Ultra Chad
Madmaxista
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"¡Derogad la genocida ley de violencia de género!": Vicente Chinchilla, un inocente condenado a 20 años - Rambla Libre
“¡Derogad la genocida ley de violencia de género!”: Vicente Chinchilla, un inocente condenado a 20 años
Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa. /Foto: ramblalibre.com.
Redacción.
No sólo hay denuncias falsas, también hay sentencias manifiestamente injustas, dictadas desde la ideología sarama del feminismo. Publicamos el inicio del capítulo dedicado a Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa en el libro de Enrique de Diego, “¡Derogad la genocida ley de violencia de género!”, de venta solo en Amazon. Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa lleva cinco años cumplidos de una brutal condena de veinte años, no sólo sin pruebas, sino contra las pruebas fehacientes:
“Cuando se suspende y elimina la presunción de inocencia, la Justicia se convierte en un esperpento tiránico, en una arbitrariedad ridícula que inmola víctimas con avidez carroñera. Lástima que Pilar Miró esté en los cielos con Gary Cooper, porque el caso de Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa, condenado a 20 años por dos falsas violaciones que nunca cometió, cinco años cumplidos en el Penal de Albacete, merece la derogación inmediata de la Ley de Violencia de Género, la expulsión fulminante de la carrera judicial de María de los Ángeles Montalvá Sempere, ponente y principal responsable del latrocinio, de Antonio Nebot de la Concha y Juan Manuel Suárez Purificación, tres vergüenzas nacionales, tres nulidades que demuestran como la oposición es una mala selección, como la politización ha corrompido jovenlandesalmente al llamado Poder Judicial, y como la Ley de Violencia de Género le ha dado la puntilla, ofendiendo al sentido universal de lo que justo al que hizo referencia Pericles en su Oración fúnebre. Hoy la oración fúnebre ha de ser entonada no por los caídos en la defensa de la ciudad sino por la pandilla de lacayos endiosados e inquisitoriales en que ha poco equilibrado el sistema judicial español.
Vicente Chinchilla no es condenado por falta de pruebas, ni por ese invento esotérico de la jurisprudencia del Tribunal Supremo de las “pruebas periféricas”, que conceden al juzgador la condición de Freisler o de Vishinsky, jueces iconos del nazismo y el estalinismo. A Vicente Chinchilla se le ha condenado contra las pruebas evidentes, manifiestas y tangibles. A este nivel de degradación máxima ha llegado la Justicia en España.
Cuando se suspende la presunción de inocencia no sólo se disparan las denuncias falsas, no sólo florecen los despachos de abogados mendaces, no sólo los jueces se corrompen por la arbitrariedad y la discrecionalidad otorgadas, también se dispara la simulación de delitos y se llenan las cárceles de inocentes. Vicente Chinchilla es uno de ellos. Condena a veinte años, como uno de los mayores criminales, por encima de los etarras. La sentencia redactada por la juez María de los Ángeles Montalvá Sempere es un monumento abyecto a la infamia y la ignonimia.
Vicente Chinchilla con Paz Romero, la mujer que ha acabado con su vida, y sus hijas. /Foto: ramblalibre.com.
Es evidente que María de la Paz Romero Jiménez simuló dos falsas violaciones para obtener beneficio en el proceso de divorcio con Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa, un ingeniero industrial que no había hecho otra cosa que generar riqueza y que se desvivía por sus hijas, hasta el punto de permitir a la progenitora seguir viviendo con ellos en la casa de su propiedad, con régimen de separación de bienes, mientras intentaba un divorcio de mutuo acuerdo.
María de la Paz Romero Jiménez nunca fue amada sin consentimiento. Simuló el delito y la Justicia la creyó contra las pruebas. La primera falsa violación se produjo el 20 de mayo de 2.012. No tiene la más mínima credibilidad. Fue un invento en estado puro. Ni tan siquiera se denunció. María de la Paz Romero siguió viviendo con el que luego acusaría de su forzador, en la casa de éste, en la que sigue habitando disfrutando de los bienes del inocente al que envió a la guandoca veinte años. Luego veremos esta simulación patente. La segunda simulación se produjo el 22 de noviembre de 2.012 y es la que desata la denuncia que lleva de inmediato a prisión preventiva a Vicente Chinchilla y le mantiene ahora en prisión. Es espeluznante contemplar el repruebo rebosando en el corazón podrido de María de la Paz Romero, como es nauseabundo contemplar el relativismo jovenlandesal rebosando en la infecta y mostrenca sentencia redactada, con insufribles ínfulas literarias, por la juez María de los Ángeles Montalvá. En Paz Romero y María Ángeles Montalvá se resume y ejemplifica toda la inmundicia de la especie y de la Ley de Violencia de Género.
Fue una simulación de delito. Vicente Chinchilla es inocente, sin ningún género de duda. Tenemos las pruebas concluyentes. El 10 de diciembre de 2.012, comparece el testigo Eduardo Sanz Paraja, el médico que atendió a la simuladora María de la Paz Romero Jiménez y elaboró el parte de las mínimas lesiones, que perfectamente se pudo provocar ella, para justificar su relato inconsistente. O su hermana, que la acompañó. Atendamos al testimonio clave y concluyente de Eduardo Sanz Paraja. Es neutral. No conoce a ninguna de las partes en conflicto. Está en el pasillo de urgencias. Allí le aborda “una persona allegada” a Paz Romero, la simuladora, “allegada a la paciente que trabaja en el hospital”. Se trata de Caridad Domínguez Moreno, Auxiliar de Enfermería, suegra de la hermana, que tiene un protagonismo estelar en la mendaz conjura. Caridad le comenta que la paciente “había sido agredida por su marido” y se encontraba “muy nerviosa y alterada”.
“Que el declarante le comentó el procedimiento a seguir y que el tema de las contusiones le harían un parte porque lo iba a necesitar si tenía pensado denunciar donde describen las lesiones y en caso de ver una alteración psicológica muy severa le remitirían al servicio de urgencias de psiquiatría del Perpetuo Socorro”.
Es el protocolo. Hete aquí que Caridad Domínguez Moreno avanza más: “ella cree que es posible que haya tenido algún tipo de agresión sensual, pero la afectada (Paz) no lo quiere decir y no lo sabe con certeza”. Las conjuradas de Albacete están tratando de saber cuál es el protocolo en caso de violación. Eduardo Sanz Paraja se lo explica: “que si era cierto ya no la exploraban ellos y que pasaba a ginecología donde era examinada por un ginecólogo y se llamaba a un forense a activar el protocolo en casos de violación”. Eduardo insiste “en la necesidad de que supiera lo que había pasado ya que la actuación de los facultativos es completamente distinta en uno y otro caso”. Caridad sale fuera. Ya tiene la información. Mari Paz Romero tendrá que ser vista por un ginecólogo y habrá de llamarse a un forense.
Al cabo de diez minutos, Caridad regresa con los papeles de admisión. Está utilizando su condición de trabajadora del centro. “Al verla en el pasillo las llamó a una consulta, y allí pasó la afectada, la chica de la casa y una tercera persona, mujer”. Esta tercera persona es la hermana, y la de la “casa”, es su suegra. Todo queda en familia. Eduardo Sanz Tejada se dirige a Paz y le dice que Caridad ya le había comentado que había tenido un “incidente con su marido” y le pide que le mostrara “todas las lesiones que tenía”. Le muestra “las lesiones que el declarante describe en el parte”. Luego iremos a esto.
En la sentencia, María Ángeles Montalvá justificará su discrecionalidad canalla estableciendo que Paz estaba “bloqueada”, pero el testimonio de Eduardo Sanz Tejada lo desmiente de medio a medio. Paz “no tenía una crisis de ansiedad”. ¡Ni tan siquiera una crisis de ansiedad! “Lo que estaba era emocionalmente triste. Que no tenía alteración de comportamiento. Que les comentó que no la iba a mandar a psiquiatría porque lo que estaba era triste, pero no afectada emocionalmente”. Ni el más mínimo síntoma de bloqueo. ¡Va a hundir a su esposo y a la fuerza ha de estar triste! Pero no está bloqueada, ni por asomo. Paz no ha dicho nada de violación y el médico se dirige a ella de manera concreta: “antes de acabar le dijo que si tenía que contar algo más de lo que había pasado o si quería ser explorada, y ella manifestó que no”.
¡No quiere ser explorada por un ginecólogo! ¡No quiere que comparezca un forense! ¡No quiere que se compruebe o no si ha habido agresión sensual! ¿Por qué? Porque no la ha habido. No quieren tampoco seguir el protocolo necesario ni la hermana, ni la auxiliar de enfermería, que como profesional tiene ya la información y habría de haber mostrado interés en la conveniencia de tales exploraciones. Eduardo Sanz Tejada asevera “que ella en ningún momento le manifestó que había sido una agresión sensual. Que la persona con la que habló en el pasillo le relató que tenía dudas sobre si había sido una agresión sensual. Que la afectada le dijo que iba a denunciar”.
“Que el estado de la afectada era triste y no quiso aportar más datos de los relatados. Que no le comentó como se había producido las lesiones que presentaba, que en ningún momento le dijo que su marido le había pegado”.
“¡Derogad la genocida ley de violencia de género!”: Vicente Chinchilla, un inocente condenado a 20 años
Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa. /Foto: ramblalibre.com.
Redacción.
No sólo hay denuncias falsas, también hay sentencias manifiestamente injustas, dictadas desde la ideología sarama del feminismo. Publicamos el inicio del capítulo dedicado a Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa en el libro de Enrique de Diego, “¡Derogad la genocida ley de violencia de género!”, de venta solo en Amazon. Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa lleva cinco años cumplidos de una brutal condena de veinte años, no sólo sin pruebas, sino contra las pruebas fehacientes:
“Cuando se suspende y elimina la presunción de inocencia, la Justicia se convierte en un esperpento tiránico, en una arbitrariedad ridícula que inmola víctimas con avidez carroñera. Lástima que Pilar Miró esté en los cielos con Gary Cooper, porque el caso de Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa, condenado a 20 años por dos falsas violaciones que nunca cometió, cinco años cumplidos en el Penal de Albacete, merece la derogación inmediata de la Ley de Violencia de Género, la expulsión fulminante de la carrera judicial de María de los Ángeles Montalvá Sempere, ponente y principal responsable del latrocinio, de Antonio Nebot de la Concha y Juan Manuel Suárez Purificación, tres vergüenzas nacionales, tres nulidades que demuestran como la oposición es una mala selección, como la politización ha corrompido jovenlandesalmente al llamado Poder Judicial, y como la Ley de Violencia de Género le ha dado la puntilla, ofendiendo al sentido universal de lo que justo al que hizo referencia Pericles en su Oración fúnebre. Hoy la oración fúnebre ha de ser entonada no por los caídos en la defensa de la ciudad sino por la pandilla de lacayos endiosados e inquisitoriales en que ha poco equilibrado el sistema judicial español.
Vicente Chinchilla no es condenado por falta de pruebas, ni por ese invento esotérico de la jurisprudencia del Tribunal Supremo de las “pruebas periféricas”, que conceden al juzgador la condición de Freisler o de Vishinsky, jueces iconos del nazismo y el estalinismo. A Vicente Chinchilla se le ha condenado contra las pruebas evidentes, manifiestas y tangibles. A este nivel de degradación máxima ha llegado la Justicia en España.
Cuando se suspende la presunción de inocencia no sólo se disparan las denuncias falsas, no sólo florecen los despachos de abogados mendaces, no sólo los jueces se corrompen por la arbitrariedad y la discrecionalidad otorgadas, también se dispara la simulación de delitos y se llenan las cárceles de inocentes. Vicente Chinchilla es uno de ellos. Condena a veinte años, como uno de los mayores criminales, por encima de los etarras. La sentencia redactada por la juez María de los Ángeles Montalvá Sempere es un monumento abyecto a la infamia y la ignonimia.
Vicente Chinchilla con Paz Romero, la mujer que ha acabado con su vida, y sus hijas. /Foto: ramblalibre.com.
Es evidente que María de la Paz Romero Jiménez simuló dos falsas violaciones para obtener beneficio en el proceso de divorcio con Vicente Chinchilla Nuño de la Rosa, un ingeniero industrial que no había hecho otra cosa que generar riqueza y que se desvivía por sus hijas, hasta el punto de permitir a la progenitora seguir viviendo con ellos en la casa de su propiedad, con régimen de separación de bienes, mientras intentaba un divorcio de mutuo acuerdo.
María de la Paz Romero Jiménez nunca fue amada sin consentimiento. Simuló el delito y la Justicia la creyó contra las pruebas. La primera falsa violación se produjo el 20 de mayo de 2.012. No tiene la más mínima credibilidad. Fue un invento en estado puro. Ni tan siquiera se denunció. María de la Paz Romero siguió viviendo con el que luego acusaría de su forzador, en la casa de éste, en la que sigue habitando disfrutando de los bienes del inocente al que envió a la guandoca veinte años. Luego veremos esta simulación patente. La segunda simulación se produjo el 22 de noviembre de 2.012 y es la que desata la denuncia que lleva de inmediato a prisión preventiva a Vicente Chinchilla y le mantiene ahora en prisión. Es espeluznante contemplar el repruebo rebosando en el corazón podrido de María de la Paz Romero, como es nauseabundo contemplar el relativismo jovenlandesal rebosando en la infecta y mostrenca sentencia redactada, con insufribles ínfulas literarias, por la juez María de los Ángeles Montalvá. En Paz Romero y María Ángeles Montalvá se resume y ejemplifica toda la inmundicia de la especie y de la Ley de Violencia de Género.
Fue una simulación de delito. Vicente Chinchilla es inocente, sin ningún género de duda. Tenemos las pruebas concluyentes. El 10 de diciembre de 2.012, comparece el testigo Eduardo Sanz Paraja, el médico que atendió a la simuladora María de la Paz Romero Jiménez y elaboró el parte de las mínimas lesiones, que perfectamente se pudo provocar ella, para justificar su relato inconsistente. O su hermana, que la acompañó. Atendamos al testimonio clave y concluyente de Eduardo Sanz Paraja. Es neutral. No conoce a ninguna de las partes en conflicto. Está en el pasillo de urgencias. Allí le aborda “una persona allegada” a Paz Romero, la simuladora, “allegada a la paciente que trabaja en el hospital”. Se trata de Caridad Domínguez Moreno, Auxiliar de Enfermería, suegra de la hermana, que tiene un protagonismo estelar en la mendaz conjura. Caridad le comenta que la paciente “había sido agredida por su marido” y se encontraba “muy nerviosa y alterada”.
“Que el declarante le comentó el procedimiento a seguir y que el tema de las contusiones le harían un parte porque lo iba a necesitar si tenía pensado denunciar donde describen las lesiones y en caso de ver una alteración psicológica muy severa le remitirían al servicio de urgencias de psiquiatría del Perpetuo Socorro”.
Es el protocolo. Hete aquí que Caridad Domínguez Moreno avanza más: “ella cree que es posible que haya tenido algún tipo de agresión sensual, pero la afectada (Paz) no lo quiere decir y no lo sabe con certeza”. Las conjuradas de Albacete están tratando de saber cuál es el protocolo en caso de violación. Eduardo Sanz Paraja se lo explica: “que si era cierto ya no la exploraban ellos y que pasaba a ginecología donde era examinada por un ginecólogo y se llamaba a un forense a activar el protocolo en casos de violación”. Eduardo insiste “en la necesidad de que supiera lo que había pasado ya que la actuación de los facultativos es completamente distinta en uno y otro caso”. Caridad sale fuera. Ya tiene la información. Mari Paz Romero tendrá que ser vista por un ginecólogo y habrá de llamarse a un forense.
Al cabo de diez minutos, Caridad regresa con los papeles de admisión. Está utilizando su condición de trabajadora del centro. “Al verla en el pasillo las llamó a una consulta, y allí pasó la afectada, la chica de la casa y una tercera persona, mujer”. Esta tercera persona es la hermana, y la de la “casa”, es su suegra. Todo queda en familia. Eduardo Sanz Tejada se dirige a Paz y le dice que Caridad ya le había comentado que había tenido un “incidente con su marido” y le pide que le mostrara “todas las lesiones que tenía”. Le muestra “las lesiones que el declarante describe en el parte”. Luego iremos a esto.
En la sentencia, María Ángeles Montalvá justificará su discrecionalidad canalla estableciendo que Paz estaba “bloqueada”, pero el testimonio de Eduardo Sanz Tejada lo desmiente de medio a medio. Paz “no tenía una crisis de ansiedad”. ¡Ni tan siquiera una crisis de ansiedad! “Lo que estaba era emocionalmente triste. Que no tenía alteración de comportamiento. Que les comentó que no la iba a mandar a psiquiatría porque lo que estaba era triste, pero no afectada emocionalmente”. Ni el más mínimo síntoma de bloqueo. ¡Va a hundir a su esposo y a la fuerza ha de estar triste! Pero no está bloqueada, ni por asomo. Paz no ha dicho nada de violación y el médico se dirige a ella de manera concreta: “antes de acabar le dijo que si tenía que contar algo más de lo que había pasado o si quería ser explorada, y ella manifestó que no”.
¡No quiere ser explorada por un ginecólogo! ¡No quiere que comparezca un forense! ¡No quiere que se compruebe o no si ha habido agresión sensual! ¿Por qué? Porque no la ha habido. No quieren tampoco seguir el protocolo necesario ni la hermana, ni la auxiliar de enfermería, que como profesional tiene ya la información y habría de haber mostrado interés en la conveniencia de tales exploraciones. Eduardo Sanz Tejada asevera “que ella en ningún momento le manifestó que había sido una agresión sensual. Que la persona con la que habló en el pasillo le relató que tenía dudas sobre si había sido una agresión sensual. Que la afectada le dijo que iba a denunciar”.
“Que el estado de la afectada era triste y no quiso aportar más datos de los relatados. Que no le comentó como se había producido las lesiones que presentaba, que en ningún momento le dijo que su marido le había pegado”.