Cosas de Ken: La verdad sobre los panaderos del "no"

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La verdad de los panaderos del "no" de Pedro Sánchez | EL MUNDO

La verdad de los panaderos del 'no' de Pedro Sánchez
  • Sánchez afirmó que fueron dos panaderos los que le reafirmaron en el "no es no"
  • Sólo debatió con uno y él dice que le recomendó la abstención

Aquel jueves de primeros de agosto, en el horno de piedra, entre harina, levadura, sal y masa progenitora, con gorro rojo y delantal blanco, trabajaban los dos panaderos, Jesús y Felipe.

-Yo creo que Pedro Sánchez anda por ahí, por la frutería -dijo Jesús.

-No será él... Tendrá que ir con guardaespaldas -replicó Felipe.

-Pues no me he dado cuenta...

Los dos sacaron la cabeza por el mostrador lleno de barras alargadas, tornillos de pan payés, hogazas y bollos, y sí: el hombre de 1,90 metros, pantalón oscuro y camisa azul cielo, con un par de frutas en la mano, sonrisa y la sombra de los escoltas, era el secretario general del PSOE.

-¿Nos hacemos una foto con él?

-¡Vamos!

Esa mañana, en la panadería de un hipermercado Carrefour en Pozuelo de Alarcón, Madrid, a menos de 10 minutos en coche de su casa, es donde Pedro Sánchez, según ha contado, apuntaló en verano su decisión de mantener el no a Mariano Rajoy que tan caro le está costando.

La anécdota la ha publicado la periodista de EL MUNDO Lucía Méndez en estos días de guerra fratricida en el PSOE. Según le confesó el propio Sánchez, y frente a quienes le acusan de no escuchar a nadie y enrocarse en su postura, tras las elecciones del 26 de junio el socialista sopesó seriamente la posibilidad de que su grupo parlamentario se abstuviera en la investidura de Rajoy, y para decidirse habló con dirigentes, militantes y simpatizantes de toda España que le tras*mitieron la opinión generalizada de que el partido no debía facilitar el Gobierno popular. El socialista lo ilustró con este episodio en concreto: un día, en la panadería de estos grandes almacenes, dos dependientes que se declararon votantes del PSOE debatieron con él sobre el tema. Uno de ellos se dijo partidario de la abstención y el otro, del no. Pero, al final de la charla, el segundo acabó convenciendo al primero. Se impuso el «no es no» que la militancia, según Sánchez, apoya sin fisuras.

Crónica ha localizado a ambos panaderos, y se ha encontrado con una sorpresa. Una versión distinta. La desvela Jesús, el más veterano de los dos, oficial de primera, afiliado a UGT, con las manos en harina desde los 14 años y socialista desde la primera vez que votó. «Pedro no tuvo ningún problema en hacerse la foto», recuerda. «También se hizo fotos con otras compañeras; estuvo un rato. La verdad es que fue muy agradable», explica el panadero. «Después de la foto es cuando me puse a hablar con él. Las críticas las admitió bien, ¿eh? Las admitió bien el hombre».

"Deberíamos abstenernos"

Retomando: a eso de las 10 y media de la mañana, cerca ya de la hora del descanso, Pedro Sánchez se desprende de su bolsa con frutas y accede a posar sonriente con Jesús y Felipe, gorro de panaderos, uniforme de panaderos, zapatos blancos de goma, Jesús con delantal. El líder socialista, que les saca un par de cabezas, los abraza por la espalda, casi paternal. Tras el clic, Jesús, que como lo de ser panadero es socialista «desde niño», le retiene:

-Pedro...

-Dime.

-Pedro, yo pienso que deberíamos abstenernos y dejar gobernar al PP.

-Aunque nosotros nos abstuviéramos, que no estoy por la labor, no iban a poder gobernar -respondió Sánchez-. No podemos abstenernos, es muy complicado.

-Yo no veo otra salida, porque a los socialistas las terceras elecciones nos llevarían a un fracaso absoluto. Nos llevarían («se lo dije así, literalmente», advierte el panadero, prudente) a la cosa. :XX:

-¿Tú crees?

-Estoy seguro.

-Hombre, yo creo que no.

-Bueno, pues tú mismo...

Mientras tanto, según el relato de Jesús, su compañero Felipe, experto en bollería, escuchaba la conversación, sin intervenir ni mucho menos definirse; sin defender el «no es no». «Nadie convenció a nadie», resume el panadero. «Yo sí me quedé sorprendido de que él [Pedro Sánchez] estuviera tan convencido de que unas terceras elecciones no serían algo tan malo... Aun así, encajó bien mis dudas. Pero no siguió mi consejo», sonríe.

La promesa rota

Otra conversación que Pedro Sánchez mantuvo este verano hizo estallar este miércoles la batalla en el PSOE. El ex presidente Felipe González afirmó sentirse «engañado» porque el socialista le había dicho que el partido se abstendría en la segunda votación de Rajoy. Fue el 29 de junio, según reveló González en la radio: «Realmente me siento engañado porque me dijo que iba a hacer una cosa y luego fue otra». Unos días después, a los panaderos Sánchez no les mintió: les dijo, subraya Jesús, que no pensaba abstenerse. Que no podía. Era primeros de agosto y ya parecía tenerlo «muy claro».

Las declaraciones de González han precipitado esta semana el insólito golpe de mano de los críticos capitaneados por la presidenta andaluza, Susana Díaz: el mismo miércoles por la tarde llevaron a la sede del PSOE en Ferraz la firma de 17 miembros de la Ejecutiva socialista para forzar la dimisión del líder, bajo el argumento de que Sánchez había secuestrado al partido y de que, pese a encadenar derrotas electorales, la última en el País Vasco y Galicia, pretendía blindarse con el voto de la militancia en unas primarias que, acosado por los críticos, anunció para el 23 octubre.

Los panaderos son socialistas; eso sí es cierto. Aunque Jesús matiza: socialista «desencantado». «Yo soy socialdemócrata», proclama. En Herencia, el pueblo donde nació (8.800 habitantes, a 79 kilómetros de Ciudad Real), iba a reuniones del PSOE. Cuando se trasladó a Madrid, hace tres décadas, menos. «Pero siempre les he votado». En las últimas elecciones, sin embargo, el panadero experto en pan payés se inclinó por Izquierda Unida; es decir, Unidos Podemos. Y eso que Pablo Iglesias no le gusta nada: «Lo veo muy dictador. Han intentado destruir al PSOE. Bueno, ahora con la ayuda del PSOE, como se está viendo...». Sonrisa amarga. «Lo que pasa es que a partir de Rubalcaba no ha habido un liderazgo que ilusione ni una oposición buena ni unas políticas adecuadas», dice el panadero, que reivindica «las políticas para las clases medias-bajas».

Ahí se encuadra él. Jesús empezó trabajando de adolescente en el obrador de unos amigos de la familia, en el pueblo; después hizo la mili y pasó a una fábrica de pan en Madrid. Hoy amasa con ayuda de una máquina y hornea más de 150 barras y hogazas de pan al día en la multinacional francesa de alimentación: con pasas y nueces, hogaza gallega...

Después de Felipe González y de lo que los sanchistas llaman «golpe de Estado» a la cúpula del PSOE, habló la más esperada, Susana Díaz. El jueves por la tarde, en una escenificación de poder, aclamada por los suyos, la baronesa andaluza se ofreció a «coser» el partido. Y dijo otra cosa: «Tenemos que entender que el PSOE no es sólo patrimonio de sus militantes». También de sus «millones de votantes». Como estos panaderos.

"No soy de derechas"

Jesús tiene hermanos afiliados al PSOE. Todos lo mamaron en la casa donde nacieron. Sus padres, campesinos que cultivaban vides y cereal, fueron del partido «de toda la vida». La progenitora aún vive: 93 años y sigue votando al Partido Socialista Obrero Español. «Lo contrario sería traicionar su identidad». Hace 16 años se afilió al sindicato UGT. Y, como a Díaz (que tampoco le convence «nada», puntualiza), a este panadero le ha molestado que quienes defienden la abstención ante el PP sean señalados como socialistas de derechas. Él, que suspiró por un gobierno de izquierdas cuando Sánchez acarició la posibilidad de la mano de Ciudadanos, aunque le habría gustado que el socio preferente hubiera sido Podemos.

«Pedir la abstención no es de derechas, todo lo contrario. ¡Si con cada elección el PP va a ganar más votos! Una negativa por cabezonería, porque he dicho que no y no, es llevarnos a ningún sitio».

Y sigue: «Hay que pensar en el país antes que en el partido. Hay que dejarles gobernar de forma condicionada y después hacer una buena oposición». ¿Sus condiciones? Dos: que el candidato no sea Mariano Rajoy y que ningún miembro del Gobierno esté involucrado en casos de corrupción. «A lo mejor es difícil, a ver si lo consiguen», añade con sorna.

Aquella mañana de agosto, Sánchez se marchó con un par de barras de pan y un consejo que no llevó a la práctica. Hoy, desde estas líneas, y como «simple ciudadano» que quiere volver a votar al PSOE, el panadero le da otro: «Debería dimitir y que haya primarias, más adelante. Así no podemos». ¿Le hará caso ahora?




La otra vez que el PSOE se partió en dos


JAVIER REDONDO

Una de las virtudes del PSOE fue hacer su tras*ición dentro de la tras*ición. Acometió el relevo generacional y la renovación programática, se articuló en el interior después de casi cuatro décadas de guerra y exilio y redujo al PCE a un papel secundario. El PSOE se convirtió en uno de los actores sobre los que pivotó el proceso de cambio de régimen. Para ello tuvieron que imponerse los de dentro sobre los exiliados, que carecían de ascendencia sobre las agrupaciones locales y conocimiento de la realidad social española. Las federaciones sabían que los trabajadores y estudiantes simpatizaban con los comunistas y que el PSOE del exilio no conseguiría rejuvenecer al partido. Los socialistas del interior tenían esta certeza desde los años 60, pero no se puso de manifiesto hasta el XI Congreso en el exilio, celebrado en Toulouse en 1970. Las federaciones de Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Cataluña, Alicante, Santander y Asturias y la agrupación de Sevilla propusieron que "el órgano de decisión política del partido esté en el interior del país". Iniciaba así su refundación. El enlace entre el sector de los históricos y los jóvenes recién licenciados comandados finalmente por Felipe González fue Alfonso Fernández Torres, quien ya había comenzado la tarea de erosión del liderazgo de Rodolfo Llopis. Los nuevos valores tenían claro que la batalla que pensaban plantear no podía desembocar en la fractura del partido. Nicolás Redondo y Enrique Múgica pronto sucumbieron al encanto del sevillano. Del Congreso de 1970, González salió con el cargo de secretario de Propaganda. Llopis interpretó que su suerte estaba echada. Por eso intentó retrasar sin éxito el Congreso de 1972. Ese año, Alfonso Guerra publicó anónimamente un artículo en el que distinguía entre teoría y praxis. Era la puntilla al aparato en el exilio. Llopis montó en cólera. Se sentía débil. Renunció a retirarse, pero la creación de una Ejecutiva colegiada representaba el final de su resistencia. Aquel XII Congreso en el exilio aprobó una nueva posición política: "La necesidad de implantar en España un régimen democrático libre de toda hipoteca". Llopis perdió el pulso. El partido se dividió -en dos ejecutivas sin secretario general- sin llegar a romperse. Suresnes fue el escenario de la batalla final: en abril de 1974, la revista Andalucía Socialista editorializó sobre lo que tenía que ocurrir en el Congreso de octubre, último en el exilio: superar el debate orgánico y situarlo en el programático; modernizar el partido y dejar en manos de sus dirigentes en el interior la tarea de construir una alternativa política viable. González y los suyos eran conscientes de que era prioritario traer la dirección a España, pero si no lo conseguían, al menos debían imponerse en la contienda ideológica. Suresnes fue el triunfo sin paliativos de los jóvenes sevillanos y vascos. Nicolás Redondo reconoció que no había plan, que todo salió a pedir de boca, a pesar de las elevadas dosis de "improvisación". Redondo rechazó la Secretaría General. Descartados por diversas razones -como explica Santos Juliá en Los socialistas en la política española- Múgica, Pablo Castellano y cualquier otro madrileño, emergió la figura del agazapado Felipe González. Sólo había que convencer a Redondo de su idoneidad. El profesor Juliá sostiene que Suresnes fue más una refundación que una renovación. Había roto con el exilio. Era un nuevo PSOE. El grupo de sevillanos se unía y luego sustituiría al histórico triángulo de poder socialista: Asturias, País Vasco y Madrid. Algunos años más tarde, en 1987, aquel joven sevillano elegido secretario general en Suresnes se enfrentó a uno de sus mentores, Nicolás Redondo, quien le acusó de diluir el socialismo en las aguas del poder.
 
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