Crazy
Himbersor
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Cuando a veces me he referido al feminismo en mi blog o en Twitter, en algunas ocasiones han surgido comentarios que más o menos venían a decir que no generalice con eso del feminismo, que hay diferentes feminismos y corrientes, que no todo el mundo piensa lo mismo y que no existe tal cosa como “el feminismo”. Tienen razón, es verdad que si revisamos la teoría y la historia feminista eso es cierto, pero a la hora de la verdad y desde un punto de vista práctico, me parece a mí que todos los feminismo se pueden dividir en dos: el feminismo que habla y los feminismos que callan.
Cuando yo mismo, u otras personas, nos referimos al feminismo, nos estamos refiriendo a ese feminismo dominante que habla e impone una narrativa concreta. Podemos llamarlo feminismo hegemónico, radical, feminismo dominante o de cualquier otra manera pero es el feminismo que se ha convertido en ley, el que tiene el BOE por el mango, el que ha generado toda un industria y el que está en el gobierno. Se ha convertido en una especie de religión de estado que impregna todas las esferas e instituciones de la sociedad y a él es al que nos referimos los ciudadanos de a pie cuando hablamos globalmente del feminismo. Hay otros feminismos que también existen, como decían en 2006 en una carta en el Pais Manuela Carmena y otras 200 mujeres, haberlos haylos, pero en los últimos años no se les ha oído ni se les ha visto y ya es sabido que el que calla, otorga.
Es verdad que ahora mismo esa hegemonía se ha resquebrajado un poco y estamos presenciando, por ejemplo, un debate entre dos corrientes del feminismo que tiene que ver con la definición del sujeto del feminismo, con la cuestión básica de quién es una mujer y quién tiene derecho a declararse jurídicamente como tal. El debate no está ocurriendo sólo en España y es muy conocida la postura que ha tomar J.K Rowling en él y la respuesta que ha recibido, pero en nuestro país estas dos posturas opuestas están representadas en parte por los dos partidos actualmente en el gobierno, PSOE y Podemos. En el eje del debate están la definición de mujer y la confusa cuestión del género. Un bando -feminismo radical, TERFs…- parece curiosamente que recupera la biología (aspecto al que el feminismo siempre ha dado la espalda) y reclama que tiene un lugar en esa definición de mujer, que se trataría por así decirlo de una cuestión de hardware. Por contra, el otro bando -feminismo queer, de género…- reivindica que ser mujer es una cuestión de software, de performance. Pero no es de esto de lo que quería hablar.
La intención de esta entrada es comentar la publicación de un libro que reivindica el feminismo liberal, un libro que discute y rebate -con argumentos y datos- los postulados del feminismo hegemónico en una serie de temas como la brecha salarial, el techo de cristal, la gestación subrogada, la prespitación o la violencia de género (y la Ley de Violencia de Género). Es un feminismo que no es biofóbico, no niega la biología y la evolución, no considera que somos unas tablas rasas y que todo es una construcción social, no es victimista, no ve a la mujer como un criatura que no ha llegado todavía a la mayoría de edad y que es por lo tanto incapaz de saber lo que quiere, necesitando la tutela del estado, y no ve al hombre como el malo que está en el origen de todos lo males.
El libro está coordinado por Irune Ariño, que es la autora también de algunos capítulos, y cuenta con la colaboración de Francisco Capella, Santiago alopécico, Cuca Casado, Marina de la Torre y María Blanco que realiza el prólogo. Extraigo algunos párrafos de las Conclusiones finales donde explican su posición:
“El feminismo ha sido un movimiento muy positivo cuando ha ido de la mano del liberalismo, en la medida en que ha trabajado por la emancipación de la mujer y por la igualdad ante la ley entre hombres y mujeres en la educación, la participación política, el acceso al mercado laboral y la actividad sensual y reproductiva. Ha pasado de ser una reivindicación legítima, de una parte de la sociedad que era sojuzgada y cuyos derechos no eran reconocidos, para alejarse de ese legítimo objetivo y convertirse en una excusa para desplazar el eje del debate político y justificar medidas políticas liberticidas. Marca la agenda política de gobiernos y medios de comunicación y decide sobre lo que está bien y lo que no. Esa politización del feminismo le ha llevado a posiciones muchas veces críticas con el Estado…
Utiliza un discurso victimista que presenta a todas las mujeres como indefensas frente a la tiranía de los hombres y necesitadas de ayuda estatal para empoderarse y conseguir su libertad. Se ha enfocado en intentar moldear la sociedad a través de la legislación, lo que ha generado una red clientela de organizaciones subvencionadas: institutos de mujer, observatorios, talleres, informes, estudios de género, organizaciones no gubernamentales, etc. Este discurso ha ido ganando espacio y aprobación, tanto en la mayoría de medios de comunicación como en los partidos de todos los colores, ha polarizado debates legítimos y necesarios como el de la violencia en la pareja, el aborto o la prespitación y ha construido un relato que divide a los ciudadanos en buenos y malos…
El feminismo expuesto más arriba no es la única forma de defender la igualdad existente. El feminismo liberal ha estado representado por diversas autoras a lo largo de la historia, desde Mary Wollstonecraft, pasando por Voltairine de Claire, Harriet Taylor, Suzanne La ***ette, hasta Wendy McElroy, Martha Nussbaum o Christina Hoff Sommers. Todas ellas comparten una visión que se centra en la persecución de la eliminación de privilegios y trabas legales que han subordinado (y en muchos lados todavía subordinan) el papel de las mujeres al de los hombres…
En la actualidad las feministas liberales se han agrupado en torno a movimiento críticos con el feminismo hegemónico. Sin embargo, cada vez más se niegan a abandonar la lucha por la reapropiación del término feminismo.
El liberalismo defiende que la mujer es un sujeto ético autónomo con los mismos derechos y obligaciones que el hombre. Es dueña de sí misma, tiene derecho de propiedad y puede contratar voluntariamente con otros. No es tratada como una menor de edad que debe ser tutelada por no ser capaz de valerse por sí misma ni como una víctima sistemática que necesita protección especial. Controla su sexualidad y puede vivir sola, en pareja o con quien quiera, casándose o no, y teniendo hijos o no. Sus derechos son derechos individuales, exigibles por todos los individuos adultos sin distinción alguna, que chocan contra los derechos colectivos que reclama el feminismo dominante. Y el estado no debe imponer creencias éticas a sus ciudadanos sino salvaguardar estos derechos.”
Así que parece que el feminismo liberal ha vuelto y es bienvenido. Espero que este libro marque sólo el inicio del surgimiento de esas otras voces que hasta ahora no hemos escuchado y que continúen desmontando más dogmas de la doctrina de ese feminismo hegemónico. Si queremos hacer un buen diagnóstico y abordaje de los problemas, es muy importante romper el monólogo de ese único feminismo dominante y permitir que entren más voces en la conversación, algo que beneficiará a toda la sociedad. En esa conversación, el feminismo liberal ha estado desde el principio y sigue siendo, sin duda, una voz muy valiosa.
Desmontando el Feminismo Hegemónico
Cuando yo mismo, u otras personas, nos referimos al feminismo, nos estamos refiriendo a ese feminismo dominante que habla e impone una narrativa concreta. Podemos llamarlo feminismo hegemónico, radical, feminismo dominante o de cualquier otra manera pero es el feminismo que se ha convertido en ley, el que tiene el BOE por el mango, el que ha generado toda un industria y el que está en el gobierno. Se ha convertido en una especie de religión de estado que impregna todas las esferas e instituciones de la sociedad y a él es al que nos referimos los ciudadanos de a pie cuando hablamos globalmente del feminismo. Hay otros feminismos que también existen, como decían en 2006 en una carta en el Pais Manuela Carmena y otras 200 mujeres, haberlos haylos, pero en los últimos años no se les ha oído ni se les ha visto y ya es sabido que el que calla, otorga.
Es verdad que ahora mismo esa hegemonía se ha resquebrajado un poco y estamos presenciando, por ejemplo, un debate entre dos corrientes del feminismo que tiene que ver con la definición del sujeto del feminismo, con la cuestión básica de quién es una mujer y quién tiene derecho a declararse jurídicamente como tal. El debate no está ocurriendo sólo en España y es muy conocida la postura que ha tomar J.K Rowling en él y la respuesta que ha recibido, pero en nuestro país estas dos posturas opuestas están representadas en parte por los dos partidos actualmente en el gobierno, PSOE y Podemos. En el eje del debate están la definición de mujer y la confusa cuestión del género. Un bando -feminismo radical, TERFs…- parece curiosamente que recupera la biología (aspecto al que el feminismo siempre ha dado la espalda) y reclama que tiene un lugar en esa definición de mujer, que se trataría por así decirlo de una cuestión de hardware. Por contra, el otro bando -feminismo queer, de género…- reivindica que ser mujer es una cuestión de software, de performance. Pero no es de esto de lo que quería hablar.
La intención de esta entrada es comentar la publicación de un libro que reivindica el feminismo liberal, un libro que discute y rebate -con argumentos y datos- los postulados del feminismo hegemónico en una serie de temas como la brecha salarial, el techo de cristal, la gestación subrogada, la prespitación o la violencia de género (y la Ley de Violencia de Género). Es un feminismo que no es biofóbico, no niega la biología y la evolución, no considera que somos unas tablas rasas y que todo es una construcción social, no es victimista, no ve a la mujer como un criatura que no ha llegado todavía a la mayoría de edad y que es por lo tanto incapaz de saber lo que quiere, necesitando la tutela del estado, y no ve al hombre como el malo que está en el origen de todos lo males.
El libro está coordinado por Irune Ariño, que es la autora también de algunos capítulos, y cuenta con la colaboración de Francisco Capella, Santiago alopécico, Cuca Casado, Marina de la Torre y María Blanco que realiza el prólogo. Extraigo algunos párrafos de las Conclusiones finales donde explican su posición:
“El feminismo ha sido un movimiento muy positivo cuando ha ido de la mano del liberalismo, en la medida en que ha trabajado por la emancipación de la mujer y por la igualdad ante la ley entre hombres y mujeres en la educación, la participación política, el acceso al mercado laboral y la actividad sensual y reproductiva. Ha pasado de ser una reivindicación legítima, de una parte de la sociedad que era sojuzgada y cuyos derechos no eran reconocidos, para alejarse de ese legítimo objetivo y convertirse en una excusa para desplazar el eje del debate político y justificar medidas políticas liberticidas. Marca la agenda política de gobiernos y medios de comunicación y decide sobre lo que está bien y lo que no. Esa politización del feminismo le ha llevado a posiciones muchas veces críticas con el Estado…
Utiliza un discurso victimista que presenta a todas las mujeres como indefensas frente a la tiranía de los hombres y necesitadas de ayuda estatal para empoderarse y conseguir su libertad. Se ha enfocado en intentar moldear la sociedad a través de la legislación, lo que ha generado una red clientela de organizaciones subvencionadas: institutos de mujer, observatorios, talleres, informes, estudios de género, organizaciones no gubernamentales, etc. Este discurso ha ido ganando espacio y aprobación, tanto en la mayoría de medios de comunicación como en los partidos de todos los colores, ha polarizado debates legítimos y necesarios como el de la violencia en la pareja, el aborto o la prespitación y ha construido un relato que divide a los ciudadanos en buenos y malos…
El feminismo expuesto más arriba no es la única forma de defender la igualdad existente. El feminismo liberal ha estado representado por diversas autoras a lo largo de la historia, desde Mary Wollstonecraft, pasando por Voltairine de Claire, Harriet Taylor, Suzanne La ***ette, hasta Wendy McElroy, Martha Nussbaum o Christina Hoff Sommers. Todas ellas comparten una visión que se centra en la persecución de la eliminación de privilegios y trabas legales que han subordinado (y en muchos lados todavía subordinan) el papel de las mujeres al de los hombres…
En la actualidad las feministas liberales se han agrupado en torno a movimiento críticos con el feminismo hegemónico. Sin embargo, cada vez más se niegan a abandonar la lucha por la reapropiación del término feminismo.
El liberalismo defiende que la mujer es un sujeto ético autónomo con los mismos derechos y obligaciones que el hombre. Es dueña de sí misma, tiene derecho de propiedad y puede contratar voluntariamente con otros. No es tratada como una menor de edad que debe ser tutelada por no ser capaz de valerse por sí misma ni como una víctima sistemática que necesita protección especial. Controla su sexualidad y puede vivir sola, en pareja o con quien quiera, casándose o no, y teniendo hijos o no. Sus derechos son derechos individuales, exigibles por todos los individuos adultos sin distinción alguna, que chocan contra los derechos colectivos que reclama el feminismo dominante. Y el estado no debe imponer creencias éticas a sus ciudadanos sino salvaguardar estos derechos.”
Así que parece que el feminismo liberal ha vuelto y es bienvenido. Espero que este libro marque sólo el inicio del surgimiento de esas otras voces que hasta ahora no hemos escuchado y que continúen desmontando más dogmas de la doctrina de ese feminismo hegemónico. Si queremos hacer un buen diagnóstico y abordaje de los problemas, es muy importante romper el monólogo de ese único feminismo dominante y permitir que entren más voces en la conversación, algo que beneficiará a toda la sociedad. En esa conversación, el feminismo liberal ha estado desde el principio y sigue siendo, sin duda, una voz muy valiosa.
Desmontando el Feminismo Hegemónico
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