BigJoe
Madmaxista
En el pasado, la Izquierda era quien abogaba por los trabajadores obreros contra las clases directivas y las grandes empresas. La prioridad eran los trabajos, salarios, y unos estándares de vida decentes para el ciudadano de a pié. Unos pocos izquierdistas (Bernie Sanders en los Estados Unidos y Jeremy Corbyn en Reino Unido) continúan esta tradición de izquierda clásica, de teoría socialista y Marxista clásica. Son, con sus contradicciones y errores, principalmente, más ancianos que la mayoría de los políticos de izquierdas. Son también aborrecidos por gran parte del establishment de sus respectivos partidos.
¿Por qué?
Porque la izquierda predominante hoy en día tiene prioridades bien distintas.
No había razón para que la izquierda abandonara su base trabajadora de votantes. Las industrias que contrataban a sus votantes habían desaparecido en gran parte durante los años 70, pero los votantes no se habían ido a ninguna parte. De hecho, cuando los votantes en los antiguos feudos de clase trabajadora entraron en una crisis económica, la Izquierda debería haber sido más cuidadosa con sus demandas.
Pero no es lo que pasó.
En vez de eso, los izquierdistas decidieron ignorar a la antigua clase trabajadora, y cambiar a un grupo electoral bien diferente: votantes urbanitas, sorbe-lattes del Starbucks, activistas antibelicistas del país de la piruleta, mujeres antiestéticas y minorías.
El hecho de que las minorías eran solo una pequeña parte del electorado no importaba a la Izquierda; Siempre podrían importar nuevos votantes. No importaba una cosa el rápido influjo de mano de obra barata o el aluvión de nuevos cobrapaguitas. Estos dos hechos solo añadirían más presión a la ya asediada, harto olvidada, clase trabajadora.
Mientras cambiaba su coalición electoral, también lo hizo la postura política de la Izquierda. Ahora les preocupaba menos el salario, más despreciativos ante las viejas industrias, y venenosos hacia los valores culturales de sus antiguos votantes. La infame ocurrencia de Barack Obama de 2008 de que las comunidades de clase obrera “se aferran a las armas, o a la religión, o la antipatía de quienes no son como ellos, a un sentimiento anti-inmi gración”, personificaba la nueva actitud de la Izquierda.
A los progres siempre se les ha dado bien poner a las clases sociales las unas contras las otras. Pero las clases obreras son un elemento reacio a los intentos socialistas de la lucha de clases. Los Marxistas en concreto estaban particularmente perturbados cuando, durante la Primera Guerra Mundial, la clase obrera europea (con la excepción de Rusia) eligió luchar por el Rey y por el País antes que alzarse contras sus señores. Esto es entendible en cierta medida, los líderes socialistas como Marx nunca trabajaron, ni un solo día en su vida.
En la década de los 20 del siglo XX, el marxista italiano Antonio Gramsci tuvo como idea una nueva forma de revolución – una basada en la cultura, no en la clase. Según Gramsci, la razón de que el proletariado fallase en alzarse era a causa de las viejas ideas conservadoras como la lealtad a la patria de uno, valores familiares, y la religión, que tenían demasiado arraigo en las clases obreras. Para Gramsci, el enemigo principal no era Wall Street, sino el Vaticano.
Si eso suena evocador del comentario de Obama sobre las armas y la religión, debería.
Su línea de pensamiento es heredera directa de la tradición ideológica de Gramsci.
Gramsci argumentaba que como antecedente a la revolución, las viejas tradiciones de Occidente – o la “hegemonía cultural”, como lo llamaba el, deberían ser sistemáticamente destruidas. Para hacerlo, Gramsci argumentaba que los intelectuales proletarios debían destruir la dominancia del tradicionalismo en la educación y los medios informativos, y crear una nueva revolución cultural. Si alguna vez te has preguntado por qué tienes que tomar cursos de diversidad o de estudios de género en la universidad, o por qué todos tus profesores parecen reprobar la civilización Occidental, culpa a Gramsci.
En los años 50 y 60, un grupo de expatriados, que eran académicos europeos, conocidos como la Escuela de Frankfurt unieron la idea de Gramsci de la revolución cultural con la idea de una nueva vanguardia revolucionaria: Una compuesta de estudiantes, feministas, y minorías, muchos de los cuales se sentían excluidos de la cultura occidental preponderante y buscaban cambiarla. Sus ideas dejaron mucho del cimiento intelectual para muchas de las revueltas de los años 60, y la consiguiente tras*formación de la Izquierda. Andrew Breitbart escribió sobre ellos extensamente en su bestseller, Righteous Indignation.
La Nueva Izquierda, como terminaron siendo denominados, eran responsables del inicio del cambio de las posturas políticas basadas en la clase económica para sustituirlo por el divisivo, políticamente correcto universo del género, la raza y las políticas sensuales que hoy en día conocemos. Fueron los responsables de hacer campañas sobre el aborto, la inversión de los géneros de roles, la “justicia racial”, el pacifismo, y el multiculturalismo en las principales piedras angulares de la izquierda. Si podían mantener su “coalición arcoíris” votando en bloque, y centrar todo su repruebo en el fatigado hombre blanco de clase obrera, entonces se alcanzaría el dominio pronto. Y así empezó el reino de las políticas de identidad.
Estos burlescos estudiantes que se unieron a la Nueva Izquierda en los años 60 se convirtieron en los profesores generación langosta que te están enseñando hoy, rebelándose contra la sobreprotectora, militarizada y en cierto modo austera generación de la Segunda Guerra Mundial.
.
El Marxismo Cultural, cultivado por la Escuela de Frankfurt, había encontrado eco – incluso aunque, en su mayoría, estos jóvenes baby boomers no eran conscientes de donde venían estas ideas. Los rockeros, abanderados de la joven cultura de los boomers, se convirtieron en fieros defensores del pacifismo, feminismo, derechos de los gays, y el resto de causas de la Nueva Izquierda.
Para bien o para mal (fue sin lugar a dudas para peor), la Nueva Izquierda se convirtió en el movimiento definitorio de la juventud de los 60 y 70, y aunque inicialmente percibidos como radicales, sus ideas llegaron a dominar la cultura moderna. La contracultura de los 60 se convirtió en la cultura prevaleciente de los años 80. Para los años 90, una década en la cual, a pesar de las protestas de Los Ángeles y el juicio de OJ Simpson, todos podíamos ver El Príncipe de Bel-Air sin agonizar por las alegorías del supremacismo blanco en la casa de los Banks, la Nueva Izquierda se había convertido en el establishment.
Era entonces difícil discutir que algún grupo social en Occidente era carente de igualdad ante la ley. De hecho, gracias a la persistencia de las políticas redistributivas gubernamentales y el inicial crecimiento de la Discriminación Positiva, algunos grupos ya empezaban a tener trato favorable, un presagio de lo que estaba por venir. Pero la Nueva Izquierda aún así adquirió control absoluto de los medios de comunicación, la clase académica y las artes,.
Las elites metropolitanas de la clase política izquierdista de hoy en día siguieron el legado intelectual de Gramsci y su desdén por la clase trabajadora, y la cultura tradicional. La hincada de rodilla en lealtad al apoyo del feminismo, Black Lives Matter, y las políticas identitarias de los gays no están poco relacionadas con la tendencia marxista de apoyar a la “clase revolucionaria” contra los “opresores”, independientemente de los hechos. Otro sub-producto del izquierdismo de los años 60 es el descarado repruebo hacia el hombre blanco, quienes son (correctamente) identificados como los arquitectos de la cultura occidental.
Para la Nueva Izquierda, los hombres blancos son el equivalente cultural a la clase económica burguesa en la teoría marxista clásica – una clase de opresores que tienen que ser derrocados por los oprimidos. La influencia de la nueva izquierda se ve más claramente en las universidades, donde se esfuerza es “deconstruir” los pilares de la civilización occidental, del humanismo liberal clásico al mitológico “patriarcado”, procediendo del mismo modo que lo hubiera hecho Gramsci.
Para principios de los años 2000, en firme control de la conciencia colectiva de los baby boomers, la Nueva Izquierda estaba en camino de convertirse en la nueva abanderada de la hegemonía cultural. Los conservadores, preocupados en derrocar a la Unión Soviética y revivir el libre mercado, fallaron en entender la gravedad de la revolución cultural de la izquierda. En la Derecha, solo los conservadores sociales luchaban por la cultura, encabezado por las cristianos evangélicos, quienes se obsesionaban por batallas imposibles de ganar, como el matrimonio del mismo sesso, alienando a la juventud con la extravagante y estulta idea de campañas de censura contra la música rock, los cómics y los videojuegos.
Si estás leyendo esto y estás en la universidad, o te has graduado recientemente, puedes culpar firmemente a la generación de tus padres por dar en bandeja la cultura a los lunáticos regresivos y a los guerreros de la justicia social. La generación previa de conservadores fallaron estrepitosamente en sus intentos de salvar el mundo académico, los medios de comunicación y las artes. En muchos casos, ni siquiera se molestaron en luchar, prefiriendo gastar millones de dólares en think-tanks y en revistas quejándose del problema mientras no hacían nada para remediarlo, citando la brillante editorial del 2016 en “The Claremont Review of Books” , Tucker Carlson, de la FOX, es originalmente crudo en este punto, describiendo al establishment consevador como “vividores sobrepagados, vagos de bajo rendimiento exentos de impuestos”. Los liberales, por su parte, estaban instalando departamentos en la universidad, organizando grupos activistas e instalándose en New York y Hollywood.
Para el 2010, el argumento de que el racismo, el sexismo, y la homofobia aún corrían rampantes en la sociedad occidental comenzaba a parecer absurdo. Sospecho que la causa por la cual el matrimonio lgtb se hizo una causa tan célebre para la Izquierda durante este periodo es porque era ,para ellos, la última clara batalla legislativa que podía ser fácilmente luchada y ganada.
Como magos de carnaval, la Izquierda mantuvo a los votantes distraídos, para que no se dieran cuenta de que estaban siendo acribillados a impuestos, regulados minuciosamente y manipulados en incontables maneras.
POR QUE LA IZQUIERDA TE ODIA
Por su pedigree intelectual en la doctrina victimo-céntrica, perpetuamente molesta del Marxismo cultural, la Izquierda se ha encomendado en defender una visión del mundo que organiza a las mujeres, minorías, y gays en una tabla de la opresión, con los hombres blancos heterosexuales como eternos opresores en lo alto de la tabla, seguidos por los hombres blancos gays, seguidos por mujeres blancas heterosexuales, hasta abajo del todo donde encontramos a un tras*exual neցro, viajero, parapléjico y de la religión del amor. Los hombres blancos heterosexuales son los nuevos burgueses, el grupo que oprime al resto.
La frase académica para esto es interseccionalidad. Los interseccionalistas son los responsables de inventarse nuevas y aun más extravagentes clases de opresión. Estos divertidos individuos creen que hay categorías de opresión “interseccionadas”. No es suficiente con hablar sobre la opresión sobre ser una mujer, uno tiene que hablar también sobre la opresión asociada con ser una mujer de color, una mujer de color parapléjica, una mujer de color parapléjica obesa,, una mujer de color parapléjica obesa y fiel a la religión del amora, y así hasta el infinito.
En cristiano, la vida de personas distintas es una cosa por razones diferentes. La Izquierda Progresista ha construido infinidad de departamentos universitarios para analizar esa frase.
El “Eje interseccional del Privilegio, dominación y opresión” enlista catorce categorías de grupos oprimidos con un correspondiente “grupo privilegiado” para cada uno. Hay blancos (privilegiados) vs gente de tonalidad (oprimidos), “masculino y femenino” (privilegiados) vs “género no normativo” (oprimidos), atractivos (privilegiados) vs no atractivos (opirmidos), e incluso fértiles (privilegiados) vs infértiles (oprimidos).
Nuestros prejuicios a favor de aquellos quienes pueden leer y escribir, es, según los Ejes del Privilegio “Educacionalismo”. Nuestro prejuicio a favor de quien es fértil es “pro-natalismo”. Nuestro prejuicio a favor de los hombres que parecen hombres y se comportan como tales es “genderismo”. Que Dios te ayude si sabes leer, eres atractivo, blanco y hetero y actuas como tal. Según las categorías de la opresión soñadas por los teóricos del interseccionalismo, nada ni nadie puede ser más privilegiado.
Esta es la razón por la cual, a pesar de lidiar con sus propios problemas únicos, los hombres, en particular los hombres blancos de clase trabajadora, son usualmente olvidados por la nueva clase izquierdista – porque independientemente de los datos, los hombres blancos heterosexuales nunca pueden ser las víctimas de nada. Cualquier intento de tratar sus preocupaciones es respondido con indignación y condescendencia. En 2016, cuando el miembro del parlamento británico, el conservador Philip Davies dio un discurso en una conferencia sobre los problemas de los hombres, la reacción de las feministas en la izquierda del partido laborista fue que le suspendieran del partido. En lo que respecta a los blancos, cualquier intento de organización es usualmente recibido como la revitalización del nazismo, a pesar del hecho de que mucho de la actividad de dicha organización viene como respuesta directa de una cultura que parece odiarles.
Yo preferiría vivir en un mundo sin “políticas de identidad”. Preferiría que juzgásemos a la gente usando la razón, la lógica y la evidencia en vez de sobre unas ideas locas de la izquierda sobre la opresión. Pero si vas a dividir a todo el mundo, tienes que aceptar que los hombres blancos heterosexuales van a querer su grupo particular también. Si tenemos que tener políticas identitarias, tenemos que tener políticas identitarias para todos.
¿Por qué?
Porque la izquierda predominante hoy en día tiene prioridades bien distintas.
No había razón para que la izquierda abandonara su base trabajadora de votantes. Las industrias que contrataban a sus votantes habían desaparecido en gran parte durante los años 70, pero los votantes no se habían ido a ninguna parte. De hecho, cuando los votantes en los antiguos feudos de clase trabajadora entraron en una crisis económica, la Izquierda debería haber sido más cuidadosa con sus demandas.
Pero no es lo que pasó.
En vez de eso, los izquierdistas decidieron ignorar a la antigua clase trabajadora, y cambiar a un grupo electoral bien diferente: votantes urbanitas, sorbe-lattes del Starbucks, activistas antibelicistas del país de la piruleta, mujeres antiestéticas y minorías.
El hecho de que las minorías eran solo una pequeña parte del electorado no importaba a la Izquierda; Siempre podrían importar nuevos votantes. No importaba una cosa el rápido influjo de mano de obra barata o el aluvión de nuevos cobrapaguitas. Estos dos hechos solo añadirían más presión a la ya asediada, harto olvidada, clase trabajadora.
Mientras cambiaba su coalición electoral, también lo hizo la postura política de la Izquierda. Ahora les preocupaba menos el salario, más despreciativos ante las viejas industrias, y venenosos hacia los valores culturales de sus antiguos votantes. La infame ocurrencia de Barack Obama de 2008 de que las comunidades de clase obrera “se aferran a las armas, o a la religión, o la antipatía de quienes no son como ellos, a un sentimiento anti-inmi gración”, personificaba la nueva actitud de la Izquierda.
A los progres siempre se les ha dado bien poner a las clases sociales las unas contras las otras. Pero las clases obreras son un elemento reacio a los intentos socialistas de la lucha de clases. Los Marxistas en concreto estaban particularmente perturbados cuando, durante la Primera Guerra Mundial, la clase obrera europea (con la excepción de Rusia) eligió luchar por el Rey y por el País antes que alzarse contras sus señores. Esto es entendible en cierta medida, los líderes socialistas como Marx nunca trabajaron, ni un solo día en su vida.
En la década de los 20 del siglo XX, el marxista italiano Antonio Gramsci tuvo como idea una nueva forma de revolución – una basada en la cultura, no en la clase. Según Gramsci, la razón de que el proletariado fallase en alzarse era a causa de las viejas ideas conservadoras como la lealtad a la patria de uno, valores familiares, y la religión, que tenían demasiado arraigo en las clases obreras. Para Gramsci, el enemigo principal no era Wall Street, sino el Vaticano.
Si eso suena evocador del comentario de Obama sobre las armas y la religión, debería.
Su línea de pensamiento es heredera directa de la tradición ideológica de Gramsci.
Gramsci argumentaba que como antecedente a la revolución, las viejas tradiciones de Occidente – o la “hegemonía cultural”, como lo llamaba el, deberían ser sistemáticamente destruidas. Para hacerlo, Gramsci argumentaba que los intelectuales proletarios debían destruir la dominancia del tradicionalismo en la educación y los medios informativos, y crear una nueva revolución cultural. Si alguna vez te has preguntado por qué tienes que tomar cursos de diversidad o de estudios de género en la universidad, o por qué todos tus profesores parecen reprobar la civilización Occidental, culpa a Gramsci.
En los años 50 y 60, un grupo de expatriados, que eran académicos europeos, conocidos como la Escuela de Frankfurt unieron la idea de Gramsci de la revolución cultural con la idea de una nueva vanguardia revolucionaria: Una compuesta de estudiantes, feministas, y minorías, muchos de los cuales se sentían excluidos de la cultura occidental preponderante y buscaban cambiarla. Sus ideas dejaron mucho del cimiento intelectual para muchas de las revueltas de los años 60, y la consiguiente tras*formación de la Izquierda. Andrew Breitbart escribió sobre ellos extensamente en su bestseller, Righteous Indignation.
La Nueva Izquierda, como terminaron siendo denominados, eran responsables del inicio del cambio de las posturas políticas basadas en la clase económica para sustituirlo por el divisivo, políticamente correcto universo del género, la raza y las políticas sensuales que hoy en día conocemos. Fueron los responsables de hacer campañas sobre el aborto, la inversión de los géneros de roles, la “justicia racial”, el pacifismo, y el multiculturalismo en las principales piedras angulares de la izquierda. Si podían mantener su “coalición arcoíris” votando en bloque, y centrar todo su repruebo en el fatigado hombre blanco de clase obrera, entonces se alcanzaría el dominio pronto. Y así empezó el reino de las políticas de identidad.
Estos burlescos estudiantes que se unieron a la Nueva Izquierda en los años 60 se convirtieron en los profesores generación langosta que te están enseñando hoy, rebelándose contra la sobreprotectora, militarizada y en cierto modo austera generación de la Segunda Guerra Mundial.
.
El Marxismo Cultural, cultivado por la Escuela de Frankfurt, había encontrado eco – incluso aunque, en su mayoría, estos jóvenes baby boomers no eran conscientes de donde venían estas ideas. Los rockeros, abanderados de la joven cultura de los boomers, se convirtieron en fieros defensores del pacifismo, feminismo, derechos de los gays, y el resto de causas de la Nueva Izquierda.
Para bien o para mal (fue sin lugar a dudas para peor), la Nueva Izquierda se convirtió en el movimiento definitorio de la juventud de los 60 y 70, y aunque inicialmente percibidos como radicales, sus ideas llegaron a dominar la cultura moderna. La contracultura de los 60 se convirtió en la cultura prevaleciente de los años 80. Para los años 90, una década en la cual, a pesar de las protestas de Los Ángeles y el juicio de OJ Simpson, todos podíamos ver El Príncipe de Bel-Air sin agonizar por las alegorías del supremacismo blanco en la casa de los Banks, la Nueva Izquierda se había convertido en el establishment.
Era entonces difícil discutir que algún grupo social en Occidente era carente de igualdad ante la ley. De hecho, gracias a la persistencia de las políticas redistributivas gubernamentales y el inicial crecimiento de la Discriminación Positiva, algunos grupos ya empezaban a tener trato favorable, un presagio de lo que estaba por venir. Pero la Nueva Izquierda aún así adquirió control absoluto de los medios de comunicación, la clase académica y las artes,.
Las elites metropolitanas de la clase política izquierdista de hoy en día siguieron el legado intelectual de Gramsci y su desdén por la clase trabajadora, y la cultura tradicional. La hincada de rodilla en lealtad al apoyo del feminismo, Black Lives Matter, y las políticas identitarias de los gays no están poco relacionadas con la tendencia marxista de apoyar a la “clase revolucionaria” contra los “opresores”, independientemente de los hechos. Otro sub-producto del izquierdismo de los años 60 es el descarado repruebo hacia el hombre blanco, quienes son (correctamente) identificados como los arquitectos de la cultura occidental.
Para la Nueva Izquierda, los hombres blancos son el equivalente cultural a la clase económica burguesa en la teoría marxista clásica – una clase de opresores que tienen que ser derrocados por los oprimidos. La influencia de la nueva izquierda se ve más claramente en las universidades, donde se esfuerza es “deconstruir” los pilares de la civilización occidental, del humanismo liberal clásico al mitológico “patriarcado”, procediendo del mismo modo que lo hubiera hecho Gramsci.
Para principios de los años 2000, en firme control de la conciencia colectiva de los baby boomers, la Nueva Izquierda estaba en camino de convertirse en la nueva abanderada de la hegemonía cultural. Los conservadores, preocupados en derrocar a la Unión Soviética y revivir el libre mercado, fallaron en entender la gravedad de la revolución cultural de la izquierda. En la Derecha, solo los conservadores sociales luchaban por la cultura, encabezado por las cristianos evangélicos, quienes se obsesionaban por batallas imposibles de ganar, como el matrimonio del mismo sesso, alienando a la juventud con la extravagante y estulta idea de campañas de censura contra la música rock, los cómics y los videojuegos.
Si estás leyendo esto y estás en la universidad, o te has graduado recientemente, puedes culpar firmemente a la generación de tus padres por dar en bandeja la cultura a los lunáticos regresivos y a los guerreros de la justicia social. La generación previa de conservadores fallaron estrepitosamente en sus intentos de salvar el mundo académico, los medios de comunicación y las artes. En muchos casos, ni siquiera se molestaron en luchar, prefiriendo gastar millones de dólares en think-tanks y en revistas quejándose del problema mientras no hacían nada para remediarlo, citando la brillante editorial del 2016 en “The Claremont Review of Books” , Tucker Carlson, de la FOX, es originalmente crudo en este punto, describiendo al establishment consevador como “vividores sobrepagados, vagos de bajo rendimiento exentos de impuestos”. Los liberales, por su parte, estaban instalando departamentos en la universidad, organizando grupos activistas e instalándose en New York y Hollywood.
Para el 2010, el argumento de que el racismo, el sexismo, y la homofobia aún corrían rampantes en la sociedad occidental comenzaba a parecer absurdo. Sospecho que la causa por la cual el matrimonio lgtb se hizo una causa tan célebre para la Izquierda durante este periodo es porque era ,para ellos, la última clara batalla legislativa que podía ser fácilmente luchada y ganada.
Como magos de carnaval, la Izquierda mantuvo a los votantes distraídos, para que no se dieran cuenta de que estaban siendo acribillados a impuestos, regulados minuciosamente y manipulados en incontables maneras.
POR QUE LA IZQUIERDA TE ODIA
Por su pedigree intelectual en la doctrina victimo-céntrica, perpetuamente molesta del Marxismo cultural, la Izquierda se ha encomendado en defender una visión del mundo que organiza a las mujeres, minorías, y gays en una tabla de la opresión, con los hombres blancos heterosexuales como eternos opresores en lo alto de la tabla, seguidos por los hombres blancos gays, seguidos por mujeres blancas heterosexuales, hasta abajo del todo donde encontramos a un tras*exual neցro, viajero, parapléjico y de la religión del amor. Los hombres blancos heterosexuales son los nuevos burgueses, el grupo que oprime al resto.
La frase académica para esto es interseccionalidad. Los interseccionalistas son los responsables de inventarse nuevas y aun más extravagentes clases de opresión. Estos divertidos individuos creen que hay categorías de opresión “interseccionadas”. No es suficiente con hablar sobre la opresión sobre ser una mujer, uno tiene que hablar también sobre la opresión asociada con ser una mujer de color, una mujer de color parapléjica, una mujer de color parapléjica obesa,, una mujer de color parapléjica obesa y fiel a la religión del amora, y así hasta el infinito.
En cristiano, la vida de personas distintas es una cosa por razones diferentes. La Izquierda Progresista ha construido infinidad de departamentos universitarios para analizar esa frase.
El “Eje interseccional del Privilegio, dominación y opresión” enlista catorce categorías de grupos oprimidos con un correspondiente “grupo privilegiado” para cada uno. Hay blancos (privilegiados) vs gente de tonalidad (oprimidos), “masculino y femenino” (privilegiados) vs “género no normativo” (oprimidos), atractivos (privilegiados) vs no atractivos (opirmidos), e incluso fértiles (privilegiados) vs infértiles (oprimidos).
Nuestros prejuicios a favor de aquellos quienes pueden leer y escribir, es, según los Ejes del Privilegio “Educacionalismo”. Nuestro prejuicio a favor de quien es fértil es “pro-natalismo”. Nuestro prejuicio a favor de los hombres que parecen hombres y se comportan como tales es “genderismo”. Que Dios te ayude si sabes leer, eres atractivo, blanco y hetero y actuas como tal. Según las categorías de la opresión soñadas por los teóricos del interseccionalismo, nada ni nadie puede ser más privilegiado.
Esta es la razón por la cual, a pesar de lidiar con sus propios problemas únicos, los hombres, en particular los hombres blancos de clase trabajadora, son usualmente olvidados por la nueva clase izquierdista – porque independientemente de los datos, los hombres blancos heterosexuales nunca pueden ser las víctimas de nada. Cualquier intento de tratar sus preocupaciones es respondido con indignación y condescendencia. En 2016, cuando el miembro del parlamento británico, el conservador Philip Davies dio un discurso en una conferencia sobre los problemas de los hombres, la reacción de las feministas en la izquierda del partido laborista fue que le suspendieran del partido. En lo que respecta a los blancos, cualquier intento de organización es usualmente recibido como la revitalización del nazismo, a pesar del hecho de que mucho de la actividad de dicha organización viene como respuesta directa de una cultura que parece odiarles.
Yo preferiría vivir en un mundo sin “políticas de identidad”. Preferiría que juzgásemos a la gente usando la razón, la lógica y la evidencia en vez de sobre unas ideas locas de la izquierda sobre la opresión. Pero si vas a dividir a todo el mundo, tienes que aceptar que los hombres blancos heterosexuales van a querer su grupo particular también. Si tenemos que tener políticas identitarias, tenemos que tener políticas identitarias para todos.