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Adiós al Congreso
19 Noviembre, 2012
Autor: Ron Paul
Puede que esta sea la última vez que hablo en el hemiciclo de la Cámara. Al acabar el año, dejaré en Congreso después de 23 años en el cargo durante un periodo de 36 años. Mis objetivos en 1976 fueron los mismos que hoy: promover la paz y la prosperidad mediante un respeto estricto a los principios de la libertad individual.
Opinaba que el trayecto seguido por EEUU en la última parte del siglo XX nos llevaría a una gran crisis financiera y nos sumiría en una política exterior que nos extralimitaría y socavaría nuestra seguridad nacional.
Para alcanzar los objetivos que buscaba, el gobierno tendría que haber disminuido en tamaño y ámbito de actuación, reducido el gasto, cambiado el sistema monetario y rechazado los costes insostenibles de ser la policía del mundo y expandir el Imperio Estadounidense.
Los problemas parecían ser abrumadores e imposibles de resolver, pero desde mi punto de vista, con solo seguir las limitaciones que ponía la Constitución al gobierno federal habría habido un buen punto de partida.
¿Cuánto he logrado?
En muchos sentidos, según la sabiduría popular, mi carrera entrando y saliendo del Congreso, de 1976 a 2012, ha conseguido muy poco. Ninguna legislación con mi nombre, ningún edificio o carretera federal con mi nombre, gracias a Dios. A pesar de mis esfuerzos, el gobierno ha crecido exponencialmente, los impuestos siguen siendo excesivos y continúa el prolífico aumento de regulaciones inabarcables. Las guerras son constantes y se libran sin autorización del Congreso, los déficits aumentan hasta el infinito, la pobreza se extiende y la dependencia del gobierno federal es ahora peor que en cualquier momento de nuestra historia.
Todo esto con una mínima preocupación por los déficits y los derechos no presupuestados que el sentido común nos dice que no pueden continuar mucho más tiempo. Un gran, pero nunca mencionado, acuerdo bipartidista permite el bien guardado secreto que mantiene en marcha el gasto. Un bando no renuncia a un penique en gasto militar, el otro no renuncia a un penique en gasto social, mientras que ambos bandos apoyan los rescates y subvenciones a la banca y la élite de grandes empresas. Y el gasto continúa y la economía se debilita y continúa la espiral descendente. Mientras el gobierno continúa enredando, nuestras libertades y nuestra riqueza arden en las llamas de una política exterior que nos hace menos seguros.
El mayor obstáculo para el cambio real en Washington es la resistencia total a admitir que el país está en quiebra. Esto ha hecho inevitable el compromiso, solo para acordar un aumento en el gasto, ya que ningún bando tiene ninguna intención de recortar el gasto.
El país y el Congreso seguirán divididos, ya que no “queda botín a repartir”.
Sin este reconocimiento, los gastadores en Washington continuarán la marcha hacia un precipicio fiscal mucho mayor que el previsto para este próximo enero.
He pensado mucho acerca de por qué a los que creemos en la libertad como solución nos ha ido tan mal a la hora de convencer a otros de sus beneficios. Si la libertad es lo que afirmamos que es (el principio que protege todas las decisiones personales, sociales y económicas necesarias para la máxima prosperidad y la mejor oportunidad para la paz) debería de venderse fácilmente. Pero la historia ha demostrado que las masas han sido bastante receptivas a las promesas de autoritarios que se cumplen pocas veces o nunca.
Autoritarismo frente a libertad
Si el autoritarismo lleva a la pobreza y la guerra y a menos libertad para todos los individuos y está controlado por los intereses especiales de los ricos, el pueblo debería estar reclamando libertad. Indudablemente había un sentimiento suficientemente fuerte por mayor libertad en el momento de nuestra fundación que motivó a quienes estaban dispuestos a luchar en la revolución contra el poderoso ejército británico.
Durante mi estancia en el Congreso, el apetito de libertad ha sido bastante débil, la comprensión de su significado, mínima. Pero la buena noticia es que, comparado con 1976, cuando llegué por primera vez al Congreso, el deseo de más libertad y menos gobierno en 2012 es mucho mayor y está creciendo, especialmente en la América popular. Decenas de miles de jóvenes y estudiantes en edad universitaria están dando la bienvenida con gran entusiasmo al mensaje de la libertad.
Tengo unas pocas ideas respecto de por qué el pueblo de un país como el nuestro, una vez el más libre y próspero, permitió que se deterioraran las condiciones hasta el grado en que lo han hecho.
Libertad, propiedad privada y contratos voluntarios aplicables generan riqueza. En nuestra primera historia éramos muy conscientes de esto. Pero en la primera parte del siglo XX nuestros políticos promovieron la idea de que los sistemas fiscales y monetarios tenían que cambiar si teníamos que realizar un gasto interno y militar excesivo. Por eso el Congreso nos dio la Reserva Federal y el impuesto de la renta. La mayoría de los estadounidenses y muchos cargos públicos estuvieron de acuerdo en que sacrificar cierta libertad era necesario para llevar a cabo algunas ideas que se afirmaba que eran “progresistas”. La democracia pura se convertía en aceptable.
No se dieron cuenta de que lo que estaban haciendo era exactamente lo contrario de lo que los colonos estaban buscando cuando se independizaron de los británicos.
Algunos se quejan de que mis argumentos no tienen sentido, debido a la gran riqueza y mejor nivel de vida para muchos estadounidenses en los últimos 100 años, incluso con estas nuevas políticas.
Pero el daño a la economía de mercado y a la divisa ha sido insidioso y constante. Llevó mucho tiempo consumir nuestra riqueza, destruir la divisa y socavar la productividad y llevar a nuestras obligaciones financiera a un punto de no retorno. La confianza a veces dura más de lo que merece. La mayoría de nuestra riqueza depende hoy de la deuda.
La riqueza de la que disfrutábamos y que parecía inacabable, permitió que se olvidara la preocupación por el principio de una sociedad libre. Mientras la mayoría de la gente creía que la abundancia material duraría eternamente, parecía innecesario preocuparse por proteger una economía productiva competitiva y la libertad individual.
La era de la redistribución
Este olvido llevó a una era de redistribución por el gobierno doblegándose ante todos y cada uno de los intereses creados, excepto los de los que solo querían que les dejaran en paz. Por eso hoy el dinero en política sobrepasa al dinero que va actualmente a investigación y desarrollo y a esfuerzos productivos empresariales.
Los beneficios materiales de convirtieron en más importantes que la comprensión y promoción de los principios de la libertad y el libre mercado. Es bueno que la abundancia material sea un resultado de la libertad, pero si solo nos preocupa el materialismo, los problemas están asegurados.
La crisis llegó porque se ha acabado la ilusión de que la riqueza y la prosperidad durarían eternamente. Como se basaba en la deuda y en una pretensión de que la deuda se podía ocultar mediante un sistema monetario fiduciario fuera de control, estaba condenada al fracaso. Hemos acabado con el sistema que no produce lo suficiente ni siquiera para financiar la deuda y sin ninguna comprensión esencial de por qué es fundamental una sociedad libre para invertir estas tendencias.
Si no se reconoce esto, la recuperación perdurará mucho tiempo. Continuará habiendo un gobierno mayor, más gasto, más deuda, más pobreza para la clase media y una confusión más intensa por los intereses especiales de la élite.
Necesitamos un despertar intelectual
Sin un despertar intelectual, el punto de inflexión lo producirá la ley económica. Una crisis del dólar pondría de rodillas al actual sistema fuera de control.
Si no se acepta que el gran gobierno, el dinero fiduciario, ignorar la libertad, la planificación económica centralizada, el estado del bienestar y el belicismo causaron nuestra crisis, podemos esperar una marcha continua y peligrosa hacia el corporativismo e incluso el fascismo con aún más pérdidas de nuestras libertades. La prosperidad para una gran clase media, se convertirá, sin embargo en un sueño abstracto.
Este continuo movimiento no es diferente de que hemos visto en cómo se gestionó nuestra crisis financiera de 2008. El Congreso ordenó primero, con apoyo bipartidista, rescates para los ricos. Luego vino la Reserva Federal con su interminable flexibilización cuantitativa. Si no se tiene éxito a la primera, se intenta de nuevo: QE1, QE2 y QE3 y sin resultado intentamos QE eternamente, es decir hasta que también fracase. Todo esto tiene un coste y déjenme asegurarles que retrasar el pago ya no es una opción. Las reglas del mercado extraerán su libra de carne y no va ser bonito.
La crisis actual provoca mucho pesimismo. Y el pesimismo se añade a una menor confianza en el futuro. Los dos se alimentan entre sí, empeorando la situación.
Si no se entiende la causa subyacente de la crisis, no podemos resolver nuestros problemas. Los asuntos de la guerra, el bienestar, los déficits, el inflacionismo, el corporativismo, los recates y el autoritarismo no pueden ignorarse. Pero solo expandiendo estas políticas no podemos esperar buenos resultados.
Todos afirman apoyar la libertad. Pero demasiado a menudo es la libertad para uno y no para otros. Demasiados creen que debe haber límites a la libertad. Argumentan que la libertad debe estar dirigida y gestionada para conseguir justicia e igualdad, haciendo así aceptable recortar mediante la fuerza ciertas libertades.
Algunos deciden qué y cuáles de estas libertades van a limitarse. Son políticos cuyo objetivo en la vida es el poder. Su éxito depende de conseguir el apoyo de los intereses especiales.
No más “ismos”
La gran noticia es que la respuesta no se encuentra en más “ismos”. Las respuestas se encuentran en más libertad que cuesta mucho menos. Bajo estas circunstancias, baja el gasto, aumenta la producción de riqueza y mejora la calidad de vida.
Solo este reconocimiento (especialmente si nos movemos en esta dirección) aumenta el optimismo que es beneficioso en sí mismo. Se requiere su seguimiento con políticas sensatas que deben ser comprendidas y apoyadas por el pueblo.
Pero hay buenas evidencias de que la generación que está madurando en la actualidad apoya moverse en la dirección de una mayor libertad y autoconfianza. Cuanto más conocido se haga este cambio en dirección y sus soluciones, más rápida será la vuelta al optimismo.
Nuestro trabajo, para los que creemos en un sistema diferente del que hemos tenido durante los últimos 100 años y nos ha llevado a esta crisis insostenible, es ser más convincentes respecto de que hay un sistema maravilloso, sencillo y jovenlandesal que proporciona las respuestas. Tenemos un toque del mismo en nuestra primeria historia. No tenemos que renunciar a la idea de avanzar en esta causa.
Funcionó, pero permitimos a nuestros líderes concentrarse en la abundancia material que genera la libertad, ignorando esa misma libertad. Ahora no tenemos ninguna de ambas, pero la puerta está abierta, para una respuesta, debido a la necesidad. La respuesta disponible se basa en la Constitución, la libertad individual y la prohibición del uso de la fuerza pública para proporcionar privilegios y beneficios a todos los intereses especiales.
Después de más de 100 años, afrontamos una sociedad bastante diferente de la que pretendían los Fundadores. En muchos sentidos, sus esfuerzos por proteger de este peligro a las generaciones futuras usando la Constitución han fracasado. Los escépticos, en el momento en que se redactó la Constitución en 1787, nos advirtieron de posible resultado actual. La naturaleza insidiosa de la erosión de nuestras libertades y la tranquilidad que nos daba nuestra gran abundancia, permitieron que el proceso evolucionara hacia el peligroso periodo en el que nos encontramos.
Dependencia de la generosidad del gobierno
Hoy afrontamos una dependencia de la generosidad del gobierno para casi cualquier necesidad. Nuestras libertades se restringen y el gobierno funciona fuera del estado de derecho, protegiendo y recompensando a quienes lo compran o coaccionan para satisfacer sus reclamaciones. He aquí unos pocos ejemplos:
Son comunes las guerras no declaradas.
El bienestar para ricos y pobres se considera un derecho.
La economía está excesivamente regulada, excesivamente gravada y enormemente distorsionada por un sistema monetario profundamente defectuoso.
La deuda está creciendo exponencialmente.
La Patriot Act y la legislación FISA aprobadas sin demasiado debate han generado una constante erosión de nuestros derechos de la 4ª Enmienda.
Lamentablemente, nuestro gobierno se dedica a la guerra preventiva, conocida también por agresión, sin quejas del pueblo estadounidense.
La guerra de drones que estamos librando en todo el mundo está condenada a acabar mal para nosotros debido al repruebo creado por la pérdida de vidas inocentes y la ostentación del derecho internacional. Una vez nos veamos debilitados financieramente y desafiados militarmente, habrá un montón de resentimiento en nuestro camino.
Es hoy ley del país que los militares pueden arrestar a ciudadanos estadounidenses y retenerlos indefinidamente, sin acusación ni juicio.
La desenfrenada hostilidad hacia el libre comercio está apoyada por muchos en Washington.
Los defensores de sanciones, manipulaciones de la divisa y represalias comerciales en la OMC llaman “aislacionistas” a los verdaderos librecambistas.
Se usan sanciones para castigar a países que no siguen nuestras órdenes.
Son habituales rescates y avales para todo tipo de malos comportamientos.
La planificación centralizada mediante políticas monetarias, regulaciones y órdenes legislativas ha sido una política aceptada.
Preguntas
El excesivo gobierno ha creado tal lío que plantes muchas preguntas:
¿Por qué se encarcela a gente enferma que usa marihuana médica?
¿Por qué restringe el gobierno federal el consumo de leche cruda?
¿Por qué no pueden los estadounidenses fabricar cuerdas y otros productos con cáñamo?
¿Por qué no se permite a los estadounidenses utilizar oro y plata como moneda de curso legal como recoge la Constitución?
¿Por qué esta Alemania tan preocupada como par considerar repatriar su oro depositado en su nombre por la Fed en Nueva York? ¿Es que se empieza a desvanecer la confianza en la supremacía de EEUU y el dólar?
¿Por qué nuestros líderes políticos creen que es innecesario auditar a conciencia nuestro oro?
¿Por qué no pueden los estadounidenses decidir qué tipo de bombillas pueden comprar?
¿Por qué se permite a la TSA abusar de los derechos de cualquier estadounidense que viaje por aire?
¿Por qué debería haber condenas obligatorias (incluso de fin para delitos sin víctimas) como hay en nuestras leyes sobre drojas?
¿Por qué hemos permitido que el gobierno federal regule los inodoros en nuestras viviendas?
¿Por qué es un suicidio político que alguien critique al AIPAC?
¿Por qué no hemos renunciado a la guerra contra las drojas ya que es un evidente fracaso y viola los derechos de la gente? ¿Ha advertido alguien que las autoridades no pueden siquiera mantener a las drojas fuera de las prisiones? ¿Cómo puede resolver el problema convertir a toda nuestra sociedad en una prisión?
¿Por qué sacrificamos tanto implicándonos innecesariamente en disputas fronterizas y conflictos civiles en todo el mundo e ignoramos la causa raíz de la frontera más mortífera del mundo: la que hay entre México y EEUU?
¿Por qué renuncia el Congreso voluntariamente a sus prerrogativas en favor del Poder Ejecutivo?
¿Por qué el cambio en el partido en el poder nunca cambia la política? ¿Podría ser que las opiniones de ambos partidos sean esencialmente las mismas?
¿Por qué se rescató en 2008 a los grandes bancos, las grandes multinacionales y los bancos y bancos centrales extranjeros y la clase media perdió sus empleos y sus viviendas?
¿Por qué tantos en el gobierno y en cargos federales creen que crear dinero de la nada crea riqueza?
¿Por qué tantos aceptan el principio profundamente erróneo de que los funcionarios y políticos del gobierno pueden protegernos de nosotros mismos sin destruir completamente el principio de la libertad?
¿Por qué no puede la gente entender que la guerra siempre destruye riqueza y libertad?
¿Por qué preocupa tan poco la Orden Ejecutiva que da al Presidente autoridad para crear una “lista de apiolar”, incluyendo ciudadanos estadounidenses, de objetivos de asesinato?
¿Por qué se piensa que el patriotismo es una lealtad ciega al gobierno y a los políticos que lo dirigen en lugar de los principios de libertad y apoyo al pueblo? El verdadero patriotismo es una voluntad de amonestar al gobierno cuando se equivoca.
¿Por qué se afirma que si la gente no se preocupa o no puede preocuparse de sus propias necesidades, esa gente en el gobierno puede hacerlo por ella?
¿Por qué dimos al gobierno un refugio seguro para iniciar la violencia contra el pueblo?
¿Por qué algunos miembros defienden los mercados libres, pero no las libertades civiles?
¿Por qué algunos miembros defienden las libertades civiles, pero no los mercados libres? ¿No son lo mismo?
¿Por qué no hay más que defiendan tanto la libertad económica como la libertad personal?
¿Por qué no hay más individuos que buscan influir intelectualmente a otros para conseguir cambios positivos que quienes buscan el poder para obligar a otros a obedecer sus órdenes?
¿Por qué no se discute el uso de la religión para apoyar un evangelio social y guerras preventivas, que requieren ambos autoritarios que utilicen violencia o amenaza de violencia? La agresión y la redistribución forzosa de la riqueza no tienen nada que ver con las enseñanzas de las grandes religiones del mundo.
¿Por qué permitimos que el gobierno y la Reserva Federal divulguen información falsa tanto en política económica como exterior?
¿Por qué se tiene en tan alta estima a la democracia cuando es enemiga de la minoría y hace a todos los derechos depender de los dictados de la mayoría?
¿Por qué debería sorprenderse alguien de que el Congreso no tenga credibilidad, habiendo tal desconexión entre lo que dicen los políticos y lo que hacen?
¿Hay alguna explicación para toda la decepción, la tristeza, el miedo al futuro, la pérdida de confianza en nuestros líderes, la desconfianza, el enfado y la frustración? Sí, la hay y hay una manera de invertir estas actitudes. Las percepciones negativas son lógicas y una consecuencia de que las malas políticas generen nuestros problemas. Identificar los problemas y reconocer la causa permiten que se produzcan fácilmente los cambios apropiados.
Confía en ti mismo, no en el gobierno
Demasiada gente ha puesto demasiada confianza durante demasiado tiempo en el gobierno y no la suficiente en sí misma. Por suerte, muchos se están haciendo ahora conscientes de la gravedad de los enormes errores de las últimas décadas- La culpa la comparten ambos partidos políticos. Muchos estadounidenses reclaman ahora escuchar la simple verdad de las cosas y quieren que se termine la demagogia. Sin este primer paso, las soluciones son imposibles.
Buscar la verdad y encontrar las respuestas en la libertad y la autoconfianza promueve el optimismo necesario para restaurar la prosperidad. La tarea no es tan difícil si la política no se interpone.
Nos hemos permitido meternos en este lío por diversas razones.
Los políticos se engañan respecto de cómo se produce la riqueza. Se tiene una confianza excesiva en el juicio de políticos y funcionarios. Este reemplaza a la confianza en una sociedad libre. Demasiadas personas en altos puestos de autoridad se han convencido de que solo ellas, armadas con el poder arbitrario del gobierno, pueden producir justicia, facilitando la producción de riqueza. Esto siempre resulta ser un sueño utópico y destruye riqueza y libertad. Empobrece a la gente y recompensa los intereses especiales que acaban controlando ambos partidos políticos.
No sorprende que mucho de lo que pasa en Washington está motivado por el partidismo agresivo y la búsqueda del poder, siendo mínimas las diferencias filosóficas.
Ignorancia económica
La ignorancia económica es común. El keynesianismo sigue prosperando, aunque hoy afronta refutaciones sanas y entusiastas. Los creyentes del keynesianismo militar y doméstico continúan promoviendo desesperadamente sus políticas fracasadas, mientras la economía languidece en un sueño profundo.
Los defensores de todos los decretos del gobierno emplean argumentos humanitarios para justificarse.
Los argumentos humanitarios se usan siempre para justificar las órdenes del gobierno relacionadas con economía, política monetaria, política exterior y libertad personal. Se hace así para hacer más difícil oponerse. Pero iniciar la violencia por razones humanitarias sigue siendo violencia. Las buenas intenciones no son excusa y son igual de dañinas que cuando la gente utiliza fuerza con malas intenciones. Los resultados son siempre negativos.
El uso inmoral de la fuerza es el origen de los problemas políticos del hombre. Tristemente, Muchos grupos religiosos, organizaciones seculares y autoridades orates apoyan la fuerza iniciada por el gobierno para cambiar el mundo. Incluso cuando los objetivos deseados son bienintencionados (o especialmente cuando son bienintencionados) los resultados son desalentadores. Los buenos resultados pretendidos nunca se materializan. Los nuevos problemas creados requieren incluso más fuerza pública como solución. El resultado neto es institucionalizar la violencia iniciada por el gobierno y justificarla jovenlandesalmente por razones humanitarias.
Es la misma razón fundamental por la que nuestro gobierno usa la fuerza para invadir otros países a voluntad, planifica centralizadamente la economía en el interior y regula la libertad personal y las costumbres de nuestros ciudadanos.
Es bastante extraño que, salvo que uno tenga una mente criminal y ningún respecto por otra gente y sus propiedades, nadie afirma que sea permisible ir a la casa de un vecino y le diga cómo comportarse, qué puede comer, fumar y beber y cómo debe gastar su dinero.
Aun así, raramente se pregunta por qué es jovenlandesalmente aceptable que un extraño con una placa y una pistola pueda hacer lo mismo en nombre de la ley y el orden. Cualquier resistencia se encuentra con fuerza bruta, multan, impuestos, arrestos e incluso prisión. Esta se hace más frecuentemente cada día sin una orden de registro adecuada.
Ningún monopolio público sobre la iniciación de la violencia
Limitar el comportamiento agresivo es una cosa, pero legalizar un monopolio público para iniciar la agresión solo puede llevar a agotar la libertad junto con el caos, el enfado y la quiebra de la sociedad civil. Permitir esa autoridad y esperar un comportamiento santo de los funcionarios y los políticos es una quimera. Tenemos ahora un ejército en pie de funcionarios armados en la TSA, CIA, FBI, Pesca y Vida Salvaje, FEMA, Hacienda, Cuerpo de Ingenieros, etc. que supera las 100.000 personas- Los ciudadanos son culpables hasta que se demuestre su inocencia en los inconstitucionales tribunales administrativos.
El gobierno en una sociedad libre no debería tener autoridad para entrometerse en actividades sociales o en las tras*acciones económicas de los individuos. Tampoco el gobierno debería entrometerse en los asuntos de otras naciones. Todo lo pacífico, aunque sea polémico, debería permitirse.
Debemos rechazar la idea de la restricción previa en la actividad económica igual que hacemos en el área de la libre expresión y la libertad religiosa. Pero incluso en estas áreas el gobierno está empezando a utilizar una aproximación por la puerta de atrás de la corrección política para regular la expresión: una tendencia peligrosa. Dese el 11-S la monitorización de la expresión en Internet es ahora un problema ya que no se requiere autorización.
La proliferación de delitos federales
La Constitución establecía cuatro delitos federales. Hoy los expertos no pueden siquiera ponerse de acuerdo en cuántos delitos federal hay ahora en los códigos: la cantidad asciende a miles. Ninguna persona puede abarcar la enormidad del sistema legal (especialmente el código fiscal). Debido a la mal aconsejada guerra contra las drojas y la interminable expansión federal del código penal tenemos más de 6 millones de personas bajo suspensión penitenciaria, más de las que nunca tuvieron los soviéticos y más que ninguna nación hoy, incluyendo a China. No entiendo la complacencia del Congreso y la voluntad de continuar con su obsesión por aprobar más leyes federales. La leyes de sentencia obligatoria asociadas con las leyes sobre drojas han agravado nuestros problemas con las prisiones.
El registro federal tiene ahora 75.000m páginas de largo y el código fiscal tiene 72.000 páginas y se amplía cada día. ¿Cuándo empezará la gente a gritar “ya basta” y a reclamar que el Congreso pare y desista?
Alcanzando la libertad
La libertad solo puede alcanzarse cuando se niega al gobierno el uso agresivo de fuerza. Para alcanzarla, hace falta algo más que hacerlo de boquilla.
Hay disponibles dos alternativas.
1.- Un gobierno pensado para proteger la libertad (un derecho natural) como único objetivo. Se espera que la gente se ocupe de sí misma y rechace el uso de cualquier fuerza para interferir en la libertad de otra persona. Al gobierno se le da una autoridad estrictamente limitada para aplicar contratos, propiedad privada, resolver disputas y defenderse contra la agresión extranjera.
2.-Un gobierno que pretenda proteger la libertad pero se le concede poder para utilizar arbitrariamente el uso de la fuerza sobre el pueblo y las naciones extranjeras. Aunque la concesión de poder muchas veces significa que es pequeño y limitado, inevitablemente hace metástasis en un cáncer político omnipotente. Este es el problema que ha sufrido el hombre a lo largo de la historia. Aunque se suponga que está limitado, es sin embargo un sacrifico del 100% de un principio que los aprendices de tiranos encuentran irresistible. Se usa vigorosamente, aunque cada vez más e insidiosamente. Conceder poder a los cargos públicos siempre prueba el dicho de que “el poder corrompe”.
Una vez que el gobierno obtiene una concesión limitada para el uso de la fuerza para moldear las costumbres de la gente y planificar la economía, causa un movimiento constante hacia el gobierno tiránico. Solo un espíritu revolucionario puede invertir el proceso y negar al gobierno este uso arbitrario de la agresión. No hay término medio. Sacrificar un poco de libertad por una seguridad imaginaria siempre acaba mal.
El problema actual es un resultado de que los estadounidenses aceptan la opción nº 2, aunque los Fundadores intentaron darnos la opción nº 1.
Los resultados no son buenos. Como nuestras libertades se han erosionado, nuestra riqueza se ha consumido. La riqueza que vemos hoy se basa en la deuda y en una estulta voluntad por parte de extranjeros de tomar nuestros dólares a cambio de bienes y servicios. Luego nos los vuelven a prestar para perpetuar nuestro sistema deudor. Es asombroso que haya funcionado tanto tiempo pero la pasividad en Washington a la hora de resolver nuestros problemas indica que muchos están empezando a entender la gravedad de la crisis mundial de la deuda y los peligros que afrontamos. Cuanto más continúe este proceso, más complicado será.
La crisis financiera es una crisis jovenlandesal
Muchos reconocen ahora que amenaza una crisis financiera pero pocos entienden que es, en realidad, una crisis jovenlandesal. Es la crisis jovenlandesal la que ha permitido que se socaven nuestras libertades y el crecimiento exponencial del poder público ilegal. Sin una clara comprensión de la naturaleza de la crisis será difícil evitar una marcha constante hacia la tiranía y la pobreza que la acompañaría.
En definitiva, la gente tiene que decidir qué forma de gobierno quiere: la opción nº 1 y la opción nº 2. No hay otra alternativa. Afirmar que hay una alternativa de una “pequeña” tiranía es como describir el embarazo como “un poco embarazada”. Es un mito creer que una mezcla de mercados libres y planificación pública económica centralizada es un compromiso digno. Lo que vemos hoy es un resultado de ese tipo de pensamiento. Y los resultados hablan por sí mismos.
Una cultura de violencia
Los estadounidenses sufren ahora una cultura de la violencia. Es fácil rechazar la iniciación de la violencia contra tu vecino pero es irónico que la gente arbitraria y libremente unja a cargos públicos con el poder de monopolio para iniciar la violencia contra el pueblo estadounidense, prácticamente a voluntad.
Como es el gobierno el que inicia la fuerza, la mayoría de la gente lo acepta como legítimo. Quienes ejercen la fuerza no tienen sensación de culpabilidad. Se cree por muchos que los gobiernos están justificados jovenlandesalmente para iniciar fuerza supuestamente para “hacer el bien”. Creen incorrectamente que esta autoridad ha venido por el “consentimiento del pueblo”. La minoría, o las víctimas de la violencia del gobierno, nunca consintieron sufrir el abuso de los mandatos del gobierno, incluso cuando los dicta la mayoría. Las víctimas de los excesos de la TSA nunca consintieron este abuso.
Esta actitud nos ha dado también una política de iniciar la guerra para “hacer el bien”. Se afirma que la guerra está justificada para impedir la guerra por fines nobles. Es similar a que se nos dijo una vez de que “destruir una villa para salvar una villa” estaba justificado. El Secretario de Estado de EEUU dijo que la pérdida de 500.000 iraquíes, la mayoría niños, en la década de 1990, como consecuencia de bombas y sanciones estadounidenses, “valió la pena” para alcanzar el “bien” que proporcionamos al pueblo iraquí. Y ved qué problemas tiene hoy Iraq.
El uso de la fuerza pública para moldear el comportamiento social y económico en el interior y el exterior ha justificado a individuos que usan la fuerza bajo sus propias condiciones. El hecho de que la violencia por el gobierno se vea como jovenlandesalmente justificada es la razón por la que la violencia aumentará cuando la gran crisis financiera golpee y se convierta también en crisis política.
Primero, reconocemos que los individuos no deberían iniciar violencia, luego damos la autoridad al gobierno. Finalmente el uso inmoral de la violencia pública, cuando las cosas van mal, se usaría para justificar un “derecho” del individuo a hacer lo mismo. Ni el gobierno ni los individuos tienen el derecho jovenlandesal a iniciar violencia contra otro pero nos acercamos al día en que ambos reclamarán esta autoridad. Si no se invierte este ciclo, la sociedad se vendrá abajo.
Cuando urgen las necesidades, se deterioran las condiciones y los derechos se convierten en relativos ante las demandas y los caprichos de la mayoría. Entonces no es un gran salto para que los individuos asuman el uso de la violencia para obtener lo que reclaman que es suyo. Al deteriorarse la economía y aumentar las diferencias de riqueza (como ya está pasando), aumenta la violencia y los necesitados acuden a sí mismos para conseguir lo que consideran suyo. No esperarán a un programa de rescate del gobierno.
Cuando los cargos públicos obtienen poder sobre otros para rescatar los intereses especiales, incluso con resultados desastrosos para el ciudadano medio, no se sienten culpables por el daño que causan. Lo que nos llevan a guerras no declaradas que ocasionan muchas bajas, nunca pierden el sueño por la fin y la destrucción que causaron sus malas decisiones. Están convencidos de que lo que hacen está justificado jovenlandesalmente y el hecho de que muchos sufran sencillamente no puede evitarse.
Cuando los delincuentes callejeros hacen lo mismo, tampoco tienen remordimientos, creyendo que solo están tomando lo que es suyo con todo derecho. Todos los patrones jovenlandesales se vuelven relativos. Ya sean rescates, privilegios, subvenciones o prestaciones públicas para algunos inflando la divisa, todo es parte de un proceso justificado por una filosofía de distribución forzosa de la riqueza. La violencia, o su amenaza, es el instrumento requerido y por desgracia preocupa poco a la mayoría de los miembros del Congreso.
Algunos argumentan que se solo les preocupa la “justicia” con quienes están necesitados. Hay dos problemas con esto. Primero, el principio usado es proporcionar una mayor cantidad de prestaciones a los ricos que a los pobres. Segundo, nadie parece estar preocupado sobre si es o no justo para los que acaban pagando las prestaciones. Los costes recaen normalmente sobre la clase media y se esconden al ojo público. Demasiada gente cree que las dádivas del gobierno son gratuitas, como crear dinero de la nada, y no hay ningún coste. Ese engaño se está terminando. Las facturas están venciendo y de eso trata la ralentización económica.
Tristemente, no hemos acabado acostumbrando a vivir con el uso ilegítimo de la fuerza por el gobierno. Es la herramienta para decir a la gente cómo vivir, qué comer y beber, qué leer y cómo gastar su dinero.
Para desarrollar una sociedad verdaderamente libre, el asunto de iniciar fuerza debe entenderse y rechazarse. Conceder al gobierno incluso una pequeña cantidad de fuerza es una concesión peligrosa.
Limitar los excesos públicos frente un pueblo jovenlandesalmente virtuoso
Nuestra Constitución, que estaba pensada para limitar el poder y abuso del gobierno, ha fracasado. Los Fundadores advertían de que una sociedad libre depende de un pueblo virtuoso y jovenlandesal. La crisis actual refleja que sus preocupaciones estaban justificadas.
La mayoría de los políticos y expertos son conscientes de los problemas que afrontamos pero dedican todo su tiempo a tratar de reformar el gobierno. La parte triste es que las reformas sugeridas casi siempre llevan a menos libertad y la importancia de un pueblo virtuoso y jovenlandesal o se ignora o no se entiende. Las nuevas reformas sirven solo para socavan más la libertad. El efecto combinado nos ha dedo esta constante erosión de la libertad y la expansión masiva de la deuda. La pregunta real es esta: si buscamos libertad, ¿deberíamos de poner el máximo énfasis en reformar el gobierno o en tratar de entender qué significa “un pueblo virtuoso y jovenlandesal” y en cómo promoverlo? La constitución no ha impedido que la gente reclame dádivas tanto para ricos como para pobres en sus esfuerzos por reformar el gobierno, ignorando al tiempo los principios de una sociedad libre. Todas las ramas de nuestro gobierno están hoy controladas por individuos que usan su poder para socavar la libertad y reforzar el estado de bienestar y guerra (y frecuentemente su propia riqueza y poder.
Si la gente está descontenta con el rendimiento del gobierno debe reconocerse que el gobierno es meramente un reflejo de una sociedad inmoral que rechazaba un gobierno jovenlandesal de limitaciones constitucionales del poder amor por la libertad.
Si este es el problema, ningún retoque de miles de páginas de nuevas leyes y regulaciones hará nada para resolver el problema.
Es evidente que nuestras libertades se han limitado severamente y que la aparente prosperidad que aún tenemos no es más que riqueza restante de un tiempo anterior. Esta riqueza ficticia basada en la deuda y que se beneficia de una falsa confianza en nuestra divisa y crédito, desbaratará nuestra sociedad cuando venzan las facturas. Esto significa que la consecuencia completa de nuestras libertades perdidas aún no se ha sentido.
Pero esa ilusión se está acabando ya. Invertir una espiral descendente depende de aceptar una nueva aproximación.
La expectativa de un movimiento de educación en el hogar en rápida expansión desempeña un papel importante en las reformas revolucionarias necesarias para construir una sociedad libre con protecciones constitucionales. No podemos esperar que un sistema escolar controlado por el gobierno federal proporcione la munición intelectual para combatir el peligroso crecimiento del gobierno que amenaza nuestras libertades.
Internet proporcionará la alternativa al complejo de medios de comunicación y gobierno que controla las noticias y la mayoría de la propaganda política. Por eso es esencial que Internet siga libre de regulación pública.
Muchas de nuestras instituciones religiosas y organizaciones seculares apoyan una mayor dependencia del estado apoyando la guerra, el bienestar y el corporativismo e ignoran la necesidad de un pueblo virtuoso.
Nunca creí que el mundo o nuestro país pudieran ser más libres gracias a los políticos, si el pueblo no tuviera ningún deseo de libertad.
Bajo las circunstancias actuales, lo más que podemos esperar conseguir ene l proceso político es utilizarlo como podio para llegar a la gente para alertarle acerca de la naturaleza de la crisis y la importancia de su necesidad de asumir responsabilidades para sí misma, si es la libertad lo que verdaderamente buscan- Sin esto, es imposible un sociedad libre protegida constitucionalmente.
Si es verdad esto, nuestro objetivo individual en la vida tendría que ser para nosotros buscar la virtud y la excelencia y reconocer que la autoestima y la felicidad solo provienen de utilizar nuestra capacidad natural, de la manera más productiva posible, de acuerdo con nuestro propio talento.
La productividad y la creatividad son la verdadera fuente de satisfacción personal. La libertad, y no la dependencia, proporciona el entorno necesario para alcanzar estos objetivos. El gobierno no puede hacer esto por nosotros, solo se interpone en el camino. Cuando se implica el gobierno, el objetivo se convierte en un rescate o una subvención y estos no pueden proporcionar una sensación de logro personal.
Alcanzar poder legislativo e influencia política no debería ser nuestro objetivo. La mayoría del cambio, si ha de venir, no vendrá de los políticos, sino más bien de los individuos, familia, amigos, líderes intelectuales y nuestras instituciones religiosas. La solución solo puede venir del rechazo del uso de la coacción, la compulsión, las órdenes del gobierno y la fuerza agresiva, para moldear el comportamiento social y económico. Sin aceptar estas restricciones, inevitablemente el consenso sería permitir al gobierno ordenar la igualdad económica y la obediencia a los políticos que consigan el poder y promover un entorno que asfixie las libertades de todos. Así que se trata de que los individuos responsables, que buscan la excelencia y la autoestima teniendo confianza en sí mismos y siendo productivos, se convierten en las verdaderas víctimas.
Conclusión
¿Cuáles son los mayores peligros que afronta hoy el pueblo estadounidense e impiden el objetivo de una sociedad libre? Son cinco.
1.-El continuo ataque a nuestras libertades civiles, que amenaza al estado de derecho y a nuestra capacidad de resistir la avalancha de la tiranía.
2.-El antiamericanismo violento en que se ha sumido el mundo. Como el fenómeno de “represalia” no se entiende o niega, nuestra política exterior está destinada a mantenernos implicados en muchas guerras en las que no se nos ha perdido nada. Se producirá la quiebra nacional y una mayor amenaza a nuestra seguridad nacional.
3.-La facilidad con la que vamos a la guerra, sin una declaración del Congreso, pero aceptando la autoridad internacional de la ONU o la OTAN para guerras preventivas, conocidas también como agresiones.
4.-Una crisis política financiera como consecuencia de una deuda excesiva, compromisos sin financiación, gastos, rescates y una enorme discrepancia en distribución de la riqueza que va de la clase media a los ricos. Debe entenderse el peligro de la planificación económica centralizada por la Reserva Federal.
5.-El gobierno mundial apropiándose de la soberanía y local de EEUU implicándose en temas bélicos, sociales, comerciales, bancarios, una divisa mundial, impuestos, propiedad privada y propiedad privada de armas.
Por suerte, hay una respuesta a estas muy peligrosas tendencias.
Sería un mundo maravilloso se todos aceptaran la sencilla premisa jovenlandesal de rechazar todos los actos de agresión. La respuesta a esa sugerencia es siempre: es demasiado simple, demasiado idealista, poco práctico, ingenuo, utópico, peligroso e irreal luchar por ese ideal.
La respuesta a eso es que durante miles de años la aceptación de la fuerza del gobierno para dirigir al pueblo, sacrificando la libertad, se consideró jovenlandesal y la única opción disponible para alcanzar la paz y la prosperidad.
¿Qué podría ser más utópico que ese mito, considerando los resultados, especialmente viendo las matanzas patrocinadas por el estado que se estiman en cientos de millones para casi todos los gobiernos durante el siglo XX? Es hora de reconsiderar esta concesión de autoridad al estado.
Nunca se ha dado nada bueno de conceder el poder de monopolio del estado para usar la agresión contra el pueblo para moldear arbitrariamente el comportamiento humano. Ese poder, cuando queda sin controlar, se convierte en la semilla de una horrible tiranía. Este método de gobernanza se ha probado adecuadamente y los resultados dicen que la realidad dicta que intentemos la libertad.
Debería intentarse el idealismo de la no agresión y el rechazo de todo uso ofensivo de la fuerza. Se ha abusado a lo largo de la historia del idealismo de la violencia aprobada por el gobierno y este ha sido la fuente principal de pobreza y guerra. La teoría de una sociedad basada en la libertad individual ha existido durante mucho tiempo. Es ahora de dar un paso valiente y permitirla realmente avanzando en esta causa, en lugar de dar pasos atrás como a algunos les gustaría que hiciéramos.
Hoy el principio de habeas corpus, establecido cuando Juan Sin Tierra firmó la Carta Magna en 1215, está bajo ataque. Hay todas las razones para creer que con un esfuerzo renovado con el uso de Internet podamos por el contrario avanzar en la causa de la libertad divulgando un mensaje no censurado que serviría para limitar la autoridad del gobierno y desafiar la obsesión por la guerra y el bienestar.
Estoy hablando de un sistema de gobierno guiado por los principios jovenlandesales de la paz y la tolerancia.
Los Fundadores estaban convencidos de que no podía existir una sociedad libre sin un pueblo jovenlandesal. Escribir leyes no puede bastar por sí solo si el pueblo decide ignorarlas. Hoy el estado de derecho escrito en la Constitución tiene poco significado para la mayoría de los estadounidenses, especialmente los que trabajan en Washington DC.
Benjamin Franklin afirmó que “solo un pueblo virtuoso es capaz de libertad”. John Adams coincidía: “Nuestra Constitución se hizo para un pueblo jovenlandesal y religioso. Es completamente inadecuada para el gobierno de ningún otro”.
Un pueblo jovenlandesal debe rechazar toda violencia tratando de moldear las creencias o costumbres del pueblo.
Una sociedad que abuchea o ridiculiza la Regla de Oro no es una sociedad jovenlandesal. Todas las grandes religiones defienden la Regla de Oro. Los mismos principios jovenlandesales que se requiere que cumplan los individuos deberían aplicarse a todos los cargos públicos. No pueden excepcionarse.
La solución definitiva no está en manos del gobierno.
La solución recae en todos y cada uno de los individuos, con la guía de familia, amigos y comunidad.
La primera responsabilidad para cada uno de nosotros es tras*formarnos con la esperanza de que otros nos sigan. Esto es más importante que trabajar por cambiar el gobierno, es menos importante que promover una sociedad virtuosa. Si podemos lograr esto, entonces el gobierno cambiará.
No significa que la acción política o tener un cargo no tenga valor. A veces sí empuja a la política en la dirección correcta. Pero lo cierto es que cuando se busca el cargo para el agrandamiento personal, el dinero o el poder, se convierte en inútil, si no en dañina. Cuando la acción política se realiza por las razones correctas, es fácil de entender por qué debería evitarse el compromiso. También queda claro por qué el progreso se alcanza mejor trabajando con coaliciones, que juntan a la gente, sin que nadie sacrifique sus principios.
La acción política, para ser verdaderamente beneficiosa, debe dirigirse a cambiar los corazones y mentes de la gente, reconociendo que es la virtud y la jovenlandesalidad del pueblo lo que permite que florezca la libertad.
La Constitución o más leyes por sí mismas no tienen ningún valor si las actitudes del pueblo no cambian.
Para alcanzar la libertad y la paz, tienen que superarse dos poderosas emociones humanas. La número uno es la “envidia”, que lleva al repruebo y la lucha de clases. La número dos es la “intolerancia” que lleva a políticas prejuiciosas y críticas. Estas emociones deben reemplazarse con una mucha mejor comprensión del amor, la compasión, la tolerancia y la economía del libre mercado. La libertad, cuando se entiende, aúna al pueblo. Cuando se intenta, la libertad es popular.
El problema que hemos afrontado durante años ha sido que los intervencionistas económicos están influidos por la envidia, mientras que los intervencionistas sociales están influidos por la intolerancia de costumbres y estilos de vida. La incomprensión de esa intolerancia en un respaldo de ciertas actividades, hace que muchos legislen patrones jovenlandesales que deberían solo establecerlos por personas que tomen sus propias decisiones. Ambos bandos usan la fuerza para ocuparse de estas emociones equivocadas. Ambos son autoritarios. Ninguno defiende el voluntarismo. Ambas opiniones tendrían que rechazarse.
He llegado a una firme convicción después de estos muchos años tratando de explicarme “la simple verdad de las cosas”. La mejor alternativa para lograr la paz y la prosperidad para le máxima cantidad de gente en todo el mundo, es seguir la causa de la LIBERTAD.
Si creéis que este mensaje merece la pena, divulgadlo por todo el territorio.
Adiós al Congreso « Mises Hispano
19 Noviembre, 2012
Autor: Ron Paul
Puede que esta sea la última vez que hablo en el hemiciclo de la Cámara. Al acabar el año, dejaré en Congreso después de 23 años en el cargo durante un periodo de 36 años. Mis objetivos en 1976 fueron los mismos que hoy: promover la paz y la prosperidad mediante un respeto estricto a los principios de la libertad individual.
Opinaba que el trayecto seguido por EEUU en la última parte del siglo XX nos llevaría a una gran crisis financiera y nos sumiría en una política exterior que nos extralimitaría y socavaría nuestra seguridad nacional.
Para alcanzar los objetivos que buscaba, el gobierno tendría que haber disminuido en tamaño y ámbito de actuación, reducido el gasto, cambiado el sistema monetario y rechazado los costes insostenibles de ser la policía del mundo y expandir el Imperio Estadounidense.
Los problemas parecían ser abrumadores e imposibles de resolver, pero desde mi punto de vista, con solo seguir las limitaciones que ponía la Constitución al gobierno federal habría habido un buen punto de partida.
¿Cuánto he logrado?
En muchos sentidos, según la sabiduría popular, mi carrera entrando y saliendo del Congreso, de 1976 a 2012, ha conseguido muy poco. Ninguna legislación con mi nombre, ningún edificio o carretera federal con mi nombre, gracias a Dios. A pesar de mis esfuerzos, el gobierno ha crecido exponencialmente, los impuestos siguen siendo excesivos y continúa el prolífico aumento de regulaciones inabarcables. Las guerras son constantes y se libran sin autorización del Congreso, los déficits aumentan hasta el infinito, la pobreza se extiende y la dependencia del gobierno federal es ahora peor que en cualquier momento de nuestra historia.
Todo esto con una mínima preocupación por los déficits y los derechos no presupuestados que el sentido común nos dice que no pueden continuar mucho más tiempo. Un gran, pero nunca mencionado, acuerdo bipartidista permite el bien guardado secreto que mantiene en marcha el gasto. Un bando no renuncia a un penique en gasto militar, el otro no renuncia a un penique en gasto social, mientras que ambos bandos apoyan los rescates y subvenciones a la banca y la élite de grandes empresas. Y el gasto continúa y la economía se debilita y continúa la espiral descendente. Mientras el gobierno continúa enredando, nuestras libertades y nuestra riqueza arden en las llamas de una política exterior que nos hace menos seguros.
El mayor obstáculo para el cambio real en Washington es la resistencia total a admitir que el país está en quiebra. Esto ha hecho inevitable el compromiso, solo para acordar un aumento en el gasto, ya que ningún bando tiene ninguna intención de recortar el gasto.
El país y el Congreso seguirán divididos, ya que no “queda botín a repartir”.
Sin este reconocimiento, los gastadores en Washington continuarán la marcha hacia un precipicio fiscal mucho mayor que el previsto para este próximo enero.
He pensado mucho acerca de por qué a los que creemos en la libertad como solución nos ha ido tan mal a la hora de convencer a otros de sus beneficios. Si la libertad es lo que afirmamos que es (el principio que protege todas las decisiones personales, sociales y económicas necesarias para la máxima prosperidad y la mejor oportunidad para la paz) debería de venderse fácilmente. Pero la historia ha demostrado que las masas han sido bastante receptivas a las promesas de autoritarios que se cumplen pocas veces o nunca.
Autoritarismo frente a libertad
Si el autoritarismo lleva a la pobreza y la guerra y a menos libertad para todos los individuos y está controlado por los intereses especiales de los ricos, el pueblo debería estar reclamando libertad. Indudablemente había un sentimiento suficientemente fuerte por mayor libertad en el momento de nuestra fundación que motivó a quienes estaban dispuestos a luchar en la revolución contra el poderoso ejército británico.
Durante mi estancia en el Congreso, el apetito de libertad ha sido bastante débil, la comprensión de su significado, mínima. Pero la buena noticia es que, comparado con 1976, cuando llegué por primera vez al Congreso, el deseo de más libertad y menos gobierno en 2012 es mucho mayor y está creciendo, especialmente en la América popular. Decenas de miles de jóvenes y estudiantes en edad universitaria están dando la bienvenida con gran entusiasmo al mensaje de la libertad.
Tengo unas pocas ideas respecto de por qué el pueblo de un país como el nuestro, una vez el más libre y próspero, permitió que se deterioraran las condiciones hasta el grado en que lo han hecho.
Libertad, propiedad privada y contratos voluntarios aplicables generan riqueza. En nuestra primera historia éramos muy conscientes de esto. Pero en la primera parte del siglo XX nuestros políticos promovieron la idea de que los sistemas fiscales y monetarios tenían que cambiar si teníamos que realizar un gasto interno y militar excesivo. Por eso el Congreso nos dio la Reserva Federal y el impuesto de la renta. La mayoría de los estadounidenses y muchos cargos públicos estuvieron de acuerdo en que sacrificar cierta libertad era necesario para llevar a cabo algunas ideas que se afirmaba que eran “progresistas”. La democracia pura se convertía en aceptable.
No se dieron cuenta de que lo que estaban haciendo era exactamente lo contrario de lo que los colonos estaban buscando cuando se independizaron de los británicos.
Algunos se quejan de que mis argumentos no tienen sentido, debido a la gran riqueza y mejor nivel de vida para muchos estadounidenses en los últimos 100 años, incluso con estas nuevas políticas.
Pero el daño a la economía de mercado y a la divisa ha sido insidioso y constante. Llevó mucho tiempo consumir nuestra riqueza, destruir la divisa y socavar la productividad y llevar a nuestras obligaciones financiera a un punto de no retorno. La confianza a veces dura más de lo que merece. La mayoría de nuestra riqueza depende hoy de la deuda.
La riqueza de la que disfrutábamos y que parecía inacabable, permitió que se olvidara la preocupación por el principio de una sociedad libre. Mientras la mayoría de la gente creía que la abundancia material duraría eternamente, parecía innecesario preocuparse por proteger una economía productiva competitiva y la libertad individual.
La era de la redistribución
Este olvido llevó a una era de redistribución por el gobierno doblegándose ante todos y cada uno de los intereses creados, excepto los de los que solo querían que les dejaran en paz. Por eso hoy el dinero en política sobrepasa al dinero que va actualmente a investigación y desarrollo y a esfuerzos productivos empresariales.
Los beneficios materiales de convirtieron en más importantes que la comprensión y promoción de los principios de la libertad y el libre mercado. Es bueno que la abundancia material sea un resultado de la libertad, pero si solo nos preocupa el materialismo, los problemas están asegurados.
La crisis llegó porque se ha acabado la ilusión de que la riqueza y la prosperidad durarían eternamente. Como se basaba en la deuda y en una pretensión de que la deuda se podía ocultar mediante un sistema monetario fiduciario fuera de control, estaba condenada al fracaso. Hemos acabado con el sistema que no produce lo suficiente ni siquiera para financiar la deuda y sin ninguna comprensión esencial de por qué es fundamental una sociedad libre para invertir estas tendencias.
Si no se reconoce esto, la recuperación perdurará mucho tiempo. Continuará habiendo un gobierno mayor, más gasto, más deuda, más pobreza para la clase media y una confusión más intensa por los intereses especiales de la élite.
Necesitamos un despertar intelectual
Sin un despertar intelectual, el punto de inflexión lo producirá la ley económica. Una crisis del dólar pondría de rodillas al actual sistema fuera de control.
Si no se acepta que el gran gobierno, el dinero fiduciario, ignorar la libertad, la planificación económica centralizada, el estado del bienestar y el belicismo causaron nuestra crisis, podemos esperar una marcha continua y peligrosa hacia el corporativismo e incluso el fascismo con aún más pérdidas de nuestras libertades. La prosperidad para una gran clase media, se convertirá, sin embargo en un sueño abstracto.
Este continuo movimiento no es diferente de que hemos visto en cómo se gestionó nuestra crisis financiera de 2008. El Congreso ordenó primero, con apoyo bipartidista, rescates para los ricos. Luego vino la Reserva Federal con su interminable flexibilización cuantitativa. Si no se tiene éxito a la primera, se intenta de nuevo: QE1, QE2 y QE3 y sin resultado intentamos QE eternamente, es decir hasta que también fracase. Todo esto tiene un coste y déjenme asegurarles que retrasar el pago ya no es una opción. Las reglas del mercado extraerán su libra de carne y no va ser bonito.
La crisis actual provoca mucho pesimismo. Y el pesimismo se añade a una menor confianza en el futuro. Los dos se alimentan entre sí, empeorando la situación.
Si no se entiende la causa subyacente de la crisis, no podemos resolver nuestros problemas. Los asuntos de la guerra, el bienestar, los déficits, el inflacionismo, el corporativismo, los recates y el autoritarismo no pueden ignorarse. Pero solo expandiendo estas políticas no podemos esperar buenos resultados.
Todos afirman apoyar la libertad. Pero demasiado a menudo es la libertad para uno y no para otros. Demasiados creen que debe haber límites a la libertad. Argumentan que la libertad debe estar dirigida y gestionada para conseguir justicia e igualdad, haciendo así aceptable recortar mediante la fuerza ciertas libertades.
Algunos deciden qué y cuáles de estas libertades van a limitarse. Son políticos cuyo objetivo en la vida es el poder. Su éxito depende de conseguir el apoyo de los intereses especiales.
No más “ismos”
La gran noticia es que la respuesta no se encuentra en más “ismos”. Las respuestas se encuentran en más libertad que cuesta mucho menos. Bajo estas circunstancias, baja el gasto, aumenta la producción de riqueza y mejora la calidad de vida.
Solo este reconocimiento (especialmente si nos movemos en esta dirección) aumenta el optimismo que es beneficioso en sí mismo. Se requiere su seguimiento con políticas sensatas que deben ser comprendidas y apoyadas por el pueblo.
Pero hay buenas evidencias de que la generación que está madurando en la actualidad apoya moverse en la dirección de una mayor libertad y autoconfianza. Cuanto más conocido se haga este cambio en dirección y sus soluciones, más rápida será la vuelta al optimismo.
Nuestro trabajo, para los que creemos en un sistema diferente del que hemos tenido durante los últimos 100 años y nos ha llevado a esta crisis insostenible, es ser más convincentes respecto de que hay un sistema maravilloso, sencillo y jovenlandesal que proporciona las respuestas. Tenemos un toque del mismo en nuestra primeria historia. No tenemos que renunciar a la idea de avanzar en esta causa.
Funcionó, pero permitimos a nuestros líderes concentrarse en la abundancia material que genera la libertad, ignorando esa misma libertad. Ahora no tenemos ninguna de ambas, pero la puerta está abierta, para una respuesta, debido a la necesidad. La respuesta disponible se basa en la Constitución, la libertad individual y la prohibición del uso de la fuerza pública para proporcionar privilegios y beneficios a todos los intereses especiales.
Después de más de 100 años, afrontamos una sociedad bastante diferente de la que pretendían los Fundadores. En muchos sentidos, sus esfuerzos por proteger de este peligro a las generaciones futuras usando la Constitución han fracasado. Los escépticos, en el momento en que se redactó la Constitución en 1787, nos advirtieron de posible resultado actual. La naturaleza insidiosa de la erosión de nuestras libertades y la tranquilidad que nos daba nuestra gran abundancia, permitieron que el proceso evolucionara hacia el peligroso periodo en el que nos encontramos.
Dependencia de la generosidad del gobierno
Hoy afrontamos una dependencia de la generosidad del gobierno para casi cualquier necesidad. Nuestras libertades se restringen y el gobierno funciona fuera del estado de derecho, protegiendo y recompensando a quienes lo compran o coaccionan para satisfacer sus reclamaciones. He aquí unos pocos ejemplos:
Son comunes las guerras no declaradas.
El bienestar para ricos y pobres se considera un derecho.
La economía está excesivamente regulada, excesivamente gravada y enormemente distorsionada por un sistema monetario profundamente defectuoso.
La deuda está creciendo exponencialmente.
La Patriot Act y la legislación FISA aprobadas sin demasiado debate han generado una constante erosión de nuestros derechos de la 4ª Enmienda.
Lamentablemente, nuestro gobierno se dedica a la guerra preventiva, conocida también por agresión, sin quejas del pueblo estadounidense.
La guerra de drones que estamos librando en todo el mundo está condenada a acabar mal para nosotros debido al repruebo creado por la pérdida de vidas inocentes y la ostentación del derecho internacional. Una vez nos veamos debilitados financieramente y desafiados militarmente, habrá un montón de resentimiento en nuestro camino.
Es hoy ley del país que los militares pueden arrestar a ciudadanos estadounidenses y retenerlos indefinidamente, sin acusación ni juicio.
La desenfrenada hostilidad hacia el libre comercio está apoyada por muchos en Washington.
Los defensores de sanciones, manipulaciones de la divisa y represalias comerciales en la OMC llaman “aislacionistas” a los verdaderos librecambistas.
Se usan sanciones para castigar a países que no siguen nuestras órdenes.
Son habituales rescates y avales para todo tipo de malos comportamientos.
La planificación centralizada mediante políticas monetarias, regulaciones y órdenes legislativas ha sido una política aceptada.
Preguntas
El excesivo gobierno ha creado tal lío que plantes muchas preguntas:
¿Por qué se encarcela a gente enferma que usa marihuana médica?
¿Por qué restringe el gobierno federal el consumo de leche cruda?
¿Por qué no pueden los estadounidenses fabricar cuerdas y otros productos con cáñamo?
¿Por qué no se permite a los estadounidenses utilizar oro y plata como moneda de curso legal como recoge la Constitución?
¿Por qué esta Alemania tan preocupada como par considerar repatriar su oro depositado en su nombre por la Fed en Nueva York? ¿Es que se empieza a desvanecer la confianza en la supremacía de EEUU y el dólar?
¿Por qué nuestros líderes políticos creen que es innecesario auditar a conciencia nuestro oro?
¿Por qué no pueden los estadounidenses decidir qué tipo de bombillas pueden comprar?
¿Por qué se permite a la TSA abusar de los derechos de cualquier estadounidense que viaje por aire?
¿Por qué debería haber condenas obligatorias (incluso de fin para delitos sin víctimas) como hay en nuestras leyes sobre drojas?
¿Por qué hemos permitido que el gobierno federal regule los inodoros en nuestras viviendas?
¿Por qué es un suicidio político que alguien critique al AIPAC?
¿Por qué no hemos renunciado a la guerra contra las drojas ya que es un evidente fracaso y viola los derechos de la gente? ¿Ha advertido alguien que las autoridades no pueden siquiera mantener a las drojas fuera de las prisiones? ¿Cómo puede resolver el problema convertir a toda nuestra sociedad en una prisión?
¿Por qué sacrificamos tanto implicándonos innecesariamente en disputas fronterizas y conflictos civiles en todo el mundo e ignoramos la causa raíz de la frontera más mortífera del mundo: la que hay entre México y EEUU?
¿Por qué renuncia el Congreso voluntariamente a sus prerrogativas en favor del Poder Ejecutivo?
¿Por qué el cambio en el partido en el poder nunca cambia la política? ¿Podría ser que las opiniones de ambos partidos sean esencialmente las mismas?
¿Por qué se rescató en 2008 a los grandes bancos, las grandes multinacionales y los bancos y bancos centrales extranjeros y la clase media perdió sus empleos y sus viviendas?
¿Por qué tantos en el gobierno y en cargos federales creen que crear dinero de la nada crea riqueza?
¿Por qué tantos aceptan el principio profundamente erróneo de que los funcionarios y políticos del gobierno pueden protegernos de nosotros mismos sin destruir completamente el principio de la libertad?
¿Por qué no puede la gente entender que la guerra siempre destruye riqueza y libertad?
¿Por qué preocupa tan poco la Orden Ejecutiva que da al Presidente autoridad para crear una “lista de apiolar”, incluyendo ciudadanos estadounidenses, de objetivos de asesinato?
¿Por qué se piensa que el patriotismo es una lealtad ciega al gobierno y a los políticos que lo dirigen en lugar de los principios de libertad y apoyo al pueblo? El verdadero patriotismo es una voluntad de amonestar al gobierno cuando se equivoca.
¿Por qué se afirma que si la gente no se preocupa o no puede preocuparse de sus propias necesidades, esa gente en el gobierno puede hacerlo por ella?
¿Por qué dimos al gobierno un refugio seguro para iniciar la violencia contra el pueblo?
¿Por qué algunos miembros defienden los mercados libres, pero no las libertades civiles?
¿Por qué algunos miembros defienden las libertades civiles, pero no los mercados libres? ¿No son lo mismo?
¿Por qué no hay más que defiendan tanto la libertad económica como la libertad personal?
¿Por qué no hay más individuos que buscan influir intelectualmente a otros para conseguir cambios positivos que quienes buscan el poder para obligar a otros a obedecer sus órdenes?
¿Por qué no se discute el uso de la religión para apoyar un evangelio social y guerras preventivas, que requieren ambos autoritarios que utilicen violencia o amenaza de violencia? La agresión y la redistribución forzosa de la riqueza no tienen nada que ver con las enseñanzas de las grandes religiones del mundo.
¿Por qué permitimos que el gobierno y la Reserva Federal divulguen información falsa tanto en política económica como exterior?
¿Por qué se tiene en tan alta estima a la democracia cuando es enemiga de la minoría y hace a todos los derechos depender de los dictados de la mayoría?
¿Por qué debería sorprenderse alguien de que el Congreso no tenga credibilidad, habiendo tal desconexión entre lo que dicen los políticos y lo que hacen?
¿Hay alguna explicación para toda la decepción, la tristeza, el miedo al futuro, la pérdida de confianza en nuestros líderes, la desconfianza, el enfado y la frustración? Sí, la hay y hay una manera de invertir estas actitudes. Las percepciones negativas son lógicas y una consecuencia de que las malas políticas generen nuestros problemas. Identificar los problemas y reconocer la causa permiten que se produzcan fácilmente los cambios apropiados.
Confía en ti mismo, no en el gobierno
Demasiada gente ha puesto demasiada confianza durante demasiado tiempo en el gobierno y no la suficiente en sí misma. Por suerte, muchos se están haciendo ahora conscientes de la gravedad de los enormes errores de las últimas décadas- La culpa la comparten ambos partidos políticos. Muchos estadounidenses reclaman ahora escuchar la simple verdad de las cosas y quieren que se termine la demagogia. Sin este primer paso, las soluciones son imposibles.
Buscar la verdad y encontrar las respuestas en la libertad y la autoconfianza promueve el optimismo necesario para restaurar la prosperidad. La tarea no es tan difícil si la política no se interpone.
Nos hemos permitido meternos en este lío por diversas razones.
Los políticos se engañan respecto de cómo se produce la riqueza. Se tiene una confianza excesiva en el juicio de políticos y funcionarios. Este reemplaza a la confianza en una sociedad libre. Demasiadas personas en altos puestos de autoridad se han convencido de que solo ellas, armadas con el poder arbitrario del gobierno, pueden producir justicia, facilitando la producción de riqueza. Esto siempre resulta ser un sueño utópico y destruye riqueza y libertad. Empobrece a la gente y recompensa los intereses especiales que acaban controlando ambos partidos políticos.
No sorprende que mucho de lo que pasa en Washington está motivado por el partidismo agresivo y la búsqueda del poder, siendo mínimas las diferencias filosóficas.
Ignorancia económica
La ignorancia económica es común. El keynesianismo sigue prosperando, aunque hoy afronta refutaciones sanas y entusiastas. Los creyentes del keynesianismo militar y doméstico continúan promoviendo desesperadamente sus políticas fracasadas, mientras la economía languidece en un sueño profundo.
Los defensores de todos los decretos del gobierno emplean argumentos humanitarios para justificarse.
Los argumentos humanitarios se usan siempre para justificar las órdenes del gobierno relacionadas con economía, política monetaria, política exterior y libertad personal. Se hace así para hacer más difícil oponerse. Pero iniciar la violencia por razones humanitarias sigue siendo violencia. Las buenas intenciones no son excusa y son igual de dañinas que cuando la gente utiliza fuerza con malas intenciones. Los resultados son siempre negativos.
El uso inmoral de la fuerza es el origen de los problemas políticos del hombre. Tristemente, Muchos grupos religiosos, organizaciones seculares y autoridades orates apoyan la fuerza iniciada por el gobierno para cambiar el mundo. Incluso cuando los objetivos deseados son bienintencionados (o especialmente cuando son bienintencionados) los resultados son desalentadores. Los buenos resultados pretendidos nunca se materializan. Los nuevos problemas creados requieren incluso más fuerza pública como solución. El resultado neto es institucionalizar la violencia iniciada por el gobierno y justificarla jovenlandesalmente por razones humanitarias.
Es la misma razón fundamental por la que nuestro gobierno usa la fuerza para invadir otros países a voluntad, planifica centralizadamente la economía en el interior y regula la libertad personal y las costumbres de nuestros ciudadanos.
Es bastante extraño que, salvo que uno tenga una mente criminal y ningún respecto por otra gente y sus propiedades, nadie afirma que sea permisible ir a la casa de un vecino y le diga cómo comportarse, qué puede comer, fumar y beber y cómo debe gastar su dinero.
Aun así, raramente se pregunta por qué es jovenlandesalmente aceptable que un extraño con una placa y una pistola pueda hacer lo mismo en nombre de la ley y el orden. Cualquier resistencia se encuentra con fuerza bruta, multan, impuestos, arrestos e incluso prisión. Esta se hace más frecuentemente cada día sin una orden de registro adecuada.
Ningún monopolio público sobre la iniciación de la violencia
Limitar el comportamiento agresivo es una cosa, pero legalizar un monopolio público para iniciar la agresión solo puede llevar a agotar la libertad junto con el caos, el enfado y la quiebra de la sociedad civil. Permitir esa autoridad y esperar un comportamiento santo de los funcionarios y los políticos es una quimera. Tenemos ahora un ejército en pie de funcionarios armados en la TSA, CIA, FBI, Pesca y Vida Salvaje, FEMA, Hacienda, Cuerpo de Ingenieros, etc. que supera las 100.000 personas- Los ciudadanos son culpables hasta que se demuestre su inocencia en los inconstitucionales tribunales administrativos.
El gobierno en una sociedad libre no debería tener autoridad para entrometerse en actividades sociales o en las tras*acciones económicas de los individuos. Tampoco el gobierno debería entrometerse en los asuntos de otras naciones. Todo lo pacífico, aunque sea polémico, debería permitirse.
Debemos rechazar la idea de la restricción previa en la actividad económica igual que hacemos en el área de la libre expresión y la libertad religiosa. Pero incluso en estas áreas el gobierno está empezando a utilizar una aproximación por la puerta de atrás de la corrección política para regular la expresión: una tendencia peligrosa. Dese el 11-S la monitorización de la expresión en Internet es ahora un problema ya que no se requiere autorización.
La proliferación de delitos federales
La Constitución establecía cuatro delitos federales. Hoy los expertos no pueden siquiera ponerse de acuerdo en cuántos delitos federal hay ahora en los códigos: la cantidad asciende a miles. Ninguna persona puede abarcar la enormidad del sistema legal (especialmente el código fiscal). Debido a la mal aconsejada guerra contra las drojas y la interminable expansión federal del código penal tenemos más de 6 millones de personas bajo suspensión penitenciaria, más de las que nunca tuvieron los soviéticos y más que ninguna nación hoy, incluyendo a China. No entiendo la complacencia del Congreso y la voluntad de continuar con su obsesión por aprobar más leyes federales. La leyes de sentencia obligatoria asociadas con las leyes sobre drojas han agravado nuestros problemas con las prisiones.
El registro federal tiene ahora 75.000m páginas de largo y el código fiscal tiene 72.000 páginas y se amplía cada día. ¿Cuándo empezará la gente a gritar “ya basta” y a reclamar que el Congreso pare y desista?
Alcanzando la libertad
La libertad solo puede alcanzarse cuando se niega al gobierno el uso agresivo de fuerza. Para alcanzarla, hace falta algo más que hacerlo de boquilla.
Hay disponibles dos alternativas.
1.- Un gobierno pensado para proteger la libertad (un derecho natural) como único objetivo. Se espera que la gente se ocupe de sí misma y rechace el uso de cualquier fuerza para interferir en la libertad de otra persona. Al gobierno se le da una autoridad estrictamente limitada para aplicar contratos, propiedad privada, resolver disputas y defenderse contra la agresión extranjera.
2.-Un gobierno que pretenda proteger la libertad pero se le concede poder para utilizar arbitrariamente el uso de la fuerza sobre el pueblo y las naciones extranjeras. Aunque la concesión de poder muchas veces significa que es pequeño y limitado, inevitablemente hace metástasis en un cáncer político omnipotente. Este es el problema que ha sufrido el hombre a lo largo de la historia. Aunque se suponga que está limitado, es sin embargo un sacrifico del 100% de un principio que los aprendices de tiranos encuentran irresistible. Se usa vigorosamente, aunque cada vez más e insidiosamente. Conceder poder a los cargos públicos siempre prueba el dicho de que “el poder corrompe”.
Una vez que el gobierno obtiene una concesión limitada para el uso de la fuerza para moldear las costumbres de la gente y planificar la economía, causa un movimiento constante hacia el gobierno tiránico. Solo un espíritu revolucionario puede invertir el proceso y negar al gobierno este uso arbitrario de la agresión. No hay término medio. Sacrificar un poco de libertad por una seguridad imaginaria siempre acaba mal.
El problema actual es un resultado de que los estadounidenses aceptan la opción nº 2, aunque los Fundadores intentaron darnos la opción nº 1.
Los resultados no son buenos. Como nuestras libertades se han erosionado, nuestra riqueza se ha consumido. La riqueza que vemos hoy se basa en la deuda y en una estulta voluntad por parte de extranjeros de tomar nuestros dólares a cambio de bienes y servicios. Luego nos los vuelven a prestar para perpetuar nuestro sistema deudor. Es asombroso que haya funcionado tanto tiempo pero la pasividad en Washington a la hora de resolver nuestros problemas indica que muchos están empezando a entender la gravedad de la crisis mundial de la deuda y los peligros que afrontamos. Cuanto más continúe este proceso, más complicado será.
La crisis financiera es una crisis jovenlandesal
Muchos reconocen ahora que amenaza una crisis financiera pero pocos entienden que es, en realidad, una crisis jovenlandesal. Es la crisis jovenlandesal la que ha permitido que se socaven nuestras libertades y el crecimiento exponencial del poder público ilegal. Sin una clara comprensión de la naturaleza de la crisis será difícil evitar una marcha constante hacia la tiranía y la pobreza que la acompañaría.
En definitiva, la gente tiene que decidir qué forma de gobierno quiere: la opción nº 1 y la opción nº 2. No hay otra alternativa. Afirmar que hay una alternativa de una “pequeña” tiranía es como describir el embarazo como “un poco embarazada”. Es un mito creer que una mezcla de mercados libres y planificación pública económica centralizada es un compromiso digno. Lo que vemos hoy es un resultado de ese tipo de pensamiento. Y los resultados hablan por sí mismos.
Una cultura de violencia
Los estadounidenses sufren ahora una cultura de la violencia. Es fácil rechazar la iniciación de la violencia contra tu vecino pero es irónico que la gente arbitraria y libremente unja a cargos públicos con el poder de monopolio para iniciar la violencia contra el pueblo estadounidense, prácticamente a voluntad.
Como es el gobierno el que inicia la fuerza, la mayoría de la gente lo acepta como legítimo. Quienes ejercen la fuerza no tienen sensación de culpabilidad. Se cree por muchos que los gobiernos están justificados jovenlandesalmente para iniciar fuerza supuestamente para “hacer el bien”. Creen incorrectamente que esta autoridad ha venido por el “consentimiento del pueblo”. La minoría, o las víctimas de la violencia del gobierno, nunca consintieron sufrir el abuso de los mandatos del gobierno, incluso cuando los dicta la mayoría. Las víctimas de los excesos de la TSA nunca consintieron este abuso.
Esta actitud nos ha dado también una política de iniciar la guerra para “hacer el bien”. Se afirma que la guerra está justificada para impedir la guerra por fines nobles. Es similar a que se nos dijo una vez de que “destruir una villa para salvar una villa” estaba justificado. El Secretario de Estado de EEUU dijo que la pérdida de 500.000 iraquíes, la mayoría niños, en la década de 1990, como consecuencia de bombas y sanciones estadounidenses, “valió la pena” para alcanzar el “bien” que proporcionamos al pueblo iraquí. Y ved qué problemas tiene hoy Iraq.
El uso de la fuerza pública para moldear el comportamiento social y económico en el interior y el exterior ha justificado a individuos que usan la fuerza bajo sus propias condiciones. El hecho de que la violencia por el gobierno se vea como jovenlandesalmente justificada es la razón por la que la violencia aumentará cuando la gran crisis financiera golpee y se convierta también en crisis política.
Primero, reconocemos que los individuos no deberían iniciar violencia, luego damos la autoridad al gobierno. Finalmente el uso inmoral de la violencia pública, cuando las cosas van mal, se usaría para justificar un “derecho” del individuo a hacer lo mismo. Ni el gobierno ni los individuos tienen el derecho jovenlandesal a iniciar violencia contra otro pero nos acercamos al día en que ambos reclamarán esta autoridad. Si no se invierte este ciclo, la sociedad se vendrá abajo.
Cuando urgen las necesidades, se deterioran las condiciones y los derechos se convierten en relativos ante las demandas y los caprichos de la mayoría. Entonces no es un gran salto para que los individuos asuman el uso de la violencia para obtener lo que reclaman que es suyo. Al deteriorarse la economía y aumentar las diferencias de riqueza (como ya está pasando), aumenta la violencia y los necesitados acuden a sí mismos para conseguir lo que consideran suyo. No esperarán a un programa de rescate del gobierno.
Cuando los cargos públicos obtienen poder sobre otros para rescatar los intereses especiales, incluso con resultados desastrosos para el ciudadano medio, no se sienten culpables por el daño que causan. Lo que nos llevan a guerras no declaradas que ocasionan muchas bajas, nunca pierden el sueño por la fin y la destrucción que causaron sus malas decisiones. Están convencidos de que lo que hacen está justificado jovenlandesalmente y el hecho de que muchos sufran sencillamente no puede evitarse.
Cuando los delincuentes callejeros hacen lo mismo, tampoco tienen remordimientos, creyendo que solo están tomando lo que es suyo con todo derecho. Todos los patrones jovenlandesales se vuelven relativos. Ya sean rescates, privilegios, subvenciones o prestaciones públicas para algunos inflando la divisa, todo es parte de un proceso justificado por una filosofía de distribución forzosa de la riqueza. La violencia, o su amenaza, es el instrumento requerido y por desgracia preocupa poco a la mayoría de los miembros del Congreso.
Algunos argumentan que se solo les preocupa la “justicia” con quienes están necesitados. Hay dos problemas con esto. Primero, el principio usado es proporcionar una mayor cantidad de prestaciones a los ricos que a los pobres. Segundo, nadie parece estar preocupado sobre si es o no justo para los que acaban pagando las prestaciones. Los costes recaen normalmente sobre la clase media y se esconden al ojo público. Demasiada gente cree que las dádivas del gobierno son gratuitas, como crear dinero de la nada, y no hay ningún coste. Ese engaño se está terminando. Las facturas están venciendo y de eso trata la ralentización económica.
Tristemente, no hemos acabado acostumbrando a vivir con el uso ilegítimo de la fuerza por el gobierno. Es la herramienta para decir a la gente cómo vivir, qué comer y beber, qué leer y cómo gastar su dinero.
Para desarrollar una sociedad verdaderamente libre, el asunto de iniciar fuerza debe entenderse y rechazarse. Conceder al gobierno incluso una pequeña cantidad de fuerza es una concesión peligrosa.
Limitar los excesos públicos frente un pueblo jovenlandesalmente virtuoso
Nuestra Constitución, que estaba pensada para limitar el poder y abuso del gobierno, ha fracasado. Los Fundadores advertían de que una sociedad libre depende de un pueblo virtuoso y jovenlandesal. La crisis actual refleja que sus preocupaciones estaban justificadas.
La mayoría de los políticos y expertos son conscientes de los problemas que afrontamos pero dedican todo su tiempo a tratar de reformar el gobierno. La parte triste es que las reformas sugeridas casi siempre llevan a menos libertad y la importancia de un pueblo virtuoso y jovenlandesal o se ignora o no se entiende. Las nuevas reformas sirven solo para socavan más la libertad. El efecto combinado nos ha dedo esta constante erosión de la libertad y la expansión masiva de la deuda. La pregunta real es esta: si buscamos libertad, ¿deberíamos de poner el máximo énfasis en reformar el gobierno o en tratar de entender qué significa “un pueblo virtuoso y jovenlandesal” y en cómo promoverlo? La constitución no ha impedido que la gente reclame dádivas tanto para ricos como para pobres en sus esfuerzos por reformar el gobierno, ignorando al tiempo los principios de una sociedad libre. Todas las ramas de nuestro gobierno están hoy controladas por individuos que usan su poder para socavar la libertad y reforzar el estado de bienestar y guerra (y frecuentemente su propia riqueza y poder.
Si la gente está descontenta con el rendimiento del gobierno debe reconocerse que el gobierno es meramente un reflejo de una sociedad inmoral que rechazaba un gobierno jovenlandesal de limitaciones constitucionales del poder amor por la libertad.
Si este es el problema, ningún retoque de miles de páginas de nuevas leyes y regulaciones hará nada para resolver el problema.
Es evidente que nuestras libertades se han limitado severamente y que la aparente prosperidad que aún tenemos no es más que riqueza restante de un tiempo anterior. Esta riqueza ficticia basada en la deuda y que se beneficia de una falsa confianza en nuestra divisa y crédito, desbaratará nuestra sociedad cuando venzan las facturas. Esto significa que la consecuencia completa de nuestras libertades perdidas aún no se ha sentido.
Pero esa ilusión se está acabando ya. Invertir una espiral descendente depende de aceptar una nueva aproximación.
La expectativa de un movimiento de educación en el hogar en rápida expansión desempeña un papel importante en las reformas revolucionarias necesarias para construir una sociedad libre con protecciones constitucionales. No podemos esperar que un sistema escolar controlado por el gobierno federal proporcione la munición intelectual para combatir el peligroso crecimiento del gobierno que amenaza nuestras libertades.
Internet proporcionará la alternativa al complejo de medios de comunicación y gobierno que controla las noticias y la mayoría de la propaganda política. Por eso es esencial que Internet siga libre de regulación pública.
Muchas de nuestras instituciones religiosas y organizaciones seculares apoyan una mayor dependencia del estado apoyando la guerra, el bienestar y el corporativismo e ignoran la necesidad de un pueblo virtuoso.
Nunca creí que el mundo o nuestro país pudieran ser más libres gracias a los políticos, si el pueblo no tuviera ningún deseo de libertad.
Bajo las circunstancias actuales, lo más que podemos esperar conseguir ene l proceso político es utilizarlo como podio para llegar a la gente para alertarle acerca de la naturaleza de la crisis y la importancia de su necesidad de asumir responsabilidades para sí misma, si es la libertad lo que verdaderamente buscan- Sin esto, es imposible un sociedad libre protegida constitucionalmente.
Si es verdad esto, nuestro objetivo individual en la vida tendría que ser para nosotros buscar la virtud y la excelencia y reconocer que la autoestima y la felicidad solo provienen de utilizar nuestra capacidad natural, de la manera más productiva posible, de acuerdo con nuestro propio talento.
La productividad y la creatividad son la verdadera fuente de satisfacción personal. La libertad, y no la dependencia, proporciona el entorno necesario para alcanzar estos objetivos. El gobierno no puede hacer esto por nosotros, solo se interpone en el camino. Cuando se implica el gobierno, el objetivo se convierte en un rescate o una subvención y estos no pueden proporcionar una sensación de logro personal.
Alcanzar poder legislativo e influencia política no debería ser nuestro objetivo. La mayoría del cambio, si ha de venir, no vendrá de los políticos, sino más bien de los individuos, familia, amigos, líderes intelectuales y nuestras instituciones religiosas. La solución solo puede venir del rechazo del uso de la coacción, la compulsión, las órdenes del gobierno y la fuerza agresiva, para moldear el comportamiento social y económico. Sin aceptar estas restricciones, inevitablemente el consenso sería permitir al gobierno ordenar la igualdad económica y la obediencia a los políticos que consigan el poder y promover un entorno que asfixie las libertades de todos. Así que se trata de que los individuos responsables, que buscan la excelencia y la autoestima teniendo confianza en sí mismos y siendo productivos, se convierten en las verdaderas víctimas.
Conclusión
¿Cuáles son los mayores peligros que afronta hoy el pueblo estadounidense e impiden el objetivo de una sociedad libre? Son cinco.
1.-El continuo ataque a nuestras libertades civiles, que amenaza al estado de derecho y a nuestra capacidad de resistir la avalancha de la tiranía.
2.-El antiamericanismo violento en que se ha sumido el mundo. Como el fenómeno de “represalia” no se entiende o niega, nuestra política exterior está destinada a mantenernos implicados en muchas guerras en las que no se nos ha perdido nada. Se producirá la quiebra nacional y una mayor amenaza a nuestra seguridad nacional.
3.-La facilidad con la que vamos a la guerra, sin una declaración del Congreso, pero aceptando la autoridad internacional de la ONU o la OTAN para guerras preventivas, conocidas también como agresiones.
4.-Una crisis política financiera como consecuencia de una deuda excesiva, compromisos sin financiación, gastos, rescates y una enorme discrepancia en distribución de la riqueza que va de la clase media a los ricos. Debe entenderse el peligro de la planificación económica centralizada por la Reserva Federal.
5.-El gobierno mundial apropiándose de la soberanía y local de EEUU implicándose en temas bélicos, sociales, comerciales, bancarios, una divisa mundial, impuestos, propiedad privada y propiedad privada de armas.
Por suerte, hay una respuesta a estas muy peligrosas tendencias.
Sería un mundo maravilloso se todos aceptaran la sencilla premisa jovenlandesal de rechazar todos los actos de agresión. La respuesta a esa sugerencia es siempre: es demasiado simple, demasiado idealista, poco práctico, ingenuo, utópico, peligroso e irreal luchar por ese ideal.
La respuesta a eso es que durante miles de años la aceptación de la fuerza del gobierno para dirigir al pueblo, sacrificando la libertad, se consideró jovenlandesal y la única opción disponible para alcanzar la paz y la prosperidad.
¿Qué podría ser más utópico que ese mito, considerando los resultados, especialmente viendo las matanzas patrocinadas por el estado que se estiman en cientos de millones para casi todos los gobiernos durante el siglo XX? Es hora de reconsiderar esta concesión de autoridad al estado.
Nunca se ha dado nada bueno de conceder el poder de monopolio del estado para usar la agresión contra el pueblo para moldear arbitrariamente el comportamiento humano. Ese poder, cuando queda sin controlar, se convierte en la semilla de una horrible tiranía. Este método de gobernanza se ha probado adecuadamente y los resultados dicen que la realidad dicta que intentemos la libertad.
Debería intentarse el idealismo de la no agresión y el rechazo de todo uso ofensivo de la fuerza. Se ha abusado a lo largo de la historia del idealismo de la violencia aprobada por el gobierno y este ha sido la fuente principal de pobreza y guerra. La teoría de una sociedad basada en la libertad individual ha existido durante mucho tiempo. Es ahora de dar un paso valiente y permitirla realmente avanzando en esta causa, en lugar de dar pasos atrás como a algunos les gustaría que hiciéramos.
Hoy el principio de habeas corpus, establecido cuando Juan Sin Tierra firmó la Carta Magna en 1215, está bajo ataque. Hay todas las razones para creer que con un esfuerzo renovado con el uso de Internet podamos por el contrario avanzar en la causa de la libertad divulgando un mensaje no censurado que serviría para limitar la autoridad del gobierno y desafiar la obsesión por la guerra y el bienestar.
Estoy hablando de un sistema de gobierno guiado por los principios jovenlandesales de la paz y la tolerancia.
Los Fundadores estaban convencidos de que no podía existir una sociedad libre sin un pueblo jovenlandesal. Escribir leyes no puede bastar por sí solo si el pueblo decide ignorarlas. Hoy el estado de derecho escrito en la Constitución tiene poco significado para la mayoría de los estadounidenses, especialmente los que trabajan en Washington DC.
Benjamin Franklin afirmó que “solo un pueblo virtuoso es capaz de libertad”. John Adams coincidía: “Nuestra Constitución se hizo para un pueblo jovenlandesal y religioso. Es completamente inadecuada para el gobierno de ningún otro”.
Un pueblo jovenlandesal debe rechazar toda violencia tratando de moldear las creencias o costumbres del pueblo.
Una sociedad que abuchea o ridiculiza la Regla de Oro no es una sociedad jovenlandesal. Todas las grandes religiones defienden la Regla de Oro. Los mismos principios jovenlandesales que se requiere que cumplan los individuos deberían aplicarse a todos los cargos públicos. No pueden excepcionarse.
La solución definitiva no está en manos del gobierno.
La solución recae en todos y cada uno de los individuos, con la guía de familia, amigos y comunidad.
La primera responsabilidad para cada uno de nosotros es tras*formarnos con la esperanza de que otros nos sigan. Esto es más importante que trabajar por cambiar el gobierno, es menos importante que promover una sociedad virtuosa. Si podemos lograr esto, entonces el gobierno cambiará.
No significa que la acción política o tener un cargo no tenga valor. A veces sí empuja a la política en la dirección correcta. Pero lo cierto es que cuando se busca el cargo para el agrandamiento personal, el dinero o el poder, se convierte en inútil, si no en dañina. Cuando la acción política se realiza por las razones correctas, es fácil de entender por qué debería evitarse el compromiso. También queda claro por qué el progreso se alcanza mejor trabajando con coaliciones, que juntan a la gente, sin que nadie sacrifique sus principios.
La acción política, para ser verdaderamente beneficiosa, debe dirigirse a cambiar los corazones y mentes de la gente, reconociendo que es la virtud y la jovenlandesalidad del pueblo lo que permite que florezca la libertad.
La Constitución o más leyes por sí mismas no tienen ningún valor si las actitudes del pueblo no cambian.
Para alcanzar la libertad y la paz, tienen que superarse dos poderosas emociones humanas. La número uno es la “envidia”, que lleva al repruebo y la lucha de clases. La número dos es la “intolerancia” que lleva a políticas prejuiciosas y críticas. Estas emociones deben reemplazarse con una mucha mejor comprensión del amor, la compasión, la tolerancia y la economía del libre mercado. La libertad, cuando se entiende, aúna al pueblo. Cuando se intenta, la libertad es popular.
El problema que hemos afrontado durante años ha sido que los intervencionistas económicos están influidos por la envidia, mientras que los intervencionistas sociales están influidos por la intolerancia de costumbres y estilos de vida. La incomprensión de esa intolerancia en un respaldo de ciertas actividades, hace que muchos legislen patrones jovenlandesales que deberían solo establecerlos por personas que tomen sus propias decisiones. Ambos bandos usan la fuerza para ocuparse de estas emociones equivocadas. Ambos son autoritarios. Ninguno defiende el voluntarismo. Ambas opiniones tendrían que rechazarse.
He llegado a una firme convicción después de estos muchos años tratando de explicarme “la simple verdad de las cosas”. La mejor alternativa para lograr la paz y la prosperidad para le máxima cantidad de gente en todo el mundo, es seguir la causa de la LIBERTAD.
Si creéis que este mensaje merece la pena, divulgadlo por todo el territorio.
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