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Madmaxista
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Traduzco del abate Guy Pagès (Guy Pagès — EverybodyWiki Bios & Wiki):
— T-21 Las mujeres son tan sospechosas de lo que sea (Corán 64,14), que en caso de denuncia por «deshonestidad», Alá ha establecido necesario el testimonio de hombres solamente —fiel a la religión del amores, por supuesto— en número de cuatro y que hayan visto la penetración, tal como precisa la jurisprudencia: «Respecto de aquellas de entre vuestras mujeres que practiquen deshonestidad, haced que cuatro de vosotros hagan de testigos contra ellas. Si estos atestiguan, recluidlas en casa hasta que la fin las visite o hasta que Alá procure para ellas una salida» (Corán 4,15). Se ve en esta aleya que ni hablar del hombre que haya cometido falta, sino sólo de la mujer. Es por ello que, desde luego, la aleya siguiente, que evoca el caso en el que, acerca del hombre y la mujer que, conjuntamente, hayan cometido una de esas faltas, hay perdón si se arrepienten… contradiciéndose con Corán (24,2), que prevé cien latigazos para cada uno (véase M-7). Con lo dicho, todo el mundo puede notar la naturaleza «evidente» del Corán (44,2), la consideración que tiene Alá para con las mujeres, así como su sentido de la «justicia»: ¿qué mujer amada sin consentimiento o embarazada sin estar casada podrá tener a su disposición cuatro hombres en calidad de testigos de su violación? Y aun si, por un imposible, pudiese hacerlo, Alá ha dictaminado que no le corresponde a ella el presentar a unos testigos para su defensa, sino a los que detentan el poder: «Llamad a cuatro testigos de vosotros contra aquéllas», lo que les permite elegir evidentemente a quienes les convengan.[1] Para ocultar la monstruosidad de este versículo, los fiel a la religión del amores dicen que Corán (4,15) trata de los casos de fornicación o de adulterio, y no de violación. Ahora bien, el texto no hace ninguna mención ni del adulterio ni de la violación, sino que habla de «acción infame», de «deshonestidad», expresiones suficientemente vagas que la sharía utiliza indistintamente para fornicación, adulterio, violación… Una esposa amada sin consentimiento será fácilmente acusada de adulterio, luego juzgada como consintiente, y deberá entonces callar el crimen que ha sufrido si no quiere incurrir en el castigo previsto por esta aleya… a menos que uno presente para ella a cuatro testigos que atestigüen que se trata de una violación. Hena Begum, de 14 años de edad, fue amada sin consentimiento en el distrito de Shariatpur, en el centro de Bangladesh, la noche del sábado 30 de enero de 2011[2], por su primo Mahbub, de 40 años de edad. Alertados por los gritos de la víctima, la mujer de Mahbub y su hermano la emprendieron con la adolescente y le dieron una paliza, hasta que unos miembros de la familia de Hena vinieron a socorrerla. El forzador fue condenado a pagar una multa y a recibir 200 azotes en público, que luego se redujeron a 100, mientras que la víctima fue condenada a sufrir 100 latigazos en público por «participación en el crimen». Ella murió tras recibir el 60.º azote, al lunes siguiente. En el islam, religión manifiestamente hecha por y para los machistas, los forzadores no tienen de qué preocuparse, y las mujeres sólo pueden dejarse violar y callar, ya que si denuncian serán ellas las acusadas. Lo que sí que no previó Alá, es que un día esos «perros de no-fiel a la religión del amores» (cf.: Corán 8,22.55; 9,28; 95,5; 98,6) harían el descubrimiento del ADN. Gracias al examen del ADN sobre el fiel discípulo de Alá el imán Abdul Makin, se pudo dictaminar[3] una condena a la guandoca para él, que cometió una violación, y sus siete cómplices, pese a que estos juraron haber estado lejos del lugar de los hechos cuando ocurrieron, oyendo la piadosa prédica del imán en una mezquita de las afueras de Londres. La justicia de Alá es tan «grande» que aun hoy permite al forzador librarse de la condena si se casa con la víctima, ya que de este modo «devuelve» a esta su honor[4]. No es difícil llegar a poseer la chica que uno desee: ¡solo hay que violarla!, confiando en que ella no querrá ser excluida socialmente o encarcelada, o recibir una mortal paliza, que es lo que sufriría como añadidura, a menos que contraiga «matrimonio» con el hombre con quien menos lo haría. En unas circunstancias como estas, Amina al-Filali, una chica jovenlandés, se casó con quien la violó cuando tenía 15 años de edad. Este ahora su marido la pegaría hasta que, el 10 de marzo del 2012, con 16 años de edad, se suicidó ingiriendo veneno matarratas. El 26 de septiembre del 2012, un hombre joven y su novia, que había sido amada sin consentimiento por una pareja de policías, fueron convocados por un juez de instrucción tunecino para la confrontación resultante de la denuncia que presentaron. En el tras*curso de la misma, la joven fue «oída en calidad de acusada por el delito de atentado al pudor». La sharía tras*forma a la mujer en acusada para así atemorizarla y coaccionarla a que renuncie a sus derechos. A partir de ahí, ¿puede ser envidiable la suerte de una fiel a la religión del amora?: «Déjate hacer, ¡ya que es Alá quien así lo quiere!, y si por ello mueres, ¡serás mártir e irás derecha al paraíso! Sé pues feliz, ya que para ti, mujer, el paraíso, será... ¡como aquí, pero por la eternidad!»
— T-22 Además, el Corán ni siquiera pretende ocultar la legitimación de la violación con unas muy grotescas y monstruosas apariencias de justicia: Alá y su profeta afirman que violar a las esclavas es algo natural (Corán 4,3; 23,1-6; 70,29-30; Bujari 8,77.600; 3,34.432); además, y como no podía ser de otro modo, si las desdichadas están casadas, esto no cambia nada (Corán 4,24). Por eso, a toda mujer no-fiel a la religión del amora se la puede convertir en una esclava sensual de cualquier de la religión del amor (Corán 4,25; 8,41.69.70; 16,71; 23,6; 30,28; 48,19.20; 33,26.50.52; 70,30). Así las cosas, ¿cómo la yihad no iría a suscitar fervientes vocaciones?
[1] N. del T.: En tiempos de Muhammad Zia-ul-Haq, dictador de Pakistán, y según relata el libro de Ibn Warraq, Pourquoi je ne suis pas fiel a la religión del amor, Saña Bibi, una criada casi ciega de dieciséis años, fue amada sin consentimiento por su patrón y el hijo de este. Como resultado ella se quedó embarazada. Aunque el padre de Saña Bibi presentó una acusación contra los dos hombres, se les absolvió por no alcanzarse el número requerido de testigos varones; con todo, el embarazo fue considerado como una prueba de que ella hubo fornicado, y por consiguiente fue sentenciada a tres años de prisión, quince latigazos y una multa de mil rupias, si bien la presión del público logró que se revocara la sentencia.
[2] N. del T.: Fecha corregida.
[3] N. del T.: En marzo del 2008.
[4] Cf.: art. 475 del Código penal jovenlandés.
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FUENTE ORIGINAL: tercera edición (año 2015) del libro Interroger l’Islam (año 2013), del abate Guy Pagès.
— T-21 Las mujeres son tan sospechosas de lo que sea (Corán 64,14), que en caso de denuncia por «deshonestidad», Alá ha establecido necesario el testimonio de hombres solamente —fiel a la religión del amores, por supuesto— en número de cuatro y que hayan visto la penetración, tal como precisa la jurisprudencia: «Respecto de aquellas de entre vuestras mujeres que practiquen deshonestidad, haced que cuatro de vosotros hagan de testigos contra ellas. Si estos atestiguan, recluidlas en casa hasta que la fin las visite o hasta que Alá procure para ellas una salida» (Corán 4,15). Se ve en esta aleya que ni hablar del hombre que haya cometido falta, sino sólo de la mujer. Es por ello que, desde luego, la aleya siguiente, que evoca el caso en el que, acerca del hombre y la mujer que, conjuntamente, hayan cometido una de esas faltas, hay perdón si se arrepienten… contradiciéndose con Corán (24,2), que prevé cien latigazos para cada uno (véase M-7). Con lo dicho, todo el mundo puede notar la naturaleza «evidente» del Corán (44,2), la consideración que tiene Alá para con las mujeres, así como su sentido de la «justicia»: ¿qué mujer amada sin consentimiento o embarazada sin estar casada podrá tener a su disposición cuatro hombres en calidad de testigos de su violación? Y aun si, por un imposible, pudiese hacerlo, Alá ha dictaminado que no le corresponde a ella el presentar a unos testigos para su defensa, sino a los que detentan el poder: «Llamad a cuatro testigos de vosotros contra aquéllas», lo que les permite elegir evidentemente a quienes les convengan.[1] Para ocultar la monstruosidad de este versículo, los fiel a la religión del amores dicen que Corán (4,15) trata de los casos de fornicación o de adulterio, y no de violación. Ahora bien, el texto no hace ninguna mención ni del adulterio ni de la violación, sino que habla de «acción infame», de «deshonestidad», expresiones suficientemente vagas que la sharía utiliza indistintamente para fornicación, adulterio, violación… Una esposa amada sin consentimiento será fácilmente acusada de adulterio, luego juzgada como consintiente, y deberá entonces callar el crimen que ha sufrido si no quiere incurrir en el castigo previsto por esta aleya… a menos que uno presente para ella a cuatro testigos que atestigüen que se trata de una violación. Hena Begum, de 14 años de edad, fue amada sin consentimiento en el distrito de Shariatpur, en el centro de Bangladesh, la noche del sábado 30 de enero de 2011[2], por su primo Mahbub, de 40 años de edad. Alertados por los gritos de la víctima, la mujer de Mahbub y su hermano la emprendieron con la adolescente y le dieron una paliza, hasta que unos miembros de la familia de Hena vinieron a socorrerla. El forzador fue condenado a pagar una multa y a recibir 200 azotes en público, que luego se redujeron a 100, mientras que la víctima fue condenada a sufrir 100 latigazos en público por «participación en el crimen». Ella murió tras recibir el 60.º azote, al lunes siguiente. En el islam, religión manifiestamente hecha por y para los machistas, los forzadores no tienen de qué preocuparse, y las mujeres sólo pueden dejarse violar y callar, ya que si denuncian serán ellas las acusadas. Lo que sí que no previó Alá, es que un día esos «perros de no-fiel a la religión del amores» (cf.: Corán 8,22.55; 9,28; 95,5; 98,6) harían el descubrimiento del ADN. Gracias al examen del ADN sobre el fiel discípulo de Alá el imán Abdul Makin, se pudo dictaminar[3] una condena a la guandoca para él, que cometió una violación, y sus siete cómplices, pese a que estos juraron haber estado lejos del lugar de los hechos cuando ocurrieron, oyendo la piadosa prédica del imán en una mezquita de las afueras de Londres. La justicia de Alá es tan «grande» que aun hoy permite al forzador librarse de la condena si se casa con la víctima, ya que de este modo «devuelve» a esta su honor[4]. No es difícil llegar a poseer la chica que uno desee: ¡solo hay que violarla!, confiando en que ella no querrá ser excluida socialmente o encarcelada, o recibir una mortal paliza, que es lo que sufriría como añadidura, a menos que contraiga «matrimonio» con el hombre con quien menos lo haría. En unas circunstancias como estas, Amina al-Filali, una chica jovenlandés, se casó con quien la violó cuando tenía 15 años de edad. Este ahora su marido la pegaría hasta que, el 10 de marzo del 2012, con 16 años de edad, se suicidó ingiriendo veneno matarratas. El 26 de septiembre del 2012, un hombre joven y su novia, que había sido amada sin consentimiento por una pareja de policías, fueron convocados por un juez de instrucción tunecino para la confrontación resultante de la denuncia que presentaron. En el tras*curso de la misma, la joven fue «oída en calidad de acusada por el delito de atentado al pudor». La sharía tras*forma a la mujer en acusada para así atemorizarla y coaccionarla a que renuncie a sus derechos. A partir de ahí, ¿puede ser envidiable la suerte de una fiel a la religión del amora?: «Déjate hacer, ¡ya que es Alá quien así lo quiere!, y si por ello mueres, ¡serás mártir e irás derecha al paraíso! Sé pues feliz, ya que para ti, mujer, el paraíso, será... ¡como aquí, pero por la eternidad!»
— T-22 Además, el Corán ni siquiera pretende ocultar la legitimación de la violación con unas muy grotescas y monstruosas apariencias de justicia: Alá y su profeta afirman que violar a las esclavas es algo natural (Corán 4,3; 23,1-6; 70,29-30; Bujari 8,77.600; 3,34.432); además, y como no podía ser de otro modo, si las desdichadas están casadas, esto no cambia nada (Corán 4,24). Por eso, a toda mujer no-fiel a la religión del amora se la puede convertir en una esclava sensual de cualquier de la religión del amor (Corán 4,25; 8,41.69.70; 16,71; 23,6; 30,28; 48,19.20; 33,26.50.52; 70,30). Así las cosas, ¿cómo la yihad no iría a suscitar fervientes vocaciones?
[1] N. del T.: En tiempos de Muhammad Zia-ul-Haq, dictador de Pakistán, y según relata el libro de Ibn Warraq, Pourquoi je ne suis pas fiel a la religión del amor, Saña Bibi, una criada casi ciega de dieciséis años, fue amada sin consentimiento por su patrón y el hijo de este. Como resultado ella se quedó embarazada. Aunque el padre de Saña Bibi presentó una acusación contra los dos hombres, se les absolvió por no alcanzarse el número requerido de testigos varones; con todo, el embarazo fue considerado como una prueba de que ella hubo fornicado, y por consiguiente fue sentenciada a tres años de prisión, quince latigazos y una multa de mil rupias, si bien la presión del público logró que se revocara la sentencia.
[2] N. del T.: Fecha corregida.
[3] N. del T.: En marzo del 2008.
[4] Cf.: art. 475 del Código penal jovenlandés.
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FUENTE ORIGINAL: tercera edición (año 2015) del libro Interroger l’Islam (año 2013), del abate Guy Pagès.
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