El Pionero
Alcalde y presidente de Fútbol Paco premium
Carabanchel es ya uno de los distritos de Madrid donde hay más población de 20 a 39 años extranjera que española, con un 55%. Los emprendedores dinamizan el barrio con negocios regentados por personas que ya echan raíces en la zona, generan riqueza y responden con sorprendentes dejes castizos al hablar de sus establecimientos.
Hay "carnicerías, fruterías, restaurantes, centros de manicura o peluquerías", según enumera Elena Sigüenza, de la Asociación Vecinal Barrio de Comillas. Junto a los locales, un crisol de nacionalidades: marroquíes, colombianos, paraguayos, chinos, ecuatorianos... "Estamos rodeados de buena gente", cuenta satisfecha.
Es el caso de la agencia de viajes Este Travel and Tours, que nació en 2021, aunque la apertura oficial fue un año después, en abril de 2022, según explica la gerente, Tesa Malalo-An Fabiosa. Eligió Madrid por ser un mercado importante para filipinos y latinos, sus principales clientes, pero no quería dejar de lado el contacto físico con ellos, de ahí que abriese el establecimiento. "Carabanchel es una zona tranquila", explica, y, además, algo más barata que el centro. De España, de momento, se queda con "el clima y la comida" y agradece estar en el barrio: "conectamos con la gente, especialmente mi equipo". El equipo al que se refiere está al otro lado del mostrador. Cherrie, también filipina, aunque a sus 33 años ya lleva 14 "ahí en Opañel", y Soreen, que vive desde hace cuatro en Delicias.
Las empleadas de Este Travel and Tours.Angel NavarreteMUNDO
A escasos metros de Este se encuentra el local de Delia Anaya, nacida en Perú hace 46 años y que lleva ya 26 en España. Además de esta tienda de arreglos en pleno Carabanchel, tiene dos hijos, Ángela, de 29 -vino dos años después que su progenitora, que entonces trabajaba de interna- y Wilton, ya nacido en España hace 21 años.
Fue su hermano quien animó a Anaya a probar suerte y también quien hizo que terminase en el sector de la moda. Aunque trabajaba en una pizzería, comenzó a arreglar maquinaria y, más tarde, a trasladar ese don para la reparación a las prendas. Ella le ayudaba al salir o cuando libraba: "Yo en realidad los arreglos los aprendí aquí", cuenta. Más tarde, cuando su familiar compró un local "pequeñito", comenzó a trabajar con él por las tardes, tras terminar su jornada. Su hermano fue cada vez a más, abrió varias tiendas y ella llegó a ser encargada de una en Noviciado. Estuvo seis o siete años con él "hasta que me salió la oportunidad de coger un traspaso aquí en el mercado de Federico".
"Tenía ya dos niños y no tenía dinero", recuerda, pero aun así pudo lograrlo gracias a sus conocidos. "Siempre he tenido suerte de tener gente a mi alrededor que me ha apoyado en todos los sentidos". "De una u otra forma pude reunir algo de dinero", explica, y llegó a un acuerdo con la antigua propietaria para hacer un pago a plazos. Pagó unos 8.000 euros por las máquinas, pero, sobre todo, por los clientes.
"En aquellos años aún se me notaba la juventud", dice, aunque reconoce que hoy, a sus 46, todavía aparenta bastante menos años de los que tienen. "Me tocó demostrar a cada cliente que tengo mucha experiencia en esto", recuerda antes de presumir de haber sido capaz de conservarlos a todos. "Para mí es un orgullo, todo a base de esfuerzo".
La empresaria habla con cercanía de los clientes -"hay confianza y mucho cariño"- a los que conoce desde hace varios años. Agradece también no sólo que confíen en ella para sus prendas, sino que recomienden sus servicios a amigos y conocidos: "Tengo clientes que vienen de Aravaca, de Móstoles o de Alcorcón". Incluso hay una, asegura, que vive fuera de España pero que le trae su ropa en sus visitas al país. Durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, pudo salir adelante gracias a ellos y a la "poquita ayuda" del Gobierno.
Anaya continuó cinco años en el mercado, pero lo abandonó cuando, además de los arreglos, empezó a vender complementos y ropa, algo para lo que se podía ayudar del escaparate que hoy da a una pequeña plazoleta de Carabanchel, junto a la calle Eugenia de Montijo. Sobre él, el nombre del comercio: Arreglos de ropa A y W, por Ángela y Wilton. Un negocio y un hijo que son españoles de primera generación y una hija arraigada que dentro de unos meses hará a Delia abuela. "Pienso quedarme aquí hasta que me jubile".
Delia Anaya, en su local en Carabanchel.Angel NavarreteMUNDO
"Los vecinos migrantes aportan en nuestros barrios, fundamentalmente del sur de Madrid, voluntad de salir adelante, constancia y valentía", defiende Emiliano López, de la asociación de vecinos de Casco Antiguo. Además, detalla "están aportando sabia nueva". López, que conoce personalmente a Delia, cree que vecinos como ella "con hijos ya mayores que han crecido aquí", son el ejemplo de esta tendencia.
Más allá de las historias personales, Elena Sigüenza incide en las consecuencias colectivas para un barrio en el que hace unos años se había desplomado la natalidad y se cerraban establecimientos. Con una población cada vez más mayor, perder el comercio de proximidad complicaba aún más la vida a vecinos como ella, que lleva ya "más de 60 años" en Carabanchel.
"Había colegios públicos que ya tenían dificultades para cubrir las ratios, porque no había niños ni niñas", rememora Sigüenza. "Uno de los temas más positivos es que al llegar esta población que es joven y tiene hijos los colegios se nos vuelven a llenar y eso es una alegría para todo el mundo". "El barrio tiene vida".
Por otro lado, en el caso concreto de esta zona, apunta que esta dinamización tiene otra cara, también positiva: el acompañamiento. La población del barrio, con un gran porcentaje de personas mayores que viven solas, no tiene que irse a una residencia porque hay posibilidad de recibir ayuda a domicilio, algo que recae en gran medida en mujeres latinoamericanas. "Son las que están sacando a pasear a nuestros mayores, las que están haciendo sus comidas, las que están haciendo un trabajo especializado". Considera que no se puede olvidar que prestan "un servicio social" sin el que los mayores de la zona "estarían mucho más abandonados de lo que estaban".
Sigüenza celebra también que la llegada de gente de otras nacionalidades -"totalmente positiva"- porque contribuye a compartir sus vidas "con otros vecinos y vecinas que tienen muchas cosas que enseñarnos". "Han aportado perspectiva de futuro".
www.elmundo.es
Hay "carnicerías, fruterías, restaurantes, centros de manicura o peluquerías", según enumera Elena Sigüenza, de la Asociación Vecinal Barrio de Comillas. Junto a los locales, un crisol de nacionalidades: marroquíes, colombianos, paraguayos, chinos, ecuatorianos... "Estamos rodeados de buena gente", cuenta satisfecha.
Es el caso de la agencia de viajes Este Travel and Tours, que nació en 2021, aunque la apertura oficial fue un año después, en abril de 2022, según explica la gerente, Tesa Malalo-An Fabiosa. Eligió Madrid por ser un mercado importante para filipinos y latinos, sus principales clientes, pero no quería dejar de lado el contacto físico con ellos, de ahí que abriese el establecimiento. "Carabanchel es una zona tranquila", explica, y, además, algo más barata que el centro. De España, de momento, se queda con "el clima y la comida" y agradece estar en el barrio: "conectamos con la gente, especialmente mi equipo". El equipo al que se refiere está al otro lado del mostrador. Cherrie, también filipina, aunque a sus 33 años ya lleva 14 "ahí en Opañel", y Soreen, que vive desde hace cuatro en Delicias.
Las empleadas de Este Travel and Tours.Angel NavarreteMUNDO
A escasos metros de Este se encuentra el local de Delia Anaya, nacida en Perú hace 46 años y que lleva ya 26 en España. Además de esta tienda de arreglos en pleno Carabanchel, tiene dos hijos, Ángela, de 29 -vino dos años después que su progenitora, que entonces trabajaba de interna- y Wilton, ya nacido en España hace 21 años.
Fue su hermano quien animó a Anaya a probar suerte y también quien hizo que terminase en el sector de la moda. Aunque trabajaba en una pizzería, comenzó a arreglar maquinaria y, más tarde, a trasladar ese don para la reparación a las prendas. Ella le ayudaba al salir o cuando libraba: "Yo en realidad los arreglos los aprendí aquí", cuenta. Más tarde, cuando su familiar compró un local "pequeñito", comenzó a trabajar con él por las tardes, tras terminar su jornada. Su hermano fue cada vez a más, abrió varias tiendas y ella llegó a ser encargada de una en Noviciado. Estuvo seis o siete años con él "hasta que me salió la oportunidad de coger un traspaso aquí en el mercado de Federico".
"Tenía ya dos niños y no tenía dinero", recuerda, pero aun así pudo lograrlo gracias a sus conocidos. "Siempre he tenido suerte de tener gente a mi alrededor que me ha apoyado en todos los sentidos". "De una u otra forma pude reunir algo de dinero", explica, y llegó a un acuerdo con la antigua propietaria para hacer un pago a plazos. Pagó unos 8.000 euros por las máquinas, pero, sobre todo, por los clientes.
"En aquellos años aún se me notaba la juventud", dice, aunque reconoce que hoy, a sus 46, todavía aparenta bastante menos años de los que tienen. "Me tocó demostrar a cada cliente que tengo mucha experiencia en esto", recuerda antes de presumir de haber sido capaz de conservarlos a todos. "Para mí es un orgullo, todo a base de esfuerzo".
La empresaria habla con cercanía de los clientes -"hay confianza y mucho cariño"- a los que conoce desde hace varios años. Agradece también no sólo que confíen en ella para sus prendas, sino que recomienden sus servicios a amigos y conocidos: "Tengo clientes que vienen de Aravaca, de Móstoles o de Alcorcón". Incluso hay una, asegura, que vive fuera de España pero que le trae su ropa en sus visitas al país. Durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, pudo salir adelante gracias a ellos y a la "poquita ayuda" del Gobierno.
Anaya continuó cinco años en el mercado, pero lo abandonó cuando, además de los arreglos, empezó a vender complementos y ropa, algo para lo que se podía ayudar del escaparate que hoy da a una pequeña plazoleta de Carabanchel, junto a la calle Eugenia de Montijo. Sobre él, el nombre del comercio: Arreglos de ropa A y W, por Ángela y Wilton. Un negocio y un hijo que son españoles de primera generación y una hija arraigada que dentro de unos meses hará a Delia abuela. "Pienso quedarme aquí hasta que me jubile".
Delia Anaya, en su local en Carabanchel.Angel NavarreteMUNDO
"Los vecinos migrantes aportan en nuestros barrios, fundamentalmente del sur de Madrid, voluntad de salir adelante, constancia y valentía", defiende Emiliano López, de la asociación de vecinos de Casco Antiguo. Además, detalla "están aportando sabia nueva". López, que conoce personalmente a Delia, cree que vecinos como ella "con hijos ya mayores que han crecido aquí", son el ejemplo de esta tendencia.
Más allá de las historias personales, Elena Sigüenza incide en las consecuencias colectivas para un barrio en el que hace unos años se había desplomado la natalidad y se cerraban establecimientos. Con una población cada vez más mayor, perder el comercio de proximidad complicaba aún más la vida a vecinos como ella, que lleva ya "más de 60 años" en Carabanchel.
"Había colegios públicos que ya tenían dificultades para cubrir las ratios, porque no había niños ni niñas", rememora Sigüenza. "Uno de los temas más positivos es que al llegar esta población que es joven y tiene hijos los colegios se nos vuelven a llenar y eso es una alegría para todo el mundo". "El barrio tiene vida".
Por otro lado, en el caso concreto de esta zona, apunta que esta dinamización tiene otra cara, también positiva: el acompañamiento. La población del barrio, con un gran porcentaje de personas mayores que viven solas, no tiene que irse a una residencia porque hay posibilidad de recibir ayuda a domicilio, algo que recae en gran medida en mujeres latinoamericanas. "Son las que están sacando a pasear a nuestros mayores, las que están haciendo sus comidas, las que están haciendo un trabajo especializado". Considera que no se puede olvidar que prestan "un servicio social" sin el que los mayores de la zona "estarían mucho más abandonados de lo que estaban".
Sigüenza celebra también que la llegada de gente de otras nacionalidades -"totalmente positiva"- porque contribuye a compartir sus vidas "con otros vecinos y vecinas que tienen muchas cosas que enseñarnos". "Han aportado perspectiva de futuro".
Carabanchel, el distrito que dinamizan los jóvenes extranjeros: "Pienso quedarme aquí hasta que me jubile"
Carabanchel es ya uno de los distritos de Madrid donde hay más población de 20 a 39 años extranjera que española, con un 55%. Los emprendedores dinamizan el barrio con negocios...
www.elmundo.es
