Corsarios del siglo XX.

Bartleby

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Alemania creó una red de espionaje que apoyó a sus buques de guerra y a sus corsarios en las dos guerras mundiales sin que sus enemigos se enteraran

En el verano de 1940, un crucero auxiliar de la Marina de guerra alemana atravesó el océano Ártico desde las islas de Nueva Zembla, el archipiélago más septentrional de Europa, hasta el estrecho de Bering, frente a las costas de Alaska. El ‘Komet’ era un buque corsario que había zarpado el 3 de julio de Gotenhafen (hoy puerto polaco de Gydnia) y se había disfrazado de mercante ruso para no llamar la atención de los británicos. Equipado con seis cañones, diez lanzatorpedos y cuatrocientas minas submarinas, desplazaba 3.300 toneladas y tenía una tripulación de 270 marineros. Su misión era capturar o hundir barcos del Reino Unido y de sus aliados por todo el mundo, para lo cual cambiaba de disfraz. Fue una pesadilla para sus enemigos hasta 1941, cuando atracó en Cherburgo, en la Francia ocupada, después de 17 meses de navegación.
El ‘Komet’ surcó todos los océanos y pasó por el ecuador ocho veces. Pero su mayor proeza fue posiblemente la travesía del Ártico, el legendario paso del nordeste que había buscado el navegante holandés Barents en el siglo XVI. El primero en cruzarlo -más de 6.000 kilómetros junto a la costa de Siberia- había sido el finlandés Nordenskiol en 1878 a bordo del ‘Vega’. El capitán del ‘Komet’, Robert Eyssen, repitió esa hazaña en poco más de tres semanas. Le ayudaron tres rompehielos soviéticos que se relevaron para abrirle paso (Hitler aún no había roto su pacto con Stalin). Sin embargo, el último tramo -el más corto y también el más expuesto al hielo- lo tuvo que realizar en solitario y con unas cartas náuticas deficientes.
En aguas del Pacífico, el ‘Komet’ navegó al sur y se reunió en un atolón de las islas Carolinas con el corsario alemán ‘Orion’, a las órdenes del capitán Kurt Weyher; y con los buques de abastecimiento ‘Kulmerland’ y ‘Regensburg’. Los tres barcos llegaron al archipiélago bajo falso pabellón japonés. Las autoridades niponas se alarmaron y enviaron una patrullera, pero los extranjeros explicaron que se habían camuflado para eludir a los británicos. Más tarde, el ‘Regensburg’ zarpó al puerto japonés de Kobe, y el resto del grupo salió a la busca de presas.
El ‘Komet’ y el ‘Orion’ tras*portaban sendos hidroaviones en cubierta que, cuando el mar estaba en calma, salían en misión de reconocimiento. Para evitar que el barco avistado diera la alarma se abalanzaban sobre su antena de radio provistos de un gancho que inutilizaba el equipo. Pero al principio los corsarios obtuvieron resultados decepcionantes. La primera captura fue un triste rebaño de 260 ovejas que se apiñaban en el carguero ‘Holmwood’ cerca de las islas Chatham, al este de Nueva Zelanda. Los animales balaron aterrorizados cuando el ‘Komet’ les lanzó un cañonazo de advertencia. Doscientas cabezas acabaron en la bodega del buque alemán, y las restantes se fueron a pique con el ‘Holmwood’, que fue evacuado y recibió un torpedo letal.
El ‘Komet’ y el ‘Orion’ no fueron los únicos barcos del Reich que atacaron el tráfico marítimo durante la Segunda Guerra Mundial. Hubo siete más: ‘Atlantis’, ‘Widder’, ‘Thor’, ‘Pinguin’, ‘Kormoran’, ‘Michel’ y ‘Stier’. Entre 1940 y 1943 apresaron o hundieron 150 barcos cuyo tonelaje equivalía a la producción de los astilleros británicos de un año. Capturaron, inutilizaron o destruyeron combustible, materias primas y todo tipo de mercancías y alimentos destinados al Reino Unido y a sus aliados. Hicieron cientos de prisioneros, entre marinería y pasajeros. Minaron puertos y rutas marítimas en Australia y Nueva Zelanda. Su actividad cesó cuando Portugal cedió las bases de las Azores a Estados Unidos, y Alemania se concentró en la guerra submarina.
Los corsarios alemanes no surgieron de la noche a la mañana. Su origen se remonta a 1911, cuando Berlín creó el Servicio Secreto de Aprovisionamiento de la Marina de Guerra (Etappendienst) a las órdenes del oficial Wilhem Canaris. Era una red de espías que trabajaban en navieras y compañías petrolíferas. La formaban agentes alemanes, aunque a veces también se reclutaban extranjeros que simpatizaban Alemania. Recogían información sobre buques de guerra, petroleros y mercantes en todo el mundo. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, en 1914, el Etappendienst dirigió el abastecimiento secreto de la Marina desde puertos neutrales y dio apoyo logístico a corsarios y a submarinos. Gracias a sus servicios, la escuadra del almirante Graf Spee operó en el Pacífico.
La organización desapareció con la capitulación de Alemania en 1918. Pero los vencedores no conocieron su existencia ni antes ni después de la paz. Resucitó en 1927, cuando Canaris, que ya era contralmirante, recuperó a sus antiguos espías y encargó a oficiales navales que los instruyeran. Los demás países jamás detectaron tales movimientos, que fueron financiados discreta y generosamente por Berlín. De ese modo, Alemania dispuso en el extranjero -en Argentina, Brasil, España y Japón, principalmente- de una flota secreta de apoyo de enorme eficacia. Durante la Segunda Guerra Mundial, barcos aparentemente neutrales se desviaban de la ruta oficial y avituallaban a los corsarios en los confines del océano. Los aliados sólo se enteraron cuando Hitler fue derrotado, al revisar la documentación de la Marina.
A finales de noviembre de 1940, el ‘Komet’, el ‘Orion’ y el ‘Kulmerland’ merodeaban por el Pacífico, en Micronesia. La captura de las ovejas cerca de las islas Chatham había sido poca cosa, aunque después habían caído un barco de pasajeros, un carguero que se fue a pique con 14.000 toneladas de mantequilla y carne congelada y, por último, un vapor. Pero ahora los alemanes tenían planes ambiciosos. Se habían propuesto desembarcar en la isla de Nauru y destruir sus instalaciones. Antes realizaron un reconocimiento de la costa y dieron el primer golpe. Una noche, el ‘Orion’ y el ‘Kulmerland’ atacaron dos cargueros británicos de la empresa local de fosfatos cuando zarparon del puerto; y el ‘Komet’ se lanzó sobre un vapor de la misma empresa.
Sin embargo, los prisioneros se convirtieron en un problema. Había que acomodar a 675 oficiales, marineros y pasajeros en los barcos alemanes. Los 163 que podían combatir fueron embarcados en el ‘Kulmerland’ con instrucciones de dejarlos más adelante en el puerto de Kobe. Desde Japón, otro barco los llevaría a Burdeos. Mientras tanto, el ‘Orión’ y el ‘Komet’ se repartieron a 341 europeos y 171 asiáticos, entre los cuales había medio centenar de mujeres y unos cuantos niños.
Hubo más contratiempos. El asalto a Nauru se tuvo que aplazar a causa de un huracán. La flota alemana se desvió a Emirau, una isla de Papúa Nueva Guinea donde vivían dos familias inglesas y veinte grupos indígenas. La comunidad, que no tenía estación de radio, quedó estupefacta al contemplar las banderas del Reich, pero aceptó a los prisioneros de buen grado. Los alemanes entregaron víveres, tiendas de campaña y un bote de vela para que algunos navegaran a la isla vecina de Kavieng y pidieran ayuda.
No obstante, el desembarco en Emirau dividió a los capitanes del ‘Orion’ y el ‘Komet’. El primero no estaba de acuerdo en liberar a unos capitanes británicos con el resto de prisioneros, pero el segundo insistió. Fue un grave error de Robert Eyssen, pues en un desliz había dejado entrever a los británicos que conocía los códigos de comunicación de los mercantes aliados. Cuando los oficiales enemigos quedaron en libertad, les faltó tiempo para informar a sus superiores, y la alerta se extendió por el Pacífico.
Sin embargo, los dos corsarios y el ‘Kulmerland’ ya se habían separado. El ‘Komet’ regresó a Nauru, y en la madrugada del 27 de diciembre de encendió un potente proyector luminoso frente al puerto para enviar un mensaje. Si nadie usaba la radio, sólo dispararía contra el muelle, sus edificios y los barcos amarrados. Prudentemente, nadie contestó ni dio la alarma. El ‘Komet’ cañoneó el objetivo durante noventa minutos e inutilizó los almacenes y los depósitos de carbón. Durante una temporada, los fosfatos que producía Nauru, con los que se fabricaban fertilizantes, no llegaron a los agricultores de Australia y Nueva Zelanda.
El capitán Eyssenh cambió rápidamente de escenario y se dirigió al mar de Ross, en la Antártida, al sur de Nueva Zelanda. Pretendía hostigar a los balleneros de los países aliados, pero sólo se cruzó con pesqueros japoneses. Sin nada que hacer, el ‘Komet’ viró al oeste, hacia las islas Kerguelen (Desolación), un enclave del Índico situado a 5.000 kilómetros al sureste de Ciudad del Cabo y a 2.000 de la Antártida. Berlín lo había citado allí con un barco de apoyo que entregó 1.400 proyectiles. La reunión coincidió con la llegada corsario ‘Pinguin’, que había apresado un ballenero noruego y lo utilizaba como barco auxiliar. Los marineros del ‘Komet’ agradecieron la parada, aunque el lugar elegido fuera inhóspito. Cazaron conejos y realizaron excursiones mientras hacían acopio de agua potable y víveres, algunos cogidos en una estación ballenera abandonada.
En marzo de 1941, el ‘Komet’ volvió a patrullar el Pacífico, pero la fortuna no lo acompañó. Su capitán no aguantó más tiempo con las manos vacías y puso proa a las islas Galápagos, al otro extremo del océano, frente a 900 kilómetros de las costas de Ecuador. Entre el 14 y el 19 de agosto atacó tres barcos -una violación de la zona panamericana de neutralidad- y se replegó enseguida a su anterior teatro de operaciones, entre Nueva Zelanda y las islas Pitcairn, donde a finales del XVIII se escondieron los amotinados de la ‘Bounty’. Al ‘Komet’ lo acompañó en esta ocasión una presa de las Galápagos, el ‘Kota Nopan’, que tenía un valioso cargamento de caucho, estaño y manganeso.
Ese mismo año, los dos barcos recibieron órdenes de regresar a Europa por rutas alejadas del radio de acción de los aviones de reconocimiento. El ‘Komet’ se hizo pasar por un carguero portugués con base en el puerto de Lisboa. Tras rebasar el cabo de Hornos, se reunió con dos submarinos de escolta en el Golfo de Vizcaya y atracó en Cherburgo el 26 de noviembre de 1941. Poco después llegó al puerto alemán de Cuxhaven. El ‘Kota Nopan’ había atracado antes a Burdeos, también camuflado.
El capitán del ‘Komet’ recibió la Cruz de Caballero y sus hombres, la Cruz de Hierro. Sin embargo, el corsario ya no hizo más capturas. En 1942, provisto de radar y cañones nuevos, zarpó con un nuevo capitán, Ullrich Brocksien, para una nueva campaña contra el tráfico aliado. Su aventura fue abortada frente a las costas francesas. Un torpedo de una lancha británica alcanzó al ‘Komet’ en la santabárbara cuando intentaba llegar a Cherburgo. Nadie sobrevivió.

Corsarios del siglo XX. El Correo
 
Sobre el Atlantis se hizo una gran película, Bajo diez banderas.
 
Que no, hombre. Que los preparativos de camuflaje del barco corsario para que pareciera de un país u otro parecían de coña. :D

Por ejemplo, cuando se hacían pasar por un barco japonés (país neutral hasta diciembre de 1941) los aguerridos hombres de la Kriegsmarine se vestián de geishas con moño y todo para pasear por cubierta.

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Luego estaba el tema de la convivencia de los hacinados prisioneros de la bodega, sobre todo si una de las náufragas es una buenorra como Mylene Demongeot:

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