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Madmaxista
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EEUU, China y la extrema derecha: una pista sobre lo que viene
Esteban Hernández
Tras el desconfinamiento, con los efectos económicos de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y con la que parece será insuficiente respuesta europea a los gravísimos problemas que estamos afrontando, se da por descontado que la extrema derecha tendrá un terreno muy favorable. Sus discursos nacionalistas, contra la inmi gración y contra la UE les han bastado hasta ahora, y son caminos que le pueden ser aún más rentables en el futuro, máxime cuando no parece que otras fuerzas políticas puedan competir con ellas a la hora de recoger el descontento.
Sin embargo, quedarse en esta perspectiva y resumir el panorama político poscoronavirus en la lucha entre el ‘establishment’ y la extrema derecha, resulta insuficiente. Vamos a asistir a una reconfiguración política, económica y geopolítica en Occidente. A corto plazo veremos los primeros movimientos y en unos cuantos meses iremos constatando cómo se concretan. El camino estadounidense será importante para saber cómo se van articulando las tras*formaciones y qué expresión política toman.
En España, táctica
En España, el punto de interés va a ser mucho más táctico que ideológico. Asistimos a la competición entre el PP y Vox por ganar el espacio del descontento y la indignación con el gobierno, pero no es una pelea entre ideas sino entre actitudes. Los de Abascal están siendo agresivos estos días, pidiendo un gobierno de emergencia, negando el respaldo a las medidas sobre el estado de alarma o difundiendo una foto modificada de la Gran Vía llena de ataúdes, lo que les hace muy visibles en el malestar.
El asunto de fondo es quién lo canalizará en realidad y si los populares utilizarán a Vox para que agiten con fuerza el árbol y luego recojan ellos los frutos. El éxito de los de Abascal en las últimas elecciones les ha hecho ser más atrevidos, pero pueden pagar el pasarse de frenada, de modo que si el PP sabe jugar sus bazas y utiliza a Vox como ariete, saldrá ganando cuando la indignación remita y llegue la hora del pragmatismo. Si, por el contrario, no sabe utilizar sus cartas y el descontento no remite, los de Abascal tendrán mucho camino por recorrer. Las debilidades estructurales de Vox, así como sus puntos de partida ideológicos, les sitúan más bien en un lugar secundario, pero en estos instantes pocas predicciones son fiables.
El factor chino
Si queremos ver las novedades ideológicas, tendremos que alejarnos de España y de Europa y fijarnos en el ámbito anglosajón. No en vano las derechas ortodoxas y ultraortodoxas contemporáneas nacieron en el Reino Unido y en EEUU, y allí donde están evolucionando, en especial en EEUU.
La causa principal de su tras*formación, mucho más que el cobi19, se llama China. La irrupción de la potencia asiática marca un antes y un después, y la esa época en el 2020 de la que yo le hablo no ha hecho más que ratificarlo. El régimen de Xi Jinping puede salir fortalecido internacionalmente de esta catástrofe: dio una respuesta contundente a la aparición del bichito en Wuhan, se ha recuperado antes que los demás y ha desvelado las deficiencias estratégicas de EEUU y de Europa. Cuando han hecho falta recursos concretos, China los tenía todos, gracias a que se convirtió en la fábrica del mundo; además, ha demostrado que la gran fortaleza financiera y tecnológica de EEUU era limitada cuando le ha tocado enfrentarse a un problema en su territorio, agravado además por su endeble cohesión social.
Los nuevos jugadores
La lógica neoconservadora de ondear la bandera y de buscar adhesiones entre los perdedores de los estados interiores, en los entornos religiosos y en las clases medias que deseaban menos impuestos, así como su la lucha contra los valores débiles del progresismo, les fue útil en las elecciones, pero no sirve para gobernar un país asolado por una doble catástrofe, sanitaria y económica.
Ahí es donde están apareciendo nuevos jugadores en el frente republicano. Hay una oleada emergente de actores y de ideas en el mundo conservador que comienza a tener peso, y más aún en un momento en el que la vieja guardia de Trump está desaparecida.
Desde luego, la política exterior estadounidense ya ha comenzado su batalla discursiva en los tiempos del el bichito-19, utilizando expresiones como “bichito chino” o “Kung Flu”, señalando a la OMS y demás. Pero el frente importante no está en el terreno de la propaganda, sino en esa tarea que Trump inició cuando apostó por implantar aranceles y romper la globalización.
La figura clave
Algunas de sus figuras relevantes, como Robert Lighthizer o Peter Navarro, han tenido un papel importante en el terreno comercial, con su incesante hostilidad con el ascenso asiático, y cuyas posturas amenazan con hacer añicos la arquitectura comercial internacional de décadas anteriores. El senador Tom Cotton es otro de los destacados en ese aspecto, y ya dejó caer que China podía estar detrás de la creación del cobi19
Las mayores novedades, no obstante, se encuentran en el frente interno, donde destaca una figura clave, el senador Marco Rubio, el primero en el lado republicano en entender cómo las debilidades estadounidenses estaban directamente vinculadas con el ascenso chino. Visto hoy, su contundente discurso de 2018 en el Congreso de EEUU en 2018 cobra todo su sentido y revela su capacidad de anticipación.
Los dos informes
Rubio, un halcón en política exterior, católico y muy religioso, también es de los pocos en verbalizar, desde el lado republicano o desde el demócrata, hasta qué punto el auge chino se ha apoyado en un tipo de crecimiento económico que estaba destinado a satisfacer los intereses del mundo financiero, de accionistas y acreedores, mucho más que a favorecer la producción de bienes y servicios reales y, por tanto, a aumentar el bienestar estadounidense. Dos informes que realizó para su proyecto de desarrollo del mercado americano y de los trabajos en EEU, 'American Investment in the 21st Century' y ‘Made in China 2025: the future of the american industry’, son mucho más relevantes que la mayoría de las abstracciones de nuestros economistas habituales.
El segundo actor llamativo es el senador Josh Hawley, quien hizo público un documento la pasada semana, ‘Getting America Back to Work’, con un ambicioso plan, en la línea de Dinamarca, para salvar los empleos y reindustrializar EEUU. Como bien cuenta Matt Stoller, Hawley, autor de un notable libro sobre Theodore Roosevelt, es uno de los republicanos más combativos con las grandes corporaciones y los gigantes tecnológicos, y apuesta decididamente por los pequeños negocios. En él confluyen la defensa de su nación mediante una política exterior agresiva con el sentimiento religioso, los valores tradicionales, el respeto por la comunidad y el deseo de una organización social cohesiva.
Un tercero es Oren Cass, excolaborador de Mitt Romney, director de American Compass, y autor de ‘Once and future worker’, es un ardiente defensor de una política industrial estadounidense, aunque por un camino económico diferente de los anteriores, también anclado en la importancia de la familia, la comunidad y la industria para impulsar la prosperidad y libertad. El profesor de Harvard Adrian Vermeule sumaría otra corriente más intransigente, ya que es antiliberal en lo económico y en lo cultural. Del mismo modo que propugna que las concepciones libertarias de los derechos de propiedad deben ser rechazadas, aboga por un regreso a la autoridad y a la jerarquía que autorizaría a derogar en determinados contextos la libertad de expresión o la sensual.
Dos caminos de salida
Son dos corrientes distintas, una más anclada en la acción concreta, realizada desde el interior del partido republicano, y otra como fuente intelectual, que coinciden en la necesidad de otra cultura y de otra economía, que entroncan con la vieja tradición republicana, la previa a Reagan, y que sitúan al comercio internacional como una amenaza para su país.
En un EEUU enfrentado a China y con dificultades de cohesión, muestran también dos caminos diferentes de salida. Una reconstrucción industrial nacional parece probable, y gente como Rubio o Hawley podrían ser de gran utilidad en esa tarea. Si, por el contrario, se apuesta más por lo cultural, las posturas autoritarias de Vermeule podrían encontrar un eco notable.
Las consecuencias de este doble giro, el marcado por la guerra contra China y por la necesidad de salir de la depresión causada por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, van a ser todavía más importantes para la UE y para su extrema derecha. En primer lugar, porque una guerra comercial sin cuartel entre China y EEUU planteará dilemas profundos en el viejo continente, empezando por Alemania. Es la clave de bóveda europea y un país exportador al que la relación con China le resulta indispensable con su actual modelo, por lo que se verá sometida a un fuego cruzado para que se aleje de los asiáticos, una posición a la que su industria no está nada dispuesta: tendrá que elegir entre sus socios tradicionales y militares, EEUU, y los nuevos, los que le dan lustre a su economía, y es una decisión muy compleja.
El campo de batalla
También veremos abrirse nuevos frentes. Serbia es ya el cuarto destino internacional de la inversión china, y los de Xi acaban de firmar con Orbán un acuerdo de infraestructuras que unan Hungría con Serbia, una vía de entrada en Europa que puede empujar a países del Este hacia una influencia más china que europea. Italia ha recibido ayuda china y rusa durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, y su mala situación, si no es arreglada gracias a una acción conjunta de la UE, puede ser aprovechada por los de Xi. Y, en otro orden, muchas empresas europeas pueden quedar expuestas a la adquisición por parte de firmas o fondos de potencias extranjeras con capital suficiente, en general estadounidenses o chinos. En fin, Europa va a ser un campo de batalla.
En este escenario, las extremas derechas y sus posiciones ideológicas van a jugar un papel importante. Hasta ahora han seguido la vulgata habitual de nacionalismo, mensajes contra los pagapensiones y críticas aceradas contra la UE (o la separación de ella), y han utilizado el tono altivo de las figuras políticas que le son propias a ese estrato, como Trump o Johnson. Pero esa es la oleada ideológica anterior al cobi19, y quizás ese mensaje de reconstrucción industrial, nueva organización nacional y más comunidad pueda ser recogido por algunas de sus formaciones. En la Europa occidental, las nuevas derechas solo han propuesto menos impuestos y menos gasto público, y si la crisis es profunda, como parece, no van a resultar muy populares, por lo que quizá den un giro solohacia posiciones que tengan mayor arraigo entre gente que pasa malos momentos, y las sugeridas por esta nueva hornada de republicanos estilo Marco Rubio les pueden encajar perfectamente.
Los ausentes
En lo que sí va a ser relevante la extrema derecha será en lo geopolítico, porque todas ellas, salvo alguna excepción, son muy favorables a EEUU y totalmente contrarias a China. Su presión a favor de Washington y en contra de la UE va a ser sentida por muchos gobiernos europeos.
En esta ecuación, sin embargo, hay un par de factores ausentes. Si la tendencia de futuro es el combate entre EEUU y China, con la extrema derecha como fuerza en auge, habrá dos actores que quedarán fuera de la ecuación. El primero es la UE, que tendría que hacer un esfuerzo real para ponerse a la altura de los tiempos y no convertirse en el objeto de reparto de las potencias ganadoras; el segundo, obviamente, es la izquierda, que está en la misma situación que la UE.
Fuente: El Confidencial
Esteban Hernández
Tras el desconfinamiento, con los efectos económicos de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y con la que parece será insuficiente respuesta europea a los gravísimos problemas que estamos afrontando, se da por descontado que la extrema derecha tendrá un terreno muy favorable. Sus discursos nacionalistas, contra la inmi gración y contra la UE les han bastado hasta ahora, y son caminos que le pueden ser aún más rentables en el futuro, máxime cuando no parece que otras fuerzas políticas puedan competir con ellas a la hora de recoger el descontento.
Sin embargo, quedarse en esta perspectiva y resumir el panorama político poscoronavirus en la lucha entre el ‘establishment’ y la extrema derecha, resulta insuficiente. Vamos a asistir a una reconfiguración política, económica y geopolítica en Occidente. A corto plazo veremos los primeros movimientos y en unos cuantos meses iremos constatando cómo se concretan. El camino estadounidense será importante para saber cómo se van articulando las tras*formaciones y qué expresión política toman.
En España, táctica
En España, el punto de interés va a ser mucho más táctico que ideológico. Asistimos a la competición entre el PP y Vox por ganar el espacio del descontento y la indignación con el gobierno, pero no es una pelea entre ideas sino entre actitudes. Los de Abascal están siendo agresivos estos días, pidiendo un gobierno de emergencia, negando el respaldo a las medidas sobre el estado de alarma o difundiendo una foto modificada de la Gran Vía llena de ataúdes, lo que les hace muy visibles en el malestar.
El asunto de fondo es quién lo canalizará en realidad y si los populares utilizarán a Vox para que agiten con fuerza el árbol y luego recojan ellos los frutos. El éxito de los de Abascal en las últimas elecciones les ha hecho ser más atrevidos, pero pueden pagar el pasarse de frenada, de modo que si el PP sabe jugar sus bazas y utiliza a Vox como ariete, saldrá ganando cuando la indignación remita y llegue la hora del pragmatismo. Si, por el contrario, no sabe utilizar sus cartas y el descontento no remite, los de Abascal tendrán mucho camino por recorrer. Las debilidades estructurales de Vox, así como sus puntos de partida ideológicos, les sitúan más bien en un lugar secundario, pero en estos instantes pocas predicciones son fiables.
El factor chino
Si queremos ver las novedades ideológicas, tendremos que alejarnos de España y de Europa y fijarnos en el ámbito anglosajón. No en vano las derechas ortodoxas y ultraortodoxas contemporáneas nacieron en el Reino Unido y en EEUU, y allí donde están evolucionando, en especial en EEUU.
La causa principal de su tras*formación, mucho más que el cobi19, se llama China. La irrupción de la potencia asiática marca un antes y un después, y la esa época en el 2020 de la que yo le hablo no ha hecho más que ratificarlo. El régimen de Xi Jinping puede salir fortalecido internacionalmente de esta catástrofe: dio una respuesta contundente a la aparición del bichito en Wuhan, se ha recuperado antes que los demás y ha desvelado las deficiencias estratégicas de EEUU y de Europa. Cuando han hecho falta recursos concretos, China los tenía todos, gracias a que se convirtió en la fábrica del mundo; además, ha demostrado que la gran fortaleza financiera y tecnológica de EEUU era limitada cuando le ha tocado enfrentarse a un problema en su territorio, agravado además por su endeble cohesión social.
Los nuevos jugadores
La lógica neoconservadora de ondear la bandera y de buscar adhesiones entre los perdedores de los estados interiores, en los entornos religiosos y en las clases medias que deseaban menos impuestos, así como su la lucha contra los valores débiles del progresismo, les fue útil en las elecciones, pero no sirve para gobernar un país asolado por una doble catástrofe, sanitaria y económica.
Ahí es donde están apareciendo nuevos jugadores en el frente republicano. Hay una oleada emergente de actores y de ideas en el mundo conservador que comienza a tener peso, y más aún en un momento en el que la vieja guardia de Trump está desaparecida.
Desde luego, la política exterior estadounidense ya ha comenzado su batalla discursiva en los tiempos del el bichito-19, utilizando expresiones como “bichito chino” o “Kung Flu”, señalando a la OMS y demás. Pero el frente importante no está en el terreno de la propaganda, sino en esa tarea que Trump inició cuando apostó por implantar aranceles y romper la globalización.
La figura clave
Algunas de sus figuras relevantes, como Robert Lighthizer o Peter Navarro, han tenido un papel importante en el terreno comercial, con su incesante hostilidad con el ascenso asiático, y cuyas posturas amenazan con hacer añicos la arquitectura comercial internacional de décadas anteriores. El senador Tom Cotton es otro de los destacados en ese aspecto, y ya dejó caer que China podía estar detrás de la creación del cobi19
Las mayores novedades, no obstante, se encuentran en el frente interno, donde destaca una figura clave, el senador Marco Rubio, el primero en el lado republicano en entender cómo las debilidades estadounidenses estaban directamente vinculadas con el ascenso chino. Visto hoy, su contundente discurso de 2018 en el Congreso de EEUU en 2018 cobra todo su sentido y revela su capacidad de anticipación.
Los dos informes
Rubio, un halcón en política exterior, católico y muy religioso, también es de los pocos en verbalizar, desde el lado republicano o desde el demócrata, hasta qué punto el auge chino se ha apoyado en un tipo de crecimiento económico que estaba destinado a satisfacer los intereses del mundo financiero, de accionistas y acreedores, mucho más que a favorecer la producción de bienes y servicios reales y, por tanto, a aumentar el bienestar estadounidense. Dos informes que realizó para su proyecto de desarrollo del mercado americano y de los trabajos en EEU, 'American Investment in the 21st Century' y ‘Made in China 2025: the future of the american industry’, son mucho más relevantes que la mayoría de las abstracciones de nuestros economistas habituales.
El segundo actor llamativo es el senador Josh Hawley, quien hizo público un documento la pasada semana, ‘Getting America Back to Work’, con un ambicioso plan, en la línea de Dinamarca, para salvar los empleos y reindustrializar EEUU. Como bien cuenta Matt Stoller, Hawley, autor de un notable libro sobre Theodore Roosevelt, es uno de los republicanos más combativos con las grandes corporaciones y los gigantes tecnológicos, y apuesta decididamente por los pequeños negocios. En él confluyen la defensa de su nación mediante una política exterior agresiva con el sentimiento religioso, los valores tradicionales, el respeto por la comunidad y el deseo de una organización social cohesiva.
Un tercero es Oren Cass, excolaborador de Mitt Romney, director de American Compass, y autor de ‘Once and future worker’, es un ardiente defensor de una política industrial estadounidense, aunque por un camino económico diferente de los anteriores, también anclado en la importancia de la familia, la comunidad y la industria para impulsar la prosperidad y libertad. El profesor de Harvard Adrian Vermeule sumaría otra corriente más intransigente, ya que es antiliberal en lo económico y en lo cultural. Del mismo modo que propugna que las concepciones libertarias de los derechos de propiedad deben ser rechazadas, aboga por un regreso a la autoridad y a la jerarquía que autorizaría a derogar en determinados contextos la libertad de expresión o la sensual.
Dos caminos de salida
Son dos corrientes distintas, una más anclada en la acción concreta, realizada desde el interior del partido republicano, y otra como fuente intelectual, que coinciden en la necesidad de otra cultura y de otra economía, que entroncan con la vieja tradición republicana, la previa a Reagan, y que sitúan al comercio internacional como una amenaza para su país.
En un EEUU enfrentado a China y con dificultades de cohesión, muestran también dos caminos diferentes de salida. Una reconstrucción industrial nacional parece probable, y gente como Rubio o Hawley podrían ser de gran utilidad en esa tarea. Si, por el contrario, se apuesta más por lo cultural, las posturas autoritarias de Vermeule podrían encontrar un eco notable.
Las consecuencias de este doble giro, el marcado por la guerra contra China y por la necesidad de salir de la depresión causada por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, van a ser todavía más importantes para la UE y para su extrema derecha. En primer lugar, porque una guerra comercial sin cuartel entre China y EEUU planteará dilemas profundos en el viejo continente, empezando por Alemania. Es la clave de bóveda europea y un país exportador al que la relación con China le resulta indispensable con su actual modelo, por lo que se verá sometida a un fuego cruzado para que se aleje de los asiáticos, una posición a la que su industria no está nada dispuesta: tendrá que elegir entre sus socios tradicionales y militares, EEUU, y los nuevos, los que le dan lustre a su economía, y es una decisión muy compleja.
El campo de batalla
También veremos abrirse nuevos frentes. Serbia es ya el cuarto destino internacional de la inversión china, y los de Xi acaban de firmar con Orbán un acuerdo de infraestructuras que unan Hungría con Serbia, una vía de entrada en Europa que puede empujar a países del Este hacia una influencia más china que europea. Italia ha recibido ayuda china y rusa durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, y su mala situación, si no es arreglada gracias a una acción conjunta de la UE, puede ser aprovechada por los de Xi. Y, en otro orden, muchas empresas europeas pueden quedar expuestas a la adquisición por parte de firmas o fondos de potencias extranjeras con capital suficiente, en general estadounidenses o chinos. En fin, Europa va a ser un campo de batalla.
En este escenario, las extremas derechas y sus posiciones ideológicas van a jugar un papel importante. Hasta ahora han seguido la vulgata habitual de nacionalismo, mensajes contra los pagapensiones y críticas aceradas contra la UE (o la separación de ella), y han utilizado el tono altivo de las figuras políticas que le son propias a ese estrato, como Trump o Johnson. Pero esa es la oleada ideológica anterior al cobi19, y quizás ese mensaje de reconstrucción industrial, nueva organización nacional y más comunidad pueda ser recogido por algunas de sus formaciones. En la Europa occidental, las nuevas derechas solo han propuesto menos impuestos y menos gasto público, y si la crisis es profunda, como parece, no van a resultar muy populares, por lo que quizá den un giro solohacia posiciones que tengan mayor arraigo entre gente que pasa malos momentos, y las sugeridas por esta nueva hornada de republicanos estilo Marco Rubio les pueden encajar perfectamente.
Los ausentes
En lo que sí va a ser relevante la extrema derecha será en lo geopolítico, porque todas ellas, salvo alguna excepción, son muy favorables a EEUU y totalmente contrarias a China. Su presión a favor de Washington y en contra de la UE va a ser sentida por muchos gobiernos europeos.
En esta ecuación, sin embargo, hay un par de factores ausentes. Si la tendencia de futuro es el combate entre EEUU y China, con la extrema derecha como fuerza en auge, habrá dos actores que quedarán fuera de la ecuación. El primero es la UE, que tendría que hacer un esfuerzo real para ponerse a la altura de los tiempos y no convertirse en el objeto de reparto de las potencias ganadoras; el segundo, obviamente, es la izquierda, que está en la misma situación que la UE.
Fuente: El Confidencial