Cómo sobrevivir a la ola de calor vestido de Piolín o Mickey Mouse: "Cada rato hay que quitarse el traje"

Cómo sobrevivir a la ola de calor vestido de Piolín o Mickey Mouse: "Cada rato hay que quitarse el traje"

Las altas temperaturas, las más severas en junio desde hace 20 años, complican las jornadas de trabajo de quienes no pueden resguardarse

Trabajador en la Plaza MayorJAVIER BARBANCHO
Los tras*eúntes se hidratan con agua o entran a alguna tienda. Madrid está en plena ola de calor -la peor en junio desde hace 20 años, según Aemet- y en la calle se nota. Pero hay quienes no pueden huir. Los camareros, barrenderos y operarios se están exponiendo estos días a un infierno meteorológico del que no pueden esconderse.
"¿Que cómo se lleva? Con resignación y a base de agua", dice el propietario de uno de los puestos de alimentos, bebidas y chucherías que rodean la plaza de Callao, donde ahora se anuncia, sobre todo, la venta de agua fría. "Espero que me toque la primitiva esta noche", suelta Alberto, que lleva 49 años soportando todo tipo de inclemencias en la misma avenida.
El asfalto de Gran Vía abrasa, el granito absorbe el calor, pero el plástico aún más. Es el material del traje de Víctor Hugo, otro de los que no puede cambiar dónde trabaja, tampoco lo que viste.
Pasa todo el día enfundado en un disfraz de Piolín, donde la sensación térmica se multiplica: "Siento 44 grados aquí dentro", asegura Víctor, que cada una o dos horas se libera de la indumentaria de Piolín para beber agua, sentarse, quitarse "la sensación de ahogo" y poder continuar su jornada. "Parece que esto es solo el principio", dice Víctor. Aunque la Agencia Estatal de Meteorología publicó ayer una posible bajada de temperaturas en Madrid, a partir del domingo que viene.
Ocurra lo que ocurra con el termómetro, Víctor lo vivirá, no deja el traje de Piolín en todo el verano. "Necesitamos dinero para pagar una casa, la comida...".
No hay diversión tras ese disfraz. No lo eligen. Víctor lanza a dos turistas que se cruzan: "Foto, amiga... ¿no quieres foto?", y cuenta que a pesar de que cree que se le da muy bien este trabajo, porque siempre ha sido "muy sociable", le encantaría encontrar otro, donde no estuviera atado a esta sensación térmica insoportable.
Otro enemigo del calor extremo es el atuendo de Julián, barrendero de la zona Centro de la capital, quien asegura que su vestimenta es "una bomba de calor". A estos empleados del Ayuntamiento se les da dos uniformes para todo el año y el tejido les "hace sudar" en unas horas donde es fácil hacerlo.
Tiene media hora de descanso a lo largo de su jornada, el resto del tiempo "es complicado parar", dice. Descansar cada cierto tiempo para dar respuesta "a una posible sobrecarga térmica" es una de las medidas preventivas de CCOO para preservar la salud de los trabajadores.
Las indicaciones sanitarias aconsejan evitar salir de casa en las horas centrales del día pero Julián no puede. "Me hago toda la calle entera, desde las 14 horas del mediodía hasta las 21 de la noche", asegura mientras limpia con el recogedor las colillas de cigarro del suelo. "Cada vez es peor", comenta. Es el cambio climático: los veranos son más largos, las temperaturas cada vez más altas y las olas de calor, más intensas.

En la Plaza Mayor, a las 14.30 horas, ya no hay nadie. Los camareros parecen fatigados, pero pueden resguardarse dentro del establecimiento porque no hay demasiados clientes en las terrazas.
Uno de los encargados de los restaurantes que rodean al famoso Mercado de San Miguel, Diego, asegura que hasta las 19 horas no se llena la terraza. "Ahora no corre el aire. ¿Quién se va a sentar?", comenta sudando, bajo el ventilador del interior de su restaurante.

Se les va a ver el machete debajo de la gomaespuma ortopédica colorida a la que llaman disfraz.