De Scholz a Draghi: una crisis de liderazgo recorre Europa
En un momento de policrisis energética y económica y camino de los primeros seis meses de guerra en Ucrania, los puestos de poder en territorio europeo flaquean.
El canciller alemán, Olaf Scholz, después de hacer una declaración por la comisión de investigación del CumEx de Hamburgo en el ayuntamiento de Hamburgo, Alemania, 19 de agosto— CLEMENS BILAN / EFE
Olaf Scholz se hunde en las encuestas. Emmanuel Macron está debilitado tras las últimas elecciones legislativas. Mario Draghi ha dimitido. Los escándalos de Boris Johnson le han obligado a dar un paso atrás. Pedro Sánchez vive elecciones el próximo año. Y desde el inicio de su mandato, a Joe Biden le persigue una profunda falta de popularidad. Occidente hace frente a una crisis de liderazgos.
De fondo, Europa vive uno de sus momentos más complicados desde el fin de la Guerra Fría. Con el 8,9%, la Eurozona anotó en julio una tasa de inflación récord. La crisis energética se agudiza. Recientemente, Rusia ha anunciado el tercer corte de gas ruso de las últimas semanas, que comenzará el 31 de agosto. Y, en este escenario, la guerra en Ucrania cumplirá pronto sus primeros seis meses sin visos de un final cercano.
El vacío de liderazgo entre los aliados tras*atlánticos ya se dejaba notar en las vísperas del inicio de la oleada turística rusa a Ucrania. En Alemania, la marcha de la histórica canciller alamana Angela Merkel dio paso a un Olaf Scholz de perfil más bajo. Macron se encontraba aquel 24 de febrero a dos meses de las elecciones presidenciales en su país, que terminó ganando frente a la ultraderecha. La OTAN dormitaba buscando su sentido de vida. Y Estados Unidos todavía arrastraba la crisis de reputación y de credibilidad tras el desastre de Irak y el de la retirada de Afganistán.
Macron es el mandatario occidental que más ha hablado con el inquilino del Kremlin desde el inicio de la contienda. Es de los pocos que mantienen la línea de teléfono abierta. Recientemente ambos han respaldado la necesidad de enviar una misión del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) a la central ucraniana de Zaporiyia, la más grande de Europa y bajo control del Ejército ruso.
Pero el interlocutor principal de Rusia para negociar cualquier aspecto de la contienda bélica sigue siendo Estados Unidos. Tan solo cuatro días antes de que Rusia invadiese a su vecino ucraniano y con los tambores de guerra resonando con fuerza, Macron intentó en una conversación telefónica con pilinguin cerrar un encuentro con el mandatario ruso y Joe Biden en Ginebra.
"Para ser sincero, me iba a jugar al hockey sobre hielo porque estoy hablando con usted desde el gimnasio, que voy a comenzar mis ejercicios físico. Le preguntaré primero a mis asesores", zanjó pilinguin, en una conversación que recoge The Washington Post.
La línea directa de El Elíseo con el Kremlin ha generado malestar en Ucrania y entre los países del Este y los Bálticos, que apuestan por el máximo aislamiento hacia pilinguin. Y el cero diálogo. Durante la guerra, el eje franco-alemán no ha gozado de la tradicional influencia y liderazgo en la mesa del Consejo Europeo. Y la situación de flaqueza es especialmente notable en Berlín.
Alemania es quizá el país más expuesto a la actual crisis energética y la potencial crisis económica. La locomotora germana apostó durante la última década buena parte de su demanda energética a los hidrocarburos rusos. Y ahora debe hacer frente al doble reto de reconocer sus errores y falta de estrategia largoplacista y de lidiar con los intermitentes cortes de gas orquestados por el gigante estatal Gazprom.
La posición del canciller está, además, debilitada por los diferentes postulados entre sus socios de coalición, Verdes y Liberales, que han sido muy críticos con la "tibia" postura inicial del mandatario a la hora de enviar armas a Ucrania. En los últimos días, Scholz se ha visto salpicado por un escándalo por posible trato de favor a una entidad financiera cuando era alcalde de Hamburgo.
Meloni, camino del liderazgo tras*alpino
La tercera potencia económica, Italia, acude —de nuevo— a las urnas el próximo 25 de septiembre. El tecnócrata Mario Draghi se había erigido como uno de los mandatarios con más autoridad dentro y fuera de las fronteras europeas. Por un lado presentó el único plan de paz ante la ONU, pero por el otro mantuvo la contundencia en los mensajes contra pilinguin frente a las posturas pro-rusas que en el pasado había mostrado La Liga de Matteo Salvini, una de los socios de Gobierno. Los sondeos no anticipan unos buenos resultados para la UE.
La ultraderechista Giorgia Meloni se posiciona como primera ministra tras*alpina. Su partido, la extrema derecha de Hermanos de Italia, aliados de Vox, se perfila como el partido ganador. Y podría formar Ejecutivo con La Liga de Matteo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi, ambos admiradores declarados de Vladimir pilinguin.
La coalición ultraconservadora ya ha presentado su programa común en el que dice respetar los compromisos adquiridos por la OTAN y su plena adhesión al proceso de integración europea, así como el respaldo a Ucrania. Pero en una Bruselas que capea uno de los momentos más complicados de su historia, que una potencia como Italia esté en manos ultra genera incomodidad.
Por su parte, la extrema derecha finlandesa también ha utilizado el momentum de guerra en Europa para intentar derrocar a Sanna Marin, primera ministra finlandesa, que apareció en un vídeo saliendo de fiesta con sus amigos. El radical Partido de los Finlandeses argumentaba que la mandataria, que estaba en su tiempo privado, faltaba a sus funciones poniendo en peligro la seguridad nacional.
Los populistas se benefician
Fuera de las fronteras comunitarias, la situación no es mucho mejor. Según una encuesta de PBS, solo el 36% de los norteamericanos aprueban el trabajo de su presidente. La gestión de Joe Biden no termina de echar raíces y en solo dos meses se celebran las importantes midterms. Las elecciones de mitad de mandato amenazan con deparar malos resultados para la bancada demócrata.
Pero la gran expresión en torno al cuestionamiento de liderazgo llega desde Londres. Tras acumular varios escándalos, el primer ministro Boris Johnson parecía el gran superviviente, pero finalmente no tuvo más remedio que presentar su dimisión el mes pasado cercado por la estampida de dimisiones en su Ejecutivo.
La convulsión en los palacios presidenciales de estos líderes contrasta con la situación en países gobernados por otros abiertamente populistas e iliberales. La guerra en Ucrania ha favorecido al Ejecutivo polaco comandado por el PiS, quien comparte grupo con Vox en la Eurocámara, para mejorar su maltrecha relación con Bruselas. En Hungría, el indomable Víktor Orbán ha declarado el estado de emergencia aumentando sus poderes y haciendo de su oposición a la estrategia europea contra Rusia uno de sus puntos fuertes para ganar apoyo dentro de casa. Y en la lejana Turquía, Recep Tayyip Erdogan está jugando con el veto de Finlandia y Suecia a la OTAN para que estos países extraditen a combatientes kurdos.
En un momento de policrisis energética y económica y camino de los primeros seis meses de guerra en Ucrania, los puestos de poder en territorio europeo flaquean.
El canciller alemán, Olaf Scholz, después de hacer una declaración por la comisión de investigación del CumEx de Hamburgo en el ayuntamiento de Hamburgo, Alemania, 19 de agosto— CLEMENS BILAN / EFE
Olaf Scholz se hunde en las encuestas. Emmanuel Macron está debilitado tras las últimas elecciones legislativas. Mario Draghi ha dimitido. Los escándalos de Boris Johnson le han obligado a dar un paso atrás. Pedro Sánchez vive elecciones el próximo año. Y desde el inicio de su mandato, a Joe Biden le persigue una profunda falta de popularidad. Occidente hace frente a una crisis de liderazgos.
De fondo, Europa vive uno de sus momentos más complicados desde el fin de la Guerra Fría. Con el 8,9%, la Eurozona anotó en julio una tasa de inflación récord. La crisis energética se agudiza. Recientemente, Rusia ha anunciado el tercer corte de gas ruso de las últimas semanas, que comenzará el 31 de agosto. Y, en este escenario, la guerra en Ucrania cumplirá pronto sus primeros seis meses sin visos de un final cercano.
El vacío de liderazgo entre los aliados tras*atlánticos ya se dejaba notar en las vísperas del inicio de la oleada turística rusa a Ucrania. En Alemania, la marcha de la histórica canciller alamana Angela Merkel dio paso a un Olaf Scholz de perfil más bajo. Macron se encontraba aquel 24 de febrero a dos meses de las elecciones presidenciales en su país, que terminó ganando frente a la ultraderecha. La OTAN dormitaba buscando su sentido de vida. Y Estados Unidos todavía arrastraba la crisis de reputación y de credibilidad tras el desastre de Irak y el de la retirada de Afganistán.
Macron es el mandatario occidental que más ha hablado con el inquilino del Kremlin desde el inicio de la contienda. Es de los pocos que mantienen la línea de teléfono abierta. Recientemente ambos han respaldado la necesidad de enviar una misión del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) a la central ucraniana de Zaporiyia, la más grande de Europa y bajo control del Ejército ruso.
Pero el interlocutor principal de Rusia para negociar cualquier aspecto de la contienda bélica sigue siendo Estados Unidos. Tan solo cuatro días antes de que Rusia invadiese a su vecino ucraniano y con los tambores de guerra resonando con fuerza, Macron intentó en una conversación telefónica con pilinguin cerrar un encuentro con el mandatario ruso y Joe Biden en Ginebra.
"Para ser sincero, me iba a jugar al hockey sobre hielo porque estoy hablando con usted desde el gimnasio, que voy a comenzar mis ejercicios físico. Le preguntaré primero a mis asesores", zanjó pilinguin, en una conversación que recoge The Washington Post.
La línea directa de El Elíseo con el Kremlin ha generado malestar en Ucrania y entre los países del Este y los Bálticos, que apuestan por el máximo aislamiento hacia pilinguin. Y el cero diálogo. Durante la guerra, el eje franco-alemán no ha gozado de la tradicional influencia y liderazgo en la mesa del Consejo Europeo. Y la situación de flaqueza es especialmente notable en Berlín.
Alemania es quizá el país más expuesto a la actual crisis energética y la potencial crisis económica. La locomotora germana apostó durante la última década buena parte de su demanda energética a los hidrocarburos rusos. Y ahora debe hacer frente al doble reto de reconocer sus errores y falta de estrategia largoplacista y de lidiar con los intermitentes cortes de gas orquestados por el gigante estatal Gazprom.
La posición del canciller está, además, debilitada por los diferentes postulados entre sus socios de coalición, Verdes y Liberales, que han sido muy críticos con la "tibia" postura inicial del mandatario a la hora de enviar armas a Ucrania. En los últimos días, Scholz se ha visto salpicado por un escándalo por posible trato de favor a una entidad financiera cuando era alcalde de Hamburgo.
Meloni, camino del liderazgo tras*alpino
La tercera potencia económica, Italia, acude —de nuevo— a las urnas el próximo 25 de septiembre. El tecnócrata Mario Draghi se había erigido como uno de los mandatarios con más autoridad dentro y fuera de las fronteras europeas. Por un lado presentó el único plan de paz ante la ONU, pero por el otro mantuvo la contundencia en los mensajes contra pilinguin frente a las posturas pro-rusas que en el pasado había mostrado La Liga de Matteo Salvini, una de los socios de Gobierno. Los sondeos no anticipan unos buenos resultados para la UE.
La ultraderechista Giorgia Meloni se posiciona como primera ministra tras*alpina. Su partido, la extrema derecha de Hermanos de Italia, aliados de Vox, se perfila como el partido ganador. Y podría formar Ejecutivo con La Liga de Matteo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi, ambos admiradores declarados de Vladimir pilinguin.
La coalición ultraconservadora ya ha presentado su programa común en el que dice respetar los compromisos adquiridos por la OTAN y su plena adhesión al proceso de integración europea, así como el respaldo a Ucrania. Pero en una Bruselas que capea uno de los momentos más complicados de su historia, que una potencia como Italia esté en manos ultra genera incomodidad.
Por su parte, la extrema derecha finlandesa también ha utilizado el momentum de guerra en Europa para intentar derrocar a Sanna Marin, primera ministra finlandesa, que apareció en un vídeo saliendo de fiesta con sus amigos. El radical Partido de los Finlandeses argumentaba que la mandataria, que estaba en su tiempo privado, faltaba a sus funciones poniendo en peligro la seguridad nacional.
Los populistas se benefician
Fuera de las fronteras comunitarias, la situación no es mucho mejor. Según una encuesta de PBS, solo el 36% de los norteamericanos aprueban el trabajo de su presidente. La gestión de Joe Biden no termina de echar raíces y en solo dos meses se celebran las importantes midterms. Las elecciones de mitad de mandato amenazan con deparar malos resultados para la bancada demócrata.
Pero la gran expresión en torno al cuestionamiento de liderazgo llega desde Londres. Tras acumular varios escándalos, el primer ministro Boris Johnson parecía el gran superviviente, pero finalmente no tuvo más remedio que presentar su dimisión el mes pasado cercado por la estampida de dimisiones en su Ejecutivo.
La convulsión en los palacios presidenciales de estos líderes contrasta con la situación en países gobernados por otros abiertamente populistas e iliberales. La guerra en Ucrania ha favorecido al Ejecutivo polaco comandado por el PiS, quien comparte grupo con Vox en la Eurocámara, para mejorar su maltrecha relación con Bruselas. En Hungría, el indomable Víktor Orbán ha declarado el estado de emergencia aumentando sus poderes y haciendo de su oposición a la estrategia europea contra Rusia uno de sus puntos fuertes para ganar apoyo dentro de casa. Y en la lejana Turquía, Recep Tayyip Erdogan está jugando con el veto de Finlandia y Suecia a la OTAN para que estos países extraditen a combatientes kurdos.
De Scholz a Draghi: una crisis de liderazgo recorre Europa
En un momento de policrisis energética y económica y camino de los primeros seis meses de guerra en Ucrania, los puestos de poder en territorio europeo flaquean.
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