Déjame que te cuente...

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Abro este hilo para que los que nos expresamos mejor con palabras que con fotografías tengamos un rinconcito para expresarnos a gusto. Para escribir nuestras reflexiones, para contar nuestras historias, para escribir lo que tenemos dentro.

Porque hay cosas que se dicen mejor a media voz, como si susurrasemos al oido a los que queremos. Porque es una pena que se pierdan relatos como lágrimas en la lluvia...

Porque me gusta contar y que me cuenten.

¿Me dejas que te cuente un cuento?

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Inauguro el hilo con algo que ya tiene unos cuantos añitos y que no es un cuento propiamente dicho, pero oiga, como a la abuelita del chiste "me gusta recordarlo" :XX: :XX: :XX:

(El tag: "montate un blog y piérdete, pesada", ya me lo dedico yo misma ;) )


Anoche, haciendo zapping, llegué a Anatomía de Grey, justo en una escena en la que los médicos están tratando desesperadamente de salvar la vida de dos personas. En un momento dado, se dan cuenta de que las heridas de una de ellas son incompatibles con la vida y todos los que la están atendiendo dejan de hacerlo rápidamente, y se cambian de guantes para ir a ayudar a sus compañeros a salvar al otro paciente. Todos menos la prota, que insiste en quedarse con la moribunda, alegando que no pueden dejarla sin más, que no pueden dejarla sola, hasta que una de sus superiores se acerca a ella y le hace entender que no había solución, que iba a morir de todas formas y que lo mejor es intentar salvar a quien todavía tiene una oportunidad. Y pronuncia las palabras clásicas de: “hora de la fin...”.

No tengo idea si la fórmula para establecer la fin de alguien se utiliza aquí también de la misma manera, si hay que decir las palabras precisas para que “conste”, pero como patrón establecido, me parece digno de elogio. Antes de esas palabras, la persona está viva. Se puede luchar por ella, intentar curarla, tiene una oportunidad. Después de ellas, reconocemos que ha dejado este mundo y está en el mundo de lo imposible, de lo que no podemos alterar. Esas palabras señalan el momento de lo inevitable pero a la vez nos liberan para seguir luchando por otras causas, nos hacen aceptar que sea lo que sea que hicimos no hay vuelta de hoja.

Sería fantástico tener una fórmula así también para las relaciones. Que hubiese una frase que sirviera para trazar una línea y nos hiciera ver que lo que no puede ser, no va a ser. Tenemos tendencia a luchar por mantener las relaciones a cualquier precio, sin importar el desgaste personal que eso supone, incluso cuando ya está claro que esa relación lastima a uno de los dos miembros (a veces a los dos) más de lo que los beneficia. Incluso cuando la relación termina somos reacios a dejarla ir, enredándonos en una serie de rencores y agravios que nos envenenan el alma y la vida y nos limitan a la hora de avanzar y dedicarnos (como en la serie) a cosas que merecen ser salvadas.

Sería fantástico poder decir te libero, y decirlo de verdad, con el corazón y convencidos de ello. Te libero. Te libero de todos tus lazos conmigo, y a mí contigo. Te dejo libre de todas las esperanzas que puse en ti, de todos los proyectos, de todo lo que quisimos compartir y no pudimos. Renuncio a buscar culpables, porque sea de quien sea la culpa, ya estoy del otro lado y no me afecta. No te deseo que seas feliz, o que seas con poca gracia, porque eso supone que aún me importas, y ya no es así. Te deseo ni más ni menos que lo que te mereces, sea bueno o malo, justo como se lo desearía a cualquier persona que compartiera el autobús conmigo en un trayecto y se baja en la parada que tiene que hacerlo. Me doy permiso para dejar de sufrir por tus actos, para dejar de echar de menos tu presencia, para dejar de una vez de arreglar las cosas. No te repruebo, porque ese repruebo corrompería mi alma, ni te quiero, porque ese cariño sería como una piedra que me impediría volar. Ahora cierro el libro de la parte de mi vida que lleva tu nombre, y lo hago suavemente, sin más, no para tirarlo por el suelo y pisotearlo, ni para dejarlo entreabierto y tener la tentación de volverlo abrir. No, está cerrado y lo pongo en la estantería, con los otros libros que he escrito a lo largo de mi vida. Tal vez dentro de un tiempo, cuando sea lo bastante fuerte, querré abrirlo otra vez y repasar algunos momentos, para aprender de ellos o para recordarlos. Pero quiero que tengas claro que, sea cual sea la decisión que tome más adelante, ni tú ni yo volveremos a escribir una sola línea ahí. Dejo de llevar las cuentas de esta relación y no me importa quién hizo qué a quien, cuantas veces o cuando. No pongo el contador a cero, porque ya no necesito contadores contigo, entiendo que no hay nada que contar. Asumo que la relación ha muerto, y ya no lloro por ella, porque el periodo de luto ha pasado, ni me alegro porque terminase, porque las cosas son y son porque tienen que ser, y no hay alegría en ello. Me libero yo también de ti, de tus olores y de tus recuerdos, y no consentiré que cualquiera de ellos se cuele en cualquier relación nueva que pudiera tener. Lo tuyo, contigo lo dejo. Lo mío, tranquilamente me lo llevo. Hay relaciones que no se mueren porque nos empeñamos en mantenerlas con vida, cueste lo que cueste, pero es un acto de valentía aceptar que hay cosas que terminan y no hay que negar el espacio de ocuparon, pero tampoco empeñarlas en tenerlas ahí, aunque sea alimentadas con un resentimiento que nos come el alma. Te dejo para que sigas viviendo. Me voy, a seguir con mi vida.

Hora de la fin...
 
Es una bonita carta de despedida, Txell. Pero esta escrita en un idioma que muchas personas no entienden.
 
jorobar, espero que nunca nadie decida que es la hora de la fin de una relación conmigo, ni tener que desearlo yo. Hay que sufrir muy profundamente y haber perdido demasiado para tener esa necesidad casi de "desvivir" lo vivido, para desvincular todos los sentimientos, para no permitirte el recordarlo nada más que cuando seas lo suficientemente fuerte como para no sentir absolutamente nada.
 
jorobar, espero que nunca nadie decida que es la hora de la fin de una relación conmigo, ni tener que desearlo yo. Hay que sufrir muy profundamente y haber perdido demasiado para tener esa necesidad casi de "desvivir" lo vivido, para desvincular todos los sentimientos, para no permitirte el recordarlo nada más que cuando seas lo suficientemente fuerte como para no sentir absolutamente nada.

yo no lo entiendo así, creo que no se pretende desvivir lo vivido. Simplemente se puede evolucionar de diferente forma y ya no tiene sentido continuar juntos, lo ideal? aceptar estas separación sin rencores ni traumas.


pero puede que tampoco lo entendiese bien...
 
Impresionante Txell..

Poder hacer eso sería lo más sano para las personas, pero sólo es posible al pasar un tiempo. Y aún y así, el día menos esperado se abre, en nuestra mente, esa cajita del recuerdo y la única diferencia que podemos apreciar es es el impacto que ése recuerdo tiene y la intensidad del mismo en nosotros.
 
jorobar, espero que nunca nadie decida que es la hora de la fin de una relación conmigo, ni tener que desearlo yo. Hay que sufrir muy profundamente y haber perdido demasiado para tener esa necesidad casi de "desvivir" lo vivido, para desvincular todos los sentimientos, para no permitirte el recordarlo nada más que cuando seas lo suficientemente fuerte como para no sentir absolutamente nada.

Sólo se trata de aceptar el final de una étapa y dar paso a otra. Es imposible borrarla o intentar "desvivirla". Sólo podemos avanzar hacía delante.
 
Ahora cierro el libro de la parte de mi vida que lleva tu nombre, y lo hago suavemente, sin más, no para tirarlo por el suelo y pisotearlo, ni para dejarlo entreabierto y tener la tentación de volverlo abrir. No, está cerrado y lo pongo en la estantería, con los otros libros que he escrito a lo largo de mi vida. Tal vez dentro de un tiempo, cuando sea lo bastante fuerte, querré abrirlo otra vez y repasar algunos momentos, para aprender de ellos o para recordarlos

Bonito relato para una despedida...
Tras la ruptura de una relación....hay algo que creo (no tengo experienca) nunca desaparece, y son los recuerdos.
 
yo no lo entiendo así, creo que no se pretende desvivir lo vivido. Simplemente se puede evolucionar de diferente forma y ya no tiene sentido continuar juntos, lo ideal? aceptar estas separación sin rencores ni traumas.


pero puede que tampoco lo entendiese bien...

No es sólo eso, es el siguiente estadio:

Sería fantástico poder decir te libero, y decirlo de verdad, con el corazón y convencidos de ello. Te libero. Te libero de todos tus lazos conmigo, y a mí contigo. Te dejo libre de todas las esperanzas que puse en ti, de todos los proyectos, de todo lo que quisimos compartir y no pudimos. Renuncio a buscar culpables, porque sea de quien sea la culpa, ya estoy del otro lado y no me afecta. No te deseo que seas feliz, o que seas con poca gracia, porque eso supone que aún me importas, y ya no es así. Te deseo ni más ni menos que lo que te mereces, sea bueno o malo, justo como se lo desearía a cualquier persona que compartiera el autobús conmigo en un trayecto y se baja en la parada que tiene que hacerlo. Me doy permiso para dejar de sufrir por tus actos, para dejar de echar de menos tu presencia, para dejar de una vez de arreglar las cosas. No te repruebo, porque ese repruebo corrompería mi alma, ni te quiero, porque ese cariño sería como una piedra que me impediría volar. Ahora cierro el libro de la parte de mi vida que lleva tu nombre, y lo hago suavemente, sin más, no para tirarlo por el suelo y pisotearlo, ni para dejarlo entreabierto y tener la tentación de volverlo abrir. No, está cerrado y lo pongo en la estantería, con los otros libros que he escrito a lo largo de mi vida. Tal vez dentro de un tiempo, cuando sea lo bastante fuerte, querré abrirlo otra vez y repasar algunos momentos, para aprender de ellos o para recordarlos. Pero quiero que tengas claro que, sea cual sea la decisión que tome más adelante, ni tú ni yo volveremos a escribir una sola línea ahí. Dejo de llevar las cuentas de esta relación y no me importa quién hizo qué a quien, cuantas veces o cuando. No pongo el contador a cero, porque ya no necesito contadores contigo, entiendo que no hay nada que contar. Asumo que la relación ha muerto, y ya no lloro por ella, porque el periodo de luto ha pasado, ni me alegro porque terminase, porque las cosas son y son porque tienen que ser, y no hay alegría en ello. Me libero yo también de ti, de tus olores y de tus recuerdos, y no consentiré que cualquiera de ellos se cuele en cualquier relación nueva que pudiera tener. Lo tuyo, contigo lo dejo. Lo mío, tranquilamente me lo llevo. Hay relaciones que no se mueren porque nos empeñamos en mantenerlas con vida, cueste lo que cueste, pero es un acto de valentía aceptar que hay cosas que terminan y no hay que negar el espacio de ocuparon, pero tampoco empeñarlas en tenerlas ahí, aunque sea alimentadas con un resentimiento que nos come el alma. Te dejo para que sigas viviendo. Me voy, a seguir con mi vida.

Hora de la fin...


Cuando de una relación quieres que los recuerdos no te persigan, que no te acompañen en las nuevas que puedas tener, quiere decir que no son positivos. Cuando deseas que el futuro hacia alguien con el que has compartido tantas cosas te importe tanto como el de un desconocido, cuando se deja tan claro que la situación actual es de profunda indiferencia, es que ha habido dolor, mucho dolor. Porque hay relaciones que no funcionan, donde cada uno sigue su camino, pero que no necesitan quemar el pasado con estos sentimientos que buscan extirpar recuerdos y experiencias, que buscan levantar un muro de indiferencia.

Cuando hay que hacer algo así es porque el dolor ha sido tremendo ... y eso es porque se ha amado excesivamente, y la huella que ha dejado es demasiado profunda como para afrontarla ... no, mejor enterrarla, profundamente, donde no haga reflotar el dolor que tan duramente se infringió.

Pero bueno, como muchos sabemos, en el cerebro no se quedan las cosas que queremos si no las que tocan, y puede que no sea esta noche, y seguramente tampoco mañana, pero alguna noche, durante un estado REM, tú cerebro te jugará una mala pasada y se pondrá a hurgar donde no debe y te despertarás con sudores y te darás cuenta de que no es posible "desvivir" tu vida ...
 
Última edición:
No es sólo eso, es el siguiente estadio:

Cuando hay que hacer algo así es porque el dolor ha sido tremendo ... y eso es porque se ha amado excesivamente, y la huella que ha dejado es demasiado profunda como para afrontarla ... no, mejor enterrarla, profundamente, donde no haga reflotar el dolor que tan duramente se infringió.

Pero bueno, como muchos sabemos, en el cerebro no se quedan las cosas que queremos si no las que tocan, y puede que no sea esta noche, y seguramente tampoco mañana, pero alguna noche, durante un estado REM, tú cerebro te jugará una mala pasada y se pondrá a hurgar donde no debe y te despertarás con sudores y te darás cuenta de que no es posible "desvivir" tu vida ...

Bueno en este caso se refiere, parece a una relación de pareja,... y puede que se amase mucho... no lo sé. Si, tienes razon puede que hubiese mucho dolor, pero yo te puedo afirmar con seguridad que el olvido existe, es más intentar mantener esa relación que no tiene porque ser de pareja, es un error.

Yo sigo pensando que no es cuestión de desvivir... además hay cosas que no se eligen...más vale aceptarlas, y pasar página.
 
"La vida es un misterio a vivir, no un problema a resolver"
 
No es sólo eso, es el siguiente estadio:




Cuando de una relación quieres que los recuerdos no te persigan, que no te acompañen en las nuevas que puedas tener, quiere decir que no son positivos. Cuando deseas que el futuro hacia alguien con el que has compartido tantas cosas te importe tanto como el de un desconocido, cuando se deja tan claro que la situación actual es de profunda indiferencia, es que ha habido dolor, mucho dolor. Porque hay relaciones que no funcionan, donde cada uno sigue su camino, pero que no necesitan quemar el pasado con estos sentimientos que buscan extirpar recuerdos y experiencias, que buscan levantar un muro de indiferencia.

Cuando hay que hacer algo así es porque el dolor ha sido tremendo ... y eso es porque se ha amado excesivamente, y la huella que ha dejado es demasiado profunda como para afrontarla ... no, mejor enterrarla, profundamente, donde no haga reflotar el dolor que tan duramente se infringió.

Pero bueno, como muchos sabemos, en el cerebro no se quedan las cosas que queremos si no las que tocan, y puede que no sea esta noche, y seguramente tampoco mañana, pero alguna noche, durante un estado REM, tú cerebro te jugará una mala pasada y se pondrá a hurgar donde no debe y te despertarás con sudores y te darás cuenta de que no es posible "desvivir" tu vida ...

No se trata tanto de "olvidar" en el sentido de no recordar lo pasado sino de "cerrar" capítulos, libros, experiencias. Me refería a que incluso cuando dejamos de amar (o nos dejan de amar, en resumen, cuando una relación de amor termina), seguimos tendiendo puentes hacia la que fué nuestra pareja, bien en forma de agravios y de dolor intenso -¿cómo pudiste hacerme eso?, mira cómo me has dejado, no puedo creer que me hayas podido hacer esto- como de compensación- esto va a ser lo mejor, seguiremos siendo amigos, siempre podrás contar conmigo-. Y seas la persona a la que duele, o la que ha hecho daño, lo cierto es que eso no hace sino querer "llevar" al otro al punto en el que nosotros estamos, haciendole sentir muy mal y culpable o haciéndole ver que en realidad no le dejamos (eso, por supuesto, en los casos en que se termina "mal" si los dos deciden que les importa un higo, no hay conflicto posible. Pero casi siempre en las rupturas hay una de las dos partes que no la deseaba). La idea es que, llegado cierto punto en que ya se ha dicho y se ha hecho todo, habría que saber cerrar el capítulo, bajar las manos y decidir que hasta aquí, que más allá hay otra vida y que sea como sea, hay que vivirla de otra forma, sin agravios y sin muletas. Y que es un arte saber el momento en que hay que decidir que la relación está muerta y enterrada y no vale la pena ocuparse del pasado, sea el que fuera éste.

Y eso no quiere decir que más adelante no se pueda volver a tener otra relación, de amigos, de conocidos, e incluso que uno se pueda re-enamorar. Pero hay que aceptar que el momento de esa relación, en esos términos y en ese momento, se acabó y que hay que dejar bajar del autobus de nuestra vida a quien llevamos al lado sentados. Si otra vez se vuelve a compartir asiento, será en otro momento y en otro contexto porque si no la relación se envicia. Pero es algo infinitamente dificil de hacer.

Y nadie olvida nunca nada, todo se queda en el fondo. Pero hay que aprender a recordar sin que duela.


Edito: Y todo esto va sobre todo para una hamija de por aquí, que creo que cuando hablamos nunca consigo decirle lo que de verdad quiero, ni algo que de verdad valga la pena. Pues esto es un poquito para tí, por si te sirve. Y ánimo. :X
 
Última edición:
Entiendo como la única forma de liberación el amor. Pero no el amor apasionado, ni el amor romántico, ni el amor "x", sino el amor simple y llanamente. El amor puro. El amor de verdad libera, no ata. El amor deja ir. El amor es lo más libre que hay, todo lo demás son imposiciones y miedos sociales.

No se puede despedir forzando la indiferencia, ni siquiera definiendo cómo se hará porque se quiere que así sea. La única forma de liberación, es aceptar que las cosas cambian, que las cosas no nos pertenecen (y mucho menos las personas) y dejándolas libres. Amándolas por cómo son, por lo que son mejor dicho.

A veces vivimos amando o enamorados de los detalles de una cosa, por eso entendemos la liberación como dejando de que nos gusten los detalles, o las circunstancias.

Aceptar la vida, que es cambio constante, y el amor como un impulso vital que siempre está en movimiento, nunca muere sino que se tras*forma. Hay que amar, amar la vida, amar nuestra vida, amar el ser, y así no habrá que forzar nada para liberarnos de algo, mucho menos liberarnos del amor, no se puede tal cosa.

Yo te libero, con amor y aceptación, yo te bendigo y te dejo ser, al igual que yo soy. Veo en ti el Ser que es común en todo y en todos, lo acepto y lo amo. Volemos juntos, junto con todo lo demás. Intégrate conmigo aquí y ahora, que ya no necesitamos un detalle o una circunstancia para conformar y confirmar una historia. La historia fue, es y será, en ti, en mi y en todos y cada uno de los puntos infinitos de la existencia.

NAMASTE.
 
INVENTARIO

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Ella se había ido hacía dos tubos de dentífrico, y un paquete de arroz y dos botes de Nescafé. Durante el primero él le echó la culpa a ella de todo lo que había pasado y siempre pensó que volvería. ¿Pues no sabía que él la quería más que a nada? ¿Qué las otras no eran nadie, que el trabajo no importaba? Durante el segundo, se cambiaron las tornas y se echó la culpa a sí mismo, porque él y sólo él era el culpable de que ella hubiese cogido esa mañana su maleta y se hubiese ido, “Lo siento, Javier, ya no aguanto más” y lo peor no fue que no hubiesen lágrimas, ni reproches, lo peor fue el absoluto cansancio de sus ojos al mirarle, la certeza de que esta vez sí, esta vez era de verdad.
Ahora, cuando tiró a la sarama el segundo frasco (el ultimo que él y ella habían comprado juntos, en una de esas ofertas extrañas que ella siempre aprovechaba y a él le sacaban de quicio), sólo sintió una pena dulcísima por sí mismo, porque esto se había acabado y no daba más de si.

Y revisar las cinco macetas que ella dejó cuando se fue y que él, que nunca se había preocupado de ellas, intentaba mantener con vida tercamente, por que sí, porque cuando ella se diera cuenta de que sólo él era su vida, sólo él, quería que todo estuviese como cuando ella se marchó... ¿y cómo podía haberlas dejado en casa, sabiendo lo malo que él era con las plantas, si no pensara volver?... Y de camino a recoger las llaves, recontar los libros de la estantería, los suyos, los de ella, los que como él la esperaban sin palabras... aunque él hoy intuía que jamás la volvería a ver leerlos otra vez.

Y las horas en el trabajo, y por primera vez en semanas no preguntar si alguien había llamado, ni revisar el contestador, ni hacer otra cosa que mirar por la ventana, entre perplejo y desmotivado. Durante las primeras semanas había trabajado como un loco, las horas pasadas en la oficina hacían que las pocas de estar en casa fueran más fáciles, durante las siguientes había planificado con detalle cada una de las palabras que le diría cuando ella decidiera llamar, el tono de él al principio tan suficiente, luego según pasaba el tiempo cada vez más amable... llevaba una semana en que el tono era casi suplicante. Hoy por primera vez, no pudo imaginar una conversación que sabía que no se produciría, el guión tantas veces escrito no iba a servir esta vez... y simplemente se enfrascó en el trabajo, sin rabia, sin prisa, sin ganas. Como cada día antes de ella. Como un día más.

Salir por la tarde, y compartir las cañas con los compañeros de trabajo, y hablar del fútbol, y de las niñas de la oficina como si le interesara, como si no hubiese deseado más tener que decirles “señores, yo lo siento pero me esperan para cenar”, y la cena en el restaurante de siempre, se fijó en que por primera vez no le preguntaban si iba solo, menú para uno y la botella de vino de cada noche, recordando con nostalgia que casi dolía las veces en que ella, ahora como de humo al otro lado de la mesa, le cogía algo de su plato para probarlo, las veces que estiraba sus pies hasta tocar los suyos, la sonrisa fácil y la mirada azul por encima de las gafas. Dios, la tenía tan cerca, tanto... para hacerla durar pidió el postre que ella hubiese pedido (él nunca lo hacía) y en su honor lamió la cuchara como ella, alargando el sabor de la nata y el chocolate, despidiéndose de ella también allí, de la posibilidad de otras noches que hasta ahora el había creído cercanas, de su presencia real y de la de humo y sueños que se disolvía...

Y salir después a los pubs de siempre alargando el momento de volver a casa, encontrarse con los mismos de siempre que ya no le preguntaban por ella, beber las dos copas de costumbre, hablar y hacer como que reía (todo mentira) pero sin ella. Y al salir, notar la calle más silenciosa que de costumbre sin el eco de los tacones de mujer, de ella, de su mujer haciendo coro a sus pasos. Y no notar su mano pequeña escondiéndose en la suya y su voz en susurros, como cada vez que salían “A casa, chofer, por el camino más rápido”. Llegar a casa y tratar de no espiar los pasos en el descansillo, de anhelar las llaves de ella contra la puerta y las palabras que lleva tanto tiempo soñando (“Amor mío, he decidido volver”), porque sabe con certeza que no va a ser así. Y dejar caer la ropa en el montón desordenado y triste (sólo su ropa, sólo) de hace ya demasiado tiempo y desnudo meterse en la cama, anhelando el olor que juntos formaban, el olor de sus dos cuerpos al mezclarse y que ahora sólo forma el suyo propio. Y contener las lágrimas, la sensación de vacío, de soledad, las ganas de marcar un número que se sabe de memoria y que al que sabe que nadie contestará y decirle aquello de vuelve, por favor, por lo que más quieras, que esto que me has dejado no es vida... Por que hoy hace tres tubos de pasta de dientes que se fue, y dos botes de Nescafé y un paquete de arroz... porque hoy hace tres meses que ella salió por la puerta y hoy Javier entiende por fin que fue para siempre... y que su vida, sea la que sea, tendrá que ser sin ella.
 
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