...burgués irredento para conocer sus orígenes, dónde tiene sus fortalezas y debilidades)
El surgimiento del nacionalismo catalán constituyó uno de los efectos más destacables de las crisis de finales del siglo XIX. De un triple patriotismo -nacional, regional, local- se pasó a otro identificado con una nación, Cataluña, mientras que lo local era complementario y España se convertía en un estado artificial.
Hizo posible la eclosión de este nacionalismo -también, en la misma época, del vasco- la coincidencia de cuatro conjuntos de elementos: una coyuntura propicia a los cambios, como la de la España de finales del siglo XIX, marcada por las crisis, desde la económica y social a las derivadas de la guerra de Cuba (1895-1898), y la pérdida de las colonias; un descontento manifiesto en relación con los proyectos de construcción del Estado-nación español en el siglo XIX y la parcial falta de solidez de la nacionalización española en Cataluña; un núcleo de personas dispuestas y disponibles para dirigir el proceso, en especial intelectuales, políticos y profesionales, muchos de ellos procedentes de los activos movimientos románticos, anticentralistas y regionalistas de las anteriores décadas, y, por último, la presencia de tradiciones, conciencias, realidades, experiencias y signos de identidad más o menos antiguos, que iban a convertirse en las bases y materiales necesarios para la edificación nacional alternativa.
El nacionalismo catalán se libró desde el inicio a un proceso de construcción nacional propio, de nacionalización a fin de cuentas, que se hizo contra la nación española y con formas no muy distintas de las aplicadas por los Estados-nación europeos desde fines del siglo XVIII.
1. Fundación de la Lliga Regionalista (1901)
En 1901 tuvieron lugar cambios trascendentales en la política catalana. La suma del núcleo política e intelectualmente sólido del Centre Nacional Català con los conservadores regeneracionistas de la Unió Regionalista, bien posicionados desde un punto de vista político y social, dio lugar a la Lliga Regionalista.
La Unió agrupaba a un sector de la burguesía descontento con la política estatal y decepcionado por la experiencia del Gobierno Silvela de marzo de 1899. Habían apoyado al general Polavieja, que recogió sus inquietudes económicas y regionales. Las cosas se torcieron con el enfrentamiento entre el ministro Fernández Villaverde y los industriales, comerciantes y tenderos barceloneses, que se negaron a pagar las nuevas contribuciones, que habían aumentado para costear el déficit generado por el conflicto colonial. La campaña de protesta -el "cierre de cajas"- terminó con la suspensión de garantías constitucionales. Los polaviejistas catalanes constituyeron la Unió Regionalista.
El Centre Nacional Català estaba formado por el sector posibilista, partidario de entrar en la liza electoral, que se separó al final del siglo de la Unió Catalanista. Despuntaban, entre sus miembros, Prat de la Riba, Cambó o Duran i Ventosa. En la nueva formación se habían integrado, asimismo, algunos jóvenes abogados republicanos. Para las elecciones generales del 19 de mayo de 1901 ambos grupos, ya fusionados, impulsaron en Barcelona la candidatura de los cuatro presidentes, formada por Rusiñol (Fomento del Trabajo Nacional), Robert (Sociedad Económica de Amigos del País), Domènech i Montaner (Ateneu Barcelonès) y Torres (Liga de Defensa Industrial y Comercial). Todos salieron elegidos.
2. Asalto a la redacción de ¡Cu-cut! (1906)
La publicación, el 25 de noviembre de 1905, de una viñeta satírica en ¡Cu-cut!, próximo a la Lliga Regionalista, contra el ejército español -un blanco harto habitual- provocó una algarada protagonizada por oficiales de la guarnición barcelonesa, que asaltaron y destrozaron las redacciones del semanario y de La Veu de Catalunya. La reacción de las autoridades se centró en impulsar una ley que dejara bajo jurisdicción militar toda afrenta al ejército o la patria. La ley de Jurisdicciones fue votada y promulgada en marzo de 1906.
Solidaritat Catalana constituyó una plataforma de formaciones políticas unidas frente a los hechos de 1905 y la elaboración de la nueva ley. Este movimiento iba a convertirse en coalición electoral. Lo integraban desde los federales a los carlistas, mientras que los conservadores dinásticos se situaron al margen, y Lerroux fomentó un frente antisolidario. Los dirigentes de la Lliga fueron los grandes muñidores de la maniobra. Prat de la Riba elaboró para la ocasión la que puede considerarse como su principal obra teórica y referencia esencial del nacionalismo: La nacionalitat catalana.
Las candidaturas solidarias obtuvieron excelentes resultados, tanto en las elecciones provinciales de marzo de 1907, como en las generales del mes siguiente. Algunas cuestiones políticas, sin embargo, empezaron a quebrar la unidad en 1908. La Semana Trágica dio la puntilla a Solidaritat Catalana. Los principales beneficiarios de todos este proceso fueron la Lliga y Cambó, que convirtieron su propuesta regional-nacionalista en hegemónica y se erigieron en los interlocutores privilegiados de una Cataluña en rediseño con una España a la espera de un impulso regenerador.
3. Constitución de la Mancomunitat (1914)
Desde 1911 se llevó a cabo en Cataluña una campaña para la formación de una mancomunidad interprovincial que reuniera las competencias de las cuatro diputaciones. Un decreto del Gobierno Dato, en diciembre de 1913, hizo posibles las mancomunidades. Pero solamente los entes provinciales catalanes se acogieron a esta vía parcialmente descentralizadora de la administración.
La Mancomunidad se constituyó el 6 de abril de 1914 y fue elegido como presidente Prat de la Riba. Los nacionalistas moderados nunca dispusieron de mayoría y la pluralidad política fue una constante en los órganos de gobierno. Desde la Mancomunidad, Prat hizo ingentes esfuerzos, a pesar de las limitaciones competenciales, para construir la nación catalana. Y ofreció, lo que no iba a constituir un elemento menor, suculentas posibilidades de funcionarización.
El programa de modernización emprendido por las autoridades de la Mancomunidad se centró, esencialmente, en dos campos: las infraestructuras y la cultura. A lo largo de una década se construyeron o repararon carreteras, caminos y puentes, y algunos pueblos quedaron por vez primera comunicados. Casi seis mil kilómetros de línea telefónica fueron instalados.
En el terreno cultural, la unificación ortográfica de la lengua catalana, la educación y las bibliotecas centraron las actuaciones. La Mancomunidad no tenía competencias en educación básica, pero sí se implicó decididamente en la creación o mantenimiento de escuelas técnicas y profesionales. En 1914, la Biblioteca de Cataluña se abrió al público y empezó a formarse una red de bibliotecas populares por toda la región.
4. Estatuto y proclamación del Estado catalán (1931)
El 14 de abril de 1931, Lluís Companys proclamó la República desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona. Las elecciones municipales habían dado el triunfo en Cataluña a los republicanos y, en especial, a la flamante ERC. Algo más de una hora después, Macià procedió a la proclamación, en nombre del "pueblo de Cataluña", del "Estado catalán, que con toda cordialidad procuraremos integrar en la Federación de Repúblicas Ibéricas". El 17 renunció a ello a cambio de la constitución de un poder político, que iba a tomar el nombre histórico de Generalidad, y la elaboración de un estatuto de autonomía.
El nuevo estatuto definía Cataluña como "un Estado autónomo dentro de la República española", establecía el catalán como única lengua oficial, contemplaba numerosas competencias tras*feridas y, en el preámbulo, expresaba el deseo de que España se estructurara de manera federal.
En mayo de 1932 empezó la discusión en el Congreso. El debate fue largo y, en ocasiones, tenso. Aprobado en septiembre, la adaptación a la nueva Constitución, que se refería a España como un Estado integral compatible con la autonomía regional y municipal, obligaba a considerar Cataluña como una "región autónoma dentro del Estado español". Mientras que las lenguas oficiales iban a ser el catalán y el castellano, las competencias se recortaban con respecto al primer texto, sobre todo en cuestiones financieras y relativas a la enseñanza. A pesar de ello, la sensación de haber dado un paso decisivo resultaba evidente entre los nacionalistas.
5. Encarcelamiento de Companys (1934)
El presidente de la Generalidad proclamó, el 6 de octubre de 1934, "el Estado catalán dentro de la República federal española". Era una respuesta, se aseguraba, ante una Cataluña y una República en grave peligro. El general Batet declaró el estado de guerra y las tropas asediaron el palacio de la Generalidad, tomado poco antes del amanecer, tras la rendición de Companys y su Gobierno. La rebelión duró menos de diez horas. En la capital casi no hubo resistencia y poca en el resto de la región.
La actuación de Companys debe ser puesta en relación con las tensiones políticas acumuladas en los últimos meses. No era, en puridad, un pronunciamiento separatista, sino de reconducción del régimen republicano hacia una vaga vía federal. Con este acto populista se pretendía provocar una amplia movilización ciudadana para presionar y amenazar al Estado, esperando una reconducción de la línea política. Pero desde Madrid se decidió no participar en el juego, las plazas no se llenaron y el líder perdió la partida. La proclama fue, asimismo, un acto para mostrar lo grande que era el amor del President a su patria.
Los integrantes del destituido Gobierno de la Generalidad fueron sentenciados a treinta años de prisión. Las fotografías de Companys tras los barrotes de su celda, amplia y eficazmente explotadas, contribuyeron de manera poderosa a forjar su imagen como mito. La irresponsabilidad de una actuación anti-democrática y el fiasco del 6 de octubre acabaron convirtiéndose, a fin de cuentas, en una nueva hazaña del relato nacionalista.
6. El cant de la senyera en El Palau (1960)
A mediados de siglo, las oposiciones antifranquistas se encontraban en una encrucijada. Cuatro de las formaciones más activas en la década de 1930 estaban casi finiquitadas: la CNT, débil en el interior y dividida en el exilio; el POUM, desarticulado en 1952; ERC, reducida casi al entorno de Tarradellas, y, por último, la Lliga Catalana, en plena descomposición tras el fallecimiento de Cambó en 1947. La emergencia de una generación que no había vivido la guerra y la agitación universitaria, a partir de 1956, introdujeron elementos nuevos en el panorama catalán. El PSUC se erigió en el principal referente opositor, reforzado por la política de reconciliación nacional y la opción por plataformas amplias.
El nacionalismo católico adquirió por aquel entonces un notable dinamismo, como pudo comprobarse ya, en abril de 1947, en los actos patriótico-religiosos de entronización de la Virgen de Montserrat. En 1954 surgió el movimiento CC (Crist-Catalunya), un colectivo para el encuentro, la reflexión y la formación que tenía como principal ideólogo a Raimon Galí. Algunos miembros de CC, entre los que destacaban Pujol, Espar, Casajoana y Polo, intervinieron en un par de acciones de gran impacto: la campaña contra Galinsoga, el director de La Vanguardia Española, que provocó su destitución a principios de 1960, y los "hechos del Palau", el 19 de mayo de 1960, cuando en un concierto en el Palau de la Música se entonó el prohibido Cant de la senyera. Jordi Pujol fue detenido y condenado a prisión en un consejo de guerra.
7. Nacimiento de la Asamblea catalana (1971)
En 1971 surgió la Asamblea de Cataluña, una plataforma política y social unitaria que agrupaba a partidos, sindicatos, colegios profesionales, entidades culturales, comunidades cristianas y asociaciones de vecinos en torno a un programa de cuatro puntos: amnistía, libertades políticas, estatuto de autonomía y coordinación con las otras fuerzas democráticas españolas. En lo ideológico abarcaba desde la democracia cristiana hasta la extrema izquierda. El hecho de que con la Asamblea se hubiera avanzado sensiblemente con respecto a las plataformas unitarias de ámbito español otorgó prestigio al antifranquismo catalán.
A fines de 1975 se formó el Consejo de Fuerzas Políticas de Cataluña, integrado por once partidos: CDC, EDC -la formación liberal de Trias Fargas-, Unió Democràtica de Catalunya, ERC, Front Nacional de Catalunya, Partit Popular, Partit Carlí, Reagrupament Socialista, Convergència Socialista, PSAN y PSUC. A diferencia de la Asamblea, a la que restó protagonismo, en el Consejo la composición era menos favorable a las izquierdas. Ambas plataformas coexistieron en los meses siguientes.
La Asamblea organizó, en febrero de 1976, una manifestación en Barcelona para reclamar "Llibertat, Amnistia i Estatut d'autonomia". Preparó, asimismo, el 11 de septiembre de 1976, los actos de la Diada en Sant Boi de Llobregat, en los que intervinieron Roca Junyent, Saltor y Carbonell, representando, respectivamente, al Consejo, los partidos de oposición no encuadrados en plataformas unitarias y la Asamblea. En verano habían tenido lugar, a iniciativa de Pax Christi, un conjunto de marchas desde distintos puntos de Cataluña conocidas con el nombre de Marchas de la Libertad.
8. Estatuto, terra lliure y "pujolismo" (1980)
Aunque el Estatuto de autonomía de Cataluña no fue aprobado hasta después de las elecciones de 1979, los trabajos habían empezado mucho antes. Se descartó entonces el concierto económico. En determinados puntos, como educación, cultura, política lingüística, sanidad u obras públicas, las competencias eran mucho más amplias que en el Estatuto republicano, mientras que en orden público o justicia eran inferiores. Se mantenían las diputaciones y los gobiernos civiles. Cataluña era definida como una nacionalidad y el catalán como lengua propia, cooficial junto con el español.
El 25 de octubre de 1979 se celebró el referéndum sobre el Estatuto. La abstención superó el 40 por ciento. Entre 1978 y 1995 actuó el grupo terrorista independentista Terra Lliure. En las primeras elecciones al nuevo Parlamento catalán, celebradas el 20 de marzo de 1980, CiU, encabezada por Pujol, obtuvo 43 diputados, por delante de PSC-PSOE con 33 y el PSUC con 25. Muchas previsiones erraron y las izquierdas perdieron la hegemonía de la que habían disfrutado en años precedentes.
Jordi Pujol se convirtió en presidente de la Generalidad. A lo largo de veintitrés años iba a dedicarse plenamente, para decirlo con una expresión cara a este político y que condensa sus ideas, a la tarea de construir Cataluña. La nacionalización o renacionalización de la sociedad constituyó el elemento central del cometido al que se libró con éxito el "pujolismo", desde las instituciones autonómicas, a partir de 1980.
9. Nuevo estatuto inconstitucional (2003)
Pasqual Maragall se convirtió en 2003, algo inesperadamente, en presidente de la Generalidad. Socialistas, independentistas y excomunistas verdes sumaron sus diputados y formaron un gobierno tripartito. El proyecto estrella "maragalliano" se concretó en un nuevo Estatuto, en el que se pretendía reformar el texto de 1979 y aumentar las cotas de autogobierno. El Parlamento catalán aprobó la propuesta en septiembre de 2005 por amplia mayoría. En el Congreso se introdujeron algunas modificaciones, a pesar de las promesas en sentido contrario del presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero, que afectaban sobre todo a la financiación propia y a la definición nacional de Cataluña. La nueva versión, pactada por PSOE y CiU, fue aprobada en marzo de 2006 y ratificada por el Parlamento catalán, aunque ERC votó en contra, junto al PP, a causa de los recortes sufridos por el texto.
El Estatuto, de tendencia claramente prolija e intervencionista, fue sometido a referéndum en Cataluña, en junio de 2006, con una participación inferior al 50 por ciento. El alto abstencionismo no parece casual si tenemos en cuenta que el Estatuto respondía más a las necesidades de la clase política que a las de los ciudadanos, bastante indiferentes hasta que fueron impelidos a movilizarse por la vía de la crispación, el victimismo y la defensa de la patria amenazada. El precio a pagar acabó siendo el deterioro de la convivencia, una inconstitucionalidad parcial del Estatuto, que era más que evidente desde el principio, y la casi total inacción del Gobierno catalán mientras duró el proceso.
10. El simulacro de referéndum (2014)
La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el nuevo Estatuto de 2006, que se hizo pública con injustificado retraso en junio de 2010, supuso un pequeño recorte del texto. La reacción resultó, en cambio, amplia, estimulada por asociaciones en permanente movilización y medios de comunicación oficiales. En noviembre de 2010 se celebraron elecciones autonómicas, que dieron una clara victoria a CiU. Artur Mas fue elegido presidente de la Generalidad.
La legislatura duró poco y los catalanes volvieron a las urnas en 2012. Las grandes movilizaciones del 11 de septiembre de aquel año y del anterior, organizadas por Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana, junto con el rechazo del Gobierno Rajoy de un pacto fiscal a la vasca para Cataluña, incitaron a Mas y a los suyos a una convocatoria electoral con la intención de aprovecharse del ambiente callejero. Los resultados fueron, sin embargo, algo inesperados para los convocantes y CiU perdió doce diputados. Mas fue reelegido presidente con los votos de CiU y ERC.
Las dos legislaturas convergentes, desde 2010 hasta hoy, se han caracterizado por los ajustes para hacer frente a la crisis y al déficit, así como por la concentración de esfuerzos en el rearme nacionalista y la demanda de un Estado propio. El proceso soberanista ha constituido una excelente tapadera para los recortes, la corrupción y la mediocridad de la clase política.
El 9 de noviembre de 2014 se convocó un simulacro de referéndum sobre la independencia de Cataluña. La participación no llegó al 40 por ciento, aunque votaron menores de 18 años e pagapensiones. Los resultados mostraron a sus impulsores que la fuerza del independentismo era menor de la esperada y, en cualquier caso, insuficiente para seguir adelante sin cambios con el denominado "proceso". Esta situación ha provocado un freno en las movilizaciones y un cierto desconcierto entre la ciudadanía a lo largo de la primera mitad de 2015, mientras que en el campo político se han agravado las batallas de liderazgo y las pugnas internas, que se han llevado por delante la coalición CiU, con más de tres décadas a la espalda.
La segunda parte del año va a estar de nuevo marcada, por tercera vez en un lustro, por unas elecciones autonómicas, a las que se pretende otorgar ahora, por arte de birlibirloque, el carácter de plebiscito. Convergència y ERC han formado, junto con las organizaciones Òmnium y ANC, una lista conjunta independentista marcada por el confusionismo y la voluntad de ocultar unas siglas ya desgastadas tras escándalos como el que afecta a la familia Pujol. Se esperan grandes movilizaciones por la independencia en septiembre a fin de ir preparando los comicios. La fractura de la sociedad catalana, propiciada por una parte de su propia clase política, está condenada a hacerse todavía más visible en el futuro inmediato.
(Este artículo se publicó originalmente en La Aventura de la Historia el 14 de septiembre de 2015.)
El surgimiento del nacionalismo catalán constituyó uno de los efectos más destacables de las crisis de finales del siglo XIX. De un triple patriotismo -nacional, regional, local- se pasó a otro identificado con una nación, Cataluña, mientras que lo local era complementario y España se convertía en un estado artificial.
Hizo posible la eclosión de este nacionalismo -también, en la misma época, del vasco- la coincidencia de cuatro conjuntos de elementos: una coyuntura propicia a los cambios, como la de la España de finales del siglo XIX, marcada por las crisis, desde la económica y social a las derivadas de la guerra de Cuba (1895-1898), y la pérdida de las colonias; un descontento manifiesto en relación con los proyectos de construcción del Estado-nación español en el siglo XIX y la parcial falta de solidez de la nacionalización española en Cataluña; un núcleo de personas dispuestas y disponibles para dirigir el proceso, en especial intelectuales, políticos y profesionales, muchos de ellos procedentes de los activos movimientos románticos, anticentralistas y regionalistas de las anteriores décadas, y, por último, la presencia de tradiciones, conciencias, realidades, experiencias y signos de identidad más o menos antiguos, que iban a convertirse en las bases y materiales necesarios para la edificación nacional alternativa.
El nacionalismo catalán se libró desde el inicio a un proceso de construcción nacional propio, de nacionalización a fin de cuentas, que se hizo contra la nación española y con formas no muy distintas de las aplicadas por los Estados-nación europeos desde fines del siglo XVIII.
1. Fundación de la Lliga Regionalista (1901)
En 1901 tuvieron lugar cambios trascendentales en la política catalana. La suma del núcleo política e intelectualmente sólido del Centre Nacional Català con los conservadores regeneracionistas de la Unió Regionalista, bien posicionados desde un punto de vista político y social, dio lugar a la Lliga Regionalista.
La Unió agrupaba a un sector de la burguesía descontento con la política estatal y decepcionado por la experiencia del Gobierno Silvela de marzo de 1899. Habían apoyado al general Polavieja, que recogió sus inquietudes económicas y regionales. Las cosas se torcieron con el enfrentamiento entre el ministro Fernández Villaverde y los industriales, comerciantes y tenderos barceloneses, que se negaron a pagar las nuevas contribuciones, que habían aumentado para costear el déficit generado por el conflicto colonial. La campaña de protesta -el "cierre de cajas"- terminó con la suspensión de garantías constitucionales. Los polaviejistas catalanes constituyeron la Unió Regionalista.
El Centre Nacional Català estaba formado por el sector posibilista, partidario de entrar en la liza electoral, que se separó al final del siglo de la Unió Catalanista. Despuntaban, entre sus miembros, Prat de la Riba, Cambó o Duran i Ventosa. En la nueva formación se habían integrado, asimismo, algunos jóvenes abogados republicanos. Para las elecciones generales del 19 de mayo de 1901 ambos grupos, ya fusionados, impulsaron en Barcelona la candidatura de los cuatro presidentes, formada por Rusiñol (Fomento del Trabajo Nacional), Robert (Sociedad Económica de Amigos del País), Domènech i Montaner (Ateneu Barcelonès) y Torres (Liga de Defensa Industrial y Comercial). Todos salieron elegidos.
2. Asalto a la redacción de ¡Cu-cut! (1906)
La publicación, el 25 de noviembre de 1905, de una viñeta satírica en ¡Cu-cut!, próximo a la Lliga Regionalista, contra el ejército español -un blanco harto habitual- provocó una algarada protagonizada por oficiales de la guarnición barcelonesa, que asaltaron y destrozaron las redacciones del semanario y de La Veu de Catalunya. La reacción de las autoridades se centró en impulsar una ley que dejara bajo jurisdicción militar toda afrenta al ejército o la patria. La ley de Jurisdicciones fue votada y promulgada en marzo de 1906.
Solidaritat Catalana constituyó una plataforma de formaciones políticas unidas frente a los hechos de 1905 y la elaboración de la nueva ley. Este movimiento iba a convertirse en coalición electoral. Lo integraban desde los federales a los carlistas, mientras que los conservadores dinásticos se situaron al margen, y Lerroux fomentó un frente antisolidario. Los dirigentes de la Lliga fueron los grandes muñidores de la maniobra. Prat de la Riba elaboró para la ocasión la que puede considerarse como su principal obra teórica y referencia esencial del nacionalismo: La nacionalitat catalana.
Las candidaturas solidarias obtuvieron excelentes resultados, tanto en las elecciones provinciales de marzo de 1907, como en las generales del mes siguiente. Algunas cuestiones políticas, sin embargo, empezaron a quebrar la unidad en 1908. La Semana Trágica dio la puntilla a Solidaritat Catalana. Los principales beneficiarios de todos este proceso fueron la Lliga y Cambó, que convirtieron su propuesta regional-nacionalista en hegemónica y se erigieron en los interlocutores privilegiados de una Cataluña en rediseño con una España a la espera de un impulso regenerador.
3. Constitución de la Mancomunitat (1914)
Desde 1911 se llevó a cabo en Cataluña una campaña para la formación de una mancomunidad interprovincial que reuniera las competencias de las cuatro diputaciones. Un decreto del Gobierno Dato, en diciembre de 1913, hizo posibles las mancomunidades. Pero solamente los entes provinciales catalanes se acogieron a esta vía parcialmente descentralizadora de la administración.
La Mancomunidad se constituyó el 6 de abril de 1914 y fue elegido como presidente Prat de la Riba. Los nacionalistas moderados nunca dispusieron de mayoría y la pluralidad política fue una constante en los órganos de gobierno. Desde la Mancomunidad, Prat hizo ingentes esfuerzos, a pesar de las limitaciones competenciales, para construir la nación catalana. Y ofreció, lo que no iba a constituir un elemento menor, suculentas posibilidades de funcionarización.
El programa de modernización emprendido por las autoridades de la Mancomunidad se centró, esencialmente, en dos campos: las infraestructuras y la cultura. A lo largo de una década se construyeron o repararon carreteras, caminos y puentes, y algunos pueblos quedaron por vez primera comunicados. Casi seis mil kilómetros de línea telefónica fueron instalados.
En el terreno cultural, la unificación ortográfica de la lengua catalana, la educación y las bibliotecas centraron las actuaciones. La Mancomunidad no tenía competencias en educación básica, pero sí se implicó decididamente en la creación o mantenimiento de escuelas técnicas y profesionales. En 1914, la Biblioteca de Cataluña se abrió al público y empezó a formarse una red de bibliotecas populares por toda la región.
4. Estatuto y proclamación del Estado catalán (1931)
El 14 de abril de 1931, Lluís Companys proclamó la República desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona. Las elecciones municipales habían dado el triunfo en Cataluña a los republicanos y, en especial, a la flamante ERC. Algo más de una hora después, Macià procedió a la proclamación, en nombre del "pueblo de Cataluña", del "Estado catalán, que con toda cordialidad procuraremos integrar en la Federación de Repúblicas Ibéricas". El 17 renunció a ello a cambio de la constitución de un poder político, que iba a tomar el nombre histórico de Generalidad, y la elaboración de un estatuto de autonomía.
El nuevo estatuto definía Cataluña como "un Estado autónomo dentro de la República española", establecía el catalán como única lengua oficial, contemplaba numerosas competencias tras*feridas y, en el preámbulo, expresaba el deseo de que España se estructurara de manera federal.
En mayo de 1932 empezó la discusión en el Congreso. El debate fue largo y, en ocasiones, tenso. Aprobado en septiembre, la adaptación a la nueva Constitución, que se refería a España como un Estado integral compatible con la autonomía regional y municipal, obligaba a considerar Cataluña como una "región autónoma dentro del Estado español". Mientras que las lenguas oficiales iban a ser el catalán y el castellano, las competencias se recortaban con respecto al primer texto, sobre todo en cuestiones financieras y relativas a la enseñanza. A pesar de ello, la sensación de haber dado un paso decisivo resultaba evidente entre los nacionalistas.
5. Encarcelamiento de Companys (1934)
El presidente de la Generalidad proclamó, el 6 de octubre de 1934, "el Estado catalán dentro de la República federal española". Era una respuesta, se aseguraba, ante una Cataluña y una República en grave peligro. El general Batet declaró el estado de guerra y las tropas asediaron el palacio de la Generalidad, tomado poco antes del amanecer, tras la rendición de Companys y su Gobierno. La rebelión duró menos de diez horas. En la capital casi no hubo resistencia y poca en el resto de la región.
La actuación de Companys debe ser puesta en relación con las tensiones políticas acumuladas en los últimos meses. No era, en puridad, un pronunciamiento separatista, sino de reconducción del régimen republicano hacia una vaga vía federal. Con este acto populista se pretendía provocar una amplia movilización ciudadana para presionar y amenazar al Estado, esperando una reconducción de la línea política. Pero desde Madrid se decidió no participar en el juego, las plazas no se llenaron y el líder perdió la partida. La proclama fue, asimismo, un acto para mostrar lo grande que era el amor del President a su patria.
Los integrantes del destituido Gobierno de la Generalidad fueron sentenciados a treinta años de prisión. Las fotografías de Companys tras los barrotes de su celda, amplia y eficazmente explotadas, contribuyeron de manera poderosa a forjar su imagen como mito. La irresponsabilidad de una actuación anti-democrática y el fiasco del 6 de octubre acabaron convirtiéndose, a fin de cuentas, en una nueva hazaña del relato nacionalista.
6. El cant de la senyera en El Palau (1960)
A mediados de siglo, las oposiciones antifranquistas se encontraban en una encrucijada. Cuatro de las formaciones más activas en la década de 1930 estaban casi finiquitadas: la CNT, débil en el interior y dividida en el exilio; el POUM, desarticulado en 1952; ERC, reducida casi al entorno de Tarradellas, y, por último, la Lliga Catalana, en plena descomposición tras el fallecimiento de Cambó en 1947. La emergencia de una generación que no había vivido la guerra y la agitación universitaria, a partir de 1956, introdujeron elementos nuevos en el panorama catalán. El PSUC se erigió en el principal referente opositor, reforzado por la política de reconciliación nacional y la opción por plataformas amplias.
El nacionalismo católico adquirió por aquel entonces un notable dinamismo, como pudo comprobarse ya, en abril de 1947, en los actos patriótico-religiosos de entronización de la Virgen de Montserrat. En 1954 surgió el movimiento CC (Crist-Catalunya), un colectivo para el encuentro, la reflexión y la formación que tenía como principal ideólogo a Raimon Galí. Algunos miembros de CC, entre los que destacaban Pujol, Espar, Casajoana y Polo, intervinieron en un par de acciones de gran impacto: la campaña contra Galinsoga, el director de La Vanguardia Española, que provocó su destitución a principios de 1960, y los "hechos del Palau", el 19 de mayo de 1960, cuando en un concierto en el Palau de la Música se entonó el prohibido Cant de la senyera. Jordi Pujol fue detenido y condenado a prisión en un consejo de guerra.
7. Nacimiento de la Asamblea catalana (1971)
En 1971 surgió la Asamblea de Cataluña, una plataforma política y social unitaria que agrupaba a partidos, sindicatos, colegios profesionales, entidades culturales, comunidades cristianas y asociaciones de vecinos en torno a un programa de cuatro puntos: amnistía, libertades políticas, estatuto de autonomía y coordinación con las otras fuerzas democráticas españolas. En lo ideológico abarcaba desde la democracia cristiana hasta la extrema izquierda. El hecho de que con la Asamblea se hubiera avanzado sensiblemente con respecto a las plataformas unitarias de ámbito español otorgó prestigio al antifranquismo catalán.
A fines de 1975 se formó el Consejo de Fuerzas Políticas de Cataluña, integrado por once partidos: CDC, EDC -la formación liberal de Trias Fargas-, Unió Democràtica de Catalunya, ERC, Front Nacional de Catalunya, Partit Popular, Partit Carlí, Reagrupament Socialista, Convergència Socialista, PSAN y PSUC. A diferencia de la Asamblea, a la que restó protagonismo, en el Consejo la composición era menos favorable a las izquierdas. Ambas plataformas coexistieron en los meses siguientes.
La Asamblea organizó, en febrero de 1976, una manifestación en Barcelona para reclamar "Llibertat, Amnistia i Estatut d'autonomia". Preparó, asimismo, el 11 de septiembre de 1976, los actos de la Diada en Sant Boi de Llobregat, en los que intervinieron Roca Junyent, Saltor y Carbonell, representando, respectivamente, al Consejo, los partidos de oposición no encuadrados en plataformas unitarias y la Asamblea. En verano habían tenido lugar, a iniciativa de Pax Christi, un conjunto de marchas desde distintos puntos de Cataluña conocidas con el nombre de Marchas de la Libertad.
8. Estatuto, terra lliure y "pujolismo" (1980)
Aunque el Estatuto de autonomía de Cataluña no fue aprobado hasta después de las elecciones de 1979, los trabajos habían empezado mucho antes. Se descartó entonces el concierto económico. En determinados puntos, como educación, cultura, política lingüística, sanidad u obras públicas, las competencias eran mucho más amplias que en el Estatuto republicano, mientras que en orden público o justicia eran inferiores. Se mantenían las diputaciones y los gobiernos civiles. Cataluña era definida como una nacionalidad y el catalán como lengua propia, cooficial junto con el español.
El 25 de octubre de 1979 se celebró el referéndum sobre el Estatuto. La abstención superó el 40 por ciento. Entre 1978 y 1995 actuó el grupo terrorista independentista Terra Lliure. En las primeras elecciones al nuevo Parlamento catalán, celebradas el 20 de marzo de 1980, CiU, encabezada por Pujol, obtuvo 43 diputados, por delante de PSC-PSOE con 33 y el PSUC con 25. Muchas previsiones erraron y las izquierdas perdieron la hegemonía de la que habían disfrutado en años precedentes.
Jordi Pujol se convirtió en presidente de la Generalidad. A lo largo de veintitrés años iba a dedicarse plenamente, para decirlo con una expresión cara a este político y que condensa sus ideas, a la tarea de construir Cataluña. La nacionalización o renacionalización de la sociedad constituyó el elemento central del cometido al que se libró con éxito el "pujolismo", desde las instituciones autonómicas, a partir de 1980.
9. Nuevo estatuto inconstitucional (2003)
Pasqual Maragall se convirtió en 2003, algo inesperadamente, en presidente de la Generalidad. Socialistas, independentistas y excomunistas verdes sumaron sus diputados y formaron un gobierno tripartito. El proyecto estrella "maragalliano" se concretó en un nuevo Estatuto, en el que se pretendía reformar el texto de 1979 y aumentar las cotas de autogobierno. El Parlamento catalán aprobó la propuesta en septiembre de 2005 por amplia mayoría. En el Congreso se introdujeron algunas modificaciones, a pesar de las promesas en sentido contrario del presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero, que afectaban sobre todo a la financiación propia y a la definición nacional de Cataluña. La nueva versión, pactada por PSOE y CiU, fue aprobada en marzo de 2006 y ratificada por el Parlamento catalán, aunque ERC votó en contra, junto al PP, a causa de los recortes sufridos por el texto.
El Estatuto, de tendencia claramente prolija e intervencionista, fue sometido a referéndum en Cataluña, en junio de 2006, con una participación inferior al 50 por ciento. El alto abstencionismo no parece casual si tenemos en cuenta que el Estatuto respondía más a las necesidades de la clase política que a las de los ciudadanos, bastante indiferentes hasta que fueron impelidos a movilizarse por la vía de la crispación, el victimismo y la defensa de la patria amenazada. El precio a pagar acabó siendo el deterioro de la convivencia, una inconstitucionalidad parcial del Estatuto, que era más que evidente desde el principio, y la casi total inacción del Gobierno catalán mientras duró el proceso.
10. El simulacro de referéndum (2014)
La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el nuevo Estatuto de 2006, que se hizo pública con injustificado retraso en junio de 2010, supuso un pequeño recorte del texto. La reacción resultó, en cambio, amplia, estimulada por asociaciones en permanente movilización y medios de comunicación oficiales. En noviembre de 2010 se celebraron elecciones autonómicas, que dieron una clara victoria a CiU. Artur Mas fue elegido presidente de la Generalidad.
La legislatura duró poco y los catalanes volvieron a las urnas en 2012. Las grandes movilizaciones del 11 de septiembre de aquel año y del anterior, organizadas por Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana, junto con el rechazo del Gobierno Rajoy de un pacto fiscal a la vasca para Cataluña, incitaron a Mas y a los suyos a una convocatoria electoral con la intención de aprovecharse del ambiente callejero. Los resultados fueron, sin embargo, algo inesperados para los convocantes y CiU perdió doce diputados. Mas fue reelegido presidente con los votos de CiU y ERC.
Las dos legislaturas convergentes, desde 2010 hasta hoy, se han caracterizado por los ajustes para hacer frente a la crisis y al déficit, así como por la concentración de esfuerzos en el rearme nacionalista y la demanda de un Estado propio. El proceso soberanista ha constituido una excelente tapadera para los recortes, la corrupción y la mediocridad de la clase política.
El 9 de noviembre de 2014 se convocó un simulacro de referéndum sobre la independencia de Cataluña. La participación no llegó al 40 por ciento, aunque votaron menores de 18 años e pagapensiones. Los resultados mostraron a sus impulsores que la fuerza del independentismo era menor de la esperada y, en cualquier caso, insuficiente para seguir adelante sin cambios con el denominado "proceso". Esta situación ha provocado un freno en las movilizaciones y un cierto desconcierto entre la ciudadanía a lo largo de la primera mitad de 2015, mientras que en el campo político se han agravado las batallas de liderazgo y las pugnas internas, que se han llevado por delante la coalición CiU, con más de tres décadas a la espalda.
La segunda parte del año va a estar de nuevo marcada, por tercera vez en un lustro, por unas elecciones autonómicas, a las que se pretende otorgar ahora, por arte de birlibirloque, el carácter de plebiscito. Convergència y ERC han formado, junto con las organizaciones Òmnium y ANC, una lista conjunta independentista marcada por el confusionismo y la voluntad de ocultar unas siglas ya desgastadas tras escándalos como el que afecta a la familia Pujol. Se esperan grandes movilizaciones por la independencia en septiembre a fin de ir preparando los comicios. La fractura de la sociedad catalana, propiciada por una parte de su propia clase política, está condenada a hacerse todavía más visible en el futuro inmediato.
(Este artículo se publicó originalmente en La Aventura de la Historia el 14 de septiembre de 2015.)
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