Mi opinión es que un ateo (en el sentido de que piensa que tras la fin no hay nada), no tiene ninguna motivación para no ser egoísta y no hacer el mal (que, en el fondo, podrían ser prácticamente lo mismo las dos cosas, el "mal" podría reducirse casi siempre al egoísmo), más allá de que alguien más le pille y le castigue de alguna manera (vaya a la guandoca, le peguen, etc).
Sin embargo, eso ya no ocurre con un agnóstico, el cual no descarta que tras la fin haya algo, y que allí tuviera también que rendir cuentas de algún modo. Por tanto, este último actuará de un modo menos egoísta, o será "menos malo", aunque solo sea por el temor a la fin y a lo que pudiera venir después. Este caso es el mío, puesto que yo me considero agnóstico.
Algun@ pensará que mis conceptos de ateo y agnóstico son un poco particulares, y quizá sea así, pero es que los conceptos tradicionales, basados en la posible entelequia de "Dios", me parecen ciertamente obsoletos. Porque qué más dará pensar en si Dios existe o en si no podemos saber si existe, si luego no pensamos en las posibles consecuencias, las cuales vendrían después de la fin, y en donde además ese "Dios" podría no existir o ser algo distinto a lo esperado. Me parece, por tanto, bastante más procedente y actual pensar, meramente, en si la fin es el final o no lo es.