¿Cómo era el militante de la psoe en 1926? exactamente igual que ahora

M. Priede

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Yo vi resucitar a este tipo de gente entre 1975 y 1978; hasta 1975 miraban con repruebo a todo aquel que se destacaba contra Franco, pero cuando los tiempos empezaron a cambiar, se dieron cuenta de por dónde iba el negocio y se hicieron antifranquistas. Y así hasta hoy.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera hicieron lo mismo. Ya existía el PSOE y la UGT; el gobierno ilegalizó a todos los grupos anarquistas y sus sindicatos y encarcelaron a sus líderes. El sindicato socialista pactó con el dictador mantener la tranquilidad en las fábricas a cambio, cómo no, de privilegios y dinero. Y así prosperó la UGT y la PSOE, que hasta entonces iban muy detrás de los anarquistas en el movimiento obrero.

Pues bien, resulta que uno de lo acuerdos consistía en que se le regalaba al sindicato el pozo de carbón San Vicente, en Langreo, y como no había manera de ocultar semejante cosa se vendió como un ensayo de autogestión obrera.

La autogestión de las narices consistió en que explotaban a los mineros más que nunca y que el sindicato SOMA-UGT (SOMA, Sindicato Obrero de la Minería Asturiana) aceptase que un logro de la lucha minera como fue conseguir que la jornada en el interior de las minas se redujese de ocho a siete horas, se perdiera, volviendo a trabajar una hora más. Entonces ocurre lo siguiente. Lo cuenta el sindicalista Antón Saavedra hace siete años:

Corrupción.

En efecto, el Directorio Militar de PRIMO DE RIVERA no tuvo ningún inconveniente en apoyar aquel ensayo de socialización de pérdidas y concedió al sindicato un crédito para paliar aquella deuda de 625.149 pesetas, además de adquirir el compromiso de hacerse cargo del total de la producción extraída con destino a los barcos de la Marina. Desde aquel momento, con la producción vendida de antemano – 2.500 toneladas mensuales – la mina quedaría convertida en la niña mimada del socialismo asturiano, con Amador Fernández “Amadorín” como gerente y Belarmino Tomás como director, a la vez que otros destacados dirigentes somáticos ocupaban los puestos de mayor responsabilidad, y aunque de cara al exterior parecía que nadie turbaba aquella aparente tranquilidad, el conflicto en el tajo se reproducía permanentemente entre los trabajadores que reclamaban mejores condiciones laborales, hasta que uno de aquellos enfrentamientos acabó en la crónica de una tragedia anunciada.​

Y aquí podéis comprobar cómo la masa que guardaba silencio y que apoyaba a Franco, cincuenta años antes calla ante un hecho como era la pérdida de derechos de los mineros a manos de los suyos. Lo mismo que guardó y guarda silencio después de que su partido junto con la derecha hayan entregado la economía y el derecho a la vivienda a multnacionales del expolio. Y llevamos otros 50 años así. No hablemos de la destrucción social y hasta biológica del país con una inmi gración del sur muy sur que sustituirá a la autóctona.

Atentos, que llega la épica y la acción de los dioses.

El minero de 28 años Ramón Gutierrez había sido despedido por publicar un artículo en el periódico “La Antorcha” donde acusaba al vigilante minero somático, José Iglesias “Pepón de Claudia”, de ser un “negrero” con los trabajadores que tenía a su cargo, teniendo que ganarse la vida con la apertura de un pequeño “chigre” en la localidad langreana de Ciaño, que se vería boicoteado y abocado al fracaso, y pensando que detrás de todos su males estaba la mano de Belarmino Tomás, decidió tomarse la justicia por su cuenta. Así, en la tarde del día 19 de noviembre de 1927, entraría en las oficinas de la mina donde estaban reunidos “Pepón de Claudia”, Belarmino Tomás y el capataz minero Leopoldo Fernández Nespral examinando unos documentos, y portando una pistola en su mano, tal y como se reproduce en el diario “La Prensa” de la fecha, les dijo: «Mirad también este documento», tratando Belarmino Tomás de calmarle, a lo que Ramón Gutierrez replicó: «Yo no vengo aquí a discutir», lanzando a continuación varios disparos que acabarían con la vida de José Iglesias “Pepón de Claudia”, mientras que Belarmino Tomás resultaba herido en la cara y un brazo.​

Los dioses toman partido por Ramón. Y hasta que en Asturias no se homenajee a Ramón Gutiérrez como un héroe nada habrá cambiado. Hicieron crecer las aguas del Nalón y ahogaron a unos cuantos "somáticos" (que dice Saavedra, negándose a utilizar la palabra "socialistas", que a esta gente le queda muy grande, porque esa palabra la merece Ramón Gutiérrez). Cuando una masa acompañaba el cadáver de Pepón el de Claudia desde la Casa del Pueblo, los dioses hundieron el puente.

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Periódico «La Prensa», recogiendo la información del entierro de «Pepón de Claudia» en la Mina de San Vicente.

Lógicamente, la noticia de aquel asesinato había conmocionado a la población y, como quiera que las desgracias nunca vienen solas, un suceso inesperado vino a sumarse a lo que ya se estaba viviendo el mismo día del entierro. La conducción del cadáver, a hombros de cuatro compañeros del pozo minero, se había iniciado a las tres y media del domingo, 20 de noviembre de 1927, desde la casa del Pueblo de L’Entregu cuando, de repente, el puente de La Oscura se vino abajo al romperse los cables de sujeción y su estructura acabó en el rio Nalón junto con la multitud que lo cruzaba cuando unas seiscientas personas acompañaban al cadáver de “Pepón de Claudia”. En un principio, la confusión fue de total desconcierto, especialmente al ver flotando tantos cuerpos por el agua, que hicieron pensar en una tragedia de grandísimas dimensiones, pero cuando se pudo restablecer algo de orden y los heridos comenzaron a ser trasladados hasta la Casa de Socorro y el Sanatorio de los doctores Ortiz-Cuervo y pudieron conocerse los detalles de lo ocurrido y las cifras, aunque de mucha gravedad, dejaron de ser tan alarmantes.​

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Puente «La Oscura» de L’Entregu, derrumbado cuando la gente asistía al sepelio de «Pepón de Claudia » muerto por disparos de pistola en su oficina del pozo San Vicente…
Aunque los conocidos hagiógrafos somáticos se hayan encargado de presentar en diversos escritos, incluso en algún que otro libro, lo que ellos denominan “autogestión de la mina San Vicente” como una gran obra sagrada, rayana en el milagro, cuando tienen la osadía de afirmar que, “desde el momento en que la mina estuvo dirigida por los líderes del SOMA, Belarmino Tomás y Amador Fernández ‘Amadorín’, los mineros pasaron a disfrutar de la jornada laboral de seis horas diarias, alcanzando los más altos salarios en el sector, y cumpliendo todos los objetivos de producción”, la realidad contrastada ha sido otra muy distinta. Nunca, jamás, la mina “San Vicente” tuvo una jornada de seis horas. Más bien, lo que ocurrió fue que, desde el pacto establecido de colaboracionismo SOMA-DICTADURA PRIMORRIVERISTA, la jornada de siete horas que los mineros habían arrancado a sangre y fuego, quedó eliminada y los mineros volvieron a trabajar ocho horas diarias, de lunes a sábado.
 
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