Del llano a la montaña

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10 Sep 2013
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El primer tras*bordo era en Madrid. No tardamos mucho en coger el tren para Zaragoza, creo que ni salimos de la estación: ya teníamos la capital lo suficientemente vista como para perder por un descuido el billete hacia las montañas. Madrid siempre estaría allí, y las montañas más, pero nosotros no volveríamos a tener veinte años.

Mi hermano, mi mejor amigo de entonces y yo. Era el agosto de 1.993, puede que del 94; recuerdo mejor el mes, sin duda, pero todo tiene una explicación.

La segunda parada nos dejaba un poco de margen, dos o tres horas, no más. La salida de la estación zaragozana tenía dos largas y blanqueadas hileras de cemento a ambos lados, nos sentamos en la derecha para hacernos unos canutos y llegó un yonki: "eeehhh, tíosss, tenéis un cigarrillo...", alguien le dio uno, "¡hossstiaaa...pasármelo, tíosss!" Así lo hicimos, fumamos en comunidad; con esa edad cualquiera es un amigo, hoy me lavo las manos cada vez que la doy, o casi. Terminó por pedirnos dinero, le dimos algo y nos fuimos a dar una vuelta. Llegamos a unos jardines cercanos y nos tumbamos debajo de un gran árbol. Era enorme, tenía un tronco que no podíamos abrazar entre dos, puede que los tres, no sé...Qué grande era.

La siguiente parada era Huesca. Estaba de feria, San Lorenzo, el pañuelo verde...Un paisano nuestro, un amigo que acababa de hacerse guardia civil, estaba destinado por allí, habíamos quedado en pasar un par de días de fiesta con él y luego seguir para arriba.

Era un chaval...Hijo único, su padre era maestro, creo que su progenitora también; él era muy inteligente, no he olvidado las cartas que nos enviaba al principio de irse del pueblo, unas cartas propias de un escritor, yo ya había leído el 80 % de lo que he leído para dar fe de ello. Recuerdo especialmente una que protagonizaban unas moscas...sentí envidia: yo no era capaz de escribir algo así. O quizá mi vida todavía no se había roto lo suficiente para escribir así.

Dejó de estudiar en BUP, poco después de que su padre se enterara que fumaba, "así que fumas, ¿eh?...pues vas a fumarte este paquete de Ducados delante de mi. Uno detrás de otro" Era un cabrón, dicho por él. Y fumador. Superó la mitad del desafío; después potó hasta la primera papilla, el viejo le dijo que era un cosa y el chico estuvo algunos días en cama. Se fue de casa una vez que consiguió trabajo para recoger la sarama. Nadie se lo podía creer: "¿Raúl de basurero?" Sí, de basurero, con dos huevones y una cabeza como la de los marcianos de Mars Attaks! Estuvo un año, hasta que se enteró de los exámenes para picoleto; los aprobó con un cuarto de punta del pimpollo y se hizo guardia civil. "¿Raúl guardia civil?" Pues sí.

Pasamos un par de noches allí, de fiesta, no sé ni para qué pillamos pensión, "no me importa si os traéis chicas -nos dijo la anciana- mientras no arméis mucho escándalo, hijos míos..." Qué gente más maja, todo el mundo estaba de buen rollo, ni peleas ni historias, ¡y eso que jamás en mi vida he bebido tanto alcohol ni fumado tanto hachís!...bueno, tal vez en el concierto de los Cure del año siguiente, en Madrid, pero no fue lo mismo. Vimos a Kiko Veneno (al Kiko de los primeros noventa, el de échate un cantecito) completamente de gratis, aunque decir vimos es decir mucho. Y no por la gente que había.

Huesca fue nuestro Woodstock. Al menos el mío.

Salimos para Sabiñánigo, no recuerdo por qué medio, pero sí que paramos en una herriko taberna, nos dimos cuenta al entrar, cuando vimos las banderas, las fotos de los presos y todo el material. Nos atendió una camarera muy maja, guapa, de larga melena de color rizada y ojos claros, boca grande y labios finos, iba sin sujetador, "¿de donde sois?", "de la Mancha", estuvo un rato hablando con nosotros, se fue y me fijé que tenían unas escaleras al final de la barra, de vez en cuando las subían tipos con cara de cabreados, "vámonos" Y nos fuimos a Biescas.

Ese pueblo era la última parada. En uno de sus campings (no sé si tendría más) echamos un día. Aquello fue lo que menos me gustó del viaje, era como estar en la playa las veinticuatro horas del día a su medio: demasiada gente y demasiado juntos. Y mucho mal rollo.

A la mañana siguiente agarramos nuestras mochilas y nos encaminamos hacia Ordesa.

Había una especie de última parada, más allá no hay más que montañas, cuando caímos en que no llevábamos nada de comida, como si allí arriba las cosas fueran como aquí abajo, "¡leche...la comida, tronkos!", íbamos tan fumados que no nos acordamos, aunque en el pueblo ir así era sinónimo de asalto al frigorífico o a la pastelería de Orlando; pero estábamos fuera, lejos, y nuestra comida era lo que íbamos viendo. Jamás encontrarás a un nómada rellenito.

No sé qué shishi le habría pasado, pero el caso es que sólo le quedaban latas de mejillones en escabeche.

- ¿Y no hay otra cosa?
- No
- (Cagon dios...) Venga, va...¿cuantos días vamos a estar ahí? ¿cuatro? por tres, doce...a cuatro por cabeza...danos sesenta. Y pan Bimbo. Pero alcohol tienes, ¿no?
- Sí...está allí
- Ah...sí...Cuatro días por tres...Ocho botellas, ¿no?
- Sí, yo creo que sí...
- Pues serviros vosotros mismos
- ¿No tienes Jack Daniels?
- No
- Pues el Cuatro Rosas...

Y así, con las mochilas cargadas de mejillones gallegos y whisky yanqui, empezamos a subir la montaña.

Al principio había mucha gente, unos subiendo y otro bajando, la Cola del Caballo era un sitio muy solicitado, fácil de alcanzar, sólo tenías que seguir la carretera que te llevaba hasta ella. ¿Que era para arriba? pues para arriba. Luego sólo había que bajarla.

No olvidaré el agua que a veces caía entre las rocas..."hostiaputa...qué buena esta"

Jamás, jamás, me he sentido más fuerte.

Y allí íbamos, montaña arriba, con nuestras mochilas de no sé cuantos kilos, tan ligeros como los gorriones, al menos yo y mi hermano, que el colega se quejaba de vez en cuando, "leche, tíos, vamos a parar un rato...", "venga, shishi, no seas gaia"

Llegamos al valle de la cascada, la vimos a lo lejos, "me acuerdo de la progenitora que me parió...¡vamos!", había mucha gente, pero no importaba un vídeo de Miley Cyrus...¡Oh, Dios...aquello era tan...tan...como la jodida cara oculta de la Luna!

Nos bañamos, hicimos el fulastre y un montón de fotos, nos tumbamos en la hierba, el sol un poco menos que en todo lo alto, "hazte una trompeta" A la derecha vi un sendero que subía casi en perpendicular hasta arriba de la cascada, aunque parecía no alcanzarla, "vamos", "¿qué?, "arriba, shishi, al Monte Perdido...para eso hemos venido aquí", "venga, jorobar, leche fruta...con dos huevones" y pillamos las mochilas.

No digo que fuera necesario el piolet...pero casi: aquello tenía una pendiente descomunal. Y la tierra era gravilla. Cero coma y te ibas para abajo. "¡Ayayayay...!" Ninguno se cayó. Al menos hasta el principio del camino.

Llegamos arriba sin cruzarnos con nadie, mirando a los pringaos de abajo, "menudos cosas"...hasta que os dimos cuenta de que los últimos veinte metros había que hacerlos colgados a pulso de unas argollas que estaban clavadas en la roca: "¡me acuerdo de LA querida progenitora QUE PARIÓ A...!" Allí no había nadie, nadie nos había dicho ni que sí ni que no, aquello era la montaña. Aquello era la verdadera tierra del tú verás. Aquello era la Libertad.

Con todo, me quede mirando un rato el desfiladero, la caída era de unos cien metros, puede que mil, mortal de necesidad: esas argollas eran para quienes llevaban equipo para usarlas. Y nosotros sólo teníamos un par de kilos de mejillones en escabeche. Aún así, estuve a punto de intentarlo, tipo tortuga ninja, "por mis güevos", pero no llegué a decírselo a los otros.

Bajamos y preguntamos por donde subir. Y ya cayendo la noche sobre nuestras jodidas cabezas llegamos arriba.

No he visto un cielo así en mi vida.

A la mañana siguiente nos dimos cuenta de que no podíamos ir más allá: a partir de ahí era cosa de escaladores. Y no hay mejillón, ni bourbon, ni costo que permita ver las cosas como no son, aún siendo buenos. Y lo eran. Además que...estábamos en la cima, en nuestra cima, en la de nuestra clase...no había nadie más allí.

Allí estuvimos tres días, mirándolo todo. Me acuerdo de una gruta subterránea, casi nos perdemos, "¡juntos, shishi!"; había un agua que podías comparar al cielo de esas noches hecho zoom; con ella rebajábamos el Cuatro Rosas, aunque decir rebajar es decir tontería...Bebíamos hidrowhisky y comíamos mejillones por hacerles un favor a las rocas.

Llegó la mañana del último día e iniciamos el descenso; enseguida vimos a los demás; poco a poco todo se iba desvaneciendo.

Sin saber como, en un pispás el cielo se fue cubriendo de nubes negras. Era impresionante. Allí arriba todo va a otra marcha, a otra velocidad.

- ¡¡¡VENGA, VAMOS, RÁPIDO...QUE NOS PILLA LA TORMENTA!!!

Llegaron los relámpagos y sus truenos, tan ensordecedores como nada. Daba miedo. Me acordé de mi abuela y su Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita...,, nuestro amigo no podía con sus pies, "no puedo más...dejadme aquí...de verdad..." decía como si viniésemos de ser los segundos en llegar al Polo Norte, "¡¡¡VENGA, me acuerdo de LA progenitora QUE TE PARIÓ...QUÉ huevonES TE VAMOS A DEJAR AQUÍ...!!! ¡¡¡VAMOS, leche, lgtb!!!", "¡¡¡me acuerdo de TU querida progenitora!!!"

No había empezado a llover cuando alcanzamos Biescas; pero los truenos casi te levantaban del suelo, "¡¡¡VAMOS, CHICOS, UN ESFUERZO MÁS...HASTA SABIÑÁNIGO!!!"

Y justo, justo, a su entrada cayó la que no está escrito. y nos refugiamos en un vagón abandonado.

Y allí pasamos aquella noche, bebiendo la última botella, comiendo las últimas latas y fumando los últimos petardos, oyendo la fuerza de la lluvia en el techo del viejo vagón, reventados, "jajaja...joróbate"

El día siguiente amaneció como si nada hubiera pasado. Hicimos tiempo al tren en un muro alto cercano a la estación, sí...colgando las piernas...sí...

En Zaragoza me asaltaron unos secretas de malos modos, como si pudiera ser de otra forma, es su trabajo y tal, y entonces la ETA todavía tenía gobernillo, y yo llevaba unas pintas...

- ehhrrr...secreta -me susurró sacando la placa como el tahúr con el garbanzo- Contra la pared
- ¡Pero esto qué es!
- ¡QUE TE CALLES! ¡CONTRA LA PARED!

Obedecí sin callarme, "¡CÁLLATE, KUFISTO!" me dijo mi hermano

- Documentación

Se la di en plan Lennon cuando aquella rueda de prensa post somos más grandes que Jesucristo...

- Circule
- ¿Y ya está?
- ¡¡¡QUE TE CALLES, KUFISTO!!! -dijeron al unísono mis dos compañeros de viaje.

Yo me sentía más fuerte que una tormenta de las montañas.

Tres horas después estábamos en Madrid. Y dos más tarde en el pueblo. Todavía era de día. Paramos en mi bar de entonces, el mejor que no haya sido nuestro, era como si viniera de Júpiter...

- Un Jack Daniels con mucho hielo, Nano


Me faltaba media hora para terminar mi turno cuando he visto venir la tormenta, he recogido la terraza y me he puesto a hablar con la mujer de rojo y a hacerle momios a su criatura, una niña de nueve meses que sonríe y sonríe sólo con que la mires.


Y me he acordado del cielo de aquellas montañas.
 
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