Rodrigo Chulo
Himbersor
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- 12 May 2019
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Ella tenía un año menos que yo, no éramos unos críos (22 - 21). Estudíabamos en la misma universidad y en la misma clase. Ella tuvo conmigo esa crueldad tan constante que pasa desapercibida. Como la picadura del mosquito: un día te dejas la ventana abierta y duermes tan a gusto que no te das cuenta hasta el día siguiente de que esos bichos te han estropeado. No considero que fui un pagafantas de manual ya que en las cosas importantes supe poner un límite, pero otras cosas se colaron por encima del arco del triunfo. Es lo que pasa cuando tu relación es una constante lucha por el poder. Por aquel entonces y siendo ella mi primera relación formal, yo tenía este inocente pensamiento de que una relación no es algo que se pueda abandonar fácilmente, es un proyecto en el que has invertido por tanto cuando hay un problema tienes que solucionarlo a toda costa y abandonar debe ser la última opción. Me equivocaba en dos cosas: hay problemas que no se arreglan, como por ejemplo que tu pareja deje de quererte y no te lo diga, contra eso no puedes hacer nada. Y en otra cosa más, las relaciones son muy fáciles de dejar, cosa que ella misma me demostraría unos meses después.
Había también esta otra chica de mi clase, guapísima, con la que empecé a coincidir después de comer en el metro y con la que empecé a desahogarme de mi relación como lo haría con cualquier amigo. Pero no cualquier amigo tiene dos berzas como dos carretas y la tensión entre nosotros creció como la espuma. Todos se dieron cuenta de que ella iba detrás de mí, yo disimulaba como un campeón pero esa chica me prestaba la atención que mi novia decidía no prestarme (y digo decidía, porque al igual que yo decidí luchar por la relación, ella decidió no hacer nada) y cada borderío de mi novia lo traducía como un derecho divino para poder hablar con ella sin remordimientos. A mi novia no le gustaba que este pivón fuese detrás de mí. Yo escuchaba a mi novia, la ayudaba, la apoyaba, tenía una paciencia infinita y fui cariñoso y atento a la par que le supe dar su espacio. Ella en cambio jugaba a dejar de prestarme atención para comprobar hasta dónde llegaba mi paciencia, lo que se llama el tira y afloja, venderme palabras que para mí eran sentimientos y ser fría como un témpano cuando estábamos en público para demostrar su superioridad. Tenía la autoestima por los suelos y por eso le quitaba el sueño que otra chica se fijase en mí. Lo que digo con esto, es que no entiendo por qué gastó tantas energías en esa chica a la que odiaba y tan pocas en mí.
Señalad a otro con ese dedo acusador, jamás me hice un todos puñeteros. Un día hablé con la guapa en el metro y le dije que si no tenía los huevones para dejar mi relación tampoco tendría la maldad para ponerle los cuernos a mi novia. Sobra decir que entre mi novia y yo no todo era malo, sabía ella darme la dosis justa de cariño que me mantenía enganchado.
Supongo que sabéis lo que es el verano, a muchas personas se les hierve la sangre de los genitales en esta época y su cabeza sólo les da para inventar excusas que eludan su evidente culpabilidad. Pues ese verano yo me iba a Galicia a ver a mi familia un mes, sabía perfectamente que esto acabaría con mi relación, pero también sabía que si una relación de 3 años no aguanta un mes de distancia, entonces la relación ya está acabada.
Me tuvo todo el verano en ascuas, yo había decidido intentarlo y que por mi parte que no quedase. Al volver la noté más rara de lo habitual (aun más) y el resto ya sabéis cómo va. Hablamos y me dijo de darnos un tiempo. Yo le dije que ya nos habíamos dado demasiado tiempo juntos y que lo nuestro no daba para más. Le pregunté que si había otro, que no me iba a enfadar pero que después de tantos años tenía derecho a la verdad. Me contestó que no. "si me lo dice ella será verdad" pensé.
Aquí la primera parte, porque estoy tan hasta los bemoles de escribir como vosotros de leerme. Aun no he entrado en materia y el tema importante en cuestión está por venir, pero me apetecía explayarme en los antecedentes, no hace falta que lo jure. Con que a una persona le interese, escribiré la segunda parte. Si esto no te ha interesado una cosa y has llegado hasta aquí, siento decirte que no puedo devolverte el tiempo, pero acepta esta disculpa como compensación.
"Si me lo dice ella será verdad" pensé. ¿Qué motivo tenía para mentirme? Había sido un novio confiable y sincero desde el principio. No iba a montar un pollo por eso y ahora que todo había acabado tenía el derecho no escrito a la verdad. Y la habría creído del todo de no haber sido por eso que me dijo de darnos un tiempo, cosa que en el idioma de la verdad significa que necesita amarse a otro para saber si en el fondo me sigue queriendo. Pero no, no voy a decir que fuese un pitoniso y aunque tenía la mosca detrás de la oreja y nunca descarté la infidelidad (creo que nunca puede descartarse) fui tan pardillo como para decidir creerla, cosa de la que nunca me he arrepentido. Pensé que lo más fácil sería decírselo a mis compañeros de clase cuanto antes y así cuando empezase el curso estarían habituados a no vernos como el pack estandar de novios al que estaban acostumbrados. La chica guapa del metro me dijo que lo sentía. Pienso que sí que lo sentía de verdad, de alguna manera, pero no tanto como sentiría tres semanas después mi platano en su garganta.
Ese día mi novia me había dicho de quedar para hablar, yo que vivía a 20 minutos en coche, le dije que si íbamos a cortar prefería hacerlo por teléfono. Y ya está, ya estaba hecho, ya había pasado eso que por tanto tiempo temía y que a la vez esperaba. Y ahí estaba yo con el móvil en la mano, en mi habitación, como un pasmado al que le dan una leche que se veía venir, mandando mensajitos a mis compañeros. Miré todas las cosas que ella me había regalado, que llevaban años adornando mi cuarto "tiempo al tiempo" dije en voz alta y me di cuenta de que por otra parte me alegraba mucho de ponerme el pijama y no salir de casa.
Dos semanas después llamó la tetona del metro para quedar y como si fuese Morfeo me preguntó básicamente si quería la pastilla azul o la roja. Le contesté: "la verdad, siempre". En el fondo sabía lo que iba a decirme: habían pillado a mi novia poniéndome los cuernos. Yo pude haber pensado que era poco oportuno que una amiga de la chica a la que le gusto viese a mi novia liándose con un guaperas como una niñata. Pero me lo creí, de hecho, estaba convencido de que lo había hecho. Y aquí está la cuestión importante: veo muchos hilos de "no sé si mi esposa es infiel bla bla" si lo es o no es lo de menos, la confianza no acaba cuando te enteras, la confianza acaba cuando lo sospechas. Si sospechas que tu pareja puede hacerte algo así, probablemente es porque no esté actuando como una persona confiable y eso es motivo suficiente de ruptura. Como dijo Julio César: "La mujer del César no solo debe de ser honrada, sino también aparentarlo". Pero no fue eso lo que pensé en ese momento, si no que ahora comprendía por qué en forocoches se decía eso de "todas es todas".
Mientras me lo contaba lloraba como si se lo hubiesen hecho a ella, y jorobar, con los ojos llorosos estaba guapísima. No sé que estaba diciéndome pero la interrumpí: "¿Nos vamos al cine?" Se echó a reir y montamos en mi coche. Al acabar la dejé en la puerta de su casa y salí del coche para despedirnos. Lo habíamos pasado bien.
-Qué noche más rara- Le dije.
Y me abrazó. Pensé que sería una locura tener algo con ella y que lo que necesitaba era un tiempo para mí solo, ordenar la cabeza, demostrarme que no necesito a nadie y todo eso pero lo que hice fue pegarle un mordisco en el cuello con más ganas que Nosferatu. Nos metimos en el coche y nos dimos el lote pero tuve que parar porque me había dado (por 1a vez en mi vida) un gatillazo y eso que estaba chupándole las berzas como si no hubiese comido en un mes, por lo visto el sesso no lo es todo.
-Lo siento, demasiadas cosas en un mismo día- Creo que cualquiera lo hubiera entendido. Ella al menos lo hizo. Volví a casa y no dormí en toda la noche. Dos meses atrás yo estaba enamorado y ahora mi regazo me dejaba colgado. En una semana empezaban las clases, empecé a imaginar el curso que me esperaba.
No os preocupéis, la guapa y yo acabamos amando en el pisito donde le hacía el amor a mi ex durante tres años. Creía que sería raro, pero fue la leche. Ah, y se lo tragaba. Fue toda una manola hecha realidad.
La mañana del primer día de curso me puse la canción de las peleas del Final Fantasy 8 y fui a la universidad con los bemoles en la garganta y la espalda bien recta. Allí estaba ella. Era la primera vez que veía a mi ex, la primera de muchas veces durante ese año. Y me sorpendió lo parecida que era a la mujer a la que solía amar.
-¿Cómo estás?- Me preguntó con tono empático.
Maldita fruta barata, cómo quieres que esté, me has puesto los cuernos y no has tenido ni la lealtad de decírmelo, si tanto te picaba el shishi haberme dejado antes y no me hubiese comido las babas de un puñetero cuñado de gimnasio.
Tragué saliva.
...
Obviamente la guapa y yo manteníamos nuestra relación sensual en secreto, a ella no le hacía gracia que la gente lo supiese y a mí no me aportaba nada darle celos a mi ex, bueno, un poco sí. Los intentos de mi ex por llamar la atención de todo el mundo me estaban volviendo loco. "¿Pero qué se cree esta? No les ha hecho ni puñetero caso durante 3 cursos y ahora quiere que sean sus amigos? ¿Se hace la triste cuando me ha puesto los cuernos? ¿Cómo tiene los ovarios de mirarme a la cara y no morirse de vergüenza?" Lo más duro fue ver a esa cría consentida y pensar que yo mismo estuve enamorado de ella. Eso y que no hubiese dejado de ser guapa.
Pensaba que no aguantaría la situación un año entero, así que llamé al Señor Miyagi. El señor Miyagi es un señor mayor, amigo de mi familia y jodidamente listo que siempre me ha apoyado en las duras y en las maduras y ha tratado de alejarme de la senda Beta de la perdición. Y como si fuese Yoda en Dagobah me dió instrucciones muy claras:
1- No le digas que sabes lo del tds pts hasta que llegue el momento
2- No seas victimista pero tampoco vayas por ahí diciendo que estás de querida progenitora.
3- sé amable y empático con ella. Cuando llegue el momento perdónala, el rencor sólo la mantendrá vida
4- no tires sus cosas hasta que te hayas acostumbrado a mirarlas sin sentir nada.
5- El luchador tiene miedo. Pero no lo muestra.
Yo no aguantaba las ganas de decirle a pilinguita que sabía lo del todas prespitadoras, así que pregunté:
-¿Cómo sabré que llega el momento, maestro?
-En un mes, cuando le falle su nueva platano, se le irá la olla y ni corta ni perezosa, te hablará de cualquier cosa.
-¿Será ese el momento?
-No. Volverá a ti ese escremento, antes de acabar la universidad. Sabrás entonces que ha llegado la hora, hablarás con la astuta, y decirle podrás la verdad.
Es posible que no fuese así tal cual, y que ese señor en realidad no se llame Señor Miyagi, pero acertó en todo. Os lo aseguro.
Y hasta aquí la segunda parte. Se alarga más de lo que pensaba y tampoco quiero saturar al personal poniendo todo de golpe. He cumplido con lo que dije y mis horas me ha costado. Volveré a hacerlo, os lo aseguro, intentaré que la semana que viene esté la 3a parte. Probablemente sea la última. En cualquier caso no haré más de 4. Gracias a los que me apoyáis por interesaros por esta historia tan corriente, de no ser por vosotros que no os quepa la menor duda de que no seguiría escribiendo. A los impacientes, siento deciros que no podéis hacer nada para que escriba más rápido. Os sugiero en lugar de eso que os descarguéis el Arena of Valor que es un moba para móviles muy chulo. O que pongáis un Señor Miyagi en vuestra vida.
Para aquellos que tengáis que ver a vuestra ex por primera vez, os dejo aquí esta canción para que luchéis contra vuestros monstruos internos con la enegía con la que lo hacíais de niños:
En uno de los descansos entre clase y clase pilinguita empezó a hablarme de cualquier cosa, yo le contestaba con una indiferencia dolorosa, tan dolorosa que no llegaba a ser indiferencia.
-Puedes mirarme a la cara eh- me dijo con sus enormes ojos verdes.
-mhjee- contesté con una sonrisa forzada. Reconozco que no fui muy elocuente.
Cuando se lo conté, el Señor Miyagi me respondió:
¿Por qué llevar el peso
en tus cansados hombros
de esos pedazo cuernos
que te mantienen preso?
No pierdas el seso
si con otro a tenido sesso
son de ella los escombros
y suya por tanto es la culpa
de no dejar quieta su vulva
no está dañado tu orgullo
y es correcto tu desempeño
y librarte de ese zurullo
te hará conciliar el sueño
En realidad me contestó: "Y qué, los cuernos te los ha puesto ella, es su problema. Si hubieses sido tú el que se los pusiste a ella entonces sí que estaría preocupado por ti". No sabéis cuántos dolores de cabeza me ha ahorrado esto. Un mes despúes de los sucesos yo estaba tan tranquilamente en el cine con la Guapa, pues le habíamos cogido gusto a la fórmula cine + sesso que es como el sesso pero habiendo ido al cine antes y cuando el whatsapp sonó supe que mi ex daba sus primeras señales de vida, pues había pasado un mes, tal y como dijo el Señor Miyagi.
"mi perro ha muerto, siento decírtelo a ti pero no sé a quien más decírselo, no hace falta que contestes si no quieres..." Pero sí que le respondí: "Vaya, pilinguita, lo siento mucho, es un dolor que no le deseo a nadie, pero se pasará. La mejor sensación cuando pierdes algo es haberle dado lo mejor de ti mismo." Se lo conté a la Guapa, por lealtad, y seguimos dale que te pego a lo nuestro. (Sobra decir que no la llamé "pilinguita", la llamé por su nombre). Me faltó tiempo para contárselo a Miyagi, me dijo que ella estaba tanteando el terreno y que yo había obrado bien, con indiferencia amable, pero que me preparara porque ahora que estaba sola me echaría de menos y que la siguiente señal de vida sería mucho más emotiva y para decirme que quiere volver conmigo. "Pero tú le dirás, sin rencor, que juegas en otra liga. No será fácil, pero tienes medio año para prepararte hasta entonces. Y otra cosa más, en esa lucha estarás sólo, la Guapa no es la panacea".
Sin embargo, yo, un romántico empedernido, más pardillo que una mosca en una telaraña, ya me había tirado a la piscina sin agua y me estaba enamorando de ella. El repruebo hacia pilinguita se iba conforme venía la ilusión por la Guapa y no sólo porque me hacía unas cositas que bien pude haberle sacado la campanilla con la platano, sino porque conectábamos y sentía que nos entendíamos y que respirábamos el mismo aire y todas esas chorradas que decimos cuando nos enamoramos de quien aun no conocemos. Pero ella debió confundir mis sentimientos aun no confesados pero cada vez más visibles con un perro a quien le das de comer con la mano. Y sin venir a cuento me comentó que antes de estar conmigo tenía un rollete en Sevilla y que desde que está conmigo no quiso contactar con él, pero que tenía ganas de verle. Yo le dije que si lo que quería era eso yo no era quien para oponerme y luego me fui a mi casa a llorar como un hombre. No hace falta ser una nenaza para enamorarte y sentir como te dan una patada en los huevones.
Era semana santa y yo me iba a Galicia con mi mejor amiga de clase, que justamente tenía familia allí, mientras que la Guapa se amaba a un Sevillano de pelo engominado y cerveza en mano. Con esta amiga tenía la confianza que puedes tener con un colega de piso, sólo que tu colega de piso no tiene las piernas más largas que la era de los dinosaurios. Pensé que irme con Piernas de vacaciones sería una oportunidad ideal para alejarme de todas las mujeres, pero acostumbrado a tanta niñata uno no puede evitar sentirse abrumado por la inteligencia y madurez de una chica que para colmo tiene más curvas que la carretera de Tarifa. Y sí, me empezó a gustar mi amiga, me di cuenta de que Piernas tenía la madurez mental que faltaba en todas las demás y en una borrachera verbenera nos acabamos liando. Me confesó que yo siempre le había gustado y que lo pasó tan mal de verme con otras chicas de clase que no iba a permitir ser la tercera. Yo le respondí que no las estaba coleccionando y que ojalá jamás hubiese salido con las otras dos, pero que las cosas son como son. En fin, me dejó tirado y acabé muy dolorido, le escribí un spin off de esta historia al Señor Miyagi de 22 pilinguis páginas. Pero eso es otra historia y no os quiero agobiar con tanto personaje de por medio.
Cuando volví de vacaciones estaba más rayado que un cuaderno de caligrafía. Y por lo visto la Guapa aka la Tetona me había echado de menos, pues se arrimaba a mí como gata en celo delante de todos hasta el punto que temí que se me acabase meando encima para marcarme como su terreno. Me hizo sentir como un monigote, y esta vez no necesité el consejo de Miyagi para hacer lo que consideraba que tenía que hacer. Y le dije que necesitaba hablar con ella. Por lo visto pensó que podía ir a tirarse a otro y luego volver a mí como si nada porque no éramos pareja, le dije que tenía razón, que oficialmente no lo éramos, pero que habíamos compartido mucho tiempo de calidad juntos y que yo empecé a sentir cosas por ella y que ahora que se había acostado con otro dudaba que pudiese sentirlas de nuevo. Ella me recriminó que por qué no le dije que no se fuese y le contesté que lo importante para mí no era que fuese o no fuese, si no el hecho de que quisiese ir. Se puso a llorar, no era lo que pretendía.
-Pero no lo entiendo, cuando sientes que estoy lejos de ti haces lo que sea por acercarte.
-Porque te echo de menos- me respondió.
-Pero lo sabías, notabas que me estaba enamorando de ti y cuanto más cerca me tenías, me alejaste, te fuiste con otro, te alejaste.
-Porque estaba acojonada por lo que sentía- Y lloró, todavía más.
Le contesté que lo entendía, que el amor asusta, pero que yo busco a alguien que me quiera por encima del miedo.
Y volví a casa, y lloré como un hombre. ...
Había también esta otra chica de mi clase, guapísima, con la que empecé a coincidir después de comer en el metro y con la que empecé a desahogarme de mi relación como lo haría con cualquier amigo. Pero no cualquier amigo tiene dos berzas como dos carretas y la tensión entre nosotros creció como la espuma. Todos se dieron cuenta de que ella iba detrás de mí, yo disimulaba como un campeón pero esa chica me prestaba la atención que mi novia decidía no prestarme (y digo decidía, porque al igual que yo decidí luchar por la relación, ella decidió no hacer nada) y cada borderío de mi novia lo traducía como un derecho divino para poder hablar con ella sin remordimientos. A mi novia no le gustaba que este pivón fuese detrás de mí. Yo escuchaba a mi novia, la ayudaba, la apoyaba, tenía una paciencia infinita y fui cariñoso y atento a la par que le supe dar su espacio. Ella en cambio jugaba a dejar de prestarme atención para comprobar hasta dónde llegaba mi paciencia, lo que se llama el tira y afloja, venderme palabras que para mí eran sentimientos y ser fría como un témpano cuando estábamos en público para demostrar su superioridad. Tenía la autoestima por los suelos y por eso le quitaba el sueño que otra chica se fijase en mí. Lo que digo con esto, es que no entiendo por qué gastó tantas energías en esa chica a la que odiaba y tan pocas en mí.
Señalad a otro con ese dedo acusador, jamás me hice un todos puñeteros. Un día hablé con la guapa en el metro y le dije que si no tenía los huevones para dejar mi relación tampoco tendría la maldad para ponerle los cuernos a mi novia. Sobra decir que entre mi novia y yo no todo era malo, sabía ella darme la dosis justa de cariño que me mantenía enganchado.
Supongo que sabéis lo que es el verano, a muchas personas se les hierve la sangre de los genitales en esta época y su cabeza sólo les da para inventar excusas que eludan su evidente culpabilidad. Pues ese verano yo me iba a Galicia a ver a mi familia un mes, sabía perfectamente que esto acabaría con mi relación, pero también sabía que si una relación de 3 años no aguanta un mes de distancia, entonces la relación ya está acabada.
Me tuvo todo el verano en ascuas, yo había decidido intentarlo y que por mi parte que no quedase. Al volver la noté más rara de lo habitual (aun más) y el resto ya sabéis cómo va. Hablamos y me dijo de darnos un tiempo. Yo le dije que ya nos habíamos dado demasiado tiempo juntos y que lo nuestro no daba para más. Le pregunté que si había otro, que no me iba a enfadar pero que después de tantos años tenía derecho a la verdad. Me contestó que no. "si me lo dice ella será verdad" pensé.
Aquí la primera parte, porque estoy tan hasta los bemoles de escribir como vosotros de leerme. Aun no he entrado en materia y el tema importante en cuestión está por venir, pero me apetecía explayarme en los antecedentes, no hace falta que lo jure. Con que a una persona le interese, escribiré la segunda parte. Si esto no te ha interesado una cosa y has llegado hasta aquí, siento decirte que no puedo devolverte el tiempo, pero acepta esta disculpa como compensación.
"Si me lo dice ella será verdad" pensé. ¿Qué motivo tenía para mentirme? Había sido un novio confiable y sincero desde el principio. No iba a montar un pollo por eso y ahora que todo había acabado tenía el derecho no escrito a la verdad. Y la habría creído del todo de no haber sido por eso que me dijo de darnos un tiempo, cosa que en el idioma de la verdad significa que necesita amarse a otro para saber si en el fondo me sigue queriendo. Pero no, no voy a decir que fuese un pitoniso y aunque tenía la mosca detrás de la oreja y nunca descarté la infidelidad (creo que nunca puede descartarse) fui tan pardillo como para decidir creerla, cosa de la que nunca me he arrepentido. Pensé que lo más fácil sería decírselo a mis compañeros de clase cuanto antes y así cuando empezase el curso estarían habituados a no vernos como el pack estandar de novios al que estaban acostumbrados. La chica guapa del metro me dijo que lo sentía. Pienso que sí que lo sentía de verdad, de alguna manera, pero no tanto como sentiría tres semanas después mi platano en su garganta.
Ese día mi novia me había dicho de quedar para hablar, yo que vivía a 20 minutos en coche, le dije que si íbamos a cortar prefería hacerlo por teléfono. Y ya está, ya estaba hecho, ya había pasado eso que por tanto tiempo temía y que a la vez esperaba. Y ahí estaba yo con el móvil en la mano, en mi habitación, como un pasmado al que le dan una leche que se veía venir, mandando mensajitos a mis compañeros. Miré todas las cosas que ella me había regalado, que llevaban años adornando mi cuarto "tiempo al tiempo" dije en voz alta y me di cuenta de que por otra parte me alegraba mucho de ponerme el pijama y no salir de casa.
Dos semanas después llamó la tetona del metro para quedar y como si fuese Morfeo me preguntó básicamente si quería la pastilla azul o la roja. Le contesté: "la verdad, siempre". En el fondo sabía lo que iba a decirme: habían pillado a mi novia poniéndome los cuernos. Yo pude haber pensado que era poco oportuno que una amiga de la chica a la que le gusto viese a mi novia liándose con un guaperas como una niñata. Pero me lo creí, de hecho, estaba convencido de que lo había hecho. Y aquí está la cuestión importante: veo muchos hilos de "no sé si mi esposa es infiel bla bla" si lo es o no es lo de menos, la confianza no acaba cuando te enteras, la confianza acaba cuando lo sospechas. Si sospechas que tu pareja puede hacerte algo así, probablemente es porque no esté actuando como una persona confiable y eso es motivo suficiente de ruptura. Como dijo Julio César: "La mujer del César no solo debe de ser honrada, sino también aparentarlo". Pero no fue eso lo que pensé en ese momento, si no que ahora comprendía por qué en forocoches se decía eso de "todas es todas".
Mientras me lo contaba lloraba como si se lo hubiesen hecho a ella, y jorobar, con los ojos llorosos estaba guapísima. No sé que estaba diciéndome pero la interrumpí: "¿Nos vamos al cine?" Se echó a reir y montamos en mi coche. Al acabar la dejé en la puerta de su casa y salí del coche para despedirnos. Lo habíamos pasado bien.
-Qué noche más rara- Le dije.
Y me abrazó. Pensé que sería una locura tener algo con ella y que lo que necesitaba era un tiempo para mí solo, ordenar la cabeza, demostrarme que no necesito a nadie y todo eso pero lo que hice fue pegarle un mordisco en el cuello con más ganas que Nosferatu. Nos metimos en el coche y nos dimos el lote pero tuve que parar porque me había dado (por 1a vez en mi vida) un gatillazo y eso que estaba chupándole las berzas como si no hubiese comido en un mes, por lo visto el sesso no lo es todo.
-Lo siento, demasiadas cosas en un mismo día- Creo que cualquiera lo hubiera entendido. Ella al menos lo hizo. Volví a casa y no dormí en toda la noche. Dos meses atrás yo estaba enamorado y ahora mi regazo me dejaba colgado. En una semana empezaban las clases, empecé a imaginar el curso que me esperaba.
No os preocupéis, la guapa y yo acabamos amando en el pisito donde le hacía el amor a mi ex durante tres años. Creía que sería raro, pero fue la leche. Ah, y se lo tragaba. Fue toda una manola hecha realidad.
La mañana del primer día de curso me puse la canción de las peleas del Final Fantasy 8 y fui a la universidad con los bemoles en la garganta y la espalda bien recta. Allí estaba ella. Era la primera vez que veía a mi ex, la primera de muchas veces durante ese año. Y me sorpendió lo parecida que era a la mujer a la que solía amar.
-¿Cómo estás?- Me preguntó con tono empático.
Maldita fruta barata, cómo quieres que esté, me has puesto los cuernos y no has tenido ni la lealtad de decírmelo, si tanto te picaba el shishi haberme dejado antes y no me hubiese comido las babas de un puñetero cuñado de gimnasio.
Tragué saliva.
...
Obviamente la guapa y yo manteníamos nuestra relación sensual en secreto, a ella no le hacía gracia que la gente lo supiese y a mí no me aportaba nada darle celos a mi ex, bueno, un poco sí. Los intentos de mi ex por llamar la atención de todo el mundo me estaban volviendo loco. "¿Pero qué se cree esta? No les ha hecho ni puñetero caso durante 3 cursos y ahora quiere que sean sus amigos? ¿Se hace la triste cuando me ha puesto los cuernos? ¿Cómo tiene los ovarios de mirarme a la cara y no morirse de vergüenza?" Lo más duro fue ver a esa cría consentida y pensar que yo mismo estuve enamorado de ella. Eso y que no hubiese dejado de ser guapa.
Pensaba que no aguantaría la situación un año entero, así que llamé al Señor Miyagi. El señor Miyagi es un señor mayor, amigo de mi familia y jodidamente listo que siempre me ha apoyado en las duras y en las maduras y ha tratado de alejarme de la senda Beta de la perdición. Y como si fuese Yoda en Dagobah me dió instrucciones muy claras:
1- No le digas que sabes lo del tds pts hasta que llegue el momento
2- No seas victimista pero tampoco vayas por ahí diciendo que estás de querida progenitora.
3- sé amable y empático con ella. Cuando llegue el momento perdónala, el rencor sólo la mantendrá vida
4- no tires sus cosas hasta que te hayas acostumbrado a mirarlas sin sentir nada.
5- El luchador tiene miedo. Pero no lo muestra.
Yo no aguantaba las ganas de decirle a pilinguita que sabía lo del todas prespitadoras, así que pregunté:
-¿Cómo sabré que llega el momento, maestro?
-En un mes, cuando le falle su nueva platano, se le irá la olla y ni corta ni perezosa, te hablará de cualquier cosa.
-¿Será ese el momento?
-No. Volverá a ti ese escremento, antes de acabar la universidad. Sabrás entonces que ha llegado la hora, hablarás con la astuta, y decirle podrás la verdad.
Es posible que no fuese así tal cual, y que ese señor en realidad no se llame Señor Miyagi, pero acertó en todo. Os lo aseguro.
Y hasta aquí la segunda parte. Se alarga más de lo que pensaba y tampoco quiero saturar al personal poniendo todo de golpe. He cumplido con lo que dije y mis horas me ha costado. Volveré a hacerlo, os lo aseguro, intentaré que la semana que viene esté la 3a parte. Probablemente sea la última. En cualquier caso no haré más de 4. Gracias a los que me apoyáis por interesaros por esta historia tan corriente, de no ser por vosotros que no os quepa la menor duda de que no seguiría escribiendo. A los impacientes, siento deciros que no podéis hacer nada para que escriba más rápido. Os sugiero en lugar de eso que os descarguéis el Arena of Valor que es un moba para móviles muy chulo. O que pongáis un Señor Miyagi en vuestra vida.
Para aquellos que tengáis que ver a vuestra ex por primera vez, os dejo aquí esta canción para que luchéis contra vuestros monstruos internos con la enegía con la que lo hacíais de niños:
En uno de los descansos entre clase y clase pilinguita empezó a hablarme de cualquier cosa, yo le contestaba con una indiferencia dolorosa, tan dolorosa que no llegaba a ser indiferencia.
-Puedes mirarme a la cara eh- me dijo con sus enormes ojos verdes.
-mhjee- contesté con una sonrisa forzada. Reconozco que no fui muy elocuente.
Cuando se lo conté, el Señor Miyagi me respondió:
¿Por qué llevar el peso
en tus cansados hombros
de esos pedazo cuernos
que te mantienen preso?
No pierdas el seso
si con otro a tenido sesso
son de ella los escombros
y suya por tanto es la culpa
de no dejar quieta su vulva
no está dañado tu orgullo
y es correcto tu desempeño
y librarte de ese zurullo
te hará conciliar el sueño
En realidad me contestó: "Y qué, los cuernos te los ha puesto ella, es su problema. Si hubieses sido tú el que se los pusiste a ella entonces sí que estaría preocupado por ti". No sabéis cuántos dolores de cabeza me ha ahorrado esto. Un mes despúes de los sucesos yo estaba tan tranquilamente en el cine con la Guapa, pues le habíamos cogido gusto a la fórmula cine + sesso que es como el sesso pero habiendo ido al cine antes y cuando el whatsapp sonó supe que mi ex daba sus primeras señales de vida, pues había pasado un mes, tal y como dijo el Señor Miyagi.
"mi perro ha muerto, siento decírtelo a ti pero no sé a quien más decírselo, no hace falta que contestes si no quieres..." Pero sí que le respondí: "Vaya, pilinguita, lo siento mucho, es un dolor que no le deseo a nadie, pero se pasará. La mejor sensación cuando pierdes algo es haberle dado lo mejor de ti mismo." Se lo conté a la Guapa, por lealtad, y seguimos dale que te pego a lo nuestro. (Sobra decir que no la llamé "pilinguita", la llamé por su nombre). Me faltó tiempo para contárselo a Miyagi, me dijo que ella estaba tanteando el terreno y que yo había obrado bien, con indiferencia amable, pero que me preparara porque ahora que estaba sola me echaría de menos y que la siguiente señal de vida sería mucho más emotiva y para decirme que quiere volver conmigo. "Pero tú le dirás, sin rencor, que juegas en otra liga. No será fácil, pero tienes medio año para prepararte hasta entonces. Y otra cosa más, en esa lucha estarás sólo, la Guapa no es la panacea".
Sin embargo, yo, un romántico empedernido, más pardillo que una mosca en una telaraña, ya me había tirado a la piscina sin agua y me estaba enamorando de ella. El repruebo hacia pilinguita se iba conforme venía la ilusión por la Guapa y no sólo porque me hacía unas cositas que bien pude haberle sacado la campanilla con la platano, sino porque conectábamos y sentía que nos entendíamos y que respirábamos el mismo aire y todas esas chorradas que decimos cuando nos enamoramos de quien aun no conocemos. Pero ella debió confundir mis sentimientos aun no confesados pero cada vez más visibles con un perro a quien le das de comer con la mano. Y sin venir a cuento me comentó que antes de estar conmigo tenía un rollete en Sevilla y que desde que está conmigo no quiso contactar con él, pero que tenía ganas de verle. Yo le dije que si lo que quería era eso yo no era quien para oponerme y luego me fui a mi casa a llorar como un hombre. No hace falta ser una nenaza para enamorarte y sentir como te dan una patada en los huevones.
Era semana santa y yo me iba a Galicia con mi mejor amiga de clase, que justamente tenía familia allí, mientras que la Guapa se amaba a un Sevillano de pelo engominado y cerveza en mano. Con esta amiga tenía la confianza que puedes tener con un colega de piso, sólo que tu colega de piso no tiene las piernas más largas que la era de los dinosaurios. Pensé que irme con Piernas de vacaciones sería una oportunidad ideal para alejarme de todas las mujeres, pero acostumbrado a tanta niñata uno no puede evitar sentirse abrumado por la inteligencia y madurez de una chica que para colmo tiene más curvas que la carretera de Tarifa. Y sí, me empezó a gustar mi amiga, me di cuenta de que Piernas tenía la madurez mental que faltaba en todas las demás y en una borrachera verbenera nos acabamos liando. Me confesó que yo siempre le había gustado y que lo pasó tan mal de verme con otras chicas de clase que no iba a permitir ser la tercera. Yo le respondí que no las estaba coleccionando y que ojalá jamás hubiese salido con las otras dos, pero que las cosas son como son. En fin, me dejó tirado y acabé muy dolorido, le escribí un spin off de esta historia al Señor Miyagi de 22 pilinguis páginas. Pero eso es otra historia y no os quiero agobiar con tanto personaje de por medio.
Cuando volví de vacaciones estaba más rayado que un cuaderno de caligrafía. Y por lo visto la Guapa aka la Tetona me había echado de menos, pues se arrimaba a mí como gata en celo delante de todos hasta el punto que temí que se me acabase meando encima para marcarme como su terreno. Me hizo sentir como un monigote, y esta vez no necesité el consejo de Miyagi para hacer lo que consideraba que tenía que hacer. Y le dije que necesitaba hablar con ella. Por lo visto pensó que podía ir a tirarse a otro y luego volver a mí como si nada porque no éramos pareja, le dije que tenía razón, que oficialmente no lo éramos, pero que habíamos compartido mucho tiempo de calidad juntos y que yo empecé a sentir cosas por ella y que ahora que se había acostado con otro dudaba que pudiese sentirlas de nuevo. Ella me recriminó que por qué no le dije que no se fuese y le contesté que lo importante para mí no era que fuese o no fuese, si no el hecho de que quisiese ir. Se puso a llorar, no era lo que pretendía.
-Pero no lo entiendo, cuando sientes que estoy lejos de ti haces lo que sea por acercarte.
-Porque te echo de menos- me respondió.
-Pero lo sabías, notabas que me estaba enamorando de ti y cuanto más cerca me tenías, me alejaste, te fuiste con otro, te alejaste.
-Porque estaba acojonada por lo que sentía- Y lloró, todavía más.
Le contesté que lo entendía, que el amor asusta, pero que yo busco a alguien que me quiera por encima del miedo.
Y volví a casa, y lloré como un hombre. ...