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Será en Octubre
Deisy Fernández, maestra: «Escribir 20 veces una letra no aporta nada, aprender tiene que ser divertido»
LORETO SILVOSOA CORUÑA / LA VOZ
A CORUÑA CIUDAD
EDUARDO PEREZ
Esta coruñesa relata el esfuerzo de siete años que le supuso conseguir su plaza de maestra
27 nov 2022. Actualizado a las 05:00 h.
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Imagínate tener tres años y que tu nueva profesora se llama Deisy, va vestida con un mandilón de colores y su principal objetivo en la vida es que te diviertas aprendiendo. En el Día del Maestro, que se conmemora hoy, esta suerte de Mary Poppins coruñesa comparte con La Voz cuánto «esfuerzo, constancia y sacrificio» le ha supuesto conseguir su plaza provisional en el CEIP Laverde Ruiz, de Outeiro de Rei, donde trabaja ahora. Tras siete años opositando y dos años como sustituta, ha hecho al fin realidad su sueño y está feliz.
—¿Cómo fue ese camino?
—He pasado un proceso de muchos años de sacrificio. Han sido unos años duros, pero ahora estoy muy contenta.
—¿Cuándo empezó a opositar?
—Hace siete años. Después de la carrera, decidí involucrarme en este pequeño gran proyecto de ponerme a estudiar; pero me llevó mucho tiempo.
—¿Más del que pensaba?
—Es un proceso selectivo muy complicado y quizá un poco injusto. Estudié durante siete años, me presenté seis veces a los exámenes y entré a trabajar a continuación.
—Como sustituta ahí, ¿no?
—Sí, entré en listas después de aprobar muchas veces con muy buena nota. A partir de ahí el sacrificio se duplicó porque, cuando empiezas a trabajar, el tiempo de estudio disminuye.
—¿Pensó en tirar la toalla?
—Sí. Empecé a preguntarme si lo acabaría consiguiendo algún día.
—Su gran vocación, en el aire.
—Nunca se me ha pasado por la cabeza otra cosa que ser maestra.
—Así que el proceso se complica.
—Es una realidad que hoy la lista de interinos es infinita y se hace eterno. Fue complicado, sí.
—¿Qué le parece injusto?
—Es muy importante la formación, pero también lo es la experiencia. Si no tienes esos puntos, todo es más complicado. Yo lo viví. Estudiaba mucho, sacaba muy buenas notas, pero luego había personas que ya tenían sus puntos de experiencia y te quedabas atrás. El proceso selectivo me parece injusto por eso y porque tiene que haber un factor suerte muy importante, ya que el examen no es el mismo para toda Galicia.
—¿Qué consejo daría a los futuros opositores?
—Que estudien mucho, se formen bien y que se empapen de experiencias innovadoras para lograr que su examen sea diferente.
—¿Cómo lo hizo usted?
—Inicié, por ejemplo, una cuenta educativa en Instagram («Supermaestrasrd»). Subo todo lo que hago en el aula para que las familias estén inmersas en el proceso educativo. Y voy aprendiendo también de los demás.
—¿Qué tipo de maestra le gustaría llegar a ser?
—Soy defensora del aprendizaje a través del juego, que los niños se diviertan en el aula.
—¿Cómo se logra eso?
—Con experiencias vivenciales, sensoriales y nada de fichas. Manipulando, observando... Tenemos que dejar atrás las fichas. Tener al niño sentado dos horas escribiendo el número uno o la letra A no aporta aprendizajes para el alumnado de hoy en día.
—¿Por qué no le gustan las fichas?
—Es como retroceder en el tiempo.
—Pero el número uno hay que aprenderlo sí o sí.
—Ya, pero el uno se lo puedes enseñar a escribir en la arena o con bandejas sensoriales.
—Eso es para usted educar.
—Ese es el cambio que hay que darle a la educación. Escribir veinte veces una letra no aporta nada. Aprender tiene que ser divertido. Los niños tienen que ir al cole para divertirse y aprender divirtiéndose a la vez.
Con la lección aprendida: A Deisy Fernández (Suiza, 1992) se le hicieron eternos los siete años que pasó estudiando hasta conseguir su plaza de maestra en el CEIP Laverde Ruiz, de Outeiro de Rei (Lugo). Está tan contenta que ni rechista por los 45 minutos diarios de trayecto que realiza hasta A Coruña.
«Estuve siete años esforzándome mucho y al final lo conseguí»
Aparte de los mandilones divertidos que le cose su progenitora Elvita (en su mercería de la avenida de Fisterra de A Coruña), Deisy Fernández tiene tanta predilección por los faros que lleva uno tatuado, junto a la palabra «maestra», en el brazo.
—¿Los faros le dieron suerte?
—Sí, defendí una programación basada en los faros. Siempre he dicho que un maestro es como un farero, porque guiamos con la luz a nuestros alumnos para que se conviertan en personas honestas y con valores. Los niños no van al cole solo para aprender números y letras, sino también para saber desenvolverse en la vida y ser buenas personas. A veces, eso se nos olvida.
—Opositora, sustituta y ahora funcionaria en prácticas. Un largo camino con final feliz en su caso.
—Sí, estuve siete años estudiando las oposiciones y me presenté en seis ocasiones a los exámenes, pero al final lo conseguí y estoy feliz.
—Si ahora tuviera que volver a empezar, ¿cambiaría algo?
—Me decían que por qué cambiaba cada año de preparador, pero creo que para mí fue una suerte. Se trata de empaparte de conocimientos de profesionales y ponerlos todos en común.
—¿El castigo es educativo?
—En la etapa de infantil castigar a un niño sin jugar o sin ir al patio me parece un sinsentido. Cuando son tan pequeñitos, no se trata de regañar, sino de hacer a los niños reflexionar o pensar sobre lo que ha ocurrido para que aprendan de sus propios errores.
—¿Ni conductismo ni disciplina positiva, entonces?
—Hacerles ver lo que está mal hecho. Del castigo no se aprende.
—¿Hasta qué punto tienen que involucrarse las familias?
—Si no hay coordinación familia-escuela, la educación hoy en día no es posible.
A CORUÑA CIUDAD
EDUARDO PEREZ
Esta coruñesa relata el esfuerzo de siete años que le supuso conseguir su plaza de maestra
27 nov 2022. Actualizado a las 05:00 h.
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Imagínate tener tres años y que tu nueva profesora se llama Deisy, va vestida con un mandilón de colores y su principal objetivo en la vida es que te diviertas aprendiendo. En el Día del Maestro, que se conmemora hoy, esta suerte de Mary Poppins coruñesa comparte con La Voz cuánto «esfuerzo, constancia y sacrificio» le ha supuesto conseguir su plaza provisional en el CEIP Laverde Ruiz, de Outeiro de Rei, donde trabaja ahora. Tras siete años opositando y dos años como sustituta, ha hecho al fin realidad su sueño y está feliz.
—¿Cómo fue ese camino?
—He pasado un proceso de muchos años de sacrificio. Han sido unos años duros, pero ahora estoy muy contenta.
—¿Cuándo empezó a opositar?
—Hace siete años. Después de la carrera, decidí involucrarme en este pequeño gran proyecto de ponerme a estudiar; pero me llevó mucho tiempo.
—¿Más del que pensaba?
—Es un proceso selectivo muy complicado y quizá un poco injusto. Estudié durante siete años, me presenté seis veces a los exámenes y entré a trabajar a continuación.
—Como sustituta ahí, ¿no?
—Sí, entré en listas después de aprobar muchas veces con muy buena nota. A partir de ahí el sacrificio se duplicó porque, cuando empiezas a trabajar, el tiempo de estudio disminuye.
—¿Pensó en tirar la toalla?
—Sí. Empecé a preguntarme si lo acabaría consiguiendo algún día.
—Su gran vocación, en el aire.
—Nunca se me ha pasado por la cabeza otra cosa que ser maestra.
—Así que el proceso se complica.
—Es una realidad que hoy la lista de interinos es infinita y se hace eterno. Fue complicado, sí.
—¿Qué le parece injusto?
—Es muy importante la formación, pero también lo es la experiencia. Si no tienes esos puntos, todo es más complicado. Yo lo viví. Estudiaba mucho, sacaba muy buenas notas, pero luego había personas que ya tenían sus puntos de experiencia y te quedabas atrás. El proceso selectivo me parece injusto por eso y porque tiene que haber un factor suerte muy importante, ya que el examen no es el mismo para toda Galicia.
—¿Qué consejo daría a los futuros opositores?
—Que estudien mucho, se formen bien y que se empapen de experiencias innovadoras para lograr que su examen sea diferente.
—¿Cómo lo hizo usted?
—Inicié, por ejemplo, una cuenta educativa en Instagram («Supermaestrasrd»). Subo todo lo que hago en el aula para que las familias estén inmersas en el proceso educativo. Y voy aprendiendo también de los demás.
—¿Qué tipo de maestra le gustaría llegar a ser?
—Soy defensora del aprendizaje a través del juego, que los niños se diviertan en el aula.
—¿Cómo se logra eso?
—Con experiencias vivenciales, sensoriales y nada de fichas. Manipulando, observando... Tenemos que dejar atrás las fichas. Tener al niño sentado dos horas escribiendo el número uno o la letra A no aporta aprendizajes para el alumnado de hoy en día.
—¿Por qué no le gustan las fichas?
—Es como retroceder en el tiempo.
—Pero el número uno hay que aprenderlo sí o sí.
—Ya, pero el uno se lo puedes enseñar a escribir en la arena o con bandejas sensoriales.
—Eso es para usted educar.
—Ese es el cambio que hay que darle a la educación. Escribir veinte veces una letra no aporta nada. Aprender tiene que ser divertido. Los niños tienen que ir al cole para divertirse y aprender divirtiéndose a la vez.
Con la lección aprendida: A Deisy Fernández (Suiza, 1992) se le hicieron eternos los siete años que pasó estudiando hasta conseguir su plaza de maestra en el CEIP Laverde Ruiz, de Outeiro de Rei (Lugo). Está tan contenta que ni rechista por los 45 minutos diarios de trayecto que realiza hasta A Coruña.
«Estuve siete años esforzándome mucho y al final lo conseguí»
Aparte de los mandilones divertidos que le cose su progenitora Elvita (en su mercería de la avenida de Fisterra de A Coruña), Deisy Fernández tiene tanta predilección por los faros que lleva uno tatuado, junto a la palabra «maestra», en el brazo.
—¿Los faros le dieron suerte?
—Sí, defendí una programación basada en los faros. Siempre he dicho que un maestro es como un farero, porque guiamos con la luz a nuestros alumnos para que se conviertan en personas honestas y con valores. Los niños no van al cole solo para aprender números y letras, sino también para saber desenvolverse en la vida y ser buenas personas. A veces, eso se nos olvida.
—Opositora, sustituta y ahora funcionaria en prácticas. Un largo camino con final feliz en su caso.
—Sí, estuve siete años estudiando las oposiciones y me presenté en seis ocasiones a los exámenes, pero al final lo conseguí y estoy feliz.
—Si ahora tuviera que volver a empezar, ¿cambiaría algo?
—Me decían que por qué cambiaba cada año de preparador, pero creo que para mí fue una suerte. Se trata de empaparte de conocimientos de profesionales y ponerlos todos en común.
—¿El castigo es educativo?
—En la etapa de infantil castigar a un niño sin jugar o sin ir al patio me parece un sinsentido. Cuando son tan pequeñitos, no se trata de regañar, sino de hacer a los niños reflexionar o pensar sobre lo que ha ocurrido para que aprendan de sus propios errores.
—¿Ni conductismo ni disciplina positiva, entonces?
—Hacerles ver lo que está mal hecho. Del castigo no se aprende.
—¿Hasta qué punto tienen que involucrarse las familias?
—Si no hay coordinación familia-escuela, la educación hoy en día no es posible.