Cómo resistir en un bloque con 18 pisos okupados en PARLA: "Me amenazaban con 'rajarme la cara' o con quemarme la casa si no se la amaba"

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Cómo resistir en un bloque con 18 pisos okupados: "Me amenazaban con 'rajarme la cara' o con quemarme la casa si no se la amaba"
Actualizado Miércoles, 28 septiembre 2022 - 00:55
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Patricia denuncia amenazas de un grupo de okupas que ya se han hecho con 18 pisos en su bloque
Patricia, dentro de su vivienda en Parla.

Patricia, dentro de su vivienda en Parla.ÁNGEL NAVARRETE
"Una de las etnianas me dijo que se cagaba en mi raza, me llamaba 'enfermuka' porque sabía que tenía cáncer. Su familia quería okupar mi casa, intimidándome... Incluso me llegaron a dar una paliza".
Cuando Patricia aterrizó en Parla, allá por 2008, en el piso que le había adjudicado el Ivima, le invadió un entusiasmo por, al fin, tener un techo propio. En la actualidad, aquella satisfacción ha mutado en "miedo", "angustia" y, sobre todo, "inseguridad". En su edificio ya hay un total de 18 inmuebles okupados. "Muchos de los okupas, de etnia etniana, pertenecen a la misma familia".
En este clan, desliza Patricia, quien suele llevar la voz cantante son dos vecinas, las matriarcas, adjudicatarias legales como ella. Estas dos residentes fueron las primeras que le dieron la bienvenida a su llegada al vecindario, hasta sus hijos jugaban juntos, dice, pero el clima comenzó a enturbiarse en 2012.
"Vecinos honrados y trabajadores empezaron a irse, al no aguantar más", recuerda la afectada, y desgrana: "A uno le partieron dos dedos. A otro, con una hermana en silla de ruedas, le sacaron una navaja porque hacía ruido por las mañanas al limpiar su casa, ya que 'no dejaba dormir' al de abajo, que había estado de parranda".
ACUSADA DE SER UNA "CHIVATA"
La tensión siguió in crescendo, evoca Patricia. Los pisos que dejaban los vecinos que huían eran rápidamente okupados pese a los esfuerzos del Ivima "colocando puertas de hierro". Hasta que en 2017 se originó un punto de no retorno.
"Veía cómo trapicheaban... Incluso me quisieron involucrar para que yo también vendiera droja. Me negué, no quería esa vida para mis hijas".
Aquella negativa no sentó bien a las dos matriarcas, pero "lo dejaron estar". Hasta 2019, cuando a Patricia le detectan "un tumor en el cerebro". Los médicos le daban "pocas esperanzas de vida", y a sus preocupaciones de salud se sumó otra al llegar a su vivienda.
"La información llegó a los oídos de estos etnianos, y lo utilizaron para presionarme en mi momento más débil", relata, sin borrar de su memoria la tarde en la que escuchó un barullo en su portal y bajó a ver qué sucedía. "Me rodearon entre 20 personas y me dijeron: 'O nos das la casa o te la quemamos'. Sabían que me tenía que ir de la casa durante un tiempo debido a la operación. Vino la Policía y, gracias a ellos, pude subir a mi casa. El problema es que, justo al día siguiente, detuvieron al marido de la matriarca vendiendo heroína y me acusaron de 'chivata'", denuncia Patricia.
UNA AGRESIÓN Y EL CUERPO "AMORATADO"
A partir de ese momento, "el bloque se llenó de etnianos y se me hizo imposible salir de mi casa". "Todos estaban esperándome, me insultaban y gritaban que me 'iban a rajar la cara'. Me rompieron la cerradura, cortaron el agua y la luz... Cuando estuve ingresada tras la operación, una amiga cuidaba de mi casa, pero también la amenazaron a ella".
Patricia estuvo, durante bastante tiempo, "saliendo y entrando a escondidas del edificio", principalmente de madrugada. A veces, incluso, al llegar a las inmediaciones y "ver en la puerta a muchos de estos etnianos", esperaba durante horas en el coche a ver si se iban.
Patricia.

Patricia.Á. NAVARRETE
Pero la guinda del pastel, para esta madrileña, ocurrió este mismo verano, cuando llegó a ser agredida por una de las integrantes de esta familia. "Estaba en el patio y la nuera de una de las matriarcas, sin mediar palabra, me dio un tortazo delante de mi hija de siete años. Después me agarró del pelo y me tiró al suelo... Entre tres personas me comenzaron a dar patadas", rememora, dejándole como resultado el cuerpo amoratado. "Mi hija está traumatizada... La insultan también a ella, ha desarrollado una fobia hacia los etnianos, les tiene pánico".
En la actualidad, Patricia sólo quiere salir de esta vivienda y comenzar una nueva vida. Ha enviado más de 30 escritos a lo que siempre fue el Ivima, denominado ahora Agencia de Vivienda Social y dependiente del área de Movilidad, desde donde deslizan a EL MUNDO que conocen bien el caso de esta persona. "Intermediamos entre las dos partes para que firmaran un acuerdo de mediación para que no se agredieran ni se insultaran en las zonas comunes, y de momento se está respetando".
EL CASO ESTÁ SIENDO "ESTUDIADO"
Desde Movilidad son consientes de que Patricia ha pedido un cambio de vivienda y están "estudiando el caso al dedillo". "Uno de los requisitos es no ser generador de conflictos dentro de la comunidad, para no trasladar la problemática a otro lugar, estamos investigando si ella está involucrada".

Y, respecto a las 18 viviendas okupadas del edificio, desde este área informan que "ya se ha iniciado todo el proceso administrativo y judicial" para la recuperación del patrimonio. "Nos importa que este edificio esté disponible para poder ofrecérselo a personas que realmente necesiten vivienda social".
"Sigo temiendo por mi vida, he tenido ingresos en el Ramón y Cajal por ataques de ansiedad y de pánico. Me corté el pelo en un arrebato y reventé una televisión de la rabia, tras la impotencia de ver a más de 20 personas insultándome y riéndose de mí", remata Patricia, para acabar concluyendo: "No sólo quieren okupar mi casa, es rabia y repruebo hacia mí. Ya me lo dijo una de las matriarcas: 'te has querido poner por encima de una etniana, te haremos la vida imposible'".
 
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