MrBirghtside
Forero Paco Demier
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Resumiendo, que a la gente de Zimbawe se la rezuma un leon mas que menos porque a ellos les atacan, no son los leones que vemos en los videos de youtube dando la patita.
Me la sudan los veganos, los antitaurinos y los protectores de animales de palo, que no hacen nada por sus ¨causas¨ salvo dar por ojo ciego y postear en facebook.
En Español:
"En Zimbabue no lloramos a los leones": un joven saca los colores a EEUU con un baño de realismo - Mundo - Noticias, última hora, vídeos y fotos de Mundo en lainformacion.com
"En Zimbabue no lloramos a los leones": un joven saca los colores a EEUU con un baño de realismo
Juan Bosco Martín Algarra
Miércoles, 05 de agosto del 2015 - 20:51
[ 11 ]
Un joven científico de Zimbabue ha publicado en el New York Times un duro artículo sobre la realidad de la vida en Zimbabue.
“Nosotros nos preguntamos por qué los estadounidenses se preocupan más por los animales jovenlandeses que por los mismos jovenlandeses”, escribe.
En Zimbabue no existe esa visión romántica de los animales salvajes que hay en EEUU
TemasZimbabue Estados Unidos The New York Times Facebook Africa Mundo Vida salvaje Conducta abusiva Catástrofes y accidentes Naturaleza Animación
“Estaba absorto en la bioquímica cuando me distrajeron los mensajes de texto y Facebook
- Sentimos lo de Cecil… ¿vivía Cecil cerca de tu casa en Zimbabue?
¿De qué Cecil hablan?, me pregunté. Cuando miré las noticias y descubrí que los mensajes trataban sobre un león que había apiolado un dentista americano, instintivamente lo celebré: un león menos que amenaza a familias como la mía”.
Así comienza un artículo que ha publicado Goodwell Nzou, un estudiante de doctorado de Biología Molecular, en el New York Times.
Al contrario que buena parte de la opinión pública norteamericana, que ha visto en la fin de Cecil un bárbaro atentado ecológico, Goodwell se sorprendió que Walter Palmer, el cazador, sea tratado como un villano por haber apiolado a la fiera.
El odóntologo que cazó a 'Cecil', Walter James Palmer
Al conocer detalles de la historia, reconoce haberse enfrentado al choque cultural más duro de todos los que ha vivido en los cinco años que lleva residiendo en EEUU.
“¿Entienden los estadounidenses que los leones realmente dan el pasaporte a las personas?”, se pregunta, criticando a aquellos medios y periodistas norteamericanos que han convertido a Cecil en una especie de héroe local, confundiendolo con “Simba”, el protagonista de la película de dibujos animados “El Rey León”.
Terror en la infancia
Goodwell Nzou rememora su infancia en un poblado de Zimbabue, rodeado de vida salvaje, en donde no se tenía ni mucho menos una imagen positiva del león ni mucho menos le ponían un apodo cariñoso. Los leones no tenían nada de ideal para ellos. “Eran motivo de terror”, advierte.
Recuerda que, cuando tenía 9 años, un león solitario sembró el pánico cerca de su casa. Mató gallinas, gansos y finalmente una vaca. Los niños debían ir a la escuela en grupo y no podían jugar fuera de las casas. Sus hermanas no podían acercarse solas al río, su progenitora tenía que llevar siempre un machete cuando salía a buscar leña.
Ella fue quien le dijo que un león había atacado y herido a su tío en una pierna. “El león terminó con la vida social de la aldea: nadie podía hacer tertulias junto al fuego por la noche, nadie se atrevía a ir a casa del vecino”.
Su fin fue una fiesta
Ante esta situación, no es de extrañar que cuando finalmente consiguieron apiolar al felino, a nadie le importó si lo había liquidado alguien del pueblo o un turista de safari. “Bailamos y cantamos por habernos librado de la bestia”.
Pero uno de sus vecinos de 14 años no tuvo tanta suerte hace poco tiempo. Dormía en los campos de su familia para proteger los cultivos de los hipopótamos, elefantes y búfalos. Un león le atacó y murió.
Goodwell no quiere dejar la impresión de que en Zimbabue odian a los animales salvajes. Al revés, reconocen su significado casi místico, al punto que no comen carne del animal al que se consagra cada tribu, que en su caso es el elefante. “Para mí, comer carne de elefante es como comerse a un familiar”, pero este respeto hacia los animales nunca les ha impedido cazarlo o permitir que sean cazados por otros. “Estoy familiarizado con los animales peligrosos: perdí mi pierna derecha cuando tenía 11 años por la mordedura de una serpiente”, ha puntualizado.
Visión romántica
Este joven científico critica la visión romántica de los estadounidenses sobre la vida salvaje en África, las críticas de las organizaciones animalistas, como PETA, que ha pedido que ahorquen a Walter Palmer, cuando la mayoría de los estadounidenses “no saben ni localizar Zimbabue en en mapa”.
“Nosotros, los zimbabuenses, meneamos la cabeza y nos preguntamos por qué los ciudadanos de EEUU se preocupan más de los animales jovenlandeses que de los mismos jovenlandeses”.
Goodwell termina su artículo pidiendo a EEUU que nos les digan qué hacer con sus animales cuando ellos han permitido cazar a sus “leones de montaña” (refiriéndose a los búfalos, en peligro de extinción tras cazas indiscriminadas durante décadas). También pide que no lamenten la tala de sus bosques cuando los EEUU han arrasado los suyos para convertirlos “en selvas de asfalto”.
“Y por favor, no me den el pésame por Cecil a menos que quieran también ofrecerme condolencias por los pobladores que han muerto asesinados o pobres”, concluye.
En Ingles:
http://www.nytimes.com/2015/08/05/opinion/in-zimbabwe-we-dont-cry-for-lions.html
In Zimbabwe, We Don’t Cry for Lions
By GOODWELL NZOUAUG. 4, 2015
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Winston-Salem, N.C. — MY mind was absorbed by the biochemistry of gene editing when the text messages and Facebook posts distracted me.
So sorry about Cecil.
Did Cecil live near your place in Zimbabwe?
Cecil who? I wondered. When I turned on the news and discovered that the messages were about a lion killed by an American dentist, the village boy inside me instinctively cheered: One lion fewer to menace families like mine.
My excitement was doused when I realized that the lion killer was being painted as the villain. I faced the starkest cultural contradiction I’d experienced during my five years studying in the United States.
Did all those Americans signing petitions understand that lions actually kill people? That all the talk about Cecil being “beloved” or a “local favorite” was media hype? Did Jimmy Kimmel choke up because Cecil was murdered or because he confused him with Simba from “The Lion King”?
In my village in Zimbabwe, surrounded by wildlife conservation areas, no lion has ever been beloved, or granted an affectionate nickname. They are objects of terror.
Photo
Protesters have called for the death of the hunter who killed Cecil the lion. Credit Eric Miller/Reuters
When I was 9 years old, a solitary lion prowled villages near my home. After it killed a few chickens, some goats and finally a cow, we were warned to walk to school in groups and stop playing outside. My sisters no longer went alone to the river to collect water or wash dishes; my mother waited for my father and older brothers, armed with machetes, axes and spears, to escort her into the bush to collect firewood.
A week later, my mother gathered me with nine of my siblings to explain that her uncle had been attacked but escaped with nothing more than an injured leg. The lion sucked the life out of the village: No one socialized by fires at night; no one dared stroll over to a neighbor’s homestead.
When the lion was finally killed, no one cared whether its murderer was a local person or a white trophy hunter, whether it was poached or killed legally. We danced and sang about the vanquishing of the antiestéticarsome beast and our escape from serious harm.
Recently, a 14-year-old boy in a village not far from mine wasn’t so lucky. Sleeping in his family’s fields, as villagers do to protect crops from the hippos, buffalo and elephants that trample them, he was mauled by a lion and died.
The killing of Cecil hasn’t garnered much more sympathy from urban Zimbabweans, although they live with no such danger. Few have ever seen a lion, since game drives are a luxury residents of a country with an average monthly income below $150 cannot afford.
Continue reading the main story
RECENT COMMENTS
Rick Soll August 5, 2015
Killing a lion threatening a village is one thing. Slaughtering an animal in order to nail his head to the wall is another. Defending a...
djl August 5, 2015
Before colonialists like Cecil Rhodes, Africans were stone age people and just another part of the ecosystem. Big game, including but not...
Chris Tei August 5, 2015
It's becoming more well-known how the creation of the natural parks in many African countries went hand-in-hand with colonization and the...
SEE ALL COMMENTS
Don’t misunderstand me: For Zimbabweans, wild animals have near-mystical significance. We belong to clans, and each clan claims an animal totem as its mythological ancestor. Mine is Nzou, elephant, and by tradition, I can’t eat elephant meat; it would be akin to eating a relative’s flesh. But our respect for these animals has never kept us from hunting them or allowing them to be hunted. (I’m familiar with dangerous animals; I lost my right leg to a snakebite when I was 11.)
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The American tendency to romanticize animals that have been given actual names and to jump onto a hashtag train has turned an ordinary situation — there were 800 lions legally killed over a decade by well-heeled foreigners who shelled out serious money to prove their prowess — into what seems to my Zimbabwean eyes an absurdist circus.
PETA is calling for the hunter to be hanged. Zimbabwean politicians are accusing the United States of staging Cecil’s killing as a “ploy” to make our country look bad. And Americans who can’t find Zimbabwe on a map are applauding the nation’s demand for the extradition of the dentist, unaware that a baby elephant was reportedly slaughtered for our president’s most recent birthday banquet.
We Zimbabweans are left shaking our heads, wondering why Americans care more about African animals than about African people.
Don’t tell us what to do with our animals when you allowed your own mountain lions to be hunted to near extinction in the eastern United States. Don’t bemoan the clear-cutting of our forests when you turned yours into concrete jungles.
And please, don’t offer me condolences about Cecil unless you’re also willing to offer me condolences for villagers killed or left hungry by his brethren, by political violence, or by hunger.
Me la sudan los veganos, los antitaurinos y los protectores de animales de palo, que no hacen nada por sus ¨causas¨ salvo dar por ojo ciego y postear en facebook.
En Español:
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"En Zimbabue no lloramos a los leones": un joven saca los colores a EEUU con un baño de realismo
Juan Bosco Martín Algarra
Miércoles, 05 de agosto del 2015 - 20:51
[ 11 ]
Un joven científico de Zimbabue ha publicado en el New York Times un duro artículo sobre la realidad de la vida en Zimbabue.
“Nosotros nos preguntamos por qué los estadounidenses se preocupan más por los animales jovenlandeses que por los mismos jovenlandeses”, escribe.
En Zimbabue no existe esa visión romántica de los animales salvajes que hay en EEUU
TemasZimbabue Estados Unidos The New York Times Facebook Africa Mundo Vida salvaje Conducta abusiva Catástrofes y accidentes Naturaleza Animación
“Estaba absorto en la bioquímica cuando me distrajeron los mensajes de texto y Facebook
- Sentimos lo de Cecil… ¿vivía Cecil cerca de tu casa en Zimbabue?
¿De qué Cecil hablan?, me pregunté. Cuando miré las noticias y descubrí que los mensajes trataban sobre un león que había apiolado un dentista americano, instintivamente lo celebré: un león menos que amenaza a familias como la mía”.
Así comienza un artículo que ha publicado Goodwell Nzou, un estudiante de doctorado de Biología Molecular, en el New York Times.
Al contrario que buena parte de la opinión pública norteamericana, que ha visto en la fin de Cecil un bárbaro atentado ecológico, Goodwell se sorprendió que Walter Palmer, el cazador, sea tratado como un villano por haber apiolado a la fiera.
El odóntologo que cazó a 'Cecil', Walter James Palmer
Al conocer detalles de la historia, reconoce haberse enfrentado al choque cultural más duro de todos los que ha vivido en los cinco años que lleva residiendo en EEUU.
“¿Entienden los estadounidenses que los leones realmente dan el pasaporte a las personas?”, se pregunta, criticando a aquellos medios y periodistas norteamericanos que han convertido a Cecil en una especie de héroe local, confundiendolo con “Simba”, el protagonista de la película de dibujos animados “El Rey León”.
Terror en la infancia
Goodwell Nzou rememora su infancia en un poblado de Zimbabue, rodeado de vida salvaje, en donde no se tenía ni mucho menos una imagen positiva del león ni mucho menos le ponían un apodo cariñoso. Los leones no tenían nada de ideal para ellos. “Eran motivo de terror”, advierte.
Recuerda que, cuando tenía 9 años, un león solitario sembró el pánico cerca de su casa. Mató gallinas, gansos y finalmente una vaca. Los niños debían ir a la escuela en grupo y no podían jugar fuera de las casas. Sus hermanas no podían acercarse solas al río, su progenitora tenía que llevar siempre un machete cuando salía a buscar leña.
Ella fue quien le dijo que un león había atacado y herido a su tío en una pierna. “El león terminó con la vida social de la aldea: nadie podía hacer tertulias junto al fuego por la noche, nadie se atrevía a ir a casa del vecino”.
Su fin fue una fiesta
Ante esta situación, no es de extrañar que cuando finalmente consiguieron apiolar al felino, a nadie le importó si lo había liquidado alguien del pueblo o un turista de safari. “Bailamos y cantamos por habernos librado de la bestia”.
Pero uno de sus vecinos de 14 años no tuvo tanta suerte hace poco tiempo. Dormía en los campos de su familia para proteger los cultivos de los hipopótamos, elefantes y búfalos. Un león le atacó y murió.
Goodwell no quiere dejar la impresión de que en Zimbabue odian a los animales salvajes. Al revés, reconocen su significado casi místico, al punto que no comen carne del animal al que se consagra cada tribu, que en su caso es el elefante. “Para mí, comer carne de elefante es como comerse a un familiar”, pero este respeto hacia los animales nunca les ha impedido cazarlo o permitir que sean cazados por otros. “Estoy familiarizado con los animales peligrosos: perdí mi pierna derecha cuando tenía 11 años por la mordedura de una serpiente”, ha puntualizado.
Visión romántica
Este joven científico critica la visión romántica de los estadounidenses sobre la vida salvaje en África, las críticas de las organizaciones animalistas, como PETA, que ha pedido que ahorquen a Walter Palmer, cuando la mayoría de los estadounidenses “no saben ni localizar Zimbabue en en mapa”.
“Nosotros, los zimbabuenses, meneamos la cabeza y nos preguntamos por qué los ciudadanos de EEUU se preocupan más de los animales jovenlandeses que de los mismos jovenlandeses”.
Goodwell termina su artículo pidiendo a EEUU que nos les digan qué hacer con sus animales cuando ellos han permitido cazar a sus “leones de montaña” (refiriéndose a los búfalos, en peligro de extinción tras cazas indiscriminadas durante décadas). También pide que no lamenten la tala de sus bosques cuando los EEUU han arrasado los suyos para convertirlos “en selvas de asfalto”.
“Y por favor, no me den el pésame por Cecil a menos que quieran también ofrecerme condolencias por los pobladores que han muerto asesinados o pobres”, concluye.
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Cecil who? I wondered. When I turned on the news and discovered that the messages were about a lion killed by an American dentist, the village boy inside me instinctively cheered: One lion fewer to menace families like mine.
My excitement was doused when I realized that the lion killer was being painted as the villain. I faced the starkest cultural contradiction I’d experienced during my five years studying in the United States.
Did all those Americans signing petitions understand that lions actually kill people? That all the talk about Cecil being “beloved” or a “local favorite” was media hype? Did Jimmy Kimmel choke up because Cecil was murdered or because he confused him with Simba from “The Lion King”?
In my village in Zimbabwe, surrounded by wildlife conservation areas, no lion has ever been beloved, or granted an affectionate nickname. They are objects of terror.
Photo
Protesters have called for the death of the hunter who killed Cecil the lion. Credit Eric Miller/Reuters
When I was 9 years old, a solitary lion prowled villages near my home. After it killed a few chickens, some goats and finally a cow, we were warned to walk to school in groups and stop playing outside. My sisters no longer went alone to the river to collect water or wash dishes; my mother waited for my father and older brothers, armed with machetes, axes and spears, to escort her into the bush to collect firewood.
A week later, my mother gathered me with nine of my siblings to explain that her uncle had been attacked but escaped with nothing more than an injured leg. The lion sucked the life out of the village: No one socialized by fires at night; no one dared stroll over to a neighbor’s homestead.
When the lion was finally killed, no one cared whether its murderer was a local person or a white trophy hunter, whether it was poached or killed legally. We danced and sang about the vanquishing of the antiestéticarsome beast and our escape from serious harm.
Recently, a 14-year-old boy in a village not far from mine wasn’t so lucky. Sleeping in his family’s fields, as villagers do to protect crops from the hippos, buffalo and elephants that trample them, he was mauled by a lion and died.
The killing of Cecil hasn’t garnered much more sympathy from urban Zimbabweans, although they live with no such danger. Few have ever seen a lion, since game drives are a luxury residents of a country with an average monthly income below $150 cannot afford.
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Before colonialists like Cecil Rhodes, Africans were stone age people and just another part of the ecosystem. Big game, including but not...
Chris Tei August 5, 2015
It's becoming more well-known how the creation of the natural parks in many African countries went hand-in-hand with colonization and the...
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Don’t misunderstand me: For Zimbabweans, wild animals have near-mystical significance. We belong to clans, and each clan claims an animal totem as its mythological ancestor. Mine is Nzou, elephant, and by tradition, I can’t eat elephant meat; it would be akin to eating a relative’s flesh. But our respect for these animals has never kept us from hunting them or allowing them to be hunted. (I’m familiar with dangerous animals; I lost my right leg to a snakebite when I was 11.)
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PETA is calling for the hunter to be hanged. Zimbabwean politicians are accusing the United States of staging Cecil’s killing as a “ploy” to make our country look bad. And Americans who can’t find Zimbabwe on a map are applauding the nation’s demand for the extradition of the dentist, unaware that a baby elephant was reportedly slaughtered for our president’s most recent birthday banquet.
We Zimbabweans are left shaking our heads, wondering why Americans care more about African animals than about African people.
Don’t tell us what to do with our animals when you allowed your own mountain lions to be hunted to near extinction in the eastern United States. Don’t bemoan the clear-cutting of our forests when you turned yours into concrete jungles.
And please, don’t offer me condolences about Cecil unless you’re also willing to offer me condolences for villagers killed or left hungry by his brethren, by political violence, or by hunger.