Y fuera de casa lo mismo. Pero lo que no saben muchos es por qué el Eibar jugaba así. Y jugaba así porque tenían mucho menos tiempo para entrenar que el resto. Aunque competían en Segunda, casi todos los jugadores de aquellos años tenían un trabajo además del fútbol». Fran Garagarza, actual director deportivo del Eibar, también recuerda aquellos años. «Las críticas al juego del Eibar eran injustas. Los jugadores llegaban a las seis de la mañana de Castellón en autobús y se iban a trabajar. Básicamente hacían lo que podían», explica. «En los asientos de atrás —retoma José Antonio— llevaban almohadas y colchonetas. Y así aprovechaban y dormían para luego ir a trabajar. Garmendia, el portero, era carnicero. Olano era mediocentro y electricista. Gómez de Segura, calderero; Rodríguez trabajaba en un taller; Mikel Etxarri creo que era investigador y Joaquín Arrieta estaba en banca. Y todos en Segunda División. Mucho patadón y tal, pero tenían un mérito impresionante».

La historia de la modesta Sociedad Deportiva Eibar está enmarcada al completo en ese mérito impresionante. El club, que debe sus colores al F.C. Barcelona, se fundó en 1940 fruto de la fusión del Deportivo Gallo y la Unión Deportiva Eibarresa. Nació con las expectativas de cualquier otro equipo de España que pertenezca a una ciudad de menos treinta mil habitantes: vagar por las categorías regionales. En regionales, sin embargo, solo estuvo cuatro temporadas. El resto de su historia nunca bajó de Tercera División. Es más, se ha convertido, con veinticinco, en el equipo con más campañas en Segunda División. El pequeño equipo de la pequeña ciudad del pequeño valle dedicado a la fabricación de máquinas de coser, bicicletas y escopetas —de ahí el apodo de «equipo armero»—, metió las narices donde nadie le llamaba desde el pitido inicial.

Capítulo dos: Muy ejemplar

La ciudad de Eibar —la primera que proclamó la República en 1931— ostenta el título de «Muy ejemplar». El paralelismo que se puede aplicar al equipo es tan obvio que sobra plasmarlo. El Eibar ascendió a Segunda División por primera vez en 1953 y se mantuvo hasta el 58. Comenzó entonces una filosofía que se mantiene vigente como un mantra: no gastar más de lo que se tiene. Probablemente el objetivo parecía de cajón en aquellos años, pero el tiempo ha demostrado que lo que se veía como una obviedad, es casi una utopía en el fútbol actual. Con todo, ningún presidente o directivo de la entidad le ha sido infiel a este principio. El resultado es que la SD Eibar es uno de los pocos —poquísimos— clubes profesionales de España que tienen sus cuentas saneadas y que pagan al día. La otra cara de mantenerse firme en la honradez económica es que las cosas, aunque marchen, marchan despacio. El Eibar cayó a Tercera (hoy Segunda B) en la temporada 57-58 y ahí estuvo una eternidad, hasta el año 1988, que alcanzó de nuevo la categoría de plata. Un éxito indescriptible para el equipo, que se mantendría en Segunda los siguientes veinte años —con un único desliz que le hizo jugar en Segunda B en la 2006-07— y que le permitió medirse a rivales como el Atlético de Madrid, la Real Sociedad, el Athletic de Bilbao o el Real Madrid en Copa. Haciendo un paralelismo abierto a discrepancias, lo que logró el Eibar es como si Osasuna o Celta de Vigo estuvieran clasificándose para competiciones europeas veinte temporadas seguidas.

El caminito de hormiga se desdibujó en el año 2009, cuando el equipo volvió a caer a Segunda B. Ha regresado a su cauce esta misma temporada, en la que de nuevo se bate el cobre en la segunda categoría absoluta. En la actualidad el equipo atraviesa sus cimas más ambicionadas: a falta de pocas jornadas para el desenlace, el Eibar está peleando por ascender a Primera División, categoría que nunca ha alcanzado. El hito ya lo rozó en el año 2005, pero se esfumó en el último partido. «Yo voy desde el pequeño a Ipurua. Recuerdo cuando nos quedamos a las puertas de subir, recuerdo bien ese día». Toma la palabra Jon Errasti, centrocampista del Eibar nacido en la misma ciudad. «Que diez años después tengamos la oportunidad otra vez y yo esté ahora en la plantilla es un sueño. De hecho, ni soy consciente de lo que estoy viviendo. Lo asimilaré en el futuro, cuando pueda sentarme y reflexionar sobre lo que estamos consiguiendo».

El éxito actual —que le mantiene en puestos de ascenso directo— no ha desenfocado un ápice el objetivo: la economía del Eibar sigue impecable. El club no tiene un solo euro de deuda —déficit cero—, nunca gasta más de lo que tiene, el día uno de cada mes ingresa puntual el sueldo a todos sus empleados (jugadores incluidos)… y todas esas cosas que los clubes profesionales hace tiempo dejaron de hacer. Se estima que los equipos españoles de Primera y Segunda División deben casi mil millones de euros a Hacienda, aunque la falta de tras*parencia de sus cuentas impide conocer la cifra exacta. Muchos de ellos se han acogido a leyes concursales y piadosas medidas de gracia del fisco que les han permitido seguir adelante pese a sus insondables agujeros bancarios. Cualquier otra empresa estaría liquidada desde hace lustros. «Yo es algo que no entiendo», admite Gaizka Garitano, actual entrenador del Eibar. «Si una familia gasta más de lo que tiene se arruina, le quitan la casa o le embargan. Pero lo han hechos los clubes y no pasa nada. La mayoría ha gastado más de lo que tiene sin consecuencias». Apenas hay clubes saneados y excepto Real Madrid y Barcelona, los equipos llevan años sin crecer económicamente. Hay casos llamativos, como el del Atlético de Madrid, con una deuda aproximada de quinientos millones de euros, el Valencia, con doscientos millones o el Espanyol, con casi ciento ochenta millones de euros en el «debe». El panorama contrasta con la situación de otras ligas, como la alemana o la inglesa, que hace años se remangaron para poner freno al impune despilfarro y reajustar sus campeonatos. Y es que, más allá del daño económico, la tras*formación del fútbol en un gran negocio manejado por gente ajena al mundillo y responsables de la deuda, ha desembocado en una competición previsible y aburrida en la que dos gigantes, Barça y Madrid, se pelean cuerpo a cuerpo apartando moscones de su alrededor con manotazos que, solo en celebradas y excepcionales ocasiones, se tornan en molestia, como el Atlético de Madrid este año.

Sobre este emborronado lienzo dibuja su trayectoria el Eibar, que se mantiene estoico en su filosofía original. «En realidad es una cuestión de ética», retoma Jon Errasti. «Poner la ética por encima de la ambición. Es fácil decirlo, pero nadie o casi nadie lo ha hecho. Y creo que eso habla no solo del fútbol moderno sino de un poco toda la sociedad». Eneko Bóveda es lateral derecho del Eibar y, también, estudiante de Ingeniería: «La filosofía de este club, el trabajar honradamente en todas las direcciones, nos da a los futbolistas el impulso para sacar lo mejor de nosotros mismos. Diría más: ejemplos como el Eibar es lo que la sociedad necesita: modelos de gestión que llegan al éxito de una manera limpia». Errasti añade: «Si nos dejan, claro que seremos un ejemplo contra el fútbol moderno. Pero es que no es nada difícil serlo: tanto tengo, tanto gasto. Punto». Gaizka Garitano, actual entrenador del equipo, sigue la misma línea. «Creo que en una época en la que todo se hace a base de presupuesto, el Eibar es un buen ejemplo de que las cosas también se pueden conseguir a través de esfuerzo y honradez. Creo que es un ejemplo que trasciende del fútbol. Lo bonito del deporte es que no gana siempre el que tiene más dinero. Creo que es positivo que de vez en cuando aparezca un Eibar o un Atlético de Madrid en Primera. Eso está bien, es un buen ejemplo y se lo están cargando».

El Eibar no es solo old school en lo económico. Sostiene intacta la filosofía de ser un club de fútbol antes que una empresa dedicada a hacer dinero. Desde hace años, la Liga española vive sometida a los derechos televisivos, cuyo reparto ha originado una situación de desigualdad nunca antes vista. La dictadura de la tele ha esclavizado a los hinchas con horarios imposibles (partidos un lunes a las diez de la noche) e inasumibles precios en las entradas, que parecen destinados a dejar a los aficionados en el sofá, conectados al audímetro. Un ejemplo de este fútbol que asfixia a la Liga española se vivió hace unos días en Getafe. El Coliseum es un estadio que siempre luce desierto y apenas hay iniciativas desde la directiva del equipo madrileño para intentar humanizar un club que parece pelear su destino sin hinchas. Hace un par de jornadas el Atlético de Madrid visitó el estadio con la expectativa de llenarlo de aficionados visitantes. No pudo ser, claro. La directiva del Getafe optó por poner la entrada más barata a setenta euros y perpetuar el vacío en el que navega un equipo abandonado.

No es solo el Getafe, faltaba más: la asistencia a los estadios españoles cae sin remedio. Las entradas para ver fútbol en España son las más caras de Europa: cincuenta y tres euros de media por los treinta de Alemania o los cuarenta de Inglaterra. Durante los cuartos de final de la presente Champions League la entrada más barata —la más barata— para ir al Vicente Calderón y asistir al Atlético de Madrid-Barcelona costaba más que la más cara del Bayern de Munich-Manchester United. La asistencia media a los campos de la Liga está en torno al 60% mientras que la Premier inglesa y la Bundesliga alemana superan el 95%. El fútbol está enfermo de negocio. Y equipos como el Eibar son el antídoto para nostálgicos. El equipo armero mantienen precios populares en la grada para que los aficionados puedan ir al estadio, facilitan los desplazamientos a los hinchas y ahorra lo ganado por derechos televisivos. «No importa si estamos en Tercera o en Primera, la filosofía del Eibar va a ser siempre la misma. Queremos estadios llenos, chavales con la camiseta del Eibar en vez de la de Messi o Cristiano Ronaldo. Queremos que el club sea siempre del pueblo y de la gente, que tenga sus raíces hundidas a nivel popular». Lo dice Alex Aranzábal, presidente del equipo. Y añade: «Hay quien me replica diciendo que sin el dinero de las televisiones no podríamos vivir. ¡Pero si los clubes se gastan todo lo que ganan! La televisión les da dinero para que ellos fichen más caro y paguen más a los jugadores, con lo que su situación de deuda sigue igual. Es un bucle». Y se le escapa una sonrisa, una mueca de incomprensión.

Capítulo tres: Cómo pelear con menos armas

El Eibar, según su propio presidente, tiene un presupuesto aproximado de cuatrocientos mil euros (Messi gana dieciséis millones de euros al año), el más bajo —de largo— de la Segunda División. Además, el club tiene «ahorrados» otros cuatrocientos mil euros. Eso es todo. A partir de ahí, malabares. «Mantener esta filosofía no es fácil. Ahora somos más visibles, pero durante muchos años nos hemos sacrificado mucho sin gastar más de lo que teníamos. Y no siempre ha sido fácil. Hay un poema de Kipling que dice que tanto el éxito y el fracaso son dos impostores. Ahora todos nos dan palmaditas, lo agradecemos mucho, pero tenemos que saber que creemos en lo que hacemos y a veces las cosas salen y otras no. Y no pasa nada».

Fran Garagarza, director deportivo de la entidad, es uno de los principales equilibristas del club. «Nosotros destinamos un porcentaje al primer equipo. A mí me dan una cantidad y con ella tengo que configurar una plantilla. Me dan una cifra y no me puedo pasar de ahí. E incluso cuanto menos gaste, mejor», explica. La cantidad exacta que el club destina a configurar la primera plantilla cada temporada no es desvelada por el club, aunque explican que se trata de casi todo el presupuesto. «Con recursos tan limitados —prosigue Fran— nos encontramos hándicaps. Por ejemplo, a los jugadores que fichamos de Segunda B hay que hacerles “fichas P’”(fichas profesionales) que no las tenían y que cuestan veintitrés mil euros. Para nosotros eso es un esfuerzo, al que se añade pagar la seguridad social. Por eso en el Eibar hay muchos jugadores que se han tenido que costear ellos mismos parte de su licencia profesional». Otra peculiaridad es que el 75% de los jugadores del Eibar cobran el salario mínimo estipulado por el convenio de Segunda División. «Casi toda la plantilla cobra más o menos lo mismo», dice Fran. «Igual hay algunos que cobran cuatro y otros tres, pero ninguno cobra ocho y otro dos. Preferimos que cobren todos más o menos lo mismo para impulsar la idea de ser una piña».

El Eibar ofrece menos que nadie, pero ofrece. Esto es, no miente. En infinidad de clubes se oferta una cantidad que luego no es cumplida. En otros tantos se paga tarde, hay retrasos constantes e incumplimientos. En Ipurua se paga siempre a tiempo. «Eso es algo que, con la situación actual del fútbol, los jugadores valoran mucho». Raúl Albentosa es mediocentro del equipo. Proviene del Cádiz CF, que milita en la Segunda B. «Yo vengo de equipos que siempre se han ido retrasando con el pago, donde me debían tres o cuatros meses y estaba superagobiado para vivir. Este es el primer club que me paga puntualmente cada mes», explica. Por eso está aquí.

Con este panorama el Eibar tiene que afinar al máximo su puntería para fichar. Casi todo son cesiones. Tienen convenios con varios clubes, como Real Sociedad o Celta de Vigo, que les permiten contar con jugadores que ayuden al equipo sin pagar la ficha. Esto permite suplir de alguna manera el hueco dejado tras la desaparición del filial hace dos años, cuando tuvieron que eliminarlo por falta de dinero. «Acertar con los jugadores es tan importante, que aquí nos vemos obligados a fijarnos en lo personal tanto como en lo deportivo. No podemos permitirnos el lujo de traer jugadores conflictivos que afecten al equilibrio, porque nos basamos en la unidad. Sin eso no somos nada», explica Fran. Gaizka, el entrenador, respalda el discurso. «Nosotros nos sentimos inferiores y eso no es una deshonra. Sabemos que si no corremos más, nos esforzamos más y nos cuidamos más, los demás tienes más recursos», asume. «Este es un sitio diferente: aquí no vale llegar tarde. No vale quejarte públicamente cuando no juegas. No vale tirar una botella cuando te cambian. Esas cosas aquí no valen. Si no estamos unidos a fin, si no prima el sentido colectivo, no podemos competir. El jugador lo tiene que saber desde el primer día: que los vicios adquiridos en el fútbol de hoy en día aquí no valen. No podemos permitirnos esos lujos».

Capítulo cuatro: La paradoja de ser enviado a Segunda B… por una cuestión económica

El pasado mes de marzo Eibar desayunó con un anuncio/advertencia del Consejo Superior de Deportes (CSD): el equipo debe acometer antes de agosto una ampliación de capital hasta alcanzar los 2,1 millones de euros o de lo contrario será descendido a Segunda B. La noticia llegó a Eibar con el equipo líder de la Segunda División, y todavía hoy sigue a un paso de completar la hazaña. Podría, pues, darse la asombrosa situación de que un equipo humilde y saneado lograse ascender a Primera por su juego y fuera posteriormente descendido a Segunda B por un castigo económico. Mientras que otros equipos, endeudados hasta las cejas, podrían lograr sus objetivos sin molestias. Es cierto que la ley nació con buena fe, tal y como explica el propio presidente del Eibar: «La filosofía que inspiró esa legislación es la de poner orden en el fútbol e intentar solucionar la desastrosa situación económica. El problema es que, como se ve en el caso del Eibar, la ley no cumple sus efectos. No los cumple porque la cifra de capital no es el indicador clave para decir si un club está saneado o no». Alex prosigue: «Se da una gran contradicción: una norma hecha para conseguir unos objetivos consigue lo contrario: un club en una situación saneada lo somete a una enorme tensión económica. Nosotros tenemos ahora que recaudar cinco veces nuestra cifra de capital. Puede darse una paradoja enorme: que una ley para sanear la fútbol se lleve por delante al club más saneado».

Una paradoja que, por supuesto, causó incomprensión primero e indignación enseguida. «La fórmula para calcular el mínimo de capital que se exige a los clubes se lleva a cabo haciendo una media del 25% de todos los presupuestos de Primera y Segunda quitando los dos más altos y los dos más bajos, más otros factores. Pero, ¿por qué ese 25% de los presupuestos? Es irreal desde el momento en el que hay clubes que están en una situación desquiciada económicamente. ¿Por qué me tienen que aplicar a mí un porcentaje sobre una gestión mal hecha? Me obligan a parecerme a quien no me quiero parecer», explica Alex. Fran, director deportivo, prosigue. «No hay por dónde agarrarlo. Parece que el que no cumple la ley está más protegido que el que la cumple. Si alguien tiene que sentirse protegido por esta ley debería ser los que estamos saneados y legales, no al revés». Tampoco los jugadores se quedan al margen. «Te da pena que un club que es un ejemplo no tenga claro que vaya a triunfar. De pronto dependemos de conseguir un dinero. Se hacen las cosas bien, con todo lo que cuesta eso, y nos encontramos con que ahora tenemos que pedir un esfuerzo extra que no es para tapar ningún agujero o mala gestión», afirma Eneko. Y Errasti completa: «Es una vergüenza que exista esa ley. Es una vergüenza que un club ejemplar pueda ser castigado».

No hay vuelta de hoja. La ley es la ley y no admite excepciones. El Eibar emitió un recurso pero fue desestimado y desde hace semanas el club vive inmerso en una angustiosa campaña contrarreloj para alcanzar los 2,1 millones de euros que necesita. Pero, por supuesto, no vale cualquier camino para lograrlo, mucho menos el fácil. Incluso contra las cuerdas, al límite, el Eibar no renuncia a su ideario. Si muere, lo hará de pie. «La base social de club es popular», explica el presidente. «Nuestros accionistas son gente de aquí, con acciones muy repartidas. Nos gusta así, queremos que sea así porque eso hace que la gente se sienta dueña del club. No queremos que venga un millonario, ni un jeque. Pero si nos obligan a meter un montón de capital externo nos hace preguntarnos: ¿Y ahora tiene que venir un millonario a salvarnos? Lo hemos visto ya: el Sabadell cayó en manos de un empresario japonés, el Alcorcón en manos de un belga… Precisamente lo que decimos es que nosotros no queremos caer en manos de un empresario. Queremos seguir siendo un club del pueblo. De modo que aceptamos la ampliación de capital, pero no a través de un millonario, sino manteniendo la filosofía de reparto y humildad. Por eso hemos puesto un límite: nadie puede poner más de cien mil euros. No queremos hacer la ampliación que nos exigen, pero como no queda más remedio, la hacemos a nuestra manera. Con lo cual ya esto es la cuadratura del círculo», termina mientras se le escapa una sonrisa.

Capítulo cinco: Jugar con las cartas marcadas

En la temporada 2004-05 el Eibar fue, durante diez minutos, club de Primera División. Ipurua estaba a explotar, con sus humildes cinco mil seiscientos asientos rebosando euforia. La hazaña empezó bien, el equipo se adelantó 1-0 en la primera parte ante un Racing de Ferrol que se jugaba la permanencia. Pero enseguida llegaron malas noticias de los partidos de Celta y Cádiz (que serían los que ascendiesen junto con el vecino Alavés), el empate del equipo gallego y el adiós definitivo a la gesta. Sobre el césped estaba entonces el actual entrenador, Gaizka Garitano y también un delantero que ese año logró dieciocho goles, en una temporada para enmarcar: Joseba Llorente. El chaval de Hondarribia, entonces de veinticuatro años, había sido apartado de la Real Sociedad un año antes y el Eibar fue su tabla de salvación para continuar como profesional. Tan agradecido estuvo que le dio al equipo todos los goles que necesitaba. Sin embargo el fútbol moderno entró en acción y ese verano el Valladolid le hizo una oferta irrenunciable y se lo llevó. El acuerdo permitió al club de Pucela ascender al año siguiente y dejó más que tocado al Eibar: sin su delantero estrella los armeros descendieron a Segunda B. «No es que hayamos descendido porque no estaba Llorente», explica Alex Aránzabal, el presidente. «Es que no nos lo pagaron. Un club vino, hizo una oferta, se llevó al jugador y nunca pagaron. Ellos ascendieron y nosotros descendimos. Y se lo permitieron. Eso, como comprenderás, genera mucha rabia e indignación».

La indignación del Eibar ni mucho menos se queda en el caso Llorente. Para el club la competición española, directamente, está adulterada. «No puede ser que los clubes que no estén al corriente de pagos estén compitiendo contigo de igual a igual», dice Fran Garagarza. «Y menos puede ser que puedan fichar a jugadores en los que tú también estás interesado, ellos les ofrecen más y te los quitan, pero después no les pagan. Y nosotros aquí haciendo milagros para pagar al día. Eso se llama adulterar la competición». Y continúa: «Esos clubes que tienen esas deudas que no entran en la pantalla de ceros que tienen, están competiendo hoy en día con nosotros. Y uno de ellos tiene más puntos que nosotros. Y puede subir. Y eso quiere decir que no estamos jugando con las mismas cartas. Lo que pasa que ellos tienen una repercusión y una masa social que nosotros no tenemos, con un estadio que se llena cada quince días. Pero no puede ser que por eso uno que debe compita contra ti cuando tú no debes. Es que no es justo».

Gaizka Garitano, el entrenador, no se corta al dar nombres: «Jugamos en total desventaja. Otros equipos gastan más de lo que tienen y eso es hacer trampas. La competición está completamente adulterada. A nosotros nos exigen 2,1 millones de euros y no tenemos una sola deuda y pagamos al día a todos. Y nos encontramos que competimos contra el Deportivo o el Zaragoza que tienen millones de deudas, no pagan y se acogen a trampas como leyes concursales, para luego acabar fichando jugadores que valen un montón de dinero. Eso en una competición no tiene sentido. La ley permite que esté adulterada». Gaizka lo ejemplifica con lo vivido el pasado diciembre, en el mercado de invierno, cuando no pudieron reforzarse por mantener su economía saneada pero vieron como sí lo hacía el Dépor —actualmente su máximo rival por el ascenso— a pesar de deber mucho, muchísimo dinero. «El Dépor, con una deuda enorme, se ha reforzado este invierno con cuatro o cinco jugadores. Estamos en clara desventaja. Y a nosotros, que no debemos un recibo a nadie, que pagamos el día uno, nos obligan a hacer una ampliación de capital. Es un atropello». Es la única vez en toda la entrevista que Gaizka levanta la voz. El asunto escuece en Eibar. Y mucho.

«Mira el Dépor. ¿Cuánto deben? Cada año presenta un déficit de noventa millones de euros. Tendrá un patrimonio muy grande comparado con el nuestro, pero la realidad es que el presupuesto del Dépor es de menos noventa millones. Y nadie dice nada». Lo dice Jon Errasti. La plantilla —que a diferencia de muchas grandes estrellas habla sin rodeos y con conocimiento de cualquier tema que se ponga encima de la mesa— también siente que no compiten de igual a igual. Su compañero, Eneko, va más allá en su lectura y pone en cuestión la ley que les obliga a ampliar capital: «La tendencia del deporte parecen ser ligas cerradas en las que se pierde el espíritu de la competición, de pequeños luchando contra grandes. Es verdad que tiene que haber garantías de cobros, pero no veo disparatado que haya diferentes presupuestos y que de vez en cuando los pequeños puedan competir contra los grandes».

Con su indignación, el Eibar, poco a poco, se está convirtiendo en un símbolo contra el sinsentido de dinero y deudas del fútbol actual. «Nosotros intentamos mantener nuestra economía saneada y nuestros rivales no lo hacen», explica Alex Aranzábal, el presidente. «Creo que eso nos puede convertir en un símbolo. En un soplo de aire fresco. Uno me dijo que somos el Gamonal del fútbol. No sé si llegamos a tanto, pero somos algo distinto».

Epílogo: En familia

«Una cosa que sucede aquí —explica José Antonio Rementeria, del Diario Vasco— es que la afición es muy paciente. Nunca se queja, nunca protesta. Yo no he oído silbidos en Ipurua en mi vida». A riesgo de caer en el tópico no existe expresión más acertada para definir al Eibar que como una familia. Los jugadores son unos vecinos más, nadie les para por la calle, ni protagonizan anuncios, ni llevan cochazos de alta gama. «Aquí si das el 100% en el campo, la gente está a tu lado. Yo soy de aquí y en mi vida he escuchado un reproche al equipo», explica Jon Errasti. «Al campo suelen venir unas tres mil personas», dice el presidente. «Yo te puedo decir el nombre de unas dos mil. O más». Y se ríe. «Aquí nos conocemos todos. A los que se ponen detrás de la portería los conozco a todos. Y no se lo pasan nada mal durante los partidos». Y vuelve a reír.

Con un ambiente así cuesta imaginar lo que supondría para todos —jugadores, directivos y afición— competir en Primera, jugar contra Real Madrid, Barcelona o Atlético. «Subir con este equipo sería una de las formas más bonitas de jugar en Primera. Hacerlo con un club que ha hecho las cosas tan bien y de una forma tan honrada. Sería heroico», explica Raúl Albentosa, jugador andaluz. Eneko añade: «Se me hace difícil imaginar jugar en Primera por el simple hecho de que nunca ha pasado. Incluso nuestros contratos tienen cláusulas de Segunda B pero no de Primera, es algo que ni contemplan nuestros contratos. Puedes hacerte una idea de cómo estamos superando nuestros objetivos».

De momento sigue la lucha. Sigue pese a cartas marcadas, leyes que les exigen lo imposible, agujeros de dinero que todo lo absorben y camisetas de Cristiano Ronaldo y Messi por todos los rincones. El vecino que abría este relato, ya con el café terminado, vuelve a hacer otra acertada síntesis para cerrar la historia. «¿Subir a Primera? Somos el único caso que primero tenemos que conseguirlo y después seguir peleando para que nos dejen disfrutarlo». La pelea del pequeño contra los grandes. El Eibar contra el fútbol moderno.

Eibar contra el fútbol moderno
 
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hombre, habrá muchos equipos de primera interesados en cederles a jovenes talentos.
 
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