Carrero Blanco: el marino filonazi y antisemita que pudo liderar el franquismo sin Franco

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  • Se cumplen 49 años de la llegada a la presidencia del Gobierno franquista del almirante que no ocultó su repruebo a los judíos y a la democracia
Carlos Hernández
@demiguelch

8 de junio de 2022 22:05h
Actualizado el 09/06/2022 05:30h
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El 9 de junio de 1973 Franco dejaba de ser presidente del Gobierno y entregaba el relevo a quien llevaba siendo su mano derecha desde hacía varias décadas. El almirante Luis Carrero Blanco se convertía en el sucesor político del dictador. El nuevo presidente tenía un mandato para el que se sentía plenamente capacitado: garantizar la continuidad de aquel régimen totalitario tras la fin del tirano. Nada más jurar su cargo ante el todavía pero ya decrépito Jefe del Estado, Carrero se reunió durante 45 minutos con el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, el hombre que estaba llamado a jugar el papel de marioneta en el franquismo sin Franco. El veterano marino tenía 69 años y estaba convencido de que el futuro de España pasaba por una monarquía de corte autoritario que él tutelaría como siempre había hecho, con mano de hierro. Aquel plan se vio frustrado siete meses después, cuando ETA acabó con su vida en Madrid.
¿Cómo habría sido aquel postfranquismo dirigido por Carrero? Es imposible saber la respuesta, pero repasando su carrera, su ideología y sus discursos podemos entender mejor por qué la figura del almirante suponía una seria preocupación para los sectores sociales y políticos que deseaban el regreso de la democracia a nuestro país. Una preocupación que también se respiraba en la mismísima Casa Blanca y que provocó dudas sobre la participación directa o indirecta de la CIA en el atentado que le eliminó de la ecuación.


El golpe de Estado
La sublevación de una parte del Ejército contra la República sorprendió a Luis Carrero Blanco en Madrid. El entonces capitán de corbeta y profesor de la Escuela de Guerra Naval había coincidido con Franco en uno de los episodios de la guerra de jovenlandia: el desembarco de Alcazarseguer, en abril de 1925. Posteriormente, a comienzos de los años 30, volvió a tratar con el futuro dictador mientras este ocupaba la Comandancia General de Baleares. A pesar de ello y de no comulgar con el régimen republicano, no hay constancia de que participara directamente en la sublevación. Aun así, tras el rápido fracaso del golpe en la capital, Carrero se refugió sucesivamente en las embajadas de México y Francia. En el verano de 1937 logró escapar a la zona controlada por los golpistas y se sumó a su ejército, combatiendo al mando de buques como el submarino General Sanjurjo o el crucero Canarias.

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Llegada de Himmler a Madrid. Archivo Wunderlich-Fototeca Patrimonio Histórico

Consejos a Franco sobre entrar en la II Guerra Mundial
Tras la victoria franquista, de la mano de un destacado líder falangista, Carrero entró a formar parte del Consejo Nacional de la FET y de las JONS. El 12 de junio de 1940 España expresó su apoyo implícito a Hitler y Mussolini en la II Guerra Mundial, dejando de considerarse “neutral” y pasando a declararse estado “no beligerante”.

En noviembre de ese año, Carrero Blanco redactó para Franco el primero de una serie de informes sobre política internacional. En él, a diferencia de lo que han mantenido algunos historiadores e investigadores, Carrero no hizo una defensa a ultranza de la neutralidad de España en el conflicto. Tal y como destacan otros académicos como Antonio Téllez Molina, lo que hizo es aconsejar al dictador que retrasara su entrada en la guerra hasta que Berlín y Roma controlaran el Mediterráneo para así garantizar el abastecimiento de alimentos, materias primas y armamento: “En resumen —escribió Carrero— todo parece indicar que, antes de la caída del Canal de Suez, España no entrará en la guerra, pero que tan pronto como dicho Canal pase a poder de las potencias del Eje, cambiarán fundamentalmente los aspectos de la cuestión y cabe pensar en que V.E. decida nuestra intervención en el conflicto”.
Tiene claro cuál es su bando en la guerra
Impresionado por sus informes, Franco nombró a Carrero Jefe del Estado Mayor y le incluyó en su círculo de confianza al otorgarle el cargo de subsecretario de la Presidencia. Ocupando ya ambos puestos, el cada vez más influyente militar continuó desgranando sus preferencias en los informes que entregaba al dictador. En ellos explicaba por qué nazis alemanes y fascistas italianos merecían todo el apoyo de nuestro país: “Porque el Eje lucha hoy contra todo lo que es el fondo anti-España”. Y esa “anti-España”, para Carrero, la representaban las democracias occidentales y la URSS: “Ha llegado a constituirse por una acción personal de Roosevelt, al servicio de las logias y de los judíos, es realmente el frente del poder judaico, donde alzan sus banderas todo el complejo de democracias, masonería, liberalismo, plutocracia y comunismo, que han sido las armas clásicas de que el Judaísmo se ha valido para provocar una situación de catástrofe que pudiera cristalizar en el derrumbamiento de la Civilización Cristiana”.
El antisemita
El repruebo visceral a los judíos del futuro almirante no solo quedó reflejado en informes como el anteriormente citado. En 1941 publicó el libro España y el mar en el que realizaba una auténtica oda antisemita: “España, paladín de la Fe de Cristo, está otra vez en pie contra el verdadero enemigo: el Judaísmo. Se trata de una fase más de la lucha que secularmente sacude al Mundo. Porque el Mundo, aunque no lo parezca, aunque en apariencia sus contiendas tengan su origen en causas muy distintas, vive una constante guerra de tipo esencialmente religioso. Es la lucha del Cristianismo contra el Judaísmo. Guerra a fin, como tiene que ser la lucha del Bien contra el Mal, de la verdad contra la mentira, de la luz contra la oscuridad”.
Portada del libro de Carrero Blanco.El represor
El consejero de Franco empezó a ser consciente a finales de 1942 de que la guerra no iba como “su España” esperaba y deseaba. Siguió defendiendo el compromiso del régimen franquista con Hitler: “Es evidente que España tiene una decidida voluntad de intervención al lado del Eje, por cuanto este combate a nuestros enemigos naturales que son ese complejo de democracias, masonería, liberalismo, plutocracia y comunismo, armas con las que el poder judaico trata de aniquilar la Civilización Cristiana…”, pero ahora insistía especialmente en que “la situación actual” del país impedía una “intervención normal” en la contienda. Por lo que pudiera pasar en la contienda, aconsejaba a Franco que estuviera prevenido para endurecer todavía más la represión interna: “Cortando en seco cualquier intento de perturbación y disidencia a que los posibles vaivenes de la marcha de la guerra puedan dar pábulo”.
Empieza a cambiar de chaqueta y apela a “la hegemonía blanca”

 
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