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Madmaxista
Zapatero, hacia el "peronismo"
Pablo Sebastián
Ahora resulta que la culpa del paro es de los banqueros y que, como dice el ministro de Industria, Miguel Sebastián, "al Gobierno se le está acabando la paciencia con los bancos". Pero ¿acaso no presumía Zapatero en diciembre de nuestro sistema financiero como el mejor del mundo? Sí, pero como las cifras del paro del mes de enero han alcanzado a 200.000 personas y están a la vista los cuatro millones de parados para el otoño, ahora toca buscar un nuevo chivo expiatorio que se sume a los parapetos -Bush, hipotecas subprime, fallos del sistema financiero internacional, el petróleo, Madoff, etc.- y que impida a los parados y sindicatos señalar al verdadero responsable de la crisis: al presidente Zapatero.
Un presidente cuya inconsistencia e incapacidad política, unidas al liderazgo de cartón piedra y marketing de diseño (ZP, las cejas, la paz, la Alianza de Civilizaciones, el optimismo antropológico, no hay crisis, el pleno empleo, la paz con ETA y la España confederal en la nación discutida y discutible), parecen haber llegado al final de su escapada, dejando al descubierto todo lo que permitió elaborar su sonriente máscara de cera. La que ahora se está derritiendo al calor la cruda realidad, dejando a Zapatero al desnudo y con un pie en el estribo del caballo populista del general Perón para abanderar la legión de descamisados que pronto se pondrá a desfilar por las calles de este país.
El espectáculo que está preparando Zapatero para distraer a los sindicatos y a los parados es el de la nacionalización de cajas y bancos en apuros, con el fin de que los leones del circo se coman a los banqueros en medio del furor popular. Y para que nuestro sistema financiero, "el mejor del mundo", se convierta en un "corralito" estatal y el más ruinoso de la zona euro, donde ya empieza a ser un clamor la crisis española, ese "cerdito famoso" que es España, a los ojos de no pocos analistas que nos colocan en la maloliente piara europea -los pigs de Portugal, Italia, Grecia y España-, de los que se ha dicho en Davos que no tienen cabida en la verde dehesa de la Unión Europea y deberían ser expulsados del euro, para no contagiar a los demás.
Ya en su investidura, y cuando la crisis económica -que negó durante las elecciones- aparecía sobre el horizonte español, Zapatero nos habló de una política económica socialdemócrata y, a medida que avanzaba la tormenta perfecta de la crisis, el presidente juró que no habría recorte del gasto social ni Presupuestos de austeridad, y los que sólo unas semanas después de su aprobación quedaron obsoletos y fuera de la realidad. Y cuando, una tras otras, sus medidas anticrisis y su plan de rescate de la banca española no sólo no frenan el descalabro sino que lo aceleran, entonces Zapatero se va a TVE para consolar a los descamisados, envuelto en la capa de Perón.
Y más adelante y tras colocar a los banqueros de tres en raya en frágiles pupitres de la escuelita de la Moncloa, al día siguiente los amenaza por boca de su ministro de Industria, el ministro Sebastián. El que sería digno guionista de "Los inventos del TBO", que cada día se saca un alambicado y ocurrente conejo de su chistera particular: fuera la corbata, bombillas de baja intensidad, coches eléctricos, consuma productos españoles, etcétera. Para acabar amenazando a la banca -de donde él fue expulsado años atrás- a sólo pocas horas de que los altos representantes del sistema financiero español visitaran, sorprendidos y predispuestos, el palacio presidencial.
Para empezar, lo que debía hacer Zapatero es nacionalizar, o racionalizar, el Banco de España, cuya vigilancia del sistema financiero en los años de la gran prosperidad ha sido mala. E incapaz de imponer en el BCE unos tipos de interés bajos cuando arreciaba el temporal y a los que llegan tarde y muy mal. Luego este Gobierno nunca debió aceptar el oscurantismo impuesto a las ayudas bancarias del Estado -subastas y avales-, y hora es que se sepa la verdad sobre el sistema financiero español, quién es quién y cómo está cada uno. Y, para terminar, no estaría nada mal que Zapatero mandara a su casa a la mitad de su Gobierno, empezando por Solbes, aunque ya está claro que ese Ejecutivo abrasado y a la deriva es el fiel reflejo de la personalidad del presidente y de su capacidad. Si la nación española le pareció discutida y discutible, pues imagínense todo lo demás.
Los jueces de huelga, las Autonomías derrochando dinero y pidiendo más, el desempleo desbocado hacia los cuatro o cinco millones de parados -a no olvidar la regulación de más de un millón de pagapensiones-, los banqueros bajo públicas amenazas de nacionalización, los nacionalistas pidiendo más soberanía, el déficit público y privado desatado, el consumo cerca del cero, la confianza por los suelos y, ahora, desprestigio internacional. ¿Qué hacer? Pues populismo de corte peronista y social, quemar a un par de banqueros en la hoguera de las vanidades, y pasar alegremente los cinco meses que nos quedan de campaña electoral.
Pablo Sebastián
Ahora resulta que la culpa del paro es de los banqueros y que, como dice el ministro de Industria, Miguel Sebastián, "al Gobierno se le está acabando la paciencia con los bancos". Pero ¿acaso no presumía Zapatero en diciembre de nuestro sistema financiero como el mejor del mundo? Sí, pero como las cifras del paro del mes de enero han alcanzado a 200.000 personas y están a la vista los cuatro millones de parados para el otoño, ahora toca buscar un nuevo chivo expiatorio que se sume a los parapetos -Bush, hipotecas subprime, fallos del sistema financiero internacional, el petróleo, Madoff, etc.- y que impida a los parados y sindicatos señalar al verdadero responsable de la crisis: al presidente Zapatero.
Un presidente cuya inconsistencia e incapacidad política, unidas al liderazgo de cartón piedra y marketing de diseño (ZP, las cejas, la paz, la Alianza de Civilizaciones, el optimismo antropológico, no hay crisis, el pleno empleo, la paz con ETA y la España confederal en la nación discutida y discutible), parecen haber llegado al final de su escapada, dejando al descubierto todo lo que permitió elaborar su sonriente máscara de cera. La que ahora se está derritiendo al calor la cruda realidad, dejando a Zapatero al desnudo y con un pie en el estribo del caballo populista del general Perón para abanderar la legión de descamisados que pronto se pondrá a desfilar por las calles de este país.
El espectáculo que está preparando Zapatero para distraer a los sindicatos y a los parados es el de la nacionalización de cajas y bancos en apuros, con el fin de que los leones del circo se coman a los banqueros en medio del furor popular. Y para que nuestro sistema financiero, "el mejor del mundo", se convierta en un "corralito" estatal y el más ruinoso de la zona euro, donde ya empieza a ser un clamor la crisis española, ese "cerdito famoso" que es España, a los ojos de no pocos analistas que nos colocan en la maloliente piara europea -los pigs de Portugal, Italia, Grecia y España-, de los que se ha dicho en Davos que no tienen cabida en la verde dehesa de la Unión Europea y deberían ser expulsados del euro, para no contagiar a los demás.
Ya en su investidura, y cuando la crisis económica -que negó durante las elecciones- aparecía sobre el horizonte español, Zapatero nos habló de una política económica socialdemócrata y, a medida que avanzaba la tormenta perfecta de la crisis, el presidente juró que no habría recorte del gasto social ni Presupuestos de austeridad, y los que sólo unas semanas después de su aprobación quedaron obsoletos y fuera de la realidad. Y cuando, una tras otras, sus medidas anticrisis y su plan de rescate de la banca española no sólo no frenan el descalabro sino que lo aceleran, entonces Zapatero se va a TVE para consolar a los descamisados, envuelto en la capa de Perón.
Y más adelante y tras colocar a los banqueros de tres en raya en frágiles pupitres de la escuelita de la Moncloa, al día siguiente los amenaza por boca de su ministro de Industria, el ministro Sebastián. El que sería digno guionista de "Los inventos del TBO", que cada día se saca un alambicado y ocurrente conejo de su chistera particular: fuera la corbata, bombillas de baja intensidad, coches eléctricos, consuma productos españoles, etcétera. Para acabar amenazando a la banca -de donde él fue expulsado años atrás- a sólo pocas horas de que los altos representantes del sistema financiero español visitaran, sorprendidos y predispuestos, el palacio presidencial.
Para empezar, lo que debía hacer Zapatero es nacionalizar, o racionalizar, el Banco de España, cuya vigilancia del sistema financiero en los años de la gran prosperidad ha sido mala. E incapaz de imponer en el BCE unos tipos de interés bajos cuando arreciaba el temporal y a los que llegan tarde y muy mal. Luego este Gobierno nunca debió aceptar el oscurantismo impuesto a las ayudas bancarias del Estado -subastas y avales-, y hora es que se sepa la verdad sobre el sistema financiero español, quién es quién y cómo está cada uno. Y, para terminar, no estaría nada mal que Zapatero mandara a su casa a la mitad de su Gobierno, empezando por Solbes, aunque ya está claro que ese Ejecutivo abrasado y a la deriva es el fiel reflejo de la personalidad del presidente y de su capacidad. Si la nación española le pareció discutida y discutible, pues imagínense todo lo demás.
Los jueces de huelga, las Autonomías derrochando dinero y pidiendo más, el desempleo desbocado hacia los cuatro o cinco millones de parados -a no olvidar la regulación de más de un millón de pagapensiones-, los banqueros bajo públicas amenazas de nacionalización, los nacionalistas pidiendo más soberanía, el déficit público y privado desatado, el consumo cerca del cero, la confianza por los suelos y, ahora, desprestigio internacional. ¿Qué hacer? Pues populismo de corte peronista y social, quemar a un par de banqueros en la hoguera de las vanidades, y pasar alegremente los cinco meses que nos quedan de campaña electoral.