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Madmaxista
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Condenan a una doctora por destrozar el intestino de una embarazada en un aborto y luego perder el feto
"Ahora, tras cinco cirugías, tengo dolores constantes en la tripa, no puedo estar más de cuatro horas fuera de casa y tengo una incapacidad total", dice Belén Díaz, que no ha podido ser progenitora después.
Belén B. Díaz, la víctima del error médico.EL MUNDO
La operación era muy sencilla. Quince minutos de legrado para vaciar a la mujer, cuyo feto, de tres meses de gestación, se había quedado sin latido. Aquella noche era 24 de diciembre, Nochebuena de 2014, en la clínica Nuevo Belén de Madrid. Justo el nombre de la mujer, Belén, Belén Díaz.
Horas después, con la paciente aún abierta de par en par en el quirófano, la doctora -la misma que antes le había dicho a la mujer que "había que hacer un entierro del holístico del feto"- "le gritaba a mi familia que ella no tenía la culpa de lo que había pasado, corría por allí como una loca, había perdido totalmente el control». Mientras, otro cirujano y otro equipo médico trataban de arreglar el desaguisado.
El feto que debía ser enterrado "holísticamente" nunca apareció, pero lo que sí hizo acto de presencia fue un destrozo absoluto en la barriga de Belén. Al abrir la pared del aparato reproductor con las pinzas de Winter, un utensilio para realizar este tipo de maniobras, la doctora le había roto los intestinos y le había sacado sus asas. Le había perforado las paredes del útero y del recto.
La vida de Belén, de 35 años entonces, cambió de golpe. Se pasó seis meses hospitalizada, con el aparato excretor destruido y una bolsa para sus detritos. Hoy, ocho años después, vive con dolor constante en la tripa. No puede pasar más de cuatro horas sin ir al baño. A veces, esa operación le pilla caminando, en medio del monte, donde sea. «Y me alivio, vaya si me alivio, donde sea», llora. Tiene dolor abdominal constante y lo va a tener mientras viva.
«Es un infierno», dice Belén. «Al principio lloraba horas, ahora sólo minutos. Tu vida desaparece. No queda nada. Tuve que mudarme de casa, de un tercero a un bajo, porque no podía subir escaleras. Ya no trabajas, me dieron la incapacidad permanente. Al no trabajar, pierdes pie y pierdes a la gente, tu círculo. Tus amigos huyen. Bueno, y dejas de ser una señorita madrileña que no habla de sus residuos. Ellos pasan a ser una parte importante de tu vida. Ahora he aprendido a meterme en la ducha con la ropa sucia, como sea. Imagínate cómo estoy».
En su otra existencia, Belén fue coordinadora de un posgrado en Astrofísica en una universidad madrileña. Trabajó en comunicación en la agencia Ogilvy. Ya no. «Para que la gente lo entienda, es como si tuvieras siempre un bichito muy feo en la tripa».
Y los apretones fueran parte de la rutina. Varias veces al día. Sin control.
El juzgado de Primera Instancia 57 de Madrid ha condenado ahora, ocho años después, a la doctora, cuyo nombre responde a las iniciales R. C., y a la compañía médica a pagar 294.000 euros por el desastre causado a Díaz, quien encadenó un rosario de cirugías después, llegó a deponer 20 veces al día. Una indemnización que le parece, por cierto, ridícula: "Yo no quería dinero, quería que ella reconociera que me ha arruinado la vida, con eso me bastaba".
Al lado, su marido, Eneko, espeta: "Lo que le hicieron fue increíble. A mí un médico del hospital me llegó a decir una frase que se me quedó grabada. Dijo: 'A su mujer lo que le han hecho es como si vas a operarla de amígdalas y lo haces a través de la vagina, es una barbaridad así'"
"Es que no sólo era casi Nochebuena, también era fin de semana", arranca su historia Belén, situándose el 23 de diciembre de 2014. "Por eso, una vez vieron que el feto no tenía latido, me metieron en una habitación de Nuevo Belén y me pusieron los medicamentos para que lo expulsara, pero no había enfermeras que vinieran a comprobar si eso pasaba".
Un día después, ya el 24, "seguíamos allí, yo ya estaba empezando a verme superada después de casi 30 horas sin dormir, y le pregunté a R. si podíamos hacer el aborto no químico, sino físico. "Dijo que ella lo prefería, porque tenía una cultura del parto natural. Ahí fue cuando me dijo que teníamos que enterrar el feto, meterlo en un sudario... Todo aquello ya me empezó a parecer muy raro".
Belén ingresó en el quirófano "a las once de la noche del 24 de diciembre... Y ya vi que algo iba a ir mal. Estábamos en un sótano, todo a oscuras, sólo Regina, una enfermera y la anestesista. Me sedaron y me dijeron que iban a ser quince minutos. Desperté ocho horas después".
La doctora, según se acreditó luego judicialmente, invadió con las tenazas el aparato digestivo de la paciente: "Perdió los papeles y se volvió loca, pensó que me mataba. Salió y le dijo a mi marido que el feto había salido disparado hacia el abdomen, que no lo encontraba. Me pusieron a un cirujano de urgencias y eso me salvó la vida. Entró el doctor D., con un equipo de seis personas, y fueron los que me salvaron. Esta mujer llegó a decir que era el feto el que había roto la pared, imagínate. Me consta que en el quirófano se enfrentaron. Si llego a seguir en manos de ella, ahora estaría muerta, seguro".
"En realidad, ni siquiera tendrían que haberme hecho el legrado, porque seguro que había soltado el feto con la química. Esta mujer ha llegado a dar cinco versiones de lo que pasó, todas ellas exculpatorias... Es una auténtica vergüenza", finaliza Belén Díaz, que ha sido asistida en sus reclamaciones por la abogada Julia García, en representación de la Asociación del Defensor del Paciente.
Condenan a una doctora por destrozar el intestino de una embarazada en un aborto y luego perder el feto
- QUICO ALSEDO
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"Ahora, tras cinco cirugías, tengo dolores constantes en la tripa, no puedo estar más de cuatro horas fuera de casa y tengo una incapacidad total", dice Belén Díaz, que no ha podido ser progenitora después.
Belén B. Díaz, la víctima del error médico.EL MUNDO
La operación era muy sencilla. Quince minutos de legrado para vaciar a la mujer, cuyo feto, de tres meses de gestación, se había quedado sin latido. Aquella noche era 24 de diciembre, Nochebuena de 2014, en la clínica Nuevo Belén de Madrid. Justo el nombre de la mujer, Belén, Belén Díaz.
Horas después, con la paciente aún abierta de par en par en el quirófano, la doctora -la misma que antes le había dicho a la mujer que "había que hacer un entierro del holístico del feto"- "le gritaba a mi familia que ella no tenía la culpa de lo que había pasado, corría por allí como una loca, había perdido totalmente el control». Mientras, otro cirujano y otro equipo médico trataban de arreglar el desaguisado.
El feto que debía ser enterrado "holísticamente" nunca apareció, pero lo que sí hizo acto de presencia fue un destrozo absoluto en la barriga de Belén. Al abrir la pared del aparato reproductor con las pinzas de Winter, un utensilio para realizar este tipo de maniobras, la doctora le había roto los intestinos y le había sacado sus asas. Le había perforado las paredes del útero y del recto.
La vida de Belén, de 35 años entonces, cambió de golpe. Se pasó seis meses hospitalizada, con el aparato excretor destruido y una bolsa para sus detritos. Hoy, ocho años después, vive con dolor constante en la tripa. No puede pasar más de cuatro horas sin ir al baño. A veces, esa operación le pilla caminando, en medio del monte, donde sea. «Y me alivio, vaya si me alivio, donde sea», llora. Tiene dolor abdominal constante y lo va a tener mientras viva.
«Es un infierno», dice Belén. «Al principio lloraba horas, ahora sólo minutos. Tu vida desaparece. No queda nada. Tuve que mudarme de casa, de un tercero a un bajo, porque no podía subir escaleras. Ya no trabajas, me dieron la incapacidad permanente. Al no trabajar, pierdes pie y pierdes a la gente, tu círculo. Tus amigos huyen. Bueno, y dejas de ser una señorita madrileña que no habla de sus residuos. Ellos pasan a ser una parte importante de tu vida. Ahora he aprendido a meterme en la ducha con la ropa sucia, como sea. Imagínate cómo estoy».
En su otra existencia, Belén fue coordinadora de un posgrado en Astrofísica en una universidad madrileña. Trabajó en comunicación en la agencia Ogilvy. Ya no. «Para que la gente lo entienda, es como si tuvieras siempre un bichito muy feo en la tripa».
Y los apretones fueran parte de la rutina. Varias veces al día. Sin control.
El juzgado de Primera Instancia 57 de Madrid ha condenado ahora, ocho años después, a la doctora, cuyo nombre responde a las iniciales R. C., y a la compañía médica a pagar 294.000 euros por el desastre causado a Díaz, quien encadenó un rosario de cirugías después, llegó a deponer 20 veces al día. Una indemnización que le parece, por cierto, ridícula: "Yo no quería dinero, quería que ella reconociera que me ha arruinado la vida, con eso me bastaba".
Al lado, su marido, Eneko, espeta: "Lo que le hicieron fue increíble. A mí un médico del hospital me llegó a decir una frase que se me quedó grabada. Dijo: 'A su mujer lo que le han hecho es como si vas a operarla de amígdalas y lo haces a través de la vagina, es una barbaridad así'"
"Es que no sólo era casi Nochebuena, también era fin de semana", arranca su historia Belén, situándose el 23 de diciembre de 2014. "Por eso, una vez vieron que el feto no tenía latido, me metieron en una habitación de Nuevo Belén y me pusieron los medicamentos para que lo expulsara, pero no había enfermeras que vinieran a comprobar si eso pasaba".
Un día después, ya el 24, "seguíamos allí, yo ya estaba empezando a verme superada después de casi 30 horas sin dormir, y le pregunté a R. si podíamos hacer el aborto no químico, sino físico. "Dijo que ella lo prefería, porque tenía una cultura del parto natural. Ahí fue cuando me dijo que teníamos que enterrar el feto, meterlo en un sudario... Todo aquello ya me empezó a parecer muy raro".
Belén ingresó en el quirófano "a las once de la noche del 24 de diciembre... Y ya vi que algo iba a ir mal. Estábamos en un sótano, todo a oscuras, sólo Regina, una enfermera y la anestesista. Me sedaron y me dijeron que iban a ser quince minutos. Desperté ocho horas después".
La doctora, según se acreditó luego judicialmente, invadió con las tenazas el aparato digestivo de la paciente: "Perdió los papeles y se volvió loca, pensó que me mataba. Salió y le dijo a mi marido que el feto había salido disparado hacia el abdomen, que no lo encontraba. Me pusieron a un cirujano de urgencias y eso me salvó la vida. Entró el doctor D., con un equipo de seis personas, y fueron los que me salvaron. Esta mujer llegó a decir que era el feto el que había roto la pared, imagínate. Me consta que en el quirófano se enfrentaron. Si llego a seguir en manos de ella, ahora estaría muerta, seguro".
"En realidad, ni siquiera tendrían que haberme hecho el legrado, porque seguro que había soltado el feto con la química. Esta mujer ha llegado a dar cinco versiones de lo que pasó, todas ellas exculpatorias... Es una auténtica vergüenza", finaliza Belén Díaz, que ha sido asistida en sus reclamaciones por la abogada Julia García, en representación de la Asociación del Defensor del Paciente.
Condenan a una doctora por destrozar el intestino de una embarazada en un aborto y luego perder el feto