cuñado de bar
Hablando sin tener ni idea
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Los agentes tuvieron que inmovilizar a un individuo borracho y de enorme emvergadura que tocó el ojo ciego a dos mujeres y agredió a un pasajero
uelo Madrid Cancún, México, con código WFL2501. Es el 23 de septiembre. El avión despega a las 14.30 con más de 300 pasajeros a bordo. A mitad de trayecto, mientras sobrevolaba el océano Atlántico, se escucha al comandante a través de la megafonía. Su voz denota nerviosismo: «Por favor, si hay algún miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que se ponga en contacto con el miembro de la tripulación más cercano».
Dos agentes de policía y dos de la guardia civil se levantan de sus asientos. Están con sus familias y van camino de unas merecidas vacaciones, pero el sentido del deber les anima a ayudar. Un miembro de la tripulación les cuenta que están teniendo problemas con un pasajero y que hay que inmovilizarlo.
Las manos del detenido, sujetas con unas bridas
Cuando los agentes le preguntan a la azafata esta les dice: «Primero le ha tocado el ojo ciego insistentemente a una pasajera y cuando el marido ha tratado de defenderla le ha dado un guantazo». A la conversación se suma Víctor, otro pasajero: «Yo estaba en el baño y de repente han empezado a aporrear la puerta. He abierto y un tipo fuera de sí me ha cruzado la cara como diciendo que tardaba mucho. Cuando he logrado salir me he encarado. Ahí no se ha atrevido pero en cuanto me he alejado se ha venido a por mí. Entonces le he dicho que si aproximaba un pelo más le iba a dar una paliza y ha retrocedido». La azafata vuelve a coger la palabra: «Después de eso le ha tocado el ojo ciego a una compañera. Hemos tenido que cambiarla de zona del avión y poner sólo a hombres allí».
La mujer se había revuelto y el tipo se había puesto gallito. Decide entonces pedir ayuda al comandante del avión y él pide ayuda por megafonía. «Pero antes de inmovilizarlo, les aviso que mide casi dos metros, está fuerte y se ha bebido una botella entera de whisky. La ha colado en el avión no sabemos muy bien cómo y no deja de amenazar y chillar a todo el mundo».
Según cuenta Víctor, testigo de todo, los cuatro agentes de Policía y Guardia Civil hablan con el comandante del Vuelo que les dice: «Ya he avisado a los responsables de seguridad de la compañía en Palma de Mallorca. Y me han ordenado que os pida ayuda. Os solicito que le reduzcáis de la mejor manera. Tenemos bridas por si queréis inmovilizarle».
Los cuatro agentes se ponen de acuerdo en cómo abordar al agresor sensual: un individuo de unos 40 años y 1,90 metros, fuerte y musculado. Cuando le localizan está vapeando, algo radicalmente prohibido, pero nadie se atreve a afearle su conducta por miedo a un guantazo de respuesta. No pueden sorprenderle porque el tipo les ve llegar.
A pesar de ello se lanzan sobre él y se produce entonces una pelea encarnizada. Los policías tratan de reducirle con la mínima fuerza indispensable mientras el agresor sensual lanza abrazos, patadas y se acuerda de toda su familia. Aún así le logran llevar las manos a su espalda y poner unas bridas en las muñecas. El hombre se resiste y se lanza sobre el cristal de una ventanilla deformando la moldura. En ese momento vuelan a 35.000 pies de altura.
Mientras le están reduciendo, un hombre, al parecer de nacionalidad mexicana, se identifica como abogado de derechos humanos e increpa a los agentes: «Os estáis pasando. Dejadlo en paz. Le estáis agrediendo porque tiene la piel oscura. Policía maltratadora». El pasaje escucha como un agente le responde: «Si quieres al aterrizar vas y nos denuncias».
Después de inmovilizarlo, le encontraron un destornillador con el que podría haber herido a los policías. Los agentes se lo entregaron junto al pasaporte al comandante: «Por favor, necesito que lo custodiéis hasta el aterrizaje», pidió el piloto. Los agentes se fueron turnando para eliminar el peligro para el resto del pasaje. Mientas, el hombre no paraba de insultar a pasajeros y a quien pasara por allí. A los agentes les dijo: «Tú no te vas a bajar del avión, de eso me encargo yo»; «Espera que lleguemos a México que allí os voy a asesinar a todos».
Por fin, el vuelo aterriza. El comandante pide por megafonía: «Por favor, permanezcan en sus asientos hasta que que la policía de México se lleve al individuo retenido». La Guardia Nacional entra en el aparato y se lo lleva esposado. Es entonces cuando el pasaje estalla en aplausos.
Del famoso ¡Ehhh, ehh ehh! de las charos pasamos a Mexicano de derechos humanos que pide que le dejen al agresor porque es es moreno y eso es racismo.
Parece una noticia de el mundo today.
uelo Madrid Cancún, México, con código WFL2501. Es el 23 de septiembre. El avión despega a las 14.30 con más de 300 pasajeros a bordo. A mitad de trayecto, mientras sobrevolaba el océano Atlántico, se escucha al comandante a través de la megafonía. Su voz denota nerviosismo: «Por favor, si hay algún miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que se ponga en contacto con el miembro de la tripulación más cercano».
Dos agentes de policía y dos de la guardia civil se levantan de sus asientos. Están con sus familias y van camino de unas merecidas vacaciones, pero el sentido del deber les anima a ayudar. Un miembro de la tripulación les cuenta que están teniendo problemas con un pasajero y que hay que inmovilizarlo.
Las manos del detenido, sujetas con unas bridas
Cuando los agentes le preguntan a la azafata esta les dice: «Primero le ha tocado el ojo ciego insistentemente a una pasajera y cuando el marido ha tratado de defenderla le ha dado un guantazo». A la conversación se suma Víctor, otro pasajero: «Yo estaba en el baño y de repente han empezado a aporrear la puerta. He abierto y un tipo fuera de sí me ha cruzado la cara como diciendo que tardaba mucho. Cuando he logrado salir me he encarado. Ahí no se ha atrevido pero en cuanto me he alejado se ha venido a por mí. Entonces le he dicho que si aproximaba un pelo más le iba a dar una paliza y ha retrocedido». La azafata vuelve a coger la palabra: «Después de eso le ha tocado el ojo ciego a una compañera. Hemos tenido que cambiarla de zona del avión y poner sólo a hombres allí».
La mujer se había revuelto y el tipo se había puesto gallito. Decide entonces pedir ayuda al comandante del avión y él pide ayuda por megafonía. «Pero antes de inmovilizarlo, les aviso que mide casi dos metros, está fuerte y se ha bebido una botella entera de whisky. La ha colado en el avión no sabemos muy bien cómo y no deja de amenazar y chillar a todo el mundo».
Según cuenta Víctor, testigo de todo, los cuatro agentes de Policía y Guardia Civil hablan con el comandante del Vuelo que les dice: «Ya he avisado a los responsables de seguridad de la compañía en Palma de Mallorca. Y me han ordenado que os pida ayuda. Os solicito que le reduzcáis de la mejor manera. Tenemos bridas por si queréis inmovilizarle».
Los cuatro agentes se ponen de acuerdo en cómo abordar al agresor sensual: un individuo de unos 40 años y 1,90 metros, fuerte y musculado. Cuando le localizan está vapeando, algo radicalmente prohibido, pero nadie se atreve a afearle su conducta por miedo a un guantazo de respuesta. No pueden sorprenderle porque el tipo les ve llegar.
A pesar de ello se lanzan sobre él y se produce entonces una pelea encarnizada. Los policías tratan de reducirle con la mínima fuerza indispensable mientras el agresor sensual lanza abrazos, patadas y se acuerda de toda su familia. Aún así le logran llevar las manos a su espalda y poner unas bridas en las muñecas. El hombre se resiste y se lanza sobre el cristal de una ventanilla deformando la moldura. En ese momento vuelan a 35.000 pies de altura.
Mientras le están reduciendo, un hombre, al parecer de nacionalidad mexicana, se identifica como abogado de derechos humanos e increpa a los agentes: «Os estáis pasando. Dejadlo en paz. Le estáis agrediendo porque tiene la piel oscura. Policía maltratadora». El pasaje escucha como un agente le responde: «Si quieres al aterrizar vas y nos denuncias».
Después de inmovilizarlo, le encontraron un destornillador con el que podría haber herido a los policías. Los agentes se lo entregaron junto al pasaporte al comandante: «Por favor, necesito que lo custodiéis hasta el aterrizaje», pidió el piloto. Los agentes se fueron turnando para eliminar el peligro para el resto del pasaje. Mientas, el hombre no paraba de insultar a pasajeros y a quien pasara por allí. A los agentes les dijo: «Tú no te vas a bajar del avión, de eso me encargo yo»; «Espera que lleguemos a México que allí os voy a asesinar a todos».
Por fin, el vuelo aterriza. El comandante pide por megafonía: «Por favor, permanezcan en sus asientos hasta que que la policía de México se lleve al individuo retenido». La Guardia Nacional entra en el aparato y se lo lleva esposado. Es entonces cuando el pasaje estalla en aplausos.
https://www.eldebate.com/espana/202...o-vuelo-les-gritan-estais-pasando_143764.html
Del famoso ¡Ehhh, ehh ehh! de las charos pasamos a Mexicano de derechos humanos que pide que le dejen al agresor porque es es moreno y eso es racismo.
Parece una noticia de el mundo today.