david53
Madmaxista
- Desde
- 18 Abr 2011
- Mensajes
- 11.397
- Reputación
- 30.792
Por J. L. R.- Mientras esperaba con la compra en la fila de cajas de un supermercado, un joven con cierto aire de empoderamiento ecológico, increpa a una señora que solicita bolsas de plástico a la cajera para tras*portar su compra:
-“Señora, hace ya mucho tiempo que los jóvenes de este país, a través del “movimiento por el cambio”, venimos intentado concienciar a la gente de que cada uno de nosotros debería traer su propia bolsa reutilizable para tras*portar la compra, ya que las bolsas de plástico contribuyen a la destrucción del medio ambiente.
La señora pide disculpas para poder explicarse:
-Perdona hijo, cuando yo tenía tu edad no estaba de moda esto de la ecología. Pero ahora resulta que la propaganda verde y ecológica que se utiliza contra la contaminación, no nos da un respiro.
El joven le replica:
-Ese, es ahora nuestro problema, señora; su generación no puso suficiente cuidado en conservar el medio ambiente, y por eso ahora tenemos que ser los jóvenes los que apoyemos políticas de reciclaje para salvar el Planeta.
La señora, sin alterarse lo más mínimo pero lejos de amilanarse, contestó lo siguiente:
-Tiene usted razón, nuestra generación no puso de moda la ecología verde, pues resulta que no había bolsas de plástico; las botellas de leche, gaseosa o cerveza, eran solo de cristal. Cuando comprabas el producto te cobraban también el envase, y después, una vez consumido el contenido, los envases se devolvían al establecimiento de compra y éste te devolvía el importe de los mismos. La tienda, a través del repartidor devolvía las botellas de nuevo a la fábrica para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que se podían usar las mismas una y otra vez. Así era el reciclaje de mi juventud.
Por aquel entonces, lavábamos los pañales de los bebés porque no los había desechables. Secábamos la ropa, no en secadoras que funcionan con fluido eléctrico, sino con energía solar y eólica en tendederos.
Entonces, teníamos un aparato de televisión o radio en casa, no un televisor en cada habitación. En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas eléctricas que lo hiciesen por nosotros. Cuando empaquetábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos periódicos arrugados para protegerlo, no cartones preformados o láminas de plástico con burbujas de aire.
Pero estás en lo cierto, en mis tiempos, no existía este ecologismo de los hipócritas y necios del macrobotellón, que además de ponerte verde en cualquier supermercado, te esquilman el bolsillo hasta por el aire que respiras. Nosotros bebíamos del grifo cuando teníamos sed en lugar de usar vasitos o botellas de plástico cada vez que teníamos que tomar agua. Recargábamos los bolígrafos y las plumas en lugar de comprar nuevos, y cambiábamos las cuchillas de afeitar en vez de tirar a la sarama toda la maquinilla sólo porque la hoja perdió su filo.
Insisto, no teníamos este ecologismo tan verde que a la vez que te agobia te indigna, cuando ves cómo los amorrados a la ubre del Tesoro se enriquecen con subvenciones o con el producto del reciclaje, que nosotros los contribuyentes pagamos, recogemos, almacenamos y depositamos, donde el “nuevo rico” te indica que lo hagas, para no tener ellos que arriesgar apenas inversión. Y encima, además de pagar la tasa de basuras correspondiente, se inventan un nuevo impuesto bautizado democráticamente con el nombre de: “Tasa de recogida de residuos sólidos urbanos”, para sostener ese falso ecologismo político que indigna.
Tienes toda la razón, en mi juventud no había ecologismo verde, la gente tomaba el tranvía o ferrocarril, y los escolares íbamos al colegio andando en lugar de usar a nuestra mamá como taxista las 24 horas del día, entre otras cosas, porque no había asesinos en serie ni traficantes de droja ni forzadores delinquiendo con total impunidad. Teníamos un solo enchufe eléctrico en cada habitación, no una regleta de enchufes para alimentar una docena de artefactos.
Así que, ¿no te parece lamentable que generaciones “democráticas” como la tuya, y los parásitos que os han adoctrinado y os siguen adoctrinando, nos intententeis hacer comulgar con ruedas de molino a la hora de responsabilizarnos del mal que sufre nuestro Planeta, por carecer entonces, del empoderamiento para un falso ecologismo político o escuela de enchufismo, del que hoy hacéis gala sobre todo desde la Universidad y los partidos políticos, con asociaciones, fundaciones, plataformas, y más de 200.000 empresas públicas amorradas a la ubre del Tesoro?”
La buena señora, terminó de soltar todo su razonable alegato porque no la callaba ni una bala de cañón.
Tuvo su momento de gloria para poner en su sitio a un necio, que salió disparado del “super” con su empoderamiento entre las piernas. Y es que la necedad es muchas veces más dañina que la maldad. Ya está bien de recibir lecciones de ecología de cualquier cantamañanas «producto» de las universidades marxistas, sin otro propósito que confundir a la opinión más ignorante adicta a las televisiones, mientras ellos inundan con toneladas de residuos cualquier lugar donde se les antoja celebrar un macrobotellón.
Hoy, a los aficionados a salir al campo a coger setas o espárragos, se les persigue para denunciarlos si previamente no han abonado la tasa correspondiente, lo que pone de manifiesto el afán recaudatorio que ejercen las autoridades a través del nuevo empoderamiento de un ecologismo político. Se denuncia y multa a los excursionistas por coger piñas, poleo o manzanilla, y sin embargo, estos del empoderamiento ecológico, miran para otro lado ante los macrobotellones o fiestas de la droja y el desmadre universitario, que dejan el paisaje urbano inundado con toneladas de cosa, vómitos, condones, papeles, plásticos y vidrios rotos; o contra las ilegales fiestas “rave” en espacios forestales para que los jóvenes se pongan ciegos de alcohol y drojas, como la celebrada en el término municipal de Benageber, en Valencia, donde cuatro mil almas, el 80% extranjeros, tomaron La Serranía valenciana durante una semana, sin ningún tipo de permiso gubernamental, con el resultado de un muerto y daños valorados en miles de euros.
En España, gracias al empoderamiento de los necios del ecologismo político, y a los hipócritas del macrobotellón, miles y miles de euros vía subvenciones van a parar a “estudios” sobre qué se debe hacer, cuando un animal en peligro de extinción se come una planta en peligro de extinción; a perseguir la caza y la pesca y declararlas “violencia machista”; o a intentar impedir que las vacas suelten ventosidades para reducir el agujero de la capa de ozono, cargando contra el sector primario español.
Cuando los españoles conservaban y protegían el medio ambiente lejos de la influencia de ecoizquierdistas parásitos y cantamañanas
-“Señora, hace ya mucho tiempo que los jóvenes de este país, a través del “movimiento por el cambio”, venimos intentado concienciar a la gente de que cada uno de nosotros debería traer su propia bolsa reutilizable para tras*portar la compra, ya que las bolsas de plástico contribuyen a la destrucción del medio ambiente.
La señora pide disculpas para poder explicarse:
-Perdona hijo, cuando yo tenía tu edad no estaba de moda esto de la ecología. Pero ahora resulta que la propaganda verde y ecológica que se utiliza contra la contaminación, no nos da un respiro.
El joven le replica:
-Ese, es ahora nuestro problema, señora; su generación no puso suficiente cuidado en conservar el medio ambiente, y por eso ahora tenemos que ser los jóvenes los que apoyemos políticas de reciclaje para salvar el Planeta.
La señora, sin alterarse lo más mínimo pero lejos de amilanarse, contestó lo siguiente:
-Tiene usted razón, nuestra generación no puso de moda la ecología verde, pues resulta que no había bolsas de plástico; las botellas de leche, gaseosa o cerveza, eran solo de cristal. Cuando comprabas el producto te cobraban también el envase, y después, una vez consumido el contenido, los envases se devolvían al establecimiento de compra y éste te devolvía el importe de los mismos. La tienda, a través del repartidor devolvía las botellas de nuevo a la fábrica para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que se podían usar las mismas una y otra vez. Así era el reciclaje de mi juventud.
Por aquel entonces, lavábamos los pañales de los bebés porque no los había desechables. Secábamos la ropa, no en secadoras que funcionan con fluido eléctrico, sino con energía solar y eólica en tendederos.
Entonces, teníamos un aparato de televisión o radio en casa, no un televisor en cada habitación. En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas eléctricas que lo hiciesen por nosotros. Cuando empaquetábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos periódicos arrugados para protegerlo, no cartones preformados o láminas de plástico con burbujas de aire.
Pero estás en lo cierto, en mis tiempos, no existía este ecologismo de los hipócritas y necios del macrobotellón, que además de ponerte verde en cualquier supermercado, te esquilman el bolsillo hasta por el aire que respiras. Nosotros bebíamos del grifo cuando teníamos sed en lugar de usar vasitos o botellas de plástico cada vez que teníamos que tomar agua. Recargábamos los bolígrafos y las plumas en lugar de comprar nuevos, y cambiábamos las cuchillas de afeitar en vez de tirar a la sarama toda la maquinilla sólo porque la hoja perdió su filo.
Insisto, no teníamos este ecologismo tan verde que a la vez que te agobia te indigna, cuando ves cómo los amorrados a la ubre del Tesoro se enriquecen con subvenciones o con el producto del reciclaje, que nosotros los contribuyentes pagamos, recogemos, almacenamos y depositamos, donde el “nuevo rico” te indica que lo hagas, para no tener ellos que arriesgar apenas inversión. Y encima, además de pagar la tasa de basuras correspondiente, se inventan un nuevo impuesto bautizado democráticamente con el nombre de: “Tasa de recogida de residuos sólidos urbanos”, para sostener ese falso ecologismo político que indigna.
Tienes toda la razón, en mi juventud no había ecologismo verde, la gente tomaba el tranvía o ferrocarril, y los escolares íbamos al colegio andando en lugar de usar a nuestra mamá como taxista las 24 horas del día, entre otras cosas, porque no había asesinos en serie ni traficantes de droja ni forzadores delinquiendo con total impunidad. Teníamos un solo enchufe eléctrico en cada habitación, no una regleta de enchufes para alimentar una docena de artefactos.
Así que, ¿no te parece lamentable que generaciones “democráticas” como la tuya, y los parásitos que os han adoctrinado y os siguen adoctrinando, nos intententeis hacer comulgar con ruedas de molino a la hora de responsabilizarnos del mal que sufre nuestro Planeta, por carecer entonces, del empoderamiento para un falso ecologismo político o escuela de enchufismo, del que hoy hacéis gala sobre todo desde la Universidad y los partidos políticos, con asociaciones, fundaciones, plataformas, y más de 200.000 empresas públicas amorradas a la ubre del Tesoro?”
La buena señora, terminó de soltar todo su razonable alegato porque no la callaba ni una bala de cañón.
Tuvo su momento de gloria para poner en su sitio a un necio, que salió disparado del “super” con su empoderamiento entre las piernas. Y es que la necedad es muchas veces más dañina que la maldad. Ya está bien de recibir lecciones de ecología de cualquier cantamañanas «producto» de las universidades marxistas, sin otro propósito que confundir a la opinión más ignorante adicta a las televisiones, mientras ellos inundan con toneladas de residuos cualquier lugar donde se les antoja celebrar un macrobotellón.
Hoy, a los aficionados a salir al campo a coger setas o espárragos, se les persigue para denunciarlos si previamente no han abonado la tasa correspondiente, lo que pone de manifiesto el afán recaudatorio que ejercen las autoridades a través del nuevo empoderamiento de un ecologismo político. Se denuncia y multa a los excursionistas por coger piñas, poleo o manzanilla, y sin embargo, estos del empoderamiento ecológico, miran para otro lado ante los macrobotellones o fiestas de la droja y el desmadre universitario, que dejan el paisaje urbano inundado con toneladas de cosa, vómitos, condones, papeles, plásticos y vidrios rotos; o contra las ilegales fiestas “rave” en espacios forestales para que los jóvenes se pongan ciegos de alcohol y drojas, como la celebrada en el término municipal de Benageber, en Valencia, donde cuatro mil almas, el 80% extranjeros, tomaron La Serranía valenciana durante una semana, sin ningún tipo de permiso gubernamental, con el resultado de un muerto y daños valorados en miles de euros.
En España, gracias al empoderamiento de los necios del ecologismo político, y a los hipócritas del macrobotellón, miles y miles de euros vía subvenciones van a parar a “estudios” sobre qué se debe hacer, cuando un animal en peligro de extinción se come una planta en peligro de extinción; a perseguir la caza y la pesca y declararlas “violencia machista”; o a intentar impedir que las vacas suelten ventosidades para reducir el agujero de la capa de ozono, cargando contra el sector primario español.
Cuando los españoles conservaban y protegían el medio ambiente lejos de la influencia de ecoizquierdistas parásitos y cantamañanas