Así se vive en el pueblo con la tasa de paro más alta de España
Así se vive en el pueblo con la tasa de paro más alta de España
Chozas de Canales (Toledo) es un lugar donde estalló la burbuja inmobiliaria. Fruto de aquello hay desempleo, inseguridad, ocupas y vecinos muy cabreados.
FB
Por Fernando Bernal. Fotos Felipe Hernández
30 Mayo 2016, 5:00am
TODAS LAS FOTOS DE FELIPE HERNÁNDEZ
Chozas de Canales es un pueblo de algo menos de 4.000 habitantes, que pertenece a la provincia de Toledo, al sur de Madrid. Se llega por la carretera de Extremadura y está cerca de grandes núcleos de población como Alcorcón, Móstoles, Nalvarcanero, Fuenlabrada o Leganés. El año pasado, apareció en la lista de los pueblos con más tasa de paro. Concretamente, liderando el ranking de municipios en la categoría de menos de 1.000 habitantes con una tasa del 71%. Así que decidimos visitarlo, a ver cómo se vive allí, a ver qué dicen los habitantes, cómo conviven las cerca de 40 nacionalidades allí repartidas y también para saber cómo han llegado a esta situación. Antes, la gente vivía del campo y de un par de fábricas que había -una de muebles y una industria de verduras-, pero el trabajo se fue a pique.
Habíamos leído cosas sobre el efecto de la burbuja inmobiliaria en este pueblo, sobre un constructor ya fallecido que se hinchó a proyectar chalets y naves industriales (con el curioso apellido de Barbarroja), sobre acusaciones a un alcalde que estuvo en el poder más de 20 años, condenado en su momento por prevaricación y que trabajó mano a mano con ese constructor, y sobre gente que se queja de que están abandonados. Pero nos gustaba la idea de pasar allí un día y verlo con nuestros propios ojos. Así que carretera y kilómetros y en una hora, desde el centro de Madrid, estamos en Chozas de Canales.
A la entrada del pueblo nos saluda La Pacheca, una de esas urbanizaciones sobre las que ya habíamos leído. Es una sucesión de viviendas unifamiliares de ladrillo marrón inmensa, de un tamaño exagerado. Muchos de ellos parecen deshabitados y otros habitados de una manera "especial". Nos cruzamos con alguien que viene de comprar el pan y nos mira con sorpresa. Y no vemos a nadie más, hasta que nos encontramos con Julián (nombre ficticio) que no quiere fotos (en realidad, nadie va a querer un retrato en todo el día, salvo la alcadesa), pero que sí nos da algunas pistas para entender este pueblo.
"Aquí no hay nada", comienza diciendo, "así que está muy bien que vengáis a contarlo". Y luego se lanza a contar su historia. Vino aquí hace ocho años desde Móstoles, cuando Chozas se iba a convertir en un pueblo-dormitorio del sur de Madrid y pasó de tener 800 habitantes a casi 5.000 en apenas cinco años.
"Nos han vendido, estamos sepultados. Mucha gente se ha quedado en paro y el banco les ha quitado las casas. Algunos han vuelto y las han ocupado, es normal. Pero luego también ha habido otras personas que han aprovechado para llevarse todo lo que han podido de las casas abandonadas: ventanas, puertas, todo lo que han pillado. Las urbanizaciones, además, resulta que son ilegales. Es una verdadera vergüenza, nos han tomado el pelo. De aquí, todo el mundo que ha podido se ha pirado. Nos vendieron que iban a ser unas viviendas en unas condiciones muy buenas y resulta que son una cosa de materiales, están mal acabadas, hay humedades". Nos lo cuenta en el garaje de su casa, en una calle donde hay cuatro viviendas ocupadas de unas veinte. Estos chalets comenzaron a venderse por 8 millones de pesetas (48.000 euros) y acabaron en casi 40 (240.000 euros). Ahora se pueden encontrar en Idealista por algo menos de 20.000. Pero a ver quién las compra.
Cuando los "nuevos" llegaron a Chozas, les prometieron un instituto, un centro para ancianos y seguridad en las calles. Nada de eso se ha cumplido. Los chavales tienen que ir a estudiar al pueblo de al lado, Camarena y Julián, otros dos vecinos, nos da otro dato que no llevábamos con nosotros: en este pueblo no hay Policía desde hace bastante tiempo. El que había se marchó y su puesto no se ha cubierto. Así, desde luego, la ocupación de las casas resulta más sencilla. Y también el vandalismo, del que luego nos hablarán más detalladamente.
Seguimos nuestro paseo por Chozas de Canales, a mediodía hemos quedado con la alcadesa, Ana María Baltasar Trigueros, así que tenemos tiempo de comprobar cómo hay más edificios abandonados, algunas pintadas de la juventud más política ("no es gente organizada solo son gamberros", nos dicen) por las paredes, un equipo de limpieza en plena acción, fruto de un proyecto del nuevo Ayuntamiento para dar trabajo, y algo más de vida (no mucha) en la zona vieja del pueblo, donde está la Plaza de la Constitución y la parte comercial.
Al lado de la cooperativa, donde antes iban a dejar las uvas los agricultores y que ahora solo se abre muy de vez en cuando, coincidiendo con la recogida de la aceituna, está repostando gasoil Rubén. Se presentó las pasadas elecciones por Queremos, el partido ganó en votos los comicios, pero una extraña unión entre PSOE, PP y Ciudadanos acabó con el sueño del cambio. "Si tenéis que decir algo de nuestro pueblo poner que es bonito, que se vive bien y que la gente es maja. Pero también recordar que es Sin City, un lugar sin ley, porque no tenemos Policía".
A su lado, un vecino, que no quiere dar su nombre, nos habla de problemas de seguridad, de robos en casas, neumáticos rajados, violencia y coches quemados. ¿Quiénes son los culpables? "Pues los conocemos, todos nos conocemos, son gente de aquí y otros que vienen de 'tapadillo', que saben cómo está el pueblo y se establecen". No hacen nada por miedo, si denuncian saben que les puede traer problemas. Incluso algún delincuente tristemente célebre -un forzador- intentó buscar aquí cobijo, pero lo expulsaron.
Hacemos una parada en uno de los bares del centro. Preguntamos, la gente quiere hablar, pero no dar su nombre, ni salir en la foto, todo el mundo se conoce. "¿Un 70% de paro? No te joroba, y un 90%, te lo digo yo", nos dice un albañil en paro viajero que lleva aquí 17 años. En Chozas no hay mucho que hacer está claro. Y, ¿los jóvenes que no estudian a qué se dedican? "Qué van a hacer, están por ahí con la lata y los porros. Ojo, yo también lo he hecho, pero nos escondíamos más, nos íbamos fuera del centro", nos comenta otro parroquiano que es "nativo" de Chozas. Esta idea nos la confirma a la puerta del bar Mónica (de 28 años), que trabaja, pero en un pueblo de al lado. "Es que para la juventud no hay nada, en mi tiempo había talleres, se podía aprender un oficio, por lo menos estábamos entretenidos, ahora solo les queda andar por ahí con los litros. Y, claro, hay vandalismo".
Vamos con la versión oficial, la de la alcadesa. Para empezar, Ana María Baltasar Triguero nos saca una estadística en la que Chozas de Canales figuran con una población entre 16 y 65 años de 2.555 habitantes y un paro del 22,48% ("porcentaje de paro registrado con relación a la población 16-65 años para cumplimentar la solicitud", según reza el documento que nos muestra). Total, que según la versión oficial del Ayuntamiento, el pueblo no está ni siquiera entre los que más paro tienen de la provincia de Toledo, se encuentra cerca de la media nacional, y la cosa no resulta tan alarmante como habíamos leído en las noticias y en el informe que publicó Expansión. Esta es la versión oficial. ¿De dónde viene el error?
"No es que seamos el pueblo con más paro, no sé de dónde salió eso. Lo dijo el señor que se presentó por Podemos, pero esa tasa no es real". Ana lleva de alcadesa un año, antes fue teniente de Alcalde con el PP y nació aquí. Le preguntamos por el tema de las viviendas abandonadas. "En el año 2000 éramos 900 habitantes y subimos a casi 5.000 personas. Este crecimiento se produjo por el boom inmobilario, se hicieron muchas casas, que estaban bien de precio por sus dimensiones, y vino mucha gente a Chozas como ciudad dormitorio de Madrid. La gente vivía aquí y trabaja fuera del pueblo".
Ana nos cuenta que aquí nunca hubo industria potente, "es un pueblo agrícola de toda la vida" y que la crisis impactó bastante fuerte. Ahora afecta especialmente a esos jóvenes que hemos visto en una plaza sin hacer nada. "Pero de aquí salen todos los días cuatro autobuses de estudiantes para el Instituto de Camarena, no te sé decir el número de alumnos exacto, pero somos de los pueblos que más estudiantes aporta. Respecto a los que no estudian estamos intentando buscar soluciones, con el presidente del polígono vamos a ver cómo podemos dar facilidades a empresas, para que se instalen y creen puestos de trabajo nuevos". De momento, solo es un plan. Por lo menos, ella nos asegura que no hay problemas de convivencia entre nacionalidades, "date cuenta de que aquí hay gente de jovenlandia que llevan 18 años viviendo y sus hijos ya nacieron en el pueblo". Además, ha puesto en marcha clases de español para extranjeros. Algunos vecinos, sin embargo, nos han confirmado que la cosa, a nivel de convivencia, no es tan idílica como la pintan desde el Consistorio. La inseguridad es el tema de fondo en todo esto.
Le damos gracias a Ana y decidimos terminar nuestra excursión toledana en el polígono industrial del que nos acaba de halar la alcaldesa. Se llama El Laurel y, la verdad, está a medio camino entre el escenario de un videojuego apocalíptico y una película de Gus Van Sant en la que le faltan los skaters con angst adolescente y su cámara de vídeo. Hay una guardería cerrada. Especulamos con que alguna vez se pensó que la cantidad de gente que iba a trabajar aquí necesitaría este tipo de servicios. Solo es una especulación, como de cuento con final muy feliz. Ahora, en realidad, solo parecen funcionar tres o cuatro negocios. Un desguace y una fábrica de puertas blindadas. El resto son naves vacías o ocupadas. Un reflejo del resto del pueblo. Es hora de tomar el camino de vuelta. Chozas lo tiene difícil, pero la gente, la verdad, necesita que alguien les escuche. Aunque sería mejor que algún político (Ayuntamiento, Diputación, Junta de Castilla-La Mancha...) les echara un mano. Como a muchos otros pueblos.
Mientras tomamos dirección para Madrid, nos cruzamos con los autobuses que vienen de Camarena y que devuelven a los estudiantes a de Chozas a sus casas. A su realidad.
Así se vive en el pueblo con la tasa de paro más alta de España
Chozas de Canales (Toledo) es un lugar donde estalló la burbuja inmobiliaria. Fruto de aquello hay desempleo, inseguridad, ocupas y vecinos muy cabreados.
FB
Por Fernando Bernal. Fotos Felipe Hernández
30 Mayo 2016, 5:00am
TODAS LAS FOTOS DE FELIPE HERNÁNDEZ
Chozas de Canales es un pueblo de algo menos de 4.000 habitantes, que pertenece a la provincia de Toledo, al sur de Madrid. Se llega por la carretera de Extremadura y está cerca de grandes núcleos de población como Alcorcón, Móstoles, Nalvarcanero, Fuenlabrada o Leganés. El año pasado, apareció en la lista de los pueblos con más tasa de paro. Concretamente, liderando el ranking de municipios en la categoría de menos de 1.000 habitantes con una tasa del 71%. Así que decidimos visitarlo, a ver cómo se vive allí, a ver qué dicen los habitantes, cómo conviven las cerca de 40 nacionalidades allí repartidas y también para saber cómo han llegado a esta situación. Antes, la gente vivía del campo y de un par de fábricas que había -una de muebles y una industria de verduras-, pero el trabajo se fue a pique.
Habíamos leído cosas sobre el efecto de la burbuja inmobiliaria en este pueblo, sobre un constructor ya fallecido que se hinchó a proyectar chalets y naves industriales (con el curioso apellido de Barbarroja), sobre acusaciones a un alcalde que estuvo en el poder más de 20 años, condenado en su momento por prevaricación y que trabajó mano a mano con ese constructor, y sobre gente que se queja de que están abandonados. Pero nos gustaba la idea de pasar allí un día y verlo con nuestros propios ojos. Así que carretera y kilómetros y en una hora, desde el centro de Madrid, estamos en Chozas de Canales.
A la entrada del pueblo nos saluda La Pacheca, una de esas urbanizaciones sobre las que ya habíamos leído. Es una sucesión de viviendas unifamiliares de ladrillo marrón inmensa, de un tamaño exagerado. Muchos de ellos parecen deshabitados y otros habitados de una manera "especial". Nos cruzamos con alguien que viene de comprar el pan y nos mira con sorpresa. Y no vemos a nadie más, hasta que nos encontramos con Julián (nombre ficticio) que no quiere fotos (en realidad, nadie va a querer un retrato en todo el día, salvo la alcadesa), pero que sí nos da algunas pistas para entender este pueblo.
"Aquí no hay nada", comienza diciendo, "así que está muy bien que vengáis a contarlo". Y luego se lanza a contar su historia. Vino aquí hace ocho años desde Móstoles, cuando Chozas se iba a convertir en un pueblo-dormitorio del sur de Madrid y pasó de tener 800 habitantes a casi 5.000 en apenas cinco años.
"Nos han vendido, estamos sepultados. Mucha gente se ha quedado en paro y el banco les ha quitado las casas. Algunos han vuelto y las han ocupado, es normal. Pero luego también ha habido otras personas que han aprovechado para llevarse todo lo que han podido de las casas abandonadas: ventanas, puertas, todo lo que han pillado. Las urbanizaciones, además, resulta que son ilegales. Es una verdadera vergüenza, nos han tomado el pelo. De aquí, todo el mundo que ha podido se ha pirado. Nos vendieron que iban a ser unas viviendas en unas condiciones muy buenas y resulta que son una cosa de materiales, están mal acabadas, hay humedades". Nos lo cuenta en el garaje de su casa, en una calle donde hay cuatro viviendas ocupadas de unas veinte. Estos chalets comenzaron a venderse por 8 millones de pesetas (48.000 euros) y acabaron en casi 40 (240.000 euros). Ahora se pueden encontrar en Idealista por algo menos de 20.000. Pero a ver quién las compra.
Cuando los "nuevos" llegaron a Chozas, les prometieron un instituto, un centro para ancianos y seguridad en las calles. Nada de eso se ha cumplido. Los chavales tienen que ir a estudiar al pueblo de al lado, Camarena y Julián, otros dos vecinos, nos da otro dato que no llevábamos con nosotros: en este pueblo no hay Policía desde hace bastante tiempo. El que había se marchó y su puesto no se ha cubierto. Así, desde luego, la ocupación de las casas resulta más sencilla. Y también el vandalismo, del que luego nos hablarán más detalladamente.
Seguimos nuestro paseo por Chozas de Canales, a mediodía hemos quedado con la alcadesa, Ana María Baltasar Trigueros, así que tenemos tiempo de comprobar cómo hay más edificios abandonados, algunas pintadas de la juventud más política ("no es gente organizada solo son gamberros", nos dicen) por las paredes, un equipo de limpieza en plena acción, fruto de un proyecto del nuevo Ayuntamiento para dar trabajo, y algo más de vida (no mucha) en la zona vieja del pueblo, donde está la Plaza de la Constitución y la parte comercial.
Al lado de la cooperativa, donde antes iban a dejar las uvas los agricultores y que ahora solo se abre muy de vez en cuando, coincidiendo con la recogida de la aceituna, está repostando gasoil Rubén. Se presentó las pasadas elecciones por Queremos, el partido ganó en votos los comicios, pero una extraña unión entre PSOE, PP y Ciudadanos acabó con el sueño del cambio. "Si tenéis que decir algo de nuestro pueblo poner que es bonito, que se vive bien y que la gente es maja. Pero también recordar que es Sin City, un lugar sin ley, porque no tenemos Policía".
A su lado, un vecino, que no quiere dar su nombre, nos habla de problemas de seguridad, de robos en casas, neumáticos rajados, violencia y coches quemados. ¿Quiénes son los culpables? "Pues los conocemos, todos nos conocemos, son gente de aquí y otros que vienen de 'tapadillo', que saben cómo está el pueblo y se establecen". No hacen nada por miedo, si denuncian saben que les puede traer problemas. Incluso algún delincuente tristemente célebre -un forzador- intentó buscar aquí cobijo, pero lo expulsaron.
Hacemos una parada en uno de los bares del centro. Preguntamos, la gente quiere hablar, pero no dar su nombre, ni salir en la foto, todo el mundo se conoce. "¿Un 70% de paro? No te joroba, y un 90%, te lo digo yo", nos dice un albañil en paro viajero que lleva aquí 17 años. En Chozas no hay mucho que hacer está claro. Y, ¿los jóvenes que no estudian a qué se dedican? "Qué van a hacer, están por ahí con la lata y los porros. Ojo, yo también lo he hecho, pero nos escondíamos más, nos íbamos fuera del centro", nos comenta otro parroquiano que es "nativo" de Chozas. Esta idea nos la confirma a la puerta del bar Mónica (de 28 años), que trabaja, pero en un pueblo de al lado. "Es que para la juventud no hay nada, en mi tiempo había talleres, se podía aprender un oficio, por lo menos estábamos entretenidos, ahora solo les queda andar por ahí con los litros. Y, claro, hay vandalismo".
Vamos con la versión oficial, la de la alcadesa. Para empezar, Ana María Baltasar Triguero nos saca una estadística en la que Chozas de Canales figuran con una población entre 16 y 65 años de 2.555 habitantes y un paro del 22,48% ("porcentaje de paro registrado con relación a la población 16-65 años para cumplimentar la solicitud", según reza el documento que nos muestra). Total, que según la versión oficial del Ayuntamiento, el pueblo no está ni siquiera entre los que más paro tienen de la provincia de Toledo, se encuentra cerca de la media nacional, y la cosa no resulta tan alarmante como habíamos leído en las noticias y en el informe que publicó Expansión. Esta es la versión oficial. ¿De dónde viene el error?
"No es que seamos el pueblo con más paro, no sé de dónde salió eso. Lo dijo el señor que se presentó por Podemos, pero esa tasa no es real". Ana lleva de alcadesa un año, antes fue teniente de Alcalde con el PP y nació aquí. Le preguntamos por el tema de las viviendas abandonadas. "En el año 2000 éramos 900 habitantes y subimos a casi 5.000 personas. Este crecimiento se produjo por el boom inmobilario, se hicieron muchas casas, que estaban bien de precio por sus dimensiones, y vino mucha gente a Chozas como ciudad dormitorio de Madrid. La gente vivía aquí y trabaja fuera del pueblo".
La alcaldesa nos cuenta que algunos de esos PAU's que se proyectaron son ilegales, no tienen cédula de habitabilidad y se dieron de paso por Antonio Antúnez, que estuvo de alcalde por el PSOE 24 años. Curiosamente, el partido con el que gobierna en coalición. ¿Es un municipio tan difícil de gestionar como parece? "Sí, es difícil, porque hay muchos ocupas, gente que ha venido de fuera, porque se ha corrido el rumor, da la patada y entra. También tenemos robos, pero dentro de la media nacional. Problemas hay, claro. No tenemos Policía Municipal, hay una plaza, pero nadie viene a ocuparla, lo hemos publicado, pero no se cubre. El año que viene tenemos pensado presupuestar dos más. De todos modos, hay pueblos con seis o ocho policías y también roban todos los días".
Ana nos cuenta que aquí nunca hubo industria potente, "es un pueblo agrícola de toda la vida" y que la crisis impactó bastante fuerte. Ahora afecta especialmente a esos jóvenes que hemos visto en una plaza sin hacer nada. "Pero de aquí salen todos los días cuatro autobuses de estudiantes para el Instituto de Camarena, no te sé decir el número de alumnos exacto, pero somos de los pueblos que más estudiantes aporta. Respecto a los que no estudian estamos intentando buscar soluciones, con el presidente del polígono vamos a ver cómo podemos dar facilidades a empresas, para que se instalen y creen puestos de trabajo nuevos". De momento, solo es un plan. Por lo menos, ella nos asegura que no hay problemas de convivencia entre nacionalidades, "date cuenta de que aquí hay gente de jovenlandia que llevan 18 años viviendo y sus hijos ya nacieron en el pueblo". Además, ha puesto en marcha clases de español para extranjeros. Algunos vecinos, sin embargo, nos han confirmado que la cosa, a nivel de convivencia, no es tan idílica como la pintan desde el Consistorio. La inseguridad es el tema de fondo en todo esto.
Le damos gracias a Ana y decidimos terminar nuestra excursión toledana en el polígono industrial del que nos acaba de halar la alcaldesa. Se llama El Laurel y, la verdad, está a medio camino entre el escenario de un videojuego apocalíptico y una película de Gus Van Sant en la que le faltan los skaters con angst adolescente y su cámara de vídeo. Hay una guardería cerrada. Especulamos con que alguna vez se pensó que la cantidad de gente que iba a trabajar aquí necesitaría este tipo de servicios. Solo es una especulación, como de cuento con final muy feliz. Ahora, en realidad, solo parecen funcionar tres o cuatro negocios. Un desguace y una fábrica de puertas blindadas. El resto son naves vacías o ocupadas. Un reflejo del resto del pueblo. Es hora de tomar el camino de vuelta. Chozas lo tiene difícil, pero la gente, la verdad, necesita que alguien les escuche. Aunque sería mejor que algún político (Ayuntamiento, Diputación, Junta de Castilla-La Mancha...) les echara un mano. Como a muchos otros pueblos.
Mientras tomamos dirección para Madrid, nos cruzamos con los autobuses que vienen de Camarena y que devuelven a los estudiantes a de Chozas a sus casas. A su realidad.
Última edición:
