Cuando Lope de Vega y Cervantes se enfrentaron a través de Toledo

Cirujano de hierro

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5 Feb 2013
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Toledo Sur
  • La relación con la hoy capital de Castilla-La Mancha del dramaturgo y poeta que revolucionó la forma de hacer teatro es más que notable. Hasta el punto de que “movía los hilos de la cultura toledana” en su afán de que la ciudad volviese a ser capital del reino.

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Corría el año 1604. Miguel de Cervantes había publicado su obra universal Don Quijote de la Mancha. Mientras, otro genio de la literatura española, Lope de Vega, firmaba El peregrino en su patria. Ambos autores se enfrentaron sobre cómo abordar las obras teatrales.

Cervantes seguía los preceptos del canónigo Pedro Salazar de Mendoza que afirmaba que “no se pueden inventar historias que no sean ciertas. Es hasta posible que sea el canónigo que retrata en el capítulo 48 del Quijote”. Lope era el rey de la ficción.

“Fue increíble la cantidad de insultos que ambos se intercambiaron. Unas veces con ironía y otras directamente. Eso sí, se lo decían en sonetos: por escrito y con buena poesía”. Hasta en el Quijote Cervantes criticó a Lope. “Decía que se estaba cargando el teatro”.

El conflicto fue personal y estético. Siempre con Toledo de por medio. Lope de Vega defendió en su Arte nuevo de hacer comedias que no debía existir ningún tipo de regla. Cervantes intentaba mantener el esquema tradicional del teatro clásico manteniendo unidad de tiempo, lugar y acción. “Por eso triunfó mucho menos”, sostiene Peña Martín.

Hasta se aventura que ‘El Quijote de Avellaneda’ pudo ser escrito por una persona próxima a Lope. “Se dice que uno de los posibles autores de esta obra contra Cervantes puede ser Pedro Liñán de Riaza, un toledano amigo de Lope de Vega”.

La Universidad de Alcalá ha dedicado este trimestre a Lope de Vega a través de un ciclo de conferencias en el marco del ‘Siglo de Oro en la Universidad de Alcalá’. “Tenemos la suerte de que por esta universidad pasaron casi todos los autores del Siglo de Oro español”. El próximo curso está previsto que el protagonismo lo tengan Quevedo o Calderón de la Barca.


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Lope había llegado hasta Alcalá de Henares para estudiar de la mano de su tío. “Parece ser que era muy listo. Cuenta su biógrafo, Pérez de Montalbán, que aprendía las cosas con una rapidez enorme. De sí mismo dijo que estuvo a punto de convertirse en fraile, pero se le cruzaron unas faldas… Eso le ocurrió muchas veces en su vida”.

Buena parte de lo que sabemos del dramaturgo, poeta y díscolo personaje se debe al profesor Joaquín de Entrambasaguas (1904-1995), uno de sus mayores estudiosos, aunque lo cierto es que lo puso fácil. “La ventaja es que Lope de Vega contó gran parte de su vida en sus obras. Casi todos lo hacen un poco, pero en su caso convirtió su vida en poesía. Basta con leer su obra porque es una biografía poetizada”, asegura Juan Francisco Peña. “Fue un poeta de calidad excepcional, pero sobre todo vivió por el teatro y para el teatro”.


El escritor que “movió los hilos de la cultura toledana”

Lope de Vega vivió en Madrid, Alcalá de Henares, Sevilla, Toledo, Valencia y Salamanca. Aunque Madrid fue el lugar donde nació y murió, la ciudad de Toledo fue siempre uno de sus referentes vitales donde, entre otras cosas, bautizó entre otros a Marcela, uno de los cinco hijos que tuvo con la actriz Micaela Luján, la ‘Lucinda’ en la obra de Lope.
Hasta la hoy capital de Castilla-La Mancha llegó tras un destierro forzoso, allá por 1590, a causa de las injurias vertidas contra el empresario teatral Jerónimo Velázquez y su familia, en particular contra su hija Elena Osorio de la que se había enamorado. Los padres de ella le habían vetado por otro pretendiente más adinerado.

“Toledo tenía entonces una actividad teatral muy potente porque los grandes nobles apoyaban a los dramaturgos. Fue cuando comenzó su trayectoria teatral con estancias en esta y en alguna otra ciudad, como Alba de Tormes, hasta asentarse en Madrid de forma definitiva en 1610”.

Lope de Vega vivió en el barrio toledano de San Justo, dirigió la llamada Academia poética del conde de Fuensalida (por cierto, parodiada por Cervantes con su ‘Academia de Argamasilla’ en El Quijote) y allí escribió algunas de sus más importantes obras. A él se debe La noche toledana o El Hamete de Toledo, entre otras muchas. “Él fue quien movió los hilos de la cultura toledana de la época”.


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En esta ciudad se representaron muchas de sus comedias, además de ser escenario - incluida la provincia- de algunas de sus obras teatrales más conocidas como Peribáñez y el Comendador de Ocaña. “Todas buscaban potenciar la ciudad, mientras proliferaban sus enfrentamientos no solo con Cervantes sino también con Góngora”.

Las autoridades toledanas encargaron a Lope preparar las ‘justas poéticas’ de la ciudad en 1605 con motivo del nacimiento del que sería el rey Felipe IV. “Las ganó con un éxito arrollador y con mucho dinero de por medio”.

Toledo se convirtió en referente poético y lo fue por una razón: “Por el carácter engreído de Lope que no pudo soportar que, en un libro publicado en Valladolid, Flores de poetas ilustres, solo hubiera ocho de sus poemas, frente a 37 de Góngora. No lo pudo soportar”.



Obras con santos ‘inventados’ para que Toledo recuperase la capitalidad del reino

No todas las obras de Lope de Vega han llegado hasta nuestros días. “La mayor parte de los escritos de la época eran manuscritos y corrían de mano en mano por las calles de Madrid o de Toledo. Muchos se han perdido”, comenta Peña Martín, doctor en Filología Hispánica, escritor e investigador teatral.

Una de esas obras que habla de Toledo y que no se conserva es ‘San Tirso’. Está dedicada a un santo ficticio. Hay referencias a ella por parte del propio Lope de Vega, en El peregrino en su patria (1604), aunque también la citan otros autores.

“Cuando Lope llega a la ciudad, pasa a formar parte de una corriente que pretende encumbrar a Toledo como la más importante de España. Era un momento de pelea por ver quién se quedaba con la capitalidad que acababa de ser trasladada a Valladolid. Al final lo lograría Madrid”.

Lope buscaba lograr que Toledo volviese a ser la Corte de España frente a Madrid o Valladolid y que siguiera siendo sede de la catedral primada, frente a otras ciudades que le disputaban este privilegio. Fue una de las “funciones” de Lope durante su estancia en la ciudad. Era algo habitual para ganar el favor del monarca de cada momento: las autoridades locales pagaban a los artistas para que la ciudad ganase prestigio. Algo similar ocurriría, por ejemplo, con El Greco.

“Hacerlo a través de figuras de santos era algo habitual. Y la obra cuenta cómo la excavación en una iglesia destapó restos de una ermita dedicada supuestamente a San Tirso. Era todo inventado, pero querían añadir un santo nuevo al santoral toledano”, explica el catedrático.


Toledo, ‘Corral de Comedias’ en las casas nobiliarias

La efervescencia teatral de Toledo en el siglo XVII también se caracterizó por lo habitual de las representaciones teatrales. Fue un gran ‘Corral de Comedias’, aunque de forma muy diferente a lo que ocurría en Madrid.

Las casas nobiliarias abrían sus puertas al teatro y a las lecturas poéticas. “Eran muy frecuentes. La actividad cultural era muy fuerte, precisamente para conseguir la notoriedad y lograr la capitalidad del reino”.

No importaba el carácter pendenciero y mujeriego de Lope, ni siquiera en el contexto de la ciudad arzobispal que había asentado el cardenal Cisneros, confesor de Isabel La Católica. Fue un ídolo en la época.


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Años después. en 1614, fue ordenado sacerdote por el cardenal toledano Sandoval y Rojas y eso, dice el catedrático, “a sabiendas de que su vida no fue precisamente ejemplar, pero es que lo vivía todo de forma apasionada, incluida la religiosidad, y le duraba lo que le duraba”.

Daba igual. Lope de Vega revolucionó la historia del teatro español para siempre. “La renovación y tras*formación del teatro en España se debe a él, aunque siempre saliese su vena defensora del sistema establecido, de la monarquía y sin apenas crítica social en sus obras”.


Cuando Lope de Vega y Cervantes se enfrentaron a través de Toledo
 
Última edición:
Hasta la hoy capital de Castilla-La Mancha llegó tras un destierro forzoso, allá por 1590, a causa de las injurias vertidas contra el empresario teatral Jerónimo Velázquez y su familia, en particular contra su hija Elena Osorio de la que se había enamorado. Los padres de ella le habían vetado por otro pretendiente más adinerado.

“Toledo tenía entonces una actividad teatral muy potente porque los grandes nobles apoyaban a los dramaturgos. Fue cuando comenzó su trayectoria teatral con estancias en esta y en alguna otra ciudad, como Alba de Tormes, hasta asentarse en Madrid de forma definitiva en 1610”.

Hay una elipsis muy significativa en esa historia. La condena a consecuencia de las injurias a Elena Osorio, no lo llevó directamente a Toledo, sino a Valencia, porque lo desterraron dos años del reino de Castilla y otros ocho de Madrid. Así que primero vivió en Valencia (aunque parte de ese tiempo estuvo enrolado en la Armada contra Inglaterra y afortunadamente regresó) y después, para cumplir el resto del destierro fuera de Madrid, en Toledo. Su estancia en Valencia, además, fue muy provechosa. Allí entró en contacto con la escena valenciana (conoció a Guillén de Castro, por ejemplo) y afinó significativamente su fórmula teatral.

Tenían arte hasta para insultarse como Góngora y Quevedo: en verso y encima en sonetos, que precisamente no narran, sino reflexionan.

No sé yo. Lope tenía gracia en la ironía y la parodia (su heterónimo Tomé de Burguillos es delicioso), pero en el insulto y la injuria no era tan brillante. Este es un soneto de Lope injuriando a Cervantes:

Yo que no sé de los, de li ni le-
ni sé si eres, Cervantes, co ni cu-;
solo digo que es Lope Apolo y tú
frisón de su carroza y puerco en pie.

Para que no escribieses, orden fue
del Cielo que mancases en Corfú;
hablaste, buey, pero dijiste mu.
¡Oh, mala quijotada que te dé!

¡Honra a Lope, potrilla, o guay de ti!,
que es sol, y si se enoja, lloverá;
y ese tu Don Quijote baladí

de ojo ciego en ojo ciego por el mundo va
vendiendo especias y azafrán romí
y, al fin, en muladares parará.

Muy regulero y, además, en rimas agudas. Sólo se salva el arranque del segundo cuarteto. Ni punto de comparación con las injurias en soneto de Quevedo a Góngora (Yo te untaré mis obras con tocino) o las de Góngora al propio Lope (Por mi vida Lopillo que me borres). O la décima, llena de ingenio y mala leche, que le dedicó este último también a Lope cuando se enteró de que, siendo sacerdote, andaba amancebado con Marta de Nevares:

Dicho me han por una carta
que es tu cómica persona
entre los manteles mona,
y entre las sábanas, marta.
Agudeza tiene harta
lo que me advierten después:
que tu nombre del revés,
siendo Lope de la haz,
en haz del mundo y en paz,
pelo de esta marta es.
 
Hay una elipsis muy significativa en esa historia. La condena a consecuencia de las injurias a Elena Osorio, no lo llevó directamente a Toledo, sino a Valencia, porque lo desterraron dos años del reino de Castilla y otros ocho de Madrid. Así que primero vivió en Valencia (aunque parte de ese tiempo estuvo enrolado en la Armada contra Inglaterra y afortunadamente regresó) y después, para cumplir el resto del destierro fuera de Madrid, en Toledo. Su estancia en Valencia, además, fue muy provechosa. Allí entró en contacto con la escena valenciana (conoció a Guillén de Castro, por ejemplo) y afinó significativamente su fórmula teatral.



No sé yo. Lope tenía gracia en la ironía y la parodia (su heterónimo Tomé de Burguillos es delicioso), pero en el insulto y la injuria no era tan brillante. Este es un soneto de Lope injuriando a Cervantes:

Yo que no sé de los, de li ni le-
ni sé si eres, Cervantes, co ni cu-;
solo digo que es Lope Apolo y tú
frisón de su carroza y puerco en pie.

Para que no escribieses, orden fue
del Cielo que mancases en Corfú;
hablaste, buey, pero dijiste mu.
¡Oh, mala quijotada que te dé!

¡Honra a Lope, potrilla, o guay de ti!,
que es sol, y si se enoja, lloverá;
y ese tu Don Quijote baladí

de ojo ciego en ojo ciego por el mundo va
vendiendo especias y azafrán romí
y, al fin, en muladares parará.

Muy regulero y, además, en rimas agudas. Sólo se salva el arranque del segundo cuarteto. Ni punto de comparación con las injurias en soneto de Quevedo a Góngora (Yo te untaré mis obras con tocino) o las de Góngora al propio Lope (Por mi vida Lopillo que me borres). O la décima, llena de ingenio y mala leche, que le dedicó este último también a Lope cuando se enteró de que, siendo sacerdote, andaba amancebado con Marta de Nevares:

Dicho me han por una carta
que es tu cómica persona
entre los manteles mona,
y entre las sábanas, marta.
Agudeza tiene harta
lo que me advierten después:
que tu nombre del revés,
siendo Lope de la haz,
en haz del mundo y en paz,
pelo de esta marta es.

Comparto su opinión , y Cervantes no era su mayor fuente de inspiración que digamos. No obstante, Violante si que lo era y en ese soneto demuestra una gran maestría y con un ademán bastante vacilón.

Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.


Hay otro soneto anterior en esa misma línea de creación de Baltasar del Alcázar que tampoco está nada mal y se asemeja bastante al de Lope:

Yo acuerdo revelaros un secreto
en un soneto, Inés, bella enemiga;
mas, por buen orden que yo en éste siga,
no podrá ser en el primer cuarteto.

Venidos al segundo, yo os prometo
que no se ha de pasar sin que os lo diga;
mas estoy hecho, Inés, una hormiga:
que van fuera ocho versos del soneto.

Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado:
que teniendo el soneto ya en la boca
y el orden de decillo ya estudiado,

conté los versos todos y he hallado
que, por la cuenta que a un soneto toca,
ya este soneto, Inés, es acabado.


Por otra parte , ¿Es Giacomo da Lentini el verdadero creador del soneto como se suele comentar?
 
Comparto su opinión , y Cervantes no era su mayor fuente de inspiración que digamos. No obstante, Violante si que lo era y en ese soneto demuestra una gran maestría y con un ademán bastante vacilón.

Un soneto me manda hacer Violante, [...]

Ya he dicho que Lope tenía buen humor. Escribió la mejor parodia del Petrarquismo. Por ejemplo, este es un soneto de sus primeras Rimas donde desarrolla el tópico del locus amoenus, muy querido por Petrarca: un lugar idealizado que se describe porque en él sucedió algún pasaje importante de la historia amorosa:

Estos los sauces son y ésta la fuente,
los montes éstos y ésta la ribera
done vi de mi sol la vez primera
los bellos ojos, la serena frente.

Éste es el río humilde y la corriente,
y ésta la cuarta y verde primavera
que esmalta alegre el campo y reverbera
en el dorado Toro el sol ardiente.

Árboles, ya mudó su fe constante,
Mas, ¡oh gran desvarío!, que este llano,
entonces monte le dejé sin duda.

Luego no será justo que me espante,
que mude parecer el pecho humano,
pasando el tiempo que los montes muda.

Delicioso porque no para en describir el paisaje o declarar la causa por la que es importante, sino por la reflexión de los tercetos. El remate es bellísimo. Pero el Lope anciano tras*mutado en Tomé de Burguillos, toma el tópico y es capaz de reírse de él:

Caen de un monte a un valle entre pizarras
guarnecidas de frágiles helechos,
a su margen carámbanos deshechos,
que cercan olmos y silvestres parras.

Nadan en su cristal ninfas bizarras,
compitiendo con él cándidos pechos,
dulces naves de amor, en más estrechos
que las que salen de españolas barras.

Tiene este monte por vasallo a un prado,
que para tantas flores le importuna
sangre las venas de su pecho helado;

y en este monte y líquida laguna,
para decir verdad como hombre honrado,
jamás me sucedió cosa ninguna.

Ciertamente para resultar gracioso hay que haber leído antes. Pero un buen lector se pasa los once primeros versos preguntándose la causa de por la que Burguillos está describiendo el lugar. Y, cuando lee el último terceto, no puede sentir más cosa que saberse burlado por el poeta.

Por otra parte , ¿Es Giacomo da Lentini el verdadero creador del soneto como se suele comentar?

Del Notario es el primero del que se conserva un soneto. Quizás sea el primero o quizás no. Lo que desde luego es cierto es que el soneto es una invención de la literatura siciliana, reproducida y perfeccionada por los toscanos. Ahora bien, ¿sabías que el inventor de la octava real es Boccaccio? Escribió su poema de ocho cantos El Filóstrato en octavas.
 
Ya he dicho que Lope tenía buen humor. Escribió la mejor parodia del Petrarquismo. Por ejemplo, este es un soneto de sus primeras Rimas donde desarrolla el tópico del locus amoenus, muy querido por Petrarca: un lugar idealizado que se describe porque en él sucedió algún pasaje importante de la historia amorosa:

Estos los sauces son y ésta la fuente,
los montes éstos y ésta la ribera
done vi de mi sol la vez primera
los bellos ojos, la serena frente.

Éste es el río humilde y la corriente,
y ésta la cuarta y verde primavera
que esmalta alegre el campo y reverbera
en el dorado Toro el sol ardiente.

Árboles, ya mudó su fe constante,
Mas, ¡oh gran desvarío!, que este llano,
entonces monte le dejé sin duda.

Luego no será justo que me espante,
que mude parecer el pecho humano,
pasando el tiempo que los montes muda.

Delicioso porque no para en describir el paisaje o declarar la causa por la que es importante, sino por la reflexión de los tercetos. El remate es bellísimo. Pero el Lope anciano tras*mutado en Tomé de Burguillos, toma el tópico y es capaz de reírse de él:

Caen de un monte a un valle entre pizarras
guarnecidas de frágiles helechos,
a su margen carámbanos deshechos,
que cercan olmos y silvestres parras.

Nadan en su cristal ninfas bizarras,
compitiendo con él cándidos pechos,
dulces naves de amor, en más estrechos
que las que salen de españolas barras.

Tiene este monte por vasallo a un prado,
que para tantas flores le importuna
sangre las venas de su pecho helado;

y en este monte y líquida laguna,
para decir verdad como hombre honrado,
jamás me sucedió cosa ninguna.

Ciertamente para resultar gracioso hay que haber leído antes. Pero un buen lector se pasa los once primeros versos preguntándose la causa de por la que Burguillos está describiendo el lugar. Y, cuando lee el último terceto, no puede sentir más cosa que saberse burlado por el poeta.



Del Notario es el primero del que se conserva un soneto. Quizás sea el primero o quizás no. Lo que desde luego es cierto es que el soneto es una invención de la literatura siciliana, reproducida y perfeccionada por los toscanos. Ahora bien, ¿sabías que el inventor de la octava real es Boccaccio? Escribió su poema de ocho cantos El Filóstrato en octavas.

Esta también le va a gustar



Y la de Baltasar Alcázar;

Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón,
la bella Inés, el jamón,
y las berenjenas con queso.
 
Última edición:
En un divertido capítulo de El Ministerio del Tiempo llegaban a las manos.


Escena malísima, sobreactuada, completamente irreal, pasto de clichés vacíos… vamos, como la serie entera, sarama propagandística normativizadora de las ideologías del Régimen.

Y no será porque el tema del tiempo no pueda dar de sí, porque sería maravilloso si hubiesen puesto a una feminista radical viajando al pasado y dándose cuenta de que antes se respetaba más a las mujeres, o al sucedáneo ese de Alatriste descubriendo en el futuro que está todo invertido y que es preciso restaurar el Vetus Ordo.

Anda que no se podrían explorar conflictos donde se proponga un espíritu crítico cuestionando las narrativas oficiales, pero es mucho mejor y más fácil lobotomizar al público con propaganda sistémica
 
Lo mismo pasaba con Quevedo y Góngora

Lo de Quevedo y Góngora fue todavía más personal, llegando Quevedo a comprar la casa donde vivía Góngora solo por el placer de expulsarlo de allí. Además , Quevedo a parte de escritor , era un bribón pendenciero de los de pelearse en tabernas , lo que le costó no pocos encontronazo con las autoridades.
 
Lo de Quevedo y Góngora fue todavía más personal, llegando Quevedo a comprar la casa donde vivía Góngora solo por el placer de expulsarlo de allí. Además , Quevedo a parte de escritor , era un bribón pendenciero de los de pelearse en tabernas , lo que le costó no pocos encontronazo con las autoridades.
Cainismo barroco.
 
Lo de Quevedo y Góngora fue todavía más personal, llegando Quevedo a comprar la casa donde vivía Góngora solo por el placer de expulsarlo de allí. Además , Quevedo a parte de escritor , era un bribón pendenciero de los de pelearse en tabernas , lo que le costó no pocos encontronazo con las autoridades.

Góngora, pese a su legión de imitadores e inmensa fama (Felipe III lo llegó a nombrar capellán real), murió arruinado. Ignoro si, como maledecía Quevedo, por gustarle en exceso el juego:

Yace aquí el capellán del rey de bastos;
en Córdoba nació, murió en Barajas,
y en Pinto le dieron sepultura,

Así le escribió a modo de soneto-epitafio para cuando muriera. Antes de abandonar Madrid, devorado por las deudas, vivía de alquiler en la casa de la esquina de la calle Quevedo con Lope de Vega. Quevedo, efectivamente, compró la casa, lo echó y no contento con eso entró al día siguiente quemado libros con versos de Garcilaso para expurgarla de los vapores pestilentes de la poesía de Góngora. Él mismo lo cuenta:

Y págalo Quevedo
porque compró la casa en que vivías,
molde de hacer arpías;
y me ha certificado el pobre cojo
que de tu habitación quedó de modo
la casa y barrio todo,
hediendo a Polifemos estantíos,
coturnos tenebrosos y sombríos,
y con tufo tan vil de Soledades,
que para perfumarla
y desengongorarla
de vapores tan crasos,
quemó como pastillas Garcilasos:
pues era con tu vaho el aposento
sombra del sol y tósigo del viento.

Quevedo era un bicho y un grandísimo me gusta la fruta, ciertamente; pero tenía el buen gusto de estimar a Lope, y no envidiarlo en absoluto. Fue el responsable de aprobar su último libro de rimas (las de Burguillos) y más que censura con ellas, practicó la alabanza:

Por mandado de los señores del Supremo Consejo de Castilla he visto este libro cuyo título es Rimas del Licenciado Tomé de Burguillos, escrito con donaires, sumamente entretenido sin culpar la gracia en malicia ni mancharla con el ardor de estomago de palabras viles, hazaña de que hasta agora no he visto que puedan blasonar otras sales sino estas. El estilo es no solo decente, sino raro, en que la lengua castellana presume vitorias de la latina, bien parecido al que solamente ha florecido sin espinas en los escritos de Frey Lope Félix de Vega Carpio, cuyo nombre ha sido universalmente proverbio de todo lo bueno, prerrogativa que no ha concedido la fama a otro nombre. Son burlas que de tal suerte saben ser doctas y provechosas que enseñan con el entretenimiento y entretienen con la enseñanza, y tales que he podido lograr la alabanza en ellas, no ejercitar la censura. No hay palabra que disuene a la verdad católica ni palabra que no se en-camine a alentar las buenas costumbres, méritos que granjean la licencia que se pide para que la imprenta la reparta. Así me parece. En Madrid, a 27 de agosto de 1634.
 
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