Calahan
Sí pero, y su pandero?
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La perversa rehabilitación de una mentira de estado que inició Ernest Lluch y no termina nunca
La pesadilla de la desinformación no es ninguna novedad de las redes sociales como quieren hacernos creer. Ciertamente, han agravado el problema, pero la manipulación de la realidad, a partir del engaño y la desinformación, es una vieja y sofisticada técnica que tiene de trasfondo la manipulación política, siempre cultivada con las mejores técnicas por los poderosos. La historia va llena de ejemplos.
Este diario, y en concreto el trabajo de búsqueda del periodista Xavier Montanyà , que fue el primero en señalar que la niña Begoña Urroz no era la primera víctima de ETA, son víctimas desde hace años. Lo más salvaje del caso es que, cuando parece que ya se acaba y al final se vislumbra la verdad, aparece alguien que vuelve a manipular ya embadurnar la verdad.
Esto es lo que ha pasado de forma descarada con la búsqueda de Montanyà, que desde 2019 el entorno de la Fundación Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo (FCMVT) no ha dejado de tergiversar. La perversidad de los métodos empleados es reveladora, de hasta qué punto el estado tiene herramientas para evitar que la verdad emerja. Empecemos por el comienzo, por el auténtico pecado original que cometió Ernest Lluch y que de forma descarada quiso endurecer a ETA.
Todo empezó el 20 de octubre de 2000, cuando Ernest Lluch cambiaba el relato sobre la historia de ETA con el artículo “El pecado original de ETA”, publicado en La Vanguardia y en El Diario Vasco. Un artículo sin fundamento documental que daba la vuelta a la historia de esta organización. De la nada, Lluch afirmaba que la niña Begoña Urroz, de veintidós-meses, muerta accidentalmente a causa de la explosión de una bomba en la estación de Amara, el 27 de junio de 1960, había sido la primera víctima de ETA. Así se daba un vuelco importante en los orígenes de ETA, porque se despolitizaban a las víctimas y se empezaba a introducir una lectura diferente a cómo empezó.
Una afirmación indocumentada borraba la información real. Los primeros fallecidos de ETA fueron en 1968, con pocos días de diferencia: el guardia civil José Pardiñas, fallecido en un tiroteo, y el torturador Melitón Manzanas, jefe de la Brigada Político-social, al que se le atribuían vínculos con la Gestapo. El artículo de Lluch, abonado con un titular de profunda carga simbólica y jovenlandesal, se fundamentaba sólo en un libreto escrito por José Antonio Pagola, vicario de San Sebastián, en el que había una nota a pie de página que atribuía la fin de la niña en ETA. Años más tarde, el cura autor del libro explicó al diario Berria que la afirmación se basaba en rumores y que nunca la había contrastado.
La falta de rigor de Lluch, difícil de justificar con su currículum académico, fue premiada por la propia Vanguardia, que había publicado el artículo “El pecado original de ETA”, con el premio Godó de periodismo, cuando ETA ya había muerto Lluch . Se daban el premio a sí mismos por haber propagado un rumor y haberlo amplificado en forma de falso periodismo. Los hechos reales se tapaban y se conseguía desdibujar el comienzo político de ETA. Significativamente, La Vanguardia nunca ha rectificado.
Las primeras investigaciones las publicó en 2004, en el libro Piratas de la libertad (Empúries) . Un trabajo con el que Montanyà ganó el premio Octavi Pellissa. En el libro, que también ha sido publicado en francés y en gallego, Montanyà, explicó que la bomba que mató accidentalmente a la niña Begoña Urroz la había puesto el DRIL. Pero esta información documentada –a partir de la reivindicación del DRIL de la colocación de los artefactos los días 27, 28 y 29 de junio de 2000– no impidió que se siguiera propagando la falsedad, que crecía como una bola de nieve. El País, en el 2010, hizo un reportaje, cincuenta años después de la fin, poniendo énfasis en que una niña pequeña había sido la primera víctima de ETA. Había fotografías, una entrevista a los padres y todo tipo de detalles sobre el dolor de la familia, como si fuera cierto, impregnado de un sentimentalismo condenatorio hacia ETA, que nada tenía que ver.
Montanyà, que en 2011 había publicado " La manipulación de la primera víctima de ETA " en VilaWeb, continuó la investigación, y en 2013 publicó el extenso reportaje " Documentos oficiales prueban la manipulación de la primera víctima de ETA " en VilaWeb con los boletines de la Brigada Político-social, de los años 1960, 1961 y 1962, en los que la policía franquista atribuía al DRIL las bombas del verano del 60. Asimismo, en VilaWeb también se publicó un amplio reportaje del diario vasco Berria, en la que la periodista Ainhoa Oiartzabal hablaba de la búsqueda de Montanyà y la ampliaba con más testimonios relacionados con la historia. Esta información fue ampliamente divulgada en medios vascos, donde sobresale esta entrevista de Euskal Telebista a Xavier Montanyà .
En 2019, el gobierno español finalmente tuvo que aceptar oficialmente que Begoña Urroz no fue la primera víctima de ETA. Y ahí hubo una segunda manipulación, casi de premio, pero que no podemos pasar por alto. Porque, de hecho, es el nudo de este artículo, en el que se intenta desbaratar hasta qué punto es difícil llegar a la verdad; o quizás, más bien, explicar cuántos esfuerzos se dedican a manipular la verdad ya justificar la mentira.
Lo hacen publicando el informe fin en Amara. La violencia del DRIL a la luz de Begoña Urroz , escrito por Gaizka Fernández Soldevilla, que también trabaja como responsable del área de archivo de la FCMVT, y Manuel Aguilar Gutiérrez . Así culmina una nueva manipulación, intencionada, y que vuelve a tergiversar lo ocurrido bajo la apariencia de destapar la verdad. Una verdad que llevaba muchos años destapada y aceptada incluso por el gobierno español, como hemos explicado antes, pero que la envuelve de una manera especial, para que la mentira pase a segundo plano.
Lo hacen de forma sofisticada, combinan técnicas de microcirugía y sentimentalismo. Usurpan la autoría de las investigaciones de Xavier Montanyà como si fueran tangenciales. Inevitablemente, deben citarlas, pero las relegan con la intención de cambiar la historia otra vez. Se presentan como los autores de la búsqueda de la historia del DRIL, se apropian del trabajo realizado, con una clara voluntad política, que en un primer momento queda velada, pero como poco va quedando perfectamente dibujada.
Este informe da la vuelta a los hechos. No se centra en el origen de la mentira de estado, creada para falsificar los orígenes de ETA, sino que se dedica a construir un relato en el que el falso descubrimiento de la verdad, que es enfatizado como si no se supiera que hacía diez años que se sabía, es utilizada para esconder la mentira. Parece un juego de palabras pero no lo es. Es la descripción de una manipulación casi perfecta que quiere demostrar que la niña Begoña Urroz fue víctima del terrorismo. Es decir, si no fue ETA, fue el DRIL, y da igual porque, al fin y al cabo, es terrorismo, vienen a decir los autores.
Terrorismo es la palabra mágica que lo justifica todo. Así se desnuda el DRIL de su rasgo fundacional antifranquista y antisalazarista. Cabe decir que, a diferencia de ETA, que ha causado más de ochocientas víctimas, el DRIL nunca tuvo por objetivo a las personas. No era un grupo terrorista, era un grupo de acción antifranquista e iberista. En los dos o tres años de actividad, murieron accidentalmente la niña Begoña Urroz y el oficial del tras*atlántico Santa María, João José do Nascimento Costa, víctima del fuego cruzado que hubo la noche del secuestro del barco. Además, dos de los integrantes perdieron la vida en la acción: José Ramón Pérez Jurado, al estallarle en sus manos un explosivo, y Antonio Abad Donoso, condenado a fin y fusilado en Madrid el 8 de marzo de 1960.
¿Y por qué se manipula de esta forma? Pues porque así no debía darse marcha atrás de nada. Sobre todo, no debía retirarse a la familia de la niña Begoña Urroz la condecoración de víctima del terrorismo que le coincidieron en el 2013; año, por cierto, en el que ya se sabía que no había sido ETA. Y, al mismo tiempo, podía seguir vigente la fecha del 27 de junio, día en el que murió la niña, como día de las víctimas del terrorismo.
En esta operación, que pretende refundar la verdad, se ha añadido el documentario fin en Amara , basado en el informe del mismo nombre, dirigido por Aitor González de Langarica y presentado en el Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián, esta primavera. El ciclo de manipulación también forma parte, y no de forma secundaria, en la publicación del libro de Gaika Fernández y Pablo Contreras Las razas de un cáncer (Tecnos) , publicado este año, que utiliza el mismo método que se ha utilizado en esta reescritura del relato.
Xavier Montanyà
Sobre los autores de este libro, Xavier Montanyà nos explica cómo trabajan: “Siguen en la línea de atribuirse ellos el descubrimiento de una verdad demostrada desde hace veinte años en mi libro Piratas de la Libertad . Que, más tarde, corroboré con el hallazgo y publicación de los papeles de la BPS de 2013. Sobre estos documentos, ellos escriben textualmente: 'Estaba lejos de ser una prueba concluyente. La policía franquista no era infalible (de hecho, se equivocaba a menudo).' Para ellos, siempre, las pruebas que yo y más personas hemos aportado muchos años antes, son descalificadas o menospreciadas sistemáticamente.” Respecto al método, Montanyà aclara: “La información de los boletines de la BPS no era originalmente de la policía franquista (que 'se equivocaba a menudo', según ellos). Más bien provenía de la policía belga, que había detenido en Lieja a catorce presuntos miembros del DRIL en verano de 1960, tras los atentados. Franco pidió su extradición, pero fue denegada. Por tanto, la policía española no pudo interrogarles nunca.”
Sin embargo, más adelante, los autores utilizan como prueba unas diligencias policiales, instruidas, entre más, por Melitón Manzanas, “ una exhaustiva labor ” para señalar con nombres y apellidos al responsable de la colocación de la bomba que, accidentalmente, mató a Begoña Urroz. Es de dominio público que sin una sentencia de un juez, las diligencias de la policía no son suficientes para culpar a nadie. Es necesario un juicio, con fiscal y defensor, que examine lo que dicen la policía y los acusados, u otros testigos, para elaborar una sentencia condenatoria o absolutoria. Pues bien, tras las bombas del verano de 1960, la policía franquista nunca detuvo a ningún activista del DRIL, es decir, no hubo ningún consejo de guerra ni sentencia judicial. En cambio, los autores de Las razas de un cáncer señalan y “condenan” a una persona como autora del atentado basándose en unas presuntas diligencias policiales instruidas por Melitón Manzanas. Ni Franco lo habría hecho tan torpemente. Por cierto, según declararon ellos y se hizo eco en una noticia la cadena SER, este informe de la policía se lo facilitó “una fuente anónima”, después de haber publicado ellos y el FCMVT el libreto fin en Amara , en junio del 2019. Normalmente, y en rigor, los documentos de la policía que se citan están en archivos oficiales y no en manos de “fuentes anónimas”.
Veinte años de mentiras a explicar y que sin la complicidad pasiva del periodismo no iban a tener éxito. Sin embargo, es de esperar que en algún momento se detenga esta falsificación constante y que la realidad de los hechos no esté enmascarada. La potencia de las ramificaciones del estado para esconder la verdad, en este caso, son algo más que ilustrativas.
- Análisis sobre cómo se ha manipulado, en los últimos años, la búsqueda del periodista Xavier Montanyà que desmentía la afirmación de Ernest Lluch de que la primera víctima de ETA había sido una niña de meses
La pesadilla de la desinformación no es ninguna novedad de las redes sociales como quieren hacernos creer. Ciertamente, han agravado el problema, pero la manipulación de la realidad, a partir del engaño y la desinformación, es una vieja y sofisticada técnica que tiene de trasfondo la manipulación política, siempre cultivada con las mejores técnicas por los poderosos. La historia va llena de ejemplos.
Este diario, y en concreto el trabajo de búsqueda del periodista Xavier Montanyà , que fue el primero en señalar que la niña Begoña Urroz no era la primera víctima de ETA, son víctimas desde hace años. Lo más salvaje del caso es que, cuando parece que ya se acaba y al final se vislumbra la verdad, aparece alguien que vuelve a manipular ya embadurnar la verdad.
Esto es lo que ha pasado de forma descarada con la búsqueda de Montanyà, que desde 2019 el entorno de la Fundación Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo (FCMVT) no ha dejado de tergiversar. La perversidad de los métodos empleados es reveladora, de hasta qué punto el estado tiene herramientas para evitar que la verdad emerja. Empecemos por el comienzo, por el auténtico pecado original que cometió Ernest Lluch y que de forma descarada quiso endurecer a ETA.
El pecado original de Lluch
Todo empezó el 20 de octubre de 2000, cuando Ernest Lluch cambiaba el relato sobre la historia de ETA con el artículo “El pecado original de ETA”, publicado en La Vanguardia y en El Diario Vasco. Un artículo sin fundamento documental que daba la vuelta a la historia de esta organización. De la nada, Lluch afirmaba que la niña Begoña Urroz, de veintidós-meses, muerta accidentalmente a causa de la explosión de una bomba en la estación de Amara, el 27 de junio de 1960, había sido la primera víctima de ETA. Así se daba un vuelco importante en los orígenes de ETA, porque se despolitizaban a las víctimas y se empezaba a introducir una lectura diferente a cómo empezó.
Una afirmación indocumentada borraba la información real. Los primeros fallecidos de ETA fueron en 1968, con pocos días de diferencia: el guardia civil José Pardiñas, fallecido en un tiroteo, y el torturador Melitón Manzanas, jefe de la Brigada Político-social, al que se le atribuían vínculos con la Gestapo. El artículo de Lluch, abonado con un titular de profunda carga simbólica y jovenlandesal, se fundamentaba sólo en un libreto escrito por José Antonio Pagola, vicario de San Sebastián, en el que había una nota a pie de página que atribuía la fin de la niña en ETA. Años más tarde, el cura autor del libro explicó al diario Berria que la afirmación se basaba en rumores y que nunca la había contrastado.
La falta de rigor de Lluch, difícil de justificar con su currículum académico, fue premiada por la propia Vanguardia, que había publicado el artículo “El pecado original de ETA”, con el premio Godó de periodismo, cuando ETA ya había muerto Lluch . Se daban el premio a sí mismos por haber propagado un rumor y haberlo amplificado en forma de falso periodismo. Los hechos reales se tapaban y se conseguía desdibujar el comienzo político de ETA. Significativamente, La Vanguardia nunca ha rectificado.
Montanyà investiga el DRIL
Poco tiempo más tarde, en 2004, una investigación de Xavier Montanyà aclaró qué había pasado. Mientras buscaba información sobre el secuestro del tras*atlántico Santa María por parte del Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL) con el objetivo de protestar contra la dictadura franquista y la salazarista, encontró información muy importante sobre el caso y lo ha trabajado durante años .Las primeras investigaciones las publicó en 2004, en el libro Piratas de la libertad (Empúries) . Un trabajo con el que Montanyà ganó el premio Octavi Pellissa. En el libro, que también ha sido publicado en francés y en gallego, Montanyà, explicó que la bomba que mató accidentalmente a la niña Begoña Urroz la había puesto el DRIL. Pero esta información documentada –a partir de la reivindicación del DRIL de la colocación de los artefactos los días 27, 28 y 29 de junio de 2000– no impidió que se siguiera propagando la falsedad, que crecía como una bola de nieve. El País, en el 2010, hizo un reportaje, cincuenta años después de la fin, poniendo énfasis en que una niña pequeña había sido la primera víctima de ETA. Había fotografías, una entrevista a los padres y todo tipo de detalles sobre el dolor de la familia, como si fuera cierto, impregnado de un sentimentalismo condenatorio hacia ETA, que nada tenía que ver.
Montanyà, que en 2011 había publicado " La manipulación de la primera víctima de ETA " en VilaWeb, continuó la investigación, y en 2013 publicó el extenso reportaje " Documentos oficiales prueban la manipulación de la primera víctima de ETA " en VilaWeb con los boletines de la Brigada Político-social, de los años 1960, 1961 y 1962, en los que la policía franquista atribuía al DRIL las bombas del verano del 60. Asimismo, en VilaWeb también se publicó un amplio reportaje del diario vasco Berria, en la que la periodista Ainhoa Oiartzabal hablaba de la búsqueda de Montanyà y la ampliaba con más testimonios relacionados con la historia. Esta información fue ampliamente divulgada en medios vascos, donde sobresale esta entrevista de Euskal Telebista a Xavier Montanyà .
En 2019, el gobierno español finalmente tuvo que aceptar oficialmente que Begoña Urroz no fue la primera víctima de ETA. Y ahí hubo una segunda manipulación, casi de premio, pero que no podemos pasar por alto. Porque, de hecho, es el nudo de este artículo, en el que se intenta desbaratar hasta qué punto es difícil llegar a la verdad; o quizás, más bien, explicar cuántos esfuerzos se dedican a manipular la verdad ya justificar la mentira.
La segunda manipulación
Dado que el reconocimiento por parte del estado español de la mentira no debió agradar a mucha gente, en 2019 entró en acción la Fundación Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo (FCMVT) , organización apoyada por el Ministerio de Interior español, dirigida por Florencio Domínguez Irribaren, especialista en ETA de La Vanguardia y coautor del libro Vidas rota s . La historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA (2010), en la que también se atribuía a ETA la fin de Begoña Urroz.Lo hacen publicando el informe fin en Amara. La violencia del DRIL a la luz de Begoña Urroz , escrito por Gaizka Fernández Soldevilla, que también trabaja como responsable del área de archivo de la FCMVT, y Manuel Aguilar Gutiérrez . Así culmina una nueva manipulación, intencionada, y que vuelve a tergiversar lo ocurrido bajo la apariencia de destapar la verdad. Una verdad que llevaba muchos años destapada y aceptada incluso por el gobierno español, como hemos explicado antes, pero que la envuelve de una manera especial, para que la mentira pase a segundo plano.
Lo hacen de forma sofisticada, combinan técnicas de microcirugía y sentimentalismo. Usurpan la autoría de las investigaciones de Xavier Montanyà como si fueran tangenciales. Inevitablemente, deben citarlas, pero las relegan con la intención de cambiar la historia otra vez. Se presentan como los autores de la búsqueda de la historia del DRIL, se apropian del trabajo realizado, con una clara voluntad política, que en un primer momento queda velada, pero como poco va quedando perfectamente dibujada.
Este informe da la vuelta a los hechos. No se centra en el origen de la mentira de estado, creada para falsificar los orígenes de ETA, sino que se dedica a construir un relato en el que el falso descubrimiento de la verdad, que es enfatizado como si no se supiera que hacía diez años que se sabía, es utilizada para esconder la mentira. Parece un juego de palabras pero no lo es. Es la descripción de una manipulación casi perfecta que quiere demostrar que la niña Begoña Urroz fue víctima del terrorismo. Es decir, si no fue ETA, fue el DRIL, y da igual porque, al fin y al cabo, es terrorismo, vienen a decir los autores.
Terrorismo es la palabra mágica que lo justifica todo. Así se desnuda el DRIL de su rasgo fundacional antifranquista y antisalazarista. Cabe decir que, a diferencia de ETA, que ha causado más de ochocientas víctimas, el DRIL nunca tuvo por objetivo a las personas. No era un grupo terrorista, era un grupo de acción antifranquista e iberista. En los dos o tres años de actividad, murieron accidentalmente la niña Begoña Urroz y el oficial del tras*atlántico Santa María, João José do Nascimento Costa, víctima del fuego cruzado que hubo la noche del secuestro del barco. Además, dos de los integrantes perdieron la vida en la acción: José Ramón Pérez Jurado, al estallarle en sus manos un explosivo, y Antonio Abad Donoso, condenado a fin y fusilado en Madrid el 8 de marzo de 1960.
¿Y por qué se manipula de esta forma? Pues porque así no debía darse marcha atrás de nada. Sobre todo, no debía retirarse a la familia de la niña Begoña Urroz la condecoración de víctima del terrorismo que le coincidieron en el 2013; año, por cierto, en el que ya se sabía que no había sido ETA. Y, al mismo tiempo, podía seguir vigente la fecha del 27 de junio, día en el que murió la niña, como día de las víctimas del terrorismo.
En esta operación, que pretende refundar la verdad, se ha añadido el documentario fin en Amara , basado en el informe del mismo nombre, dirigido por Aitor González de Langarica y presentado en el Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián, esta primavera. El ciclo de manipulación también forma parte, y no de forma secundaria, en la publicación del libro de Gaika Fernández y Pablo Contreras Las razas de un cáncer (Tecnos) , publicado este año, que utiliza el mismo método que se ha utilizado en esta reescritura del relato.
Sobre los autores de este libro, Xavier Montanyà nos explica cómo trabajan: “Siguen en la línea de atribuirse ellos el descubrimiento de una verdad demostrada desde hace veinte años en mi libro Piratas de la Libertad . Que, más tarde, corroboré con el hallazgo y publicación de los papeles de la BPS de 2013. Sobre estos documentos, ellos escriben textualmente: 'Estaba lejos de ser una prueba concluyente. La policía franquista no era infalible (de hecho, se equivocaba a menudo).' Para ellos, siempre, las pruebas que yo y más personas hemos aportado muchos años antes, son descalificadas o menospreciadas sistemáticamente.” Respecto al método, Montanyà aclara: “La información de los boletines de la BPS no era originalmente de la policía franquista (que 'se equivocaba a menudo', según ellos). Más bien provenía de la policía belga, que había detenido en Lieja a catorce presuntos miembros del DRIL en verano de 1960, tras los atentados. Franco pidió su extradición, pero fue denegada. Por tanto, la policía española no pudo interrogarles nunca.”
Sin embargo, más adelante, los autores utilizan como prueba unas diligencias policiales, instruidas, entre más, por Melitón Manzanas, “ una exhaustiva labor ” para señalar con nombres y apellidos al responsable de la colocación de la bomba que, accidentalmente, mató a Begoña Urroz. Es de dominio público que sin una sentencia de un juez, las diligencias de la policía no son suficientes para culpar a nadie. Es necesario un juicio, con fiscal y defensor, que examine lo que dicen la policía y los acusados, u otros testigos, para elaborar una sentencia condenatoria o absolutoria. Pues bien, tras las bombas del verano de 1960, la policía franquista nunca detuvo a ningún activista del DRIL, es decir, no hubo ningún consejo de guerra ni sentencia judicial. En cambio, los autores de Las razas de un cáncer señalan y “condenan” a una persona como autora del atentado basándose en unas presuntas diligencias policiales instruidas por Melitón Manzanas. Ni Franco lo habría hecho tan torpemente. Por cierto, según declararon ellos y se hizo eco en una noticia la cadena SER, este informe de la policía se lo facilitó “una fuente anónima”, después de haber publicado ellos y el FCMVT el libreto fin en Amara , en junio del 2019. Normalmente, y en rigor, los documentos de la policía que se citan están en archivos oficiales y no en manos de “fuentes anónimas”.
Veinte años de mentiras a explicar y que sin la complicidad pasiva del periodismo no iban a tener éxito. Sin embargo, es de esperar que en algún momento se detenga esta falsificación constante y que la realidad de los hechos no esté enmascarada. La potencia de las ramificaciones del estado para esconder la verdad, en este caso, son algo más que ilustrativas.
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