Cumpleaños en el parque

Clavisto

Será en Octubre
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10 Sep 2013
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- Hace calor -concedí a los fantasmas.
- Sí -respondió mirando al cielo- Y además el cielo nublado. Al menos son nubes y no los chorros de los aviones.
- Sí, esos ya han hecho su trabajo. Malditos me gusta la fruta -dije echándole mano al vaso- Este bochorno joroba el whisky. joroba el whisky, te joroba a ti y joroba todo lo que se ponga por delante, menos a los estultoes del calor. Es como Torbe haciendo prono.
- Jajaja
- Tú realizaste buenas películas prono de chaval, ¿por qué lo dejaste?
- No me gustaba el ambiente. El tío que ponía la pasta era un macarra de mucho cuidao.
- ¿Sí?
- Sí. Tenía mucho dinero, era de familia de pasta...Siempre estaba enzarpao. Él llevaba las chicas y las localizaciones, yo todo lo demás: cámaras, iluminación, montaje...
- ¿Y los chicos?
- Esos pagaban por amar.
- Jajaja. La verdad es que yo también habría pagado por amarme a esa rubia, aquella que luego vi anunciando el Jet-Extender en los promocionales de madrugada. Salía sentada en el sofá con un viejo. El viejo hablaba de las buenas prestaciones del producto. Ella sonreía como medio colocada y decía algunas frases.
- Sí, jajaja...Menuda era. La querida del productor.
- Pero tú eras un crío, apenas tendrías qué se yo, ¿veinticinco como mucho?
- Por ahí
- La progenitora que te parió. Recuerdo una escena...Era por las inmediaciones del Museo del Prado...
- Sí...
- jorobar, la filmaste de maravilla.
- Estaba buena.
- Era al mediodía. En un barrido de cámara ella aparecía a lo lejos con un vestido rojo muy ceñido, escotado, un escándalo.
- Sí.
- Todo el personal giraba la cabeza para seguir mirándola
- Jajaja
- ¿Por entonces no había necesidad de pixelar los rostros ni nada de eso, no?
- Nada.
- Veías a los viejos, a los hombres y a los chicos que a esa hora pasaban por allí, sus gestos, el ansia, el deseo, la memoria...
- Jajaja
- Unos primeros planos, cortos, concisos; una turista despistada y un caballero que se le acerca para ver si puede ayudarla.
- El productor. El tío de la pasta. Su chulo.
- Me gustó tu falta de regodeo en esa secuencia: insinuaste lo que había y ya.
- Sí, ¿para qué? Lo bueno vendría después. Era como un Hitchcock.
- ¿Ya lo veías en aquellos años?
- ¡jorobar, Kufisto! ¿no te acuerdas de las sesiones de pelis en vuestra habitación?
- ¡No me jorobes!
- ¡Claro, shishi! Estábamos todos allí, dios y la progenitora, fumaos perdíos...Claro que tú eras mayor que yo y no me hacías mucho caso. Yo tenía más amistad con Juan, el tercero de tus hermanos.
- Sí, claro.
- Y yo estaba allí, flipando.
- Así que también veíamos Hitchcock´s...
- Claro, tío. Me acuerdo como si fuera ahora: "Marnie la ladrona"
- ¡jorobar!
- Sí, tú hablabas por encima, de vez en cuando, sin pesadez, como explicando algunas cosas. Yo era un crío, Kufisto, y me daba cuenta de todo.
- Pero tú siempre has estado metido en el rollo, es decir...naciste con una cámara. Te viene de tu viejo.
- Sí. Pero aquello de bodas, comuniones y bautizos no era para mi...
- Jajaja, ¡brindo por eso!

Brindamos y bebimos.

- No sé como puedes beberlo a pelo con este calor -le dije.
- Me gusta así.
- Ya, a mi me lo vas a decir...¿Sabes? Hace no tanto vino un tipo, un tío bien puesto, puesto en el sentido de bien, nada de historias, ¿comprendes?
- Claro.
- Bien. Pues entró al bar y pidió un café. Era más o menos la hora que es ahora. El bar estaba vacío y el tipo dio a sentarse justo enfrente de la vitrina de los whiskies. "Tienes buen material" dijo. Bueno, eso es algo que está clarísimo, cualquiera puede verlo...Aquí no me comparo con nadie porque no hay tutía, y en la provincia lo dudo. Tendrías que ir a Madrid para encontrar algo comparable. ¡Y no sólo a Madrid! si no buscar sitios en Madrid.
- Así es.
- Bien. "Me vas a poner un Glenlivet -dijo- Uno de doce años" "¿Hielo?" pregunto "No". Le sirvo la medida, lo huele y dice: "Ahora le echas una piedra de hielo" No me molesté, de verdad. No. Hay gente así. Es raro pero a veces uno se encuentra con gente así, es decir, con alguien que de verdad sabe más que tú ¡y mejor aún! no tienes ningún problema en reconocerlo. Es una especie de instinto. En fin...Cogí una piedra de hielo y lo coloqué sobre la cucharilla del café, limpia, pues no tomaba azúcar. La introdujo en el whisky, le dio unas vueltas y la sacó. "Así despierta el whisky" dijo. Luego hablamos su buena media hora. Era un enólogo de Ramón Bilbao que estaba de visita por la ciudad. Un catador profesional.
- jorobar.
- Sí, hará más de un año de esto y todavía me acuerdo.
- Ya te digo, como para olvidarlo.
- Es tan raro encontrar a alguien que sabe de lo que habla que cuando ocurre das a gracias a Dios.
- ¡Y a su querida progenitora! -concluyó Cujo levantando su copita en ofrenda a un nuevo brindis.

Chocamos los vasos, el mío ya con la piedra de hielo casi derretida en el licor.

- ¿Y este cabrón qué shishi está haciendo? -dije mirando el coche aparcado calle abajo. Veinte minutos habían pasado desde su salida del bar para coger no sé qué.

Volvió. Bromeamos. Pagó y salió a la terraza.

- ¿Me llevas a casa? -le dije. No tenía ninguna gana de andar más. Hacía tanto calor como "La Bomba" de King África en un puñetero entierro.
- Claro, Kufisto.
- Adiós, Cujo.


Monté en el coche tras quitar toda la cosa que había en el asiento. "Bueno -pensé- no soy el único" Había hasta un blíster vacío de mortadela a un euro.

- ¿Y tu coche cuando te lo dan?
- Pasapalabra.
- Jajaja

El coche. El coche. Dos meses y pico sin coche por una tía estulta que olvidó echarle el freno de mano al suyo.

Llegamos a mi calle cantando a voz en grito viejas canciones del Evaristo. Y pasé al super adyacente al piso. Compra de bar, ineludible para el fin de semana, y ya de paso algo para mi. Un paseo militar, automático, reglado por la costumbre. Cinco minutos escasos. A las cajas. Estábamos cuatro gatos.

Ya cerca de las cajas vi a una mujer empujar su carrito hacia la indicada por la empleada, una tía subida de peso y muy maquillada.

Llevaba una especie de enorme palo relleno de papel que sobresalía de un carro medio rellenado con productos que yo no le daría a mi gata. Era una chica de treinta y muchos, desmaquillada, de pelo neցro y lacio, tímida, agotada. La subida de peso cajera me tendió el separador y lo coloqué sobre la cinta para separar mi material del de la descompuesta tiarrona que estaba tras de mi. Empecé a descargar la compra que ya iba pesando sobre mi hombro izquierdo. La sesión matinal de golpeo al saco había sido bastante buena mientras duró. Ahora era otra cosa.

La chica, nerviosa y acelerada, extrajo una tarjeta del bolso. No funcionaba.

"Esta chica está casada y tiene hijos. Por lo menos dos. Sí. Dos."

Probó con otra. Tampoco funcionaba. Un gesto de total desesperación cruzó por su cara.

"Se lo pago yo"

Funcionó con la tercera.


Cuando pagué lo mío y salí de allí todavía tuve tiempo para a volverla a ver cargada de bolsas, calle arriba.


El gran palo de papel que llevaba a cuestas era un simple rollo de mantel para usar y tirar.


Cumpleaños en el parque.
 
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