Maese Jean-Paul Marat
Madmaxista
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En 1998, Serena y Venus querían jugar en el circuito masculino… hasta que el alemán Karsten Braasch, 203 del ranking y adicto a la nicotina, les dio una lección.
El fumador compulsivo que humilló a las hermanas Williams
Braasch, un zurdo de 1.80 m. de estatura que hoy tiene 49 años, tuvo un techo muy bajo. Su mejor ranking individual fue el nº 38, en junio de 1994, y en Grand Slam jamás pasó de tercera ronda, así que se refugió en el doble para acumular palmarés (6 títulos) y dinero.
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El fumador compulsivo que humilló a las hermanas Williams
En 1998, Serena y Venus querían jugar en el circuito masculino… hasta que el alemán Karsten Braasch, 203 del ranking y adicto a la nicotina, les dio una lección
Karsten Braasch, en una imagen de 1994, durante el cénit de su carrera, disputando un partido del torneo de Key Biscayne
Karsten Braasch, en una imagen de 1994, durante el cénit de su carrera, disputando un partido del torneo de Key Biscayne (Simon Bruty / Getty)
David Llorens
DAVID LLORENS
redacción
Actualizado a 05-05-2017 07:00
‘Die Katze’ (el Gato), como le llamaban en su Alemania natal, no pasó a la historia del tenis precisamente por sus prestaciones deportivas. Dificilmente puede ser recordado alguien cuyo mejor resultado es llegar a una final –y perderla– en 14 años de carrera. Sin embargo, Karsten Braasch consiguió dos cosas que ni siquiera Roger Federer ha logrado: obligar a la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) a crear una prohibición específica y humillar a las orgullosas hermanas Williams.
Normalmente los jugadores aprovechan los descansos entre juegos para relajarse e ingerir líquidos. Algunos incluso leen, como hacía Jim Courier o en ocasiones Conchita Martínez. Pero Braasch rompía la barrera de lo tolerable. Fumador empedernido –su gran vicio junto a las cartas y el billar–, se ventilaba sin ningún pudor media cajetilla en un partido largo ante el pasmo general. La ATP acabó prohibiendo fumar a los jugadores aunque el único que lo hacía en competición era este alemán de aire intelectual.
Braasch, un zurdo de 1.80 m. de estatura que hoy tiene 49 años, tuvo un techo muy bajo. Su mejor ranking individual fue el nº 38, en junio de 1994, y en Grand Slam jamás pasó de tercera ronda, así que se refugió en el doble para acumular palmarés (6 títulos) y dinero.
La historia de su duelo con las Williams no tiene desperdicio. A principios de 1998, el colosal ego de las hermanas estadounidenses las llevó a solicitar el ingreso en el circuito masculino, considerando que el WTA Tour era un corsé a sus cualidades competitivas. Rechazadas, insistieron en demostrar que estaban capacitadas para derrotar a los hombres. Durante el Open de Australia vieron entrenar al español ‘Pato’ Clavet y creyeron que era una víctima propicia para sus planes. Sin embargo, alguien más sensato que ellas las convenció de que el madrileño era demasiado bueno y buscaron un oponente con peor ranking e historial.
Lo hallaron en Braasch, entonces con 30 años, 203º de la clasificación y jugando la que sería su última temporada en ‘singles’ –a partir de 1999 sólo disputó dobles– tras una lesión crónica de espalda en 1996 que acabó definitivamente con su poco fructífera carrera en solitario. En principio sólo Serena, la menor, iba a ser su rival. Karsten encontró el reto divertido y sólo puso una condición: que el partido fuera al aire libre porque en una pista cubierta no le dejarían fumar.
“Cualquier jugador del ‘top-500’, hasta uno de 15 años, ganaría a las Williams fácilmente porque yo saqué como si fuera el 600 del ranking”, dijo entonces Braasch, que en todo aquel año sólo ganó tres partidos profesionales.
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El fumador compulsivo que humilló a las hermanas Williams
Braasch, un zurdo de 1.80 m. de estatura que hoy tiene 49 años, tuvo un techo muy bajo. Su mejor ranking individual fue el nº 38, en junio de 1994, y en Grand Slam jamás pasó de tercera ronda, así que se refugió en el doble para acumular palmarés (6 títulos) y dinero.
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El fumador compulsivo que humilló a las hermanas Williams
En 1998, Serena y Venus querían jugar en el circuito masculino… hasta que el alemán Karsten Braasch, 203 del ranking y adicto a la nicotina, les dio una lección
Karsten Braasch, en una imagen de 1994, durante el cénit de su carrera, disputando un partido del torneo de Key Biscayne
Karsten Braasch, en una imagen de 1994, durante el cénit de su carrera, disputando un partido del torneo de Key Biscayne (Simon Bruty / Getty)
David Llorens
DAVID LLORENS
redacción
Actualizado a 05-05-2017 07:00
‘Die Katze’ (el Gato), como le llamaban en su Alemania natal, no pasó a la historia del tenis precisamente por sus prestaciones deportivas. Dificilmente puede ser recordado alguien cuyo mejor resultado es llegar a una final –y perderla– en 14 años de carrera. Sin embargo, Karsten Braasch consiguió dos cosas que ni siquiera Roger Federer ha logrado: obligar a la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) a crear una prohibición específica y humillar a las orgullosas hermanas Williams.
Normalmente los jugadores aprovechan los descansos entre juegos para relajarse e ingerir líquidos. Algunos incluso leen, como hacía Jim Courier o en ocasiones Conchita Martínez. Pero Braasch rompía la barrera de lo tolerable. Fumador empedernido –su gran vicio junto a las cartas y el billar–, se ventilaba sin ningún pudor media cajetilla en un partido largo ante el pasmo general. La ATP acabó prohibiendo fumar a los jugadores aunque el único que lo hacía en competición era este alemán de aire intelectual.
Braasch, un zurdo de 1.80 m. de estatura que hoy tiene 49 años, tuvo un techo muy bajo. Su mejor ranking individual fue el nº 38, en junio de 1994, y en Grand Slam jamás pasó de tercera ronda, así que se refugió en el doble para acumular palmarés (6 títulos) y dinero.
La historia de su duelo con las Williams no tiene desperdicio. A principios de 1998, el colosal ego de las hermanas estadounidenses las llevó a solicitar el ingreso en el circuito masculino, considerando que el WTA Tour era un corsé a sus cualidades competitivas. Rechazadas, insistieron en demostrar que estaban capacitadas para derrotar a los hombres. Durante el Open de Australia vieron entrenar al español ‘Pato’ Clavet y creyeron que era una víctima propicia para sus planes. Sin embargo, alguien más sensato que ellas las convenció de que el madrileño era demasiado bueno y buscaron un oponente con peor ranking e historial.
Lo hallaron en Braasch, entonces con 30 años, 203º de la clasificación y jugando la que sería su última temporada en ‘singles’ –a partir de 1999 sólo disputó dobles– tras una lesión crónica de espalda en 1996 que acabó definitivamente con su poco fructífera carrera en solitario. En principio sólo Serena, la menor, iba a ser su rival. Karsten encontró el reto divertido y sólo puso una condición: que el partido fuera al aire libre porque en una pista cubierta no le dejarían fumar.
“Cualquier jugador del ‘top-500’, hasta uno de 15 años, ganaría a las Williams fácilmente porque yo saqué como si fuera el 600 del ranking”, dijo entonces Braasch, que en todo aquel año sólo ganó tres partidos profesionales.
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