De periodistas, policías, pilinguis… y jueces (TREMENDO ARTÍCULO)

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Madmaxista
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Las tres “Pes”, periodistas, policías y pilinguis, tres oficios macho cabríoes moviéndose a menudo, particularmente en el viejo y bohemio mundo del periodismo de sucesos [vean la nueva serie televisiva “El Caso”] en el filo de la navaja, en ese espacio lleno de sombras lindero con la tras*gresión de la ley. En la atmósfera de una España incapaz de dotarse de nuevo Gobierno, cansada del aluvión diario de frases vacías de la casta política, inerme ante asuntos de tanto calado como el envite separatista catalán, dolorida por la secuencia de paro y bajos salarios que sufren tantas familias, acaba de tener lugar un acontecimiento que, tronco de potentes ramas, es claro exponente de las miserias, tantas veces cantadas, de un régimen que ha llegado hasta aquí casi arrastrándose. Se trata de un caso que muestra en su desnudez los males que aquejan a la Justicia, la existencia de un poder policial paralelo en las cloacas del Estado, las miserias de un oficio, el periodismo, muy venido a menos, y los riesgos que acechan la travesía de los nuevos Reyes, cuya figura impoluta acaba de sufrir el primer lamparón grave. Jueces, policías, periodistas y reyes. Faltan las pilinguis, quizá el único oficio noble en esta farsa.

La titular del juzgado de instrucción nº 39 de Madrid ha decidido dar carpetazo a la causa abierta contra el empresario Javier López Madrid (JLM), a resultas de una denuncia presentada contra él por la médico Elisa Pinto por supuesto acoso sensual, amenazas y agresiones. Todo apunta a que JLM y la doctora, que durante años había atendido como dermatóloga a la familia del ricohome, intimaron más allá de lo que podría ser considerado normal hasta que, llegado el momento, la doctora decidió cortar por lo sano. Ahí hubiera terminado el roce si nuestro hombre, poco acostumbrado a recibir negativas, no se hubiera rebelado contra tal decisión. JLM, cuya arquitectura embutida en elegante chaqué ha figurado con reiteración entre el glamuroso grupo de amigos de Felipe de Borbón en la bodas y bautizos reales, es lo que coloquialmente se conoce como un “poderoso”: casado con Silvia Villar Mir, hija del dueño del grupo OHL, Javier es, en definición de sus amigos, “un niño hiperactivo”, inteligente en apariencia, que no puede quedarse quieto ni cuando le convendría estarlo, con un afán de protagonismo que raya en lo enfermizo, un ansia loca de llamar la atención, y un irrefrenable instinto depredador cuando en su camino se cruza una señora bien vestida calzando zapato de aguja. Su suegro, cruel a la hora de opinar sobre un yerno al que siempre ha vetado la primera línea ejecutiva de sus empresas, le ha defendido ahora con determinación, tal vez por hacer honor a esa hija que, en medio de la tempestad, se ha mantenido inquebrantablemente fiel a su marido.

Estaba claro quién iba a salir ganador de la batalla entre el ricachón con aldabas y la doctora anónima. Todo hubiera quedado reducido a una querella judicial más si a JLM, que a su vez interpuso querella contra la doctora por supuesto acoso en el juzgado nº 25 de Madrid, no se le hubiera ocurrido contratar los servicios –siempre supuestamente- de un policía tan significado como el comisario José Manuel Villarejo, más conocido como Pepe Villarejo, el cual le fue presentado por Francisco Granados, hoy en prisión en su condición de cabecilla de la trama Púnica. Conviene advertir al lector de la imposibilidad de intentar siquiera, en el corto espacio de este relato, una aproximación a los mil avatares de una historia que daría para varios best sellers. Sirva, empero, como muestra, el episodio de los dos apuñalamientos sufridos por la doctora y denunciados en la Comisaría de Chamartín (Madrid). Los policías que, en el segundo de ellos, acudieron al escenario de los hechos lo relatan así: “Personados en el lugar, localizan en el interior del vehículo a la víctima, la cual se encuentra en compañía de su hijo menor de edad, del cual no han podido recoger sus datos de identidad debido al estado en el que se encontraba. Los comparecientes observan cómo dicha persona se encuentra con la camisa con restos de sangre, presionando con su brazo una herida abdominal de la cual brota sangre (…) El hijo de la perjudicada, en el interior del vehículo durante los hechos, ha manifestado de forma espontánea a los declarantes que un varón acaba de apuñalar a su progenitora”.

En la rueda de reconocimiento posterior, la doctora y su hijo habrían identificado al comisario como el supuesto autor de los pinchazos. En la causa figura un aluvión de wasaps y sms supuestamente incriminatorios contra JLM, cuya autoría éste rechaza acusando a la doctora, a la que tilda de “loca”, de haberlos fabricado con intención de perjudicarle. Un caso claro de indefensión de una mujer que, harta del ninguneo sufrido en las comisarías de Policía, se vio obligada a denunciar su caso en el cuartel de la Guardia Civil de Tres Cantos. La presencia de Villarejo en la trama, con todo, ha venido a poner de manifiesto la existencia de las sentinas –cabría decir mejor en las letrinas- del Estado de una serie de policías que, so capa de haberle prestado grandes servicios en asuntos muy sensibles, funcionan de forma autónoma aceptando encargos de particulares –caso de la disputa entre JLM y Pinto- bien remunerados, sin estar sometidos al control de la propia cúpula policial ni de los tribunales. Dos millones es la cifra que supuestamente habría pagado JLM por el “asesoramiento” de Villarejo en el caso. No se conoce la cifra que el comisario y su ayudante pidieron al entonces número dos de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, en la conversación –que grabaron- mantenida en una cafetería del centro de Madrid para ayudarle a librarse del enojoso asunto del ático de Estepona, un caso que hoy tiene a González imputado. Son apenas dos de los muchos “trabajos” prestados por Villarejo y su equipo -policías y abogados a sus órdenes- a banqueros y empresarios de postín

La fortuna del comisario Villarejo

El aludido argumenta haberse jugado la vida en operaciones de alto riesgo donde ni el CNI, con quien nunca ha congeniado, era capaz de llegar. Para ello, y con el visto bueno de los sucesivos ministros de Interior –hasta 10 han pasado por la “piedra” de Pepe Villarejo- el policía montó una red de empresas tapadera que le permitiera operar de forma tan anónima como discreta. Con el lodo de esos polvos, Villarejo se ha fabricado una respetable fortuna personal que algunos comisarios, poco amigos del aludido, consideran bien ganada. Javier Ayuso publicó en El País que el citado ha manejado 46 sociedades en los últimos 30 años, siendo propietario de más de una docena con un capital social superior a los 16 millones. El comisario goza hoy de una notable popularidad en los ambientes periodísticos que no sería entendible sin aludir a otra de sus facetas menos conocida pero más sorprendente: su condición de “expendedor” de buena parte de los dossiers que en los últimos tiempos han alfombrado las exclusivas de una serie de notorios periodistas madrileños, tipos brillantes que durante años han abrevado en las aguas ricas en plancton de una “policía patriótica” dispuesta a amargarle la vida a Jordi Pujol, a Artur Mas o a Xavier Trías, entre otros, con informes a menudo de una redacción que roza lo burdo de puro pedestre. El último traje salido de esa sastrería tiene que ver con el llamado “informe PISA” (Pablo Iglesias S.A.), un texto que, plagado de recortes de prensa y falsamente atribuido a la UDEF, versa sobre la financiación de Podemos y ha sido remitido en última instancia al Tribunal de Cuentas.

Son las miserias de un oficio, el periodístico, que se ha proletarizado por culpa de la crisis, por un lado, y se ha envilecido, por otro, con un sin número de columnistas de postín que al tiempo que se rasgan las vestiduras con la corrupción imperante trabajan de tapadillo para grandes empresas y agencias de comunicación. Una profesión que hoy está muy “malita”, casi tanto como la de jueces y policías, por culpa del derrumbe de unos estándares éticos que ha dejado a las pilinguis convertidas en respetables señoras de compañía. Periodistas, policías y jueces. Faltan los responsables políticos del escándalo de esos grupos policiales que se mueven en la sombra a su antojo. Falta que el titular de Interior, Jorge Fernández Díaz, dé a la sociedad española una explicación de lo que está pasando. No lo ha hecho en cuatro años. Dicen que no puede darla, porque las “cloacas” le tienen bien cogido de los compañones en asuntos que tienen que ver con su vieja relación con Pujol. El relato de Ayuso sobre la fortuna del comisario hubiera hecho saltar de su asiento al policía más laureado del mundo en cualquier democracia del mundo. Aquí, ni siquiera su arremetida contra el director general del cuerpo, Ignacio Cosidó, logró movilizar al pío Fernández. Valga, por una vez, el último párrafo de un editorial de El País de marzo de 2015: “La existencia de grupos en la sombra dentro de las fuerzas policiales es motivo de escándalo en otras democracias. La diferencia sustancial es la respuesta de las instituciones. En un Estado europeo serio se persigue y depura a los policías que actúan por su cuenta o derivan en partidas de la porra. Lo que no puede nunca hacer una democracia es vivir bajo la sospecha de que sus fuerzas policiales actúan fuera de control”.

Fernández Díaz pide calma y dice que todo es cuestión de tiempo: hay que esperar hasta mayo, mes en el que el comisario Villarejo pasará a la condición de jubilado. Así están las cosas. Quien no ha querido esperar ha sido la juez Belén Sánchez, titular del juzgado nº 39, que se ha dado prisa en archivar la causa abierta contra JLM por encontrar “contradictorias” las versiones de la doctora, dando así satisfacción a una fiscalía que hacía tiempo presionaba en tal sentido. ¿Simple cuestión de incompetencia, o de miedo? Los abogados de la dermatóloga han recurrido ya ese archivo, argumentando que “no se puede sobreseer la causa sin haber practicado previamente las diligencias solicitadas”, ello, además, cuando en el juzgado nº 25 sigue abierta la interpuesta por JLM contra la doctora. Hay, sin embargo, algo que ha llamado poderosamente la atención del respetable: la relación causa efecto existente entre la publicación de unos mensajes muy comprometedores de la reina Leticia en apoyo de JLM y el archivo de la causa.

La reina Leticia se mancha las manos

Porque al culebrón de la juez que archiva, el empresario chulapo, el comisario “malote” y los periodistas de investigación que reciben empaquetada la "mercancía", le faltaba la guinda de los reyes de España entrando en escena en el peor momento posible, cuando Felipe VI se la coge con papel de fumar en la delicada tarea de arbitrar el impasse político que afecta a la nación. Los sms de la reina Leticia al mozo, aparecidos días atrás en eldiario.es, nada tenían que ver con su pelea con la doctora, sino con otras desgracias que aquejan al prenda: su imputación en la trama de corrupción Púnica (financiación ilegal del PP por parte del grupo Villar Mir) y en el caso de las tarjetas black de Caja Madrid, que al muchacho, tan listo, tan audaz, no le ha salido cosa bien en los últimos cien años. El caso es que la reina Leticia se despachó de esta guisa en apoyo del marido de su amiga y compañera de yoga, Silvia Villar Mir: “Te escribí cuando salió el artículo de lo de las tarjetas en la cosa de LOC [el suplemento “La Otra Crónica” del diario El Mundo] y ya sabes lo que pienso, Javier. Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Los demás, merde. Un beso compi yogui (miss you!!!)”. Un torpedo en plena línea de flotación de La Zarzuela

Demoledor para la imagen de la reina plebeya y, por extensión, para el propio Felipe VI. ¿También le gustan a Leticia los ricos arrogantes? Le hemos tomado la matrícula, Señora. Los nuevos reyes de España han perdido ya la virginidad y empiezan a parecerse un poco al rey emérito, el gran Campechano. Los Dioses quieran que haya sido solo un error de principiantes. La Casa del Rey ha querido marcar distancias (“Esa relación de amistad ya no existe”), exigiendo la renuncia de JLM como miembro del Patronato Princesa de Asturias. Mientras tanto, JLM ha decidido poner tierra por medio: se va a trabajar a Londres, a una de las empresas de su riquísimo suegro. “Mi vida ya no tiene sentido”, asegura, siempre melodramático. Huelga tratar de hallar jovenlandesaleja a semejante relato, retrato en cuerpo entero de un país donde ni los jueces, ni los policías, ni los periodistas, ni los políticos cumplen con su deber. Esto está podrido de la cruz a la raya. Y la cuestión no es acabar con la austeridad, querido Pedro Sánchez, sino regenerar de arriba abajo un país que simplemente ha dejado de ser decente. Demasiada tarea para voacé, me temo.

Vozpópuli - De periodistas, policías, pilinguis
 
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De todas las profesiones que se mencionan en el título, visto lo visto, la única digna me parece la de las pilinguis, venden lo que tienen sin pretender ser lo que no son.
 
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