El mago de Oz
Madmaxista
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Va a ser verdad lo que Catherine Deneuve y un centenar de artistas e intelectuales francesas apuntaba en el manifiesto contra el #MeToo en enero de este año: que este movimiento feminista trae aparejado un nuevo puritanismo. De lo contrario, no se explica que para criticar a Deneuve se le afeara haber interpretado a una cortesana a las órdenes de Buñuel en «Belle de Jour» (1967). La actriz francesa cumple mañana 75 años después de 12 meses en la picota tras aquel manifiesto y otras declaraciones que la colocaron poco menos que como enemiga número 1 del autoproclamado «feminismo de primera división». Ella, como Catherine Millet (que estos días ha desmontado en una intervención en Buenos Aires la perversión del mensaje de la sororidad por la sororidad), supieron hacer de contrapeso necesario y valiente a una corriente que empezaba a ser peligrosamente hegemónica, sin permitir las medias tintas. Los que, hombres y mujeres, veíamos con desasosiego la espiral delatoria cada vez más excéntrica de los días álgidos del #MeToo, su voluntad de aplastar toda disidencia en aras del nuevo credo feminista, agradecimos que un puñado de mujeres se atreviera a alzar la voz para decir que no todo era blanco o neցro en las cuestiones de género. Y era importante que aquel manifiesto lo firmaran mujeres nada sospechosas de machismo como Millet o Deneuve, ambas activistas en los 70, participantes del «manifiesto de las 343 astutas» por la legislación del aborto; una mujer, la actriz, que tuvo dos hijos con distintos maridos, negándose a casarse para ello. Sin embargo, las feministas de la cuerda de la caída en desgracia Asia Argento la consideraron básicamente una mujer «lobotomizada» por el mensaje heteropatriarcal. De todos modos, esos son los afanes del último año en la vida de una mujer fascinante. Que el árbol del feminismo no oculte el bosque de filmes que arrastra Deneuve desde su debut en el año 1957: «Los paraguas de Cherburgo», «Repulsión», «Piel de asno», «Indochina», «Tristana» y «El último metro» son solo algunos títulos que jalonan la carrera de esta rubia que, aún siendo platino, aparejaba una elegancia y finura netamente francesas en pantalla. Y sí, fue cortesana a las órdenes de Bueñuel, pero su personaje no lo era por voluntad de otros, sino por propia voluntad, en el afán de experimentación de una burguesa que no sabe cómo huir del rol que le han asignado desde fuera. Cosas que al #MeToo le huelen a rancio.
Por qué no debería extrañarnos que Catherine Deneuve haya firmado ESE manifiesto
La actriz se suma a la declaración de un centenar de artistas e intelectuales francesas en la que critican el “puritanismo sensual” de campañas como el #MeToo.
© Cordon Press
El día en que Simone de Beauvoir, la feminista más citada del planeta, hubiera cumplido 110 años, un centenar de artistas e intelectuales francesas publica un manifiesto en el que defienden el derecho de los hombres a “importunar” como parte de su libertad sensual . En él denuncian también una ola de “puritanismo sensual” y afirman que “la seducción insistente y torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”. Entre las firmantes, la actriz francesa más conocida del mundo: Catherine Deneuve.
Este no es el primer manifiesto que firma la protagonista de Belle de jour. La primera vez que dio su apoyo a un texto colectivo fue en 1971. Era el “Manifiesto de las 343”, un grupo de mujeres muy famosas que reconocían haber abortado alguna vez. Pronto se las conoció como “Las 343 astutas”. Con esa confesión, las firmantes se arriesgaban a ir a prisión, pero fue el modo que encontraron de presionar al Gobierno de Valéry Giscard d’Estaing para que despenalizara el aborto en Francia. El texto, redactado por De Beuvoir, apareció en portada de Le Nouvel Observateur con fotos de sus principales apoyos. Y ahí, en primera plana, estuvo Deneuve.
Aquel manifiesto decía cosas como esta: “A diferencia de los otros seres humanos, nosotras no tenemos el derecho a disponer de nuestro cuerpo”. En el que firma hoy la estrella gala, una mujer no debe sentirse “traumatizada por un frotamiento en el metro”. Podría parecer que desde entonces hasta hoy Deneuve ha cambiado sus ideas, pero al repasar su currículo feminista, no choca que su nombre aparezca en el manifiesto que publicó ayer el diario Le Monde.
“Feminista por experiencia, no por elección”
“Sí, soy feminista”, decía Deneuve en 1982 un año después de empezar a colaborar con Éditions des femmes, sello que publica grabaciones de títulos de la literatura universal. De ese modo, los franceses pueden conocer el contenido de Cartas a mi progenitora de Sylvia Plath a través de la voz de Deneuve. En su última colaboración, de 2017, lee una de las obras de la activista turca Asli Erdogan.
“Vivimos en una sociedad gobernada por hombres”, decía la intérprete en los años 90, cuando se definía como “una feminista por experiencia, no por elección”. Así la ven también los demás. Por ejemplo, Sophie Meyer, que en un ensayo titulado Political Animals: The New Feminist Cinema la incluye en el grupo de feministas del mundo del celuloide francés junto a otras como Marguerite Duras, Agnès Varda o Delphine Seyrig.
Precisamente con esta última se compara Deneuve para explicar su modo de entender la lucha por los derechos de las mujeres: “No he sido una figura del movimiento feminista como Seyrig. Quizá porque fui progenitora joven, cuando acababa de muchas horas de trabajar y lo que quería era llegar a casa”.
Feminista, no feminismo
Las primeras en reaccionar al último manifiesto han sido un grupo de feministas encabezadas por Caroline de Haas. Lo han hecho con una declaración publicada en la web de France TV en la que acusan a Deneuve y compañía de “mezclar deliberadamente la seducción, basada en el respeto y el placer, con la violencia”. Y aseguran que entre las firmantes hay “reincidentes en defender a ******filos o disculpar a forzadores”. No dan nombres, pero el disparo apunta directamente a Deneuve, que no es la primera vez que irrita a colectivos feministas de su país.
“Sus comentarios están fuera de lugar y tras*miten prejuicios retrógrados sobre los forzadores y sus víctimas”, declaró la asociación Politiqu’elles en 2017 después de que la actriz defendiera a Roman Polanski, que decidió no acudir a los premios Cesar por las críticas que recibió la organización al invitar a un hombre acusado de violación. De este modo lo defendió Deneuve: “Siempre le han gustado las chicas jóvenes. Siempre he pensado que la palabra violación era excesiva”. Y añadió que la ausencia del director con el que rodó Repulsión era obra de “las feministas, que están desatadas”.
Esa línea de ataque contra el feminismo imperante es la que sigue el nuevo manifiesto, muy crítico con las campañas #MeToo o #DelataATuCerdo. Acusan a sus impulsoras de iniciar una “caza de brujas” y de reducir a las mujeres a un papel de víctimas. Para algunas de las firmantes, ese feminismo se parece al estalinismo. Así lo expresa por su cuenta la escritora Abnousse Shalmani : “Todos los ismos son rígidos”, afirma y añade que por eso cree en un feminismo que sea herramienta, no ideología.
Feminidad a la francesa
“Catherine Deneuve es el hombre que me habría gustado ser”, escribió Gerard Depardieu en unas memorias que le ayudó a redactar Olivier Dazat en 1988. La frase va cargada de bilis, pero apunta a un perfil de la actriz que también recoge el libro From perversion to purity: the stardom of Catherine Deneuve donde se habla de ella como “el epítome de la inviolabilidad sensual”. Esa definición de la candidata a un Oscar por Indochina no es una excepción en su carrera. Un repaso a entrevistas y reseñas demuestran que hay una palabra que se repite casi sin excepción para referirse a ella: inalcanzable.
Precisamente en las entrevistas, Deneuve potencia ese papel y lo logra en gran medida porque ha protegido su vida privada sin hacer concesiones. “Por eso la gente siempre tiene la duda de si soy la de mis películas o soy de otra manera”.Deneuve ha confesado que su belleza ha sido una especie de condena y las referencias constantes a su belleza la han convertido en objeto hasta el punto de quejarse de su fama en Estados Unidos, donde creía ser más conocida por sus anuncios de Chanel Nº 5 que por su carrera cinematográfica.
Pero en ese sentido, sus lamentos nunca han ido más allá. Un posible explicación la da Ginette Vincendea, autora de Stars and Stardom in French Cinema, donde explica que hay un grupo de mujeres del cine galo, entre las que cita a Deneuve, que han logrado su posición porque han aceptado “los signos de la ‘feminidad francesa’”. La autora resume ese modelo como el de una mujer elegante, profesional y madura con “influencia real y que tras*mite la sensación de ser ella quien controla, no la controlada”. Nada que ver con el papel de víctima, del que huye Deneuve y sus compañeras de manifiesto.
Francia versus Hollywood
“El cine francés es el producto de una sociedad menos puritana, ha sido más abierto y menos jovenlandesalista que Hollywood en cuanto al tratamiento del sesso y de la desnudez, sobre todo femenina”, dicen las páginas de Cinema and the Second Sex: Women's Filmmaking in France in the 1980s and 1990s. Esa idea entronca con el modo de ser de Catherine Deneuve: “Me siento más cercana a los italianos y a los españoles que a los ingleses. Es por la naturaleza del carácter latino comparado con el anglosajón. Tenemos educaciones diferentes… somos muy diferentes”.
Por eso, no parece casualidad que en el manifiesto aparezca una palabra como “puritanismo”, término y movimiento nacidos en el Viejo Continente pero que en el imaginario de todos remite irremediablemente al Nuevo. Tampoco parece azaroso que las firmantes eligieran el aniversario de Simone de Beauvoir para lanzar su diatriba, ni que este ocurriera 24 horas después de unos Globos de Oro donde las actrices vistieron de neցro para protestar contra el acoso y la violencia sensual, tema que abrió el caso Weinstein, sobre el que Deneuve se ha negado a opinar públicamente.
Lo que tampoco parece escogido sin pensar es el diario donde se publicó el documento. Mientras que el “Manifiesto de las 343” o las entrevistas en las que Deneuve aún se decía feminista se imprimieron en Le Nouvel Observateur, el medio elegido ayer fue Le Monde, periódico que en los últimos tiempos ha recibido críticas de las feministas por publicar artículos como uno titulado “Se ha vuelto complicado ser hombre”. El autor es el periodista Philippe Ridet y en su columna se lamenta de que el caso Weinstein esté acabando con el mundo en el que él ha crecido y va a echar mucho de menos.
Por esas palabras se le acusó de minimizar las violaciones y se pidieron explicaciones al diario, que arguyó que en sus páginas de opinión incluyen visiones de todos los colores y que el único criterio para rechazar un texto es que vaya en contra de sus valores. Ponían como ejemplos que el artículo fuera racista o sexista. Con ese criterio en la mano, en las últimas elecciones presidenciales Le Monde se negó a publicar una tribuna del Frente Nacional, partido que incluye en su programa propuestas xenófobas. Pero parece que en lo referente al machismo, la cosa no está aún tan clara.
Por qué no debería extrañarnos que Catherine Deneuve haya firmado ESE manifiesto
La actriz se suma a la declaración de un centenar de artistas e intelectuales francesas en la que critican el “puritanismo sensual” de campañas como el #MeToo.
© Cordon Press
El día en que Simone de Beauvoir, la feminista más citada del planeta, hubiera cumplido 110 años, un centenar de artistas e intelectuales francesas publica un manifiesto en el que defienden el derecho de los hombres a “importunar” como parte de su libertad sensual . En él denuncian también una ola de “puritanismo sensual” y afirman que “la seducción insistente y torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”. Entre las firmantes, la actriz francesa más conocida del mundo: Catherine Deneuve.
Este no es el primer manifiesto que firma la protagonista de Belle de jour. La primera vez que dio su apoyo a un texto colectivo fue en 1971. Era el “Manifiesto de las 343”, un grupo de mujeres muy famosas que reconocían haber abortado alguna vez. Pronto se las conoció como “Las 343 astutas”. Con esa confesión, las firmantes se arriesgaban a ir a prisión, pero fue el modo que encontraron de presionar al Gobierno de Valéry Giscard d’Estaing para que despenalizara el aborto en Francia. El texto, redactado por De Beuvoir, apareció en portada de Le Nouvel Observateur con fotos de sus principales apoyos. Y ahí, en primera plana, estuvo Deneuve.
Aquel manifiesto decía cosas como esta: “A diferencia de los otros seres humanos, nosotras no tenemos el derecho a disponer de nuestro cuerpo”. En el que firma hoy la estrella gala, una mujer no debe sentirse “traumatizada por un frotamiento en el metro”. Podría parecer que desde entonces hasta hoy Deneuve ha cambiado sus ideas, pero al repasar su currículo feminista, no choca que su nombre aparezca en el manifiesto que publicó ayer el diario Le Monde.
“Feminista por experiencia, no por elección”
“Sí, soy feminista”, decía Deneuve en 1982 un año después de empezar a colaborar con Éditions des femmes, sello que publica grabaciones de títulos de la literatura universal. De ese modo, los franceses pueden conocer el contenido de Cartas a mi progenitora de Sylvia Plath a través de la voz de Deneuve. En su última colaboración, de 2017, lee una de las obras de la activista turca Asli Erdogan.
“Vivimos en una sociedad gobernada por hombres”, decía la intérprete en los años 90, cuando se definía como “una feminista por experiencia, no por elección”. Así la ven también los demás. Por ejemplo, Sophie Meyer, que en un ensayo titulado Political Animals: The New Feminist Cinema la incluye en el grupo de feministas del mundo del celuloide francés junto a otras como Marguerite Duras, Agnès Varda o Delphine Seyrig.
Precisamente con esta última se compara Deneuve para explicar su modo de entender la lucha por los derechos de las mujeres: “No he sido una figura del movimiento feminista como Seyrig. Quizá porque fui progenitora joven, cuando acababa de muchas horas de trabajar y lo que quería era llegar a casa”.
Feminista, no feminismo
Las primeras en reaccionar al último manifiesto han sido un grupo de feministas encabezadas por Caroline de Haas. Lo han hecho con una declaración publicada en la web de France TV en la que acusan a Deneuve y compañía de “mezclar deliberadamente la seducción, basada en el respeto y el placer, con la violencia”. Y aseguran que entre las firmantes hay “reincidentes en defender a ******filos o disculpar a forzadores”. No dan nombres, pero el disparo apunta directamente a Deneuve, que no es la primera vez que irrita a colectivos feministas de su país.
“Sus comentarios están fuera de lugar y tras*miten prejuicios retrógrados sobre los forzadores y sus víctimas”, declaró la asociación Politiqu’elles en 2017 después de que la actriz defendiera a Roman Polanski, que decidió no acudir a los premios Cesar por las críticas que recibió la organización al invitar a un hombre acusado de violación. De este modo lo defendió Deneuve: “Siempre le han gustado las chicas jóvenes. Siempre he pensado que la palabra violación era excesiva”. Y añadió que la ausencia del director con el que rodó Repulsión era obra de “las feministas, que están desatadas”.
Esa línea de ataque contra el feminismo imperante es la que sigue el nuevo manifiesto, muy crítico con las campañas #MeToo o #DelataATuCerdo. Acusan a sus impulsoras de iniciar una “caza de brujas” y de reducir a las mujeres a un papel de víctimas. Para algunas de las firmantes, ese feminismo se parece al estalinismo. Así lo expresa por su cuenta la escritora Abnousse Shalmani : “Todos los ismos son rígidos”, afirma y añade que por eso cree en un feminismo que sea herramienta, no ideología.
Feminidad a la francesa
“Catherine Deneuve es el hombre que me habría gustado ser”, escribió Gerard Depardieu en unas memorias que le ayudó a redactar Olivier Dazat en 1988. La frase va cargada de bilis, pero apunta a un perfil de la actriz que también recoge el libro From perversion to purity: the stardom of Catherine Deneuve donde se habla de ella como “el epítome de la inviolabilidad sensual”. Esa definición de la candidata a un Oscar por Indochina no es una excepción en su carrera. Un repaso a entrevistas y reseñas demuestran que hay una palabra que se repite casi sin excepción para referirse a ella: inalcanzable.
Precisamente en las entrevistas, Deneuve potencia ese papel y lo logra en gran medida porque ha protegido su vida privada sin hacer concesiones. “Por eso la gente siempre tiene la duda de si soy la de mis películas o soy de otra manera”.Deneuve ha confesado que su belleza ha sido una especie de condena y las referencias constantes a su belleza la han convertido en objeto hasta el punto de quejarse de su fama en Estados Unidos, donde creía ser más conocida por sus anuncios de Chanel Nº 5 que por su carrera cinematográfica.
Pero en ese sentido, sus lamentos nunca han ido más allá. Un posible explicación la da Ginette Vincendea, autora de Stars and Stardom in French Cinema, donde explica que hay un grupo de mujeres del cine galo, entre las que cita a Deneuve, que han logrado su posición porque han aceptado “los signos de la ‘feminidad francesa’”. La autora resume ese modelo como el de una mujer elegante, profesional y madura con “influencia real y que tras*mite la sensación de ser ella quien controla, no la controlada”. Nada que ver con el papel de víctima, del que huye Deneuve y sus compañeras de manifiesto.
Francia versus Hollywood
“El cine francés es el producto de una sociedad menos puritana, ha sido más abierto y menos jovenlandesalista que Hollywood en cuanto al tratamiento del sesso y de la desnudez, sobre todo femenina”, dicen las páginas de Cinema and the Second Sex: Women's Filmmaking in France in the 1980s and 1990s. Esa idea entronca con el modo de ser de Catherine Deneuve: “Me siento más cercana a los italianos y a los españoles que a los ingleses. Es por la naturaleza del carácter latino comparado con el anglosajón. Tenemos educaciones diferentes… somos muy diferentes”.
Por eso, no parece casualidad que en el manifiesto aparezca una palabra como “puritanismo”, término y movimiento nacidos en el Viejo Continente pero que en el imaginario de todos remite irremediablemente al Nuevo. Tampoco parece azaroso que las firmantes eligieran el aniversario de Simone de Beauvoir para lanzar su diatriba, ni que este ocurriera 24 horas después de unos Globos de Oro donde las actrices vistieron de neցro para protestar contra el acoso y la violencia sensual, tema que abrió el caso Weinstein, sobre el que Deneuve se ha negado a opinar públicamente.
Lo que tampoco parece escogido sin pensar es el diario donde se publicó el documento. Mientras que el “Manifiesto de las 343” o las entrevistas en las que Deneuve aún se decía feminista se imprimieron en Le Nouvel Observateur, el medio elegido ayer fue Le Monde, periódico que en los últimos tiempos ha recibido críticas de las feministas por publicar artículos como uno titulado “Se ha vuelto complicado ser hombre”. El autor es el periodista Philippe Ridet y en su columna se lamenta de que el caso Weinstein esté acabando con el mundo en el que él ha crecido y va a echar mucho de menos.
Por esas palabras se le acusó de minimizar las violaciones y se pidieron explicaciones al diario, que arguyó que en sus páginas de opinión incluyen visiones de todos los colores y que el único criterio para rechazar un texto es que vaya en contra de sus valores. Ponían como ejemplos que el artículo fuera racista o sexista. Con ese criterio en la mano, en las últimas elecciones presidenciales Le Monde se negó a publicar una tribuna del Frente Nacional, partido que incluye en su programa propuestas xenófobas. Pero parece que en lo referente al machismo, la cosa no está aún tan clara.