M. Priede
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Carlos Esteban en La Gaceta:
Crecen los rumores de un golpe de Estado contra Trump
Lo deduje hará unos diez años, pero lo vi hace más de treinta: la anglomanía no es una afición, es un vicio del hispanistaní cosmopaleto, que no cosmopolita. Añádase que si además el españolete era gays, la anglomanía alcanzaba cotas esperpénticas, dado que siempre, indefectiblemente, regresaba a España creyéndose Óscar Wilde; por desgracia, sin su genio. Ojalá.
Conocí a tres, y los tres troquelados por el mismo ademán: tufosillos, desdeñosos, chismosos y de una vanidad tan amariconada que daban la impresión de tirarse los pedos con melodía, no en vano entre las numerosas definiciones que el prodigio verbal de Quevedo dio al pedo figuraba la de "ruiseñor de los puñeteros", a diferencia del esperpento español, por ejemplo Cela, que presumía de aspirar por el ojo ciego una palanga llena de agua; y no sé si la palangana también, que todo es posible tratándose del coprófilo Cela.
Al contrario que los pedos ingleses (digamos que de Eton, de Cambridge, 'cámbridcos'), los pedos de Cela serían, también según Quevedo, "la voz del ojo ciego". Hay diferencia, ya digo. Me explico: en los años 80, en Madrid, conocí a una chica que veinte años antes, siendo muy niña, se iba a jugar a casa de una tía de Cela, ya que la familia de su amiguita al parecer tenía parentesco con ellos. Cuando Cela las avistaba salía por el pasillo de casa corriendo detrás de ellas y con los brazos abiertos; una vez las tenía arrinconadas, empezaban a gritar "¡No, por favor! ¡No! ¡No!". Entonces Cela se ponía de espaldas a las niñas y les tiraba una retahíla de tremebundos pedos mientras gritaban como posesas cerrando los ojos y tapándose los oídos.
Hemos cambiado los pedos de Cela por los pedos de los anglómanos, en eso consiste nuestro europeísmo, en realidad 'europedismo', puesto que cambiamos nuestra soberanía por ser los pedos de Europa, o como nos dicen ellos, los PIGS, cosa que nuestros mongoliberales celebran con fruición.
Cuando se nos echó encima la crisis de 2008, los nórdicos nos acusaban de vivir del dinero alemán y pasarnos el día de siesta, lo mismo hicieron los gringos, que se burlaban de nuestra insolvencia y nos abroncaban por no esforzarnos en pagar más tributos, caso de Obama en su visita a España. (En el viaje anterior de Rajoy a EEUU, Obama lo despachó regalándole unas chocolatinas; en el viaje de vuelta se dedicó a visitar sus bases en lo que se supone es nuestro país).
Nos obligaron a cambiar la Constitución anteponiendo el pago de la Deuda Odiosa, innecesaria, fruto de la ambición y corrupción de nuestra clase política, a cualquier gasto público. Vamos cumpliendo, y ahora sus perioputas inventan encuestas en la que los europeos nos valoran muy positivamente, dado que pagamos más de 300 millones diarios por amortización más intereses. Nuestros papanatas anglómanos también lo celebran, "qué buenos son los hermanos teutones, que buenos son que nos llevan de excursión".
Papanatas del día: Niuyor, o mejor dicho Uásinton, toma el relevo de Londres; no sé qué será peor.
Carlos Esteban:
Padeció la que posiblemente haya sido la guerra civil más cruenta de la historia, con genocidios incluidos; acto seguido inicia la campaña de exterminio de indígenas. Desde entonces a hoy lleva cuatro presidentes asesinados, pero nada de eso indica, según los anglómanos, que la lucha por el poder en EEUU no haya sido democrática. Francia lleva cinco repúblicas en dos siglos. Alemania dos guerras mundiales en siglo y medio, prácticamente estuvo en guerra hasta 1945 y desde que se formó como Estado-nación, pero esa inestabilidad política y la violencia consiguiente no cuentan para Carlos Esteban.
"Por las bravas", dice. A Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy los mató de risa Chiquito de la Calzada. Por no hablar de otros golpes, ¿o es que acaso no fue un golpe de Estado el que llevó a cabo el FBI contra Nixon? Días atrás todavía vi un artículo en nuestra prensa alabando a uno de los dos periodistas (mitos ambos de la idiocia del gremio periodístico) que desveló el Watergate, cuando ya todo el mundo sabe que no hubo investigación ninguna, sino que el 'garganta profunda' fue un alto cargo del FBI que filtró esa información para cargarse al presidente, como aquí no fue mérito de Pedro Jota acabar con Felipe González sino del CNI, que fue quien filtró la información.
Los hombres no es que se parezcan mucho a las mujeres, sino a las juguetonas, a las pilinguis más enviciadas: les encanta el poder, la fuerza, el éxito. Si matando presidentes el país prospera, que maten los que sea preciso, ya luego acomodaré mi discurso para hacerle con gusto la felación al vencedor. Incluso no importa si el país se hunde si a cambio a mí me va bien.
Uy, qué miedo, que nos dan el pasaporte a Donald. Qué va a ser de nosotros, la derecha identitaria. Y todo eso mientras gringos y judíos colaboran en la secesión de Cataluña.
España lleva dos siglos saturada de petulantes; no cabe uno más. Cada vez que un nuevo petulante entra en la bolsa, estalla una costura. Y hasta el día en que todo reviente no habrá reinicio, que me temo será trágico, si es que algún día se produce.
Ca, "torres más altas han caído", que decía en Libertad Digital Federico Valls, Patatas de tortilla; La verdad nos hará liebres, y no ha pasado nada.
Pero vamos a ver, ¿no se cargaron a Nixon por una minucia como la de espiar a la oposición, cuando eso ha sido la norma en EEUU y en cualquier país?
¿Podría explicarnos Carlos Esteban o La Gaceta en qué ha cambiado la política del Imperio con respecto a España desde la llegada de Trump? Lo del periodismo español es tan ridículo como lo del criado preocupado por las intrigas familiares de sus amos. Cualquier cosa menos hablar de qué es España en el mundo y quién mece la cuna del separatismo. Eso es cosa de paletos, lo importante son las maquinaciones en Washington. Es lo mismo que aquellos que no entienden el informe meteorológico en un mapa con isobaras pero hablan del Big Bang como si les fuera en ello la vida.
Crecen los rumores de un golpe de Estado contra Trump
Crecen los rumores de un golpe de Estado contra Trump
Lo deduje hará unos diez años, pero lo vi hace más de treinta: la anglomanía no es una afición, es un vicio del hispanistaní cosmopaleto, que no cosmopolita. Añádase que si además el españolete era gays, la anglomanía alcanzaba cotas esperpénticas, dado que siempre, indefectiblemente, regresaba a España creyéndose Óscar Wilde; por desgracia, sin su genio. Ojalá.
Conocí a tres, y los tres troquelados por el mismo ademán: tufosillos, desdeñosos, chismosos y de una vanidad tan amariconada que daban la impresión de tirarse los pedos con melodía, no en vano entre las numerosas definiciones que el prodigio verbal de Quevedo dio al pedo figuraba la de "ruiseñor de los puñeteros", a diferencia del esperpento español, por ejemplo Cela, que presumía de aspirar por el ojo ciego una palanga llena de agua; y no sé si la palangana también, que todo es posible tratándose del coprófilo Cela.
Al contrario que los pedos ingleses (digamos que de Eton, de Cambridge, 'cámbridcos'), los pedos de Cela serían, también según Quevedo, "la voz del ojo ciego". Hay diferencia, ya digo. Me explico: en los años 80, en Madrid, conocí a una chica que veinte años antes, siendo muy niña, se iba a jugar a casa de una tía de Cela, ya que la familia de su amiguita al parecer tenía parentesco con ellos. Cuando Cela las avistaba salía por el pasillo de casa corriendo detrás de ellas y con los brazos abiertos; una vez las tenía arrinconadas, empezaban a gritar "¡No, por favor! ¡No! ¡No!". Entonces Cela se ponía de espaldas a las niñas y les tiraba una retahíla de tremebundos pedos mientras gritaban como posesas cerrando los ojos y tapándose los oídos.
Hemos cambiado los pedos de Cela por los pedos de los anglómanos, en eso consiste nuestro europeísmo, en realidad 'europedismo', puesto que cambiamos nuestra soberanía por ser los pedos de Europa, o como nos dicen ellos, los PIGS, cosa que nuestros mongoliberales celebran con fruición.
Cuando se nos echó encima la crisis de 2008, los nórdicos nos acusaban de vivir del dinero alemán y pasarnos el día de siesta, lo mismo hicieron los gringos, que se burlaban de nuestra insolvencia y nos abroncaban por no esforzarnos en pagar más tributos, caso de Obama en su visita a España. (En el viaje anterior de Rajoy a EEUU, Obama lo despachó regalándole unas chocolatinas; en el viaje de vuelta se dedicó a visitar sus bases en lo que se supone es nuestro país).
Nos obligaron a cambiar la Constitución anteponiendo el pago de la Deuda Odiosa, innecesaria, fruto de la ambición y corrupción de nuestra clase política, a cualquier gasto público. Vamos cumpliendo, y ahora sus perioputas inventan encuestas en la que los europeos nos valoran muy positivamente, dado que pagamos más de 300 millones diarios por amortización más intereses. Nuestros papanatas anglómanos también lo celebran, "qué buenos son los hermanos teutones, que buenos son que nos llevan de excursión".
Papanatas del día: Niuyor, o mejor dicho Uásinton, toma el relevo de Londres; no sé qué será peor.
Carlos Esteban:
América, que presume de tener de todo, nunca ha tenido en sus dos siglos y pico de historia algo que no ha faltado en la mayoría de los demás países: un golpe de Estado.
Padeció la que posiblemente haya sido la guerra civil más cruenta de la historia, con genocidios incluidos; acto seguido inicia la campaña de exterminio de indígenas. Desde entonces a hoy lleva cuatro presidentes asesinados, pero nada de eso indica, según los anglómanos, que la lucha por el poder en EEUU no haya sido democrática. Francia lleva cinco repúblicas en dos siglos. Alemania dos guerras mundiales en siglo y medio, prácticamente estuvo en guerra hasta 1945 y desde que se formó como Estado-nación, pero esa inestabilidad política y la violencia consiguiente no cuentan para Carlos Esteban.
Hasta la expresión suena ridícula aplicándola a Estados Unidos. Y, sin embargo, los rumores de un golpe de mano para deshacerse del presidente por las bravas son cada vez más insistentes.
"Por las bravas", dice. A Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy los mató de risa Chiquito de la Calzada. Por no hablar de otros golpes, ¿o es que acaso no fue un golpe de Estado el que llevó a cabo el FBI contra Nixon? Días atrás todavía vi un artículo en nuestra prensa alabando a uno de los dos periodistas (mitos ambos de la idiocia del gremio periodístico) que desveló el Watergate, cuando ya todo el mundo sabe que no hubo investigación ninguna, sino que el 'garganta profunda' fue un alto cargo del FBI que filtró esa información para cargarse al presidente, como aquí no fue mérito de Pedro Jota acabar con Felipe González sino del CNI, que fue quien filtró la información.
Los hombres no es que se parezcan mucho a las mujeres, sino a las juguetonas, a las pilinguis más enviciadas: les encanta el poder, la fuerza, el éxito. Si matando presidentes el país prospera, que maten los que sea preciso, ya luego acomodaré mi discurso para hacerle con gusto la felación al vencedor. Incluso no importa si el país se hunde si a cambio a mí me va bien.
Uy, qué miedo, que nos dan el pasaporte a Donald. Qué va a ser de nosotros, la derecha identitaria. Y todo eso mientras gringos y judíos colaboran en la secesión de Cataluña.
España lleva dos siglos saturada de petulantes; no cabe uno más. Cada vez que un nuevo petulante entra en la bolsa, estalla una costura. Y hasta el día en que todo reviente no habrá reinicio, que me temo será trágico, si es que algún día se produce.
Que el establishment político y mediático lleva desde el día uno tratando de echar a Trump de la Casa Blanca no es algo que hayan llevado precisamente con exquisita discreción. Prensa y televisión moldean sus noticias para que todas tras*mitan un mismo mensaje: Donald Trump no es un presidente legítimo. La búsqueda de alguna base sobre la que se pueda montar una destitución parlamentaria (‘impeachment‘) ha sido frenética, pero fútil.
Recordarán ustedes al Fiscal Especial Robert Mueller, encargado de investigar las posibles conexiones del entonces candidato Trump con agentes rusos para manipular las elecciones. En seis meses no se ha hallado ni la sombra de un atisbo, y sí numerosos indicios en contrario.
Pero eso era antes: se diría que Mueller no está especialmente interesado en lo que supuestamente debe investigar, y está ampliando el caso bastante más allá. De entrada, ha organizado un gran jurado y preparado citaciones para los familiares y colaboradores de campaña de Trump. Y el gran jurado se elegirá entre los ciudadanos de una ciudad, Washington, en la que Hillary barrió con un 91% y Trump apenas llegó al 4%.
El propio New York Times comenta que los republicanos están ya calentando motores para las elecciones de 2020 y en sus esbozos de preparativos de campaña la premisa es que no hay Donald Trump candidato, algo absolutamente insólito. Además, si hay que creer una reciente encuesta de la Universidad Quinnipiac, el presidente solo contaría con el apoyo de uno de cada tres votantes.
Sin la hostilidad unánime e incesante de los ‘medios de prestigio’ eso no tendría que suponer el menor problema para completar el mandato, como hizo Hollande con el respaldo de solo uno de cada diez franceses. Pero no es el caso, y podría facilitar el golpe de mano.
Se habla ya del asunto abiertamente, con horror en un bando y con impaciencia en el otro. David Stockman, miembro clave de la Administración Reagan, ha hecho pública su opinión de que Donald Trump estará fuera de la Casa Blanca “mucho antes de agosto de 2018”, y en alguna ocasión ha aventurado la fecha de su salida: el próximo mes de febrero.
Rush Limaugh, el mítico gurú conservador de las ondas, no ha sido menos claro:
“Estamos en medio, y esencialmente lo hemos estado desde la noche electoral y todos los días siguientes, de un golpe silencioso”.
“Ha habido un esfuerzo silencioso, en el sentido de que nadie ha verbalizado ese deseo. Nadie dice que esto va a ocurrir. Pero hay en marcha un golpe liderado por los medios con cómplices en el Partido Demócrata y una serie de actores internacionales para rechazar el resultado de las elecciones, minar la presidencia de Donald Trump y, si se cumple la lista de deseos, deshacerse de él”.
“Es con eso con lo que hemos estado viviendo. Ese ha sido el único objetivo de los negocios de medios desde el día de las elecciones. Y en este periodo de tiempo…, el pueblo americano ha tenido que soportar un asalto diario de insinuaciones, suposiciones, acusaciones y alegaciones sin una sola prueba en apoyo de los cargos que se han vertido”.
Desde la mitología trumpista, la cosa podría resumirse en que Trump le planto batalla a la ‘ciénaga’ y la ciénaga venció.
Pero si los antitrumpistas sueñan con que basta quitar a Trump (y, de paso, al vicepresidente Mike Pence, como advirtió la diputada demócrata Maxine Waters) para que todo vuelva a ser como antes, no podría engañarse más.
Muchos americanos, partidarios o no de Trump, verán confirmada la visión del 45 presidente en el sentido de que la política del país es un teatrillo controlado por un puñado de agentes, a espaldas del pueblo. Todo lo que ha dicho hasta ahora de la ‘ciénaga’ de Washington, del ‘establishment’, del ‘Estado profundo’, se hará súbitamente verosímil a los ojos de millones.
No importa cómo lo disfracen, millones se darán cuentan de que su voto es directamente ilegítimo y sus opiniones, inadmisibles. La confianza en el sistema que ha gobernado el país durante más de dos siglos caerá por los suelos, hiriendo de fin al régimen.
Recordarán ustedes al Fiscal Especial Robert Mueller, encargado de investigar las posibles conexiones del entonces candidato Trump con agentes rusos para manipular las elecciones. En seis meses no se ha hallado ni la sombra de un atisbo, y sí numerosos indicios en contrario.
Pero eso era antes: se diría que Mueller no está especialmente interesado en lo que supuestamente debe investigar, y está ampliando el caso bastante más allá. De entrada, ha organizado un gran jurado y preparado citaciones para los familiares y colaboradores de campaña de Trump. Y el gran jurado se elegirá entre los ciudadanos de una ciudad, Washington, en la que Hillary barrió con un 91% y Trump apenas llegó al 4%.
El propio New York Times comenta que los republicanos están ya calentando motores para las elecciones de 2020 y en sus esbozos de preparativos de campaña la premisa es que no hay Donald Trump candidato, algo absolutamente insólito. Además, si hay que creer una reciente encuesta de la Universidad Quinnipiac, el presidente solo contaría con el apoyo de uno de cada tres votantes.
Sin la hostilidad unánime e incesante de los ‘medios de prestigio’ eso no tendría que suponer el menor problema para completar el mandato, como hizo Hollande con el respaldo de solo uno de cada diez franceses. Pero no es el caso, y podría facilitar el golpe de mano.
Se habla ya del asunto abiertamente, con horror en un bando y con impaciencia en el otro. David Stockman, miembro clave de la Administración Reagan, ha hecho pública su opinión de que Donald Trump estará fuera de la Casa Blanca “mucho antes de agosto de 2018”, y en alguna ocasión ha aventurado la fecha de su salida: el próximo mes de febrero.
Rush Limaugh, el mítico gurú conservador de las ondas, no ha sido menos claro:
“Estamos en medio, y esencialmente lo hemos estado desde la noche electoral y todos los días siguientes, de un golpe silencioso”.
“Ha habido un esfuerzo silencioso, en el sentido de que nadie ha verbalizado ese deseo. Nadie dice que esto va a ocurrir. Pero hay en marcha un golpe liderado por los medios con cómplices en el Partido Demócrata y una serie de actores internacionales para rechazar el resultado de las elecciones, minar la presidencia de Donald Trump y, si se cumple la lista de deseos, deshacerse de él”.
“Es con eso con lo que hemos estado viviendo. Ese ha sido el único objetivo de los negocios de medios desde el día de las elecciones. Y en este periodo de tiempo…, el pueblo americano ha tenido que soportar un asalto diario de insinuaciones, suposiciones, acusaciones y alegaciones sin una sola prueba en apoyo de los cargos que se han vertido”.
Desde la mitología trumpista, la cosa podría resumirse en que Trump le planto batalla a la ‘ciénaga’ y la ciénaga venció.
Pero si los antitrumpistas sueñan con que basta quitar a Trump (y, de paso, al vicepresidente Mike Pence, como advirtió la diputada demócrata Maxine Waters) para que todo vuelva a ser como antes, no podría engañarse más.
Muchos americanos, partidarios o no de Trump, verán confirmada la visión del 45 presidente en el sentido de que la política del país es un teatrillo controlado por un puñado de agentes, a espaldas del pueblo. Todo lo que ha dicho hasta ahora de la ‘ciénaga’ de Washington, del ‘establishment’, del ‘Estado profundo’, se hará súbitamente verosímil a los ojos de millones.
No importa cómo lo disfracen, millones se darán cuentan de que su voto es directamente ilegítimo y sus opiniones, inadmisibles. La confianza en el sistema que ha gobernado el país durante más de dos siglos caerá por los suelos, hiriendo de fin al régimen.
Ca, "torres más altas han caído", que decía en Libertad Digital Federico Valls, Patatas de tortilla; La verdad nos hará liebres, y no ha pasado nada.
Por lo demás, ningún presidente elegido después de Trump, si este es descabalgado antes de terminar su mandato, podrá contar con el mínimo de circunspección y respeto que tradicionalmente incluso la oposición más feroz concedía al cargo. Si se puede trampear el sistema una vez, ¿por qué no dos, o tres… o cien?
Pero vamos a ver, ¿no se cargaron a Nixon por una minucia como la de espiar a la oposición, cuando eso ha sido la norma en EEUU y en cualquier país?
La tribalización de la política americana, que ha convertido a meros rivales acordes en las reglas comunes en enemigos implacables decididos al exterminio del otro no hará más que multiplicarse, y los días de alternancia pacífica podrían haber llegado a su fin.
De las consecuencias para el mundo, acostumbrado a la gestión americana de los asuntos comunes, merecería otro artículo, si no varios, pero es fácil adiviniar que no serían positivas.
De las consecuencias para el mundo, acostumbrado a la gestión americana de los asuntos comunes, merecería otro artículo, si no varios, pero es fácil adiviniar que no serían positivas.
¿Podría explicarnos Carlos Esteban o La Gaceta en qué ha cambiado la política del Imperio con respecto a España desde la llegada de Trump? Lo del periodismo español es tan ridículo como lo del criado preocupado por las intrigas familiares de sus amos. Cualquier cosa menos hablar de qué es España en el mundo y quién mece la cuna del separatismo. Eso es cosa de paletos, lo importante son las maquinaciones en Washington. Es lo mismo que aquellos que no entienden el informe meteorológico en un mapa con isobaras pero hablan del Big Bang como si les fuera en ello la vida.
Crecen los rumores de un golpe de Estado contra Trump
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