Vicent74_borrado
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Las esposas vienen de Rumania
- EL MUNDO | Suplemento de Nueva economia 380 - Las esposas vienen de Rumania
Antes eran las cubanas. Ahora son las rumanas las que están de moda. Más de 600 españoles se casan al año con mujeres que conocen en viajes de placer a Rumanía, donde las agencias matrimoniales son un negocio boyante. Desvelamos la alianza más secreta
FRANCISCO LOPEZ SEIVANE. Bucarest
LA NOCHE RUMANA. Los locales de ambiente latino están haciendo furor en ciudades como Bucarest, donde los fines de semana se convierten en lugares de contacto entre los turistas españoles y las jóvenes rumanas.
El vuelo de la compañía Tarom de Madrid a Bucarest va abarrotado.Cinco veces por semana, decenas de hombres se agolpan frente a los mostradores de facturación de esta compañía en el aeropuerto de Barajas. La demanda es tan alta que muchos tienen el billete reservado desde 15 días antes.
La mayoría de los pasajeros son cazadores, aunque de piezas bien distintas. A los de siempre, que se dirigen en grupo a abatir jabalíes en las boscosas regiones de los Cárpatos, se les distingue por sus prendas verdosas y su autocomplacencia. Los otros, mayoría, son seres solitarios, taciturnos y otoñales. Van replegados sobre sí mismos, embebidos en sus ensoñaciones, intercambiando miradas huidizas y recelosas. El trofeo que esperan cobrar tiene nombre y apellidos de mujer, curvas de veinteañera y el espíritu abnegado y cariñoso que echaron de menos en sus relaciones con españolas.Hablando claro: lo que estos hombres van a buscar a Rumanía es una esposa, novia o amante para combatir su endémica soledad.«En el Consulado tramitamos unos 600 matrimonios al año de españoles con chicas rumanas. Y es un fenómemo que va en aumento», pronostica a CRONICA Nicu Stan, cónsul de Rumanía en España, que recuerda las llamadas de jóvenes agricultores del campo onubense que telefoneaban al consulado para arreglar los papeles y poder casarse con las bellas campesinas que llegaron de Rumanía en 2002 para recoger la fresa.
Sólo el año pasado, el número de españoles que visitaron este país aumentó un 27%. Y este incremento no es por el turismo o los negocios, cuyo volumen no creció más allá de un 5%. ¿A qué se debe entonces esta repentina atracción que los españoles sienten por las rumanas?
Nadie lo sabe a ciencia cierta, aunque no faltan teorías: «Para empezar, son mujeres muy atractivas, cultas y educadas, acostumbradas a una vida dura que las hace madurar tempranamente. Además, tienen unas ansias increíbles de vivir y escapar de su mísera situación.La mayoría está dispuesta a entregar su juventud y lealtad a cualquier hombre bien situado, a cambio de una vida mejor en España. Esto puede ser aplicable a las mujeres del Este, en general, pero el caso de las rumanas es especial, por su carácter latino y la facilidad con la que aprenden nuestro idioma», dice Luis Rueda, un economista madrileño de 46 años, que lleva tiempo buscando pareja a través de Internet.
Rueda representa a la perfección el prototipo de hombre de mediana edad, separado, establecido y desengañado de muchas cosas, que viaja a Rumanía con la esperanza de encontrar a la mujer de sus sueños. «Y, mientras llega, algún liguecillo tampoco viene mal», añade, sonriendo maliciosamente.
AMOR BARATO
La mayoría de los españoles del avión no se alojará en hoteles, sino en elegantes apartamentos privados, mucho más baratos y discretos. A las chicas rumanas no les gusta que les vean entrar con un extranjero en un hotel. Además, la cocina del apartamento permite montar grandes festines con el queso, el vino, las conservas y los embutidos ibéricos que los hábiles cazadores traen como cebo en sus maletas. La lista de invitados a esos ágapes suele ser privilegio de la doncella, que así puede presumir de novio entre sus mejores amigas.
A pesar de la depresión económica que sufre el país, en los templos de la diversión nocturna de Bucarest -Planters, The Office, Cotton Club, Salsa, etcétera.-, durante los fines de semana no cabe ni un alfiler. Una muchedumbre abigarrada, variopinta y cosmopolita mezcla a visitantes y lugareños entre el humo, la cerveza y una música tan alta e insoportable como en cualquier otro lugar.Allí acuden, pisando fuerte, los satisfechos españoles con sus jóvenes conquistas. Curiosamente, en ese ambiente, la aprensión que velaba sus ojos en el avión se tras*forma, por arte de magia, en una euforia que les lleva a beber, bailar y reír como adolescentes.
A tres euros la bebida más cara, se muestran generosos y no dudan en invitar a todas las amigas de sus parejas. Antes, habrán cenado opíparamente, por apenas 10 euros por cubierto, en cualquier restaurante de moda.
La procesión del amor continúa en los locales más in de la noche de Bucarest. Discotecas y pubs que no pasarían el aprobado en España pero que en Rumanía son el lugar ideal para que los ejércitos de italianos y españoles desplieguen sus dotes de conquistadores.«Muchos van a ligar a Planters o Salsa, el rincón latino donde siempre suenan rumtas y se pueden beber mojitos y margaritas.Son los locales más de moda, pero hay otros que se dedican a recorrer las agencias matrimoniales. Si no encuentran nada que les convenza, me piden que les lleve a otras ciudades», cuenta Ana Ionescu, una licenciada en Medicina de 26 años que actúa como guía ocasional para turistas españoles y conoce como nadie su idiosincrasia.
«Hay españoles que se quitan la alianza en el avión cuando vienen a Rumanía», asegura Ana. «Otros, se inventan negocios para tener el pretexto de venir a menudo. Sé de un empresario madrileño que se llevó hace poco a la sede central de su empresa a la secretaria/amante que tenía aquí. Ahora trabaja en Madrid, aunque viven separados».
Las agencias matrimoniales están floreciendo en Rumanía como las inmobiliarias en España. Y ya hay incluso las que se han especializado en atender a la clientela española. La mayoría se anuncia en Internet o en las páginas de clasificados de los periódicos, bien separadas de la oferta sensual.
Los clientes pagan entre 10 y 500 euros según el tipo, la cantidad y la inmediatez de la información que quieren conseguir: ver sólo la foto, saber los gustos, costumbres, medidas y, finalmente, un contacto directo con ella. Los precios más altos incluyen catálogos con cientos de mujeres de entre 16 y 60 años -aunque la mayoría son muy jóvenes-, similares a los que ya existen en otros países.
Ellas no pagan nada. Acuden con sus mejores ropas a la oficina de la agencia para hacerse la obligada foto para el catálogo y regresan a sus casas discretamente para que sus padres no se enteren. Los requisitos que tienen que cumplir no varían mucho de una agencia a otra: no aceptar dinero de los hombres, responder a todos los mensajes, verificar el correo electrónico una vez por semana, invitar al personal de la empresa a la boda (si la hubiera) y exonerar a la agencia de cualquier responsabilidad en caso de que el hombre en cuestión sea un pervertido, sádico o maltratador.
Los motivos que empujan a unos y a otras a este mercado están claros. Una de las agencias, Romanian Romance, lo explica claramente en su eslogan promocional: «Usted encontrará una mujer bonita y joven a la que tendrá tiempo de enamorar y ella, un futuro mejor». Otras apuestan por una línea más romántica y clásica: «Contacte con nuestras bellas damas en busca del verdadero amor», a pesar de que el objetivo final sea prácticamente el mismo.También hay algunas mujeres -las más mayores- que no sólo buscan un marido cualquiera, sino un marido/socio que aporte capital para sus incipientes negocios.
ITALIANOS, EN CABEZA
Aunque los italianos son los clientes más numerosos de estas agencias -dicen que los rumanos son hijos del amor entre los legionarios de Roma, que ocuparon aquellas tierras por más de siglo y medio, y las bellas doncellas dacias- misteriosamente, los españoles gustan más. «Es el estilo. Sois muy simpáticos, y generosos. Y os gusta más ligar y sentiros conquistadores», piropea Roxana, una espigada estudiante. Para una joven rumana no hay trofeo mayor que exhibir un novio español que, si todo sale como publicitan las agencias, acabará por darle a su amada una vida de ensueño en la rica España.
En términos físicos, la belleza de las mujeres rumanas es incuestionable.Por su sangre y en sus rasgos han dejado marca los conquistadores otomanos del sur y los austrohúngaros del norte. En Valaquia, la región meridional que desciende desde la cordillera central al Danubio, pueden verse muchos rostros morenos que denotan el ascendente latino, mientras que en tras*ilvania, al norte de las montañas que dividen el país, son frecuentes los cabellos rubios y ojos claros que revelan la herencia centroeuropea. Bellas mujeres que enloquecen a empresarios, agricultores, ejecutivos de multinacionales... y mafiosos como Angel Suárez, alias Cásper.El padrino del hampa madrileña y la guapa rumana Stella Lilina se casaron el 27 de mayo de 1988 en los Juzgados matrimoniales de Madrid.
Seguro que el idioma no fue problema para la pareja de enamorados.Nuestra lengua es profusamente hablada y universalmente chapurreada allí. La mayoría de los 1.500 alumnos del Instituto Cervantes en Bucarest son mujeres jóvenes. A las que no quieren pasar por las aulas les basta con encender la televisión para aprender castellano, eso sí, con acento venezolano. Las telenovelas suramericanas arrasan en la programación de todas las cadenas.
Hay alguna que emite telenovelas venezolanas, peruanas, o mexicanas de la mañana a la noche, con índices espectaculares de audiencia.Los culebrones se emiten en versión original subtitulada y es tal la pasión con que las románticas rumanas siguen cada capítulo, que llegan a aprenderse de memoria frases enteras, de este tenor: «Mi amor por ti, Luis Andrés [aquí las más avispadas colocan el nombre de su interlocutor] es tan grande que, pase lo que pase, seré sólo tuya hasta después de la fin».
A golpe de telenovela, las rumanas se introducen en la lengua de Cervantes. Para ellas, el castellano está indisolublemente unido a los sentimientos, al amor y al romanticismo, terreno en el que hasta las más jóvenes se desenvuelven con pasmosa elocuencia.«Yo aprendí español viendo culebrones. Nunca lo he estudiado», dice Andrea, una preciosa rubita de 18 años que habla nuestro idioma con desparpajo.
En cambio, Simona, su hermana de 26, lo aprendió hablando con su novio, un sesentón catalán, a quien conoció hace unos meses de forma rocambolesca. Pedro llevaba tiempo chateando por internet con la jovencísima Andrea, hasta que un día decidió venir a conocerla.Nadie sabe con certeza lo que ocurrió en tal ocasión, pero el caso es que Pedro terminó conquistando a Simona, la hermana mayor de Andrea, que no hablaba español y a la que ahora visita con frecuencia. Ambos mantienen una relación peculiar, pero para nada infrecuente en Rumanía.
Para Simona, él es su «novio» y no sale nunca con ningún otro hombre «porque es muy celoso». Pero no alberga ninguna esperanza de casarse un día con él: «No, no tengo planes de vivir con él en España, aunque me gustaría». ¿Por qué no? Simona, bien aleccionada, no quiere profundizar en el tema: «Sólo somos novios», se enroca, «y no quiero hablar más porque se trata de un hombre muy importante, a quien no quiero perjudicar».
MAS CONSERVADORAS
Un caso parecido es el de Mónica Popescu, una estudiante de Tulcea, en el delta del Danubio, que confiesa «estar muy enamorada de un hombre español, pero sufro mucho porque sé que él tiene su vida organizada en España. Me dice que busque otro compañero que pueda hacerme feliz, pero le quiero a él».
«Hay muchos hombres de negocios que tienen que viajar con frecuencia a Rumanía y se buscan una amante joven y atractiva para entretener sus viajes, mientras mantienen su vida familiar en España», asegura por su parte Anca Petrescu, una economista treintañera que vive en Madrid. Anca, que lleva años afincada en nuestro país y ha mantenido relaciones con varios españoles, cree que no caben las generalizaciones. En su opinión, las mujeres rumanas son mucho más conservadoras que las españolas y, al cabo de un tiempo, se produce un desencuentro cultural que acaba con la mayoría de las parejas.
No lo ve así Teodoro Merino, un empresario vallisoletano de 24 años, que ha puesto a su abogado a trabajar a toda máquina para arreglar cuanto antes el papeleo y poder casarse con Michaela Marin, cuatro años mayor que él y progenitora de dos niños, la pequeña enferma de leucemia. «Me enamoré perdidamente de ella, vivimos juntos y después fui a visitar a su familia. Durante el tiempo que estuve allí, sufrí un ataque de apendicitis y tuvieron que operarme de urgencia. Michaela no se separó ni un momento de mi lado. Quiero casarme cuanto antes e invertir en Rumania, un país baratísimo y con grandes perspectivas de crecimiento». ¿Y qué tiene Michaela que no tengan las españolas? «Sobre todo, respeto. He tenido otras novias, pero ninguna española me ha respetado de la manera que ella lo hace».
Según Anca Petrescu, «quienes están más satisfechos con las rumanas son los hombres mayores de 45 años que se juntan con chicas más jóvenes y menos exigentes. Hay que tener en cuenta que la pobreza es un elemento esencial de estas relaciones y las chicas rumanas son muy trabajadoras y familiares y hacen a la perfección el papel de ama de casa tradicional que tanto gusta a los hombres».
En eso coincide totalmente Luis Rueda, que ve en las rumanas «un tipo de mujer que ya no queda en España. Yo estuve 15 años casado, hasta que me enamoré de una rusa y reencontré la pasión perdida. Esa relación sólo duró un año, pero me sirvió para descubrir a las mujeres eslavas, para mí las más bellas, elegantes y atractivas del mundo. Las españolas de mi edad suelen tener muchos traumas y las jóvenes son muy inmaduras», asegura.
BODAS DIARIAS
El Consulado de Rumanía en Madrid no da abasto. «Cada día recibimos un promedio de cinco solicitudes de matrimonio. Y dos son de hombres españoles que quieren casarse con chicas rumanas. Lo contrario es una excepción», asegura el cónsul Nicu Stan.
Uno de los casos más llamativos que recuerdan en el consulado es el de un hombre de mediana edad que vivió un tiempo con una chica rumana a la que había sacado del club de alterne donde trabajaba en Madrid. Un buen día, la mujer volvió a su país para visitar a su familia y nunca más supo de ella. El hombre aparecía todas las semanas por el consulado para ver si tenían noticias de su paradero. «La chica era de Tirgoriste, la antigua capital de Valaquia, pero su apellido es tan común allí que resultó prácticamente imposible dar con ella. El hombre, desesperado, decidió irse a buscarla y desde entonces no hemos vuelto a saber de él», cuentan en el consulado.
Otro tanto puede decirse de la Oficina de Turismo de Rumanía.Su directora, Daniela Cioc, se muestra muy satisfecha con el incremento de visitantes y admite que «muchos hombres me llaman para preguntar dónde pueden encontrar chicas en Bucarest, pero quiero dejar bien claro que a los españoles les gustan las mujeres rumanas por su belleza y sus virtudes. No existe turismo sensual en mi país».
Y aunque algún alcalde del campo onubense no esté de acuerdo, algo de cierto hay en lo que dice Cioc. Las chicas rumanas jamás aceptan dinero, ni siquiera para pagar un taxi. A los 50.000 rumanos que viven legalmente en España no les gusta que se hable de la Cuba del este. «Hay muchas más rumanas ejerciendo la prespitación en España que en mi país», argumenta una joven estudiante de Trasilvania.
En el vestíbulo del moderno aeropuesto de Bucarest, muchos de los viajeros taciturnos del viaje de ida aparecen ahora radiantes, junto a sus jóvenes acompañantes. Las despedidas se riegan con lágrimas y todo tipo de promesas a corto plazo. En unos meses, muchas de esas chicas llegarán a Barajas. A pie de pista les esperarán sus galanes de telenovela.
- EL MUNDO | Suplemento de Nueva economia 380 - Las esposas vienen de Rumania
Antes eran las cubanas. Ahora son las rumanas las que están de moda. Más de 600 españoles se casan al año con mujeres que conocen en viajes de placer a Rumanía, donde las agencias matrimoniales son un negocio boyante. Desvelamos la alianza más secreta
FRANCISCO LOPEZ SEIVANE. Bucarest
LA NOCHE RUMANA. Los locales de ambiente latino están haciendo furor en ciudades como Bucarest, donde los fines de semana se convierten en lugares de contacto entre los turistas españoles y las jóvenes rumanas.
El vuelo de la compañía Tarom de Madrid a Bucarest va abarrotado.Cinco veces por semana, decenas de hombres se agolpan frente a los mostradores de facturación de esta compañía en el aeropuerto de Barajas. La demanda es tan alta que muchos tienen el billete reservado desde 15 días antes.
La mayoría de los pasajeros son cazadores, aunque de piezas bien distintas. A los de siempre, que se dirigen en grupo a abatir jabalíes en las boscosas regiones de los Cárpatos, se les distingue por sus prendas verdosas y su autocomplacencia. Los otros, mayoría, son seres solitarios, taciturnos y otoñales. Van replegados sobre sí mismos, embebidos en sus ensoñaciones, intercambiando miradas huidizas y recelosas. El trofeo que esperan cobrar tiene nombre y apellidos de mujer, curvas de veinteañera y el espíritu abnegado y cariñoso que echaron de menos en sus relaciones con españolas.Hablando claro: lo que estos hombres van a buscar a Rumanía es una esposa, novia o amante para combatir su endémica soledad.«En el Consulado tramitamos unos 600 matrimonios al año de españoles con chicas rumanas. Y es un fenómemo que va en aumento», pronostica a CRONICA Nicu Stan, cónsul de Rumanía en España, que recuerda las llamadas de jóvenes agricultores del campo onubense que telefoneaban al consulado para arreglar los papeles y poder casarse con las bellas campesinas que llegaron de Rumanía en 2002 para recoger la fresa.
Sólo el año pasado, el número de españoles que visitaron este país aumentó un 27%. Y este incremento no es por el turismo o los negocios, cuyo volumen no creció más allá de un 5%. ¿A qué se debe entonces esta repentina atracción que los españoles sienten por las rumanas?
Nadie lo sabe a ciencia cierta, aunque no faltan teorías: «Para empezar, son mujeres muy atractivas, cultas y educadas, acostumbradas a una vida dura que las hace madurar tempranamente. Además, tienen unas ansias increíbles de vivir y escapar de su mísera situación.La mayoría está dispuesta a entregar su juventud y lealtad a cualquier hombre bien situado, a cambio de una vida mejor en España. Esto puede ser aplicable a las mujeres del Este, en general, pero el caso de las rumanas es especial, por su carácter latino y la facilidad con la que aprenden nuestro idioma», dice Luis Rueda, un economista madrileño de 46 años, que lleva tiempo buscando pareja a través de Internet.
Rueda representa a la perfección el prototipo de hombre de mediana edad, separado, establecido y desengañado de muchas cosas, que viaja a Rumanía con la esperanza de encontrar a la mujer de sus sueños. «Y, mientras llega, algún liguecillo tampoco viene mal», añade, sonriendo maliciosamente.
AMOR BARATO
La mayoría de los españoles del avión no se alojará en hoteles, sino en elegantes apartamentos privados, mucho más baratos y discretos. A las chicas rumanas no les gusta que les vean entrar con un extranjero en un hotel. Además, la cocina del apartamento permite montar grandes festines con el queso, el vino, las conservas y los embutidos ibéricos que los hábiles cazadores traen como cebo en sus maletas. La lista de invitados a esos ágapes suele ser privilegio de la doncella, que así puede presumir de novio entre sus mejores amigas.
A pesar de la depresión económica que sufre el país, en los templos de la diversión nocturna de Bucarest -Planters, The Office, Cotton Club, Salsa, etcétera.-, durante los fines de semana no cabe ni un alfiler. Una muchedumbre abigarrada, variopinta y cosmopolita mezcla a visitantes y lugareños entre el humo, la cerveza y una música tan alta e insoportable como en cualquier otro lugar.Allí acuden, pisando fuerte, los satisfechos españoles con sus jóvenes conquistas. Curiosamente, en ese ambiente, la aprensión que velaba sus ojos en el avión se tras*forma, por arte de magia, en una euforia que les lleva a beber, bailar y reír como adolescentes.
A tres euros la bebida más cara, se muestran generosos y no dudan en invitar a todas las amigas de sus parejas. Antes, habrán cenado opíparamente, por apenas 10 euros por cubierto, en cualquier restaurante de moda.
La procesión del amor continúa en los locales más in de la noche de Bucarest. Discotecas y pubs que no pasarían el aprobado en España pero que en Rumanía son el lugar ideal para que los ejércitos de italianos y españoles desplieguen sus dotes de conquistadores.«Muchos van a ligar a Planters o Salsa, el rincón latino donde siempre suenan rumtas y se pueden beber mojitos y margaritas.Son los locales más de moda, pero hay otros que se dedican a recorrer las agencias matrimoniales. Si no encuentran nada que les convenza, me piden que les lleve a otras ciudades», cuenta Ana Ionescu, una licenciada en Medicina de 26 años que actúa como guía ocasional para turistas españoles y conoce como nadie su idiosincrasia.
«Hay españoles que se quitan la alianza en el avión cuando vienen a Rumanía», asegura Ana. «Otros, se inventan negocios para tener el pretexto de venir a menudo. Sé de un empresario madrileño que se llevó hace poco a la sede central de su empresa a la secretaria/amante que tenía aquí. Ahora trabaja en Madrid, aunque viven separados».
Las agencias matrimoniales están floreciendo en Rumanía como las inmobiliarias en España. Y ya hay incluso las que se han especializado en atender a la clientela española. La mayoría se anuncia en Internet o en las páginas de clasificados de los periódicos, bien separadas de la oferta sensual.
Los clientes pagan entre 10 y 500 euros según el tipo, la cantidad y la inmediatez de la información que quieren conseguir: ver sólo la foto, saber los gustos, costumbres, medidas y, finalmente, un contacto directo con ella. Los precios más altos incluyen catálogos con cientos de mujeres de entre 16 y 60 años -aunque la mayoría son muy jóvenes-, similares a los que ya existen en otros países.
Ellas no pagan nada. Acuden con sus mejores ropas a la oficina de la agencia para hacerse la obligada foto para el catálogo y regresan a sus casas discretamente para que sus padres no se enteren. Los requisitos que tienen que cumplir no varían mucho de una agencia a otra: no aceptar dinero de los hombres, responder a todos los mensajes, verificar el correo electrónico una vez por semana, invitar al personal de la empresa a la boda (si la hubiera) y exonerar a la agencia de cualquier responsabilidad en caso de que el hombre en cuestión sea un pervertido, sádico o maltratador.
Los motivos que empujan a unos y a otras a este mercado están claros. Una de las agencias, Romanian Romance, lo explica claramente en su eslogan promocional: «Usted encontrará una mujer bonita y joven a la que tendrá tiempo de enamorar y ella, un futuro mejor». Otras apuestan por una línea más romántica y clásica: «Contacte con nuestras bellas damas en busca del verdadero amor», a pesar de que el objetivo final sea prácticamente el mismo.También hay algunas mujeres -las más mayores- que no sólo buscan un marido cualquiera, sino un marido/socio que aporte capital para sus incipientes negocios.
ITALIANOS, EN CABEZA
Aunque los italianos son los clientes más numerosos de estas agencias -dicen que los rumanos son hijos del amor entre los legionarios de Roma, que ocuparon aquellas tierras por más de siglo y medio, y las bellas doncellas dacias- misteriosamente, los españoles gustan más. «Es el estilo. Sois muy simpáticos, y generosos. Y os gusta más ligar y sentiros conquistadores», piropea Roxana, una espigada estudiante. Para una joven rumana no hay trofeo mayor que exhibir un novio español que, si todo sale como publicitan las agencias, acabará por darle a su amada una vida de ensueño en la rica España.
En términos físicos, la belleza de las mujeres rumanas es incuestionable.Por su sangre y en sus rasgos han dejado marca los conquistadores otomanos del sur y los austrohúngaros del norte. En Valaquia, la región meridional que desciende desde la cordillera central al Danubio, pueden verse muchos rostros morenos que denotan el ascendente latino, mientras que en tras*ilvania, al norte de las montañas que dividen el país, son frecuentes los cabellos rubios y ojos claros que revelan la herencia centroeuropea. Bellas mujeres que enloquecen a empresarios, agricultores, ejecutivos de multinacionales... y mafiosos como Angel Suárez, alias Cásper.El padrino del hampa madrileña y la guapa rumana Stella Lilina se casaron el 27 de mayo de 1988 en los Juzgados matrimoniales de Madrid.
Seguro que el idioma no fue problema para la pareja de enamorados.Nuestra lengua es profusamente hablada y universalmente chapurreada allí. La mayoría de los 1.500 alumnos del Instituto Cervantes en Bucarest son mujeres jóvenes. A las que no quieren pasar por las aulas les basta con encender la televisión para aprender castellano, eso sí, con acento venezolano. Las telenovelas suramericanas arrasan en la programación de todas las cadenas.
Hay alguna que emite telenovelas venezolanas, peruanas, o mexicanas de la mañana a la noche, con índices espectaculares de audiencia.Los culebrones se emiten en versión original subtitulada y es tal la pasión con que las románticas rumanas siguen cada capítulo, que llegan a aprenderse de memoria frases enteras, de este tenor: «Mi amor por ti, Luis Andrés [aquí las más avispadas colocan el nombre de su interlocutor] es tan grande que, pase lo que pase, seré sólo tuya hasta después de la fin».
A golpe de telenovela, las rumanas se introducen en la lengua de Cervantes. Para ellas, el castellano está indisolublemente unido a los sentimientos, al amor y al romanticismo, terreno en el que hasta las más jóvenes se desenvuelven con pasmosa elocuencia.«Yo aprendí español viendo culebrones. Nunca lo he estudiado», dice Andrea, una preciosa rubita de 18 años que habla nuestro idioma con desparpajo.
En cambio, Simona, su hermana de 26, lo aprendió hablando con su novio, un sesentón catalán, a quien conoció hace unos meses de forma rocambolesca. Pedro llevaba tiempo chateando por internet con la jovencísima Andrea, hasta que un día decidió venir a conocerla.Nadie sabe con certeza lo que ocurrió en tal ocasión, pero el caso es que Pedro terminó conquistando a Simona, la hermana mayor de Andrea, que no hablaba español y a la que ahora visita con frecuencia. Ambos mantienen una relación peculiar, pero para nada infrecuente en Rumanía.
Para Simona, él es su «novio» y no sale nunca con ningún otro hombre «porque es muy celoso». Pero no alberga ninguna esperanza de casarse un día con él: «No, no tengo planes de vivir con él en España, aunque me gustaría». ¿Por qué no? Simona, bien aleccionada, no quiere profundizar en el tema: «Sólo somos novios», se enroca, «y no quiero hablar más porque se trata de un hombre muy importante, a quien no quiero perjudicar».
MAS CONSERVADORAS
Un caso parecido es el de Mónica Popescu, una estudiante de Tulcea, en el delta del Danubio, que confiesa «estar muy enamorada de un hombre español, pero sufro mucho porque sé que él tiene su vida organizada en España. Me dice que busque otro compañero que pueda hacerme feliz, pero le quiero a él».
«Hay muchos hombres de negocios que tienen que viajar con frecuencia a Rumanía y se buscan una amante joven y atractiva para entretener sus viajes, mientras mantienen su vida familiar en España», asegura por su parte Anca Petrescu, una economista treintañera que vive en Madrid. Anca, que lleva años afincada en nuestro país y ha mantenido relaciones con varios españoles, cree que no caben las generalizaciones. En su opinión, las mujeres rumanas son mucho más conservadoras que las españolas y, al cabo de un tiempo, se produce un desencuentro cultural que acaba con la mayoría de las parejas.
No lo ve así Teodoro Merino, un empresario vallisoletano de 24 años, que ha puesto a su abogado a trabajar a toda máquina para arreglar cuanto antes el papeleo y poder casarse con Michaela Marin, cuatro años mayor que él y progenitora de dos niños, la pequeña enferma de leucemia. «Me enamoré perdidamente de ella, vivimos juntos y después fui a visitar a su familia. Durante el tiempo que estuve allí, sufrí un ataque de apendicitis y tuvieron que operarme de urgencia. Michaela no se separó ni un momento de mi lado. Quiero casarme cuanto antes e invertir en Rumania, un país baratísimo y con grandes perspectivas de crecimiento». ¿Y qué tiene Michaela que no tengan las españolas? «Sobre todo, respeto. He tenido otras novias, pero ninguna española me ha respetado de la manera que ella lo hace».
Según Anca Petrescu, «quienes están más satisfechos con las rumanas son los hombres mayores de 45 años que se juntan con chicas más jóvenes y menos exigentes. Hay que tener en cuenta que la pobreza es un elemento esencial de estas relaciones y las chicas rumanas son muy trabajadoras y familiares y hacen a la perfección el papel de ama de casa tradicional que tanto gusta a los hombres».
En eso coincide totalmente Luis Rueda, que ve en las rumanas «un tipo de mujer que ya no queda en España. Yo estuve 15 años casado, hasta que me enamoré de una rusa y reencontré la pasión perdida. Esa relación sólo duró un año, pero me sirvió para descubrir a las mujeres eslavas, para mí las más bellas, elegantes y atractivas del mundo. Las españolas de mi edad suelen tener muchos traumas y las jóvenes son muy inmaduras», asegura.
BODAS DIARIAS
El Consulado de Rumanía en Madrid no da abasto. «Cada día recibimos un promedio de cinco solicitudes de matrimonio. Y dos son de hombres españoles que quieren casarse con chicas rumanas. Lo contrario es una excepción», asegura el cónsul Nicu Stan.
Uno de los casos más llamativos que recuerdan en el consulado es el de un hombre de mediana edad que vivió un tiempo con una chica rumana a la que había sacado del club de alterne donde trabajaba en Madrid. Un buen día, la mujer volvió a su país para visitar a su familia y nunca más supo de ella. El hombre aparecía todas las semanas por el consulado para ver si tenían noticias de su paradero. «La chica era de Tirgoriste, la antigua capital de Valaquia, pero su apellido es tan común allí que resultó prácticamente imposible dar con ella. El hombre, desesperado, decidió irse a buscarla y desde entonces no hemos vuelto a saber de él», cuentan en el consulado.
Otro tanto puede decirse de la Oficina de Turismo de Rumanía.Su directora, Daniela Cioc, se muestra muy satisfecha con el incremento de visitantes y admite que «muchos hombres me llaman para preguntar dónde pueden encontrar chicas en Bucarest, pero quiero dejar bien claro que a los españoles les gustan las mujeres rumanas por su belleza y sus virtudes. No existe turismo sensual en mi país».
Y aunque algún alcalde del campo onubense no esté de acuerdo, algo de cierto hay en lo que dice Cioc. Las chicas rumanas jamás aceptan dinero, ni siquiera para pagar un taxi. A los 50.000 rumanos que viven legalmente en España no les gusta que se hable de la Cuba del este. «Hay muchas más rumanas ejerciendo la prespitación en España que en mi país», argumenta una joven estudiante de Trasilvania.
En el vestíbulo del moderno aeropuesto de Bucarest, muchos de los viajeros taciturnos del viaje de ida aparecen ahora radiantes, junto a sus jóvenes acompañantes. Las despedidas se riegan con lágrimas y todo tipo de promesas a corto plazo. En unos meses, muchas de esas chicas llegarán a Barajas. A pie de pista les esperarán sus galanes de telenovela.