Vamos a ver, un matiz: Mendizábal no destruyó nada. Que haya patrimonio histórico que se haya perdido por el abandono de esas propiedades a partir de su desamortización, no significa que los liberales de Mendizábal se hubieran dedicado a quemar monasterios y conventos como si fueran las hordas visigodas, las tropas de Napoleón, o los anarquistas de los años 30.
En el caso que señalas de San Pedro de Arlanza, cuando el monasterio fue desamortizado la Iglesia se llevó de allí todo lo que no estuviera clavado al suelo, incluyendo los sepulcros de Fernán González y compañía, que se trasladaron a la colegiata de Covarrubias. Cosa que me parece lógica y normal para garantizar su conservación, pero es patrimonio que no se destruyó, solo se trasladó. Otras partes del monasterio, como la portada de la Iglesia y los frescos, fueron trasladados posteriormente a museos. Otra cosa es que todo el patrimonio no se trasladara o se pudiera trasladar y decayera con el tiempo por falta de interés en su conservación, o que hubiera sido mas conveniente que el patrimonio expoliado trasladado se hubiera quedado en su sitio.
Por otra parte, casi todo el terreno desamortizado lo compraron los aristócratas, que tuvieron generalmente escaso interés por su conservación. Y la supresión de las órdenes religiosas por Mendizábal en 1836-37 fue revocada en 1851 y la Iglesia empezó a recuperar monasterios y conventos masivamente.
Respecto a las bibliotecas, se las llevaron de los monasterios a otro sitio, no desaparecieron porque hubiera quemas masivas de libros en plan peli de Indiana Jones:
(Aprovecho para poner la escena, aunque no tenga nada que ver con el tema del hilo, para cumplir con el deber patriótico de que no haya ningún hilo del subforo de Historia en el que no se hable de Hitler y de los nazis, y porque me mola la musiquilla de la marcha de la escena)
Lo que si destruyó muchas bibliotecas y archivos eclesiásticos fueron las orgías de los gente de izquierdas durante la II República y la Guerra Civil. Esa si que ha sido una pérdida irreparable que es hoy muy lamentada por la comunidad historiográfica (aunque con la boca pequeña porque todos sabemos quien manda).
Todo lo cual no quita que, efectivamente, la cultura de conservación de patrimonio en España durante el siglo XIX y buena parte del XX fue bastante frutapénica.
Hombre, sí, ciertamente no fue Mendizábal con la piqueta y la tea incendiaria a por las iglesias y monasterios. A pesar de que, siendo un liberal exaltado, los suyos habían protagonizado en julio de 1834 una oleada terrible de quema de iglesias y monasterios, así como asesinatos de frailes.
Las leyes de exclaustración de 1835 fueron demoledoras para el patrimonio, que quedó en manos del Estado. Puede que éste no destruyera activamente las obras de arte o el patrimonio documental, pero sí lo hizo pasivamente por su desidia y falta de interés. Es decir, la legislación liberal no destruyó el patrimonio, pero al arrancárselo a sus legítimos propietarios y privarlo de su función esencial—lugares de culto o vida monástica—sí lo llevó con el paso de no muchos años a arruinarse, desaparecer o ser malvendido. Para esto último valga el vergonzoso caso de las pinturas románicas de San Baudelio de Berlanga, en Soria.
Se ve en el caso que hemos estado comentando, San Pedro de Arlanza. En Google está disponible el opúsculo, muy interesante, de Rodrigo Amador de los Ríos (1896): “Las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza” y ahí puede verse la responsabilidad directa de los gobiernos liberales en la destrucción del patrimonio histórico español.
El rematante de San Pedro no fue ningún aristócrata: fue Santos Cecilia, un vecino de Burgos que era, además… diputado liberal. No se podía saber. Una versión hispánica de monsieur Grandet o de don Calogero Sedàra. Con la particularidad de que este sujeto se autotitulaba “propietario de Arlanza” tres años antes de efectuarse el remate en 1844 y cinco antes de darle la posesión efectiva en 1846. Vamos, el corrupto caciquisimo de siempre, en las mismas raíces de la revolución liberal. Este mismo individuo fue el que trasladó los sarcófagos supuestamente del conde Fernán González y doña Sancha a Covarrubias, aunque parece que equivocadamente. Eso sí, sin que se sepa qué pasó con el resto de sepulcros que el benedictino Yepes viera en 1617. Y también desmontando los altares y retablos para vender el oro con que se recubrían.
La Comisión Central de Monumentos, escandalizada por el caso de Arlanza, lo único que consiguió es que la iglesia, el coro, el antecoro y el claustro procesional herreriano fueran excluidos de la venta, encargando a la Comisión Provincial de Burgos que velara por su conservación y reparaciones indispensables.
En 1844, según la Junta de Ventas de los Bienes Nacionales, el estado de la fábrica de la Iglesia era bueno. Tres años después, unos visitantes escribían:
“Un profundo pesar se derramó por nuestro corazón cuando desde el alto y tortuoso camino vimos en el abismo del valle agujereadas las techumbres del monumento, cuya reputación nos estimulaba a visitarle, llena la cabeza de ideas a cuál más romancescas e incoherentes. Con una avidez inconcebible nos dirigimos al interior del malhadado templo; pero hubimos de retroceder bien pronto, pues atronaban nuestros oídos los gritos de mil vencejos, que volaban a la vez por aquel ámbito desierto, y el moho y la fétida podredumbre del suelo eran intolerables. A presencia de aquel lugar de desolación, de aquellas paredes húmedas y cuarteadas, de aquellas vidrieras hechas pedazos y de aquel órgano dislocado; respirando una atmósfera densa e insalubre”
Para terminar de completar el panorama: la desidia de la Comisión Provincial de Monumentos hizo que el comprador de Arlanza se apropiara igualmente y sin derecho alguno del claustro procesional. Nadie le estorbó en la propiedad, es lo que tiene formar parte de los que mangonean en cada época. Posteriormente, se construyó la carretera a Hortigüela y las voladuras para abrir la roca acabaron por derrumbar una gran parte de la iglesia. Para colmo, una gran cantidad de piedra de la propia iglesia se usó para los rellenos de la carretera. Si eso no es ver al Estado convertido en una plaga bíblica, a medio camino entre la desidia y la barbarie, pues yo no sé qué podrá serlo. Y todo ello iniciado por la exclaustración y la desamortización liberales.
Bien, claro que mejor que llevaran la portada románica al MAN. O que salvaran las pinturas… ¿llevándolas a Nueva York? Mejor eso que morirse, como decía la niña de la mascarilla. No deja de ser una dispersión de nuestro patrimonio, en el mejor de los casos, o un saqueo en el peor. No sé si griegos o egipcios deberían estar muy agradecidos a los ingleses, franceses y alemanes que “salvaron” su patrimonio.
Sí, después del apañito del presupuesto para Culto y Clero en 1851 algunas órdenes pudieron volver y recuperar algunos monasterios. Pero mucho del mal era ya irreparable. Haga usted una prueba: intente buscar la tumba de muchos de los personajes ilustres españoles que vivieron entre los siglos XIII y XVIII. La tumba de Diego López de Haro, por ejemplo (Burgos). La del rey don Pedro, en Santo Domingo el Real (Madrid. Ahora la estatua en el MAN y los supuestos huesos en Sevilla). La de Diego Velázquez (Madrid). Los huesos de casi cualquier personaje ilustre de aquellos siglos se han perdido porque, simplemente, se destruyeron las iglesias y monasterios en los que estaban. Nuestros liberales fueron en todo ello alumnos aventajados de Enrique VIII.
Y muchas de esas ventas y traslados claro que acabaron afectando a las bibliotecas. Sin ir más lejos, una de las más importantes: la de la abadía de Silos.
La mayor parte de los fondos de la biblioteca monástica de Silos se dispersó durante la exclaustración de 1835-1880. Únicamente quedó un reducido número de volúmenes en las estanterías de las estancias ocupadas por la cura párroco. La antigua biblioteca se hallaba ubicada, desde el siglo XVII al XIX, en las plasta primera y segunda de la crujía extrema este. En los años siguientes a la restauración de 1880 se colocaron los libros en el área de la antigua botica o planta baja de la crujía oeste. Posteriormente se trasladó al lugar actual, la plata alta de la crujía oeste del monasterio actual. Poco a poco ha ido ocupando zonas vecinas, hasta la crujía norte del monasterio actual, en tres niveles, a medida que ha ido aumentando el número de libros. La biblioteca actual, formada lentamente desde 1880, cuenta en la actualidad con cerca 190000 volúmenes.
Y estoy de acuerdo en que las salvajadas de anticlericales y milicianos durante la Guerra Civil fueron otra nueva debacle para las bibliotecas y el patrimonio documental. Sin ir más lejos, el Cartulario de Covarrubias, robado durante la guerra. Si no llega a ser por la tras*cripción de Luciano Serrano no nos quedaría siquiera el contenido. Pero ya llovía sobre mojado. Todos los documentos que usaron para sus obras los padres Yepes o Flórez, ¿dónde demonios están? Perdidos, vendidos (el penitencial de Silos está en… la British Library. Cómo no), destruidos. Y eso se debe a que cuando entró la ideología secularizadora en España trató al patrimonio religioso como lo trataría un enemigo: y ahí entran ilustrados, francess, liberales, gente de izquierdas, anarcoides y cualquiera que haya entendido como uno de los pilares de su política el repruebo a la Religión.