Igualdad 7-2521
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Sade, Robespierre y la Revolución Francesa
Por: Erik von Kuehnelt-Leddihn
El año 1989 del Señor, fue la causa de la celebración de los 200 años de la Revolución Francesa en muchos países. Para el año 1880 en Francia, el 14 de julio, el día de la caída de la Bastilla, ya había sido la ocasión de toda suerte de frivolidades. Para ese entonces, los últimos testigos de la revolución ya tenían largo tiempo de fallecidos. Uno dependía de los historiadores que idealizaron este evento de largo alcance en nuestra historia porque con la Revolución Francesa, la democracia sufrió una resurrección después de la profunda caída jovenlandesal que había tenido con la fin de Sócrates.
La Revolución Francesa, sin embargo, no llegó como un rayo de la nada. El Rey Carlos I había sido ejecutado 140 años antes en Whitehall, Inglaterra, por fanáticos político-religiosos y Jean Lacroix había argumentado de manera convincente, que la República se funda en “la fin del Padre”. La Fraternidad y la Igualdad pueden ser alcanzadas, parece ser, sólo a través del Parricidio.
El ímpetu por el cambio en Francia llegó no sólo desde Suiza, más bien vino de los Franceses Anglófilos y una comprensión completamente falsa de lo que acababa de suceder en los Estados Unidos. Fue, de algún modo, el primer gran malentendido Euro-Americano. Por otro lado, el Gobernador Morris, el enviado Estadounidense a París, le dijo al vanidoso Lafayette al principio de la revolución: “Estoy en contra de su democracia, Monsieur de Lafayette, porque yo estoy por la libertad”. En 1815, él comenzó un discurso con las palabras: “Los Borbón están de regreso en el trono; Europa es libre otra vez” – algo que hoy un Estadounidense comprendería con dificultad después de tantos años de una estupidez inculcada en la escuela.
LA INTERPRETACIÓN VULGAR
La interpretación vulgar de la Revolución Francesa (nada que ver con la Revolución Rusa) está basada en la teoría del péndulo que oscila en la dirección opuesta. El pueblo empobrecido y oprimido, guiado por inteligentes y altos idealistas sacudieron el insoportable y opresivo gobierno de los monarcas, aristócratas y sacerdotes y crearon un nuevo orden en el que la Libertad, Fraternidad e Igualdad fueron concretadas. ¿No nos había ya dicho Goethe que los legisladores y revolucionarios que anuncian la Libertad y la Igualdad simultáneamente no son sino fraudulentos y charlatanes? Cuando no existe tal cosa como una “igualdad natural”, sólo se puede obtener por medio de una cruel violencia. Con el fin de darle igualdad a un seto, uno necesita unas tijeras de jardín. La Igualdad, el ideal de la izquierda, está cercanamente atada a la identidad. Cien peniques hacen un Dólar, pero cada Dólar de cierto año no es idéntico a otro Dólar acuñado en la misma ocasión.
La primera fase de la Revolución Francesa, que se representó a sí misma como auge económico así como crisis financiera del estado y una serie de reformas liberales, tuvo un carácter predominantemente aristócrata. Las “nuevas ideas” de la primera ilustración – la malentendida guerra de independencia Estadounidense, la Anglomanía, las visiones de Rousseau, la crítica de la religión por Voltaire y la todavía turbulenta controversia Jansenista – todo esto había confundido el espíritu de las clases superiores. La Francmasonería, acabada de importar de Inglaterra, también jugó un papel en su tras*formación. Es posible que hasta Luis XVI haya sido un Francmasón. Más allá de toda duda, fue un devoto lector de la Enciclopedia. Como resultado llegó a existir un enorme vacío de creencia, que fue rápidamente llenado por la ideología radical de izquierda, que igual de rápido infectó a grandes segmentos de la población. La “Intelligentsia” de la izquierda, actuaba como el rompe-hielos para la revolución de tal modo que, por lo menos al principio, la existencia de la monarquía fue duramente cuestionada, mientras que la aristocracia y el clero abdicaron y “se casaron” con la burguesía.
El suceso señal de la Revolución Francesa no fue tanto la alianza entre los Poderes (Etats) después de la reunión en Jeu des Paumes como el asalto a la Bastilla, en la que un hombre jugó un papel a pulso tan crucial en el curso de los sucesos como el de Rousseau.
Estoy hablando del Marqués de Sade. Él es más conocido ahora como el epónimo del “Sadismo”. Sin embargo, en sus escritos infinitamente pronográficos y extremadamente aburridos, hay largos pasajes filosóficos y políticos en los que se revela a sí mismo como un rabioso ateo, izquierdista y materialista. Fue responsable principalmente del asalto a la Bastilla, porque a solicitud de su suegra él fue –gracias a una orden de arresto “lettre de cachet” – mantenido prisionero en la Bastilla junto con siete falsificadores, tahúres, locos y deudores. Desde la Bastilla, Sade incitó al pueblo del barrio a través de su megáfono hechizo a venir en su ayuda a liberarlo. De Launay, el gobernador de la Bastilla, se vió indefenso. No se atrevió a meter al prisionero en una camisa de fuerza (o en un calabozo) sino que le pidió al rey que lo librara de ese prisionero. Como resultado, Sade fue tras*ferido el 4 de julio de 1789 al hospital para los locos criminales en Charenton y fue liberado en 1791. Entonces se convirtió en presidente de la revolucionaria Sección des Piques en la que el “Ciudadano Sade” estuvo activo como Jacobino radical hasta que se peleó con Robespierre y fue enviado otra vez al hospital para los locos criminales. Sade, junto el masoquista y neurótico Rousseau, que escribió novelas pedagógicas y entregó a sus hijos a orfanatorios(*), es el verdadero renovador de la democracia de nuestro tiempo y naturalmente también héroe de nuestros intelectuales de izquierda.
EL ASALTO A LA BASTILLA /EL COLAPSO jovenlandesaL
El asalto a la Bastilla el 14 de julio, y sus inmediatas consecuencias mostraron de qué se trataba en realidad la revolución francesa, de nombre, la consecuencia de un colapso jovenlandesal que había sido preparada por los literatos de izquierda, de un chic radical en su dia. De Launay negoció con la turbamulta, que le prometió a él y a su pequeña guarnición de inválidos y de guardias Suizos el libre pasaje. En cuanto los defensores estuvieron al descubierto, entonces la turbamulta los atacó y los asesinó de la manera más brutal posible. Fue sobre todo a los inválidos, que no pudieron huir, a los que se les despedazó. Por un rato, la turbamulta trató, en vano, de decapitar a De Launay, pero sus dagas y cuchillos no tenían filo. Finalmente alguien consiguió a un ayudante de cocina, “que sabía preparar las viandas” para cortar la cabeza del gobernador de su ya frío cuerpo. Entonces pasearon su cabeza en triunfo por toda la ciudad.
Fallaron todos los intentos por establecer una monarquía constitucional. El impulso por obtener identidad e igualdad, puesto a punto de ebullición por el repruebo y la envidia, comprobó las palabras de Benjamín Constant: “En algunas épocas uno tiene que viajar por el espectro completo de la locura con el fin de volver a la razón”. Todo, así fuera remotamente diferente, era maldecido y perseguido. La conformidad celebró orgías.
Únicamente la caída de Robespierre en julio de 1794 impidió mayores planes de arrasamiento, los que Babeuf con toda probabilidad hubiera llevado a cabo. De tal modo que Robespierre tenía planes no únicamente de obligar a todo Francés y Francesa, a utilizar uniformes (como las hormigas azules de Mao) también tenía planeado arrasar con todas las torres de la iglesias como “no democráticas”. Eran más altas que los otros edificios y como resultado destacaban por su porte “aristocrático”. (En Estrasburgo, estaban en proceso los preparativos para la mutilación bárbara de la catedral de ese lugar). Otro problema que necesitaba resolverse era el lenguaje de los Alsacianos, “qui ne parlent pas la langue republicaine”, conocido como Francés. Hubo unos que sugirieron quitarles a los niños a los habitantes de la Alsacia-Lorena o re-ubicar a toda la población de habla Germana de toda Francia. Esos eran planes costosos y se pensó en una solución más práctica: el completo exterminio de la población de lengua Alemana. Como uno puede ver, la Revolución Francesa no sólo se interesaba en el asesinato masivo mecánico del Doctor Guillotin, sino también en el genocidio y no únicamente en Alsacia sino en otras regiones de la Republique Une et Indivisible.
La Revolución Francesa ha sido vista por la mayoría de los autores como un suceso predominantemente político, social (bajo la influencia Marxista) y hasta económico.- Burke, Young, Rush así como otros visitantes Británicos y Estadounidenses a Francia antes de la Revolución apuntan con el dedo a la aristocracia, al clero y a las clases superiores, sin embargo, tanto el escepticismo como el ateísmo habían hecho caminos hacia los círculos más altos y existía entre el clero lo que Spengler llamó “la gente sacerdotal”, o lo que hoy llamamos “católicos progresistas de izquierda”. La censura en la mano de los precursores de los liberales, que sufrieron a partir del moderno-snobismo, favoreció a los izquierdistas y persiguieron a la derecha, para no ser etiquetados como “reaccionarios”. Todo eso gradualmente influido por las clases media y baja también.
LA PESADILLA
No hay otro modo de entender las circunstancias de pesadilla que rodearon el asesinato de la Princesa de Lamballe. Esta amiga de la reina fue arrestada pero se negó a jurar la constitución en la prisión de La Force. Como resultado de su negativa fue entregada a la vociferante turbamulta. Eso sucedió justo antes de las masacres de septiembre del año 1792, tan cuidadosamente organizadas por Danton, un Republicano “moderado”. Los protagonistas de este baño de sangre recibieron 6 libras cada uno y todo el vino que pudieran tomarse para sus penas. Las cárceles fueron vaciadas en una verdadera orgía de asesinatos, durante la cual no únicamente los prisioneros políticos sino también las cortesanas y los prisioneros menores de edad, casi siempre niños pequeños, fueron asesinados. Las escenas que recuerdan el cuadro de Goya “desastres de la guerra” se llevaron a cabo en Bicetre y Salpetrière. (El exterminio de cortesanas fue llevado a cabo también sin piedad alguna por los favoritos de la izquierda, los Republicanos Españoles, probablemente a causa del contagio de enfermedades venéreas entre los valientes defensores de la democracia). En el año de 1792, en el asalto al Palacio de las Tullerías, los guardias Suizos, fieles a su juramento, pelearon hasta el último hombre. Los Suizos que cayeron vivos en manos de la turbamulta fueron mutilados y cortados en pedacitos. Un ayudante de cocina que intentó defender a la pareja real (Luis XVI y Maria Antonieta) fue untado con mantequilla y luego quemado vivo.
CUALITATIVAMENTE PEOR
A partir de estas y otras ocurrencias parecidas uno ve algo más muy claramente: desde un punto de vista puramente cuantitativo las atrocidades de los socialistas gente de izquierdas y cafés fueron peores que los de la Revolución Francesa, sin embargo, desde un punto de vista cualitativo, todo el asunto toma un cariz diferente. Los crímenes de los Socialistas Nacionales e Internacionales fueron llevados a cabo en su mayor parte en campos de concentración y calabozos por sus propios criminales entrenados, en lo que toca a las atrocidades de los Republicanos Franceses fueron cometidas bajo el lema de Libertad, Fraternidad e Igualdad a tan enorme grado por el pueblo mismo o al menos acompañados por el aplauso de los deleitados espectadores – todo a la luz del día con gran publicidad. Los aguillotinamientos no eran sólo días de fiesta general, eran eventos sádicos preparados y pensados cuidadosamente, durante los cuales ( para dar solo un ejemplo) un aristócrata con sus manos atadas y su cabeza ya en el bloque era obligado a escuchar un discurso irónico muy largo sobre las victorias de los ejércitos Revolucionarios de modo que pudieran compartirlas con sus predecesores en el más allá. La completamente natural tras*formación de la democracia en socialismo, de la igualdad política a la financiera, tuvo ahí sus principios. No únicamente los aristócratas sino los ricos también porque su riqueza era pasada a “nuestra querida progenitora la guillotina”. (En realidad sólo el 8 por ciento de los guillotinados fueron aristócratas, más del 30 por ciento fueron campesinos).
Los “moderados” no cantaban mal las rancheras. Ciudades como Lyon, Toulon y Burdeos, que eran encabezadas por los Girondistas contra los Jacobinos, fueron parcialmente arrasadas y sus habitantes diezmados. Cuando los aguillotinamientos amenazaban con ir muy despacio, muchas víctimas fueron ahogadas y otras fueron ejecutadas con escopetas, de modo que las multitudes pudieran deleitarse al verlos morir desangrándose lentamente. (Napoleón, Jacobino y amigo cercano de Robespierre, alcanzó su primera victoria aplastando a la “rebelde” Toulon).
UNA ENORME Y SADICA ORGIA DE sesso
La Revolución Francesa no se convirtió de hecho en una enorme sádica orgía de sesso hasta que los levantamientos en Bretagne y La Vendeé fueron aplastados. Uno debe tener en mente que La Vendeé fue una revolución campesina que jaló a la aristocracia con ella. El liderazgo de la Chouannerie era parcialmente campesino (Cathelineau) y parcialmente aristócrata (Larochejaquelein); además Charles Armand Tuffin, el Marqués de la Rouerie, amigo de George Washington, encontró su fin en esta batalla. Su cuerpo fue desenterrado y decapitado). El terror implicado en este genocidio deliberado fue anunciado con anticipación por las atrocidades en París, especialmente en la extensa profanación de tumbas y cementerios, porque el hombre que puede atacar a los muertos – contra reyes y aristócratas pero también contra los santos – no tendrá empacho en hacerle lo mismo a los vivos. (Tengo que confesar aquí, sin embargo, que la profanación de cadáveres practicados por el lado Republicano en la Guerra Civil Española – especialmente en el cementerio de Huesca – está en la misma liga de lo que los Republicanos Franceses hicieron). En su prefacio al libro de Reynold Secher, El Genocidio Franco-Francés, el Profesor Jean Meyer dice que el autor se guardó mucho y que lo peor no podía describirse ahí. La verdad es mucho más espantosa.
La Revolución Alemana, que comenzó en 1933, también pasó por una fase relativamente humana; sin embargo, el 30 de junio de 1934 fue una flamígera señal de alerta, que fue seguida por un hundimiento impregnado e inevitable, como el tipo descrito en la tragedia Griega, hacia el infierno de la tiranía totalitaria de la izquierda. Como con la Revolución Francesa, el camino ya había sido pavimentado en esta dirección desde el principio. Lo mismo aplica para Rusia. Justo como en Francia fueron los escritos de los Enciclopedistas, Morelly, Rousseau, Diderot y Sade y en los países Germánicos, los escritos de Haeckel, Chamberlain y Rosenberg así como los de Hitler y Goebbels igual en Rusia los de Marx, Tschernyschewsky, Plechanow y Lenin que determinaron el subsiguiente desarrollo político. Lo que sucedió a la larga en la Revolución Francesa, especialmente en La Vendeé, en Bretagne y en Anjou fue en su lógica interna sencillamente la realización del gran Ateismo Materialista de la primera Ilustración.
En situaciones como esta, estamos obligados a confrontar una vez más la sentencia de Dostoievski:
“Si no hay Dios, entonces todo se vale”.
AGUILLOTINAMIENTOS EN MASA
Hasta en Arras donde el líder Jacobino, Lebon observaba los aguillotinamientos en masa desde su balcón acompañado de su amada esposa, los cuerpos decapitados de hombres y mujeres eran desvestidos y luego atados juntos en posiciones obscenas como las maníacas “baterías nacionales” sacadas de las 120 Noches de Sodoma de De Sade. Prácticas similares se llevaron a cabo en Noayes en el Loira, donde hombres y mujeres eran atados juntos desnudos y luego lanzados al agua todavía vivos al río como una “boda republicana”. Cuando la turbamulta no podía encontrar suficientes hombres y mujeres, organizaban el “amarre del nudo” de modo gays. Carrier, que al final terminó perdiendo su propia cabeza, fue el director de todo esto. Él llamaba a estas atrocidades “La llama de la filosofía”, una expresión que tomó del Marques de Sade. Era muy natural que las principales víctimas de estas atrocidades llevadas a cabo por los hombres, fueran las mujeres (así como sus hijos, casi siempre asesinados ante sus ojos). La misoginia sádica de la Revolución llegó a proporciones increíbles.
La historia de estas atrocidades perpetradas por los Jacobinos en las ciudades Girondinas todavía no se ha contado completa. La mayor parte de lo que sabemos se refiere al pandemonio en La Vendée y las regiones vecinas. Aquí, los Republicanos (así como sus valientes colaboradores Girondinos) planearon nada menos que el total exterminio de la población, aún si eso conllevaba la destrucción de “patriotas” y sus familias también – Uno no podía darse el lujo de ponerse selectivo. Un completo “paisaje traidor” con sus habitantes iba a desaparecer de la faz de la tierra. Aquí estamos hablando no sólo del tipo de genocidio practicado por los socialistas internacionales Rusos o de los Nazis Alemanes, estamos hablando sobre la satisfacción de la perversa lujuria sensual, algo emprendido con una minuciosidad diabólica. El revolucionario St. Just declaró (10/oct/1793) que no sólo los traidores sino también los indiferentes tendrían que ser exterminados. Danton había dicho que los aristócratas y los sacerdotes eran culpables porque habían puesto el futuro en cuestión por su misma existencia, y Robespierre quería una Justicia “rápida, estricta y resuelta como resultado de la virtud y la consistencia de los principios democráticos”. Todo esto se concentró en La Vendée, cuyo nombre fue cambiado oficialmente a “Vengée” o “vengada”.
“YA NO EXISTE LA VENDEE”
El General Westermann a la larga reportó al comité de bienestar: “¡¡Ya no hay más Vendée, mis conciudadanos Republicanos! Murió bajo nuestros sables junto con sus mujeres y niños. Nada más los enterré en los pantanos y bosques de Savenay. De acuerdo con sus órdenes, los niños fueron muertos por las patas de nuestros caballos, sus mujeres fueron asesinadas de modo que ya no puedan traer más soldados al mundo. Las calles están atiborradas de cadáveres, en muchos lugares forman pirámides enteras. En Savenay tuvimos que hacer uso de escuadras de fusilamiento masivo pues sus tropas se siguen rindiendo. Nosotros no tomamos prisioneros. Uno tiene que darles el pan de la libertad; sin embargo, la piedad no tiene nada que ver con el espíritu de la revolución”. -Westermann, sin embargo, pronto encontró a su Némesis, fue guillotinado poco tiempo después junto con su amigo Danton.
Le Mans fue el escenario de una brutalidad mucho mayor, las mujeres, los ancianos y los niños que se escondían en sus casas en esta gran ciudad fueron descubiertos y ante los ojos de Barbott y Prieure se les arrancaron sus vestiduras con sables y bayonetas, mujeres y niñas fueron forzadas, y cuando ya no hubo suficientes mujeres vivas para los “muchachos de uniforme azul”, fueron forzados los cadáveres también. Esta orgía parcialmente necrofílica terminó cuando la turbamulta, acompañada por el regocijo de los soldados del gobierno, ató a los cadáveres en parejas como “baterías nacionales” como lo habían hecho en Arras. En Angers, sin embargo, la turbamulta decapitó a aquellos que ya habían colgado y les ordenaron a los doctores preparar las cabezas para colocarlas en los muros alrededor de la ciudad. Y como los doctores no eran lo suficientemente rápidos, la turbamulta decapitó pronto a otro grupo de prisioneros entre los que se encontraba una santa abadesa de 82 años.
MARCHAS DE LA fin
Otra diversión para los “Azules” que se llamaban a sí mismos las “columnas infernales”(**) era la de asar a las mujeres y niños en los hornos de cocinar. Con el fin de obtener el máximo placer sádico de esta práctica, las víctimas eran colocadas en hornos fríos, que luego calentaban. Un general, que no podía parar esta práctica entre sus tropas - Mergeau Desgraviers – se volvió tan melancólico que le hizo feliz morir en 1796 en la batalla contra los Austriacos. Al General Turreau se le dijo que sus soldados se comportaban peor que los caníbales, sin embargo, el mismo había dado las órdenes de quemar todas las casas (lo que se cumplía). Por donde quiera uno podía ver las “baterías nacionales” hechas de cadáveres humanos. Turreau, el líder de estas Caminatas, como se les llamó a las marchas de la fin, iba a tener una larga y exitosa carrera. De 1803 a 1811 fue el embajador Francés en los Estados Unidos (donde trabajó en la alianza contra Inglaterra) y después fue inmortalizado sobre la cara oriental del Arco del Triunfo.
Como ya lo hemos señalado, los Girondistas no estaban menos implicados en estas atrocidades que los Jacobinos. Barrére, quien comenzó su carrera como Girondista, declaró que tenia la intención de tras*formar a La Vendée en un cementerio. Sin embargo, son las unidades, especialmente, las que fueron promovidas en los últimos años de la revolución, las que revelan su absoluto carácter sádico y masoquista. Debido a que los hombres de La Vendée combatieron, la compensación tenía que hacerse con sus mujeres y niños – hasta los más pequeños. (Los Británicos hicieron lo mismo en principio en sus campos de concentración durante las Guerras Bóers en África). En La Vendée, sin embargo, un particularmente popular deporte entre los Azules era lanzar a los niños desde las ventanas y atraparlos con sus bayonetas. Igualmente popular era la práctica de abrir rebanándoles el vientre a las mujeres embarazadas para cortar en rebanadas y pedazos a sus hijos no natos y dejar que las mujeres murieran desangradas. Otras mujeres embarazadas fueron aplastadas bajo las prensas de vino y frutas. No se quedó atrás la práctica de quemar a las víctimas dentro de sus casas y de las iglesias. Esta lujuria de sangre aumentó de manera tan vehemente que el Comandante Grignon dio la orden que a todo aquel que se encontrara fuera muerto inmediatamente, aún si era Republicano. Un muy espantoso caso fué el de una jovencita que fue atada desnuda a dos ramas de un árbol después de ser amada sin consentimiento y luego tuvo que sufrir varios intentos de ser rasgada por la mitad. Los Azules no sufrían de falta de imaginación. Al mirar hacia atrás, uno puede ver las dificultades, el sufrimiento sin fin que los profanadores “progresistas” del pueblo, de tumbas y de iglesias habían llevado a toda Europa. (Los interiores de las antiguas iglesias Francesas muestran hasta estos días lo que estos brutos bárbaros han destruido).
¿ALGO POSITIVO?
¿Dejó algo positivo para la posteridad la Revolución Francesa? Sólo el sistema métrico decimal, que fue resultado de la democrática predilección de medir y de contar eternamente. ¿Y qué entonces con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano? Fue un documento puramente antropocéntrico, un producto típicamente declamatorio de la primera Ilustración, que fue concebido en 1789 y finalmente injertado en la constitución de la República Sádica en 1793. En los libros escolares uno lee sobre el período del terror que “El Terror era terrible” Aún con todo eso un buen numero de moderados cayeron bajo la navaja también. Históricamente se lo merecían porque no habían considerado lo que sucedería cuando uno destruye un orden antiguo. Charlotte Corday d’Armont, una entusiasta Girondista, asesinó al sanguinario Marat y fue ejecutada; André de Chenier, el gran poeta lírico liberal, murió en la guillotina, el Marques de Condorcet, jefe ideólogo de los “moderados” se suicidó para escapar de “nuestra querida progenitora”. Madame Roland de la Plañere, también Girondista, exclamó poco antes de ser guillotinada “Ay, Libertad, cuantos crímenes se cometen en tu nombre!”. (Metternich por otro lado comenta ante tal floreciente “fraternidad” que si él hubiera tenido un hermano ahora sólo lo llamaría primo). Especialmente trágico fue el destino de Chretien de Malesherbes, un liberal muy ilustrado, que continuó fiel al rey. Defendió a Luis XVI y tuvo que mirar la decapitación de su hija, su yerno y sus nietos antes de ser guillotinado él mismo para su desesperación.
Uno no debe de olvidar que mucho de lo que hoy nos parece positivo – liberalidad, intelectualidad, humanitarismo – ya nos había sido traído por el absolutismo liberal y cortesano, mientras que la Revolución Francesa utilizó todas estas palabras en realidad no hizo otra cosa que extinguirlos brutalmente. A uno se le recuerda la reacción de Caffinhals, que replicó al alboroto creado por los defensores de Lavoisier (el padre de la Química moderna) al gritar: “Están ustedes condenando a un gran hombre de ciencia a la fin” diciendo: “La Revolución no necesita hombres de ciencia”. El buen hombre estaba en lo cierto, desde la Revolución Francesa, son sólo las cantidades, las cifras y los números los que tienen algún valor. El discurso de la élite se toleraba a duras penas.
Desde un punto de vista intelectual, la Revolución Francesa fue una conglomeración de un muy desarrollado no-pensamiento e inconsistencias creídas fanáticamente, pero mostró claramente, como muchas otras revoluciones, el verdadero carácter de la gran mayoría del Género Humano.
En la Revolución Francesa, la sarama de Francia sucumbió a la lujuria de la sangre y abrió las puertas del infierno. En nuestros días de embrutecimiento electrónico, es una apuesta segura que ahora, 200 años después, esta monstruosidad será el centro de celebraciones orgiásticas. El hombre promedio siempre se aferra desesperadamente a los clichés. Si uno se los quita, él tiene que hacer su propia investigación, su propio pensamiento y decidir y tiene que construir uno nuevo. Uno no puede esperar realmente un tipo de conducta elitista de estos pobres fulanos. Cuando los dioses quieren destruir a alguien, primero los hacen perder la razón.
-----------------------------------Fin de Artículo -----------------------
Notas de Maru
(*) En las biografías del tan "admirado" Jean Jacques Rousseau que enamoró a tantos intelectuales de su tiempo y de nuestra era, él vivió sin casarse con una costurera, que al parecer, lo mantuvo, y al ser padre de cinco niños con esa señora, a cada uno, en su momento lo entregó a orfanatos donde murieron todos a edad muy tierna. De esta ralea son los héroes de la Izquierda Liberal de nuestros días.
(**) Un nombre parecido se utilizó en México cuando el gobierno federal combatía contra los grupos de resistencia Católica en el segundo alzamiento religioso en los años 1926-1929, “La Cristiada”. Se llamaban a sí mismos “las columnas infernales” y “columnas del diablo”.
Luis XVII de Francia - El Sol Robado: EL ASALTO A LA BASTILLA: ¿MOTIVO DE CELEBRACION?
Fuertecillo, ¿no?
Por: Erik von Kuehnelt-Leddihn
El año 1989 del Señor, fue la causa de la celebración de los 200 años de la Revolución Francesa en muchos países. Para el año 1880 en Francia, el 14 de julio, el día de la caída de la Bastilla, ya había sido la ocasión de toda suerte de frivolidades. Para ese entonces, los últimos testigos de la revolución ya tenían largo tiempo de fallecidos. Uno dependía de los historiadores que idealizaron este evento de largo alcance en nuestra historia porque con la Revolución Francesa, la democracia sufrió una resurrección después de la profunda caída jovenlandesal que había tenido con la fin de Sócrates.
La Revolución Francesa, sin embargo, no llegó como un rayo de la nada. El Rey Carlos I había sido ejecutado 140 años antes en Whitehall, Inglaterra, por fanáticos político-religiosos y Jean Lacroix había argumentado de manera convincente, que la República se funda en “la fin del Padre”. La Fraternidad y la Igualdad pueden ser alcanzadas, parece ser, sólo a través del Parricidio.
El ímpetu por el cambio en Francia llegó no sólo desde Suiza, más bien vino de los Franceses Anglófilos y una comprensión completamente falsa de lo que acababa de suceder en los Estados Unidos. Fue, de algún modo, el primer gran malentendido Euro-Americano. Por otro lado, el Gobernador Morris, el enviado Estadounidense a París, le dijo al vanidoso Lafayette al principio de la revolución: “Estoy en contra de su democracia, Monsieur de Lafayette, porque yo estoy por la libertad”. En 1815, él comenzó un discurso con las palabras: “Los Borbón están de regreso en el trono; Europa es libre otra vez” – algo que hoy un Estadounidense comprendería con dificultad después de tantos años de una estupidez inculcada en la escuela.
LA INTERPRETACIÓN VULGAR
La interpretación vulgar de la Revolución Francesa (nada que ver con la Revolución Rusa) está basada en la teoría del péndulo que oscila en la dirección opuesta. El pueblo empobrecido y oprimido, guiado por inteligentes y altos idealistas sacudieron el insoportable y opresivo gobierno de los monarcas, aristócratas y sacerdotes y crearon un nuevo orden en el que la Libertad, Fraternidad e Igualdad fueron concretadas. ¿No nos había ya dicho Goethe que los legisladores y revolucionarios que anuncian la Libertad y la Igualdad simultáneamente no son sino fraudulentos y charlatanes? Cuando no existe tal cosa como una “igualdad natural”, sólo se puede obtener por medio de una cruel violencia. Con el fin de darle igualdad a un seto, uno necesita unas tijeras de jardín. La Igualdad, el ideal de la izquierda, está cercanamente atada a la identidad. Cien peniques hacen un Dólar, pero cada Dólar de cierto año no es idéntico a otro Dólar acuñado en la misma ocasión.
La primera fase de la Revolución Francesa, que se representó a sí misma como auge económico así como crisis financiera del estado y una serie de reformas liberales, tuvo un carácter predominantemente aristócrata. Las “nuevas ideas” de la primera ilustración – la malentendida guerra de independencia Estadounidense, la Anglomanía, las visiones de Rousseau, la crítica de la religión por Voltaire y la todavía turbulenta controversia Jansenista – todo esto había confundido el espíritu de las clases superiores. La Francmasonería, acabada de importar de Inglaterra, también jugó un papel en su tras*formación. Es posible que hasta Luis XVI haya sido un Francmasón. Más allá de toda duda, fue un devoto lector de la Enciclopedia. Como resultado llegó a existir un enorme vacío de creencia, que fue rápidamente llenado por la ideología radical de izquierda, que igual de rápido infectó a grandes segmentos de la población. La “Intelligentsia” de la izquierda, actuaba como el rompe-hielos para la revolución de tal modo que, por lo menos al principio, la existencia de la monarquía fue duramente cuestionada, mientras que la aristocracia y el clero abdicaron y “se casaron” con la burguesía.
El suceso señal de la Revolución Francesa no fue tanto la alianza entre los Poderes (Etats) después de la reunión en Jeu des Paumes como el asalto a la Bastilla, en la que un hombre jugó un papel a pulso tan crucial en el curso de los sucesos como el de Rousseau.
Estoy hablando del Marqués de Sade. Él es más conocido ahora como el epónimo del “Sadismo”. Sin embargo, en sus escritos infinitamente pronográficos y extremadamente aburridos, hay largos pasajes filosóficos y políticos en los que se revela a sí mismo como un rabioso ateo, izquierdista y materialista. Fue responsable principalmente del asalto a la Bastilla, porque a solicitud de su suegra él fue –gracias a una orden de arresto “lettre de cachet” – mantenido prisionero en la Bastilla junto con siete falsificadores, tahúres, locos y deudores. Desde la Bastilla, Sade incitó al pueblo del barrio a través de su megáfono hechizo a venir en su ayuda a liberarlo. De Launay, el gobernador de la Bastilla, se vió indefenso. No se atrevió a meter al prisionero en una camisa de fuerza (o en un calabozo) sino que le pidió al rey que lo librara de ese prisionero. Como resultado, Sade fue tras*ferido el 4 de julio de 1789 al hospital para los locos criminales en Charenton y fue liberado en 1791. Entonces se convirtió en presidente de la revolucionaria Sección des Piques en la que el “Ciudadano Sade” estuvo activo como Jacobino radical hasta que se peleó con Robespierre y fue enviado otra vez al hospital para los locos criminales. Sade, junto el masoquista y neurótico Rousseau, que escribió novelas pedagógicas y entregó a sus hijos a orfanatorios(*), es el verdadero renovador de la democracia de nuestro tiempo y naturalmente también héroe de nuestros intelectuales de izquierda.
EL ASALTO A LA BASTILLA /EL COLAPSO jovenlandesaL
El asalto a la Bastilla el 14 de julio, y sus inmediatas consecuencias mostraron de qué se trataba en realidad la revolución francesa, de nombre, la consecuencia de un colapso jovenlandesal que había sido preparada por los literatos de izquierda, de un chic radical en su dia. De Launay negoció con la turbamulta, que le prometió a él y a su pequeña guarnición de inválidos y de guardias Suizos el libre pasaje. En cuanto los defensores estuvieron al descubierto, entonces la turbamulta los atacó y los asesinó de la manera más brutal posible. Fue sobre todo a los inválidos, que no pudieron huir, a los que se les despedazó. Por un rato, la turbamulta trató, en vano, de decapitar a De Launay, pero sus dagas y cuchillos no tenían filo. Finalmente alguien consiguió a un ayudante de cocina, “que sabía preparar las viandas” para cortar la cabeza del gobernador de su ya frío cuerpo. Entonces pasearon su cabeza en triunfo por toda la ciudad.
Fallaron todos los intentos por establecer una monarquía constitucional. El impulso por obtener identidad e igualdad, puesto a punto de ebullición por el repruebo y la envidia, comprobó las palabras de Benjamín Constant: “En algunas épocas uno tiene que viajar por el espectro completo de la locura con el fin de volver a la razón”. Todo, así fuera remotamente diferente, era maldecido y perseguido. La conformidad celebró orgías.
Únicamente la caída de Robespierre en julio de 1794 impidió mayores planes de arrasamiento, los que Babeuf con toda probabilidad hubiera llevado a cabo. De tal modo que Robespierre tenía planes no únicamente de obligar a todo Francés y Francesa, a utilizar uniformes (como las hormigas azules de Mao) también tenía planeado arrasar con todas las torres de la iglesias como “no democráticas”. Eran más altas que los otros edificios y como resultado destacaban por su porte “aristocrático”. (En Estrasburgo, estaban en proceso los preparativos para la mutilación bárbara de la catedral de ese lugar). Otro problema que necesitaba resolverse era el lenguaje de los Alsacianos, “qui ne parlent pas la langue republicaine”, conocido como Francés. Hubo unos que sugirieron quitarles a los niños a los habitantes de la Alsacia-Lorena o re-ubicar a toda la población de habla Germana de toda Francia. Esos eran planes costosos y se pensó en una solución más práctica: el completo exterminio de la población de lengua Alemana. Como uno puede ver, la Revolución Francesa no sólo se interesaba en el asesinato masivo mecánico del Doctor Guillotin, sino también en el genocidio y no únicamente en Alsacia sino en otras regiones de la Republique Une et Indivisible.
La Revolución Francesa ha sido vista por la mayoría de los autores como un suceso predominantemente político, social (bajo la influencia Marxista) y hasta económico.- Burke, Young, Rush así como otros visitantes Británicos y Estadounidenses a Francia antes de la Revolución apuntan con el dedo a la aristocracia, al clero y a las clases superiores, sin embargo, tanto el escepticismo como el ateísmo habían hecho caminos hacia los círculos más altos y existía entre el clero lo que Spengler llamó “la gente sacerdotal”, o lo que hoy llamamos “católicos progresistas de izquierda”. La censura en la mano de los precursores de los liberales, que sufrieron a partir del moderno-snobismo, favoreció a los izquierdistas y persiguieron a la derecha, para no ser etiquetados como “reaccionarios”. Todo eso gradualmente influido por las clases media y baja también.
LA PESADILLA
No hay otro modo de entender las circunstancias de pesadilla que rodearon el asesinato de la Princesa de Lamballe. Esta amiga de la reina fue arrestada pero se negó a jurar la constitución en la prisión de La Force. Como resultado de su negativa fue entregada a la vociferante turbamulta. Eso sucedió justo antes de las masacres de septiembre del año 1792, tan cuidadosamente organizadas por Danton, un Republicano “moderado”. Los protagonistas de este baño de sangre recibieron 6 libras cada uno y todo el vino que pudieran tomarse para sus penas. Las cárceles fueron vaciadas en una verdadera orgía de asesinatos, durante la cual no únicamente los prisioneros políticos sino también las cortesanas y los prisioneros menores de edad, casi siempre niños pequeños, fueron asesinados. Las escenas que recuerdan el cuadro de Goya “desastres de la guerra” se llevaron a cabo en Bicetre y Salpetrière. (El exterminio de cortesanas fue llevado a cabo también sin piedad alguna por los favoritos de la izquierda, los Republicanos Españoles, probablemente a causa del contagio de enfermedades venéreas entre los valientes defensores de la democracia). En el año de 1792, en el asalto al Palacio de las Tullerías, los guardias Suizos, fieles a su juramento, pelearon hasta el último hombre. Los Suizos que cayeron vivos en manos de la turbamulta fueron mutilados y cortados en pedacitos. Un ayudante de cocina que intentó defender a la pareja real (Luis XVI y Maria Antonieta) fue untado con mantequilla y luego quemado vivo.
CUALITATIVAMENTE PEOR
A partir de estas y otras ocurrencias parecidas uno ve algo más muy claramente: desde un punto de vista puramente cuantitativo las atrocidades de los socialistas gente de izquierdas y cafés fueron peores que los de la Revolución Francesa, sin embargo, desde un punto de vista cualitativo, todo el asunto toma un cariz diferente. Los crímenes de los Socialistas Nacionales e Internacionales fueron llevados a cabo en su mayor parte en campos de concentración y calabozos por sus propios criminales entrenados, en lo que toca a las atrocidades de los Republicanos Franceses fueron cometidas bajo el lema de Libertad, Fraternidad e Igualdad a tan enorme grado por el pueblo mismo o al menos acompañados por el aplauso de los deleitados espectadores – todo a la luz del día con gran publicidad. Los aguillotinamientos no eran sólo días de fiesta general, eran eventos sádicos preparados y pensados cuidadosamente, durante los cuales ( para dar solo un ejemplo) un aristócrata con sus manos atadas y su cabeza ya en el bloque era obligado a escuchar un discurso irónico muy largo sobre las victorias de los ejércitos Revolucionarios de modo que pudieran compartirlas con sus predecesores en el más allá. La completamente natural tras*formación de la democracia en socialismo, de la igualdad política a la financiera, tuvo ahí sus principios. No únicamente los aristócratas sino los ricos también porque su riqueza era pasada a “nuestra querida progenitora la guillotina”. (En realidad sólo el 8 por ciento de los guillotinados fueron aristócratas, más del 30 por ciento fueron campesinos).
Los “moderados” no cantaban mal las rancheras. Ciudades como Lyon, Toulon y Burdeos, que eran encabezadas por los Girondistas contra los Jacobinos, fueron parcialmente arrasadas y sus habitantes diezmados. Cuando los aguillotinamientos amenazaban con ir muy despacio, muchas víctimas fueron ahogadas y otras fueron ejecutadas con escopetas, de modo que las multitudes pudieran deleitarse al verlos morir desangrándose lentamente. (Napoleón, Jacobino y amigo cercano de Robespierre, alcanzó su primera victoria aplastando a la “rebelde” Toulon).
UNA ENORME Y SADICA ORGIA DE sesso
La Revolución Francesa no se convirtió de hecho en una enorme sádica orgía de sesso hasta que los levantamientos en Bretagne y La Vendeé fueron aplastados. Uno debe tener en mente que La Vendeé fue una revolución campesina que jaló a la aristocracia con ella. El liderazgo de la Chouannerie era parcialmente campesino (Cathelineau) y parcialmente aristócrata (Larochejaquelein); además Charles Armand Tuffin, el Marqués de la Rouerie, amigo de George Washington, encontró su fin en esta batalla. Su cuerpo fue desenterrado y decapitado). El terror implicado en este genocidio deliberado fue anunciado con anticipación por las atrocidades en París, especialmente en la extensa profanación de tumbas y cementerios, porque el hombre que puede atacar a los muertos – contra reyes y aristócratas pero también contra los santos – no tendrá empacho en hacerle lo mismo a los vivos. (Tengo que confesar aquí, sin embargo, que la profanación de cadáveres practicados por el lado Republicano en la Guerra Civil Española – especialmente en el cementerio de Huesca – está en la misma liga de lo que los Republicanos Franceses hicieron). En su prefacio al libro de Reynold Secher, El Genocidio Franco-Francés, el Profesor Jean Meyer dice que el autor se guardó mucho y que lo peor no podía describirse ahí. La verdad es mucho más espantosa.
La Revolución Alemana, que comenzó en 1933, también pasó por una fase relativamente humana; sin embargo, el 30 de junio de 1934 fue una flamígera señal de alerta, que fue seguida por un hundimiento impregnado e inevitable, como el tipo descrito en la tragedia Griega, hacia el infierno de la tiranía totalitaria de la izquierda. Como con la Revolución Francesa, el camino ya había sido pavimentado en esta dirección desde el principio. Lo mismo aplica para Rusia. Justo como en Francia fueron los escritos de los Enciclopedistas, Morelly, Rousseau, Diderot y Sade y en los países Germánicos, los escritos de Haeckel, Chamberlain y Rosenberg así como los de Hitler y Goebbels igual en Rusia los de Marx, Tschernyschewsky, Plechanow y Lenin que determinaron el subsiguiente desarrollo político. Lo que sucedió a la larga en la Revolución Francesa, especialmente en La Vendeé, en Bretagne y en Anjou fue en su lógica interna sencillamente la realización del gran Ateismo Materialista de la primera Ilustración.
En situaciones como esta, estamos obligados a confrontar una vez más la sentencia de Dostoievski:
“Si no hay Dios, entonces todo se vale”.
AGUILLOTINAMIENTOS EN MASA
Hasta en Arras donde el líder Jacobino, Lebon observaba los aguillotinamientos en masa desde su balcón acompañado de su amada esposa, los cuerpos decapitados de hombres y mujeres eran desvestidos y luego atados juntos en posiciones obscenas como las maníacas “baterías nacionales” sacadas de las 120 Noches de Sodoma de De Sade. Prácticas similares se llevaron a cabo en Noayes en el Loira, donde hombres y mujeres eran atados juntos desnudos y luego lanzados al agua todavía vivos al río como una “boda republicana”. Cuando la turbamulta no podía encontrar suficientes hombres y mujeres, organizaban el “amarre del nudo” de modo gays. Carrier, que al final terminó perdiendo su propia cabeza, fue el director de todo esto. Él llamaba a estas atrocidades “La llama de la filosofía”, una expresión que tomó del Marques de Sade. Era muy natural que las principales víctimas de estas atrocidades llevadas a cabo por los hombres, fueran las mujeres (así como sus hijos, casi siempre asesinados ante sus ojos). La misoginia sádica de la Revolución llegó a proporciones increíbles.
La historia de estas atrocidades perpetradas por los Jacobinos en las ciudades Girondinas todavía no se ha contado completa. La mayor parte de lo que sabemos se refiere al pandemonio en La Vendée y las regiones vecinas. Aquí, los Republicanos (así como sus valientes colaboradores Girondinos) planearon nada menos que el total exterminio de la población, aún si eso conllevaba la destrucción de “patriotas” y sus familias también – Uno no podía darse el lujo de ponerse selectivo. Un completo “paisaje traidor” con sus habitantes iba a desaparecer de la faz de la tierra. Aquí estamos hablando no sólo del tipo de genocidio practicado por los socialistas internacionales Rusos o de los Nazis Alemanes, estamos hablando sobre la satisfacción de la perversa lujuria sensual, algo emprendido con una minuciosidad diabólica. El revolucionario St. Just declaró (10/oct/1793) que no sólo los traidores sino también los indiferentes tendrían que ser exterminados. Danton había dicho que los aristócratas y los sacerdotes eran culpables porque habían puesto el futuro en cuestión por su misma existencia, y Robespierre quería una Justicia “rápida, estricta y resuelta como resultado de la virtud y la consistencia de los principios democráticos”. Todo esto se concentró en La Vendée, cuyo nombre fue cambiado oficialmente a “Vengée” o “vengada”.
“YA NO EXISTE LA VENDEE”
El General Westermann a la larga reportó al comité de bienestar: “¡¡Ya no hay más Vendée, mis conciudadanos Republicanos! Murió bajo nuestros sables junto con sus mujeres y niños. Nada más los enterré en los pantanos y bosques de Savenay. De acuerdo con sus órdenes, los niños fueron muertos por las patas de nuestros caballos, sus mujeres fueron asesinadas de modo que ya no puedan traer más soldados al mundo. Las calles están atiborradas de cadáveres, en muchos lugares forman pirámides enteras. En Savenay tuvimos que hacer uso de escuadras de fusilamiento masivo pues sus tropas se siguen rindiendo. Nosotros no tomamos prisioneros. Uno tiene que darles el pan de la libertad; sin embargo, la piedad no tiene nada que ver con el espíritu de la revolución”. -Westermann, sin embargo, pronto encontró a su Némesis, fue guillotinado poco tiempo después junto con su amigo Danton.
Le Mans fue el escenario de una brutalidad mucho mayor, las mujeres, los ancianos y los niños que se escondían en sus casas en esta gran ciudad fueron descubiertos y ante los ojos de Barbott y Prieure se les arrancaron sus vestiduras con sables y bayonetas, mujeres y niñas fueron forzadas, y cuando ya no hubo suficientes mujeres vivas para los “muchachos de uniforme azul”, fueron forzados los cadáveres también. Esta orgía parcialmente necrofílica terminó cuando la turbamulta, acompañada por el regocijo de los soldados del gobierno, ató a los cadáveres en parejas como “baterías nacionales” como lo habían hecho en Arras. En Angers, sin embargo, la turbamulta decapitó a aquellos que ya habían colgado y les ordenaron a los doctores preparar las cabezas para colocarlas en los muros alrededor de la ciudad. Y como los doctores no eran lo suficientemente rápidos, la turbamulta decapitó pronto a otro grupo de prisioneros entre los que se encontraba una santa abadesa de 82 años.
MARCHAS DE LA fin
Otra diversión para los “Azules” que se llamaban a sí mismos las “columnas infernales”(**) era la de asar a las mujeres y niños en los hornos de cocinar. Con el fin de obtener el máximo placer sádico de esta práctica, las víctimas eran colocadas en hornos fríos, que luego calentaban. Un general, que no podía parar esta práctica entre sus tropas - Mergeau Desgraviers – se volvió tan melancólico que le hizo feliz morir en 1796 en la batalla contra los Austriacos. Al General Turreau se le dijo que sus soldados se comportaban peor que los caníbales, sin embargo, el mismo había dado las órdenes de quemar todas las casas (lo que se cumplía). Por donde quiera uno podía ver las “baterías nacionales” hechas de cadáveres humanos. Turreau, el líder de estas Caminatas, como se les llamó a las marchas de la fin, iba a tener una larga y exitosa carrera. De 1803 a 1811 fue el embajador Francés en los Estados Unidos (donde trabajó en la alianza contra Inglaterra) y después fue inmortalizado sobre la cara oriental del Arco del Triunfo.
Como ya lo hemos señalado, los Girondistas no estaban menos implicados en estas atrocidades que los Jacobinos. Barrére, quien comenzó su carrera como Girondista, declaró que tenia la intención de tras*formar a La Vendée en un cementerio. Sin embargo, son las unidades, especialmente, las que fueron promovidas en los últimos años de la revolución, las que revelan su absoluto carácter sádico y masoquista. Debido a que los hombres de La Vendée combatieron, la compensación tenía que hacerse con sus mujeres y niños – hasta los más pequeños. (Los Británicos hicieron lo mismo en principio en sus campos de concentración durante las Guerras Bóers en África). En La Vendée, sin embargo, un particularmente popular deporte entre los Azules era lanzar a los niños desde las ventanas y atraparlos con sus bayonetas. Igualmente popular era la práctica de abrir rebanándoles el vientre a las mujeres embarazadas para cortar en rebanadas y pedazos a sus hijos no natos y dejar que las mujeres murieran desangradas. Otras mujeres embarazadas fueron aplastadas bajo las prensas de vino y frutas. No se quedó atrás la práctica de quemar a las víctimas dentro de sus casas y de las iglesias. Esta lujuria de sangre aumentó de manera tan vehemente que el Comandante Grignon dio la orden que a todo aquel que se encontrara fuera muerto inmediatamente, aún si era Republicano. Un muy espantoso caso fué el de una jovencita que fue atada desnuda a dos ramas de un árbol después de ser amada sin consentimiento y luego tuvo que sufrir varios intentos de ser rasgada por la mitad. Los Azules no sufrían de falta de imaginación. Al mirar hacia atrás, uno puede ver las dificultades, el sufrimiento sin fin que los profanadores “progresistas” del pueblo, de tumbas y de iglesias habían llevado a toda Europa. (Los interiores de las antiguas iglesias Francesas muestran hasta estos días lo que estos brutos bárbaros han destruido).
¿ALGO POSITIVO?
¿Dejó algo positivo para la posteridad la Revolución Francesa? Sólo el sistema métrico decimal, que fue resultado de la democrática predilección de medir y de contar eternamente. ¿Y qué entonces con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano? Fue un documento puramente antropocéntrico, un producto típicamente declamatorio de la primera Ilustración, que fue concebido en 1789 y finalmente injertado en la constitución de la República Sádica en 1793. En los libros escolares uno lee sobre el período del terror que “El Terror era terrible” Aún con todo eso un buen numero de moderados cayeron bajo la navaja también. Históricamente se lo merecían porque no habían considerado lo que sucedería cuando uno destruye un orden antiguo. Charlotte Corday d’Armont, una entusiasta Girondista, asesinó al sanguinario Marat y fue ejecutada; André de Chenier, el gran poeta lírico liberal, murió en la guillotina, el Marques de Condorcet, jefe ideólogo de los “moderados” se suicidó para escapar de “nuestra querida progenitora”. Madame Roland de la Plañere, también Girondista, exclamó poco antes de ser guillotinada “Ay, Libertad, cuantos crímenes se cometen en tu nombre!”. (Metternich por otro lado comenta ante tal floreciente “fraternidad” que si él hubiera tenido un hermano ahora sólo lo llamaría primo). Especialmente trágico fue el destino de Chretien de Malesherbes, un liberal muy ilustrado, que continuó fiel al rey. Defendió a Luis XVI y tuvo que mirar la decapitación de su hija, su yerno y sus nietos antes de ser guillotinado él mismo para su desesperación.
Uno no debe de olvidar que mucho de lo que hoy nos parece positivo – liberalidad, intelectualidad, humanitarismo – ya nos había sido traído por el absolutismo liberal y cortesano, mientras que la Revolución Francesa utilizó todas estas palabras en realidad no hizo otra cosa que extinguirlos brutalmente. A uno se le recuerda la reacción de Caffinhals, que replicó al alboroto creado por los defensores de Lavoisier (el padre de la Química moderna) al gritar: “Están ustedes condenando a un gran hombre de ciencia a la fin” diciendo: “La Revolución no necesita hombres de ciencia”. El buen hombre estaba en lo cierto, desde la Revolución Francesa, son sólo las cantidades, las cifras y los números los que tienen algún valor. El discurso de la élite se toleraba a duras penas.
Desde un punto de vista intelectual, la Revolución Francesa fue una conglomeración de un muy desarrollado no-pensamiento e inconsistencias creídas fanáticamente, pero mostró claramente, como muchas otras revoluciones, el verdadero carácter de la gran mayoría del Género Humano.
En la Revolución Francesa, la sarama de Francia sucumbió a la lujuria de la sangre y abrió las puertas del infierno. En nuestros días de embrutecimiento electrónico, es una apuesta segura que ahora, 200 años después, esta monstruosidad será el centro de celebraciones orgiásticas. El hombre promedio siempre se aferra desesperadamente a los clichés. Si uno se los quita, él tiene que hacer su propia investigación, su propio pensamiento y decidir y tiene que construir uno nuevo. Uno no puede esperar realmente un tipo de conducta elitista de estos pobres fulanos. Cuando los dioses quieren destruir a alguien, primero los hacen perder la razón.
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Notas de Maru
(*) En las biografías del tan "admirado" Jean Jacques Rousseau que enamoró a tantos intelectuales de su tiempo y de nuestra era, él vivió sin casarse con una costurera, que al parecer, lo mantuvo, y al ser padre de cinco niños con esa señora, a cada uno, en su momento lo entregó a orfanatos donde murieron todos a edad muy tierna. De esta ralea son los héroes de la Izquierda Liberal de nuestros días.
(**) Un nombre parecido se utilizó en México cuando el gobierno federal combatía contra los grupos de resistencia Católica en el segundo alzamiento religioso en los años 1926-1929, “La Cristiada”. Se llamaban a sí mismos “las columnas infernales” y “columnas del diablo”.
Luis XVII de Francia - El Sol Robado: EL ASALTO A LA BASTILLA: ¿MOTIVO DE CELEBRACION?
Fuertecillo, ¿no?